EL SANTO NOMBRE DE DIOS [Rv60]

EL NOMBRE DE DIOS
Tabla de contenidos

¿Qué significa el nombre de Dios?

El tercer mandamiento dice: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.” 

Éxo 20:7

El principio fundamental descrito aquí es el de la majestad y santidad del nombre de Dios. Debido a su carácter santo, el nombre de Dios debe ser usado con la mayor sinceridad y suma reverencia.

EL NOMBRE DE DIOS

En la cultura occidental existe la tendencia a adoptar una actitud indiferente hacia los nombres. Nos hacemos la pregunta, ¿qué es un nombre? Shakespeare coloca a Julieta en este contexto familiar: 

“La rosa, aun con cualquier otro nombre, su fragancia será igual de dulce” (de la obra Romeo y Julieta). 

Todo padre de familia se preocupa por elegir un nombre para el recién nacido. ¿Qué determina esta elección? Ocasionalmente un nombre es elegido porque su significado es apropiado para la naturaleza del niño, o debido a las particulares circunstancias de su nacimiento. 

A menudo es simplemente un aspecto de atracción especial, o cierto nombre suena muy masculino o muy femenino, según el caso, o sencillamente porque es bonito. 

A menudo los padres ponen a sus hijos el nombre de algún amigo, familiar o personaje bíblico. En otras palabras, pocas veces asociamos el nombre con el carácter del recipiente del nombre.

LA IMPORTANCIA DE LOS NOMBRES

Lo anterior no sucedía en los tiempos bíblicos; donde el concepto de NOMBRE era más significativo que ahora. En esa época el nombre de una persona tendía a demostrar la esencia de su carácter; por ejemplo, el nombre Benjamín significa “Hijo de mi mano derecha” lo cual refleja la relación entre Jacob y su hijo menor. Los nombres Josué y Jesús significan “Salvación del Señor”, lo cual es, en resumen, la misión cumplida por cada uno.

La importancia del nombre fue demostrada particularmente cuando el Señor cambió los nombres de algunas personas. Sus nuevos nombres reflejan más claramente el papel y destino de ellos en el plan de Dios. Por ejemplo, Dios cambió “Abram” (Padre exaltado) por “Abraham” (Padre de multitudes) (Gén. 17:5).

Esta relación entre el nombre de la persona y la persona misma hizo del nombre un asunto de suma importancia. El uso inadecuado del nombre de una persona era considerado una falta de respeto a la persona portadora de tal nombre.

EL NOMBRE DE DIOS Y SU NATURALEZA

La actitud bíblica respecto del nombre de Dios no es la excepción a lo antes mencionado. Su nombre es santo y debe ser reverenciado. El Salmo 111:9 dice “Santo y terrible es su nombre”. 

Jesús comenzó Su oración modelo con “Padre nuestro, que estás en los cielos; santificado sea tu nombre” (Mat. 6:9). Jesús está diciendo “Que tu nombre sea reconocido santo y tratado con reverencia”.

¿Por qué debe ser así? Porque el nombre de Dios representa la persona misma de Dios. G. D. Boardoman dice: 

“El nombre de Dios significa su naturaleza, sus atributos, su carácter, su propósito, sus métodos, sus providencias, sus palabras, sus instituciones, sus verdades, su reino; en otras palabras: todo lo que Dios es, todo lo que Dios hace, todo lo que Dios representa” .

La relación que existe entre el nombre de Dios y Su naturaleza está expresada claramente cuando el Señor proclama Su nombre ante Moisés; esto incluye una proclamación de su naturaleza y sus atributos. 

Cuando un mensajero, un ángel del Señor, fue enviado a guiar a los israelitas a través del desierto, Dios estableció su autoridad divina al anunciar: Él tiene mi nombre (Éxodo 23:20, 21).

EL NOMBRE DE JESÚS

CINCO NOMBRES DE CRISTO

El Nuevo Testamento expresa que “el nombre del Señor tu Dios” incluye el nombre de cada una de las tres personas de la trinidad: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. 

