¿QUÉ ES LA NAVIDAD? [Lucas 2:8–11]

¿QUÉ ES LA NAVIDAD?
Tabla de contenidos

¿Celebraremos este año otra navidad sin Jesús?

Una navidad sin la cruz (lo cual se refiere a la muerte de Jesucristo) no es navidad. Porque sin cruz, no habría redención (rescate del pecado) sin cruz, no habría Salvador. 

La navidad fue el comienzo, la cruz más adelante y más allá la tumba vacía. 

¿Qué es la navidad?

Navidad (del latín, nativĭtas; literalmente, “nacimiento”).

Una fiesta anual que conmemora el nacimiento de Jesús, probablemente la festividad más importante del cristianismo actual.

¿Es la celebración de la Navidad un ritual pagano?

Esa pregunta surge cada año en la época de Navidad. En primer lugar, no hay un mandato bíblico directo de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. No hay nada en la Biblia que indique siquiera que Jesús nació un 25 de diciembre.

En los relatos del Nuevo Testamento hay muchos indicios de que no sucedió durante esa época del año. Sencillamente sucede que, en el Imperio Romano, había una fiesta pagana conectada con las religiones de misterio; los paganos celebraban su fiesta el 25 de diciembre. Los cristianos no querían participar en eso y, por lo tanto, dijeron:

“Mientras todos los demás celebran esa fiesta pagana, nosotros vamos a tener nuestra propia celebración. Vamos a celebrar lo más importante para nuestra vida, la encarnación de Dios, el nacimiento de Jesucristo. Así que esta será una época de festividades alegres, de celebración y adoración de nuestro Dios y Rey.”

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Tradición y fecha

La Navidad se celebra tradicionalmente en Occidente el 25 de diciembre; esta fecha probablemente fue determinada de mediados a finales del siglo IV. Algunos grupos, siguiendo el antiguo calendario juliano, guardaban el festivo el 25 de diciembre de ese calendario, lo cual corresponde al 7 de enero en el calendario gregoriano.

Para finales del siglo IV, la Navidad había comenzado a surgir como un festivo por derecho propio, aunque en sus primeras etapas era más un preludio de la celebración mejor establecida de la Epifanía

Estas fiestas permanecen relacionadas en las tradiciones orientales y occidentales, y la temporada navideña todavía marca el comienzo de la Epifanía. Sin embargo, a partir del siglo IX, posiblemente como resultado de la coronación del emperador Carlomagno el día de Navidad en el 800 d.C., la celebración de la Navidad se hizo más notoria, distinguida y pública en Occidente.

Gran parte de lo que hoy se ha convertido en parte de las imágenes comunes de Navidad (por ejemplo, Papá Noel y los árboles de Navidad) se originó en la era moderna temprana, con algunas tradiciones emergiendo tan tarde como el siglo XIX.

Narraciones bíblicas que describen el nacimiento de Jesús

Las narraciones que describen el nacimiento de Jesús se encuentran por primera vez en los Evangelios de Mateo y de Lucas. La historia navideña “clásica” de hoy en día, con su colorida variedad de imágenes memorables (por ejemplo, los pastores y los sabios que viajaron a Belén para rendir homenaje al recién nacido bebé Jesús en el pesebre, atendido por sus padres, María y José, rodeado de varios animales de corral), es en realidad una combinación de estas dos narraciones distintas, que incluyen las siguientes variaciones:

EL BELÉN DE LA NAVIDAD
  • El evangelio de Lucas narra que María y José partieron de la ciudad galilea de Nazaret hacia la ciudad judía de Belén para registrarse en el censo mundial de César Augusto (Lucas 2:1–4). Mateo, por otro lado, hace que parezca que la pareja ya vivía en Belén cuando Jesús nació, ya que no se menciona que tuvieron que realizar algún viaje para llegar allí (Mateo 2:1).
  • Los primeros visitantes mencionados en Mateo son los magos, mientras que en Lucas son los pastores (Mateo 2:1–12; Lucas 2:8–20).
  • Lucas supone que Jesús nació en un entorno adecuado para la cría de animales (Lucas 2:7), mientras que Mateo no da ninguna indicación de que Jesús naciera fuera del hogar de José y María (véase Mt 2:11).
  • Mateo registra que después del nacimiento de Jesús; María y José huyen de Judea hacia Egipto para salvar a Jesús del decreto de Herodes de que todos los niños varones menores de dos años sean sacrificados (Mateo 2:13–18). En Lucas, simplemente regresan a Nazaret cruzando por Jerusalén (Lucas 2:39).

