¿Cuál es el pecado de endurecimiento?
El pecado de endurecimiento es similar en algunos aspectos al pecado imperdonable. El pecado de endurecimiento consiste en la oposición persistente y terca de la Palabra de Dios y al testimonio de la conciencia.
Una diferencia fundamental entre el pecado imperdonable y el pecado de endurecimiento es que el primero es endurecimiento contra el evangelio mientras el segundo puede ser endurecimiento contra la ley o el evangelio.
El pecado de endurecimiento está bien ilustrado en los actos del faraón
que se endureció contra el mandato de Dios de que dejara ir a los israelitas. Dios le exigió repetidamente al faraón que le obedeciera y dejara ir a los israelitas, pero repetidamente el faraón se negó.
En las primeras cinco plagas, el faraón endureció su corazón (Éxodo 8:15, 32), pero después de la sexta plaga, se nos dice: “Jehová endureció el corazón del faraón” (9:12).
El pecado de endurecimiento implica un proceso.
Primero, la persona rechaza repetida y persistentemente pecado imperdonable. La persona resiste la Palabra de Dios y su conciencia se debilita hasta que se ha endurecido grandemente por la fuerza del hábito y ya no tiene regreso del camino a la destrucción.
Entonces, Dios toma nota de esa terca y persistente desobediencia y, como juicio contra ella, endurece más a la persona, que ya se ha endurecido a sí misma.
En Romanos 1:18–32 Pablo describe en detalle el proceso de endurecimiento entre los impíos.
Conocen a Dios, pero no lo glorifican como Dios ni le dan gracias; su corazón está entenebrecido. Pretendiendo ser sabios, se hacen necios y prefieren adorar a algo o a alguien más. Se endurecen en necia desobediencia e idolatría.
Como juicio contra ellos, Dios los endurece más y los entrega completamente al servicio de pecados como envidia, homosexualidad, asesinato, contiendas, calumnia y arrogancia. Aquí vemos de nuevo la secuencia corriente de eventos que tiene lugar en el pecado de impenitencia. Primero, la persona se endurece a sí misma. Sólo después Dios la endurece más.
Tanto el faraón como los malhechores que Pablo condenó en Romanos 1:18–32, se endurecieron contra la ley.
El pueblo de Dios del Antiguo Testamento (Isaías 6:9–11) y los judíos que rechazaron a Jesús (Mateo 13:14) se endurecieron contra el evangelio, despreciando persistentemente las buenas nuevas de su salvación, bloqueando la luz que trataba de penetrar en su corazón y sofocando la lánguida luz que luchaba por permanecer en su corazón. Luego Dios decidió endurecer aún más sus corazones.
¡Qué advertencia para que luchemos contra los primeros asomos de pecado en nuestro corazón!
Al pecado no se le debe permitir que establezca ni el más mínimo espacio en nuestro corazón ni en nuestra vida. Si se le permite crecer, finalmente puede hacer desaparecer la fe.