EL REGRESO DE CRISTO: ESCATOLOGÍA [Jn 14:3]

EL REGRESO DE CRISTO
Tabla de contenidos

¿Cuándo y cómo será el regreso de Cristo?
¿Podría venir a cualquier hora?

A La Doctrina del futuro a menudo se le llama «escatología», de la palabra griega escatos, que significa «último». El estudio de la escatología es, por tanto, el estudio de «las últimas cosas».

Los incrédulos pueden hacer predicciones razonables en cuanto a eventos

futuros basados en los patrones de sucesos pasados, pero en la naturaleza de la experiencia humana es claro que los seres humanos no pueden por sí mismos saber el futuro. 

Por consiguiente, los incrédulos no pueden tener conocimiento cierto de nada de lo que sucederá en el futuro. Pero los que creemos en la Biblia estamos en una situación diferente. 

Aunque no podemos saberlo todo en cuanto al futuro, Dios sí lo sabe todo y en la Biblia nos habla respecto a los principales acontecimientos que tendrán lugar en la historia del universo. 

Respecto a que estos eventos sucederán, podemos tener absoluta confianza: Dios nunca se equivoca y jamás miente.

Respecto a nuestro futuro como individuos, ya hemos considerado la enseñanza de la Biblia en el capítulo 25 (respecto a la muerte, el estado intermedio y la glorificación). 

El estudio de estos acontecimientos futuros que afectarán a los individuos a veces se llama «escatología personal». Pero la Biblia también habla de ciertos eventos importantes que afectarán al universo entero. 

Específicamente nos habla de la Segunda Venida de Cristo, el milenio, el juicio final, el castigo eterno de los incrédulos y la recompensa eterna para los creyentes, y la vida con Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra. 

Al estudio de estos sucesos a veces se le llama «escatología general». En este capítulo estudiaremos la cuestión del regreso de Cristo, o su «Segunda Venida». En capítulos subsiguientes abordaremos los temas restantes en el estudio de las últimas cosas.

Ha habido muchos debates, y a menudo acalorados, en la historia de la Iglesia sobre cuestiones respecto al futuro. En este capítulo empezaremos con los aspectos de la Segunda Venida de Cristo con los que todos los evangélicos concuerdan, y luego al final pasaremos a un asunto de discrepancia en cuanto si Cristo puede volver en cualquier momento. 

En el capítulo siguiente hablaremos de la cuestión del milenio, tema que por largo tiempo ha sido fuente de desacuerdo entre creyentes.

Habrá un regreso de Cristo repentino, personal, visible y corporal

Jesús a menudo habló de su regreso: «También ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Mt 24:44). Él dijo: «Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté» (Jn 14:3).

Inmediatamente después que Jesús ascendió al cielo, dos ángeles les dijeron a los discípulos: «Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto» (Hch 1:11). Pablo enseñó: «El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios» (1 Ts 4:16). 

El autor de Hebreos escribió que Cristo «aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan» (He 9:28). 

Santiago escribió: «Aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca» (Stg 5:8). Pedro dijo: «El día del Señor vendrá como un ladrón» (2 P 3:10). 

Juan escribió: «Cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es» (1 Jn 3:2). El libro de Apocalipsis tiene referencias frecuentes al retorno de Cristo, y acaba con la promesa de Jesús: «Sí, vengo pronto» y la respuesta de Juan: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22:20).

Este tema, entonces, se menciona frecuentemente por todo el Nuevo Testamento. Es la esperanza dominante de la iglesia del Nuevo Testamento. Estos versículos predicen un retorno repentino de Cristo que será dramático y visible («¡Miren que viene en las nubes! Y todos lo verán con sus propios ojos», Ap 1:7). 

Los pasajes son demasiado explícitos como para permitir la idea (en un tiempo popular en los círculos de teología liberal protestante) de que Cristo mismo no volvería, sino que simplemente su espíritu, en el sentido de una aceptación de su enseñanza y una imitación de su estilo de vida de amor, poco a poco iría regresando a la tierra. 