Los intentos por conciliar estas dos narraciones son tempranos; para finales del siglo II, dos textos populares, el Diatessaron de Tatián y el Protoevangelio de Santiago, de autoría anónima, ya habían combinado Mateo y Lucas en una sola secuencia narrativa.

 «¡Feliz Navidad!».

 (Lucas 2:8–11)

En estos días escuchamos una frase muchas veces; una frase que normalmente produce grande gozo: «¡Feliz Navidad!». Calle arriba y calle abajo, y aun en estado de quietud, pregunté a la Humanidad:

—¿Qué entiendes por Navidad …?

Y la Humanidad me contestó:

—La Navidad es el disfrute de un clima agradablemente fresco … es el aprovechamiento de comidas y bebidas en cantidad, potencia y variedad … es la participación placentera en el maridaje materialista … es la percepción de la aparente belleza de las formas y los colores … es el goce del intercambio de felicitaciones y regalos … es el pasar horas de trabajo sin trabajar … es la alegría de visitar amigos para recibir obsequios de ellos … es el tiempo comercialmente productivo para comprar y vender … es el desenfreno de emociones que al descontrolarse se traducen en excesos … Es trasnocharse haciendo mucho ruido innecesario … Amigo mío, ¡Eso es Navidad …!

Así me dijo la inconsciente Humanidad … Pero, «eso» ¿es realmente la Navidad …?

Amados, las Sagradas Escrituras nos enseñan que la Navidad es la reverente conmemoración, en espíritu de adoración y gratitud, del milagroso nacimiento de Jesús, el Cristo prometido en las divinas profecías como Salvador y Redentor de la desobediente, rebelde, perdida Humanidad … Después de orar y meditar sobre tan precioso tema, hemos sentido la inspiración de Dios para darnos cuenta de que …

  1. La Navidad es el tiempo escogido en que, a través de las dádivas de la ocasión, reflejamos, aunque pálidamente, la más grande dádiva jamás realizada: la Dádiva de Dios al mundo en la persona de su único Hijo, para salvar al género humano.

La Santa Biblia dice:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, más tenga vida eterna». (Jn. 3:16).

  1. La Navidad es el momento histórico en que la humanidad consciente se esfuerza en ejemplificar, especialmente, los principios más elementales del cristianismo ante una Humanidad inerte a las realidades extraterrenales, espirituales, celestiales …
  1. La Navidad es una perenne invitación a amar; invitación que se siembra como las semillas, y que al ser aceptada germina convirtiéndose en práctica continua, y florece en esa realidad luminosa que por virtud de la gracia de Dios se llama salvación eterna …
  2. La Navidad es una pregunta del Señor Jesucristo a los ya registrados en el Libro de la Vida, tal y como la hizo a Pedro:

«¿Me amas?» (Jn. 21:16). Él también dijo: «El que me ama, mi palabra guardará» (Jn. 14:23).

  1. La Navidad es el preámbulo de la constitución que garantiza la independencia del alma y el pleno disfrute de su libertad más pura: la liberación de lo terrenal …
  1. La Navidad es experiencia con Dios; y dentro de esa experiencia es evidencia de vida nueva, de libertad, y de entrega de nosotros para servirle.
  1. Pero, además de todo eso, la Navidad es momento de constante actualidad, momento propicio, adecuado; momento preciso para aceptar el consejo divino de:

«Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mt. 6:33).

Amados hermanos, hemos sentido la necesidad de considerar el tema de la Navidad por el ¡dolor! que nos produce saber que millones que hay desconocen su verdadero significado, que todavía hay muchos más que la desconocen totalmente; que aun dentro del grupo privilegiado con la hermosa encomienda de transmitir a la Humanidad durmiente esta verdad divina, hay muchos en quienes en más de una ocasión se ha disipado la visión más clara e inteligible de hacer este anuncio glorioso, y con esto han dificultado grandemente su diafanidad, y la comprensión y la posesión de su verdadera esencia, ¡debido a un testimonio personal lleno de brumas …! Nuestra misionera asignación es entender, vivir y enseñar al mundo la Navidad en su manifestación clara, completa, verdadera … Y es que, en el hermoso diamante de la experiencia cristiana, la Navidad es faceta que tiene un lugar y una posición dentro del divino plan de redención del género humano.

