¿Cúales son los nombres de Cristo?
Los nombres de Cristo: Hay especialmente cinco nombres que requieren una breve discusión en este punto. Son parcialmente descriptivos de Sus naturalezas, parcialmente de Su posición oficial y parcialmente de la obra por la que Él vino al mundo.
EL NOMBRE JESÚS.
El nombre Jesús es la forma griega del hebreo Jehoshua, Joshua, Josué 1:1; Zacarías 3:1, o Jeshua (forma regular en los libros históricos post-exilio), Esdras 2:2. La derivación de este nombre común del Salvador está velada en oscuridad. La opinión generalmente aceptada es que se deriva de la raíz yasha’, hiph., hoshia’, salvar, pero no es fácil explicar cómo Jehoshua’ se volvió Jeshua’.
Probablemente Hoshea’, derivado del infinitivo, fue la forma original (Números 13:8, 16; Deuteronomio 32:44), expresando meramente la idea de redención.
El yod, lo cual es signo de lo imperfecto, puede haber sido añadido para expresar la certeza de la redención. Esto coincidiría mejor con la interpretación del nombre dado en Mateo 1:21. Para otra derivación de Jeho (Jehová) y shua, es decir ayuda. El nombre fue llevado por dos figuras típicas de Jesús bien conocidas en el Antiguo Testamento.
EL NOMBRE CRISTO.
Si Jesús es el nombre personal, Cristo es el nombre oficial del Mesías. Es el equivalente del Antiguo Testamento Mashiach (de mashach, ungir), y así significa «el ungido». Reyes y sacerdotes eran periódicamente ungidos durante la antigua dispensación, Éxodo 29:7; Levítico 4:3; Jueces 9:8; 1 Samuel 9:16; 10:1; 2 Samuel 19:10.
El rey era llamado «el ungido de Jehová», 1 Samuel 24:10. Una sola instancia del ungimiento de un profeta está registrada, 1 Reyes 19:16, pero probablemente haya referencias a ello en el Salmo 105:15 y en Isaías 61:1.
El aceite usado en el ungimiento de estos oficiales simbolizaba el Espíritu de Dios, Isaías 61:1; Zacarías 4:1–6, y el ungimiento representaba la transferencia del Espíritu a la persona consagrada, 1 Samuel 10:1, 6, 10; 16:13, 14. El ungimiento era una señal visible de (a) una designación para ejercer un cargo u oficio; (b) el establecimiento de una relación sagrada y la consecuente cualidad de sacrosanto de la persona ungida, 1 Samuel 24:6; 26:9; 2 Samuel 1:14; y (c) una comunicación del Espíritu al ungido, 1 Samuel 16:13, cf. también 2 Corintios 1:21, 22.
El Antiguo Testamento se refiere al ungimiento del Señor en Salmos 2:2; 45:7, y el Nuevo Testamento en Hechos 4:27 y 10:38.
Anteriormente también se encontraron referencias a esto en el Salmo 2:6 y en Proverbios 8:23, pero los hebraístas actuales afirman que la palabra nasak, empleada en estos pasajes, significa «establecer» en lugar de «ungir». Pero incluso así la palabra apunta a la realidad de la primera cosa simbolizada en el ungimiento, cf. también Isaías 11:2; 42:1.
Cristo fue establecido y designado para Sus oficios desde la eternidad, pero históricamente Su ungimiento ocurrió cuando fue concebido por el Espíritu Santo, Lucas 1:35, y cuando recibió el Espíritu Santo, especialmente en el momento de Su bautismo, Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas 3:22; Juan 1:32; 3:34. Esto sirvió para calificarlo para Su gran tarea.
El nombre «Cristo» fue aplicado primeramente al Señor como un sustantivo común con el artículo, pero gradualmente se desarrolló en un sustantivo propio, y fue usado sin el artículo.
EL NOMBRE HIJO DE HOMBRE.
En el Antiguo Testamento este nombre se halla en el Salmo 8:4; Daniel 7:13, y frecuentemente en la profecía de Ezequiel. También se encuentra en los apócrifos, Enoc 46 y 62, y 2 Esdras 13. La dependencia del uso de esto del Nuevo Testamento en el pasaje en Daniel es ahora generalmente reconocido, aunque en aquella profecía es una frase meramente descriptiva y aún no un título.
