¿Cuál es la perspectiva de la iglesia católica sobre María, la madre de Jesús?
La perspectiva de la iglesia católica sobre María, la madre de Jesús, ha sido un tema de mucha controversia, no solo entre protestantes y Católicos Romanos, sino también dentro de la misma Iglesia Católica.
Tal como la enseñanza de la infalibilidad del papa, muchas de las enseñanzas Católicas sobre María no fueron definidas formalmente hasta mucho después de la Reforma. De hecho, en el caso de María, muchas de las definiciones se formalizaron en 1854 y después en 1950.
Sin embargo, la persona de María ha sido un tema con mucha tradición e historia dentro de la Iglesia Católica Romana.
Los cultos populares a María dentro de la Iglesia Católica Romana no son difíciles de encontrar.
Tal vez la manifestación más obvia de la veneración de la iglesia hacia María puede ser vista a través del arte. El arte medieval y hasta cierto grado el arte Renacentista está repleto de retratos de la Madona, y muchas veces de la Madona con el niño Jesús, o la Madona ayudando a bajar el cuerpo de Cristo de la cruz.
En el Vaticano hay un fresco espectacular donde la Madona está sentada majestuosamente con Cristo a su diestra y el Padre a su izquierda. También podemos ver la celebración de María en la música de la iglesia a través de la historia. Hay varios himnos dedicados a María, incluyendo el famoso “Ave María”.
Hay varios santuarios dedicados a la veneración de María en todo el mundo.
Existen dos tipos de santuarios.
santuarios privados
La primera clase de santuarios son los santuarios privados. Estos eran muy populares hace unas cuantas décadas; hubo un tiempo en que las casas de los Católicos Romanos no se consideraba realmente Católica si no tenía una especie de santuario en el jardín, o una estatua en el césped, o un lugar privado para venerar a María.
La segunda clase de santuarios son los santuarios públicos. Muchas personas peregrinan hacia estos santuarios para cumplir con las obras de satisfacción del sacramento de la penitencia.
santuarios públicos
Entre estos santuarios públicos se encuentra la famosa Fátima de Portugal, donde María supuestamente se apareció a tres pastorcillos en 1917. En el verano de ese año, una gran multitud dijo presenciar el así llamado “milagro del sol”, donde el sol pareció danzar en el cielo, desplegando múltiples colores. Muchas personas que han visitado el santuario de Nuestra Señora de Fátima han dicho que han recibido sanaciones milagrosas.
Otro santuario famoso público es el de Lourdes, Francia, donde una jovencita llamada Bernadette Soubirous dijo haber visto apariciones de una mujer muy hermosa varias veces en 1858. Los Católicos Romanos creen que fue María, aunque nunca se identificó como tal.
Sin embargo, en una de estas apariciones, la mujer se refirió a sí misma como “la concepción inmaculada”. Es interesante que el Papa Pío IX hubiera promulgado la doctrina de la concepción inmaculada—de la cual hablaremos más adelante— en 1854, cuatro años antes de las visiones de Bernadette en Lourdes.
Podríamos decir muchas cosas más acerca de la perspectiva popular sobre María. Hay muchas celebraciones en su honor dentro de la iglesia, incluyendo la Fiesta de la Concepción Inmaculada en Diciembre 8. Un sinnúmero de escuelas e iglesias han sido nombradas en su honor, lo mismo que algunas ordenes de monjas, misioneras, etc. María es un personaje predominante en la fe del Catolicismo Romano común.
Enunciados en el “Ave María”
“Dios te salve María, llena de gracia”
Uno de los aspectos de la veneración de los Católicos Romanos hacia María es la serie de oraciones que forman el Rosario. El “Ave María” está en el corazón del Rosario. La oración tradicional dice lo siguiente:
“Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
Al comenzar a analizar la perspectiva Católica Romana sobre María, quiero que veamos de cerca estas palabras. Al hacer esto nos percataremos de las principales controversias entre el Protestantismo y el Catolicismo Romano.
Las palabras, “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”, provienen de la Escritura. Este enunciado incorpora las palabras del ángel que anunció los planes de Dios para María (Lucas 1:28) y las palabras de Elizabeth, cuando saludó a María (v. 42).
Entonces, estas palabras en sí no pueden ser repugnantes para los protestantes que sostienen la autoridad de la Escritura. Sin embargo, el uso de las palabras en forma de oración sí genera una serie de preguntas para nosotros.
