LA PERSONA DE CRISTO [MATEO 1:18]

LA PERSONA DE CRISTO
Tabla de contenidos

La doctrina de la persona de Cristo así como su obra abarca los diversos aspectos de su identidad como Palabra eterna hecha carne, así como los diversos aspectos de su consecución de la redención, desde su encarnación hasta su exaltación a la diestra del Padre.

La doctrina de la persona y obra de Cristo es el punto central de la teología cristiana.

la divinidad, la humanidad y la salvación se juntan en Cristo. La cristología responde a la pregunta de quién tiene que ser Jesús para lograr nuestra salvación: cuáles son sus cualificaciones, sus roles, sus oficios, mediante los cuales lleva a cabo esa salvación. Luego se fija en la obra de Jesucristo en sí, su consecución de la salvación en nuestro nombre.

Cristo es una de las personas de la Trinidad, y el estudio del testimonio bíblico acerca de él nos lleva de nuevo a la “teología propia”; en realidad aquí estamos estudiando nuevamente la doctrina de Dios dentro de la doctrina de la persona y obra de Cristo. El que vino y obró nuestra salvación es completamente Dios, con la plena naturaleza divina. Por nosotros y por nuestra salvación él asume nuestra naturaleza humana.

Todo lo que decimos sobre lo que es ser humano, en todo ese campo de la teología llamado “antropología”, también influye en la doctrina de la persona de Cristo. Y, sin embargo, Cristo no es sólo una naturaleza humana añadida a la naturaleza divina; es la Segunda Persona de la Trinidad. Debemos tener todas estas cosas en mente al mismo tiempo, incluso aunque sólo sea para decir quién es este Salvador.

La doctrina de la persona de Cristo también estudia su papel como nuestro mediador.

Cuando emprende la obra de nuestra salvación, detenta el oficio de profeta, algo que aprendemos del Antiguo Testamento pero que vemos cumplido en él. Cristo también desempeña los oficios de sacerdote y rey; todos sus oficios son formas en que Jesucristo se inclina hacia nosotros mientras camina entre la divinidad y la humanidad para resolver el problema de reconciliarnos con Dios.
Cuando dirigimos nuestra atención de la persona de Cristo a su papel de mediador y finalmente reflexionamos sobre la obra de redención en sí que él lleva a término, se abre un vasto campo. Esta es la doctrina de la expiación.

Esto nos lleva a lo que opera como el punto central del Credo de los Apóstoles: “Creemos en Jesucristo, el único Hijo de Dios, nuestro Señor”. El Credo recita a continuación los eventos clave de la vida de Jesucristo, concebido, nacido, que sufrió, fue crucificado, murió, fue sepultado, resucitado, ascendido—cada uno de ellos es una oportunidad importante para reflexionar sobre cómo Jesús lleva a cabo la obra de nuestra salvación. En el centro de ese centro está la muerte y resurrección de Jesucristo. Esta es la doctrina de la persona y obra de Cristo.

Jesucristo es Dios el Hijo encarnado, completamente divino y completamente humano en la unidad integral de su persona, sin confusión o separación de sus naturalezas.

Como Segunda Persona de la Trinidad, Jesús es el Hijo de Dios, eternamente engendrado de la Padre.

Como persona divina, el Hijo posee la naturaleza de Dios, que no puede sufrir ni morir. Para lograr la misión de redención que le fue confiada por el Padre, el Hijo tomó sobre sí nuestra naturaleza humana. Sin dejar de ser lo que siempre fue, el Hijo entró en el vientre de la virgen María y se encarnó como hombre. En su naturaleza humana, la persona divina del Hijo de Dios sufrió y murió en la cruz con el fin de salvarnos de lo que merecíamos y llevarnos a la vida con Dios en unión con él por la fe.

Aunque las dos naturalezas de Cristo son tan distintas entre sí como Creador y criatura, están unidas en su persona; él existe, actúa y se relaciona con nosotros en ambas naturalezas simultáneamente y en plena unidad. Como dice la definición ecuménica de Calcedonia, los cristianos creen que Jesús es “reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”.