La transición de uno a otro se hizo más adelante, y ya era aparentemente un hecho consumado cuando se escribió el libro de Enoc. Fue la auto designación más común de Jesús. Aplicó el nombre a sí mismo en más de cuarenta ocasiones, mientras que otros casi se abstuvieron de emplearlo. La única excepción en los Evangelios es Juan 12:34, donde aparece en una cita indirecta de una palabra de Jesús; y en el resto del Nuevo Testamento solo Esteban y Juan lo emplean, Hechos 7:56, Apocalipsis 1:13; 14:14.
El Dr. Vos en su obra La auto revelación de Jesús [The Self-Disclosure of Jesus] divide los pasajes en los que el nombre aparece en cuatro clases:
(a) Pasajes que se refieren claramente a la venida escatológica del Hijo del Hombre, como por ejemplo, Mateo 16:27, 28; Marcos 8:38; 13:26, etc. y paralelos.
(b) Pasajes que hablan particularmente de los sufrimientos, la muerte y (en ocasiones) la resurrección de Jesús como, por ejemplo, Mateo 17:22; 20:18, 19, 28; 12:40, etc. y paralelos.
(c) Pasajes en el cuarto Evangelio, en los que el lado celestial sobrehumano y la pre-existencia de Jesús es enfatizada, como por ejemplo, 1:51; 3:13, 14; 6:27, 53, 62; 8:28, y más.
(d) Un grupo pequeño de pasajes, en donde Jesús reflexiona sobre Su naturaleza humana, Marcos 2:27, 28; Juan 5:27; 6:27, 51, 62.
Resulta difícil determinar por qué Jesús prefería este nombre como una auto designación. En el pasado el nombre era generalmente considerado como un título críptico, mediante el uso del cual Jesús intentaba velar en lugar de revelar Su mesianismo.
Esta explicación fue descartada cuando se prestó más atención al elemento escatológico en los Evangelios y al uso del nombre en la literatura apocalíptica de los judíos. Dalman revivió la idea y se refirió una vez más al título como «un ocultamiento intencional del carácter mesiánico bajo un título que afirma la humanidad de quien lo ostenta».
La supuesta prueba de esto se encuentra en Mateo 16:13; Juan 12:34. Pero la prueba es dudosa; el segundo pasaje incluso muestra que la gente entendía el nombre mesiánicamente.
El Dr. Vos es de la opinión que Jesús probablemente prefería el nombre porque estaba más alejado de toda prostitución judía posible del oficio mesiánico. Al llamarse a sí mismo Hijo del Hombre, Jesús impartió al mesianismo Su propio espíritu centrado en el cielo. Y la altura a la cual Él elevó así a Su persona y Su obra bien puede haber tenido algo que ver con la vacilación de Sus primeros seguidores de nombrarlo con el más celestial de todos los títulos.
EL NOMBRE HIJO DE DIOS.
El nombre «Hijo de Dios» fue diversamente aplicado en el Antiguo Testamento:
(a) al pueblo de Israel, Éxodo 4:22; Jeremías 31:9; Oseas 11:1;
(b) a los oficiales entre Israel, especialmente al rey prometido de la casa de David, 2 Samuel 7:14; Salmo 89:27;
(c) a los ángeles, Job 1:6; 2:1; 38:7; Salmo 29:1; 89:6; y
(d) a la gente piadosa en general, Génesis 6:2; Salmo 73:15; Proverbios 14:26.
En Israel el nombre adquirió importancia teocrática. En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús apropiándose del nombre y a otros también adscribiéndoselo a Él. El nombre se aplica a Jesús en cuatro sentidos diferentes, que no siempre se los mantiene distintos en la Escritura sino que en ocasiones se los combina. El nombre se aplica a Él:
a) En el sentido oficial o mesiánico, como una descripción del oficio en lugar de la naturaleza de Cristo. El Mesías podía ser llamado Hijo de Dios como heredero y representante de Dios. Los demonios evidentemente entendieron el nombre mesiánicamente cuando lo aplicaron a Jesús. Pareciera tener este sentido también en Mateo 24:36; Marcos 13:32. Incluso el nombre, al pronunciarse por la voz en el bautismo de Jesús y en Su transfiguración, Mateo 3:17; 17:5; Marcos 1:11; 9:7; Lucas 3:22; 9:35, puede interpretarse así, pero con toda probabilidad tiene un sentido más profundo. Hay varios pasajes en los que el sentido mesiánico se combina con el sentido trinitario.