No es que sus enseñanzas y su conducta volverán, sino que «el Señor mismo descenderá del cielo» (1 Ts 4:16). Es Jesús mismo «que ha sido llevado de entre ustedes al cielo», quien «vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse». Su aparición no será un regreso simplemente espiritual para morar en el corazón de las personas, sino un regreso personal y corporal «de la misma manera que lo han visto irse».

Debemos anhelar fervientemente el regreso de Cristo

La respuesta de Juan al fin de Apocalipsis debe caracterizar el corazón de los creyentes en todos los tiempos: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22:20). El verdadero cristianismo nos entrena a «rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tit 2:12–13). 

Pablo dice: «Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo» (Fil 3:20). El término ¡Marana ta! de 1 Corintios 16:22, en tono similar, quiere decir: «Señor nuestro, ven» (1 Corintios 16:22, DHH).

¿Anhelan con ansia los creyentes el retorno de Cristo? Mientras más se dejan atrapar los creyentes en el disfrute de las buenas cosas de esta vida, y mientras más descuidan la comunión cristiana y su relación personal con Cristo, menos anhelarán su retorno. Por otro lado, muchos creyentes que atraviesan sufrimiento o persecución, o que están envejeciendo o enfermos, y que andan en forma vital y profunda con Cristo, tendrán un anhelo mucho más intenso de su regreso. 

Hasta cierto punto, el grado en que en realidad ansiamos el retorno de Cristo es una medida de la condición espiritual de nuestras vidas en ese momento. También es una medida del grado en que vemos al mundo en toda su realidad, como Dios lo ve, esclavo del pecado, en rebelión contra Dios y bajo el poder del maligno (1 Jn 5:19).

Pero, ¿significa esto que no debemos emprender proyectos de largo alcance? Si un científico es creyente y anhela fervientemente el retorno de Cristo, ¿debe empezar un proyecto de investigación que le llevará diez años? ¿Acaso debe un creyente matricularse en un curso de tres años en un seminario teológico? ¿Qué si Cristo vuelve el día antes de su graduación, antes de que tenga oportunidad alguna de dedicar un tiempo significativo al ministerio?

Claro que debemos comprometernos a actividades a largo plazo. Es precisamente por esta razón que Jesús no nos permite saber el tiempo exacto de su regreso: Él quiere que nos dediquemos a obedecerle, sea cual sea nuestro sendero en la vida, hasta el mismo momento de su regreso. Estar «preparado» para el retorno de Cristo (Mt 24:44) es estar obedeciéndole fielmente en el presente, participando activamente en el trabajo que él nos ha llamado a realizar. Conforme a la naturaleza de la situación, puesto que no sabemos cuándo volverá, no hay duda de que algunos misioneros que están partiendo para el campo misionero ese mismo día nunca llegarán a su destino. 

Algunos estudiantes estarán en el último año de su educación teológica y jamás usarán en una iglesia esa preparación. Algunos investigadores estarán ese mismo día presentando sus disertaciones doctorales, fruto de años de investigación y nunca serán publicadas y nunca tendrán influencia alguna en el mundo. Pero a todas esas personas que son creyentes Jesús les dirá: «Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!» (Mt 25:21).

No sabemos cuándo volverá Cristo

Varios pasajes indican que no sabemos, ni podemos saber, el tiempo del retorno de Cristo. «Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Mt 24:44). «Por tanto—agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora» (Mt 25:13). Es más, Jesús dijo: «Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. ¡Estén alertas! ¡Vigilen! Porque ustedes no saben cuándo llegará ese momento» (Mr 13:32–33).

Decir que no podemos saber el día ni la hora, pero que sí podemos saber el mes o el año definitivamente es ignorar la fuerza de estos pasajes. El hecho sigue siendo que Jesús vendrá «cuando menos lo esperen» (Mt 24:44), y «a la hora que no penséis» (Lc 12:40, RVR). (En estos versículos la palabra «hora» [jora] se entiende mejor en un sentido general, para referirse al tiempo cuando algo va a tener lugar, y no necesariamente a un período de sesenta minutos.)1 Lo que estos pasajes quieren decir es que Jesús nos está diciendo que no podemos saber cuándo él va a volver. Puesto que vendrá en el momento inesperado, siempre debemos estar listos para su retorno.