El segundo enunciado en el “Ave María” es mucho más problemático:
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
Los protestantes no tienen problema en referirse a María como “santa”. Después de todo, nos referimos a los creyentes como “santos” en el sentido de estar apartados. Todos los cristianos somos “santos” en ese sentido. Entonces, decir que María es santa no quiere decir precisamente que la estamos adorando.
¿Qué hay acerca de la frase “madre de Dios”?
El Concilio de Éfeso, le dio a María el título en griego Theotokos, que literalmente quiere decir “la que dio a luz a Dios”. Al tomarla de manera menos literal quiere decir “madre de Dios”. Este título fue ratificado en el Concilio de Calcedonia, el concilio ecuménico que es respaldado por prácticamente todas las iglesias en el Concilio Mundial de las Iglesias. ¿Pero qué quiere decir realmente este título?
En los tiempos en que se llevó a cabo el Concilio de Éfeso, Theotokos se refería a que María era la madre de Dios, pero no en el sentido de que Jesús hubiera recibido Su naturaleza divina por parte de María. Simplemente significaba que María, siendo la madre de Jesús, era la madre de Dios en ese sentido—Jesús es Dios y María es Su madre, hablando de Su naturaleza humana. No había ninguna confusión en Éfeso o en Calcedonia en cuanto a alguna noción de deidad en María. Simplemente articulaba el hecho de que María era la madre terrenal de Aquel que es Dios encarnado.
El historiador Jaroslav Pelikan nos ha dado una muy buena traducción de Theotokos, una que encapsula muy bien su significado histórico:
“aquella que da a luz a Aquel que es Dios”.
Con esta definición, históricamente nunca ha habido una objeción oficial de los protestantes ante el título “madre de Dios”.
Obviamente, este título puede significar mucho más hoy en día de lo que significaba en Éfeso o en Calcedonia, pero las palabras en sí mismas, propiamente calificadas y definidas, no son causa de controversia.
El “Ave María” concluye con una petición a María:
“ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Aquí sí tenemos un problema. Atribuirle a María el trabajo de intercesora causa muchas objeciones de la mayoría de los protestantes, argumentando que ver a María como alguien que intercede por nosotros ahora o en nuestra muerte, le asigna un rol de mediadora de nuestra redención.
El Protestantismo (y la Biblia) insiste que Jesús es el único Mediador entre Dios y el hombre (1 Tim. 2:5), aunque, claro, el Espíritu Santo también intercede por nosotros (Rom. 8:26).
Pronunciamientos acerca de María
Con ese trasfondo, quiero que veamos los pronunciamientos oficiales de la iglesia con respecto a María. Como ya mencioné antes, muchas de las enseñanzas oficiales sobre María son muy recientes, pero no sucedieron repentinamente; hay una larga historia sobre el desarrollo de la veneración a María dentro de la Iglesia Católica Romana.
Permítanme comenzar con la doctrina de la concepción inmaculada, la cual mencioné arriba.
Esta doctrina fue promulgada oficialmente en una encíclica papal en 1854. Muchos protestantes creen que la “concepción inmaculada” se refiere al nacimiento virginal de Jesús. Sin embargo, la doctrina del nacimiento virginal de Jesús ha sido un dogma de todo el Cristianismo desde los primeros años de la iglesia, y tanto protestantes como Católicos Romanos abrazan gozosamente esta doctrina. Así que no había necesidad de que Pío IX la afirmara oficialmente en 1854. Más bien, la doctrina de la concepción inmaculada tiene que ver con la propia concepción de María.
Se cree que María no fue infectada con el pecado original en su concepción, de tal forma que vivió una vida sin pecado.
Claro, esta doctrina ha sido muy criticada por los protestantes. Un problema con esto es que si María no tenía pecado, entonces no tenía necesidad de un Redentor.
Así mismo, si no tenía pecado, María bien pudo haber sido nuestra salvadora hasta cierto punto. De hecho, esta doctrina ha influenciado a algunos Católicos Romanos a decir que María es nuestra Co-Redentora, ya que participó en el proceso de redención.
Este título no ha sido sancionado oficialmente por la Iglesia Católica romana, y ha causado mucha controversia en Roma, pero muchos sostienen esta opinión sobre María.
El teólogo supremo de la Iglesia Católica Romana, el Doctor Angélicus, Tomás de Aquino (1225–74), repudiaba la idea de la ausencia de pecado en María. El hecho de que Tomás escribiera acerca de esto demuestra que ya había un movimiento público en cuanto a la perfección de María desde la Edad Media. Tomás refutó esta enseñanza basándose en las propias palabras de María en el Magnificat:
“Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46–47).