b) En el sentido trinitario. En ocasiones el nombre es usado para denotar la deidad esencial de Cristo. Como tal señala a una filiación pre-existente, que trasciende absolutamente la vida humana de Cristo y Su llamamiento oficial como Mesías. Instancias de esto se encuentran en Mateo 11:27; 14:28–33; 16:16, y paralelos; 21:33–46, y paralelos; 22:41–46; 26:63, y paralelos. En algunos de estos casos la idea de la filiación mesiánica también entra en mayor o menor medida. Encontramos la filiación ontológica y mesiánica entrelazada también en diversos pasajes joánicos en los cuales Jesús claramente sugiere que Él es el Hijo de Dios, aunque no utiliza el nombre, como en 6:69; 8:16, 18, 23; 10:15, 30; 14:20, y más. En las epístolas, Cristo es frecuentemente designado como el Hijo de Dios en el sentido metafísico, Romanos 1:3; 8:3; Gálatas 4:4; Hebreos 1:1, y muchos otros pasajes. En la moderna teología liberal es costumbre negar la filiación metafísica de Cristo.
c) En el sentido nativista. Cristo también es llamado el Hijo de Dios en virtud de Su nacimiento sobrenatural. El nombre es así aplicado a Él en el pasaje bien conocido en el Evangelio de Lucas, en donde el origen de Su naturaleza humana es adscrita a la paternidad directa y sobrenatural de Dios, a saber, Lucas 1:35. El Dr. Vos también encuentra indicaciones de este sentido en el nombre en Mateo 1:18–24; Juan 1:13. Naturalmente, este sentido del nombre también es negado por la moderna teología liberal, que no cree en el nacimiento virginal ni tampoco en la concepción sobrenatural de Cristo.
d) En el sentido ético-religioso. Es en este sentido que el nombre «hijos» o «hijos de Dios» se aplica a los creyentes en el Nuevo Testamento. Es posible que tengamos un ejemplo de la aplicación del nombre «Hijo de Dios» a Jesús en ese sentido ético-religioso en Mateo 17:24–27. Esto depende de la cuestión sobre si Pedro aquí es representado como también exento del impuesto del templo. Es especialmente en este sentido que la moderna teología liberal adscribe el nombre a Jesús. Encuentra que la filiación de Jesús es solo una filiación ético-religiosa, algo ciertamente elevada pero no esencialmente diferente a la de los demás de Sus discípulos.
EL NOMBRE SEÑOR (Kurios).
El nombre «Señor» se aplica a Dios en la Septuaginta:
(a) como el equivalente de Jehová.
(b) como la interpretación de Adonai.
(c) como la traducción del título honorífico humano aplicado a Dios (principalmente Adon), Josué 3:11; Salmo 97:5.
En el Nuevo Testamento encontramos de algún modo la aplicación triple del nombre a Cristo, (a) como la forma diplomática y respetuosa de dirigirse a Él, Mateo 8:2; 20:33; (b) como expresión de posesión y autoridad, sin implicara nada en cuanto al carácter divino y la autoridad de Cristo, Mateo 21:3; 24:42; y (c) con la connotación más elevada de autoridad, expresiva de un carácter exaltado y en efecto prácticamente equivalente al nombre «Dios», Marcos 12:36, 37; Lucas 2:11; 3:4; Hechos 2:36; 1 Corintios 12:3; Filipenses 2:11. En algunos casos es difícil determinar la connotación exacta del título. Indudablemente, luego de la exaltación de Cristo, el nombre fue generalmente aplicado a Él en el sentido más exaltado. Pero hay instancias de su uso incluso antes de la resurrección, donde el significado especialmente divino del título ya ha sido evidentemente alcanzado, como en Mateo 7:22; Lucas 5:8; Juan 20:28. Hay una gran diferencia de opinión entre los eruditos con respecto al origen y el desarrollo de este título en cuanto aplicado a Jesús. Pese a todo lo que ha sido expresado en lo contrario, no hay razón para dudar de que el uso del nombre, en cuanto aplicado a Jesús, esté arraigado en el Antiguo Testamento. Hay un elemento constante en la historia de la concepción y es el elemento de la posesión autoritativa. Las epístolas de Pablo sugieren la idea adicional de que esta es una autoridad y una posesión que descansa sobre derechos adquiridos con antecedencia. Es dudoso que este elemento ya esté presente en los Evangelios.