Mt 1:20–23; Lc 4:16–24; Mt 16:15–18; Jn 5:30–46; Jn 8:48–58; Jn 17:1–26; Col 2:9; Jn 11:25–27

Los nombres de Jesús, que incluyen sus nombres metafóricos, su nombre personal y sus títulos, le atribuyen aspectos de su naturaleza, carácter, misión y roles.

La Escritura se refiere a Jesucristo utilizando diversos nombres, incluyendo nombres metafóricos

(p. ej., la Vid, la Puerta, el Camino), un nombre personal (Jesús) y diversos títulos (p. ej., Cristo, Hijo de Dios, Hijo del hombre). Algunos de los nombres de Jesús son autodesignaciones, pero la mayoría le son dados a Cristo por otros. Estudiar los nombres de Jesús, igual que estudiar los nombres de Dios, proporciona información importante acerca de su naturaleza, carácter, misión y roles. Especialmente en el mundo antiguo, el nombre y los títulos de una persona revelaban su herencia, autoridad y estatus.
Muchas doctrinas cristológicas cruciales se resumen y atestiguan en los nombres de Jesús.

• La naturaleza de Cristo como plenamente Dios y plenamente hombre se defiende en los títulos “Hijo de Dios”, “Hijo del hombre” e “hijo de José”.
• El carácter y la misión de Cristo se desentrañan cuando afirma ser el “Buen Pastor”, el “Pan de vida”, etc.
• Los roles de Jesús el Hijo como Segunda Persona en la Trinidad están encapsulados en títulos como “Cristo”, “Emanuel”, ”el Verbo”, etc.

Los nombres de Jesús son un recurso muy rico para la adoración cristiana.

Al proclamar, orar o cantar los nombres de Jesús, los fieles contemplan y celebran la belleza polifacética de la persona y el significado de Cristo. Proverbios 18:10 ciertamente se aplica a los nombres de Jesucristo: “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”.

Mt 16:13–17; Mt 1:21–23; Flp 2:10; Jn 10:11–14

El nombre “Jesús”, que le fue anunciado a María y José a través de los ángeles, significa “Yahvé salva” y es la forma principal que se emplea en el Nuevo Testamento para hacer referencia al Hijo de Dios encarnado.

El nombre “Jesús”, uno de los más corrientes en la Palestina del siglo I

puede transliterarse como Yeshua tanto a partir del hebreo como del arameo, y en el Nuevo Testamento griego se escribe Iesous. En la Biblia Hebrea, Yeshua (o Yehoshua) a menudo se traduce como “Josué”, como en el caso del protegido de Moisés (Josúe hijo de Nun). El nombre es una combinación de Ja o Ya, abreviatura de Yahvé (el nombre del Dios de Israel; Ex 3:14), y el verbo hebreo yasha, que significa “salvar” o “ayudar”. De ahí que Yeshua signifique “Yahvé salva”.

En el evangelio de Mateo, el nacimiento de Jesús es profetizado a José por un ángel, quien le indica que le ponga al hijo de su prometida el nombre de “Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1:21). Del mismo modo, en el evangelio de Lucas, el ángel Gabriel se le aparece a María y anuncia:

“concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:31). Cabe destacar que en el Nuevo Testamente a Jesús no se le asigna el patronímico habitual (“Jesús, hijo de José”) salvo en tono de burla (Juan 6:42) y cuando se destaca su linaje davídico y su relevancia profética (“Jesús, hijo de David”, especialmente en el evangelio de Mateo, véase Mt 1:1, 9:27, 12:23, 21:9). Muy a menudo, se hace referencia a Jesús por el lugar en que se crió, el pueblo galileo de Nazaret, como “Jesús de Nazaret” (Mt 21:11, Marcos 1:24, Lucas 18:37, Juan 1:45, Juan 19:19, Hechos 2:22). Las primeras generaciones de cristianos frecuentemente se referían a Jesús usando el título honorífico de “Jesucristo” o “Cristo Jesús”, mientras que “Cristo” (Christos) se usaba como un indicador de su estado como “el ungido”, posiblemente un gesto al hebreo Mashiach (“Mesías”; de ahí, “Jesús el Mesías”).