Tomás dijo que en esta canción de agradecimiento y adoración, la cual fue inspirada por el Espíritu Santo, María confesó su necesidad de un Salvador, indicando que era pecadora. Entonces, la Iglesia Católica Romana fue enfrentada con la vergonzosa realidad de que su propio “teólogo supremo” negaba esta doctrina.
¿Cómo respondió la iglesia?
Primero, Roma notó que Tomás dijo esto antes de que se definiera la doctrina. Tomás era un gran teólogo, pero no quiere decir que era infalible, y si hubiera sido testigo de la definición de la concepción inmaculada, seguro que la hubiera aceptado como fide implicitum, es decir, como una fe implícita en cualquier cosa que declare la iglesia.
En segundo lugar, se dijo que Tomás pudo haberse equivocado. Los eruditos de Roma observaron que el término Salvador no siempre se refiere a alguien que salva del pecado. Una persona puede ser salva de otras cosas, y la salvación puede ser entendida en un sentido mucho más amplio, como los beneficios de la mano de Dios. De hecho, María sí recibió muchos beneficios, y en ese sentido Dios fue su Salvador; es decir, Dios fue su Benefactor. Dios le dio ciertas bendiciones que no le dio a nadie más. Esta es una interpretación posible de ese pasaje del Magnificat, aunque creo que es algo forzada, lingüísticamente hablando.
En 1950, en una constitución apostólica llamada Munificentissimus Deus (“El Dios Más Benévolo”), el Papa Pío XII definió la doctrina de la asunción corporal de María al cielo, la idea de que María fue ascendida al cielo corporalmente, y que ya participa en la resurrección del cuerpo que añoran todos los creyentes. De igual forma, en 1954, Pío publicó una encíclica llamada Ad Caeli Reginam (“Reina del Cielo”), que instituyó la fiesta del Reinado de María, estableciendo la enseñanza oficial de que María reina en el cielo junto a su Hijo, el Rey Jesús.
Un llamado a la veneración de María
El llamado a venerar a María ha ascendido a los niveles más altos de la Iglesia Católica. Tal vez el tratado papal más directo sobre este asunto se encuentra en la encíclica de Pío XII en 1943, titulada Mystici Corporis Christi (“El Cuerpo Místico de Cristo”). Casi al final de la encíclica, Pío dijo:
La Virgen Madre de Dios, cuya alma santísima fue, más que todas las demás creadas por Dios, llena del Espíritu divino de Jesucristo, haga eficaces, Venerables Hermanos, estos Nuestros deseos, que también son los vuestros, y nos alcance a todos un sincero amor a la Iglesia; ella que dio su consentimiento en representación de toda la naturaleza humana a la realización de un matrimonio espiritual entre el Hijo de Dios y la naturaleza humana. Ella fue la que dio a luz, con admirable parto, a Jesucristo Nuestro Señor, adornado ya en su seno virginal con la dignidad de Cabeza de la Iglesia, pues que era la fuente de toda vida sobrenatural; ella, la que al recién nacido presentó como Profeta, Rey y Sacerdote a aquellos que de entre los judíos y de entre los gentiles habían llegado los primeros a adorarlo. Y además, su Unigénito, accediendo en Caná de Galilea a sus maternales ruegos, obró un admirable milagro, por el que creyeron en Él sus discípulos. Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como segunda Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado.
¿Qué quiso decir Pío cuando afirmó que María “lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota”? ¿Estaba hablando simplemente de la presentación sacrificial de su hijo por parte de una madre? ¿O estaba hablando de una ofrenda sacerdotal? Si solamente estaba aludiendo al ofrecimiento de María, no queda más que decir que el papa hizo mal en utilizar la palabra ofreció, ya que está cargada con muchas connotaciones teológicas.
Pío continuó diciendo:
“La que era Madre de nuestra Cabeza conforme a la carne, llegó a ser, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre de todos sus miembros conforme al Espíritu”.
Esta declaración hace de María la madre de la iglesia, así como de Cristo.
Además añadió:
“Ella, la que por medio de sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del Divino Redentor, otorgado ya en la Cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés”.
¿Quién fue responsable por el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés? De acuerdo a Pío, las oraciones poderosas de María obtuvieron esta bendición para la iglesia.