Las naturalezas de Cristo
Desde los primeros tiempos, y más particularmente desde el Concilio de Calcedonia, la Iglesia confesó la doctrina de las dos naturalezas de Cristo. El Concilio no resolvió el problema presentado por una persona que era al mismo tiempo humana y divina, sino que solamente buscó evitar algunas de las soluciones que se ofrecieron y que se reconocían claramente como erróneas. Y la Iglesia aceptó la doctrina de las dos naturalezas en una persona no porque tuviera un entendimiento completo del misterio sino porque veía claramente en esto un misterio revelado por la Palabra de Dios. Fue y permaneció desde entonces para la Iglesia como un artículo de fe, más allá de la comprensión humana. Los ataques racionalistas sobre la doctrina no fueron del todo insuficientes, pero la Iglesia permaneció firme en la confesión de esta verdad pese al hecho de que una y otra vez fuera declarada como contraria a la razón. En esta confesión los católicos romanos y los protestantes se sitúan codo a codo. Pero desde la última parte del siglo dieciocho esta doctrina se convirtió en el blanco de ataques persistentes.
La Era de la Razón emergió y se declaró como indigno del hombre aceptar la autoridad de la Escritura que estaba claramente en contra de la razón humana. Aquello que no se sometía a este nuevo árbitro era simplemente declarado como erróneo. Los filósofos y teólogos individuales ahora intentaron resolver el problema presentado por Cristo a fin de que pudieran ofrecer a la Iglesia un sustituto para la doctrina de las dos naturalezas. Tomaron su punto de partida en el Jesús humano, e incluso después de un siglo de penosa investigación encontraron en Jesús no más que un humano con un elemento divino en Él. No pudieron crecer hacia el reconocimiento de Él como su Señor y su Dios.
Schleiermacher habló de un hombre con una suprema conciencia de Dios, Ritschl, de un hombre que tenía el valor de un Dios, Wendt de un hombre situado en una fraternidad interna continua de amor con Dios, Beyschlag, de un hombre lleno de Dios, y Sanday, de un hombre con una afluencia de lo divino en el subconsciente; pero Cristo es y permanece meramente como un hombre. La escuela liberal de nuestro tiempo, representada por Harnack, la escuela escatológica de Weiss y Schweitzer, y la más reciente escuela de religión comparada, liderada por Bousset y Kirsopp Lake, todas coinciden en despojar a Cristo de Su verdadera deidad y en reducirlo a las dimensiones humanas. Para los primeros nuestro Señor es meramente un gran maestro ético; para los segundos, un profeta apocalíptico; y para los terceros un líder sin igual para un destino exaltado. Se refieren al Cristo de la Iglesia como la creación del helenismo, o del judaísmo, o de los dos combinados. Hoy en día, sin embargo, la completa epistemología del siglo previo es puesta en cuestionamiento, y la suficiencia de la razón humana para la interpretación de la verdad última es seriamente cuestionada. Hay un nuevo énfasis en la revelación. Y los teólogos influyentes, como Barth y Brunner, Edwin Lewis y Nathaniel Micklem, no vacilan en confesar fe una vez más en la doctrina de las dos naturalezas. Es de máxima importancia sostener esta doctrina, tal como fue formulada por el Concilio de Calcedonia y es contenida en nuestros Estándares Confesionales.
PRUEBAS ESCRITURALES DE LA DEIDAD DE CRISTO.
En vistas de la diseminada negación de la deidad de Cristo, es de máxima importancia estar completamente familiarizados con las pruebas escriturales de ello. La prueba es tan abundante que nadie que acepte la Biblia como la Palabra infalible de Dios puede acariciar ninguna duda sobre este punto. Para la clasificación corriente de las pruebas bíblicas, como se derivan de los nombres divinos, los atributos divinos, las obras divinas y el honor divino adscritos a Él, referimos al capítulo sobre la Trinidad. Un orden algo diferente se sigue aquí en vistas de la tendencia reciente del criticismo histórico.