Aunque el nombre de Jesús era extremadamente común en el siglo I, no obstante tiene un significado teológico, como así lo indican los relatos sobre el nacimiento de Lucas y Mateo. Jesús no fue simplemente un maestro judío; más bien, según Pablo, fue “enviado” por el Padre para emprender una misión particular en nombre del Padre (Gal 4:4–5). Esta misión, tal como lo registra Mateo, era “salvar a su pueblo de sus pecados”. Por lo tanto, el nombre personal de Jesús, el nombre con el que incluso sus enemigos se dirigían a él, revelaba algo de su identidad más profunda y vocación salvífica. Por otro lado, el carácter corriente del nombre de Jesús también muestra algo de la humildad con que el Hijo de Dios llevó a cabo su misión. Él era, desde cierto punto de vista, “tan sólo otro Josué” y, sin embargo, en otro sentido, era el verdadero Josué, el que estaría a la altura del significado de este nombre en formas que ningún otro podría estarlo.

Los títulos de Jesús son denominaciones que resumen su papel distintivo dentro de la economía divina.

revelan su identidad como aquel que cumple las promesas de Dios y le atribuyen preeminencia y honor.

Los títulos de Jesús condensan una gran cantidad de contenido doctrinal en cada una de las denominaciones que se usan para proclamar su relevancia y lo glorioso de su persona. Los títulos de Jesús revelan su estatus, esfera de autoridady misión. Los siete títulos cristológicos que se presentan a continuación se basan en conceptos y promesas contenidos en la Biblia Hebrea, aunque a menudo tomaron significados adicionales durante la vida de Cristo y la época de la iglesia primitiva.

Cristo/Mesías/Ungido—“El Cristo” (griego: Christos)

es el título más familiar para Jesús (aparece casi 350 veces en el Nuevo Testamento)—, y es sinónimo de llamar a Jesús el “Mesías” o el “Ungido”. Las referencias directas a un Mesías esperado en el Antiguo Testamento son pocas, pero durante la era intertestamentaria varios pasajes hebreos se interpretaron como promesas de la venida de un gran líder y libertador descendiente del linaje de David que sería apartado por su unción divina. Jesús declaró que él era el cumplimiento de tal promesa profetizada en Isaías 61 (Lc 4:14–30). Al hacerlo, se entendió, y con razón, que se estaba identificando a sí mismo como el Mesías. El pueblo judío que lo escuchó comprendió la relevancia de su afirmación de ser el ungido del Espíritu, y por eso reaccionaron con enojo e incredulidad. Las referencias neotestamentarias a Jesús como “el Cristo” indican el reconocimiento por parte de los autores de que Jesús es en verdad el cumplimiento de la promesa de Dios de enviar un libertador, ungido por el Espíritu para salvar al pueblo de Dios. En tiempos de Pablo, el título “Cristo” se había relacionado tan frecuentemente con Jesús que a menudo se usaba sin ningún artículo (“Jesucristo” en lugar de “Jesús, el Cristo”), motivo por el que muchos confunden el título con el apellido de Jesús.

Hijo de Dios

Jesús es designado mediante el título “Hijo de Dios” veintiséis veces en los Evangelios, tanto por demonios como por discípulos, así como por el mismo Jesús (Jn 3:18; Mt 8:29; 14:23). El título se usa a menudo para enfatizar la autoridad espiritual de Jesús. Se utiliza incluso más habitualmente en las Epístolas para subrayar los diversos atributos de Cristo, incluyendo su preexistencia y estatus divino.

