La ley de Jehová es perfecta
¿CÓMO SE FORMÓ EL LIBRO DE LOS SALMOS?
Aunque no sabemos a ciencia cierta cómo fue compilado el libro, la Biblia nos proporciona algunas pistas. Investiguémoslas mediante las siguientes preguntas.
- ¿En cuántas secciones está dividido el libro? (ver caps. 1, 42, 73, 90 y 107)
- ¿Qué semejanzas hay entre las conclusiones de los Libros I–IV? (41:13; 72:18–20; 89:52; 106:48) ¿Por qué será que se parecen tanto?
- Según Salmos 72:20, ¿dónde terminan los salmos de David? ¿Hay más después? (ver 86, 101, 103, 108–110, 122, 124, 131, 133, 138–145) ¿Cómo podemos explicar esto?
- Salmos 14 (en el Libro I) y 53 (en el Libro II) son dos versiones del mismo asunto. Asimismo, el pasaje de 40:13–17 (en el Libro I) y Salmos 70 (en el Libro II). En cada lugar donde el capítulo 14 tiene el nombre “Jehová”, ¿qué palabra utiliza el salmo 53?
- Cada vez que Salmos 40:13–17 dice “Jehová”, ¿qué palabra emplea el capítulo 70?
- De manera semejante, en todo el Libro I el nombre “Jehová” se usa 272 veces y “Dios” solamente 15 veces, pero en el libro II “Jehová” aparece 30 veces y “Dios” 164 veces. ¿Cómo podemos explicar estas diferencias?
- Según los títulos, ¿quién escribió los salmos del Libro I? ¿Qué capítulos del Libro I no llevan título?
- ¿Cómo termina cada uno de los últimos cinco salmos? (146–150) ¿Qué título llevan?
- ¿Cómo comienza casi cada oración del último capítulo?
- Categoría:Salmos
LIBRO DE LOS SALMOS PDF
La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón…
Salmo 19
LIBRO DE LOS SALMOS EXPLICADOS
DE LOS NOMBRES, LOS TÍTULOS Y LA PERTINENCIA
Ninguna colección de poemas ha ejercido tanta influencia en la historia de la civilización Occidental como el libro de los Salmos. Estos poemas bíblicos, que a la vez son oraciones y plegarias ante Dios, revelan lo más profundo de los sentimientos humanos con los cuales las personas se identifican con facilidad. La dimensión religiosa y profundamente espiritual de estas oraciones pone de manifiesto la extensa gama de experiencias espirituales que le dan sentido de orientación y pertinencia a la vida misma.
Como la religión incluye esencialmente las respuestas humanas ante Dios, las formas y el carácter de las experiencias religiosas están íntimamente relacionadas con las percepciones y los conceptos que se tengan de la divinidad. En efecto, las experiencias y las ideas no solo están relacionadas sino que se influyen mutuamente al proveer los espacios adecuados y las dinámicas necesarias para la reflexión profunda y sosegada, que le permite a la gente que adora comprender, afirmar y celebrar la revelación divina.
En el particular caso del libro de los Salmos, las vivencias religiosas y las articulaciones teológicas se ponen claramente de manifiesto en los poemas que revelan los sentimientos más hondos del pueblo de Israel. En sus plegarias y clamores se afirman y recuerdan las intervenciones divinas en la historia del pueblo y se reflexiona en torno a esas manifestaciones extraordinarias en medio de las realidades cotidianas de la comunidad.
Según el Salterio:
Una vez habló Dios;
Dos veces he oído esto:
Que de Dios es el poder,
y tuya, oh Señor, es la misericordia;
porque tu pagas a cada uno conforme a su obra
Salmo 62:11–12
De acuerdo con el poema, el poder y la misericordia divina manifiestan el corazón de la teología de los Salmos, y confirman la creencia en torno a Dios del Antiguo Testamento. En el corazón mismo del Salterio se revela lo fundamental de la teología bíblica en formas de pares de términos que se complementan y apoyan mutuamente.
Poder y misericordia son términos de gran importancia espiritual en el Salterio y en la Biblia, porque identifican dos de las cualidades divinas más importantes, y presentan, además, de forma complementaria, dos componentes formidables de las intervenciones de Dios. En efecto, el Dios bíblico, a quien se canta y ora en el Salterio, funde en su esencia la autoridad y la fuerza, junto al amor y el perdón. El poder demuestra su naturaleza creadora y justa, y la misericordia pone de relieve el amor que guió su voluntad en los procesos de creación, liberación, conquista, restauración y renovación del pueblo de Israel.
Las palabras castellanas «salmos» y «salterio» se derivan del latín psalmi y psalterium,
que a su vez provienen del griego psalmoi y psalterion. El griego psalmos alude a la música que viene de un instrumento de cuerdas, o inclusive puede referirse a la canción que se entona acompañada por ese instrumento. Por su parte, psalterion, se refería originalmente al instrumento musical (Dn 3:5), aunque con el tiempo llegó a significar
«colección de cánticos».
En el Nuevo Testamento se hace referencia a los Salmos como biblos salmon (Lc 20:42; Hch 1:20), o simplemente como psalmoi (Lc 24:44). Esas palabras son posiblemente la traducción al griego del hebreo mizmor, que se ha entendido como «un tipo particular de cántico (religioso) que se acompaña con instrumentos de cuerdas», y que se incluye como 57 veces en el libro de los Salmos. El título hebreo del Salterio es sefer tehilim, que puede traducirse como «libro de alabanzas». Cinco salmos tienen en su título la palabra hebrea tepillot, que se traduce al castellano generalmente como «oraciones».
En la Biblia hebrea, los Salmos se incluyen en la tercera sección conocida como
«Escritos», luego de la Ley y los Profetas. Esta división tripartita de las Escrituras hebreas presupone las diversas etapas de su desarrollo histórico y su crecimiento literario, además de su aceptación como literatura canónica, con autoridad religiosa, legal, espiritual y moral en la comunidad judía.
La Ley presenta el recuento inicial de las intervenciones e instrucciones de Dios en la historia del pueblo de Israel; los Profetas articulan la revelación y los desafíos divinos a la humanidad; y los Salmos, por su parte, describen el diálogo divino-humano que pone en clara evidencia las necesidades del pueblo y las respuestas de Dios.
En la sección de «Escritos», los Salmos generalmente ocupan la primera posición. Las versiones griegas y latinas de las Escrituras no siguen el orden hebreo, pues han eliminado la división entre los Profetas y los Escritos, y han dispuesto la literatura bíblica, posiblemente, con criterios temáticos y cronológicos. Tanto en la tradición hebrea como en la griega, el libro de los Salmos o el Salterio se relaciona con cánticos, particularmente con las alabanzas del pueblo hebreo ante Dios, que juegan un papel destacado para la teología y la liturgia del pueblo.
La pertinencia del libro de los Salmos se pone claramente de manifiesto al descubrir su doble identidad teológica y literaria. De un lado, los Salmos son parte integral del Antiguo Testamento y reciben, de antemano, la gran autoridad teológica, espiritual y moral que los creyentes relacionan con la Biblia. Desde esa perspectiva, los salmos se convierten en Palabra de Dios para la gente de fe, pues contienen la extraordinaria revelación divina que les orienta, desafía, educa, inspira y redarguye. Son, en efecto, torá, que más que un conjunto de leyes rígidas y regulaciones estáticas son enseñanzas dinámicas y valores fundamentales que afirman, celebran y transmiten la voluntad del Señor a la humanidad.
Los salmos son, del otro lado, literatura poética, expresiones litúrgicas, experiencias cúlticas, enseñanzas espirituales, articulaciones metafóricas. Son piezas estéticas que motivan y edifican a la gente de fe; son poemas de gran sensibilidad ética que inspiran y desafían a hombres y mujeres de piedad a vivir a la altura de las exigencias morales y espirituales que se ponen de relieve al estudiar las Sagradas Escrituras. Transmiten ciertamente un aluvión de posibilidades de interpretación y de alternativas de aplicación, por esa naturaleza poética e simbólica que les caracteriza, y también porque presentan y revelan muchos siglos de vivencias espirituales y experiencias religiosas.
En el libro de los Salmos se encuentra la oración personal y la plegaria comunitaria del pueblo de Israel. Y aunque en otros libros de la Biblia se incluyen también oraciones similares, en contraposición al resto de la Escritura, los Salmos presentan esencialmente el diálogo íntimo y extraordinario de un pueblo que se presenta tal y cual es ante su Dios. Los fieles llegan ante el Señor, de acuerdo con el texto de los Salmos,
en medio de sus experiencias cotidianas, con sus esperanzas, frustraciones, debilidades, fortalezas, virtudes, pecados, aspiraciones, resentimientos y amores. En esta extraordinaria tradición religiosa, los Salmos no pretenden ser, como la literatura profética y la legal, enseñanzas nuevas, sino expresan los sentimientos más hondos del ser humano, y de esa forma se convierten en desafío, al movernos a entrar en una relación grata, digna, viva, noble y transformadora con Dios.
A través de la historia, tanto para la comunidad judía como para la cristiana, el Salterio ha sido fuente de gran inspiración. Sus poemas ponen en evidencia clara el extraordinario y fundamental diálogo entre el ser humano y Dios. Una lectura inicial de los salmos descubre en sus pasajes expresiones de extraordinaria belleza literaria, que presentan las peticiones, alabanzas y quejas de la gente ante el Ser Supremo. Reflejan, en efecto, las preocupaciones más importantes de la comunidad judía antigua, que preservó esa literatura de forma oral y escrita a través de los siglos. Además, las personas que adoran y oran al Señor en diferentes períodos históricos se han identificado tan profunda y espiritualmente con esta literatura, que han tomado las plegarias y alabanzas de los salmos, y las han articulado y repetido en medio de diferentes experiencias de la vida.
En ese sentido, los salmos no son literatura antigua e irrelevante, pues se convierten en recurso contemporáneo y pertinente para orientar las devociones privadas y para guiar las experiencias de adoración colectivas. Proveen, en esencia, muchos de los recursos pastorales, teológicos, espirituales y litúrgicos que se encuentran en las Sagradas Escrituras. Brindan las palabras precisas, las oraciones necesarias y las ideas requeridas para entablar un diálogo significativo con Dios. Y esas peculiaridades literarias e históricas han superado los límites del tiempo y la cultura, pues generación tras generación gente de diferentes culturas y lenguajes han utilizado los salmos para poner de manifiesto y articular nuevamente sus experiencias religiosas más gratas y fundamentales.
En sus mensajes, los salmos aluden a las complejidades de la vida, y ponen de relieve los temas prioritarios de las doctrinas bíblicas: p.ej., salvación, justicia, santidad, paz, esperanza, maldad y gratitud. Esas características hacen que los salmos se conviertan en material indispensable para la teología, la liturgia y el pensamiento religioso. Y por esa razón, los intentos de resumir y sistematizar la extensión de sus enseñanzas en un libro o documento, además de ser una empresa compleja y ardua, corre el gran peligro de reducir su importancia y acortar las implicaciones de sus valores.
Como el Salterio es el resultado de años y siglos de inspiración divina y redacción humana, los temas que se incluyen son variados, los tópicos que se exploran son muchos. Sin pretender ser exhaustivos, la siguiente lista nos puede brindar una idea de la extensión de los asuntos que se exponen:
- Conciencia de la presencia de Dios en las dificultades y contentamientos de la
- Reconocimiento de la necesidad de agradecer a Dios sus favores y misericordias.
- Afirmación y celebración de la comunión personal e íntima con el Señor.
- Recuerdos y recuentos de las intervenciones de Dios en la historia nacional y
- Sentido de liberación de las opresiones y persecuciones de los
Y la capacidad de clamar a Dios en el momento de la angustia, con la esperanza de recibir respuesta y liberación.
Para la comunidad académica, los Salmos también son una fuente importante para la investigación y la reflexión teológica. Como su redacción se llevó a efecto a través de varios siglos, la obra incluye las experiencias y los pensamientos del pueblo de Israel
durante un período extenso de tiempo. Esa particularidad histórica, literaria y teológica nos permite explorar y analizar el desarrollo del pensamiento hebreo, y también nos ayuda a entender mejor los diversos temas sociales, políticos, religiosos y espirituales que se incluyen en la obra.
En efecto, en el estudio crítico y científico del Antiguo Testamento la contribución del análisis del libro de los Salmos es formidable, necesaria e impostergable. Como es literatura dialogada, los salmos incluyen referencias importantes a los dos interlocutores principales del gran diálogo divino-humano. Presentan las preocupaciones más hondas y fundamentales del adorador o adoradora; y, al mismo tiempo, reflejan las más extraordinarias y relevantes respuestas divinas a esas peticiones humanas. Los salmos articulan el discurso más íntimo del pueblo de Israel, ante el Dios que se especializa en la liberación y renovación de su pueblo9.
Los salmos también son poesía. Una lectura inicial del libro revela claramente sus virtudes estéticas y demuestra su belleza literaria. Esas características, que se transmiten no solo en el idioma hebreo original sino que inclusive se manifiestan con fuerza también en las traducciones, facilita la memorización, contribuye al proceso de educación transformadora, apoya la creatividad y evocación de nuevas ideas, y ayuda a la aplicación y vivencia del mensaje. En efecto, la poesía de los salmos representa lo mejor de la literatura bíblica, y presenta, además, un tipo de teología lírica que ha inspirado a creyentes de diferentes culturas e idiomas a través de la historia de las sinagogas y las iglesias10.
Tanto en la sinagoga como en la iglesia los salmos se utilizan con frecuencia en la liturgia regular. Sirven como fundamento para mensajes y enseñanzas, se recitan de forma alternada y al unísono, se usan de modelo para las oraciones de las personas que adoran, e inspiran y evocan, con su extraordinario lenguaje imaginativo, figurado y simbólico, nuevas experiencias de fe.
En torno a la importancia espiritual y referente a la belleza literaria de los salmos, no son pocos los líderes religiosos que se han manifestado a través de la historia. Para Atanacio, los salmos incluyen palabras que abarcan la totalidad de la experiencia humana. Martín Lutero los cataloga como «la pequeña Biblia». De acuerdo con Juan Calvino, no falta nada en sus páginas en torno al tema de la salvación. Y con Dietrich Bonhoeffer decimos que son tanto Palabra de Dios como expresiones humanas11.
La pertinencia del libro de los Salmos se puede apreciar también al estudiar el uso extenso de esa literatura en el Nuevo Testamento y en la comunidad de Qumrán12, al descubrir las referencias repetidas a los salmos en la teológica cristiana y judía a través de la historia, y al ponderar las alusiones continuas a los salmos en sermones, escritos y estudios de los grandes teólogos y pensadores de la iglesia y la sinagoga13.
TRADUCCIONES ANTIGUAS Y CASTELLANAS, Y DIVISIONES INTERNAS DEL SALTERIO
En este estudio del libro de los Salmos utilizaremos principalmente como base exegética y teológica el famoso texto de Reina-Valera, revisión del 1995; aunque también haremos referencias ocasionales a otras traducciones castellanas de la Biblia— p.ej., la Biblia de Jerusalén, el Libro del Pueblo de Dios, la Nueva Versión Internacional, La Biblia en lenguaje sencillo y Dios habla hoy—; y, en momentos, inclusive, se presentarán nuevas traducciones de varios textos o pasajes complejos, para destacar algunas ideas o para aclarar el sentido de expresiones complicadas y frases confusas. Además, en este comentario seguiremos la numeración tradicional castellana de los capítulos y versículos para ayudar en el proceso de identificación de los salmos y
de sus pasajes de importancia. Sin embargo, para apoyar a los lectores iniciados en las características, particularidades y complejidades de la versificación de los textos en hebreo y en griego, también se harán referencias a las numeraciones alternas del Texto Masorético y de la Septuaginta (LXX), cuando el análisis de los pasajes lo amerite.
Los descubrimientos del Mar Muerto han puesto en manos de eruditos y creyentes nuevos manuscritos de los salmos que anteceden por siglos los que se disponían antes del 1947. Esos nuevos recursos han incentivado y propiciado mejores traducciones y estudios de los salmos, y también han permitido la comprensión adecuada de varios versículos y capítulos, que identificaremos y explicaremos en el comentario. Además del texto hebreo de los Salmos—conocido como Masorético (TM), en referencia a los eruditos judíos, o masoretas, que incorporaron en el texto hebreo el sistema de vocales en las letras consonantes antiguas—, contamos con la Versión de los Setenta (LXX)— que es una traducción antigua del Antiguo Testamento al griego—, la traducción latina o Vulgata Latina (V)—que con el tiempo pasó a ser el texto oficial de la Iglesia—, la versión al sirío o Peshita (P), las versiones griegas de Aquila (Aq), Teodocio (Teod) y Simaco (S), y las traducciones anotadas y expandidas al arameo, conocidas tradicionalmente como targúmenes (T) 14.
Una peculiaridad en el libro de los Salmos se descubre al comparar sus ediciones hebreas (que sirvieron de base para las traducciones evangélicas y protestantes de la Biblia) y las griegas (de donde surgieron las traducciones latinas y católicas). Aunque en ambas colecciones se incluyen 150 salmos, divididas en cinco secciones o libros15, la numeración de los poemas manifiesta una variación significativa. El estudio detallado del problema demuestra que los Salmos 9 y 10, son realmente un solo poema, al igual que los Salmos 42 y 43. Además, se descubre que hay algunos textos y pasajes repetidos—p.ej., Sal 14 y 53; Sal 40:14–18 y 70; Sal 108 y 47:8–12, al que se agregó
MÉTODOS DE ESTUDIO
En el comentario a cada salmo se analizará el texto bíblico, desde las perspectivas teológicas, lingüísticas, literarias, históricas, canónicas y pastorales, además de explorar algunas tradiciones hermenéuticas y ponderar varios aspectos de la historia de la interpretación de los pasajes. Se compararán, en algunas ocasiones, las interpretaciones contemporáneas de varios salmos con las explicaciones de eruditos judíos y cristianos de importancia a través de la historia. De esa forma los estudiantes actuales del libro de los Salmos estarán en diálogo franco e íntimo con generaciones previas de intérpretes y estudiosos de esta tan importante literatura religiosa.
Este nuevo libro que el lector o lectora tiene en sus manos, De lo profundo, Señor, a ti clamo, ciertamente toma en consideración la historia de la investigación de los salmos. No llegamos a estudiar estos textos bíblicos en el vacío histórico o teológico. Quien escribe este comentario enseña teología bíblica a nivel graduado, y ha sido seriamente influenciado por los esfuerzos de estudios bíblicos científicos y críticos a través de los siglos. Nuestra metodología de estudio tomará en consideración las investigaciones científicas previas de los salmos, que nos permiten llegar, hasta donde sea posible, a una comprensión adecuada de esa tan importante literatura religiosa.
La identificación de los autores de los salmos individuales es una tarea extremadamente compleja y muchas veces infructuosa. Para seguir la tradición académica en torno al tema, aludiré al autor de esas piezas literarias como el «salmista», aunque también en una muy buena tradición cristiana afirmamos la revelación divina en el texto. El Dios bíblico se hace presente en el mensaje y los valores morales, éticos y espirituales que se
incluyen en el libro de los Salmos, aunque el nombre específico y la identidad precisa de sus autores humanos se han perdido en el tiempo.
Nuestro propósito básico es analizar y comentar todos los salmos canónicos. La verdad es, sin embargo, que no hemos dado el mismo espacio y tiempo en este libro a cada uno de esos ciento cincuenta poemas. La razón fundamental de esa decisión es publicar en un solo volumen el resultado de la investigación que hemos emprendido; además, es menester reconocer que, por la naturaleza repetitiva de la poesía en los salmos, no duplicaremos las interpretaciones y los comentarios a los temas de importancia, y sí remitiremos al lector y lectora al lugar en el salterio específico de las interpretaciones pertinentes.
La extensión en los comentarios a algunos salmos se fundamenta en los siguientes criterios teológicos y literarios: salmos que tienen importancia litúrgica, teológica o cristológica; salmos con peculiaridades poéticas y estilísticas; y salmos con mensajes de importancia para la sociedad contemporánea. Hemos separado algún espacio de calidad en este comentario para atender esos asuntos, pues deseamos que esta obra en torno a los salmos contribuya no solo a la comprensión de esas importantes piezas literarias antiguas, sino que apoye su aplicación a la sociedad actual y permita la vivencia de los valores que articulan y afirman.
Es importante notar, mientras se estudia este nuevo comentario al libro de los Salmos, que quien escribe es también ministro del evangelio de Dios. La vertiente pastoral del autor de este libro contribuye significativamente a complementar y actualizar el rigor académico. Junto al análisis crítico del texto hebreo su compromiso ministerial le desafía continuamente a descubrir nuevos niveles de revelación y pertinencia para la tarea pastoral. Además del análisis académico y crítico que presentamos de los salmos, se incluirán comentarios pastorales que pueden apoyar la tarea misionera del pueblo de Dios.
Con esa misma finalidad pedagógica, las notas marginales se han incluido casi exclusivamente en la Introducción. Se han evitado su incorporación en el comentario, para facilitarle al lector la lectura, el estudio y la comprensión del salmo. En la sección de bibliografía se incluyen los libros que pueden contribuir significativamente al estudio más detallado de los temas expuestos.
Específicamente este comentario responderá a los textos bíblicos y a los pasajes estudiados desde una perspectiva evangélica, ecuménica, puertorriqueña, caribeña, latinoamericana, e hispana y latina; y atenderá los desafíos sociales, económicos, políticos y espirituales que le presentan a las comunidades de fe las sociedades postmodernas, con sus sospechas, individualidades, consumismo, corrupción y falta de solidaridad. Como los salmos reflejan diversos entornos históricos y contextos literarios, este comentario presenta una comprensión nueva y fresca de estos poemas, desde las perspectivas sociales y espirituales precisas del autor.
Nuestro objetivo al escribir esta obra es hacer una nueva lectura del libro de los Salmos y presentar los resultados de la investigación a la comunidad. El libro de los Salmos es antiguo, y muy apreciado por las comunidades de fe. Por esa razón, le visitaremos nuevamente para repasar sus valores, repensar sus enseñanzas, y actualizar su mensaje. Nuestro deseo ministerial es apoyar el trabajo de predicación de los pastores y las pastoras; incentivar la labor didáctica de las maestras y los maestros de las escuelas bíblicas e instituciones educativas de las iglesias; contribuir al proceso de investigación y reflexión de estudiantes avanzados de teología y Biblia; desafiar la comprensión tradicional de estos poemas en la comunidad académica; e incentivar el crecimiento espiritual de los creyentes.