Para poder comprender el verdadero significado de la Navidad es menester tener la experiencia de otra realidad eterna: la conversión, la conversión de lo animal a lo espiritual; gloriosa transfiguración de hijos del mundo en hijos de Dios; reconociéndonos pecadores, arrepintiéndonos de nuestros pecados, realizando nuestra insuficiencia, y aceptando espontáneamente el camino de salvación a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo … Él mismo lo estableció así cuando dijo:

«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre sino por mí» (Jn. 14:6).

A través de este proceso nos apropiaremos de la hermosa verdad llamada «Navidad».

Hermanos míos, así como la fecha de la independencia nacional de los países libres es tan importante por su significado patriótico para cada ciudadano leal, asimismo la Navidad es punto cardinal en las fronteras patrias de los ciudadanos del Cielo, misioneros del amor de Dios en este mundo … Amados hermanos, amados de Dios, ¡Nuestro Padre celestial quiere que, transfigurando nuestros seres, transfiguremos el mundo en que vivimos! ¡Toda vez que la Navidad no es lo que el mundo cree que es, ni aun todos los llamados cristianos comprenden la Navidad, ¡ahora sí, ahora ha llegado el momento de comprender que la Navidad es una parte integrante del Divino Plan de la redención humana! ¡Únicamente así entenderemos, viviremos, enseñaremos una Feliz Navidad …! ¡Que el Señor Jesucristo les dé ésta Feliz Navidad!

 

NAVIDAD SIN JESÚS

(Isaías 9:6)

El ambiente comienza a llenarse de alegría. Las atractivas vitrinas de los almacenes, con sus adornos, sus muñecas y demás juguetes infantiles, nos están recordando que una nueva Navidad está a nuestras puertas. Mas, ¿celebraremos este año una Navidad sin Jesús?

Tal cosa parece extraña; y hay razón, porque, ¿cómo es posible que haya Navidad sin Jesús? Si ella celebra el nacimiento del Hijo de Dios, ¿cómo puede celebrarse la Navidad sin Jesús? Sería un contrasentido, como si en el Cielo no brillaran las estrellas, como si en el jardín no hubiese flores, como ver un cuadro sin paisaje o como si en el rostro de un niño no se dibujara una sonrisa. Y, sin embargo, la triste realidad es que para muchos hay Navidad sin Jesús. Porque tienen quizá de todo; pero no tienen a Jesús. Sólo aprovechan la ocasión para divertirse a su sabor y gusto, y se encuentran muy alejados del que fue el humilde Niño de Belén.

  1. La Navidad sin Jesús es la que se celebra sin pensar en los demás:

si ahondamos un poco en el significado de la Navidad descubriremos verdades hermosas. La Navidad es algo más que el nacimiento natural y normal del Niño Jesús. Detrás de ese acontecimiento histórico se esconden los propósitos y la voluntad de Dios.

La primera Navidad consistió en el regalo que Dios le hizo a la humanidad. 

Isaías profetizó: «Porque un Hijo nos es dado Hijo nos es nacido». El ángel dijo a los pastores: «No temáis, porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os es nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor». Aquí tenemos la idea de «dar». Dios es el más grande dador en el universo. Él nos da todo; él nos dio la vida, y en la manifestación cumbre de su amor, se dio a sí mismo por nosotros en la persona de su Hijo Cristo Jesús. Tal fue la actitud de Dios en la primera Navidad. Y esa debe ser también la de nosotros. Los que nos llamamos sus hijos.