Jesús ordenó que sus seguidores bautizaran a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mat. 28:19). El nombre divino abarca los tres.

Se enfatiza especialmente el significado y la santidad del nombre de Jesús. Los discípulos realizaron milagros con el poder del nombre de Jesús (Lucas 10:17; Hechos 3:16; 4:10; 16:18). Por medio del nombre de Jesús se obtienen la remisión de pecados, la salvación y la vida eterna (Juan 20:31; Hechos 4:12; 10:43). 

Debemos creer en el nombre de Jesús (Juan 2:23; 3:18; 1a de Juan 3:23), y ser bautizados en Su nombre (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5).

El nombre de Jesús es el de más alta investidura, y demanda el respeto y la reverencia más altos para Él. 

Después de la humillación de Jesús en la cruz vemos las siguientes palabras: 

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” 

(Fili. 2:9–11).

El tercer mandamiento aplica toda su fuerza y significado al nombre de Jesús.

Éxodo 20:7

EL SIGNIFICADO

Viendo la importancia del nombre de Jesús, notamos porqué se nos ordena no tomarlo en vano; lo cual significa que no debemos usarlo sin pensar, irreverente o hipócritamente.

PROFANACIÓN

La aplicación más clara de este mandamiento se refiere al comportamiento cristiano: no profanar, maldecir o insultar, lo cual es blasfemia.

Profanar significa tomar algo especial, exaltado, santo, y arrojarlo al más bajo nivel de respeto, lo que es común, ordinario, impuro. El santo nombre de Dios es profanado cuando lo usamos como un apelativo o juramento para dar rienda suelta a nuestro enojo o para expresar fuertes sentimientos hacia alguien o algo.

EXPRESIONES PROFANAS

¿Qué clase de expresiones están prohibidas por profanar el nombre de Dios? Las primeras en mencionarse son (y las ponemos con reverencia y temor).

  1. “Buen Dios”
  2. “Por Dios”
  3. “Dios mío”
  4. o simplemente “Dios”.

Usar este tipo de expresiones profanan deliberadamente el nombre de Dios, y es una gran blasfemia.

Estas no son las únicas expresiones prohibidas, hay otros juramentos más suaves usados por los más piadosos, pero son una profanación del nombre de Dios. Estos incluyen frases como:

  1. “Lo juro por Dios”
  2. “Dios Todopoderoso”
  3. “Señor Dios”
  4. “Gracias a Dios”
  5. “Dios sabe por qué”
  6. “Que Dios me ayude” 

las cuales son pecaminosas y vanas si son dichas descuidadamente. En ocasiones escuchamos a personas que pierden el control de su carácter y comienzan a insultar usando las expresiones arriba mencionadas, aunque después se dan cuenta de ello; pensando que de esa manera han evitado la blasfemia, pero olvidando la santidad y reverencia que merece el nombre de Dios es inexcusable.

Ya que Jesús es nuestro Señor y Dios (Juan 20:28) y que su nombre es por sobre todo nombre (Fili. 2:9); es, entonces, una blasfemia usar el nombre de Jesús en vano. Por ejemplo, la persona que dice de manera descuidada “Por la sangre de Cristo” o “Jesucristo” es tan culpable como el que dice (con perdón del lector) “Dios, maldición”.

Mucha gente, incluyendo cristianos sinceros, profanan el nombre de Dios al decir sin pensar el nombre SEÑOR. Hemos escuchado a cristianos viejos decir sin pensar 

“Señor, ten misericordia” o simplemente “Señor”. ¿Acaso la frase “Buen Señor” es menos profana que “Buen Dios”? El que es nuestro Dios también es nuestro Señor (lea Juan 20:28).

 Cuando el hombre común oye la palabra “Señor” ¿en qué cree que piensa luego? Por supuesto que no en un personaje noble, sino en Dios. Por lo tanto, se debe usar con reverencia y respeto.

¿Qué decir de las palabras “maldición” e “infierno” cuando son usadas para insultar o emitir juramentos? Son profanas y este mandamiento las prohíbe. 