Nuestro propósito primordial, al emprender este nuevo estudio sistemático del Salterio,
es poner al alcance de lectores y lectoras de habla castellana, las virtudes y los valores permanentes que se ponen de manifiesto en la lectura y el análisis de estos importantes poemas. Los salmos son un testimonio viviente de la fe del pueblo de Israel; presentan la evidencia documental de las reflexiones teológicas y las experiencias espirituales de toda una comunidad religiosa; revelan las aspiraciones, frustraciones, gozos y necesidades de gente que enfrentó las adversidades de la vida con sentido de esperanza y futuro; y muestran las peregrinaciones que llevan a los salmistas a moverse del dolor al gozo, del lamento al baile, de la lágrima al contentamiento, de la desesperanza a la esperanza, de la muerte a la vida. El Salterio, en efecto, pone de manifiesto con claridad meridiana los valores de esperanza que deben guiar a la gente de fe para vivir con salud mental y espiritual.
Señor, tú nos has sido refugiode generación en generación.
Antes que naciesen los montesy formases la tierra y el mundo,
desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
Salmo 90:1–2
Primera Parte
La ley del Señor es perfecta:
convierte el alma;
el testimonio del Señor es fiel:
hace sabio al sencillo.
Los mandamientos del Señor son rectos:
alegran el corazón;
el precepto del Señor es puro:
alumbra los ojos.
El temor del Señor es limpio:
permanece para siempre;
los juicios del Señor son verdad:
todos justos.
Deseables son más que el oro,
más que mucho oro afinado;
y dulces más que la miel,
la que destila el panal.
Salmo 19:7–10
Bienaventurado el varón
que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche.
Salmo 1:1–2
UN PEREGRINAR EXTRAORDINARIO DE CONTEMPLACIÓN, ESTUDIO Y REFLEXIÓN
Mirar las estrellas el día de hoy, de acuerdo con las ciencias astronómicas contemporáneas, es como emprender un viaje al pasado. La luz que vemos llegar a
nuestro entorno representa alguna estrella o cuerpo celeste que ya ha cambiado, pues le ha tomado miles y miles de años-luz a esas iluminaciones llegar a la tierra. En el pasado, sin embargo, esas contemplaciones a los cielos se hacían para descubrir el porvenir, para descifrar el futuro, para conocer el mañana. Mientras los astrónomos actuales estudian el universo para comprender sus orígenes, los Magos de Oriente, por ejemplo, observaban y seguían la Estrella de Belén para entender la revelación divina y descubrir la voluntad de Dios.
El estudio de los Salmos es como la contemplación de las estrellas: A la vez, es un peregrinar al pasado y un viaje al futuro. Buscamos el origen y desarrollo de la fe de los salmistas, que contemplaban los cielos y afirmaban que eran «obra de las manos divinas». Y también nos proyectamos al porvenir, pues en el análisis de esta importante literatura bíblica descubrimos valores, enseñanzas y principios que nos capacitan para vivir a la altura de las más nobles exigencias éticas y morales. ¡El pasado nos educa y el futuro nos desafía!
Con estas imágenes en mente, emprendemos el estudio del Salterio, que nos permitirá viajar desde la historia antigua del pueblo de Israel hasta el momento esperado de la intervención liberadora y transformadora de Dios, para disfrutar y aquilatar las grandes contribuciones y los valores extraordinarios que esta literatura bíblica contiene, representa y afirma.
IMPORTANCIA DEL SALTERIO
A través de la historia, el libro de los Salmos ha demostrado claramente su importancia y sus virtudes dentro de la literatura universal y bíblica1. El reconocimiento eclesiástico y el aprecio académico al Salterio se fundamentan en las siguientes características: Los temas y los asuntos que incluye, las plegarias y las oraciones que presenta, los problemas y las angustias que atiende, las esperanzas y los sueños que anida, los desafíos y las soluciones que articula, y los oráculos y las respuestas divinas que revela. En efecto, los salmos expresan, en un lenguaje poético, figurado, simbólico e imaginativo, las complejidades de la vida, y revelan, en categorías teológicas extraordinarias, las prioridades de Dios para la humanidad. Y la articulación y desarrollo de esas complejidades y prioridades han servido de base para la conducta, el pensamiento, la adoración, las doctrinas, el entusiasmo y la educación de creyentes judíos y cristianos por generaciones.
En el libro de los Salmos se encuentran los temas y las preocupaciones más significativas que se ponen de manifiesto en la Biblia. Esta importante obra del Antiguo Testamento presenta un catálogo extenso de asuntos y temas de gran interés teológico, pastoral, educativo, académico y humano: ¡Desde poemas que afirman a Dios como creador y sustentador del mundo y la humanidad, hasta declaraciones que destacan su poder redentor y liberador!
Los poemas de los Salmos incluyen, entre otros temas de extraordinario interés religioso y belleza literaria, las grandes obras del Señor, que tienen que ver con el juicio divino y la salvación de la humanidad; la historia de Israel y su importancia para el mundo; la santidad de la ciudad de Jerusalén—conocida poéticamente como Sión—y su particular condición de ser la ciudad de Dios; el rey David y el futuro glorioso de su descendencia en el pueblo; el reconocimiento a la gente piadosa y las críticas a las personas malvadas; la majestad de Dios y la imperfección humana; y la necesidad de la llegada e implantación del Reino de Dios en la historia.
En los salmos encontramos en forma de compendio los temas y los asuntos que ocupaban y preocupaban a la comunidad judía antigua, y que muy bien han servido para
guiar las oraciones y afirmar la piedad de creyentes en las sinagogas e iglesias a través de las generaciones y los siglos. Esos poemas milenarios han servido de base para el desarrollo de una piedad reflexiva y militante, para la contemplación espiritual y el compromiso social, y para la expresión de la simbología sacerdotal y la firmeza profética.
De acuerdo con alguna literatura judía antigua2, los levitas recitaban un salmo cada día de la semana: Los domingos, el Salmo 24; los lunes, el 48; el 82, los martes; los miércoles, el 94; el 81, los jueves; los viernes, el 93; y durante el sábado o shabat, el 92. Los días de ayuno se leía el Salmo 104, y en la milenaria ciudad de Jerusalén, frente al Muro Occidental—conocido también como el de las Lamentaciones—, se debía recitar el 79.
La iglesia primitiva reconoció rápidamente la importancia del libro de los Salmos al incorporarlo en sus reflexiones teológicas y al utilizarlos en sus liturgias regulares, en sus oraciones diarias, en sus memorias evangélicas y en sus discusiones apologéticas3. Es frecuente el uso de los salmos en el Nuevo Testamento, y es evidente que fueron usados para sus discusiones teológicas más importantes, específicamente en el desarrollo y la afirmación de la cristología.
En ese necesario y fundamental sentido exegético y teológico, los salmos juegan un papel principal, pues con ellos se articularon varios títulos cristológicos de gran importancia misionera y pedagógica. Se utilizan salmos, p.ej., para afirmar la misión de Jesús en los relatos del bautismo (Sal 2), al principio de su ministerio público, y en las narraciones de la pasión (Sal 22; 31; y 69), al final de su labor histórica en Palestina. En ese sentido, los salmos fueron un recurso bíblico extraordinario para los evangelistas de las iglesias primitivas, pues les brindaron el fundamento teológico y escritural necesario para apoyar y celebrar el ministerio público y la tarea misionera de Jesús de Nazaret4. La extensión de los temas de importancia existencial y espiritual para el pueblo y el gran uso que le dieron las primeras comunidades cristianas a los salmos preparó el camino para su uso litúrgico. Con el tiempo, y en continuidad con las tradiciones judías que les precedían, los salmos se convirtieron en recursos de adoración indispensables y en buenos modelos de piedad para la naciente iglesia cristiana: ¡El Salterio se convirtió en el himnario y el libro de oraciones de la iglesia y los creyentes!
Desde muy temprano en la historia eclesiástica, los salmos se han cantado, recitado, orado y leído, de forma individual, colectiva y antifonal, en el culto cristiano5. Y en el extraordinario estilo de los salmos bíblicos, la comunidad cristiana se ha inspirado para componer otros himnos, oraciones y poemas que revelan las dimensiones más profundas de la fe y manifiestan los compromisos éticos más nobles y gratos. Con el extraordinario lenguaje poético y simbólico de los salmos la gente de fe ha expresado sus sentimientos más hondos y profundos hacia el Creador, y también ha articulado sus dolores más angustiantes e indecibles en torno a las complejidades y adversidades de la vida.
La importancia teológica y las virtudes litúrgicas del Salterio se ponen claramente de manifiesto a través de la historia de la iglesia6. La literatura cristiana antigua, desde Clemente hasta Agustín, pasando por Justino Mártir e Ireneo, revelan la prioridad que se daba a los salmos en las reflexiones teológicas y exegéticas, y en los sermones. Además, durante la época de la Reforma, Martín Lutero y Juan Calvino utilizaron de forma magistral los poemas del Salterio para componer algunos himnos que ponían de manifiesto el acercamiento y las prioridades teológicas que afirmaban7. Y en la actualidad, la belleza de los salmos ha vuelto a inspirar poetas e himnólogos cristianos, pues en los cultos contemporáneos se nota un despertar en el uso, aprecio y cántico de los antiguos poemas del Salterio8.
En ese gran peregrinar cristiano, los salmos han sido lectura indispensable para el crecimiento teológico de las iglesias y también para el desarrollo espiritual de los creyentes. De un lado, se utilizan para las oraciones individuales y para la afirmación de la piedad individual; y del otro, son magníficos recursos para la reflexión teológica profunda y para el análisis crítico de la fe y la experiencia religiosa en el Antiguo Testamento. En los salmos se unen la fe y la razón, la piedad y la reflexión, la intimidad y el servicio, la santidad personal y el compromiso social, la espiritualidad y la militancia. La más extensa gama de las realidades humanas son objeto de análisis, comentarios, crítica, contentamientos y expresión en los salmos, pues esas dimensiones cotidianas e inmediatas de la vida ponen claramente de manifiesto las vivencias, los gozos, los contentamientos y las contradicciones humanas.
Esas características de amplitud teológica, pastoral y espiritual, y de pertinencia filosófica, educativa y social, son las que hacen que los salmos se hayan convertido en apreciada literatura universal y que reciban el reconocimiento público tanto en los grupos religiosos como en las comunidades académicas. La gente que anhela buena orientación espiritual y las personas que desean penetrar al extraordinario mundo antiguo del pensamiento y la vida israelita, encuentran en los salmos la información necesaria y los recursos literarios, teológicos e históricos pertinentes para responder adecuadamente a sus objetivos espirituales y académicos.
La primera gran imagen del Salterio compara al ser humano con el árbol que está plantado junto a las corrientes de las aguas (Sal 1:3). El poema presenta la idea de vivir una vida saludable, noble, digna, grata, próspera, liberada y productiva. El ambiente paradisíaco e ideal de la imagen nos hace preguntar: ¿Cómo los seres humanos logran ese tipo de vida? ¿Qué características indispensables necesitan las personas para el disfrute pleno de esa experiencia grata? El libro de los Salmos responde a esas inquietudes, con la siguiente recomendación clara, directa, práctica y específica:
¡Meditar en la Ley del Señor de noche y de día!
La afirmación teológica inicial del Salterio se relaciona con la importancia de escudriñar, profundizar y analizar las instrucciones y los mandamientos de Dios. Esa gran declaración espiritual y educativa es una de las ideas principales que se exploran de manera sistemática en el Salterio. Para los salmistas, el disfrute de la vida abundante se relaciona con el estudio, la comprensión, el análisis y la asimilación de la revelación divina, según se manifiesta en la Ley de Moisés (véanse, además, Sal 19; 119).
Por el carácter poético de los salmos, y también por su contenido moral, el estudio de esta literatura ha jugado un papel fundamental en la reflexión cristiana. La naturaleza misma del lenguaje religioso que se utiliza en los salmos, que es simbólico, poético, polivalente y espiritual, ha servido para expresar los sentimientos humanos que transmiten alabanzas y oraciones, adoración y piedad, gratitudes y quejas, alegrías y frustraciones, y bendiciones y maldiciones.
Los grandes ideales espirituales y éticos que incentivan la fe monoteísta han visto en los salmos un magnífico canal de expresión. Valores como la obediencia y la gratitud a Dios, la afirmación de la piedad privada y pública, el respeto a la dignidad humana y la santidad de la vida, la solidaridad con el menesteroso y el apoyo al necesitado, y la afirmación de la familia y la práctica de una vida noble, decente, respetuosa, grata, digna y justa se ponen claramente de manifiesto al leer el libro de los Salmos.
En el corazón mismo de los salmos están Dios y el ser humano en un diálogo intenso, respetuoso, grato, franco e íntimo. El Dios eterno y creador conversa con sus hijos e hijas de los asuntos impostergables, fundamentales e indispensables de la vida. Y en esos diálogos intensos y gratos nada es superfluo, nada es ajeno, nada es lejano, nada es oculto, nada es vano, pues se dilucidan los asuntos que realmente afectan, ocupan y
preocupan a la humanidad: p.ej., la guerra y la paz; la vida desorientada y la existencia con propósitos; la adoración verdadera y el culto superficial; la religión justa y las prácticas litúrgicas vacías; la esperanza en Dios y la desesperanza de la gente; la grandeza divina y la fragilidad humana; la importancia de la educación y las expresiones de la gente necia; y la gloria del Señor y la miseria de las personas.
Los salmos presentan al Dios que se dirige a la humanidad para revelar su naturaleza justa y santa, y describen al pueblo que intenta, con sus oraciones y plegarias, llegar ante la presencia divina para implorar sus misericordias o para manifestar sus frustraciones. El Dios de los salmos es misericordioso y redentor, salvador y sanador, liberador y perdonador, y justo y santo. La gente de los salmos, por su parte, es pecadora y santa, hostil y grata, frágil y fuerte, pobre y rica, injusta y recta, perversa y buena, e impía y piadosa.
El encuentro de lo eterno y divino con lo temporal y humano genera la fuerza vital que es capaz de transformar a hombres y mujeres, y movilizar el cosmos. El descubrimiento de la voluntad de Dios—cuyo propósito principal es redimir al ser humano para propiciar el ambiente adecuado para la implantación de la justicia y el disfrute de la paz—, es capaz de hacer gente nueva. La cercanía de lo divino en las esferas humanas, según se pone de manifiesto en los Salmos, propicia en la gente santidad, solidaridad, misericordia, bienestar, salvación, salud, dignidad, respeto y esperanza.
En torno al libro de los Salmos, muchos escritores cristianos han enfatizado sus virtudes literarias, poéticas, religiosas y teológicas. San Jerónimo, p.ej., destacaba que ¡en la iglesia había mujeres que aprendían el idioma hebreo para entender mejor el Salterio!
San Atanasio de Alejandría afirmaba que los salmos eran la Biblia en miniatura, idea que influenció la teología de Martín Lutero, pues el famoso reformador alemán se hace eco de esas ideas en su traducción de los Salmos, y Juan Calvino relacionaba con regularidad las experiencias de David con las vivencias humanas de su generación.
Respecto al Salterio, específicamente sobre el Salmo 1, San Ambrosio (+397), obispo de Milán, indicó:
«El salmo es un himno de alabanza entonado por el pueblo de Dios, es glorificación del Señor, cántico de alabanza cantado por la comunidad, exclamación de toda la humanidad, aclamación del universo, voz de la Iglesia, confesión armónica de la fe, entrega total al poder (divino), libertad feliz, clamor de felicidad, eco de alegría. El salmo mitiga la ira, elimina las tristezas y alivia las amarguras. Es arma durante la noche, enseñanza durante el día. Escudo en medio del temor, celebración festiva con aire de santidad. Fiel imagen del recogimiento, prenda de paz y armonía»9.
Las virtudes de los salmos también se han puesto de relieve en la música y la literatura occidental. Esa influencia del Salterio se manifiesta claramente tanto en los cantos gregorianos como en las obras clásicas de Mozart, Schubert, Mendelsson y Brahms; y, además, se muestra en composiciones más modernas y recientes, como la Sinfonía de los salmos de Stravinski y los Chichester Psalms de Berstein10. Inclusive, esa importancia del Salterio se revela no solo en la literatura clásica sino en obras latinoamericanas recientes, como es el buen caso de los poemarios de Ernesto Cardenal11.
En el Antiguo Testamento, los cánticos y las oraciones poéticas sobrepasan los límites del libro de los Salmos. Mucho antes de que el Salterio se editara, ya el pueblo de Israel articulaba poesías que llevaban ante la presencia divina sus sentimientos más intensos. Esas expresiones literarias se incluyen en diversas secciones de la Biblia hebrea y revelan las preocupaciones más hondas de la comunidad israelita de antaño.
Entre los poemas bíblicos más antiguos se pueden identificar los siguientes12:
- El cántico del Mar (Ex 15:1–18)
- El cántico del Arca (Nm 10:35–36)
- Los oráculos de Balaam (Nm 23–24)
- El cántico de Moisés (Dt 32)
- La bendición de Moisés (Dt 33)
- El cántico de Débora (Jue 5)
- El cántico de Ana (1 S 2:1–10)
En la literatura deuterocanónica o apócrifa13 también se incluyen algunos salmos que revelan la popularidad antigua de este tipo de literatura poética (p.ej., Tob 3:2–6; 3:11b– 15; 13:1–17; Jdt 16:1–17; Sir 39:16–31; 51:1–11; Sab Sal 16:24–19:22). De particular
importancia en torno a este tema, son los llamados «otros salmos de David» (Sal 151– 155), que han sobrevivido a través de la historia de forma fragmentaria, y que se inspiran en varios episodios de la vida del famoso monarca de Israel14.
Los descubrimientos del Mar Muerto también son testigos de una serie importante de salmos no canónicos, conocidos como Hoyadot, que es el sustantivo de un verbo que significa «agradecer»15. Y el Nuevo Testamento continúa esa magnífica tradición teológica y literaria al incorporar varios salmos e himnos antiguos a sus mensajes de renovación, esperanza, liberación y confianza (Lc 1:46b–55; Fil 2:6–11; Col 1:15–20; Jn 1:1–3).
LOS TÍTULOS HEBREOS O EPÍGRAFES, Y LOS TÉRMINOS TÉCNICOS
La comprensión adecuada de los salmos requiere que miremos a sus características literarias, teológicas y estructurales fundamentales, para descubrir pistas que nos ayuden en la compleja pero necesaria tarea de interpretación16. Esas peculiaridades temáticas, estilísticas y canónicas de los salmos contribuyen considerablemente a su belleza literaria y espiritual, además de ser medios para transmitir el sentido religioso de su mensaje y para afirmar los valores de sus enseñanzas. En efecto, nuestras interpretaciones del Salterio se relacionan con la comprensión del carácter particular y distintivo de la poética hebrea, según se pone de manifiesto en la Biblia17.
En primer lugar, los salmos tienen una serie de títulos en el idioma hebreo que desean orientar al lector o lectora sobre los temas a estudiar, y los ubican en algún entorno histórico, litúrgico o cultural de importancia para su lectura y comprensión. Respecto a estos títulos, epígrafes o suscripciones es importante indicar rápidamente que no forman parte de la composición original del salmo: ¡Fueron añadidos a través de los años, para ayudar en las dinámicas cúlticas y contribuir a la formación educativa de las comunidades de fe! Tienen títulos hebreos ciento un salmos (101), mientras que el resto (49), se conocen como «salmos huérfanos», por carecer de esa peculiaridad literaria.
Un buen ejemplo de la importancia de los títulos es la distribución de los llamados salmos de David, que se disponen con criterios externos que ciertamente pueden verificarse. Revelan, en efecto, criterios teológicos, manifiestan peculiaridades literarias, e indican prioridades temáticas. En la sección que incluye los Salmos 42–89, p.ej., se manifiesta una estructura casi simétrica, que pone de manifiesto las preocupaciones religiosas y los intereses teológicos de los redactores y editores finales del Salterio18: ¡Enfatizan los salmos dedicados a David!:
- Sal 42–49: Salmos de los hijos de Coré
- Sal 50: Salmo de Asaf
- Sal 51–65, 68–70, 86: Salmos de David
- Sal 73–83: Salmos de Asaf
- Sal 84–85, 87–88: Salmos de los hijos de Coré
Los títulos hebreos contienen algunas claves o ideas en torno a la transmisión, dedicación o usos de los salmos. Aunque desconocemos el significado preciso de algunos de los términos que se utilizan en varios títulos, su lectura y análisis puede servir de ayuda en el proceso de evaluación de su uso a través de la historia.
Generalmente los títulos incluyen términos técnicos que se relacionan con la composición de algún salmo, con su uso litúrgico o musical, con su relación a algún personaje distinguido, o contienen referencias a varios eventos en la vida de David.
Términos que aluden a los compiladores o autores:
- El término «de David», que aparece como en 73 ocasiones en los salmos19, es de difícil compresión, pues en hebreo la preposición «de» puede aludir a la autoría, pertenencia, dedicación o, inclusive, tradición; además, la referencia al nombre del famoso monarca israelita puede identificar tanto al famoso rey como a su descendencia real o dinastía. En los salmos, la expresión «de David» posiblemente debe ser entendida como dedicado a David, o en la tradición de David, o en la memoria de David. La idea es que el poema pertenece a la colección que se relaciona con
- «de los hijos de Coré»: Esta frase identifica una serie de salmos que posiblemente formaban parte del repertorio musical de la familia de Coré, que eran cantantes en la liturgia del Templo de Jerusalén (Sal 42–43; 44–49; 84–85; 87–88).
- «de Asaf»: Según Esdras 2:41, Asaf era el antecesor de los cantantes del Templo; y, de acuerdo con el escritor cronista (1 Cr 6:39; 15:17; 2 Cr 5:12), era uno de los músicos principales del rey
- «de Salomón»: La expresión alude al hijo de David, reconocido por su sabiduría, e indica posiblemente que estos salmos se han atribuido, dedicado y relacionado con el famoso rey de Israel (Sal 72; 127).