Hijo del Hombre

La Biblia Hebrea usa el título “Hijo del hombre” de diversas maneras. Por lo tanto, resulta difícil interpretarlo cristológicamente de una manera directa. Este es el título con el que Jesús se refería a sí mismo más habitualmente; de hecho, se usa sesenta y nueve veces tan sólo en los Evangelios. Algunos eruditos creen que “Hijo del Hombre” es principalmente una referencia abreviada a Cristo como representante de la humanidad. La mayoría, sin embargo, considera que tiene relevancia por venir de la imaginería apocalíptica de Daniel 7:13–14 y varios escritos intertestamentarios. En estos pasajes, el Hijo del Hombre es una figura apocalíptica, una persona celestial que un día gobernará y juzgará el cosmos para toda la eternidad. De hecho, Jesús cita dos veces este mismo pasaje de Daniel cuando promete que regresará de nuevo sobre las nubes con poder (Mt 24:30; 26:64). Parece que su uso de este título tenía un doble propósito: reclamar su estatus mesiánico y al mismo tiempo enfatizar la naturaleza eterna y espiritual (en lugar de principalmente política) de su condición de Mesías.

Señor

Durante la vida de Jesús, el título “Señor” (griego: kyrios) se usaba comúnmente como un título de respeto, como el uso moderno de “señor”. Sin embargo, después de su resurrección, el título se convirtió en una forma de hacer referencia al estatus divino de Cristo como Yahweh (véase esp. Is 45:21–24 y Fil 2:9–11), basado en el uso de esta palabra griega en la Septuaginta para traducir el término hebreo Yahweh.

El Verbo

Juan 1:1 es famoso por denominar al Hijo “la Palabra” (griego: logos), diciendo que “el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan continúa diciendo que Jesús es el mismo Hijo que “se hizo carne y habitó entre nosotros”. Aunque la Palabra es claramente un nombre metafórico que connota, al menos en parte, la relevancia de los roles del Hijo como creador y como comunicación de Dios, se convirtió en uno de los títulos más importantes para Cristo en las iglesias cristianas primitivas y en los tratados teológicos. El título se usó para hablar de la persona divina de Cristo como la sabiduría y la razón de Dios, y el principio por el cual el universo se mantiene unido.

Emanuel

En Mateo 1:23, Mateo escribe que el nacimiento de Cristo cumple la profecía de Isaías de que una virgen daría a luz un hijo y que éste se llamaría “Emanuel”, que en hebreo significa literalmente “Dios con nosotros”. Este título resalta la realidad de que Jesucristo fue la presencia misma de Dios en la tierra, un papel que se contempla en el resto del Nuevo Testamento. Proclamar las implicaciones de Jesús como “Dios con nosotros” puede considerarse perfectamente como el objetivo central de los escritos del Nuevo Testamento.

Primogénito

El título “primogénito” (Heb 1:6; Col 1:15, 18; Rom 8:29; Ap 1:5) tiene dos significados en relación con Jesucristo. Primero, en línea con la cultura hebrea, significa que Jesús es el heredero, el Hijo que heredará el reino de dios y supervisará la familia de Dios. En segundo lugar, significa que Jesús fue el primero en resucitar de entre los muertos y pasar a la inmortalidad. La resurrección de todos los cristianos se producirá en Cristo porque su resurrección conquistó la muerte por todos.

Jn 1:1; Mr 1:1; Mt 16:16; Lc 18:31; Flp 2:9–11; Jn 20:28; Ap 1:5

LA PERSONA DE CRISTO

Las Escrituras a menudo describen la persona y la obra de Cristo mediante metáforas

Además de su nombre personal y los diversos títulos que se le atribuyen, a Jesús también se le describe en las Escrituras de acuerdo con una gran cantidad de ricas metáforas, como el Cordero de Dios, el Pan de Vida y la Luz del Mundo.

Las Escrituras a menudo describen la persona y la obra de Cristo mediante metáforas, es decir, por medio de figuras literarias que comparan a Cristo con diversas características de su creación a fin de arrojar luz sobre su identidad y misión. Una lista exhaustiva y una descripción de estas metáforas sin duda podrían llenar volúmenes. Este artículo sólo puede resaltar algunos de los símbolos cristológicos más destacados que se utilizan en las Sagradas Escrituras.

la Semilla de la mujer.