El resultado práctico de esto es que a cualquiera que aduce saber específicamente cuándo va a volver Jesús automáticamente se le debe considerar equivocado. Los Testigos de Jehová han hecho muchas predicciones de fechas específicas del retorno de Cristo, y todas han estado equivocadas. Pero otros en la historia de la iglesia también han hecho tales predicciones, a veces aduciendo nueva perspectiva de las profecías bíblicas, y a veces aduciendo haber recibido revelaciones personales de Jesús mismo en las que les indicaba el tiempo de su regreso. 

Es triste que muchos se hayan dejado engañar por estas afirmaciones, porque si la gente se convence de que Jesús va a volver (por ejemplo) dentro de un mes, empezarían a abstenerse de hacer compromisos a largo plazo. Sacarían a sus hijos de las escuelas, venderían sus casas, renunciarían a sus empleos, y abandonarían su trabajo y todo proyecto de largo plazo en la iglesia o en cualquier otro lugar. 

Inicialmente tal vez haya un aumento de celo por la evangelización y la oración, pero la naturaleza irrazonable de su conducta anularía todo impacto evangelizador que pudieran tener. Es más, estarían simplemente haciendo caso omiso de la enseñanza de la Biblia de que no se puede saber la fecha del retorno de Cristo, lo que quiere decir que incluso su oración y comunión con Dios sufriría también. A cualquiera que alegue saber la fecha del retorno de Cristo, sea cual sea la fuente, se le debe descartar como incorrecto.

Todos los evangélicos concuerdan con los resultados finales del retorno de Cristo

Sin que importen las diferencias en cuanto a detalles, todos los cristianos que toman la Biblia como su autoridad final concuerdan en que el resultado final y definitivo del retorno de Cristo será el juicio de los incrédulos y la recompensa final de los creyentes, y que estos últimos vivirán con Cristo en el nuevo cielo y la nueva tierra por toda la eternidad. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo reinarán y serán adorados en un reino sin fin en donde no habrá pecado, ni tristeza ni sufrimiento. Hablaremos de esto con más detalles en los capítulos siguientes.

Hay desacuerdo en cuanto a los detalles de los acontecimientos futuros

No obstante, los creyentes difieren en cuanto a los detalles específicos que conducen al retorno de Cristo y de los otros eventos que le siguen. 

Específicamente difieren en cuanto a la naturaleza del milenio y su relación con el retorno de Cristo, la secuencia del retorno de Cristo y el período de la gran tribulación que habrá sobre la tierra, y la cuestión de la salvación del pueblo judío (y la relación entre los judíos que son salvados y la Iglesia).

Antes de examinar algunas de estas cuestiones con más detalles, es importante reiterar la posición evangélica genuina de los que sostienen diferentes posiciones sobre estas cuestiones. Todos los evangélicos que sostienen estas posiciones diferentes concuerdan en que la Biblia es inerrable, y se han comprometido a creer cualquier cosa que enseñen las Escrituras. Sus diferencias tienen que ver con interpretaciones de varios pasajes relativos a estos eventos, pero sus diferencias sobre estos asuntos se deben ver como asuntos de secundaria importancia, y no diferencias sobre asuntos doctrinales principales.

Con todo, vale la pena dedicar tiempo para estudiar estas cuestiones con más detalle, porque podemos obtener una noción mejor de la naturaleza de los acontecimientos que Dios ha planeado y nos ha prometido, y porque todavía hay esperanza de que una mayor unidad surgirá en la Iglesia cuando convengamos en examinar estos asuntos de nuevo con más detalle y entablar diálogos sobre ellos.

EL REGRESO DE CRISTO

 

¿Podría Cristo volver en cualquier momento?