Además escribió:
“Ella, en fin, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros… en pro de su Cuerpo[de él],… que es la Iglesia, y prodigó al Cuerpo místico de Cristo nacido del Corazón abierto de Nuestro Salvador el mismo materno cuidado y la misma intensa caridad con que calentó y amamantó en la cuna al tierno Niño Jesús”.
María todavía cuida de la iglesia de Jesucristo de la misma forma en que cuidó de Jesús cuando era un niño.
Pío concluyó, diciendo:
Ella, pues, Madre santísima de todos los miembros de Cristo, a cuyo Corazón Inmaculado hemos consagrado confiadamente todos los hombres, la que ahora brilla en el Cielo por la gloria de su cuerpo y de su alma, y reina juntamente con su Hijo, obtenga de Él con su apremiante intercesión que de la excelsa Cabeza desciendan sin interrupción -sobre todos los miembros del Cuerpo místico- copiosos raudales de gracias; y con su eficacísimo patrocinio, como en tiempos pasados, proteja también ahora a la Iglesia, y que, por fin, para ésta y para todo el género humano, alcance tiempos más tranquilos.
Creo que estas palabras nos dan una clara fotografía de la veneración de María en la Iglesia Católica Romana.
María comparada con otras
“la segunda Eva”
Tal vez hayan notado que esta encíclica se refiera a María como “la segunda Eva”. Esta es una comparación popular en la enseñanza Católica Romana. Es un espejo del paralelo bíblico entre Cristo y Adán. Por ejemplo, Pablo escribió: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Rom. 5:18–19).
Roma se refiere a María como la segunda Eva, enseñando que así como la desobediencia de una mujer destruyó al mundo, así también la obediencia de otra mujer trajo redención al mundo. Hay un paralelo entre la mujer de destrucción y la mujer de redención, la madre del pecado y la madre de la santidad. Esto le conjura un rol representativo a María, es decir, María representa a la humanidad, tal como Eva. Como dijo Pío XII en Mystici Corporis Christi, María “ofreció [a Cristo] como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán” (énfasis añadido). Eso es lo opuesto a lo que hizo Eva al ofrecer el fruto prohibido a su esposo, aunque ese acto también representó algo para toda la humanidad.
Roma también enseña un paralelo entre María y Abraham.
Así como Abraham es el padre de los fieles (Rom. 4:11, 16), la Iglesia Católica Romana también ve a María como la madre de los fieles.
María también ha sido identificada con la mujer de Apocalipsis 12
donde leemos lo siguiente:
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días (vv. Apocalipsis 12:1–6).
En su constitución apostólica titulada Munificentissimus Deus, Pío XII asoció a María con esta mujer, diciendo:
“Además, los doctores escolásticos vieron indicada la Asunción de la Virgen Madre de Dios no sólo en varias figuras del Antiguo Testamento, sino también en aquella Señora vestida de sol, que el apóstol Juan contempló en la isla de Patmos”.
Esta declaración causó mucha controversia entre algunos eruditos Católicos Romanos, muchos de los cuales reprendieron al papa por esta enseñanza. No obstante, esta enseñanza aún permanece como una declaración oficial respecto a María.
El decreto de María
Otro concepto Católico Romano sobre María que es mencionado en Mystici Corporis Christi es la importancia del decreto o fíat de María. En Lucas 1, encontramos el registro de la anunciación del ángel Gabriel a María sobre los eventos que estaban por suceder. Esto es lo que leemos:
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elizabeth, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
Este pasaje relata lo que Roma llama “el decreto de María”, que, al menos en algunos sectores de la Iglesia Católica Romana, es el argumento bíblico más importante a favor de la idea de que María es una Co-Redentora. ¿Cuál es este decreto? La declaración de María al escuchar los planes del Señor para ella: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Históricamente, los protestantes han interpretado este versículo diciendo que María se sometió voluntariamente a la anunciación de Dios. El ángel vino y declaró los planes de Dios para María en cuanto al Salvador. Gabriel declaró lo que a Dios le plació hacer. María aceptó humilde y obedientemente, tal como lo haría cualquier hijo de Dios. Este fue un acto de humildad suprema. María estaba diciendo, “si esto es lo que el Señor quiere, entonces estoy dispuesta a hacerlo”. Dentro de la perspectiva protestante, María estaba simplemente acatándose a la voluntad del Señor para su vida. Los protestantes para nada creen que esta anunciación indique que el ángel estuviera pidiéndole permiso a María.