Ambas expresiones competen exclusivamente al dominio de Dios, de la misma forma que lo están el juicio y el castigo eterno. De manera que, cualquier referencia a esto trae a Dios a la mente; y usar estas expresiones es burlarse del poder y la persona de Dios.

LA GRAVEDAD DE LA PROFANACIÓN

Profanar el nombre de Dios es un pecado muy serio que atenta contra el tercer mandamiento. 

“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.” (Éxodo 20:7)

y los que lo quebrantan se unen a los enemigos de Dios (Salmo 139:20). El castigo prescrito por Dios para este pecado nos muestra la gravedad del mismo. Bajo las leyes del Antiguo Testamento la pena era la muerte. 

Levítico 24:10–23 nos narra el caso de un joven a quien oyeron blasfemar el nombre de Dios. Fue traído ante Moisés; y después que el Señor le instruyó al respecto, ordenó que el joven fuera apedreado hasta morir; y al mismo tiempo dijo al pueblo de Israel que, cualquiera que maldiga a Dios deberá morir, toda la congregación lo apedreará.

En el Nuevo Testamento hay indicios de que los cristianos blasfemos eran excomulgados de la iglesia. En 1a a Timoteo 1:20 Pablo se refirió a dos hombres, Himeneo y Alejandro, “a quienes he entregado a Satanás para que aprendan a no blasfemar”. “Entregar a Satanás” significa excomulgarlo o excluirlo de la comunión de la iglesia (1a a Cor. 5:5). Es la pena más grande y seria que la iglesia, como tal, puede aplicar a un miembro contumaz.

¿A qué se debe que la profanación o la blasfemia sea un pecado tan grave? 

Cierta persona que está habituada a usar términos para referirse a Dios, como Dios, Señor, Cristo, Etc. exn frases comunes, se preguntará 

¿qué tiene de malo, no quiero decir nada con ello? 

Allí está precisamente el meollo del asunto, ya que el nombre de Dios es sacratísimo, debemos usarlo solamente cuando queremos decir algo positivo con él. Así que, usarlo sin sentido o sin pensar es insultar a Dios.

HIPOCRESÍA

Podemos tomar el nombre de Dios en vano de otras formas, no necesariamente sin pensarlo o con un lenguaje blasfemo, no es necesario decir el nombre de la persona para usarlo equivocadamente. 

Podemos tomar el nombre de otra persona y usarlo, y de esa manera nos asociamos con ella. Ejemplo de esto es cuando la mujer se casa y se apropia del nombre del marido; así sucede con el cristiano: se apropia del nombre del Señor Jesucristo.

Cuando nos asociamos con un nombre, todo lo que hagamos bueno o malo se reflejará en ese nombre. Para ser merecedor de este nombre, nuestra vida debe estar en correspondencia con la reputación y carácter del nombre con quien estamos asociados.

DESHONRAR EL NOMBRE DE DIOS

El nombre de Dios es deshonrado cuando uno que lleva Su nombre (cristianos entre comillas) lleva una vida carnal, mundana, egoísta. Por ejemplo, cuando Israel quebrantó su pacto con Dios, la desobediencia de ellos manchó el nombre de Dios (Jere. 34:16).

Jesús condenó abiertamente a todos los fariseos y escribas por su hipocresía; quienes, a través de su actitud pública de adoración y el fiel cumplimiento de las leyes ceremoniales, daban la impresión de ser verdaderos siervos de Dios. 

Mas Jesús, al llamarlos hipócritas, declaró que el corazón de ellos estaba lejos de Dios (Marcos 7:6). Su vida privada estaba lejos de ser la piadosa que mostraban a los demás (Mat. 23:13–33). En Romanos 2:17–24 Pablo declaró que esa hipocresía había atraído la deshonra al nombre de Dios

“Te jactas de conocer la ley de Dios, pero la deshonras al violarla; no en vano el mundo aborrece a Dios por culpa tuya”

CONSECUENCIA DE LA HIPOCRESÍA

Decir que seguimos a Cristo y que por eso usamos Su nombre, llamándonos cristianos, pero vivimos en el pecado, traerá consigo consecuencias serias. Primero, la condenación eterna espera al hipócrita, tal como lo dice Jesús en Mateo 7:21–23.