Uno de los aspectos significativos de desacuerdo tiene que ver con la cuestión de si Cristo podría volver en cualquier momento. Por un lado, muchos pasajes nos animan a estar preparados porque Cristo volverá en la hora que menos se le espera. Por otro lado, varios pasajes hablan de ciertas cosas que sucederán antes de que Cristo vuelva. Ha habido diferentes maneras de resolver la tensión aparente entre estos dos conjuntos de pasajes. Algunos creyentes concluyen que de todos modos Cristo puede volver en cualquier momento, y otros creyentes concluyen que no puede volver por lo menos en una generación más, puesto que ese es el tiempo que se requeriría para que se sucedan todas las cosas que se predicen que deben suceder antes de su retorno.

Versículos que predicen un regreso de Cristo repentino e inesperado.

Varios versículos de la Biblia predicen que Cristo podría venir muy pronto. Por ejemplo, Jesús les dijo a sus discípulos: «Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto para no dejarlo forzar la entrada. Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen». (Mt 24:42–44; cf. vv. 36–39; 25:13; Mr 13:32–33; Lc 12:40; 1 Co 16:22; 1 Ts 5:2; et ál.).

¿Qué diremos de muchos pasajes como este? Si no hubiera pasajes en el Nuevo Testamento en cuanto a señales que precederán el retorno de Cristo, probablemente concluiríamos sobre la base de los pasajes citados que Jesús podría venir en cualquier instante. En este sentido podemos decir que el retorno de Cristo es inminente.2 Parecería suprimir la fuerza de los mandamientos a estar listos y a vigilar si hubiera razón para pensar que Cristo no fuera a volver pronto.

Antes de mirar a los pasajes sobre las señales que precederán al regreso de Cristo, hay otro problema que se debe considerar en este punto. ¿Se equivocaron Jesús y los autores del Nuevo Testamento en su expectación de que él volvería pronto? ¿Acaso no pensaban y enseñaban que la Segunda Venida de Cristo tendría lugar en pocos años? Ciertamente, una creencia muy prominente entre los eruditos de filosofía liberal del Nuevo Testamento es que Jesús enseñó erróneamente que volvería pronto.

Pero ninguno de estos pasajes que se acaban de citar exigen esta interpretación. Los pasajes que dicen que debemos estar preparados no dicen cuánto tendremos que esperar, ni tampoco dice que Jesús viene en el tiempo que no se le espera. En cuanto a los pasajes que dice que Jesús viene «pronto», debemos darnos cuenta de que los profetas bíblicos a menudo hablan en términos de «abreviatura profética», que ve los eventos futuros pero no el tiempo que transcurre antes de que sucedan.

Señales que preceden al retorno de Cristo.

El otro conjunto de pasajes que se debe considerar habla de varias señales que la Biblia dice que precederán el tiempo del retorno de Cristo. Aquí será útil mencionar varios de esos pasajes que hablan más directamente de las señales que deben suceder antes de que Cristo retorne.

a. Predicación del evangelio a todas las naciones. «Pero primero tendrá que predicarse el evangelio a todas las naciones» (Mr 13:10; cf. Mt 24:14).

b. La gran tribulación. «Porque serán días de tribulación como no la ha habido desde el principio, cuando Dios creó el mundo, ni la habrá jamás. Si el Señor no hubiera acortado esos días, nadie sobreviviría. Pero por causa de los que él ha elegido, los ha acortado» (Mr 13:19–20).

c. Falsos profetas obrando señales y maravillas. «Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos» (Mr 13:22; cf. Mt 24:23–24).

d. Señales en los cielos. «Pero en aquellos días, después de esa tribulación, se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos. Verán entonces al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria» (Mr 13:24–26; cf. Mt 24:29–30; Lc 21:25–27).

e. La llegada del hombre de maldad y la rebelión. Pablo les escribe a los tesalonicenses que Cristo no vendrá si no se revela primero el hombre de maldad, y entonces el Señor Jesús lo destruirá en su venida. A este «hombre de maldad» a veces se le identifica con la bestia de Apocalipsis 13, y a veces se le llama el anticristo, el último y peor de la serie de «anticristos» mencionados en 1 Juan 2:18. Pablo escribe:

Ahora bien, hermanos, en cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo … porque primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y manifestarse el hombre de maldad, el destructor por naturaleza. Éste se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios.… Bien saben que hay algo que detiene a este hombre, a fin de que él se manifieste a su debido tiempo. Es cierto que el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder; pero falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene. 