Sin embargo, de acuerdo a Roma, la declaración de María era algo más—era un mandato. Cuando María dijo “hágase”, la palabra en latín es fiat, que indica la forma imperativa del verbo “ser”. De acuerdo a esta perspectiva, María estaba diciendo, “Así sea”. María estaba mandando al ángel, y si no lo hubiera hecho, al menos para la llamada posición maximalista de la Iglesia Católica Romana, la redención no hubiera sido posible. Toda la obra de redención de Jesucristo, la encarnación misma, dependía de la respuesta de María. Los protestantes están de acuerdo en que Dios no violó la voluntad de María, pero no significa que si María no hubiera aceptado, los planes de Dios se hubieran visto frustrados. Sin embargo, de acuerdo a la perspectiva Católica Romana, María tenía que ser la madre de Cristo. ¿Por qué? Porque era la única mujer en el mundo que no tenía pecado.
Maximalistas y minimalistas
En el Catolicismo Romano contemporáneo, existe un debate entre dos partidos Mariológicos: los maximalistas y los minimalistas. La diferencia es muy sencilla. Los maximalistas quieren darle la máxima importancia a María en el marco de redención, mientras que los minimalistas no quieren ir tan lejos.
El desacuerdo entre estos dos grupos afectó fuertemente al Concilio Vaticano II. El papa Juan XXIII dijo que el propósito del Vaticano II no era definir doctrinas, pero había algunos que querían clarificar la posición oficial de la iglesia respecto a María, a la luz de las declaraciones hechas en los siglos diecinueve y veinte.
Rufino Cardenal Santos, el arzobispo de Manila, Filipinas, quien representaba al ala conservadora de la iglesia, llamó al concilio a lidiar con algunas preguntas sobre María bajo la categoría de teología. Franz Cardenal König, el arzobispo de Viena, representando al ala progresiva del Oeste, argumentó que María debería ser estudiada bajo la lupa de la eclesiología, no de la teología. En otras palabras, König veía a María como parte de la iglesia, y no como una subdivisión de nuestro entendimiento de las cosas de Dios (teología), lo cual era una diferenciación muy importante. La propuesta de König fue aceptada por un estrecho margen. De todas formas, recordemos que el papa había declarado que no quería que el concilio lidiara con asuntos teológicos, así que es posible que algunos maximalistas hayan votado con los minimalistas, por obediencia a la petición del papa. Aun así, casi la mitad de los representantes del Vaticano II querían tratar con María como un asunto teológico, en vez de un asunto eclesiástico.
Hay muchas diferencias entre los maximalistas y los minimalistas, pero la diferencia más básica es esta: Los maximalistas quieren enfatizar que la cooperación de María en nuestra redención por medio de su decreto y el ofrecimiento de su Hijo era absolutamente necesaria para la encarnación y redención de Cristo. En otras palabras, sin el decreto de María no habría redención. Entonces, en el sentido que la redención es completa y absolutamente dependiente del decreto de María, ella podría ser llamada de Co-Redentora, lo que le daría más peso a las declaraciones papales posteriores sobre el rol de María en la redención del pueblo de Dios. En contraste, los minimalistas quieren ver a María no como Co-Redentora, sino como el ejemplo o modelo supremo de la fe cristiana.
Los protestantes no contradicen la idea de que María sea un gran ejemplo de la fe cristiana.
Hace algunos años me invitaron a predicar en una iglesia en el Día de las Madres, y prediqué sobre María. Al concluir el servicio, muchas personas me dijeron que nunca habían escuchado un sermón sobre María como la madre de Cristo. Habían escuchado sermones del Día de las Madres sobre la madre de Agustín, de Lutero, de Calvino, etc., pero nunca sobre la madre de Cristo. A veces los protestantes nos alejamos tanto de la posición católica que se nos olvida que María es un gran ejemplo de piedad. Me atrevo a decir que no hay un mejor ejemplo de piedad en toda la Escritura que María. No quiero quitarla del Protestantismo; es tan nuestra como los es de todos.
Sin embargo, el deseo protestante de ver a María como un modelo de fidelidad no debe ser confundido con la posición minimalista de la Iglesia Católica Romana. Aquellos que sostienen la posición minimalista afirman las doctrinas de la concepción inmaculada, la asunción corporal y la coronación. Entonces, aun la posición minimalista está a kilómetros de distancia de la posición protestante.
¿Mariología o Mariolatría?