Lo más grave de este asunto es que habrá muchas almas que serán condenadas a causa de los que, diciéndose cristianos, viven hipócritamente. 

Cualquier obrero cristiano confirmará mis palabras, de que el obstáculo más grande para el crecimiento de la iglesia y, por supuesto, para la salvación de las almas es la hipocresía de los que se dicen cristianos.

Por tanto, el tercer mandamiento requiere que usemos el nombre de Cristo de manera que Lo honre y vivamos conforme a Su santo nombre. “Debemos ser santos porque Dios es santo” (1a de Pedro 1:16). “Y el que se llame cristiano debe apartarse del mal” (2a a Tim. 2:19)

Versículos claves:

Éxodo 20:7

Mateo 5:33–37; 6:1–6; 7:21–23; 21:28–32

Marcos 7:5–8

EXPLICACIÓN TEOLÓGICA NOMBRE Y NOMBRES DE DIOS

EL NOMBRE Y LOS NOMBRES DE DIOS

El método de las teologías sistemáticas antiguas al indagar sobre la doctrina de Dios, era tratar en detalle los diversos nombres de Dios, especialmente los que se encuentran en el Antiguo Testamento, la mayoría de los cuales se basaban en la palabra hebrea ‘El. Sin querer despreciar ese tipo de estudio, debemos tomar nota del énfasis que Louis Berkhof y Emil Brunner han puesto en el presente siglo sobre el nombre (en singular) de Dios como tema teológico.

  1. EL NOMBRE DE DIOS

Berkhof planteó el tema del siguiente modo:

La Biblia habla a menudo del nombre de Dios en singular, como por ejemplo en Éxodo 20:7 y Salmo 8:1. Cuando lo hace, no se trata de una designación especial de Dios, sino que es un uso muy general del término para expresar su autorrevelación.

Brunner consideraba que el nombre de Dios era un tema descuidado entre los teólogos. Descubrió que las frases “el nombre de Dios”, “el nombre del Señor” y variaciones de las mismas aparecían en casi 100 pasajes del Antiguo Testamento y en más de 200 pasajes del Nuevo Testamento. 

Algunos ejemplos de este uso son: 

“No tomarás en vano el nombre de Jehovah tu Dios” (Éxo. 20:7); “proclamaré delante de ti el nombre de Jehovah…” (Éxo. 33:19); “¡cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Sal. 8:1); “santificado sea tu nombre” (Mat. 6:9); “yo he venido en nombre de mi Padre” (Juan 5:43); y “he manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (Juan 17:6). 

Según Brunner, el nombre de Dios “reúne… ciertos elementos decisivos en la realidad de la revelación”; el nombre en sí representa la individualidad de Dios y la manifestación del nombre de Dios representa la acción de Dios. El teólogo suizo identificó tres de estos “elementos decisivos”:

  1. El nombre de Dios significa la posibilidad de la revelación divina: “Dios es conocido solamente donde él mismo da a conocer su nombre.”
  2. El nombre de Dios manifiesta la naturaleza de Dios como persona. Llamar a Dios por su nombre sugiere que Dios es un “tú” y no un “eso”: “Es una prerrogativa de las personas poseer un nombre.” El Dios que manifiesta su nombre es descrito en los libros bíblicos por medio de antropomorfismos, es decir que se habla de Dios usando las formas que se usan para referirse a los seres humanos.
  3. El llamar a Dios por su nombre tiene como propósito llevar a los seres humanos a la comunión o al compañerismo con él. Que alguien comunique su nombre implica que se da a conocer; que Dios nos manifieste su nombre significa que llama a los seres humanos a que lo busquen y entren en compañerismo con él.