Entonces se manifestará aquel malvado, a quien el Señor Jesús derrocará con el soplo de su boca y destruirá con el esplendor de su venida. El malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos. (2 Ts 2:1–10)

f. La salvación de Israel. Pablo habla del hecho de que muchos judíos no han confiado en Cristo, pero dice que en algún momento en el futuro un gran número serán salvos: «Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los gentiles. De esta manera todo Israel será salvo» (Ro 11:25–26, cf. v. 12).

g. Conclusiones de estas señales que preceden al retorno de Cristo. El impacto de estos pasajes parece ser tan claro que, como ya se mencionó antes, muchos creyentes han opinado que Cristo no puede volver en cualquier momento. Al mirar la lista de señales indicadas anteriormente, pareciera que no se necesita mucha argumentación para demostrar que la mayoría de estos eventos, o tal vez todos ellos, todavía no han sucedido. Por lo menos esto es lo que parece ser el caso a primera vista de estos pasajes.

Posibles soluciones.

¿Cómo podemos reconciliar los pasajes que parecen advertirnos que debemos estar preparados porque Cristo podría volver repentinamente con los pasajes que indican que varios eventos importantes y visibles tienen que suceder antes de que Cristo vuelva? Se han propuesto varias soluciones.

Una solución es decir que Cristo no podía volver en cualquier momento. Precisamente cuánto tiempo debe pasar antes de que Cristo vuelva depende de cómo cada persona calcule cuánto tiempo se necesitará para que se cumplan algunas de las señales indicadas, como por ejemplo la predicación del evangelio a todas las naciones, la llegada de la gran tribulación y la reunión del número completo de judíos que serán salvados.

La dificultad con esta creencia es doble. Primero, parece anular la fuerza de las advertencias de Jesús de que debemos estar alertas, estar listos y que él vuelve a la hora que no esperamos. ¿Qué fuerza tiene una advertencia a estar preparados para que Cristo vuelva en un momento inesperado cuando sabemos que no puede suceder por muchos años? El sentido de la expectación urgente del retorno de Cristo se disminuye grandemente o se niega del todo en esta posición, y el resultado parece ser muy al contrario de la intención de Jesús al dar estas advertencias.

Segundo, esta posición parece usar estas señales de una manera muy opuesta a la manera en que Jesús propuso que se usaran. Se nos dan las señales para que, cuando las veamos, intensifiquen nuestra expectación del retorno de Cristo. Jesús dijo: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención» (Lc 21:28). Las advertencias también se nos dan para prevenir que los creyentes se desvíen y sigan a los falsos mesías: «Tengan cuidado de que nadie los engañe. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy”, y engañarán a muchos.… Entonces, si alguien les dice a ustedes: “¡Miren, aquí está el Cristo!” o “¡Miren, allí está!”, no lo crean”» (Mr 13:5–6, 21). Así que las señales se dan para prevenir que estos extraordinarios eventos tomen por sorpresa a los creyentes, para asegurarles que Dios lo sabe todo de antemano, y para impedir que sigan a los supuestos mesías que no vendrán de la manera dramática, visible y conquistadora en que Jesús mismo vendrá. Pero las señales nunca se nos dan para hacernos pensar: «Jesús no puede venir en unos cuantos años». No hay indicación de que Jesús haya dado estas señales para dar a los creyentes motivos para no estar preparados para su retorno o para animarlos a no esperar que él puede volver en cualquier momento.