La pregunta básica es si el concepto Católico Romano sobre María—su devoción y veneración—se considera Mariología o Mariolatría. Adorar a un ser humano, sin importar lo ejemplar que sea, viene a ser idolatría. Oficialmente, la Iglesia Católica Romana no aprueba la adoración a María—pero está muy cerca. Roma ve una diferencia entre latria y dulia. Latria es la palabra griega para adoración, mientras que dulia es la palabra griega para servicio. Dar dulia es simplemente dar servicio o veneración, las cuales pueden ser ofrecidas a otras cosas además de Dios. Roma hizo esta misma distinción con respecto a la controversia sobre las imágenes durante la Reforma; dijo que cuando la gente inclina su cabeza ante las imágenes y les ora, no estaban adorándolas, simplemente estaban rindiéndoles un servicio, usándolas como para estimular su propia adoración. Roma insiste en que María es digna de dulia, no latria; de veneración, no adoración.
Sin embargo, para efectos prácticos, creo que puedo decir sin temor de estar equivocado que millones de Católicos Romanos adoran a María hoy en día. Al adorarla, estas personas creen que están haciendo lo que la iglesia les dice que hagan. Estoy de acuerdo en que hay una distinción técnica legítima entre latria y dulia, entre veneración y adoración, pero puede ser muy difícil encontrar la línea de separación. Cuando la gente se arrodilla delante de estatuas, me parece que estamos hablando de adoración.
El problema central en todo el debate sobre María es la suficiencia de Cristo.
A decir verdad, este es el problema de la teología Católica Romana de principio a fin. Es el problema con su doctrina de la Escritura, con su doctrina de la justificación y es el problema con su doctrina sobre María. ¿Es Cristo nuestro sacrificio perfecto? ¿Se ofreció a Sí mismo por los pecados de Su pueblo o fue ofrecido por Su madre? ¿Solo Él es capaz de lograr nuestra redención o depende de la cooperación de Su madre? Los protestantes creemos que solo Cristo es nuestra justificación. La Biblia no sabe nada sobre una comparación entre Eva y María. El énfasis está sobre el paralelo entre Adán y Cristo, quien es el único sacrificio perfecto que pudo vencer una vez por todas con el pecado de Adán.
Por último, está el problema escatológico.
La doctrina de la asunción corporal de María sostiene que Dios, en Su gracia, tomó a María hasta el cielo, donde ahora participa de todos los beneficios que Cristo le prometió a Su pueblo. Roma ha dicho que esta doctrina asegura nuestra participación en la resurrección de Cristo. Pero el Nuevo Testamento pone nuestra seguridad en la resurrección de Jesús. No necesitamos otro ejemplo; solamente necesitamos creer las promesas de Cristo. Al hacer esta declaración, Roma le está añadiendo algo al testimonio del Nuevo Testamento que es la base de nuestra seguridad de salvación y redención final en Cristo. Esto es una invención del hombre, no un resultado de una exégesis cuidadosa de la Palabra de Dios.
Afirmaciones del Protestantismo y del Catolicismo Romano
El Catecismo de la Iglesia Católica (1995) tiene mucho que decir sobre María. Aquí encontramos algunas afirmaciones que hablan sobre algunos asuntos que hemos analizado. Esto revela que Roma continúa sosteniendo estas posiciones anti-bíblicas:
A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por Dios había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción.
“[A] la Virgen María…se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor […] más aún, “es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza”.
“Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte”. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.
Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es “miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia”.
“Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna […] Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”
“La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano”. La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de “Madre de Dios”, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades […] Este culto […] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente”; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, “síntesis de todo el Evangelio”.
Al pronunciar el “Fiat” de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico.
La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su cuerpo.
“Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo”.
Los Reformadores Protestantes no hablaron mucho sobre María. Si estos fallaron en darle el honor debido como un ejemplo de piedad, fue sin duda para evitar los excesos de Roma. La Confesión de Fe de Westminster solo hace una mención sobre María, manteniendo un silencio elocuente que se opone a todos los roles dados en la teología Católica Romana:
El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomo sobre si la naturaleza humana con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades comunes, mas sin pecado. Fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, de la sustancia de ella. Así que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión composición o confusión alguna. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un solo Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre.
La actitud Católica Romana hacia María representa muchas cosas que son problemáticas en la fe Romana. Su enseñanza sobre María va mucho más allá de lo que la Escritura avala, representando doctrinas de hombres. Además, su enseñanza sobre María ataca el fundamento de la creencia protestante sobre la salvación—la justificación por medio de Cristo únicamente. Los protestantes deben continuar sosteniendo firmemente la doctrina de solus Cristus.