A los tres “elementos decisivos” de Brunner podemos agregar un cuarto:

(4) El nombre de Dios intensifica la seriedad de la blasfemia y del maldecir. En la Septuaginta la blasfemia “siempre se refiere en última instancia a Dios”. “En el Nuevo Testamento el concepto de la blasfemia está controlado en todo por la idea de la violación del poder y de la majestad de Dios.”

LOS NOMBRES DE DIOS

Juntamente con la conciencia de la importancia teológica del nombre de Dios en la Biblia, es importante tener una noción de los nombres bíblicos específicos de Dios.

EL NOMBRE DE DIOS

El Antiguo Testamento

Los dos nombres de Dios usados más frecuentemente en el Antiguo Testamento son el nombre semítico general de Dios, ‘El y el nombre especial referido al pacto, Yahvé.

  1. ‘Él y sus variantes

‘El significaba el Dios fuerte o poderoso. “Pertenecía al mundo semita en general, y se lo usaba en los escritos babilónicos, fenicios, arameos y árabes no menos que en los hebreos.” 

El nombre ‘El Shadai o Dios Todopoderoso se usa en Génesis 17:1; 28:3; 35:11; 43:14; 48:3; 49:25 y Éxodo 6:3. 

El nombre ‘El Elyon se encuentra en el pasaje sobre Melquisedec (Gén. 14:18, 19, 20, 22). 

El término ‘El Hai, o “Dios vivo” es usado en Deuteronomio 5:26; Josué 3:10; 1 Samuel 17:26, 36; 2 Reyes 19:4, 16 (ver Isa. 37:4, 17); Oseas 1:10b; Jeremías 10:10 y 23:6; y Salmo 42:2 y 84:2. 

El plural ‘Elohim se ha descrito como “plural de majestad o de eminencia” o “más exactamente como el plural de plenitud o grandeza”.

  1. Yahvé

La etimología de esta palabra es algo incierta, pero parece ser una forma del verbo “ser” en hebreo (hayah). Los estudiosos del Antiguo Testamento y otros teólogos difieren un tanto en sus definiciones del significado básico de “Yahvé”. 

Para Andrew Bruce Davidson (1831–1902), el término tenía un significado más redentor que ontológico: 

“No describe a Dios en cuanto a su naturaleza sino en cuanto a sus funciones salvíficas, su actividad viviente en medio de su pueblo y su influencia sobre éste.” 

Carl F. H. Henry opina que “lo que aquí se pone de manifiesto no es la idea de la existencia continua —una existencia completa en sí misma— sino de la venida de Dios al hombre”. 

Según Emil Brunner, el término, especialmente en Éxodo 3:14, connota a Dios como “el Misterioso… el Incomparable”. 

Edmund Jacob (1909–) consideraba que la idea clave en el nombre Yahvé era la presencia de Dios con su pueblo. 

Eichrodt afirmó que “la interpretación más natural sigue siendo la que iguala el Tetragrámaton con ‘él es’, ‘él existe’, ‘él está presente’”.

Ciertas traducciones de la Biblia utilizan la palabra “Jehovah” en vez de traducir “Yahvé” como “el SEÑOR”. Asimismo, aparece el nombre “Jehovah” o “Jehová” en algunos himnos. 

¿Cuál es la relación entre los vocablos Jehovah y Yahvé? 

Para poder contestar la pregunta, es necesario repasar algunos datos históricos. Después del cautiverio babilónico, los judíos dejaron de pronunciar la palabra Yahvé oralmente cuando leían la Biblia hebrea, probablemente a raíz de su gran reverencia por ese nombre. Lo remplazaron con la circunlocución ‘Adonai, o el Señor. Hacia 1520 d. de J.C., los cristianos, bajo el liderazgo del Vaticano, empezaron a unir las consonantes de Yahvé con las vocales de ‘Adonai para formar el vocablo híbrido “Jehovah”.