- «Hemán el ezraíta»: Según 1 Reyes 4:31, Hemán era uno de los famosos sabios de la época de Salomón; de acuerdo con 1 Crónicas 15:17, 19 ¡si el pasaje alude a la misma persona!—, era cantante en el Templo de Jerusalén durante la época de David; y en 1 Crónicas 25:5 se indica que también era vidente del
- «Etán en ezraíta»: Se menciona junto a Hemán en 1 Reyes 4:31 y también en 1 Crónicas 15:17, 19; a él se atribuye el Salmo
- «de Moisés»: Es una referencia al famoso legislador y líder hebreo, que no debe tomarse literalmente como base para indicar su autoría del Salmo 90, que también se ha dedicado a la memoria de
- «a Jedutún»: Este personaje era uno de los músicos principales de David (1 Cr 16:41), y puede aludir a la familia de músicos con ese nombre (Sal 39; 62; 77). Otros estudiosos piensan que la expresión debe traducirse como «confesión», y los salmos con este nombre deben cantarse en algún ritual
Términos que indican el tipo de Salmo:
- «salmo»; en hebreo, mizmor: La expresión ocurre unas 57 veces en el libro de los Salmos, y es un término técnico que se utiliza en la Biblia únicamente en el Salterio. Posiblemente alude a algún tipo de cántico litúrgico que debe acompañarse con instrumentos de
- «lamentación»; en hebreo, shiggaion: Aparece únicamente en el Salmo 7, y se caracteriza porque contiene una serie variada de sentimientos de pena. La expresión se
relaciona con un verbo hebreo que significa «errar» o «inquirir», que puede ser un indicador de arrepentimiento y contrición.
- El término hebreo miktam es de muy difícil comprensión y traducción, y se encuentra en seis salmos (Sal 16; 56–60); quizá es una referencia a algún tipo de castigo o puede inclusive aludir a una joya
- «oración»; en hebreo, tepillah: Se encuentra en los títulos de varios salmos (Sal 17; 86; 90; 102; 142) y describe la piedad de los adoradores; puede también relacionarse con las expresiones de lamentación del
- «cántico»; en hebreo, shir: Este es el término técnico común para aludir a los cánticos, tanto religiosos como seculares, y se encuentra como en 30 salmos. La diferencia entre mizmor y shir no es clara, pues varios salmos incluyen los dos términos (Sal 65; 75; 76; 92).
- «maskil»: Designa a un tipo particular de salmo (Sal 88), aunque la comprensión y traducción precisa del término no es totalmente posible. Quizá alude a algún salmo de edificación, enseñanza o meditación.
- «alabanza»; en hebreo, tehillah: Alude e identifica a varios salmos de alabanzas a Dios (Sal 65:1; 119:171; 145).
- «cántico de amores»; en hebreo, shir yedidot: Expresión que describe un tipo particular de salmo que afirma el amor (Sal 45).
- «cántico de las subidas»; en hebreo, shir hammacalot: La frase alude a un tipo particular de salmos que se utilizaba al subir al Templo de Jerusalén (Sal 120–134).
Términos de uso y finalidad litúrgicas:
- «acción de gracias»; en hebreo, todah: Estos salmos aluden a la importancia de la ofrenda de gratitud (Sal 69:30), posiblemente como expresión comunitaria. Estos salmos pueden identificarse por sus temas de acción de
- «penitencia»; en hebreo, leannoth: Es posiblemente un término técnico que alude a la contrición o penitencia (Sal 88).
- «ofrenda memorial»; en hebreo, lehazkir: Es un término que alude a la ofrenda o sacrificio memorial, cuyo propósito es posiblemente recordar ante el Señor la naturaleza del dolor humano (Sal 38; 70).
- «cántico de la dedicación del Templo»; en hebreo, shir hanukkat habbayit: Este cántico se utilizaba en el Templo para recordar la importancia de su dedicación (Sal 30).
- «para la enseñanza»; en hebreo, lelamed: La palabra alude a la importancia de la educación y destaca la finalidad pedagógica del
- «para el día de reposo»; en hebreo, lesabat: La expresión afirma la importancia del día de reposo para la comunidad judía (Sal 92).
Términos musicales:
- «al músico principal»; en hebreo, lamenaseah: Este término es muy común en el Salterio, aparece en 55 salmos, y también en Habacuc 3:19; y posiblemente la expresión proviene del reino del norte, Israel, que equivale «a David» en el reino del sur, Judá.
- «con instrumentos de cuerdas»; en hebreo, bineginot: Posiblemente alude a la práctica de acompañar a algunos salmos únicamente con instrumentos de cuerdas, no con instrumentos de viento o de percusión (Sal 4; 6; 54; 55; 67; 76).
- «para las flautas»; en hebreo, el hannehilot: Alude a un tipo de salmo que debía ser acompañado con flautas; posiblemente se refiere a salmos de lamentación (Sal 5).
- selah: Este término aparece con regularidad en los salmos, como en 71 ocasiones, y 3 veces adicionales en Habacuc, y es de muy difícil traducción y comprensión. Algunas
traducciones antiguas lo vierten al griego como diapsalma, que se piensa era un tipo de interludio o intermedio donde se cantaba otra melodía o se tocaba algún instrumento musical. La traducción latina de la Biblia, la Vulgata, generalmente no traduce la expresión; y en la tradición judía se pensaba que significaba «por siempre» o
«eternamente». Otras alternativas incluyen «levantar la voz» o «cantar más alto», en referencia a la música; también, «retornar» o «doblarse a orar», en alusión a que la congregación debía postrarse ante Dios.
- higgaion: Alude a algún detalle musical de difícil comprensión en la actualidad (Sal 9:16); puede ser una referencia a la bajada de la voz en el cántico del
- «en la octava»; en hebreo, al hassseminit: Aunque algunas personas han indicado que la expresión se refiere a que las personas debían cantar en un octavo de nota más baja, posiblemente una mejor comprensión del término es que alude a algún tipo de instrumento musical de ocho
- haggittit: El término es de difícil comprensión, y posiblemente se refiere a la lira o a la presa de vino (LXX) (Sal 8; 81; 84).
- al mut labben: La frase es extraña, y significa «en la ocasión de la muerte del hijo»; posiblemente es una variante o corrupción de la expresión al alamot (Sal 46).
- al alamot: Aunque algunas traducciones antiguas la traducen como «doncellas», pues es probable que las mujeres tuvieran algún papel menor en la liturgia del Templo; también puede referirse a los misterios o las cosas ocultas (Sal 46).
- «los lirios»; en hebreo, al sosanim: Posiblemente es una alusión al proceso antiguo donde de descubrían oráculos al mirar los lirios, aunque también se puede referir a los lirios como símbolos del amor y la fertilidad (Sal 45; 60; 69; 80).
- «las flautas»; en hebreo, al mahalat: La expresión es compleja y muy difícil de traducir; posiblemente se refiere a las flautas, como símbolo de lamentación y dolor (Sal 53).
- «sobre la paloma muda de las lejanías»; en hebreo, al ayelet hasahar: Aparece en el título del Salmo 56, y posiblemente se refiere a la forma o la tonada y el ritmo en que el salmo debía ser
- «no destruyas»; en hebreo, al tashet: Quizá se refiere a algún acto de la liturgia (Sal 57; 58; 59; 75), o alguna forma de cántico (Sal 65:8).
Notas históricas:
Algunos salmos incluyen varias referencias históricas para ubicar los poemas en el contexto de algunos episodios de la vida de David. Posiblemente estas notas fueron añadidas luego del exilio en Babilonia (véanse Sal 3; 7; 18; 34; 51; 52; 54; 56; 57; 59; 60; 63; 142), y nos brindan alguna información en torno a la interpretación y uso del salmo luego del destierro.
COMPOSICIÓN DE LOS SALMOS INDIVIDUALES Y REDACCIÓN FINAL DEL LIBRO
La historia de la redacción de los salmos individuales es extensa, y es complejo el proceso gradual de compilación de poemas hasta llegar al libro que tenemos en la actualidad. Todo comenzó de forma oral, posiblemente cuando los salmistas recitaban las oraciones para expresar sus sentimientos más significativos en torno a Dios y la vida. Esas plegarias y composiciones pasaron de generación en generación, a medida que la comunidad de fe se apropiaba de esos clamores, al entender que reflejaban sus pensamientos y sentimientos sobre las acciones de la divinidad en las diferentes esferas
de la vida.
El reconocimiento de la importancia espiritual, litúrgica, literaria e histórica de los salmos se relaciona con el período en el que el pueblo de Israel inició sus experiencias de adoración como comunidad, y siguió hasta la composición del último salmo que se incorporó en el libro21. Posiblemente una de las fuerzas mayores que guió la redacción y edición final del Salterio se relaciona con la crisis de la caída del reino de Judá, y su posterior exilio en Babilonia. Esas extraordinarias dificultades históricas produjeron en el pueblo un sentido escatológico profundo.
La redacción y transmisión de los salmos en Israel formó parte de las experiencias religiosas del Medio Oriente antiguo, y los salmistas utilizaron los temas, las técnicas y las metodologías que eran comunes en ese gran entorno geográfico, histórico, religioso y cultural22. Ese proceso fue largo y complejo, y se fundamentó principalmente en la importancia que la comunidad de Israel le dio a esa literatura en la adoración, y también a la afirmación que los salmos le brindaban al pueblo en su peregrinar al futuro.
Esa importante dinámica de redacción y compilación también tomó seriamente en consideración la identificación y afirmación de la literatura que se convertiría con el tiempo en Sagrada Escritura. El libro de los Salmos es una importante antología literaria y religiosa, que contiene los poemas, las oraciones, los valores y las experiencias que sobrevivieron a ese proceso extenso e intenso de redacción, compilación y edición.
Nuestro empeño por descubrir el nacimiento de cada salmo no nos conduce necesariamente a sus autores originales, cuyos nombres propios e identidades específicas se pierden en el anonimato de la historia, el tiempo y la cultura. Las investigaciones sosegadas, los estudios sistemáticos y los análisis científicos en torno a sus orígenes nos llevan principalmente a los contextos iniciales y primarios en los cuales se utilizaron los salmos.
En torno a este particular tema de la autoría es importante indicar que el concepto contemporáneo es diferente al que se poseía en la antigüedad. En las sociedades modernas se han redactado una serie leyes que protegen a los autores y las autoras, y que proveen regulaciones adecuadas que afirman la propiedad intelectual de las personas. En el mundo antiguo, por el contrario, se desconocían esas ideas de propiedad intelectual privada, y las composiciones eran entendidas como parte de la vida y de la propiedad de la comunidad, que las utilizaba y revisaba repetidas veces a través de la historia en sus diversas actividades religiosas y culturales.
Aunque ciertamente los salmos deben haber sido compuestos por personas con gran capacidad analítica, crítica, literaria, estética y poética, los procesos sociales, religiosos y sicológicos de transmisión de información de la etapa oral a la escrita no guardó la identidad precisa de esos personajes. Únicamente tenemos el día de hoy los entornos culturales en los cuales los salmos eran utilizados, entre los que podemos identificar los siguientes: Procesiones nacionales y festivales anuales, ceremonias de entrada al Templo de Jerusalén y cánticos de peregrinación, eventos educativos, y oraciones privadas y actividades litúrgicas específicas. Algunos salmos son oraciones individuales de alabanzas o quejas, mientras que otros manifiestan los mismos temas, pero desde la perspectiva de toda la comunidad. Y aunque el proceso de redacción de los salmos se inició de forma individual, en algún momento de la historia de Israel, posiblemente luego de la institución de la monarquía, comenzó el proceso de agrupar y ordenar los diversos grupos de salmos para su uso litúrgico en el Templo.
En la actualidad, el libro de los Salmos se divide en cinco secciones mayores o en cinco
«libros»23:
Libro I: Salmos 1–41 Libro II: Salmos 42–72 Libro III: Salmos 73–89 Libro IV: Salmos 90–106 Libro V: Salmos 107–150
Cada sección o «libro» finaliza con una afirmación doxológica o alabanza extraordinaria a Dios (véanse Sal 41:13; 72:19; 89:52; 106:48; 150). Las atribuciones a algún personaje de gran importancia histórica y de reconocimiento y aprecio de la comunidad fueron algunos de los criterios para la compilación de los grupos (p.ej., David, Salomón y Moisés). Y otros salmos se agruparon por razones temáticas o por el uso específico que le daban en el culto—p.ej., los Sal 120–134, que son denominados como de «ascenso gradual» o «peregrinación», pues se utilizaban para subir o ascender al Templo—.
Una peculiaridad teológica y literaria en el Salterio es la preferencia del uso del nombre divino en sus diversas secciones. Los diversos «libros» del Salterio o secciones se dirigen a Dios con su nombre propio y personal—p.ej., Yahvé, o Jehová en las versiones Reina-Valera—, o utilizan el nombre genérico para referirse al Señor, Elohim.
Luego del primer dúo de salmos (Sal 1–2), que son una especie de introducción a toda la obra25, tenemos dos importantes colecciones de poemas que se atribuyen, según sus títulos hebreos, al famoso rey David: Sal 3–41 y Sal 51–72. Una nota de gran importancia literaria y teológica se incluye al final del segundo libro, pues se indica claramente que con ese poema finalizan los salmos de David (Sal 72:20). Esa particular referencia es posiblemente una forma de indicar que en algún momento de la historia, los salmos editados y compilados finalizaban con esa colección relacionada con David. La intensión teológica del redactor final del Salterio se revela al estudiar con precisión la sección que incluye los Salmos 15–24. Esta serie de poemas está dispuesta de manera simétrica o en forma de quiasmo, y en su centro estructural (sección E, en la gráfica) se revela el tema que se desea destacar26: La gloria divina y la importancia de la Ley de Dios.
- Sal 15: Liturgia de entrada
- Sal 16: Salmo de confianza
- Sal 17: Lamentación
- Sal 18: Salmo real
- Sal 19: Himno para la gloria de Dios y la Torá
D′. Sal 20–21: Salmos reales
C′. Sal 22: Lamentación
B′. Sal 23: Salmo de confianza A′. Sal 24: Liturgia de entrada
Junto a los salmos davídicos se incluyen dos colecciones adicionales de poemas que se atribuyen a grupos de músicos que ejercían sus labores regulares en el Templo de Jerusalén: algunos se relacionan con Asaf (Sal 50; 73–83); y otros, con Coré (Sal 42– 49). Estos salmos son esencialmente cánticos e himnos que reflejan la teología tradicional de alabanza y oración del pueblo de Israel, y posiblemente incorporan las tradiciones teológicas y litúrgicas del reino del norte a las experiencias religiosas del sur en Jerusalén.
En el proceso de compilación del libro de los Salmos, el segundo grupo de salmos de
David se incorporó luego de los salmos de Coré, y los salmos relacionados con Asaf se ubicaron posteriormente para seguir al Salmo 72, y así formar un conjunto de poemas (Sal 42–83) que pasó por un proceso de revisión estilística de gran importancia teológica y literaria. En muchas ocasiones, el nombre propio de Dios en hebreo—Yahvé o Jehová, en la tradición de revisiones Reina-Valera—en esa sección del Salterio se cambió por la referencia general al Señor—en hebreo, Elohim o Dios—, posiblemente para afirmar el monoteísmo radical e indicar que el Dios bíblico era el Señor no solo del pueblo de Israel sino de toda la tierra. A estas composiciones, conocidas como salmos eloístas, se le añadió otra colección de salmos de Coré (84–89), para finalizar la tercera sección del libro de los Salmos. Estas colecciones de salmos de David, Asaf y Coré, posiblemente, formaron la base inicial que posteriormente se convirtió en el libro de los Salmos, como lo conocemos el día de hoy.
Las secciones finales de la colección de salmos bíblicos se formaron posiblemente con criterios teológicos particulares o con prioridades litúrgicas específicas. Como es el caso en los manuscritos descubiertos en el Mar Muerto, los Salmos 90–150 en manuscritos diversos se encuentran en diferentes secuencias. Posiblemente, para la época de la redacción de los documentos de Qumrán (c.150 a.C.–100 d.C.), todavía la colección canónica de salmos no había tomado su forma final y definitiva27. Varios grupos de salmos, en esta parte final de compilación del Salterio, tienen temas en común: p.ej., cánticos de ascensión al Templo (Sal 120–134); himnos que celebran el reinado del Señor (93; 95–99); y tres secuencias de salmos de alabanzas o de aleluyas, conocidos como «salmos hallel» (Sal 111–113; 115–117; 146–150).
Para finalizar el libro de los Salmos se incluyen dos doxologías: la primera para separar la cuarta sección de salmos de la quinta (Sal 106:48); y la segunda (Sal 150), para completar y cerrar el libro con un tono de alabanza y adoración.
El arreglo actual del libro de los Salmos responde a las necesidades religiosas de la comunidad judía postexílica. Los salmos que se incluyen en el canon bíblico sirvieron para proclamar los sentimientos religiosos más importantes de la comunidad de fe judía. Esos cánticos contienen el recuento de las experiencias religiosas más significativas del pueblo de Israel, que a su vez fueron utilizadas por la iglesia cristiana primitiva para comunicarse con el Dios eterno, padre y Señor de Jesús de Nazaret. De esa forma, el libro de los Salmos se convirtió en recurso para el culto público y privado, y en fuente de autoridad teológica y espiritual para los creyentes y las comunidades de fe, judías y cristianas.
DAVID, «EL DULCE CANTOR DE ISRAEL»
La importante relación de David con el libro de los Salmos se pone claramente de manifiesto en la gran cantidad de poemas que se le atribuyen, o que se relacionan con su dinastía (¡73!). Las Escrituras hebreas son testigos de la muy antigua tradición que le atribuía al monarca dones especiales para la música y la composición. Inclusive es conocido como «el dulce cantor de Israel» (2 S 23:1), que es una manera de enfatizar sus capacidades poéticas y de destacar sus virtudes literarias, y también una forma de reconocimiento y aceptación de sus composiciones. Y esos extraordinarios dones poéticos y musicales, según las narraciones bíblicas, le fueron dados por el Señor28.
De acuerdo con el testimonio bíblico, los cánticos y la música de David liberaban al rey Saúl de los malos espíritus que le atormentaban (1 S 16:14–23); los relatos bíblicos aluden a sus cánticos en medio de catástrofes nacionales (2 S 1:17–27; 3:33–34); e, inclusive, se le atribuye al famoso soberano israelita la elaboración de diversos instrumentos musicales (véase, p.ej., 2 Cr 7:6; Neh 12:36; Am 6:5). Posteriormente en
la historia, cuando la institución de la monarquía había dejado de existir en Israel, se reconocía que David había sido el organizador principal de los diversos grupos de cantantes y músicos en el Templo de Jerusalén (1 Cr 15:16–24; 16:4–6; 25:1–31). Y por el año 190 a.C., el sabio Jesús hijo de Sira presentó poéticamente la vida de David y lo describe cantando salmos al Señor en diversas etapas de su vida, e identificando la música necesaria para las diversas festividades nacionales del pueblo de Israel (Eclo 47:8–10).
En el período neotestamentario es muy generalizado el reconocimiento de David como autor principal del libro de los Salmos. De esa época, uno de los manuscritos de Qumrán (11 QPsa) incluye una importante nota en torno a las composiciones poéticas de David, que le fueron dadas por Dios: Tres mil seiscientas (3,600) alabanzas, 446 cánticos para la adoración diaria y eventos especiales, y cuatro canciones que debían entonarse con harpas o liras para liberar a personas atormentadas por espíritus. ¡Un gran total de 4,050 composiciones!
El Nuevo Testamento se hace eco de esas tradiciones antiguas y atribuye a David algunas citas de salmos que tienen interpretaciones mesiánicas. De acuerdo con esa comprensión del Salterio y de David, el antiguo monarca hablaba «por el espíritu» o
«profetizaba». Dios mismo y el Espíritu Santo hablaban a través de él (Sal 110 en Mr 12:36–37; Sal 69 y 109 en Hch 1:16–22; Sal 16 y 110 en Hch 2:29–42; Sal 32 en Rom 4:6–8; Sal 95 en Heb 4:7). Posteriormente, en el siglo segundo de la iglesia, una opinión rabínica de gran importancia indica claramente que David escribió los Salmos, con la ayuda de Adán, Melquisedek, Abrahán, Moisés, Hemán, Jedutún, Asaf y los tres hijos de Coré. Generalmente se entendía que los salmos eran el trabajo profético de David.
La erudición moderna, que intenta fundamentar sus conclusiones en la evidencia literaria, el análisis histórico y la reflexión teológica crítica, ha revisado esas afirmaciones y se ha replanteado seriamente la afirmación de la autoría davídica de muchos salmos. Las notas históricas que se incluyen como epígrafes, suscripciones o títulos hebreos de 13 salmos, son evidentemente añadiduras posteriores que intentan relacionar alguna frase o palabra del salmo con varios incidentes en la vida del famoso monarca israelita (véase, p.ej., Sal 3 y la tabla a continuación).
La referencia «a David» en muchos títulos de salmos no son necesariamente afirmaciones de autoría sino de reconocimiento de autoridad. Y aunque es muy difícil relacionar algún poema específico del Salterio con su autoría particular, David es ciertamente el líder que inspira la música cúltica e incentiva las alabanzas a Dios de parte de la comunidad. En ese sentido figurado, David es, en efecto, el «autor del Salterio» por excelencia, pues es su autoridad como músico y poeta la que le brinda al libro de los Salmos el reconocimiento público y el aprecio del pueblo de Israel y, posteriormente, de las iglesias.
MUJERES SALMISTAS
Para la comprensión adecuada del Salterio debemos tomar en consideración las contribuciones de las mujeres a la liturgia y las ceremonias religiosas antiguas. En los anales pictóricos provenientes de Egipto y Asiria, se pone claramente de manifiesto la participación destacada de las mujeres como bailarinas, cantantes e instrumentistas.
Además, aunque los autores de los antiguos himnos sumerios generalmente no son identificados, un muy importante y revelador ciclo de 42 poemas y cánticos, que destaca de forma extraordinaria las virtudes de sus templos y divinidades, es atribuido a la princesa Enheduanna, hija del rey Sargón, que es descrita como una poetisa virtuosa29. A esta realidad internacional, que se revela del estudio sistemático de la literatura del
antiguo Oriente Medio, debemos añadir el gran valor que se daba en la sociedad israelita a las mujeres cantantes. Sabemos por el testimonio bíblico que cantaban en ceremonias fúnebres (2 Cr 35:25), y que también participaban de eventos de importancia en el palacio real (2 S 19:35). Inclusive, algunas mujeres fueron enviadas como parte del tributo que Judá pagó a los asirios, para salvar la ciudad de Jerusalén en la crisis del 701 a.C. Posiblemente estaban organizadas en grupos, como se desprende del relato que identifica a un grupo de 200 cantantes que llegó del exilio (Esd 2:65).