a) En el Antiguo Testamento. Algunos han mostrado una inclinación a negar que el Antiguo Testamento contenga predicciones de un Mesías divino, pero esta negación es bastante insostenible en vistas de pasajes tales como Salmo 2:6–12 (Hebreos 1:5); 45:6, 7 (Hebreos 1:8, 9); 110:1 (Hebreos 1:13); Isaías 9:6; Jeremías 23:6; Daniel 7:13; Miqueas 5:2; Zacarías 13:7; Malaquías 3:1. Varios de los eruditos recientes insisten con firmeza en el hecho de que la doctrina de un Mesías sobrehumano era natural del judaísmo pre-cristiano. Algunos incluso encuentran en esto la explicación para la cristología sobrenatural de partes del Nuevo Testamento.
b) En los escritos de Juan y Pablo. Ha resultado muy difícil negar que tanto Juan como Pablo enseñaran la deidad de Cristo. En el Evangelio de Juan se encuentra la postura más exaltada de la persona de Cristo, tal como aparece en los pasajes siguientes: Juan 1:1–3, 14, 18; 2:24, 25; 3:16–18, 35, 36; 4:14, 15; 5:18, 20, 21, 22, 25–27; 11:41–44; 20:28; 1 Juan 1:3; 2:23; 4:14, 15; 5:5, 10–13, 20. Una postura similar se encuentra en las epístolas paulinas y en la epístola a los Hebreos, Romanos 1:7; 9:5; 1 Corintios 1:1–3; 2:8; 2 Corintios 5:10; Gálatas 2:20; 4:4; Filipenses 2:6; Colosenses 2:9; 1 Timoteo 3:16; Hebreos 1:1–3, 5, 8; 4:14; 5:8, y más. Los eruditos críticos procuran escapar de la doctrina claramente enseñada en estos escritos en diversas formas como, por ejemplo, negando la historicidad del Evangelio de Juan y la autenticidad de muchas de las epístolas de Pablo; al considerar las presentaciones de Juan, Pablo y Hebreos como interpretaciones infundadas, en el caso de Juan y Hebreos especialmente bajo la influencia de la doctrina filónica del Logos, y en el caso de Pablo bajo la misma influencia, o bajo aquella de sus posturas pre-cristianas, judías; o al adscribir a Pablo una visión menor de la que se encuentran en Juan, esto es, de Cristo como pre-existente, un hombre celestial.
c) En los sinópticos. Algunos sostienen que solo los sinópticos nos presentan una verdadera imagen de Cristo. Estos, dicen, retratan al Jesús humano, verdaderamente histórico, en contraste con la imagen idealizada del cuarto Evangelio. Pero es perfectamente evidente que el Cristo de los sinópticos es tan ciertamente divino como el Cristo de Juan. Sobresale como una persona sobrenatural en todo, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Su carácter y Sus obras justifican Su afirmación. Nótense particularmente los pasajes siguientes: Mateo 5:17; 9:6; 11:1–6, 27; 14:33; 16:16, 17; 28:18; 25:31 ss.; Marcos 8:38, y muchos pasajes similares y paralelos. La obra del Dr. Warfield El Señor de gloria [The Lord of Glory] es muy iluminadora sobre este punto.
d) En la autoconsciencia de Jesús. En años recientes ha habido una tendencia de volver a la auto conciencia de Jesús, y negar que Él fuera consciente de ser el Mesías o el Hijo de Dios. Naturalmente, no es posible tener algún conocimiento del la conciencia de Jesús, excepto por medio de Sus palabras tal como están registradas en los Evangelios; y siempre es posible negar que expresen correctamente la mente de Jesús. Para quienes aceptan el testimonio del Evangelio no puede haber dudas en cuanto al hecho de que Jesús fue consciente de ser el mismísimo Hijo de Dios. Los siguientes pasajes dan testimonio de esto: Mateo 11:27 (Lucas 10:22); 21:37, 38 (Marcos 12:6; Lucas 20:13); 22:41–46 (Marcos 13:35–37; Lucas 20:41–44); 24:36 (Marcos 13:32); 28:19. Algunos de estos pasajes testifican de la conciencia mesiánica de Jesús; otros del hecho de que Él era consciente de ser el Hijo de Dios en el sentido más exaltado. Hay varios pasajes en Mateo y Lucas, en los cuales Él habla de la primera persona de la Trinidad como «mi Padre», Mateo 7:21; 10:32, 33; 11:27; 12:50; 15:13; 16:17; 18:10, 19, 35; 20:23; 25:34; 26:29, 53; Lucas 2:49; 22:29; 24:49. En el Evangelio de Juan, la conciencia de ser el mismísimo Hijo de Dios es incluso más evidente en pasajes tales como Juan 3:13; 5:17, 18, 19–27; 6:37–40, 57; 8:34–36; 10:17, 18, 30, 35, 36, y otros pasajes.