La otra solución principal al problema es decir que Cristo en efecto puede venir en cualquier momento, y armonizar los dos conjuntos de pasajes de varias maneras. (1) Una manera de armonizarlos es decir que el Nuevo Testamento habla de dos distintos retornos de Cristo, o de dos segundas venidas de Cristo, o sea, un retorno secreto en el que Cristo saca de este mundo a los creyentes (un regreso «por sus santos»), y luego, después de que siete años de tribulación hayan tenido lugar sobre la tierra, un retorno visible, público y triunfante (un regreso «con los santos») en el que Cristo viene para reinar sobre la tierra. Durante el intervalo de siete años se cumplirán todas las señales que todavía no se hayan cumplido (la gran tribulación, los falsos profetas con señales y maravillas, el anticristo, la salvación de Israel y las señales en los cielos), de modo que no hay tensión entre esperar un regreso que puede ocurrir «en cualquier momento» y la realización de un retorno posterior al que precederán muchas señales.

El problema con esta solución es que es difícil derivar dos advenimientos de Cristo separados a partir de los pasajes que predicen su regreso. Sin embargo, no vamos a tratar este asunto aquí sino que lo analizaremos en el próximo capítulo, al considerar las nociones pretribulacionista y premilenial del retorno de Cristo.

 Se debe observar también que esta solución es históricamente muy reciente, porque no se conoció en la historia de la Iglesia antes de que la propusiera en el siglo XIX John Nelson Darby (1800–1882). Esto debería alertarnos al hecho de que esta solución no es la única posible a la tensión que los pasajes citados arriba presentan.

(2) Otra solución es decir que todas las señales se han cumplido y por consiguiente Cristo en verdad puede volver en cualquier momento. Según este punto de vista, uno podría buscar posibles cumplimientos de estas señales en los eventos de la iglesia primitiva, incluso en el primer siglo. 

En cierto sentido, se pudiera decir que el evangelio en verdad fue predicado a todas las naciones, surgieron falsos profetas y se opusieron al evangelio, y hubo una gran tribulación que la iglesia sufrió a manos de algunos de los emperadores romanos, el hombre de maldad fue en efecto el emperador Nerón, y que el número completo de los judíos que debían ser salvados gradualmente se ha llenado en la historia de la Iglesia, puesto que el mismo Pablo es un ejemplo del principio de esta reunión de judíos (Ro 11:1). 

En la próxima sección hablaremos con más detalles de la creencia de que las señales que preceden al retorno de Cristo pudieran haberse cumplido ya, pero aquí simplemente podemos observar que muchos no han hallado convincente nada que diga que ya han sucedido, porque estas señales parecen apuntar a eventos mucho más grandes que los que sucedieron en el primer siglo.

(3) Hay una tercera manera posible de resolver este asunto de los dos conjuntos de pasajes. Es decir, que es improbable pero posible que las señales ya se hayan cumplido, y por consiguiente no podemos saber con certeza si en algún punto de la historia todas las señales ya se han cumplido o no. 

Esta posición es atractiva porque toma en serio el propósito primordial de las señales, el propósito primordial de las advertencias, y el hecho de que no sabemos cuándo volverá Cristo. Con respecto a las señales, su propósito primordial es intensificar nuestra expectación del retorno de Cristo. Por consiguiente, cada vez que vemos indicaciones de cosas que se parecen a estas señales, nuestra expectación del retorno de Cristo crecerá y se intensificará. 

Con respecto a las advertencias a estar preparados, los que abogan por esta posición dirían que Cristo podría volver en cualquier momento (puesto que no podemos tener certeza de que las señales no se han cumplido), y por eso debemos estar preparados, aunque es improbable que Cristo vuelva de inmediato (porque parece que hay varias señales todavía por cumplirse). Finalmente, esta posición concuerda en que no podemos saber cuándo va a volver Cristo y que él volverá cuando menos lo esperemos.