De acuerdo con esta información, por lo menos durante el período de la monarquía, había participación destacada de mujeres en las ceremonias que se llevan a efecto en el Templo, posiblemente como cantantes e instrumentistas. Estaban en la importante tradición de María la profetisa, que inspiró a un grupo de mujeres a cantarle al Señor un himno de triunfo con panderos y alabanzas, y danzar de alegría ante las intervenciones salvadoras de Dios con el pueblo de Israel (Ex 15:20–21). Las mujeres salmistas siguen el ejemplo de Débora, que a la vez era jueza y profetisa, que se inspiró y entonó uno de los himnos de triunfo más importante en la historia del pueblo de Israel (Jue 5:1, 7). En esa misma vertiente poética e hímnica, está Ana, la mamá de Samuel, que se allega al santuario de Silo a presentar sus ofrendas y votos, y canta un himno al Señor que es una especie de anticipación al reinado del Mesías (1 S 2).
El Salterio recoge esas importantes contribuciones de mujeres a la vida cúltica del pueblo, y las incorpora en una gran ceremonia y procesión de alabanzas al Señor, en la que participan también un grupo de cantores y músicos. Y en medio de esa algarabía de entusiasmo y celebración, se identifican a las mujeres que van cantando y bailado con panderos y con gestos de gratitud y felicidad (Sal 68:25). Esas contribuciones femeninas le añadían a las ceremonias entonaciones vocales complementarias y movimientos rítmicos alternos al que producían sus compañeros varones, y de esa forma contribuían positivamente a la belleza estética de las celebraciones.
EL TEXTO HEBREO DE LOS SALMOS
Al igual que el resto del Antiguo Testamento, el texto hebreo del Salterio fue fijado con sus consonantes mediante el trabajo de los escribas judíos del siglo 1 d.C., y desde entonces, ese texto ha sido preservado con bastante fidelidad a través de los siglos.
Posteriormente, con el trabajo esmerado de un grupo de estudiosos judíos conocidos como los masoretas, se le añadió a los manuscritos consonánticos los signos vocálicos, que facilitaban la pronunciación, lectura y comprensión de las Escrituras Sagradas30. Las traducciones que se hacen del Salterio en la actualidad generalmente utilizan con seguridad ese texto hebreo. En efecto, una vez se fijó por escrito el texto hebreo de los Salmos su transmisión y preservación fue bastante buena.
Sin embargo, antes de esa importante fijación textual, la historia de la transmisión de los salmos de forma oral fue compleja. Por muchos años los salmos se transmitían de generación en generación de manera oral, y estaban abiertos a adaptaciones, revisiones y añadiduras. A estas realidades de transmisión oral, que con el tiempo se hicieron por escrito, es que se deben la duplicación de algunos salmos—p.ej., Sal 14 y 53; Sal 40:14–17 y 70; Sal 57:8–12 y 108:2–6; Sal 18 y 1 S 22; Sal 105:1–15, junto al 96, y 1
Cr 16:8–36—, y las diferencias en las lecturas y la comparación de los salmos masoréticos con los de Qumrán y la Septuaginta. Además, a esos largos y complejos procesos de transmisión oral y literaria, debemos añadir las dificultades que se relacionan con los errores y las revisiones de los copistas—¡trabajan en condiciones no ideales!—, el deterioro natural de los manuscritos-¡tanto por el uso continuo como por el tiempo!—, y los cambios en la grafía hebrea a través de la historia.
El libro de los Salmos también enfrentó desafíos extraordinarios de supervivencia en la historia del pueblo de Israel. La experiencia de la destrucción del Templo y la posterior deportación de los judíos a Babilonia debió haber sido traumática para la comunidad y para las autoridades religiosas. De acuerdo con algunas fuentes literarias antiguas (2 Mac 2:13), Nehemías se esforzó por recoger y coleccionar nuevamente los manuscritos sagrados, particularmente los de David, en referencia a los Salmos. Posteriormente en la historia, Antíoco IV Epífanes (167–164 a.C.) intentó destruir los libros sagrados de los judíos (2 Mac 2:14). Por todas esas vicisitudes históricas y literarias, el libro de los Salmos presenta algunas variantes importantes que, aunque no afectan la integridad teológica y el valor religioso del libro, presentan a los estudiosos desafíos formidables. Las traducciones antiguas del Salterio fueron importantes en la difusión y el uso de los salmos. La de mayor importancia es la Septuaginta, en el griego koiné, que fue utilizada en la liturgia tanto en las iglesias de Oriente como en las de Occidente hasta mediados del siglo 2 d.C. La Vetus Latina contenía los salmos traducidos al latín que se utilizaban en África y Roma desde el siglo 2 d.C., y sirvió de base para las revisiones y traducciones de San Jerónimo hechas en Belén a partir del 387 d.C.
Los manuscritos de los Salmos nos permiten ver algunas dimensiones históricas de la vida del pueblo de Israel que no debemos obviar ni ignorar31. Aunque la finalidad principal del Salterio es litúrgica y teológica, de la lectura de sus poemas se descubren algunos aspectos históricos que nos ayudan a comprender mejor la vida del pueblo de Israel. Los clamores del pueblo y sus reflexiones sobre los desafíos que debían enfrentar, les permitieron describir la vida con sus virtudes y complejidades.
Una lectura atenta de los salmos nos ayuda a comprender esa dimensión histórica de la realidad humana. Los salmos aluden a la trágica experiencia de la caída de la ciudad de Jerusalén, la dolorosa deportación de los judíos, y la angustia de vivir en el exilio babilónico (Sal 137), y también comenta en torno a las dinámicas militares de la antigüedad (Sal 5; 18; 20; 21; 35; 44; 46). Desde la perspectiva económica, el Salterio puede ser una buena fuente de información valiosa, pues describe algunas dinámicas fiscales de importancia en la antigüedad (Sal 15:5; 45:8; 48:8; 107:23). Y para las personas interesadas en la liturgia y la música, los salmos pueden ser una fuente importante de información, pues estos poemas surgen de esos contextos cúlticos de celebración, piedad y alabanzas (Sal 22:26; 50:14; 61:9; 65:2; 66:13; y también 33:2;
57:9; 92:4; 98:5–6; 108:3; 149:3; 150:3–5).
LA ICONOGRAFÍA EN EL SALTERIO
Un área de investigación reciente que ha apoyado significativamente la comprensión de los manuscritos bíblicos y su mensaje es la iconografía. El estudio detallado del arte y la interpretación de los símbolos y artefactos descubiertos en el Oriente Medio antiguo, nos ha ayudado a entender y visualizar mejor el mensaje del Salterio32. Las ilustraciones de instrumentos musicales son bastantes y detalladas. Se han descubierto representaciones de címbalos (Sal 150:5) y panderos (Sal 98:6), de trompetas y flautas (Sal 105:4), y de arpas (en hebreo, kinnor, Sal 150:3) y liras (en hebreo, nebel, Sal 33:2; 144:9). También se han analizado diversos artefactos que ilustran los movimientos del cuerpo y atestiguan varias formas de adoración que revelan humildad y aceptación de autoridad.
La onomástica o listas de nombres que provienen de la antigüedad, recuerdan, p.ej., los diversos fenómenos meteorológicos que se incluyen en el Salterio (Sal 104; 148). El lenguaje de las fosas y los posos que se utilizaban para atrapar los animales salvajes en tiempos antiguos, con frecuencia se utiliza en los salmos para describir las dificultades,
los dolores y las persecuciones de los creyentes. Diversas representaciones e imágenes de esas fosas se han encontrado en pinturas y en vasijas. Además, la transportación de los ídolos, atestiguada con regularidad en los descubrimientos de la antigüedad, delata la seriedad y el respeto hacia las divinidades paganas que tenían los ciudadanos de las naciones vecinas de Israel. Quizá esas actitudes politeístas e idólatras son las que explican la vehemencia de las críticas y las sátiras proféticas contra ese particular tipo de práctica religiosa (Sal 104:25).
Se han encontrado en varias culturas antiguas diversas escenas que representan a las divinidades y sus representantes como pastores. Esos pastores tienen vara y callado, como en las imágenes de la Biblia (Sal 23), para ahuyentar a los enemigos y también proteger las ovejas. En el Salmo 78:70–72 se indica que el Señor transfirió esas responsabilidades pastorales al rey David; y en el Salmo 110, al mismo monarca de Israel, se le otorga la dignidad sacerdotal. Y esa unificación de roles, de monarca y sacerdote, tiene paralelos en las diversas culturas vecinas del pueblo de Israel.
Finalmente las representaciones de caballos y carruajes son frecuentes en la antigüedad, pues aluden particularmente al prestigio social, el poder político, la autoridad militar y la virtud económica de los monarcas. Desde la perspectiva bíblica, el triunfo en la batalla no se relaciona con el poderío militar representado en los corceles y carros de guerra, sino en las intervenciones redentoras y liberadoras del Señor de los ejércitos (Sal 147:8–10; 33:16–17).
FESTIVALES EN EL PUEBLO DE ISRAEL
El estudio del calendario religioso del pueblo de Israel revela una serie de eventos y celebraciones que incluyen días santos—p.ej., las celebraciones de luna nueva y el sábado—, y fiestas nacionales. Tres festivales de gran importancia cúltica deben destacarse, por su importancia histórica, cúltica y teológica: la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura, la fiesta de las Primicias o de las Cosechas, y la fiesta de los Tabernáculos33. Estas importantes actividades nacionales le brindaban al culto de Israel su particular trasfondo litúrgico, y servían de marco de referencia para una gran parte del libro del Salterio. Los salmos tienen en estas celebraciones su contexto inicial de celebración, también conocido en círculos académicos como el Sitz im Leben—o situación en la vida del pueblo—.
La comunidad en general se incorporaba en estas celebraciones nacionales y, además, llevaban a efecto otras actividades religiosas relacionadas con sus responsabilidades personales—p.ej., los sacrificios prescritos en la Ley, y las oraciones que se hacían en momentos de necesidad persona, familiar y nacional—.
MÚSICA E INSTRUMENTOS MUSICALES
La música jugaba un papel preponderante en la vida del pueblo de Israel. Esa importante influencia se ponía claramente de manifiesto en la vida diaria, las celebraciones religiosas, las dinámicas políticas, y las relaciones internacionales del pueblo. En los eventos que se llevaban a efecto en el Templo había cantores y coros (2 Cr 5:13; Esd 2:41, 65), y, además, se tocaba una variedad de instrumentos musicales que contribuían al desarrollo de una experiencia cúltica significativa. En efecto, los salmos se cantaban con el acompañamiento de instrumentos de viento, cuerdas, metales y percusión.
INTERPRETACIÓN DE LOS SALMOS
Interpretar los salmos es una tarea de fundamental importancia, tanto para los propósitos educativos de este comentario como para la formación espiritual y moral de los creyentes y las comunidades de fe que regularmente se acercan a esta literatura para las devociones personales, la liturgia grupal o la reflexión personal y teológica36. Esta empresa interpretativa o hermenéutica, sin embargo, es compleja y difícil por varias razones: p.ej., el libro de los Salmos es extenso, los salmos individuales fueron escritos por diferentes autores en contextos variados, el idioma poético utilizado es complejo y simbólico, y esta literatura no contiene muchas referencias o alusiones históricas que nos permitan ubicarlos en su entorno social, político y religioso preciso. Además, debemos tomar en consideración, en nuestros procesos de comprensión e interpretación, las distancias que separan al lector o la lectora actual del Salterio, que incluyen las distancias históricas o cronológicas, las culturales, las lingüísticas y las teológicas.
Por muchos años se pensó que los salmos eran el resultado de los esfuerzos literarios de individuos específicos piadosos que escribieron esas oraciones y cánticos para sus devociones privadas, o para suplir alguna necesidad litúrgica específica en respuesta a eventos históricos particulares. Con esa presuposición en mente, los estudiosos se esforzaban por identificar, describir o descubrir sus autores individuales, e intentaban también explicar con alguna precisión los particulares contextos históricos y litúrgicos que enmarcaron su composición. Esa información, se pensaba, era básica e indispensable para tener una comprensión adecuada del salmo estudiado. Gran parte de los estudiosos tradicionales, además, entendía que los salmos habían sido escritos en el período de la monarquía.
Esa metodología, conocida en algunos círculos académicos como pre-crítica, fue la que dominó los estudios del Salterio por siglos. Otros académicos, en cambio, a finales del siglo 18 y en el siglo 19, entendían que la literatura poética de los salmos reflejaba diversos períodos, particularmente tardíos, en la historia del pueblo de Israel37.
Los métodos tradicionales de estudios bíblicos toman en consideración sólo de forma parcial los resultados de las investigaciones científicas que pueden contribuir sustancialmente a la ubicación del texto en sus entornos originales, a la comprensión de los complejos procesos de redacción y transmisión de los documentos, y a la comparación de esta colección con otras piezas literarias del antiguo Oriente Medio.
Esas maneras de estudiar los salmos, no necesariamente toman en consideración el producto de los descubrimientos arqueológicos y lingüísticos, ni el fruto de las investigaciones teológicas y sociales que han ayudado a comprender mejor el pensamiento hebreo y la vida en el antiguo Israel, en el particular entorno histórico del Oriente Medio antiguo.
Una nueva forma de interpretar los salmos se asocia con las investigaciones de eruditos europeos y norteamericanos a finales del siglo 19 y principios del 20. Estos estudios, conocidos como «crítica bíblica», intentan ponderar, analizar, estudiar y comprender los salmos en sus contextos históricos, sociales, culturales y religiosos originales, para la posterior aplicación de sus enseñanzas. Esos nuevos métodos utilizan los recursos de diferentes disciplinas académicas al servicio de las investigaciones bíblicas.
En efecto, los acercamientos tradicionales al estudio y la interpretación de los salmos cambiaron radicalmente al llegar el siglo veinte. En primer lugar, esas metodologías cedieron el paso a nuevos programas de investigación de los salmos, que contribuyeron significativamente a una mejor comprensión de esta importante literatura religiosa. Y aunque la forma antigua de leer y meditar en los salmos sirvió con distinción a generaciones de creyentes a través de la historia, se necesitaron nuevas metodologías y herramientas de estudio para descubrir, en esas antiguas piezas literarias, virtudes noveles de gran valor teológico y ético para la humanidad.
Un avance fundamental en el estudio de los salmos se relaciona con el uso de la metodología conocida como «crítica de las formas»38. De gran ayuda en el estudio científico y profundo de los salmos fue el descubrimiento de que en las formas de expresión religiosa y en los modos de articulación de las enseñanzas en los salmos se descubren algunos patrones recurrentes, se distinguen varias fórmulas que se repiten; se descubrió, además, que esas formas típicas de expresión transmiten características particulares de la fe, reflejan ciertas situaciones específicas de la vida y presuponen algunas prácticas litúrgicas comunes.
Esas características literarias de los salmos nos ayudan considerablemente a entender el libro de los Salmos en su totalidad. En efecto, no es necesario estudiar cada salmo en particular para tener una comprensión adecuada y amplia del libro; basta con seleccionar los salmos que representan las diferentes situaciones litúrgicas y las variadas expresiones de fe en la vida para tener una idea más amplia de la teología y los propósitos educativos del Salterio. Por esa razón, el estudio del libro de los Salmos debe comenzar con la identificación y comprensión adecuada de estas importantes formas de comunicación, o tipos de salmos, o géneros literarios, que nos permiten mirar y evaluar los salmos individuales como parte de un todo teológico, literario, religioso, social y cultural.
Un paso de avance fundamental en el estudio de los salmos se asocia con la teoría que indica que esos salmos representativos de una forma determinada de expresión o género literario específico deben ser entendidos en el entorno de un contexto litúrgico particular en la vida del pueblo de Israel. Esta teoría propone que muchos de los salmos bíblicos presuponen un festival anual de entronización, que se llevaba a efecto en el Templo de Jerusalén durante la celebración del año nuevo39. En ese acto de gran colorido cultural e importancia religiosa y política, el Dios de Israel era coronado nuevamente como rey del pueblo para gobernar durante el año, que equivalía a afirmar el bienestar del pueblo y la renovación de la creación. En las ceremonias, el rey de la casa de David ocupaba una posición de preponderancia y recibía grandes beneficios políticos, como resultado de las celebraciones y los actos.
Otro avance de gran importancia en el estudio del salterio indica que la forma básica de comunicación de los salmos es el lamento, y que las otras formas de expresión son sus derivadas40. De acuerdo con esta teoría, el lamento es el modo básico de expresión religiosa en los salmos, pues permite articulaciones religiosas que van desde las experiencias dolorosas de separación y de angustia hasta las manifestaciones extraordinarias de fe, confianza y esperanza. Se reconoce de esta forma que las expresiones religiosas en los salmos son dinámicas y ponen de manifiesto complejidades teológicas y literarias que no se confinan al contexto litúrgico de los salmos.
Relacionado con el estudio de las características literarias de los salmos debemos añadir la importancia de sus recursos retóricos41. Aunque es ciertamente importante descubrir las peculiaridades de los géneros literarios o las formas de comunicación que se manifiestan en todo el libro de los Salmos, también se deben identificar las peculiaridades estilísticas y los recursos retóricos utilizados para hacer justicia poética a esa literatura. Esos artificios estilísticos le dan gran fuerza estética y belleza poética a la pieza literaria; además, añaden recursos educativos de gran importancia para la memorización y los procesos formativos del pueblo.
Un adelanto adicional e importante en el estudio de los salmos se puede relacionar con los estudios bíblicos que afirman y destacan la importancia del canon de las Escrituras hebreas42. De acuerdo con esta metodología de estudio, la forma final del texto que tenemos disponible para la investigación es la que debe ocupar la atención prioritaria
del intérprete, pues es a última instancia la que transmite el sentido al lector o lectora. Se reconoce de esta manera que, aunque la prehistoria literaria y teológica de los documentos antiguos es importante, y aunque ciertamente los análisis de los contextos vitales en los cuales se originaron los salmos son necesarios, lo que debe ocupar prioritariamente la atención de los estudiosos y las estudiosas del texto bíblico es el estado canónico final de los documentos. Lo más importante en el estudio de los salmos, según esta metodología, es su redacción y estado final, que es lo que lee, estudia y aprecia la comunidad de fe. Esta perspectiva canónica, inclusive, afirma que el orden en que aparecen los salmos revela los presupuestos teológicos de las comunidades que les preservaron y transmitieron.
Respecto a las diversas formas y nuevas metodologías de estudio científico y crítico de los salmos, debemos indicar que son complementarias, pues tienen la capacidad de brindar a los lectores y las lectoras más posibilidades de interpretación y alternativas adicionales de comprensión. Esas formas de estudio facilitan el camino para descubrir la importancia de los temas y las contribuciones educativas y teológicas en los salmos. Y esas peculiaridades—que se revelan claramente desde la lectura y el estudio del Salmo 1—son de importancia capital en el estudio del Salterio43. En este sentido hermenéutico, las contribuciones de la literatura teológica latinoamericanas son muy importantes, pues le brindan a los estudios bíblicos críticos un sentido especial de pertinencia, que hace de la empresa interpretativa algo vivo, contextual y actual.
El libro de los Salmos es, en efecto, una gran obra religiosa y literaria que tiene una muy clara finalidad educativa, una meta formativa definida. En ese sentido, los salmos son torá—en el sentido hebreo de la palabra, que significa «instrucción»—, pues deben ser utilizados no como documentos legales rígidos e inaplicables, sino como recursos educativos para contribuir sustancialmente a la formación espiritual y la transformación moral de los lectores individuales y de las comunidades de fe.
La lectura profunda de los salmos no debe confinarse al descubrimiento de las formas de expresión antiguas, ni al aprecio de los recursos estilísticos y retóricos que utilizan. El estudio del Salterio debe penetrar el mundo de los temas expuestos, identificar las teologías que se afirman, distinguir las enseñanzas que se presentan, y celebrar los valores que se revelan. Además, ese análisis ponderado de los salmos debe incentivar la aplicación de los principios morales y los valores éticos que se ponen de manifiesto en sus enseñanzas.
El propósito fundamental de este comentario es orientar la investigación para descubrir los temas religiosos que tienen pertinencia y relevancia para la sociedad contemporánea. Nuestra meta es estudiar nuevamente los salmos para aplicarlos al diario vivir, tanto a niveles personales como en los entornos colectivos del pueblo de Dios.
Y para lograr esos importantes objetivos de comprensión y aplicación de las enseñanzas y los valores de los salmos, algunas recomendaciones metodológicas en el estudio del Salterio son importantes y muy necesarias:
- Hay que identificar quién es la persona que habla en el salmo: Dios, el salmista, el
pueblo o algún sector específico del pueblo.
- Hay que decidir si el salmo es individual o comunitario: Las oraciones provienen del pueblo en algún evento o asamblea, o son las expresiones de alguna persona específica44.
- Hay que comprender el propósito básico del salmo: ¿Cuál es la razón teológica, política, social, personal o comunitaria que originó el clamor y las oraciones en el poema?
- Hay que precisar las dinámicas emocionales y espirituales del salmo: ¿Cuáles son los
sentimientos básicos que se comunican? P.ej., gozo, tristeza, tribulación, cautiverio …
- Hay que distinguir el género literario o el tipo de salmo que se estudia: P.ej., himno,
lamento, sapiencial, histórico …
- Hay que evaluar los refranes o las repeticiones de palabras o ideas del poema. En esas frases o ideas se pueden poner claramente de manifiesto algunas enseñanzas y valores que se desean
- Hay que escudriñar y analizar el salmo con detenimiento, en oración y meditación, y también con las ayudas metodológicas pertinentes: Comentarios bíblicos, diccionarios, enciclopedias, diversas versiones de la Biblia …
- Hay que leer el salmo en varias ocasiones, en diversas versiones, y en alta voz y en silencio. Ese encuentro primario y directo con el texto bíblico es fundamental, necesario, prioritario e
LOS GÉNEROS LITERARIOS
La interpretación adecuada del Salterio se relaciona íntimamente con el análisis y la comprensión de sus géneros literarios. El libro de los Salmos no es el resultado del azar teológico, ni es el fruto de la compilación fortuita de salmos sueltos: Es el esfuerzo de muchos años y siglos de experiencia religiosa y litúrgica, que se integran paulatina y ordenadamente para crear una antología extraordinaria de cánticos y oraciones. El Salterio tiene integridad literaria, presenta objetivos teológicos definidos y manifiesta prioridades religiosas precisas. La evaluación e interpretación de cada unidad debe hacerse a la luz de la obra como un todo. Cada salmo debe analizarse considerando el resto y la totalidad del libro, pues los objetivos pedagógicos de la obra se ponen de manifiesto en los temas y asuntos que se presentan e incorporan en cada unidad.