PRUEBA ESCRITURAL PARA LA HUMANIDAD REAL DE CRISTO.
Hubo una época cuando la realidad (gnosticismo) y la integridad natural (docetismo, apolinarismo) de la naturaleza humana de Cristo fueron negadas, pero en el presente nadie cuestiona seriamente la verdadera humanidad de Jesucristo. En efecto, en el presente hay un énfasis extremo en Su verdadera humanidad, un humanitarismo cada vez más creciente. La única divinidad que muchos adscriben a Cristo es simplemente la de Su perfecta humanidad. Esta tendencia moderna es, sin duda, en parte una protesta contra un énfasis unilateral sobre la deidad de Cristo. Las personas en ocasiones han olvidado al Cristo humano en su reverencia por lo divino. Es muy importante sostener la realidad y la integridad de la humanidad de Jesús mediante el reconocimiento de Su desarrollo humano y Sus limitaciones humanas. El esplendor de Su deidad no debería subrayarse al grado tal de oscurecer Su genuina humanidad. Jesús se llamó a sí mismo como hombre, y así es denominado por otros, Juan 8:40; Hechos 2:22; Romanos 5:15; 1 Corintios 15:21. La auto designación más común de Jesús, «el Hijo del Hombre», sea cual fuere la connotación que pueda tener, ciertamente indica también la verdadera humanidad de Jesús. Más aún, se dijo que el Señor vino o fue manifestado en la carne, Juan 1:14; 1 Timoteo 3:16; 1 Juan 4:2. En estos pasajes el término «carne» denota naturaleza humana. La Biblia indica claramente que Jesús poseía los elementos esenciales de la naturaleza humana, esto es, un cuerpo material y un alma racional, Mateo 26:26, 28, 38; Lucas 23:46; 24:39; Juan 11:33; Hebreos 2:14.
También hay pasajes en los que se muestra que Jesús estaba sujeto a las leyes corrientes del desarrollo humano, y a los deseos y sufrimientos humanos, Lucas 2:40, 52; Hebreos 2:10, 18; 5:8. Se expone en detalle que las experiencias normales de la vida del ser humano también eran las de Él, Mateo 4:2; 8:24; 9:36; Marcos 3:5; Lucas 22:44; Juan 4:6; 11:35; 12:27; 19:28, 30; Hebreos 5:7.
PRUEBA ESCRITURAL PARA LA HUMANIDAD SIN PECADO DE CRISTO.
Adscribimos a Cristo no solo integridad natural sino también integridad moral o perfección moral, esto es, ausencia de pecado. Eso significa no solo que Cristo podía evitar pecar (potuit non peccare), y en efecto lo evitó, sino que también para Él era imposible pecar (non potuit peccare) en virtud del vínculo esencial entre las naturalezas humana y divina. La no pecaminosidad de Cristo ha sido negada por Martineau, Irving, Menken, Holsten y Pfleiderer, pero la Biblia testifica claramente de esto en los siguientes pasajes: Lucas 1:35; Juan 8:46; 14:30; 2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 9:14; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 3:5. Aunque Cristo se hizo pecado judicialmente, no obstante éticamente Él fue libre tanto de la depravación hereditaria como del pecado real. Nunca hace una confesión de error moral ni tampoco se une a Sus discípulos en cuanto a orar «Perdona nuestros pecados». Es capaz de desafiar a Sus enemigos a endilgarle algún pecado. La Escritura incluso lo representa como aquel en quien se realiza el hombre ideal, Hebreos 2:8, 9; 1 Corintios 15:45; 2 Corintios 3:18; Filipenses 3:21. Más aún, el nombre «Hijo del Hombre», apropiado por Jesús, pareciera sugerir que Él respondía al ideal perfecto de la humanidad.
LA NECESIDAD DE LAS DOS NATURALEZAS EN CRISTO.