Pero, ¿es posible que estas señales se hayan cumplido? En cada caso, nuestra conclusión de que es improbable pero posible que estas señales ya se hayan cumplido parece muy razonable.

a. La predicación del evangelio a todas las naciones. Aunque es improbable que esta señal se haya cumplido, Pablo en efecto habla en Colosenses del esparcimiento del evangelio por todo el mundo. Habla de que «el evangelio que ha llegado hasta ustedes. Este evangelio está dando fruto y creciendo en todo el mundo» (Col 1:5–6). Habla de «el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor» (Col 1:23). 

Es cierto que en estos versículos no quiere decir que toda criatura viva ha oído la proclamación del evangelio, sino que la proclamación ha ido por todo el mundo y que, en un sentido representativo por lo menos, el evangelio ha sido predicado a todo el mundo o a todas las naciones. Por consiguiente, es improbable pero posible que esta señal se haya cumplido inicialmente en el primer siglo y que se haya cumplido en un sentido mayor muchas veces desde entonces.

b. La gran tribulación. De nuevo, parece probable que el lenguaje de la Biblia indica un período de sufrimiento que cae sobre la tierra que es mucho mayor que cualquier cosa que se haya experimentado hasta aquí. Pero hay que comprender que muchos han entendido que las advertencias de Jesús en cuanto a la gran tribulación se referían al asedio romano de Jerusalén en la Guerra Judía de los años 66–70 d.C. El sufrimiento durante esa guerra fue en verdad terrible y pudiera ser lo que describió Jesús al predecir esta tribulación. 

En verdad, desde el primer siglo, ha habido muchos períodos de persecución violenta e intensa contra los creyentes que sigue incluso hasta nuestro siglo. Por tanto, parece apropiado concluir que es improbable pero posible que la predicción de una gran tribulación ya se haya cumplido.

c. Falsos cristos y falsos profetas. Si bien a través de los siglos ha habido milagros demoníacos y falsas señales, parece probable que las palabras de Jesús predicen una manifestación mucho mayor de esta clase de actividad en el tiempo antes de su retorno. No obstante, de nuevo debemos decir que es difícil tener certeza de que será así. Es mejor concluir que es improbable pero posible que esta señal ya se haya cumplido.

d. Poderosas señales en los cielos. La aparición de señales extraordinarias en los cielos es la señal que casi con certeza todavía no ha sucedido. Por supuesto, ha habido eclipses del sol y de la luna, y han aparecido cometas, desde que el mundo es mundo. Pero Jesús habla de algo mucho mayor: «Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos» (Mt 24:29). Aunque algunos intentan explicar esto como lenguaje simbólico que se refiere a la destrucción de Jerusalén y el juicio divino sobre esa ciudad,5 parece más probable que este versículo, junto con Isaías 13:10 (del cual Jesús parece haber tomado las palabras de Mt 24:29), hablan de una caída literal de las estrellas y del oscurecimiento del sol y de la luna futuros, algo que sería un apropiado preludio para el estremecimiento de la tierra y del cielo y la destrucción cósmica que vendrá después del retorno de Cristo (vea He 1:10–12; 12:27; 2 P 3:10–11). Con todo, pudieran sucederse muy rápidamente, en un espacio de unos pocos minutos o a lo mucho una hora o dos, y luego producirse el retorno de Cristo. Estas señales en particular no son del tipo que nos llevarían a negar que Cristo pudiera regresar en cualquier momento.

e. La aparición del hombre de maldad. Se han hecho muchos intentos a través de la historia por identificar al hombre de maldad (el «anticristo») con personajes históricos que han tenido gran autoridad y han acarreado caos y devastación a los pueblos de la tierra. Si bien a esas personas malvadas se les pudiera considerar «anticristos» en el sentido de que son precursores del anticristo final (cf. 1 Jn 2:18), todas las identificaciones pasadas del anticristo han demostrado ser erradas, y es probable que todavía un peor «hombre de maldad» surgirá en la escena mundial y acarreará sufrimiento y persecución sin paralelos, sólo para que Jesús lo destruya cuando venga otra vez. Pero el mal perpetrado por muchos de estos otros gobernantes ha sido tan grande que, por lo menos cuando estaban en el poder, habría sido difícil tener certeza de que el «hombre de maldad» mencionado en 2 Tesalonicenses 2 todavía no hubiera aparecido. De nuevo, es improbable pero posible que esta señal se haya cumplido.