La metodología dominante en el estudio de los Salmos comienza con la evaluación precisa y sosegada de sus géneros literarios. El método prioritario de análisis del Salterio se inicia con la ponderación sobria y cautelosa de sus formas de comunicación y expresión literarias45. Esta metodología permite ubicar al salmo en su particular entorno literario, y prepara el camino para la identificar del contexto histórico y litúrgico en el cual el salmo se utilizaba en la antigua comunidad litúrgica de Israel.
Para la comprensión adecuada de algún salmo específico es necesario, hasta donde sea posible, determinar las particularidades literarias que lo distinguen y las dinámicas cúlticas que le rodeaban. De esa forma la persona estudiosa de este tan importante libro de la Biblia puede relacionar el salmo analizado con otros poemas representantes del mismo género y distinguir el contexto histórico y cultual en el cual el salmo se desarrolló. Se pueden distinguir de esa manera las prioridades teológicas, metas educativas y particularidades litúrgicas de esa literatura.
Lo que se conoce comúnmente como el «tipo» o la «forma» de salmo es en realidad su género literario. Ese género literario de los salmos se refiere específicamente a un grupo de textos que muestran similitudes en su contenido temático y teológico, estructura literaria y estilo, y fraseología. La identificación del género nos permitirá analizar e interpretar adecuadamente el salmo; además, esa comprensión nos permite entender otros salmos del mismo género46.
En el libro de los Salmos pueden distinguirse, por lo menos, cinco géneros literarios mayores y varios menores47. Estos géneros incluyen una serie de componentes literarios característicos que los identifican y particularizan48.
Súplicas individuales de ayuda:
Este tipo de salmo es el más popular del Salterio. Presenta a un individuo que está asediado por una serie intensa de problemas y calamidades, y ora a Dios por ayuda y apoyo. Estas plegarias son lamentos que ponen de manifiesto el estado anímico y la necesidad espiritual de la persona que clama49. Posiblemente se utilizaban en el Templo en el contexto de las celebraciones litúrgicas, cuando el adorador se presentaba ante Dios en momentos de crisis personal, familiar o nacional—p.ej., 3; 5–7; 9–10; 13; 17; 22; 25–28; 31–32; 35; 38; 39; 41–43; 51; 54–57; 59; 61; 64; 69–71; 77; 86; 88; 102;
130; 140–143—.
Las oraciones de súplica o lamentación presentan el grito y el clamor más hondo del salmista, que se siente angustiado y perseguido, y reconoce que únicamente en Dios está su esperanza. En el momento de la calamidad estos salmos son vehículos de liberación y salud mental y espiritual para las personas que pueden confiar únicamente en el Señor. Las quejas y angustias más comunes que se ponen de manifiesto en este tipo de salmo son las siguientes50:
- Preocupación por sus propios
- Dolor por sus acciones y comportamiento.
- Respuesta a los ataques de los
- Frustración por la actitud de Dios ante sus dolores y
Los elementos característicos de estas súplicas son varios, aunque no se presentan en el mismo orden en todos los salmos. Los que escribieron los salmos utilizan estos recursos de forma creadora, y no siguen el mismo patrón ni incluyen los elementos identificados en todos los salmos. Es importante recordar, al analizar estos géneros literarios, la naturaleza poética y creativa de los salmos, que le permite al autor manifestar sus sentimientos, evocar nuevas ideas y presentar sus enseñanzas con licencia o libertad literaria.
Estas súplicas presentan las siguientes características:
- Están escritos en primera persona singular, y expresan la petición de ayuda Dios en
forma directa.
- El adorador, que se identifica como «siervo del Señor», suplica a Dios y reclama su
- El salmo describe la calamidad y presenta la necesidad del adorador en su relación con Dios, en las dinámicas con otras personas y consigo mismo. Generalmente el problema se articula en tres categorías: enfermedades físicas y sicológicas; acusaciones y traiciones de vecinos y familiares; y conflictos armados, tanto locales como nacionales e
- La petición se complementa con afirmaciones que indican el porqué Dios debe escuchar la plegaria. De particular importancia en estos salmos es que el adorador apela al amor y a la naturaleza misericordiosa de
- El salmo incluye también afirmaciones diversas de confianza en el Señor y
confesiones de fe.
- Generalmente finalizan con algunas promesas de sacrificio o alabanzas al Señor.
Cánticos individuales de gratitud:
Estos salmos presentan una expresión de gratitud a Dios por su intervención extraordinaria en medio de la calamidad (Sal 34). Generalmente la oración se articula de forma directa a Dios, y se comunica como un testimonio público de acción de gracias
sobre la capacidad divina de intervención en crisis. Estos cánticos son la contraparte litúrgica de las súplicas individuales de ayuda, y generalmente finalizan con una promesa de alabanza y de sacrificios (Sal 107).
Las alabanzas y gratitudes a Dios se encuentran en diversos tipos de salmos. De particular importancia es la gratitud que responde a algún lamento o queja, pues es una manera de anticipar la intervención salvadora del Señor. El presupuesto teológico del salmista es que Dios tiene la capacidad y el deseo de escuchar su clamor, y cuando recibe la respuesta divina expresa nuevamente su gratitud.
El contexto litúrgico del salmo es posiblemente la presentación de un sacrificio de gratitud en el Templo (Sal 30; 116). Y los elementos típicos y particulares de esta categoría de salmos son los siguientes:
- Alabanzas que se presentan a Dios que afirman que ante las peticiones de ayuda el
Señor escuchó el clamor del adorador.
- Se llama a la comunidad a unirse al cántico de gratitud y adoración como testimonio de la intervención
- Se presenta la alabanza y el sacrificio a Dios para cumplir la promesa hecha en el
momento de la aflicción y dolor.
Peticiones de ayuda de la comunidad:
Cuando la crisis amenaza no solo al individuo sino a la nación entonces se articulan oraciones colectivas de petición de ayuda y apoyo. Muchas de ellas se relacionan con la colección de Asaf, y describen situaciones terminales en la que un ejército poderoso y superior amenaza la seguridad de la ciudad de Jerusalén, anuncia la destrucción del Templo y atenta contra la existencia misma del pueblo de Dios.
Los elementos distintivos que se incluyen en estas plegarias son similares a las que aparecen en las peticiones de ayuda individuales, con dos particulares excepciones: en primer lugar, la comunidad es la que clama al Señor; y en segunda instancia, en la petición el pueblo evoca las antiguas intervenciones de Dios que salvan y liberan a Israel.
Estas oraciones tienen gran significación educativa en el Salterio porque articulan algunas de las afirmaciones teológicas en torno al pueblo de Israel más importantes en la Biblia: ¡Revelan las formas en que Dios interviene con su pueblo a través de la historia! Estas plegarias ponen de manifiesto las voces de un pueblo que sabe cómo dialogar con Dios para recibir la respuesta adecuada en el momento oportuno.
- El elemento definitivo de estas oraciones son las peticiones de ayuda y los reclamos a
Dios para que escuche el clamor de la comunidad.
- Las descripciones de la crisis revelan la ausencia o ira de Dios, el sufrimiento y
humillación del pueblo, y el poder y la arrogancia de los enemigos.
- Para apoyar las peticiones, el pueblo apela al honor y la gloria de Dios, y también
incentiva que la comunidad manifieste su compromiso y confianza al Señor.
- Las oraciones afirman las intervenciones divinas en medio de la historia del pueblo,
inclusive ponen de manifiesto la obra extraordinaria de Dios en la creación del mundo.
- El pueblo promete alabar a Dios como resultado de su ayuda en la
Los himnos:
Los himnos en el Salterio son cánticos de alabanzas exuberantes en los que Dios es el único sujeto de la adoración. El propósito básico de estos salmos es adorar y alabar al Señor; la finalidad primordial es manifestar el regocijo por la bondad divina; y el carácter fundamental es ensalzar la grandeza y el poder de Dios. Y aunque ciertamente hay algunas alabanzas a Dios en las oraciones o súplicas individuales de gratitud por alguna experiencia de liberación, el elemento fundamental e indispensable de los himnos es la alabanza—p.ej., 8; 19:1–7; 29; 33; 68; 95; 100; 103–105; 111; 113–115;
117; 135–136; 145–150—.
En el catálogo de himnos del Salterio se pueden identificar varias subdivisiones, entre las que encuentran las siguientes: cánticos de Sión (p.ej., Sal 84), salmos de entronización (p.ej., Sal 96) e himnos de procesiones (p.ej., Sal 84).
El lenguaje teológico de los himnos es de gozo y gratitud, y también de reconocimiento del poder divino y su misericordia. Los himnos, además, indican lo que Dios es, lo que hace y lo que tiene la capacidad y el deseo de hacer con su pueblo. Los himnos representan en el Arca del Pacto la figura invisible de Dios, y de esa forma se da espacio y realidad a la naturaleza eterna de Dios. Los himnos se entonaban en las liturgias y celebraciones de las grandes fiestas nacionales del pueblo de Israel.
El análisis de los componentes de la expresión de adoración «aleluya» puede brindarnos una pista para la comprensión de los himnos que se incluyen en los salmos. La palabra incluye el imperativo hebreo en plural, hallelu, que llama y reclama la adoración, al que se le ha unido la forma abreviada del nombre hebreo personal de Dios, Jah—que es la abreviatura de Yahvé o Jehová—. De esa forma, «aleluya» es la transliteración al castellano de la expresión hebrea que esencialmente significa «¡adoren al Señor!».
Los himnos son oraciones directas de alabanzas que presentan ante Dios la gente piadosa y santa. El contenido de esas oraciones afirma la naturaleza extraordinaria de Dios, y se incentiva a la comunidad a alabar también el nombre del Señor, que es una manera simbólica y poética de exaltar y reconocer su naturaleza santa y misericordiosa. El nombre divino representa su naturaleza y esencia, identifica su ser íntimo y particular, pone de manifiesto su poder y misericordia, enfatiza su justicia y santidad.
La siguiente petición condensa de forma adecuada la naturaleza y la extensión de los himnos en el Salterio:
«Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia» (Sal 106:1).
Esta alabanza y petición—que se utiliza tanto en introducciones de salmos como en la afirmación de la bondad divina—pone de relieve los dos elementos sustantivos e insustituibles de los himnos: el llamado a la alabanza, y el fundamento de esa expresión de adoración al Señor. Se alaba al Señor por su bondad y su misericordia, que son atributos divinos entendibles para el pueblo. La base para la alabanza a Dios no es la especulación filosófica ni la calistenia académica sino el reconocimiento de su bondad y la afirmación de su amor.
Aunque en el Salterio se incluyen diversos tipos de himnos, la mayoría comparte la siguiente estructura básica:
- Comienza con un llamado a la alabanza al Señor.
- Se expanden, posteriormente, las razones por las que se debe alabar al Señor.
- A menudo, los himnos finalizan con más alabanzas y gratitudes a
Salmos de educación:
La finalidad pedagógica de los salmos se pone de relieve de varias formas. El objetivo es incentivar la confianza en el Señor, la meta es propiciar la obediencia a Dios, el propósito es afirmar los valores morales, espirituales, culturales, políticos y religiosos revelados a través de las Sagradas Escrituras al pueblo de Israel. Tora, en hebreo, es más que ley rígida escrita; en efecto, es enseñanza, educación, instrucción, pedagogía. En estos poemas educativos, que generalmente son antologías de temas y estilos, el salmista exhortaba a la comunidad y les advertía de los peligros de la infidelidad, a la vez que celebraba las virtudes de la vida piadosa, sabia, justa y santa ante Dios y la comunidad.
En ocasiones algunos salmos se denominan de sabiduría o sapienciales porque se disponen en un estilo literario similar al que se incluye en los libros de los Proverbios, Eclesiastés y Job. En este sentido es importante indicar que el contexto en el cual el salmo era utilizado no era el entorno escolar o académico, sino el culto en el Templo donde se afirmaban las virtudes de las enseñanzas de la Ley de Moisés y los desafíos del mensaje de los profetas de Israel. Estos salmos revelan un período importante de la historia de Israel cuando se utilizaba el culto para afirmar los procesos educativos del pueblo. Otros salmos en esta categoría enfatizan las enseñanzas y la teología de los profetas (Sal 82).
Algunos de los estilos más frecuentes de este tipo de salmos son los siguientes:
- Declaraciones cortas que intentan exhortar, advertir o afirmar alguna enseñanza de importancia para el
- Poemas alfabéticos o acrósticos que se organizan siguiendo la secuencia del alfabeto o alefato hebreo (p.ej., Sal 9–10; 25; 33; 34; 37; 111–112; 119; 145). Estos salmos intentaban contribuir al proceso educativo mediante el apoyo a la dinámica de memorización.
- Los salmos que presentan bienaventuranzas—en hebreo, ’ashre—son importantes, pues subrayan la importancia de vivir de acuerdo con los principios morales, espirituales y éticos que se incluyen en la literatura mosaica y profética (p.ej., Sal 1).
- En algunas ocasiones en estos salmos los testimonios personales y el recuento de las
intervenciones de Dios apoyan y convalidan la enseñanza (p.ej., Sal 32; 34; 37; 73; 94).
Salmos reales:
Los salmos reales son los poemas del Salterio que tienen como argumento predominante la figura del rey o de la dinastía real del antiguo Israel—p.ej., Sal 2; 18; 20; 21; 45; 72; 89; 101; 110; 132; 144—. Y auque no constituyen un género literario específico, propiamente dicho, se incluyen en una categoría particular por la naturaleza del tema que articulan y por las interpretaciones que han recibido estos poemas a través de la historia, tanto judía como cristiana. En términos estilísticos, los salmos reales incluyen himnos, súplicas y acciones de gracias, pero manifiestan en común un definido interés por la vida y las actividades del monarca israelita, pues revelan la ideología real que se pone de relieve a través de todo el Antiguo Testamento.
En la comprensión e interpretación de estos salmos debemos tomar muy seriamente en consideración la relación íntima que desarrolló el pueblo de Israel entre el monarca davídico histórico y el rey mesiánico esperado en un futuro no determinado. En la lectura atenta y el análisis ponderado de estos salmos, se debe estar consciente de esa importante ligazón teológica, pues se pone de relieve en estos poemas que más allá del monarca histórico del pueblo, la comunidad esperaba al Mesías, que es la idealización extraordinaria de las virtudes de los reyes históricos.
La iglesia cristiana, siguiendo esa antigua tradición interpretativa, vieron en estos salmos claras referencias a Cristo, e interpretaban estos poemas no solo como salmos reales, en el sentido histórico del término, sino como literatura mesiánica. Y si estos poemas fueron redactados finalmente luego del destierro en Babilonia, cuando la institución de la monarquía había cesado en Israel, entonces esta interpretación mesiánica del Salterio tiene un gran fundamento teológico e histórico.
Entre los temas más importantes que se exponen en estos salmos se encuentran los siguientes:
- La magnificencia de la figura del rey (Sal 21:6; 45:3–4, 9–10; 72:8–11).
- El favor divino que disfruta el rey (Sal 2:7; 89:27–28).
- Plegarias a Dios en favor del rey (Sal 72:15).
- Oráculos divinos que favorecen al rey (Sal 110:1).
Salmos imprecatorios:
En el Salterio se encuentra un grupo de salmos que requiere atención particular, por la naturaleza del tema que presentan y por las implicaciones de su teología para la iglesia cristiana. Esos poemas (p.ej., 35; 69; 109; 137), conocidos como salmos imprecatorios o de maldiciones, resultan extraños en el contexto educativo y teológico del mensaje y las enseñanzas de Jesús. Sus clamores, en efecto, pueden manifestar venganzas, resentimientos y hostilidades, que son sentimientos ajenos a los reclamos de amor y perdón del evangelio.
En ocasiones, los salmistas, al encontrarse totalmente indefensos ante los avances despiadados de la maldad, injusticia, violencia y opresión, no sólo clamaban al Señor, a quien reconocían como fuente absoluta de liberación y esperanza, sino que suplicaban a Dios que hiciera caer los peores males sobre sus enemigos. De esa forma se presentan algunos salmos y se articulan varias oraciones que unen sus suplicas más intensas con las imprecaciones o maldiciones más violentas y radicales (p.ej., 58:6–11; 83:9–18; 109:6–19; 137:7–9). Algunas de las imprecaciones revelan, inclusive, un deseo ardiente de guerra, pues manifiestan una muy seria actitud de venganza contra los enemigos; son clamores intensos que suplican la implantación de justicia en momentos de angustia extrema y necesidad absoluta.
La comprensión adecuada de estos poemas debe tomar en consideración el entorno teológico de esa época, en la cual no se habían desarrollado plenamente los conceptos de vida eterna y perdón que se ponen de manifiesto en los escritos del Nuevo Testamento (Mt 5:43–48; Rom 12:17–21). De acuerdo con la religión de los antiguos israelitas, las buenas y las malas acciones de las personas debían ser recompensadas en la vida, y la gente malvada debía recibir el merecido de sus acciones y castigos antes de morir. Esa convicción ponía claramente de manifiesto la importancia y necesidad de la justicia divina, que retribuía a las personas de acuerdo con sus acciones en la vida. Y fundamentados en esas convicciones, los salmistas solicitaban ardientemente al Señor las manifestaciones claras de esa justicia divina.
La iglesia cristiana, sin embargo, ha reconocido en estos salmos imprecatorios un deseo genuino de implantación de la justicia. El amor hacia los enemigos no debe ser de ninguna manera indiferencia hacia el mal o rechazo de sus raíces, sino una afirmación de fe que celebra la capacidad divina de transformación y renovación. En efecto, el Dios bíblico tiene la capacidad y el deseo de «hacer nuevas todas las cosas», pues está interesado de establecer «un cielo nuevo y una tierra nueva», donde «ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron»
(Ap 21:1–4).
El amor al enemigo desde la perspectiva cristiana no tiene como finalidad ignorar sus maldades ni aceptar sus actitudes malsanas, solo le brinda una oportunidad de arrepentimiento. Los salmos imprecatorios son expresiones que intentan, de un lado, expresar con sinceridad y firmeza el dolor más intenso y las frustraciones más hondas que siente la gente de fe ante las calamidades y adversidades de la vida. Y del otro, imploran con valor la manifestación de la justicia del Señor, que es capaz de redimir y transformar, no solo las realidades adversas que rodean a los creyentes sino que puede intervenir para que las personas injustas que han ocasionado los problemas y las injusticias reciban de Dios el trato adecuado por sus maldades.
Otros tipos de salmos:
Además de los géneros literarios mayores que se han identificado y presentado, el Salterio incluye una serie importante de salmos que no siguen los patrones generales de la literatura anterior.
- Algunos presuponen las ceremonias de procesión y entrada al Templo (Sal 15; 24; 118).
- Otros utilizan el estilo literario y legal que se usaba en las cortes de justicia (Sal 50;
82).
- Varios son conocidos como penitenciales (p.ej., Sal 51) y mesiánicos (p.ej., Sal 110).
- Y también en los salmos se encuentran varios cánticos que entonaban los peregrinos al llegar a Jerusalén y ascender al Templo (Sal 120–134).
TEOLOGÍA EN LOS SALMOS
Como el libro de los Salmos presenta en sus poemas la vida misma en sus diversas manifestaciones—y como también ponen en evidencia sus complejidades sociales, económicas, religiosas, sicológicas, políticas y espirituales—, la teología que articula no es sistemática ni especulativa51. La teología y el conocimiento de Dios en el libro de los Salmos emergen de las vivencias cotidianas del pueblo, y surgen en medio de las relaciones diarias de la comunidad, en las cuales puede verse manifestada la acción divina. Ese tipo de teología—que muy bien puede catalogarse como «inductiva»,
«popular» o «contextual», en el mejor sentido de esas palabras e ideas—toma seriamente en consideración el panorama complejo y amplio de la vida, y pone de relieve los temas y asuntos que tienen gran importancia existencial para el pueblo de Israel y para sus líderes religiosos52.
Y como uno de los asuntos de más importancia en la vida es la felicidad, los dos primeros salmos presentan y exploran ese fundamental tema de forma destacada, e identifican y subrayan el tono teológico y el propósito pedagógico de la obra: «Es bienaventurada la gente que…» (Sal 1:1) 53. La persona feliz, dichosa, alegre y bienaventurada es la que confía en el Señor y no presta atención a los malos consejos. Esas personas son las que descansan y meditan en la «Ley del Señor»—que en el idioma hebreo, más que reglas inflexibles y reglamentos áridos, significa
«instrucciones» o «enseñanzas»54.
El segundo salmo continúa ese tema de la felicidad verdadera, y añade el elemento del
«refugio» (Sal 2:12), que pone en evidencia clara los temas de la confianza y la seguridad en la presencia divina. Los hombres y las mujeres felices son los que incorporan las enseñanzas divinas al estilo de vida, y las que se refugian en el Señor en
el momento de la dificultad.
Desde el comienzo mismo del libro, los Salmos revelan asuntos teológicos, existenciales y religiosos de importancia capital. Y uno de ellos es que la felicidad plena en la vida se relaciona con las alabanzas a Dios y con el reconocimiento y la aplicación de sus enseñanzas. En el Salterio se afirma continuamente que la alabanza y las oraciones generan dinámicas de esperanza, salud, bienestar y liberación en los creyentes. Y esas manifestaciones divinas, que producen en las personas sentido de futuro, seguridad y porvenir, se fundamentan en la naturaleza de Dios, que se pone en clara evidencia en su nombre55.
La importancia del nombre personal de Dios en el libro de los Salmos no puede ignorarse ni subestimarse56. En efecto, el nombre divino revela un extraordinario sentido de identidad, pertinencia y pertenencia (véanse Sal 8; 66; 68; 69; 92; 113; 145), pues son sus intervenciones históricas en medio de las vivencias del pueblo las que hacen que la comunidad le adore y le sirva. El Dios del Salterio es Yahvé57—Jehová, en las traducciones Reina-Valera—, que también es el Dios de Abraham y Sara, de Moisés y María, y de David y Rut; además, es el Dios de los profetas, y el Señor que intervino en la historia de su pueblo en Egipto, el desierto, el exilio y el período de la restauración. En los salmos, Dios nunca es visto o entendido como una divinidad menor, sino como el Señor «rey de Sión, su santo monte» (Sal 2:4–6). En efecto, el nombre del Señor comunica lo fundamental del misterio y de la maravilla de la revelación divina, pues transmite las ideas teológicas básicas de vida, identidad, presencia y permanencia.