  1. El Nuevo Testamento

El nombre “Dios” prevalece en el Nuevo Testamento sin que exista una distinción parecida a la que se ve en el Antiguo Testamento entre ‘El y Yavé. Sin embargo, los grandes nombres analógicos que ocupan un lugar prominente en el Nuevo Testamento tienen su origen en el Antiguo Testamento. 

Entre los nombres analógicos se encuentran Padre, Pastor, Redentor o Salvador, Juez, Rey y Señor. El término Creador no es propiamente analógico, porque la palabra hebrea que se traduce como “crear” (bara’) significa “traer a la existencia aquello que no existía”.

  1. El uso filosófico

Existe un fuerte contraste entre los términos analógicos que se refieren a Dios en la Biblia, que sirven para magnificar la naturaleza personal del Dios bíblico, y los términos más impersonales para la deidad que se usan en la tradición filosófica occidental.

Los grandes escritos filosóficos están, por cierto, repletos de nombres para Dios: 

el Daimon de Sócrates, la Idea de lo Bueno de Platón, el Primer Motor de Aristóteles, el Uno de Plotino, la Causa Sui de Spinoza, el Absoluto de Hegel y el Incognoscible de Spencer.

En algunas ocasiones los teólogos se han unido a los filósofos en optar por un lenguaje impersonal para referirse a Dios. Eunomio de Cizico, un arriano del siglo IV, sostuvo que el único nombre para Dios debería ser el Ingenerable (es decir, quien no tiene origen). La tensión entre los nombres más personales y los más impersonales para Dios continúa hasta el presente.

Un pensamiento que ha sido alimentado por abstracciones filosóficas percibe el concepto del nombre de Dios y la revelación del Nombre como una degradación antropomorfa que lo hace a Dios finito, cosa que no puede permitirse.

Martin Buber (1878–1965), teólogo judío, contó cómo un amigo lo había reprendido con respecto a su uso del nombre de Dios. Le dijo su amigo:

¿Cómo puedes repetir “Dios” vez tras vez?… Lo que tú quieres decir con el nombre de Dios es algo que va más allá de toda comprensión y todo entendimiento humano, y al hablar de ello lo rebajas al nivel de un concepto humano. 

¡Qué palabra del lenguaje humano ha sido tan abusada, tan deshonrada, tan profanada como ésta! Toda la sangre inocente que ha sido vertida por esta palabra la ha robado de su resplandor. Toda la injusticia que ha sido tapada por esta palabra le ha borrado sus rasgos distintivos. Cuando escucho que al Altísimo se lo llama “Dios” me parece a veces casi una blasfemia.

Buber respondió a su amigo como sigue:

Sí, es la palabra más recargada de todas las palabras humanas. Ninguna otra ha sido tan despojada, tan mutilada. Justamente por esta razón no la puedo abandonar. 

Generaciones humanas han descansado la carga de sus ansiosas vidas sobre esta palabra, haciendo que se encorve hasta el suelo bajo el peso; yace en el polvo y lleva todas esas cargas… ¡Dónde pudiera encontrar una palabra como ésta para describir al Altísimo! Si tomara el concepto más puro, más resplandeciente de la cámara escondida de tesoros de los filósofos, solamente podría capturar un producto descomprometido del pensamiento. 

No podría aprehender la presencia de quien las generaciones de los hombres han honrado y degradado con sus pasmosas vidas y muertes. Verdaderamente me refiero al mismo al cual se refieren las generaciones de hombres atormentados por el infierno, que quieren tomar por asalto el cielo… Pero cuando toda locura y todo engaño vuelven a ser polvo, cuando se enfrentan con él en la oscuridad más solitaria y ya no dicen “él, él”, sino suspiran “tú”, gritan “tú”, todos ellos esta única palabra, y cuando agregan “Dios”, ¿no es el verdadero Dios al cual todos imploran, el único Dios viviente, el Dios de los hijos de la humanidad?… Y por esta razón justamente, ¿no es la palabra “Dios,” la palabra de súplica, ¿la palabra que se ha tornado nombre, consagrada en todas las lenguas humanas por todos los tiempos?

EL SANTO NOMBRE DE DIOS

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