f. La salvación de Israel. Con respecto a la salvación de la plenitud de Israel, de nuevo hay que decir que Romanos 9–11 parece indicar que habrá una reunión futura masiva del pueblo judío que se vuelve para recibir a Jesús como su Mesías. Pero no es cierto que Romanos 9–11 prediga esto, y muchos han argumentando que no ocurrirá ninguna reunión futura del pueblo judío más allá de la clase que ya hemos visto en la historia de la Iglesia, puesto que Pablo mismo se pone como ejemplo primario de esta reunión (Ro 11:1–2). De nuevo, es improbable pero posible que esta señal se haya cumplido.

g. Conclusión. Excepto por las señales espectaculares en los cielos, es improbable pero posible que estas señales ya se hayan cumplido. Es más, la única señal que parece con certeza no haber ocurrido, el oscurecimiento del sol y la luna, y la caída de las estrellas, pudiera ocurrir en el espacio de pocos minutos, y por tanto parece apropiado decir que Cristo ahora pudiera regresar en cualquier hora del día o de la noche. Es por tanto improbable pero ciertamente posible que Cristo pudiera volver en cualquier momento.

Pero, ¿hace justicia esta posición a las advertencias de que debemos estar preparados y que Cristo viene a la hora que no esperamos? ¿Es posible estar preparados para algo que pensamos que es improbable que suceda en el futuro cercano? Por cierto que lo es. 

Todo el que se abrocha un cinturón de seguridad mientras maneja, o compra seguro para su coche, se prepara para un evento que piensa que es improbable. De modo similar, parece posible tomar en serio las advertencias de que Jesús pudiera venir cuando no lo esperamos, y con todo decir que las señales que preceden a su venida probablemente sucederán en el futuro.

Esta posición tiene beneficios espirituales positivos conforme procuramos vivir la vida cristiana en medio de un mundo que cambia rápidamente. En el teje y maneje de la historia mundial vemos de tiempo en tiempo eventos que pudieran ser el cumplimiento final de estas señales. 

Suceden, y luego se esfuman. En cada oleada sucesiva de acontecimientos, no sabemos cuál será el último. Esto es bueno, porque Dios no tiene intención de que lo sepamos. Él simplemente quiere que sigamos anhelando el regreso de Cristo y que esperemos que puede suceder en cualquier momento. 

Es espiritualmente malsano decir que sabemos que estas señales no han sucedido, y parece estirar los límites de la interpretación creíble decir que sabemos que estas señales ya han sucedido. Pero parece encajar exactamente en pleno medio del enfoque del Nuevo Testamento hacia el retorno de Cristo decir que no sabemos con certeza si estos eventos han sucedido. Esta posición preserva a la vez la exégesis responsable, una expectación del retorno repentino de Cristo, y una medida de humildad en nuestra comprensión.

Entonces, si Cristo en efecto regresa de repente, no nos sentiremos tentados a objetar, diciendo que una señal u otra todavía no ha sucedido. Simplemente estaremos listos para darle la bienvenida cuando él aparezca. Si hay gran sufrimiento todavía en el futuro, y si empezamos a ver intensa oposición al evangelio, un gran avivamiento entre el pueblo judío, notable progreso en la predicación del evangelio por todo el mundo, e incluso señales espectaculares en los cielos, no nos desalentaremos ni nos desanimaremos, porque recordaremos las palabras de Jesús: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención» (Lc 21:28).

EL REGRESO DE CRISTO

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Yo sé, por triste experiencia, lo que es estar apaciblemente dormido con una paz falsa; por mucho tiempo yo estuve apaciblemente dormido y por mucho tiempo pensé que era cristiano; sin embargo, no sabía nada del Señor Jesucristo.

George Whitefield

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