De lo anterior pareciera que, en el día actual, muchos no reconocen la necesidad de asumir las dos naturalezas de Cristo. Para ellos Jesús no es sino un hombre; pero al mismo tiempo se sienten constreñidos a adscribirle el valor de un Dios, o reclamar divinidad para Él en virtud de la inmanencia de Dios en Él, o de la investidura del Espíritu. La necesidad de las dos naturalezas en Cristo se desprende de lo que es esencial para la doctrina escritural de la expiación.
a) La necesidad de Su masculinidad. En vistas de que el ser humano pecó, era necesario que la penalidad fuera sobrellevada por el ser humano. Más aún, el pago de la penalidad implicaba sufrimiento de cuerpo y alma, tales como solamente el ser humano es capaz de sobrellevar, Juan 12:27; Hechos 3:18; Hebreos 2:14; 9:22. Fue necesario que Cristo asumiera la naturaleza humana no solo con todas sus propiedades esenciales sino también con todas las debilidades a las que es propensa luego de la caída, y así debía descender a las profundidades de la degradación en la que el ser humano había caído, Hebreos 2:17, 18. Al mismo tiempo, El tenía que ser un hombre sin pecado, porque un hombre que en sí mismo es pecador y ha perdido su propia vida, ciertamente no podía ser expiación por otros, Hebreos 7:26. Solo un verdadero Mediador humano, que hubiera experimentado conocimiento de las aflicciones de la humanidad y se hubiera alzado por encima de todas las tentaciones, podía acceder de modo simpatético a todas las experiencias, tribulaciones y tentaciones del ser humano, Hebreos 2:17, 18; 4:15–5:2, y ser un perfecto ejemplo humano para Sus seguidores, Mateo 11:29; Marcos 10:39; Juan 13:13–15; Filipenses 2:5–8; Hebreos 12:2–4; 1 Pedro 2:21.
b) La necesidad de Su deidad. En el plan divino de salvación era absolutamente esencial que el Mediador debiera ser también Dios. Esto era necesario a fin de que (1) Él pudiera dar un sacrificio de valor infinito y prestar obediencia perfecta a la ley de Dios; (2) Él pudiera cargar la ira de Dios redentoramente, esto es, de modo de librar a otros de la maldición de la ley; y (3) Él pudiera ser capaz de aplicar los frutos de Su obra consumada a quienes lo aceptaran por la fe. El ser humano con su vida en bancarrota no puede pagar la penalidad del pecado ni prestar obediencia perfecta a Dios. Puede cargar con la ira de Dios y, excepto por la gracia redentora de Dios, tendrá que cargarla eternamente, pero no puede cargarla como para abrir una vía de escape, Salmo 49:7–10; 130:3.
PREGUNTAS PARA EL ESTUDIO ADICIONAL.
- ¿Qué personas del Antiguo Testamento llevaron el nombre «Jesús» y en qué sentido tipifican al Salvador?
- ¿Se encuentra el puro título «el Mesías» sin genitivo ni sufijo pronominal en algún lugar del Antiguo Testamento?
- ¿Cómo explica Dalman su aparición en la literatura judía apocalíptica?
- ¿Los términos «el ungido de Jehová», «Su ungido» y «mi ungido» tienen siempre el mismo significado en el Antiguo Testamento?
- ¿De dónde viene la idea de que los creyentes comparten la unción de Cristo?
- ¿Qué de la idea de que el «Hijo de Dios», reducido a su probable arameo original, significa simplemente «hombre»?
- ¿Qué de la idea de Weiss y Schweitzer de que Jesús empleó el nombre solo en un sentido futurista?
- ¿Lo utilizó Él antes de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo?
- ¿De qué manera los liberales cuadran su concepción de Jesús como el Hijo de Dios solo en un sentido religioso y ético con la información de la Escritura?
- ¿Cuál es la postura usual sobre el origen del título Kurios?
- ¿Qué teoría fue planteada por Bousset y otros eruditos liberales?
- ¿Qué explica la oposición a la doctrina de las dos naturalezas?
- ¿ES una doctrina necesaria o hay alguna otra doctrina que podría ocupar su lugar?
- ¿Qué objeciones hay para la doctrina adopcionista (las teorías kenóticas); para la idea de la encarnación gradual (la visión ritschiliana); y para la teoría de Sanday?