No pensemos tanto en los regalos que recibiremos, sino en las cosas que podremos dar a los demás. Hay muchas maneras en que podemos ayudar a otros, especialmente durante estos días. Tal es el espíritu cristiano de una verdadera Navidad. No seamos, pues, egoístas. Hay muchísimas personas necesitadas alrededor de nosotros. Tal vez es un vecino que vive en la indigencia; quizás es un familiar muy pobre, sin ropa y sin alimentos; o un amigo lejano que implora nuestro socorro. Cada uno puede hacer algo dentro de sus propias posibilidades. Lo malo es que hay personas a quienes Dios ha bendecido ricamente, y no piensan más que en sí mismas. Pudiendo llevar un rayo de luz y de gozo a los que sufren, no lo hacen, porque son adinerados, más vacíos de espíritu. Ninguna Navidad podrá ser realmente alegre si no pensamos en los demás. 

La Biblia nos dice: «Más bienaventurada cosa es dar que recibir». Mostremos, entonces, el espíritu de Cristo; irradiemos en nuestra vida su luz; exhalemos en nuestros actos su aroma.

  1. La Navidad sin Jesús es la que se celebra cuando no se tiene verdadero gozo en el corazón:

la Navidad es una fiesta de gozo. 

En el Cielo hubo fiesta cuando el Verbo eterno, quien por obra milagrosa de Dios había encarnado en el vientre virginal de María, nació en la aldea de Belén. 

Aquella noche de la primera Navidad, los pastores humildes corrieron hasta el pesebre y rindieron gozosos el tributo de su adoración al Dios hecho hombre; los ángeles, mensajeros celestiales, irrumpieron sobre el escenario de la Tierra para inundar la atmósfera con sus melodiosos cánticos, alabando a Dios en las alturas y anunciando la paz y la buena voluntad a los hombres.

María y José también sintieron gozo profundo en sus corazones. Pero no hay que confundir el gozo de origen divino con la alegría barata, sensual y efímera, que es lo que muchos buscan durante estos días navideños. para esos la Navidad consiste en tomar licor, en bailar, en participar de grandes comilonas, en ir de farra, y cosas semejantes. Mas eso es alegría mundana, la cual está muy lejos de honrar el nombre de Dios. 

El gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo, es una emoción íntima, del espíritu la cual es producida por la experiencia de Dios en la vida y no por los deleites carnales. Nada importaría que no hubiese ropa que estrenar o cena que comer o paseos que realizar, lo importante y esencial es tener el gozo de Cristo en el alma. Por supuesto esas otras cosas legítimamente obtenidas y circunspectamente realizadas, son buenas, y ojalá que todos pudieran tenerlas; pero debe haber gozo en el corazón antes que todo lo demás. Y debemos gozarnos porque Dios, al vernos perdidos en nuestros delitos y pecados, pensó en nosotros y nos envió a su Hijo para que Él por medio de su muerte y de su resurrección nos perdonara y nos abriera las puertas del Cielo.

  1. La Navidad sin Jesús es la que se celebra cuando no se conoce la historia de Jesús:

la Navidad es un tiempo propicio para meditar en el nacimiento y en la vida de Jesús. La historia de su advenimiento debe refrescarse en nuestra memoria.

Cuando los israelitas celebraban la fiesta de la Pascua, recordaban el maravilloso evento histórico de la liberación de sus antepasados de la bochornosa esclavitud en Egipto. La Pascua les hacía meditar en las bondades de Jehová Dios y en su intervención providencial en la historia.

¿Cómo es posible que muchos celebren la Navidad sin siquiera saber cuál es el motivo, ni conocer la historia de la venida de Jesús al mundo? Hay todavía mucha ignorancia con respecto a la Palabra de Dios. Aun los llamados cristianos celebran la Navidad como una costumbre tradicional, y en una forma casi pagana, alejándose de la sencillez sublime de los evangelios.

Los hombres han convertido la Navidad en una racha comercial; los sibaritas, en un tiempo de holgorios y deleites; y los engañadores, en una ocasión más para fomentar la idolatría. Esto no debiera ser así. Estudiemos a conciencia el relato de los evangelios a fin de que nos acerquemos más a Jesucristo nuestro Señor y lo honremos celebrando dignamente su nacimiento humano e histórico.

Ningún derecho tiene de celebrar la Navidad

Ningún derecho tiene de celebrar la Navidad los que no conocen a Jesús ni le han recibido en sus corazones como Salvador, Rey y Señor.