La importancia del nombre de Dios en el Salterio salta a la vista al descubrir las repetidas veces que se utiliza58. ¡En ningún otro libro de la Biblia el nombre divino es utilizado con tanta frecuencia! En 691 ocasiones se usa la grafía hebrea larga de Yahvé—o Jehová, en Reina-Valera—; en 40 instancias se emplea la manera abreviada de Yah; y en otras 437 veces se alude a las diversas formas de El, Elohim o Eloah. A esas importantes referencias debemos añadir los numerosos epítetos divinos, que destacan algún componente fundamental de su extraordinaria naturaleza: p.ej., Señor, Padre, Madre, Roca, Refugio, Pastor, Omnipotente, Altísimo, Justo y Rey.
Las diversas metáforas que utilizan los poetas bíblicos para referirse a Dios se relacionan íntimamente con el desarrollo social, religioso, político, espiritual y económico del pueblo a través de los años59. De acuerdo con los estudiosos y eruditos de la simbología religiosa, las percepciones de las divinidades antiguas se asocian directamente con las transformaciones comunitarias; es decir, que los autores antiguos imaginaban sus dioses de acuerdo con sus experiencias de vida. La cotidianidad jugaba un papel protagónico en el desarrollo de la imaginación y la creatividad literaria.
En primer lugar, hay imágenes que se relacionan con la vida agraria y nómada del pueblo, y asocian a las divinidades con los aspectos físicos e incontrolables de la naturaleza—p.ej., rocas, astros, agua, tormentas, fuego—y los describen como fuertes e impredecibles. Posteriormente, cuando los grupos nómadas se hacen sedentarios y desarrollan ciudades-estados, las ideas en torno a las divinidades se relacionan con las imágenes de reyes, guerreros, soberanos, o con los conceptos de poder, autoridad, firmeza, violencia. Finalmente, las sociedades, cuando se desarrollan aun más, con el paso del tiempo, enfatizan los algunos componentes fundamentales relacionados con la vida familiar e íntima, y representan sus divinidades de formas más cercanas, personales y familiares—p.ej., como padre, madre, hermano, amigo, vecino, ayuda—.
De particular importancia en torno a las imágenes de Dios en el Salterio es su afirmación continua y relación insistente con las ideas de poder, autoridad, señorío y realeza. Para los salmistas, en efecto, Dios es rey. Y aunque con el tiempo,
particularmente luego de la crisis del destierro y el exilio en Babilonia, la institución de la monarquía en Israel perdió su eficacia y poder real en el pueblo, las imágenes de Dios como rey supremo, soberano absoluto y Señor poderoso no decayeron; al contrario, esas imágenes tomaron dimensión nueva en las teologías mesiánicas, escatológicas y apocalípticas.
Las afirmaciones de Dios como rey tienen en el libro de los Salmos gran importancia literaria y teológica. La metáfora del reinado del Señor está ubicada en el centro mismo de la teología del Salterio, pues revela las percepciones que el pueblo y los salmistas tenían de Dios, a la luz de las comprensiones y realidades políticas, sociales y religiosas de esa época monárquica. Esa metáfora se amplía aún más con el uso de verbos y adjetivos que revelan una red extraordinaria de relaciones sociales, formulaciones filosóficas y afirmaciones teológicas. Y la base de esa teología real se manifiesta claramente en el importante clamor litúrgico: «¡El Señor reina!».
Uno de los vectores que le brinda sentido de dirección literaria, cohesión teológica y profundidad espiritual al Salterio es ese fundamental tema del reinado universal de Dios. Los Salmos, en torno a ese particular y destacado asunto, desarrollan una serie de enseñanzas que constituyen su contexto teológico básico y su fundamento religioso principal. Junto al nombre del Dios que reina sobre el universo y sobre las naciones, se congregan sus súbitos para orar, clamar, interceder y adorar, y también para reconocer su autoridad, misericordia, virtud, amor y poder (véase Sal 24; 29; 47; 93; 96; 97; 98; 99). Los Salmos son las alabanzas y las proclamaciones de la gente que celebra y afirma que el Dios bíblico es rey y soberano. Sus plegarias están llenas de referencias directas e indirectas de esa indispensable y fundamental comprensión teológica. En efecto, el Dios de los Salmos es rey60, y la manifestación extraordinaria de su soberanía es una característica fundamental de su esencia.
El Dios que es rey tiene sus escuadrones y milicias, imágenes que se ponen claramente de manifiesto en la construcción lingüística «Yahvé Tsebaot», que ha sido tradicionalmente entendida y traducida como «Señor—o Jehová—de los ejércitos». Esta construcción del nombre divino puede ser una referencia a las legiones celestiales y terrenales (Sal 103:21; 148:2) o a los ejércitos de los astros (Is 34:4; 40:26; 45:12; Jer 33:22), y también puede ser una alusión a la totalidad de la creación, tanto en los cielos como en la tierra, que responden a las directrices divinas con obediencia y respeto militar (Gn 2:1; Sal 33:6). La expresión también puede ser un adjetivo que describe el poder divino de forma superlativa; es decir, que nombrar al «Señor de los ejércitos» equivale a aludir a su poder extraordinario y a su virtud sin igual61.
La enseñanza que afirma que Dios es rey también pone en evidencia dos valores de gran importancia bíblica y teológica: El rey divino es creador y salvador. Ese concepto de Dios como rey incluye la idea del triunfo contra las fuerzas del mal, que se manifiestan en la creación del universo (Sal 29; 93; 104). El rey divino estableció el orden y superó las dinámicas del caos que tratan de destruir la creación de Dios. Las fuerzas hostiles que se organizan contra el orden y la paz son únicamente superadas por la intervención maravillosa del rey creador, que tiene la capacidad y la voluntad de superar esas dinámicas de desorden y desintegración (Gen 1:1–3).
En el fragor de esa gran batalla cósmica se manifiestan la santidad, la justicia y el poder de Dios, y el reinado divino se reconoce, celebra y aprecia. Dios salva a la humanidad y la creación del caos, y propicia un ambiente adecuado de justicia y paz. Los cielos y la tierra existen por la voluntad divina, y por su amor y misericordia se mantienen. El Dios que es rey en medio de su pueblo es también quien mantiene el orden que estableció desde el principio. Su soberanía y extraordinario poder no solo se manifiestan en los relatos de creación (Gn 1–3) sino que su voluntad de justicia y paz se revela en sus
continuas intervenciones históricas para mantener el orden y superar el caos en medio de su pueblo y de la humanidad.
El pueblo de Dios está inmerso en los procesos históricos en los cuales se manifiesta la injusticia y el dolor. Los Salmos son plegarias y clamores que sirven para responder a esos grandes conflictos de la vida. El Dios que es rey está al lado de su pueblo para ayudarle en el momento oportuno, y las oraciones del Salterio son demostraciones claras de esa relación íntima entre el rey y su pueblo. Las voces de los salmistas se levantan para presentar la teología del reinado de Dios en medio de sociedades injustas y hostiles. La declaración «Dios reina» es una certera afirmación teológica de fe y esperanza, que revela claramente la confianza que los adoradores tienen en su creador. La afirmación revela el poder divino al establecer la tierra y su capacidad de gobernar con justicia y equidad.
Junto a la teología del reinado divino se incluyen otros conceptos de gran importancia: p.ej., el Señor es guerrero y poderoso en la batalla (Sal 24:7–10); y, además, es juez (Sal 9:7), pues su intervención militar le prepara para establecer su trono con justicia (Sal 105:7). La manifestación de la justicia—que es a la vez punitiva y salvadora—es una forma de intervención divina que mantiene el poderío y la autoridad del Señor sobre la tierra. Y en la afirmación y administración de su reino, el Señor es juez de las naciones (Sal 9–10; 96), de los dioses paganos (Sal 82), del pueblo de Dios (Sal 50) y de los individuos (Sal 94).
La afirmación «el Señor reina» incluye también una serie importante de atributos que contribuyen significativamente al desarrollo de la teología del Salterio. Como Dios es el gran rey sobre toda la tierra (Sal 145), su señorío se manifiesta en todas las generaciones, se grandeza es extraordinaria, su majestad es maravillosa, y su santidad y poder son irresistibles.
En ese contexto de los atributos divinos relacionados con el reinado de Dios, se destacan dos temas de importancia capital: su justicia y su amor62. El significado pleno de ambos conceptos hebreos sobrepasan los límites de la comprensión, interpretación y traducción castellana. La justicia divina se relaciona con su rectitud y su capacidad de implantar el orden, para superar las dificultades que traen desesperanza y desorientación a la humanidad. El concepto revela la preocupación divina por lo recto, y guía sus acciones para vindicar y restituir a la gente agraviada y necesitada, y para perdonar a las personas que imploran su misericordia.
El amor, por su parte, se relaciona con la misericordia y la fidelidad, y es el fundamento que afecta e informa el resto de las acciones divinas. El amor de Dios—en hebreo, hesed—se relaciona con el deseo y compromiso divino de responder adecuadamente a las necesidades humanas en el momento oportuno63. Ese amor es eterno, que es una manera de destacar y afirmar su naturaleza extraordinaria y peculiar.
Otras ideas y valores teológicos fundamentales64, que se desprenden del estudio de los Salmos, se relacionan con el pueblo de Dios, con la ciudad de Dios—Jerusalén, llamada también Sión—, con el rey mesiánico, con la Ley del Señor, con la respuesta humana a la revelación divina, y con los conflictos y las dificultades de la vida. Junto al tema del reinado del Señor se manifiestan otras preocupaciones existenciales de los salmistas, que revelan las percepciones teológicas de sus autores y de la comunidad.
La comunidad a la que se alude en el Salterio con regularidad se identifica con imágenes pastoriles—p.ej., «referencias directas a los pastores y a las ovejas» (Sal 23)—, que ponen en clara evidencia las percepciones rurales y nómadas que tenían algunos escritores de esa literatura65. Las oraciones revelan el deseo humano por entender la existencia en términos de su relación con el Dios que es a la vez rey y pastor. Esas plegarias ponen de relieve la comprensión que el pueblo y los adoradores
tenían de las intervenciones históricas de Dios con su pueblo; particularmente muestran la liberación de Egipto y la conquista de Canaán. La intervención redentora de Dios en medio de la sociedad ubica al pueblo como parte de la herencia divina (Sal 74:2).
La ciudad del gran rey es Jerusalén, a la que se alude continuamente como Sión. El Señor mismo escogió esa ciudad para que fuera morada de su nombre, que es una manera poética de afirmar su presencia en medio del pueblo. El monte de Sión, de esta forma, se convirtió en la morada terrenal de Dios, en contraposición a su estancia eterna en los cielos. Jerusalén, por ser ciudad real, pasó a ocupar un lugar prominente en la teología del Salterio y en la reflexión bíblica; y su importancia se destaca continuamente al llegar a esa región geográfica de Palestina y «subir» a la gran ciudad (Sal 46; 48; 84; 42–43; 120–134; 137).
El regente terrenal de Sión, la ciudad del gran rey, es el monarca davídico, que ha sido designado con el importante título de «ungido» o «mesías», fundamentado en la alianza con al famoso rey de Israel (Sal 89; 132). En su reinado humano se representan los valores y principios del Rey eterno; y en sus formas de implantación de la justicia se revelan los pilares legales y morales que sostienen su administración. Al monarca de Israel se le concede la potestad de representar al Señor ante el pueblo y ante las naciones (Sal 2; 18; 20; 21; 45; 72; 110). El ordenamiento social y las disposiciones jurídicas necesarias para la administración efectiva del gobierno se fundamentan en la Ley de Moisés, que es una especie de constitución que contiene decretos, mandamientos y estatutos divinos.
Para el pueblo de Dios la Ley de Moisés es el distintivo (Sal 105:45; 147:19–20) y la norma que revelan su fidelidad y lealtad (Sal 25:10; 50:16; 103:17–18; 112:1). El monarca israelita, que es el rey ungido del Señor, conoce sus deberes y lleva a efecto su misión administrativa, política, social y religiosa al estudiar cuidadosamente la Ley y evaluar los mandamientos y las ordenanzas con rigurosidad (Sal 18:21–22; 89:30–33; 99:7). Esa Ley, inclusive, se puede convertir en instrumento de gran importancia para la salvación (Sal 94:12–15; 119), pues se entiende que su fundamento y autoridad emanan de la misma creación del mundo (Sal 33:4–7; 93:5; 111:7; 148:6). Los salmos que afirman la Ley de Moisés en el Salterio tienen una gran intensión educativa, pues ponen de manifiesto las virtudes de los mandamientos divinos, que responden a las diversas necesidades religiosas, sociológicas, políticas y sociales del pueblo.
El estudio de la teología en los Salmos revela también las respuestas humanas al reinado de Dios. Del análisis del Salterio se desprenden las diversas formas en que los adoradores se relacionan con Dios. Esas reacciones pueden ser de gozo y lágrimas, de triunfo y frustración, de alegría y tristeza, de alabanza y desesperanza, de perdón y odio, de amor y rencor, de gratitud y dependencia, y de humildad y orgullo. En los salmos se ponen de relieve las más diversas de las experiencias humanas, con sus integraciones y contradicciones, que se nutren y manifiestan en la vida misma.
El conflicto es una de esas manifestaciones humanas que se descubren en los Salmos. En efecto, el reinado del Señor incluye diversos niveles de conflicto, pues el Salterio no solo revela la victoria final y definitiva del Señor sobre las fuerzas cósmicas del mal, del caos y de la historia, sino que pone de relieve las luchas internacionales y nacionales, y los conflictos interpersonales y personales que se libran en los muchos frentes de batalla de la vida. Como el reino del Señor irrumpe en la historia a través de un regente humano, y enfrenta vicisitudes, problemas y desafíos propios de las instituciones sociales, políticas y religiosas de la época, la oposición y los conflictos son parte integral de la vida. Se oponen al reino divino las naciones paganas, la gente infiel y los dioses falsos, a los que se alude sistemáticamente en los salmos (Sal 9–10).
Ese mundo natural de conflictos continuos y contradicciones inesperadas presenta a los
adoradores en sus realidades cotidianas y en sus vivencias inmediatas. Los seres humanos en el libro de los Salmos son figuras que deben enfrentar la existencia humana con sentido de fragilidad, finitud, mortalidad y vulnerabilidad. Los personajes del Salterio deben enfrentar las dificultades humanas y reaccionar a las complejidades de la vida con las herramientas que las personas mortales tienen para responder a los desafíos ordinarios y extraordinarios que les presenta la existencia. La teología de los Salmos no presupone gente con poderes extraordinarios que no están sujetos a las crisis personales, familiares, comunales, nacionales e internacionales. La gente que adora en el Salterio— y también la que se ve representada en sus poemas—es la que en la vida debe enfrentar las vicisitudes formidables, que reclaman lo mejor de su intelectualidad y moralidad.
El Dios que es también rey tiene una serie de atributos extraordinarios, entre los cuales se destacan los siguientes:
- Es creador de cuanto existe, pues todo lo hizo mediante el poder de su palabra (Sal 33:6–9).
- Es dueño de todo, pues como creador afirma su autoridad y señorío sobre toda la
creación (Sal 103:19);
- Es providente, pues se acuerda se su creación para darle protección y para darle apoyo a las personas, los pueblos, los animales, las cosas y el mundo entero (Sal 145:15–16).
- Es el Dios de Israel, pues escogió a esa nación para que le representara entre los
pueblos y fuera agente de su voluntad a la humanidad (Sal 135:4).
- Es bueno y bondadoso, pues derrama constantemente su amor sobre sus criaturas (Sal
100:5).
- Es legislador, pues reveló su ley a la humanidad y gobierna a los pueblos a través de
esa legislación de gran contenido ético, espiritual y moral (Sal 19:9).
- Es misericordioso, pues manifiesta su amor extraordinario para perdonar a su pueblo
(Sal 51:1–2).
- Es juez justo, que analiza el comportamiento de la humanidad y evalúa con rectitud
sus decisiones (Sal 58:12).
- Y es santo, pues su particular naturaleza divina sobrepasa los límites de comprensión humana (Sal 139:6).
Con la afirmación elocuente «mi Dios y mi rey» llegamos al corazón de la teología del Salterio. Esa declaración de fe extraordinaria no solo es teológica y espiritual sino política, económica y social. Se relaciona con el reconocimiento de Dios como rey, y con la seguridad política y social que la presencia divina le brinda a la persona que adora. La frase supera las comprensiones tradicionales de la divinidad y pone de manifiesto el fundamento de la teología de los Salmos: Dios se relaciona con su pueblo no solo como su divinidad lejana y remota sino como su monarca cercano e íntimo, y esa relación histórica y espiritual revela la base misma de la confianza y las esperanzas de las oraciones individuales y colectivas.
Dios, que es rey supremo y eterno, tiene el deseo, la capacidad, el valor, la dedicación y el compromiso de responder a los clamores más íntimos de sus adoradores. Y esa afirmación teológica es fuente de esperanza y seguridad. Por esa razón espiritual, los pobres claman al Señor, y aún el alma sedienta del adorador se allega con humildad ante su presencia, para recibir la respuesta propicia y certera del Dios vivo que es, en efecto, rey (Sal 42–43; 62; 63; 130; 139).
La lectura cuidadosa del Salterio pone en evidencia que el factor básico que une los diversos tipos y géneros de salmos es Dios: Los himnos exaltan su grandeza y poder; las súplicas imploran su ayuda y misericordia; las acciones de gracias reconocen sus
favores y su amor; los salmos reales dan testimonio del plan redentor de Dios hacia Israel y la humanidad; y los poemas educativos y sapienciales afirman y destacan los valores morales, éticos y espirituales que se desprenden de su revelación extraordinaria. Esta comprensión teológica del Salterio nos lleva al tema de la escatología, que contiene afirmaciones religiosas de gran importancia histórica y que también goza de gran popularidad en algunos círculos eclesiásticos contemporáneos. De antemano, es importante indicar lo que entendemos en este estudio por «escatología», que tradicionalmente se define como el discurso sobre «las cosas últimas». En nuestro contexto, nos referimos a los momentos postreros de la vida de las personas y su futuro en la ultratumba; se trata, más bien, del destino que le aguarda a los seres humanos al final de sus días, y luego de la muerte. El Dios del Salterio, que ciertamente es rey de la tierra, el cosmos y la humanidad, tiene la capacidad de intervenir y decidir la suerte de los fieles y consumar el destino final de Israel, de todo el mundo y del cosmos.
La gran mayoría de los salmos, en la tradición del Antiguo Testamento, se hacen eco de las creencias tradicionales del pueblo respecto a lo que sucede más allá de la vida.
Después de la muerte, las personas llegan al sheol—lugar que, en el pensamiento antiguo, se suponía estaba ubicado debajo de la tierra—; y allí permanecen en un estado en el cual no pueden alabar a Dios, que es una referencia poética a la infelicidad que se vivía (Sal 88:11–13; 6:6; 115:17; 141:7). Esa creencia hace que la teología de la retribución divina tenga gran importancia, pues afirma que las personas deben recibir en la vida el resultado de sus actos buenos y malos. Y aunque es motivo de preocupación la prosperidad de la gente malvada, el salmista confía que Dios intervendrá en el momento oportuno para hacerle justicia.
La comprensión adecuada y la aplicación sabia de la teología del Salterio que pone de manifiesto el tema del reinado divino, debe tomar en consideración la ideología que presuponen estas enseñanzas. Los salmos de la realeza del Señor, junto a los que presentan las imágenes de la figura del rey, incluyen las ideologías imperantes en esa época, que en ocasiones propiciaban la dominación y el imperialismo. Esas ideologías deben ser identificadas, analizadas y explicadas con criticidad, cautela y sobriedad.
Los salmistas, utilizando las herramientas literarias, teológicas, ideológicas y filosóficas que poseían en su época, presentaban al Dios que ejercía su voluntad por medio de los ejércitos y las armas. Y aunque el objetivo misionero del pueblo y sus líderes era anunciar y presentar las virtudes del único Dios verdadero, y también recordar y afirmar las promesas hechas a los antiguos patriarcas y matriarcas de Israel, lo hacían por medio de las guerras de conquistas que a veces tenían propósitos imperialistas. El presupuesto teológico parece ser que mientras mayor era el número de conquistas y triunfos, mayor era también la manifestación de la gloria divina.
Una lectura cristiana de los salmos, particularmente de los poemas del reino de Dios, le añade una nueva dimensión teológica y transforma la perspectiva antigua del Salterio. En Jesús, la importante convicción, afirmación y declaración de la realeza divina y el ejercicio del poder se llevan a efecto de forma diferente. Jesús es el rey universal, pero su ascensión no fue a los tronos humanos llenos de esplendor y pompas, sino a la cruz, que es símbolo de justicia, rectitud y esperanza. El objetivo de su ascensión no fue la demostración del poder para ofender, herir, cautivar y controlar, sino su deseo de dar vida y vida en abundancia a la humanidad (Jn 10:10).
Desde la cruz, el Señor, llama a la humanidad a seguir sus enseñanzas y atrae a los pueblos a sus mensajes, que se basan en la misericordia, el amor, la solidaridad y el perdón. El Cristo de la cruz no lleva a efecto un programa de conquistas imperialistas sino presenta que los mensajes de paz y justicia, las enseñanzas de amor y misericordia, los valores del perdón y el arrepentimiento, y las virtudes de la fe y la esperanza.
Los cuatro evangelios están de acuerdo en afirmar que Jesús es rey, y esas enseñanzas se manifiestan especialmente en las narraciones de la pasión. Sin embargo, la teología cristiana afirma, fundamentada en los discursos de su líder y Maestro, que los medios para adelantar el reinado del Señor en el mundo no es la violencia, ni la opresión, ni la conquista militar, sino las demostraciones concretas de amor, y el disfrute de la justicia, que es el resultado pleno y adecuado de la implantación de la paz.
SIERVOS, ENEMIGOS, POBRES Y ENFERMOS
En el entorno del reinado de Dios—y también en medio de los conflictos humanos continuos—, el Salterio identifica a la gente que adora y ora como «los siervos» del Señor, y a las personas que se contraponen a la voluntad divina, como «enemigos». La palabra «siervo» en el Antiguo Testamento tiene una carga teológica particular66.
Identifica a las personas cuya vida, identidad, conducta y pensamientos se fundamentan en sus relaciones con Dios (Sal 16:2; 116:16), pues el Señor se deleita en el bienestar de sus siervos (Sal 35:27). Ese bienestar amplio en la vida, que en hebreo se identifica con la palabra shalom, alude a la felicidad plena y al disfrute absoluto de la paz, que emana de la creación de Dios y que se restaura mediante la salvación y redención divina67.