Los primeros capítulos de Génesis presentan a los lectores a un tema que puede rastrearse como un hilo a través de toda la Biblia; a saber, la Semilla de la mujer. La críptica promesa que se hace en Génesis 3:15 de que la simiente o descendencia de la mujer finalmente va a vencer al enemigo del pueblo de Dios se aclara considerablemente en las promesas que se le dieron primero a Abraham y luego a David. El apóstol Pablo enseña que esta promesa alcanza su cumplimiento en la única simiente verdadera de Abraham, el Señor Jesús mismo. “Simiente” —Simiente de la mujer (Gn 3:15) y más tarde Simiente de David (Rom 1:3)— es una destacada metáfora cristológica veterotestamentaria.

Otras metáforas prominentes del Antiguo Testamento para el Mesías venidero incluyen “Siervo del Señor”

(Is 42), que simboliza su obra expiatoria vicaria, y “Renuevo Justo” (Jr 23:5) y “Raíz de Isaí” (Is 11:10; Rom 15:12), que enfatizan la forma en que recapitulará (y superará) el papel de David como rey.
En el Nuevo Testamento, los Evangelios destacan especialmente por sus descripciones metafóricas de Cristo. Entre otras imágenes, los Evangelios sinópticos presentan a Jesús como el Sembrador de la Palabra de Dios (Mat 13:3ss), El Esposo que regresará para redimir a su esposa (Mat 9:15; 25:1ss), y una gallina que anhela la salvación de Jerusalén (Mt 23:37).

En Juan se presenta a Jesús como:

la Palabra de Dios (Juan 1:1), la Luz de los hombres (1:4) y el Cordero de Dios (1:29). Los siete “Yo soy” del Cuarto Evangelio también son ricos en contenido metafórico: Jesús proclama que él es el Pan de Vida (6:35); la Luz del mundo (8:12); la Puerta de las ovejas (10:2); el Buen Pastor (10:11); la Resurrección y la Vida (11:25); el Camino, la Verdad y la Vida (14:6); y la Vid Verdadera (15:1).
Varias imágenes bíblicas también describen a Jesús como la Roca (1 Cor 10:4), la piedra angular del plan de salvación de Dios (Mt 21:42), y la fuente de liberación y alimento espiritual para el pueblo de Dios (1 Cor 10:4).

Pablo describe a Jesús como el Postrer Adán (1 Cor 15:45), la Imagen del Dios invisible (Col 1:15) y el Primogénito sobre toda la creación (Col 1:14).

En Apocalipsis, Jesús es presentado como el Alfa y la Omega

que resume todas las cosas en sí mismo, el Cordero sacrificado por el pecado humano, el León de la Tribu de Judá que gobierna como un rey poderoso, el Jinete sobre un Caballo Blanco que viene para traer juicio, y la Estrella Resplandeciente de la Mañana que señala el amanecer de la nueva creación y de la luz eterna de Dios. En conjunto, estas metáforas dibujan un retrato complejo de Cristo no meramente en forma de proposiciones (aunque ciertamente contienen proposiciones) sino mediante símbolos sumamente evocadores que exaltan las glorias de la persona cristo y obra.

Preguntas y escrituras para estudiar

Gn 3:15; Gn 12:7; 2 Sm 7:12; Sal 118:22; Is 11:1–10; Is 28:16; Is 53:1–12; Jr 23:5; Jr 33:15; Mt 21:42; Mt 23:37; Jn 1:1–5; Jn 1:29; Jn 6:35–51; Jn 8:12; Jn 9:5; Jn 10:7–9; Jn 10:11–14; Jn 11:25; Jn 14:6; Jn 15:1–5; 1 Co 10:1–5; Gl 3:16; Col 1:15–20; Ap 1:8; Ap 5:1–5; Ap 19:11–16; Ap 22:16

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  • ¿Quién es Jesús estudio bíblico?
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