Todos los que, en aquella primera Navidad, en el ambiente bucólico de Belén, llegaron hasta el establo donde yacía Jesús, por fe lo aceptaron como al Hijo de Dios. Los Magos, en un reconocimiento de su realeza y divinidad, le ofrecieron oro, incienso y mirra. El nombre de Jesús es sólo un pretexto para muchos, para sus orgías y francachelas; pero a su persona divina, humana y redentora, es decir a él, no le toman en serio.

Jesús está totalmente fuera de la vida de muchos. Y no es asunto de tener una estatuilla o un muñeco bonito y llamarlo el Niño Dios creyendo que ese objeto es Jesús. No. Eso es un craso error. A decir verdad, resulta impropio y hasta irreverente hablar ahora de Jesús como el «Niño Dios», aunque es cierto que él, en su naturaleza humana, nació como un niño. A Jesús, como la revelación cumbre de Dios, tenemos que concebirlo por la fe como un varón perfecto, poseedor de la hombría ideal, santo, divino. ¿Será tu Navidad una Navidad sin Jesús este año? ¡Que no sea así! ¡Acéptalo como el Hijo unigénito de Dios y como tu Salvador personal!

EL DON DE LA NAVIDAD

(Mateo 2:11)

  1. La Navidad es un tiempo de renunciamiento: del pecado, los malos hábitos, los placeres egoístas.
  2. La Navidad es un tiempo de redención: rendición a Cristo, aceptación a Él como Rey
  3. La Navidad es un tiempo de dar: no de canjear.

EL GRAN MENSAJE DE NAVIDAD

(Lucas 2:10, 11)

  1. El gran predicador: «El ángel les dijo …».
  2. La gran introducción: «Dejad de temer …».
  3. Las grandes nuevas: «Porque os traigo buenas noticias de gran gozo …».
  4. El gran huésped: «… Que lo será para todo el pueblo …».
  5. El gran hecho: «… Que os ha nacido hoy … Cristo el Señor».
  6. El gran lugar: «… En la ciudad de David …».
  7. El gran Salvador: «… Cristo, el Señor».
  8. El gran pecador: Usted.
  9. El gran mensaje profetizado (Is. 7:14; 9:6; 11:1).
  10. La gran promesa dada (Ro. 10:9, 10).
JOSÉ MIRANDO A JESÚS EN BRAZOS DE MARÍA EN SU NACIMIENTO

SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD

(Lucas 2:14)

La Navidad celebra no sólo el nacimiento del Niño de Belén, sino también el nacimiento del espíritu de buena voluntad entre los hombres. «Paz en la Tierra» es el don del mismo Salvador recién nacido. «Buena voluntad entre los hombres» es el resultado de la buena complacencia de Dios para con los hombres.

  1. La Navidad, entonces, atestigua no sólo la encarnación de una Persona, sino la encarnación de una idea también: la Persona de a la Tierra una clara concepción de Dios. La idea viene a ser la expresión de la actitud de Dios hacia los hombres. El nacimiento del Hijo de Dios en el mundo fue también el nacimiento de la idea de la paternidad de Dios a los hombres.
  2. La Navidad trae un recordatorio anual de Dios, tan íntimo como el hogar, y tan trascendente como los Cielos: desde aquella hora en Belén, hasta esta hora los hombres han andado y vivido en una intimidad espiritual con ese Santo Espíritu por el cual Cristo vino a tomar forma humana. Al mismo tiempo, los hombres han quedado sobrecogidos de una temerosa admiración en la presencia del mismo Dios santo. Belén trajo al mundo el cumplimiento de aquellas antiguas y gloriosas promesas incorporadas en el nombre «Emmanuel», «Dios con nosotros».

Cuando los ángeles cantaron su primer canto de gozo en la Navidad a los oídos atentos de los hombres, cuyos corazones fueron levantados por el coro celestial, ellos trajeron por primera vez la expresión clara de la realidad de que Dios está no sólo arriba de nosotros y más allá de nosotros y sobre nosotros, sino que él está con nosotros. Quizás el sueño más santo del hombre y el propósito más alto y santo de Dios se encuentran en el hecho tan definitivamente declarado en la Escritura: «Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (2 Co. 6:16; Lv. 26:12).