El bienestar de los siervos y las siervas del Señor tiene serias repercusiones teológicas, espirituales, políticas, sociales, económicas y emocionales. Ese shalom divino produce en la gente que es sierva del Señor un sentido grato de paz, felicidad, bondad, salud, esperanza, integridad y seguridad, pues se fundamenta en la relación armónica y fiel entre la persona que adora y Dios. Quienes se oponen a esa relación íntima y afectan el shalom divino, ofenden no solo a la persona aludida sino a Dios mismo. Cuando se altera la paz y el bienestar humano se hiere la voluntad de Dios, que está seriamente comprometida con esos importantes conceptos.
Los llamados «enemigos» que se incluyen en el Salterio, son los que han afectado el shalom o la paz y armonía de la gente de bien o de la sociedad. Sus actitudes ingratas y acciones injustas van en contraposición a la voluntad divina. Esos enemigos individuales o nacionales que se presentan en el Salterio, no solo hieren y afectan a las personas, y desafían y retan la seguridad de las naciones, sino que se oponen a Dios y a su reinado de paz y justicia en el mundo. La hostilidad y adversidad de los enemigos no es vista en el libro de los Salmos únicamente como un esfuerzo humano para contrarrestar algunas iniciativas personales o colectivas, sino como una acción hostil que va en contra de la revelación del Señor a la humanidad.
Los siervos del Señor y los enemigos se identifican en el Salterio como los justos y los malvados, para relacionarlos con sus comportamientos, acciones y conductas. La persona justa es la que vive de acuerdo con los principios de justicia que se revelan en la Escritura y que se afirman en los Salmos. Por su parte, las personas malvadas son las que no aceptan los valores divinos como guías para sus decisiones y acciones. La gente justa, que teme al Señor y es fiel (Sal 85:5, 9; 86:2; 116:15; 135:20), también se conoce por su rectitud y lealtad, pues el carácter y la dignidad de esas personas emanan de un sentido de confianza plena y seguridad en el Señor.
Los hombres y las mujeres que sirven al Señor piensan, actúan y viven de acuerdo al shalom divino. El bienestar de los individuos y de la humanidad no es el tema de la especulación hipotética sino el propósito fundamental de sus vidas. La gente malvada, por el contrario, vive de espaldas a la voluntad de Dios e ignora las necesidades humanas. La conducta que presenta este sector adverso y hostil de la sociedad revela arrogancia, prepotencia, violencia e injusticia (véase particularmente el Sal 10). Y su prosperidad y triunfo temporero es motivo de preocupación y dolor para la gente justa,
que puede superar esos sentimientos de frustración y preocupación únicamente confiando en las promesas de Dios (Sal 34; 37; 49; 73).
En las contradicciones humanas del reinado del Señor se incluyen dos términos de gran importancia teológica y espiritual: los pobres y los fuertes. Esas palabras describen nuevos niveles de sentido de los justos y los malvados. La persona pobre que clama al Señor en el Salterio (Sal 35:10) es también descrita como justa, leal, necesitada, humilde, menesterosa, débil y afligida. Es la gente que con sus fuerzas, voluntades, trabajos o esfuerzos no pueden prosperar, crecer, desarrollarse y superarse en la vida.
¡Dependen únicamente de la intervención divina! ¡Confían solo en la gracia de Dios!
¡Esperan la misericordia del Señor! Esos pobres, a la vez, son débiles y fuertes. Débiles en su condición humana, por la precarizad de sus realidades personales, y también fuertes por la esperanza que tienen, por la confianza que expresan.
La pobreza es primordialmente en las Escrituras hebreas una condición socio- económica real y concreta; en efecto, es una situación que revela privación y necesidad, dolor y angustia, injusticia y desamparo. Es un mal político y social grave, y se convierte en escándalo teológico pues revela que los ideales del reino de Dios, tan importantes para la implantación de la justicia, todavía no se manifiestan plenamente en la humanidad. La pobreza en el mundo indica que las desgracias todavía azotan a la sociedad, pues hay personas que sufren graves injusticias económicas, con sus nefastas manifestaciones socio-sicológicas, personales y familiares.
Los profetas anunciaron el día de la eliminación de la pobreza, a la llegada e implantación del futuro reino de Dios (Is 40:9; 41:27; 52:7). Y las bienaventuranzas de Jesús, de acuerdo con el Evangelio de Lucas, revelan esa misma perspectiva teológica (Lc 6:20–23). De acuerdo con el ideal bíblico, llegará el momento cuando se superarán las dinámicas humanas que generan pobreza y desesperanza en la humanidad.
El concepto de pobre en el Salterio no solo incluye ese importante componente económico tradicional, sino que incorpora nuevos niveles de sentido, en el cual se incorporan dimensiones físicas, emocionales, espirituales y sociales. La categoría de pobreza en los Salmos sobrepasa las percepciones económicas e incursiona con fuerza en niveles noveles humanos más íntimos y profundos. La pobreza del Salterio no está confinada a la realidad fiscal, pues describe un estado humano de impotencia que necesita la acción divina para ser superada. Es considerada, en ocasiones, como una actitud espiritual de entrega al Señor, pues la gente pobre reconoce su necesidad e impotencia. Ese tipo de personas, que reconocen con sinceridad su impotencia ante los grandes desafíos económicos de la vida, constituyen la gente bienaventurada, según el mensaje de Jesús en el Sermón del Monte (Mt 5).
El Salterio enfatiza la espiritualidad y las virtudes que se caracterizan por esa actitud de pobreza, que pudiéramos identificar como «evangélica», por su relación con el discurso de las bienaventuranzas de Jesús (Mt 5). Varios salmos compuestos luego del destierro en Babilonia (p.ej., Sal 121–125) idealizan la vida que llevan esas personas pobres: Son gente sencilla y humilde, aldeanos y aldeanas que viven en armonía con la naturaleza, personas que disfrutan la amistad, hombres y mujeres que celebran la paz. Y aunque no pueden articular discursos filosóficos elocuentes, sus expresiones ponen claramente de manifiesto la profundidad de sus experiencias religiosas y la extensión e intensión de sus convicciones espirituales.
Los pobres de Salterio son personas peregrinas, no solo en el sentido literal del término, sino en un nivel semántico más profundo. Sus vidas revelan un movimiento continuo de las realidades cotidianas a la presencia de Dios, simbolizada por las visitas al Templo de Jerusalén, que era prototipo de la morada ideal del Señor. Estas personas pobres se veían a sí mismas como parte del peregrinar del pueblo de Dios, que marchaba
nuevamente en un éxodo novel desde Babilonia a la Tierra Prometida. Ese peregrinar continuará hasta que Israel y todos los pueblos se encuentren unidos por las mismas convicciones espirituales ante la presencia misma del Dios creador y salvador de la humanidad.
En términos humanos, corresponde al rey davídico responder al clamor de esa persona pobre, que requiere ayuda, apoyo y seguridad (Sal 74). Y quienes se presenten como pobres ante enemigos poderosos, pueden reclamar la intervención de Dios, que les escucha y responde en el momento oportuno (Sal 12; 14; 68; 69; 82; 102; 140).
Lamentablemente, los siervos y las siervas del Señor fallan, y sus pensamientos, motivaciones, decisiones y acciones no llegan al nivel de excelencia y pulcritud que se requiere en el reinado divino. Viven vidas que no son guiadas por los principios y criterios que sostienen el reino de Dios. Y aunque son pobres y se humillan ante la presencia del Señor, sus acciones han motivado la ira y el juicio divino. En el Salterio se indica claramente que aunque Dios les ama intensamente (Sal 78; 106), no tolera el pecado ni las acciones injustas (Sal 90). Sin embargo, aunque rechaza las actitudes adversas y desleales de los individuos y la comunidad, no actúa con ellos conforme a sus pecados (Sal 103; 130), sino que responde al clamor individual y colectivo con misericordia y amor (Sal 25; 32; 36; 39).
Una de las peculiaridades teológicas que se pone de manifiesto al leer los salmos es la relación íntima que hacen los poetas y salmistas entre las enfermedades y el pecado. Inclusive en ocasiones se indica que las enfermedades son producto de la ira divina, que se manifiesta en el cuerpo de las personas que han transgredido la Ley. Esa comprensión de las enfermedades como parámetros del juicio divino debe ser entendida de forma adecuada, a la luz de la teología cristiana. Una aplicación de esa comprensión teológica puede ser causa de crisis seria en personas que, aunque padecen enfermedades físicas, han decidido ser fieles a Dios.
En primer lugar, debemos entender la naturaleza del lenguaje poético y las imágenes del sufrimiento físico descrito en algunos salmos. Esa característica simbólica e imaginativa de la poesía del Salterio hace muy difícil asegurar que las expresiones de enfermedad en los salmos son literales o figuradas. Posiblemente algunos salmos utilizan esas imágenes para enfatizar la naturaleza de la crisis y la importancia de la oración (p.ej., Sal 6; 32; 39; 41; 88; 103; 107).
Además, la comprensión y aplicación de las imágenes de enfermedad en los salmos debe tomar en consideración lo siguiente68:
- La singular relación entre las enfermedades y el pecado se manifiesta en oraciones específicas de personas particulares en ocasiones determinadas. Por esa razón, de esas afirmaciones religiosas no deben sacarse conclusiones universales que relacionen todas las enfermedades con el pecado de las
- La fe que manifiestan los salmos no destaca la naturaleza y extensión de las enfermedades ni su origen biológico, sino enfatizan el poder divino como el que puede liberar a las personas de las calamidades físicas o emocionales. Para los salmistas, la vida entera y sus complejidades estaban a la merced de la intervención misericordiosa de
- Aunque la creencia de que el pecado humano podía producir enfermedades en las personas era común en la antigüedad, los salmos destacan que únicamente Dios tiene el poder y la capacidad de responder a las oraciones de los fieles para restaurar su salud y traer
- Un tema que se destaca en esas oraciones, cuando se comparan con el resto de la
Escritura, es la importancia de la confesión de los pecados, que revela un sentimiento de
humildad y reconocimiento del poder divino en las personas. El ser humano que se allega a Dios con humildad y reconocimiento de su condición pecaminosa se expone a la gracia y al perdón del Señor.
- En el libro de Job se pone claramente de manifiesto que no todas las calamidades físicas y enfermedades son producto del pecado ni del juicio divino. Esa afirmación teológica es fundamental para comprender adecuadamente la relación entre el pecado y las enfermedades que puede manifestarse en algunos poemas del Salterio. El origen de las enfermedades es complejo y variado, y ubicar todas las enfermedades en relación al pecado humano es no hacer justicia al resto de la teología bíblica, particularmente la que se revela en el libro de
- Las sanidades y liberaciones que Jesús de Nazaret llevó a efecto durante su ministerio en Palestina son signos extraordinarios del poder de Dios sobre Satán y los poderes de la muerte. De particular importancia es la relación que hace Jesús entre la sanidad y el perdón, que revela su firme deseo de responder a las necesidades humanas de forma integral. El propósito divino, de acuerdo con el ministerio de Jesús relatado en los Evangelios, es que los enfermos sean sanados y sus pecados sean
- Finalmente, los salmos que relacionan la enfermedad con los pecados y el juicio divino no deben usarse para aumentar la ansiedad y la angustia a personas enfermas y agobiadas. El punto culminante de esos salmos es el reconocimiento del poder divino que tiene la capacidad de perdonar y sanar a los seres humanos. El Dios de los salmos sana a las personas fundamentado en su misericordia y
ALMA, VIDA, MUERTE Y SHEOL
La comprensión adecuada del Salterio debe tomar en consideración el uso de una serie de términos que transmiten conceptos e ideas de gran importancia teológica para los creyentes en la actualidad. La teología bíblica está íntimamente ligada a las imágenes del mundo y la sociedad que se tenía en la antigüedad. El pueblo de Israel intentaba entender la naturaleza y la sociedad con la mentalidad religiosa y pre-científica que caracterizaba el mundo antiguo, particularmente común en el Oriente Medio. No es posible analizar adecuadamente la teología de los Salmos desde nuestras comprensiones del cosmos y la vida, sin tomar en consideración el mundo semítico antiguo.
Una palabra de gran importancia religiosa contemporánea es «alma»69, que es muy común tanto en el Salterio y como en el resto de la Biblia. La expresión castellana
«alma» es la traducción del término hebreo nefesh (Sal 104:1)—que significa propiamente «fuerza vital»—, o de ruach (Sal 104:30)—que transmite las ideas de viento o espíritu—. Para las sociedades modernas, como la latinoamericana y caribeña, la palabra «alma» comunica una serie de ideas griegas que aluden principalmente a la parte espiritual del ser humano, que se compone de cuerpo y alma.
Desde la perspectiva hebrea, sin embargo, los seres humanos son la creación de Dios del polvo de la tierra, que han recibido el aliento o el soplo divino (Gn 2:7). Cuando Dios quita su soplo o espíritu—generalmente el ruach—de las personas, las criaturas vivientes simplemente mueren. En el sentido bíblico de la expresión, el «alma» es la vida misma de las personas que solo puede ser otorgada por Dios. Cuando falta el alma, desaparece la vida.
La vida no es para el pensamiento hebreo materia de especulación filosófica sino la manifestación concreta y práctica del soplo de Dios (Gn 2:7; 7:22). El origen de la vida es Dios mismo, que la otorga de acuerdo con su voluntad, para generar «criaturas vivientes». En la muerte, ese aliento divino regresa a Dios que lo dio (Ecc 12:7), y los cuerpos físicos comienzan los procesos naturales descomposición. La muerte se
relaciona con las ideas de tumbas, corrupción y sombras en el sheol, que se imaginaba prioritariamente como un mundo inferior en las profundidades de la tierra, lleno de sombras y silencio. No hay alabanzas a Dios en el sheol, pues no hay vida.
Las descripciones de las personas que habitan el sheol que se hacen en las Escrituras (Is 14; Ez 32), deben analizarse con mucha cautela exegética y prudencia teológica, pues ponen claramente de manifiesto la gran imaginación profética, pues nadie ha ido a ese lugar de la muerte y ha regresado a contar sus experiencias. Inclusive, aunque Samuel es llamado del sheol (1 S 28:14) y David comenta en torno a su hijo fallecido (2 S 12:23), el pensamiento israelita no dedica tiempo de calidad para explicar lo que sucedía en ese lugar, caracterizado por la oscuridad.
Esos conceptos en torno a la vida, la muerte y el sheol también eran comunes en el Oriente Medio antiguo, pues el importante concepto de la inmortalidad pertenecía únicamente a las divinidades, no era patrimonio humano70. Por esta razón, el Antiguo Testamento alude a la vida como algo frágil—se compara a la hierba del campo, que florece y crece en la mañana, y en la tarde es cortada, se seca y muere (Sal 90:6)—.
Respecto a ese tema de la brevedad y las limitaciones de la vida, el salmista indica:
«Porque mis días se han consumido como el humo, y mis huesos cual tizón están quemados.
Mi corazón está herido, y seco como la hierba,
por lo cual me olvido de comer mi pan (Sal 102:3–4).
Mientras esa afirmación teológica de brevedad y fragilidad hace que los salmistas se refugien en Dios, que es fuente de esperanza y seguridad, el sheol representa la muerte, y alude a las diversas calamidades que producen crisis en la vida. Cuando el salmista indica que el Señor ha sacado si alma del sheol, se refiere de forma poética a las dificultades que traen dolor y desesperanza a las personas. La palabra sheol, en este sentido, puede aludir metafóricamente a las enfermedades, las persecuciones, y aún hasta a las diversas desesperanzas humanas. Por esta razón, en la poesía hebrea se utilizan las imágenes relacionadas con la muerte y el sheol en formas paralelas (Os 13:14; Is 38:18), pues constituyen fuentes de poder que traen a las personas dolor, desasosiego, ansiedad, angustia, conflicto. El sheol se concibe, inclusive, como un poder de cuya mano ninguna persona puede escapar (Sal 89:48; Os 13:14).
La comprensión de ese poder tan fuerte que transmiten las ideas de la muerte y el sheol es lo que nos permite entender adecuadamente las imágenes del Cantar de los cantares (Can 8:6), en la cual esos términos—que esencialmente revelan imágenes negativas—se comparan al amor y la pasión—que primordialmente manifiestan conceptos positivos y gratos de la existencia humana—. La esencia de la comparación es la fuerza y el poder de los conceptos.
CORAZÓN, RIÑONES, HÍGADO Y CARNE
La teología del Salterio utiliza las imágenes del cuerpo para transmitir una serie importante de sentimientos e ideas. Corazón, por ejemplo, constituye un término de gran virtud teológica y antropológica. En sus formas bíblicas—en hebreo, leb y lebab—,
«corazón» aparece 858 veces en el Antiguo Testamento y la gran mayoría de las veces se refiere a las personas, aunque en algunas ocasiones se relaciona con Dios—¡en solo 28 instancias!—, siendo la más famosa la que se incluye en Oseas 11:8.
En primer lugar, la referencia al «corazón» describe inicialmente el órgano humano, particularmente en los pasajes que describen enfermedades y dolencias físicas (Sal
38:10). Y porque es un órgano humano interno, la imaginación popular lo relacionó con lo oculto, lo secreto, lo inaccesible, lo escondido, lo impenetrable. Esa particularidad se pone en clara evidencia con la declaración teológica que afirma que solo Dios conoce los secretos más profundos del corazón humano (Sal 44:21). Inclusive, el Señor puede discernir y ver las intimidades del corazón, sin ser engañado o defraudado por expresiones externas (1 S 16:7).
En el pensamiento semita, el corazón era el asiento de las emociones, p.ej., como el deseo humano (Sal 21:2); además, era visto como la fuente de las actividades intelectuales (Dt 29:4; Sal 90:12). ¡La gran clave de la sabiduría de Salomón era que tenía un «corazón que escuchaba»! (1 R 3:9–12). También en las Escrituras hebreas el corazón se relaciona con las acciones, la voluntad y las decisiones de las personas.
Inclusive, las respuestas humanas a la gracia divina se relaciona con el corazón (Ez 36:26).
Dios también tiene corazón. En el corazón divino se preparan sus planes (Sal 33:11), y
«le pesa el corazón» cuando su creación abandona su voluntad y se dedican al pecado y la maldad (Gn 6:6). En efecto, el arrepentimiento divino se relaciona con las acciones de su corazón (Jer 18:8; Jon 3:10), que en este contexto no significa arrepentimiento por alguna maldad, error o pecado, sino que cambió de opinión. De acuerdo con las Escrituras, el Señor que no solo cambia de opinión sino que manifiesta sentimientos humanos específicos, como el sufrimiento (Os 11:1–11; 13:4–14).
Otras partes del cuerpo humano que se utiliza en las Escrituras para transmitir conceptos son los riñones, el hígado y la carne. Aunque en hebreo se utilizan estas expresiones, en castellano se usan palabras como corazón, mente o alma. La referencia a los riñones con regularidad se relaciona con las imágenes del corazón, pues revela los sentimientos humanos más profundos de las personas (Sal 7:10; 16:7; 73:21). La expresión hebrea que se refiere al «hígado» se ha traducido como «alma» (Sal 19:9) o como «corazón» (Sal 108:1). La idea detrás de las imágenes y también de las traducciones bíblicas es destacar lo profundo de los sentimientos, pues los órganos que se utilizan de base para el desarrollo de las ideas son internos, y enfatizan la profundidad y seriedad.
En hebreo las referencias a «carne» aluden generalmente a la humanidad de las personas, en contraposición a la divinidad, o describen la mortalidad humana para contrastarla con la eternidad divina. Dios está consciente de esa realidad humana y recuerda que las personas son solo carne (Sal 78:39), razón por la cual manifiesta su misericordia y amor.
POESÍA EN LOS SALMOS
Al estudiar con detenimiento el libro de los Salmos, se descubre una singular característica de gran importancia literaria, teológica y espiritual: El Salterio está escrito en un lenguaje esencialmente simbólico, figurado, metafórico, poético71. Esa peculiaridad artística le imprime al libro niveles óptimos y extraordinarios de virtud estética, y le añade a los escritos una inusitada belleza espiritual y moral72. En efecto, en el libro de los Salmos la poesía bíblica llega a una de sus expresiones máximas, pues sus imágenes, insinuaciones y evocaciones le facilitan al adorador o adoradora, y también a la persona que lee y ora con el Salterio, un lenguaje cargado de simbolismos y polivalencias, que propician el maravilloso y transformador diálogo divino-humano, incentivan la meditación, contemplación, alabanza y oración, y, además, proveen el espacio emocional y literario adecuado para expresar los sentimientos más profundos e intensos de la vida.
Esa peculiaridad literaria nunca debe subestimarse, obviarse o ignorarse al estudiar e
interpretar el libro de los Salmos, pues el análisis científico, riguroso, ponderado, crítico y sobrio del Salterio requiere imaginación, creatividad, ritmo, estética, evocación, simbología, sabiduría, apertura, sensibilidad. La belleza de sus giros literarios, la pertinencia del análisis sosegado y las virtudes de la lectura reflexiva de los Salmos nos permiten aproximamos al Eterno, nos ayudan a descubrir la intimidad con el Creador, y nos facilitan la conversación sincera y franca con el Dios que está presto a recibir la adoración y alabanza de su pueblo. Junto a la ponderación de los temas pertinentes y la evaluación de los asuntos relevantes, es la poesía de las oraciones la que nos invita a relacionarnos e identificarnos con los antiguos salmistas, y la que propicia que oremos con las palabras antiguas que recogen nuestros sentimientos más hondos73.
La poesía en general, y la bíblica en particular, es un arte que transmite sus ideas y conceptos mediante el uso de las palabras. La pintura, por su parte, comunica su mensaje a través de los colores y las líneas; la escultura afirma sus valores con las formas y los volúmenes; y la música utiliza como medio de expresión los sonidos. Las palabras para la poesía son instrumentos extraordinarios de comunicación, que facilitan el diálogo intenso y extenso entre el poeta y sus lectores. La poesía es el vehículo que propicia la transmisión de sentimientos, impresiones y estados emocionales, que el poeta ha querido plasmar en el texto. Y para recibir esos diversos estados anímicos y espirituales, los lectores y las lectoras deben estar atentos a lo que se dice y a lo que no se dice, a lo que se insinúa, a lo que se evoca, a lo que se presupone, a lo que se anhela, a lo que se infiere. La comprensión adecuada de la poesía demanda la totalidad de los sentimientos de los lectores y lectores.
Como los salmos constituyen una porción muy importante de la poesía bíblica, es un imperativo identificar algunas características generales que les particularizan. En el caso específico de la poesía del Salterio, se ponen claramente de manifiesto las siguientes peculiaridades retóricas74:
- Sencillez de expresión: El estilo es directo y emplea simbolismos gráficos—p.ej., las entrañas aluden a la compasión y el viento representa al espíritu—, además, utilizan pocas oraciones complejas con frases subordinadas.