  1. Sin el Niño de Belén y la idea que Dios trajo al mundo por medio de Él, todos los hombres de todas las razas y todos los tiempos hubieran vivido en medio de un universo incomprensible y terrible. A lo mejor la fe hubiera sido una clase de fatalismo que resistiría a las fuerzas que nosotros no podríamos cambiar ni escapar. Cada nube tempestuosa era grande y espantosa. Cada temblor de tierra o volcán era el furor de un poder invisible y hostil. Principados y potestades, fuerzas de malas personalidades estaban en todas partes en la pleamar del pensamiento humano, mientras Dios estaba muy lejos, invisible, intangible, inaudito, temible a causa de su distancia, terrible a causa de su poder, y desconocido en medio del misticismo y misterio de las limitaciones y supersticiones humanas.
  1. Pero Cristo nació en Belén, y los ángeles cantaron su canto a los pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado. Así que, con el nacimiento del Niño y el canto de los ángeles, vino dentro de los corazones de los hombres el estímulo de una esperanza eterna, la inspiración de todas las visiones celestiales, la sinfonía de toda vida con la divina, y la consecuente y asistente fuerza para cada lucha junto con la recompensa por todos sus trabajos». Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Ro. 8:31).

Si yo puedo andar por las variables escenas y experiencias de la vida con la confianza y seguridad de que Dios habiendo tomado la forma de hombre y habitando entre los hombres, y habiendo sido tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado—es ahora poderoso para ser un fiel y simpatizante Sumo Sacerdote, y que no es un Dios que esté tan lejos que no pueda simpatizar con nuestros padecimientos, yo no debo temer al mundo. Si mis ojos una vez han visto la luz que Dios ha hecho brillar en el rostro de Jesucristo, ya no debo nunca jamás temer a las tinieblas que tantas veces obscurecen mi senda. Ya una vez seguro de que él vino y que ahora cumple su promesa, «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo», ningún alma jamás estará realmente solitaria.

  1. Por lo tanto, la Navidad es más que una permanente realidad completada: es una perpetua realidad proyectada desde la eternidad, y es una realidad perenne que puede entrar en toda experiencia. Dios está con nosotros.
  1. La idea de la Navidad no es menos sobrenatural que el mismo nacimiento virginal: el canto de los ángeles es tan celestial como la residencia de los ángeles. El agitar de sus alas y el sonido de sus voces se unen en melodías para traer a la Tierra un canto antifonal del Cielo. Por medio del Niño de Belén el tiempo se convierte en gloriosa eternidad. La Navidad invierte la filosofía de la vida de «obtener» en «dar». Convierte la carga de la vida en alas de fe y esperanza. La Navidad transforma la vida, de tinieblas, en una vida resplandeciente.
  1. La Navidad marca un momento cuando en la Tierra el hombre entró en compañerismo con el gran Compañero: es el gran día de la humanidad, floreciendo en una fragante flor de santidad y amor para disipar el pecado.

Todo esto debe llevar algún significado

Todo esto debe llevar algún significado para cada uno de nosotros. No podemos medir la Navidad por los árboles que han sido adornados, ni por lo concurrido de las fiestas, ni por los coros que se han cantado en la madrugada, o por el intercambio de felicitaciones y obsequios. La Navidad puede ser, y en verdad deberá ser nuestro tesoro o nuestra tragedia. Mal interpretada, ella será para ti sólo un sueño de placer que se desvanece. Bien comprendida, ella vendrá a ser para ti el oloroso ungüento que llena la casa de tu vida con la fragancia de una fe permanente en Uno que siempre está presente con nosotros: 

«Dios en nosotros», el Salvador, Redentor y Señor. Porque el corazón de la Navidad es Cristo y Cristo ha nacido para ser nuestro Salvador.

Mientras los ángeles cantaban, los magos del oriente adoraban y daban sus dones. Podrás cantar con los ángeles y adorar con los magos del oriente sí, como pecador, recibes a tu Salvador, Cristo Jesús, el Señor. ¿No quieres hacerlo hoy mismo? En respuesta a su Don de dones, el amor de Dios que excede a todo conocimiento, obrando una transformación por medio de la expiación efectuada por Cristo en la cruz del Calvario, ¿no deseas dar a él tu amor, tu vida, en una gozosa y completa rendición para hacer su voluntad? Y desde ahora y para siempre la paz de Dios será derramada en tu corazón, y serás contado entre aquellos hombres de buena voluntad en los cuales Dios se complace.