- Vigor en la comunicación: Como el verbo es el centro de las construcciones gramaticales, no es un idioma «suave» o «diplomático» sino directo, activo, firme y claro. En el sistema verbal hebraico no hay tiempos sino acción, pues la comprensión e identificación del tiempo verbal proviene y se descubre del contexto literario y temático. En ocasiones, la franqueza de las imprecaciones y los deseos de venganza de los poemas hebreos del Salterio hieren las sensibilidades
- Abundancia en las figuras del lenguaje: Abundan en la poesía hebrea los artificios literarios que se manifiestan en personificaciones, metáforas, símiles, repeticiones y
- Esencia y profundidad religiosa: La gran contribución de la poesía de los salmos se relaciona con su percepción e interpretación teológica de la vida y el mundo. El Dios del Salterio es creador y
La poesía bíblica tiene sus propias características tanto de forma como de fondo: Se escribe en unidades de sentido conocidas como «líneas». En el idioma hebreo, esas líneas se recitan o cantan con un particular tipo de «ritmo»75, que en el caso específico de los Salmos, le brinda a la pieza no solo belleza literaria y estética sino que facilita la comunicación y la memorización. Y respecto a algunas de esas características literarias, es importante indicar que es prácticamente imposible reproducir en las traducciones las particularidades rítmicas y sonoras de los Salmos.
Tradicionalmente se ha pensado que el componente más importante de la poesía hebrea es el paralelismo76—también conocido como balance o simetría—, pues es una virtud lingüística que puede traducirse de un idioma a otro77. Desde la perspectiva de la comprensión del texto y la interpretación del poema, esta característica literaria es indispensable, fundamental y necesaria, pues le brinda al lector del texto original o de la traducción no sólo el tema o asunto discutido en el poema o salmo sino que, además, presenta los énfasis y los asuntos que el salmista desea destacar o enfatizar.
Junto a los paralelismos, la poesía hebrea incluye también otras características retóricas de importancia capital: p.ej., repetición de palabras, ideas y estribillos, acrósticos alfabéticos, estructuras concéntricas o quiasmos78, efectos sonoros, figuras del lenguaje, preguntas retóricas y pedagógicas, hipérbole, ironía y sarcasmo, entre otras79. Aunque es muy difícil precisar cómo funciona la comunicación del sentido en los diversos tipos de paralelismos, este importante recurso literario puede definirse como la repetición del contenido semántico—también puede ser de contenido similar o relacionado—o la repetición de alguna estructura gramatical o sonidos en líneas o versos consecutivos (p.ej., Sal 103:10). En esencia, en el paralelismo poético que se pone de manifiesto en el Salterio, se relacionan ideas, conceptos, palabras, estructuras gramaticales y sonidos.
En el análisis de los paralelismos bíblicos, los estudiosos utilizan diversos términos para explicar sus peculiaridades estilísticas y semánticas. Una línea poética tradicionalmente se describe como «colon», y dos de esas líneas en paralelo se identifican como «bi- colon»80. Las líneas se disponen en algún tipo particular de repetición, que ciertamente explica, expande, afirma o confronta el tema previamente propuesto81. El análisis cuidadoso de las ideas que se incluyen y exponen en las líneas contribuye positivamente a la comprensión adecuada del tema del poema, pues se relacionan con él de forma directa o indirecta.
El paralelismo de la poesía hebrea funciona en varios niveles de complejidad, que no pueden reducirse a dos o tres tipos de categorías simples. Por la misma naturaleza poética y estética de los salmos, el paralelismo cobra dimensión nueva junto a la creatividad, ingenio, habilidad y licencia del autor. En la descripción de los paralelismos poéticos del Salterio, se identifican los siguientes tipos, que nos pueden guiar a comprender cómo es que funcionan en el complejo proceso de comunicación estos extraordinarios artificios literarios: paralelismos completos, incompletos y formales82. 1- En los «paralelismos completos» cada término o unidad de pensamiento en las líneas tiene alguna expresión equivalente en la próxima. De estos paralelismos se pueden distinguir cuatro tipos: sinónimo, antitético, emblemático o invertido (o de quiasmo). El paralelismo sinónimo repite y afirma el mismo pensamiento en palabras similares o sinónimas:
«Después entró Israel en Egipto,
Y Jacob moró en la tierra de Cam» (p.e., Sal 105:23).
El paralelismo antitético presenta los temas poéticos en oposición o en contrastes de pensamientos:
«En la mañana florece y crece;
A la tarde es cortada, y se seca» (p.e., Sal 90:6).
El caso del paralelismo emblemático es el que emplea símiles o metáforas para comparar el pensamiento de una línea con la próxima:
«Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen» (p.e., Sal 103:13).
Finalmente, el paralelismo invertido o quiasmo, de manera estricta, es una forma del sinónimo, aunque los temas se disponen de forma invertida:
«Efraín no tendrá envidia de Judá;
Ni Judá afligirá a Efraín» (p.ej., Is 11:13b).
- Los paralelismos incompletos son frecuentes en la literatura bíblica, y pueden identificarse claramente porque la compensación o el paralelismo de las ideas es únicamente parcial, aunque el número de términos en el texto hebreo del Salterio sea el mismo:
«Su fruto destruirá de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres» (p.e., Sal 21:10).
Una variante de este tipo de recurso literario es el paralelismo repetitivo, en el cual el tema o pensamiento de desarrolla mediante la repetición y extensión en las líneas
«Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder» (p.ej., Sal 29:1).
Se encuentran también algunos ejemplos de paralelismos sin compensación, en el cual el número de términos en las líneas disminuye:
«Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo;
Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen» (p.ej., Sal 6:2).
- Un tercer tipo particular de artificio literario ha sido identificado como paralelismo formal, aunque de forma estricta no constituye un paralelismo, pues las líneas poéticas únicamente tienen balance en el número de términos en hebreo, no en las ideas o los temas expuestos:
«Pero yo he puesto mi rey
Sobre Sión, mi santo monte» (p.ej., Sal 2:6).
Estas formas descritas de paralelismo disponen los recursos literarios internamente en los versos y en las líneas; sin embargo, los Salmos presentan también ejemplos de otros tipos de paralelismos externos, en los cuales la correspondencia temática se presenta en líneas sucesivas:
«El buey conoce su dueño,
Y el asno el pesebre de su Señor; Israel no entiende,
Mi pueblo no tiene conocimiento» (p.ej., Is 1:3).
Además de esas características formales de la poesía de los Salmos, el estudio detallado de estas oraciones pone de manifiesto otros niveles estéticos de virtud que no pueden ignorarse. Los Salmos están repletos de artificios estilísticos que le añaden belleza literaria, y que contribuyen de forma destacada a la transmisión de las ideas. Entre esas
importantes características retóricas pueden identificarse las siguientes: p.ej., símiles, metáforas, repeticiones, expresiones idiomáticas, hipérboles, refranes y acrósticos. Y junto a esos aspectos gramaticales, léxicos, semánticos, filológicos y fonéticos, también los Salmos manifiestan la presencia de estrofas bien definidas, que en ocasiones se disponen en clara expresión alfabética (p.ej., Sal 119) 83.
El uso continuo de esos artificios, el despliegue extenso de recursos semánticos y la densidad de los temas que se exponen, le brindan al lector o a la lectora contemporáneos una buena pista para identificar los asuntos de importancia que el salmista deseaba afirmar y destacar. Además, la naturaleza poética de esta literatura revela de forma contundente que el Salterio no debe leerse, estudiarse o explicarse de forma literal, pues sus autores no lo escribieron con esa finalidad estática. La literatura poética debe evocar, inspirar, insinuar; y los Salmos son un magnífico ejemplo de buena literatura religiosa que desafía la imaginación de la gente que ora y adora con sus lecturas a través de los siglos.
Esa naturaleza poética, polivalente, simbólica y figurada de la poesía hacen del Salterio uno de los libros más difíciles de comprender, estudiar y traducir en la Biblia84. Esa dificultad básica se complica aun más pues la gran mayoría de los poemas que se incluyen en el Salterio no revelan con claridad sus contextos históricos, que pueden, en efecto, contribuir positivamente a la comprensión adecuada de mensaje de la Escritura. Para superar este extraordinario desafío, es aconsejable que las personas que estudian el libro de los Salmos—si no tienen dominio del idioma hebreo—, que lean el poema en más de una versión. De esa forma comparada pueden identificar y disfrutar de las particularidades lingüísticas y los artificios poéticos del lenguaje, a la vez que adquieren el sentido del mensaje. Esa sensibilidad estilística y meticulosidad metodológica guiará nuestro estudio y análisis del Salterio.
EL USO DE LOS SALMOS EN LA BIBLIA
La influencia destacada del estilo literario y los temas del Salterio se pone de manifiesto claramente a través de toda la Biblia. Los escritores bíblicos se apoyaron en los salmos para transmitir sus ideas y para afirmar los valores de la fe que promulgaban; y evocando los salmos, articulaban sus mensajes y transmitían sus enseñanzas85.
En boca de varios personajes bíblicos de importancia se ponen salmos de gran envergadura teológica: p.ej., Ana (1 S 2:1–10), David (2 S 2:51) y Ezequías (Is 38:10– 20). El pueblo, en ocasiones solemnes, expresa sus sentimientos ante Dios en la misma tradición lírica: p.ej., al cruzar el Mar Rojo (Ex 15:1–18), al trasladar el Arca del pacto (1 Cr 16:8–36) y en la dedicación del Templo (2 Cr 6:41–42). En la literatura profética se pueden encontrar buenos ejemplos del uso de ese particular estilo poético: p.ej., Isaías 12:1–6, Jeremías 14:7–9, 19–22 y Habacuc 3:1–19. Y los maestros del pueblo, conocidos también por su sabiduría, siguieron esa misma linea estilística: p.ej., Eclo 36:1–17; 39:12–35; 51:1–12.
La contribución del Salterio a la literatura del Nuevo Testamento es extensa e intensa. De unas trescientas citas y referencias al Antiguo Testamento, como cien pertenecen a los salmos. Y los famosos poemas Magnificat (Lc 1:46–55), Benedictus (Lc 1:67–79) y Nunc Dimitis (Lc 2:29–32), son piezas literarias esencialmente escritas en la tradición temática y la teológica del Salterio, y redactados al estilo de los salmos.
Jesús citó los salmos con más frecuencia que el resto del Antiguo Testamento: p.ej., los aplicó a su ministerio (Mt 21:42; Mr 12:36; Lc 13:35), y también los utilizó para desarrollar y afianzar sus doctrinas (Mt 7:23; Lc 13:27; Jn 10:34). Los apóstoles tomaron los salmos para referirlos a Cristo (Hch 2:25–28, 34–35; 13:33–35), o para
explicar algún asunto de valor teológico (Hch 1:20; 4:25–26; 13:22). San Pablo también los utilizó con frecuencia en sus cartas pastorales (Rom 3:4, 10–18; 1 Co 15:25; Ef 4:8). Y los autores de las epístolas católicas o universales siguieron esa misma tradición de uso del Salterio (Stg 5:11; 1 P 2:7, 10–12).
Los salmos, que fueron escritos en el entorno de la oración íntima, tanto personal como colectiva, sirvieron de base para las plegarias y los clamores de la iglesia desde su mismo nacimiento. Jesús, en la llamada Última Cena, recitó los salmos hal-lel (Sal 113–
118) junto a sus discípulos (Mt 26:30). Y, según el testimonio de los Evangelios, mientras agonizaba en la cruz, el Señor tomó las palabras de varios salmos para exclamar sus sentimientos más hondos, y para presentar sus preocupaciones más intensas (Mt 27:46 y Sal 22:2; Lc 23:46 y Sal 21:6; Jn 19:28 y Sal 69:22).
Ese uso del Salterio como libro de oraciones también se pone en evidencia clara en la vida de los apóstoles. Pablo y Silas, según la narración bíblica, cantaban salmos e himnos al Señor en la oscuridad de la noche y en el anonimato de la cárcel (Hch 16:25). Y entre las recomendaciones apostólicas a los creyentes y las iglesias, se incluyó la oración de los salmos para afirmar la piedad y apoyar el crecimiento cristiano (Col 3:16; 1 Co 14:26; Ef 5:19; Stg 5:13).
PERTINENCIA DE LOS SALMOS: UNA LECTURA EN CASTELLANO
Para los creyentes contemporáneos, el Salterio es un libro siempre presente, pertinente y contextual. En sus poesías, la gente de fe que ha llegado al tercer milenio de la iglesia descubre un caudal maravilloso de temas y asuntos que tienen gran importancia teológica, sociológica, sicológica, política, emocional y espiritual para la sociedad actual. Particularmente la gente que lee el Salterio en el idioma español, ya sea en España, América Latina, el Caribe o en los Estados Unidos, se identifica con sus mensajes intensos y hermosos, que nacen de las experiencias cotidianas de los antiguos poetas y salmistas de Israel.
En primer lugar, los salmos reflejan las dinámicas reales de la vida. El fundamento de esta literatura no es la especulación impertinente, la contemplación enajenada, ni el ejercicio académico fútil. La lectura sobria de esta literatura revela las complejidades de la vida en sus diversas manifestaciones y pluralidades. En el Salterio se encuentran las más variadas experiencias de regocijo y dolor, felicidad y llanto, salud y enfermedad, triunfos y derrotas, contentamiento y lágrimas, alegrías y tristezas, compañía y soledad, apoyo y rechazo, solidaridad y desprecio, comunión con Dios y silencio divino, esperanza y desesperanza, alabanzas y agonías, paz y guerra, perdón y resentimientos, amor y odio, y alabanzas y maldiciones. El libro de los Salmos revela los sentimientos humanos más gratos, intensos y extensos, a la vez que pone claramente de manifiesto los dolores, resentimientos e ingratitudes de la humanidad.
Entre los temas que expone, el Salterio incluye la felicidad verdadera, que es una meta importante para las iglesias y las comunidades hispano-parlantes. Muchas personas de habla castellana o portuguesa emigran a los grandes centros urbanos de Argentina y Brasil, Chile y España, o Estados Unidos y México, con el propósito de progresar y transformar las dinámicas hostiles e inmisericordes de la pobreza y la desesperanza que viven en sus pueblos y comunidades.
Lamentablemente, en muy poco tiempo, descubren la cruda realidad de la pobreza urbana y la amarga experiencia de la desesperanza. En su deseo de encontrar la felicidad y el disfrute de una vida digna y plena, no han sido pocas las familias que han dejado atrás sus tierras y familiares, para llegar a trabajar de forma continua e intensa, y descubrir el rostro sin misericordia de la opresión y reconocer que el dinero y las
posesiones materiales no son buen fundamento para el desarrollo de una familia dichosa, saludable, funcional y estable.
De acuerdo con los salmos, es feliz o bienaventurada la persona que medita en la Ley del Señor (Sal 1), que es una manera poética de indicar que se deben anteponer en la vida los principios y los valores que se desprenden de la lectura de la Palabra de Dios: p.ej., justicia, honestidad, amor, perdón, verdad y misericordia. No disfrutan la dicha plena las personas que basan sus vidas en el dinero, la injusticia, el poder, las posesiones, el prestigio, la mentira, la prepotencia, y la altanería.
El Dios bíblico, según el testimonio de los salmistas, es histórico, que equivale a decir que interviene en medio de las vivencias y realidades humanas. Una gran enseñanza de los salmos para la sociedad hispana y latina contemporánea es que los salmistas le cantan y oran a un Dios que tiene el compromiso, la capacidad y el deseo de intervenir en el mundo. El Dios del Salterio no es lejano ni remoto: ¡Nunca está ausente! ¡Es el Señor de la creación! ¡El Dios del cosmos! ¡El Señor de las naciones!
Responde, el Dios de los poetas y salmistas, a los clamores de su pueblo, e interviene en sus triunfos y fracasos. Y ante las grandes necesidades personales y nacionales, es un Dios que se manifiesta en la vida con virtud salvadora, poder redentor y finalidad transformadora.
El Dios del Salterio interviene en las dinámicas familiares y en los problemas laborales; se revela en los conflictos nacionales y en las confrontaciones internacionales; manifiesta su poder en medio del espiral de violencia que atenta contra la sana convivencia familiar y humana; y se hace realidad en los procesos históricos, sociales, políticos y económicos que traducen los ideales de paz en la implantación concreta de la justicia.
El Dios de los salmistas es rey, que es una manera figurada de destacar su poder sobre las naciones y los gobiernos. Con la imagen del Señor como monarca, los salmistas enfatizan el poder divino sobre los seres humanos y sobre los pueblos. Esa enseñanza es fundamental para las comunidades hispanas y latinas, pues revela un componente teológico y político extraordinario del Dios bíblico. El poder absoluto sobre el universo, las naciones y las personas no lo tienen las grandes superpotencias militares y económicas del mundo, sino el Dios creador de los cielos y la tierra. ¡No tienen la última palabra los políticos inescrupulosos del Continente! El Dios del Salterio es el Señor. En efecto, la soberanía divina es un componente fundamental en la teología bíblica, un aspecto necesario en los procesos de contextualización y aplicación de las enseñanzas del Salterio.
El tema de los enemigos es de gran importancia para la aplicación del Salterio. Esos enemigos antiguos son los que afectan adversamente la paz o el shalom divino en el mundo. Los enemigos del pueblo de Dios son las personas que mienten, roban y blasfeman; son las que actúan con arrogancia, falsedad y prepotencia; son las que manifiestan resentimientos, rencores y hostilidades; son las que se contraponen a la dignidad humana y no permiten que se manifieste la justicia divina en la sociedad; son las que oprimen a las personas marginadas y les impiden desarrollarse de forma plena en la sociedad; y son las que propician y organizan las guerras para mantener el control del mundo, y recurren a diversas formas de terrorismos para someter a los pueblos y los individuos al vasallaje y cautiverio.
La idealización de la pobreza es un tema impostergable en la aplicación y la teología del mensaje del Salterio. La pobreza en el Salterio es, al mismo tiempo, un mal social y un ideal espiritual. Desde la perspectiva económica, es el reconocimiento de que la voluntad de Dios aún no me manifiesta plenamente en el mundo, pues se pueden descubrir todavía sectores no favorecidos económicamente cautivos en las dinámicas
sociales, emocionales y espirituales relacionadas con la escasez y la frustración. Desde la perspectiva espiritual, la pobreza es el ideal de la persona que reconoce que debe depender únicamente de Dios para ser exitoso en la vida.
En los procesos de actualización y enseñanza del mensaje de los salmos, se pueden identificar también los siguientes temas, que representan asuntos de gran importancia pastoral y teológica:
- Las virtudes, características y particularidades de la naturaleza
- Las peculiaridades, desafíos y necesidades de la
- La importancia de la revelación divina y de las intervenciones históricas de Dios en
medio de las sociedades.
- La necesidad humana del diálogo e intimidad con el Señor.
- Las implicaciones inmediatas de la implantación de la justicia para el disfrute de la
paz.
- El respeto que se le debe a la creación
- Y la relevancia de los valores morales y espirituales para la sociedad contemporánea.
NUESTRO ACERCAMIENTO AL SALTERIO
Las formas de leer y estudiar los salmos con el propósito de comprender su mensaje y aplicar sus enseñanzas son muchas. Varían de acuerdo con la finalidad de las personas que leen y estudian los poemas, y son diferentes según el entorno litúrgico, psicológico y espiritual de las comunidades que se dedican a ponderar los valores de esta tan importante literatura bíblica. Nuestra metodología de estudio no está ajena a esa realidad existencial.
En primer lugar, nuestro estudio tiene como finalidad básica analizar el Salterio con detenimiento para identificar, ponderar y aplicar su mensaje en los diversos contextos académicos y pastorales en las comunidades de habla castellana. La naturaleza de este comentario es pastoral y contextual, pues hemos querido poner al servicio de pastores y pastoras, y también en manos de maestros y maestras de escuela bíblica, el resultado de las investigaciones científicas y académicas contemporáneas referente a este importante libro de la Biblia. Los laicos interesados en comprender y disfrutar las virtudes poéticas, teológicas religiosas y espirituales de los Salmos, también encontrarán en este nuevo comentario información valiosa que les permitirá penetrar al mundo maravilloso de la poesía del Salterio.
Mi intensión primordial es acercarnos el texto bíblico con ojos pastorales; mi objetivo básico es llegar al documento escritural con espíritu humilde de búsqueda; mi finalidad es dialogar con el mensaje de los salmos para explorar las posibilidades de interpretación y aplicar sus enseñanzas y valores a los creyentes, las iglesias y la sociedad contemporáneas. Más que un comentario técnico del Salterio—p.ej., que identifique, explique e ilustre las peculiaridades lingüísticas y textuales de los documentos hebreos—, este nuevo libro hace uso extenso y continuo de las herramientas académicas de investigación teológica, exegéticas y hermenéuticas, para poner al servicio de la gente de fe—¡y también de los círculos universitarios!—, las extraordinarias virtudes de una literatura que no deprecia con los años ni se deteriora con el tiempo.
El comentario que el lector y la lectora tiene en sus manos estudiará principalmente el texto canónico de los Salmos, e identificará, cuando sea posible, el género del poema junto a su estructura literaria, su mensaje fundamental y su antiguo entorno litúrgico; además, se explicarán las peculiaridades de los títulos hebreos, y se explorará el uso del
salmo en el Nuevo Testamento y en las iglesias. En este peregrinar educativo nos interesa saber cómo el salmo le habla a la sociedad actual, y cuales de sus enseñanzas tienen pertinencia inmediata en nuestros contextos hispanoparlantes.
Le invitamos a comenzar con la lectura de este comentario un proyecto educativo que puede contribuir sustancialmente a su formación espiritual y moral. Le convidamos a leer el Salterio con fe y esperanza, para descubrir y disfrutar su mensaje transformador. Le desafiamos a estudiar los salmos con profundidad, para aplicar sus enseñanzas en medio de los retos y las posibilidades que nos presenta la sociedad en que vivimos.
Dios es nuestro amparo y fortaleza,
nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos,
aunque la tierra sea removida
y se traspasen los montes al corazón del mar;
aunque bramen y se turben sus aguas,
y tiemblen los monteas a causa de su braveza.
Salmo 46:1–3
Bienaventurados los íntegros de camino,
los que andan en la Ley del Señor.
Bienaventurados los que guardan sus testimonios
y con todo el corazón lo buscan,
pues no hacen maldad los que andan
en tus caminos.
Salmo 119:1–2
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