«Pero el ángel les dijo. No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, era la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor». «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lc. 2:10, 11, 14).

EPIFANÍA

Le fiesta de la Epifanía ocurre doce días después de Navidad, es decir, el 6 de enero. El nombre se deriva de la palabra griega epifaneia («manifestación»), y la fiesta tiene al parecer un origen oriental.

Se celebraba en un solo día la navidad de nuestro Señor, su bautismo en el Jordán, y la manifestación de su gloria en las fiestas de las bodas de Caná (Jn. 2:11).

Cuando en el siglo IV, la iglesia griega adoptó la fecha romana para la celebración de la Navidad (25 de diciembre), la Epifanía comenzó a observarse en el Occidente como una fiesta separada y llegó a asociarse con la manifestación de Cristo a los gentiles en la persona de los sabios hombres de Oriente (Mt.2:1–11).

En la actualidad, el día está estrechamente relacionado con la Navidad, señalando el término de las festividades en el honor del nacimiento de Nuestro Señor. En la Iglesia Griega, la Epifanía aún mantiene su carácter como una celebración del bautismo de Cristo.

¿Cuál era la misión redentora de Jesús?

Las profecías de Is (7:14) “… y dará a luz un hijo” y las de (Is 9:6) … “hijo nos es dado …” Es certificado por los evangelios como un evento climático del obrar de Dios. Tenemos que relacionar solamente el nombre que le pondría al niño en Isaías, que se llamaría “Emanuel” y cuando Mateo registra la relación que existe con el anuncio del ángel del nacimiento de Jesús, nos dice que “él salvará a su pueblo de sus pecados” y también para que se cumpliera la profecía, de Isaías de la concepción de la virgen y que le pondría por nombre “Emanuel” y aquí es donde nos dice con claridad su significado: “que traducido es: Dios con nosotros” (Mt 1:18–23).

Entonces basta mirar los evangelios para darnos cuenta de que la misión redentora de Jesús fue salvar a su pueblo. Tanto en Mateo y Lucas se presenta su nombre como Jesús (Lc 1:31) y se da a conocer su misión; como el Salvador, “porque el salvará a su pueblo de sus pecados…” (Mt 1:21).

El único pueblo que en ese momento se entendía a que se refería era el pueblo de Israel. Pero cuando llevaron al niño Jesús al templo para ser dedicado según la ley; a los ocho días de nacido, Simeón un varón temeroso de Dios señaló proféticamente teniendo en los brazos a Jesús.

Porque han visto mis ojos tu salvación… luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc. 2:30–32).

Esto se refiere a los gentiles (no judíos) que son las ovejas del otro redil que también oirán su voz y habrá, un pastor y un rebaño (Jn 10:16). Esto nos habla de la universalidad del alcance de la salvación de Dios.

Esto significa que ya en el nacimiento de Jesús estaba resaltando su misión profetizada en el Antiguo Testamento en Isaías. Es tan claro que podemos decir que la Navidad señala la redención que se concreta, en la cruz. Una navidad sin la cruz no es navidad. Porque sin cruz, no habría redención, sin cruz, no habría Salvador. La navidad fue el comienzo, la cruz más adelante y más allá la tumba vacía.

Allí se encuentra la importancia del anuncio de los ángeles a los pastores. El carácter de buena noticia, que les había nacido un Salvador no tendría sentido, si no tuviera de qué salvarlos: por eso el anuncio “que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc. 2:10–11), tiene tremenda relevancia, porque nos invita a celebrar con ellos este anuncio de la redención por el nacimiento de nuestro salvador.

Como lo registra Mateo, “…llamarás su nombre Jesús porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1:21), una palabra muy desagradable a nuestros oídos. Pero debemos entender que no se “celebrará la redención”, hasta que no tomemos conciencia de lo que hizo Jesús para salvarnos de nuestros pecados.

El pecado hoy se presenta como debilidad, enfermedad, opción sexual, libertad de conciencia, respeto a los derechos humanos, etc.

Si pensamos en la fiesta navideña, esta se ha convertido en un pretexto para celebrar una fiesta, sin el festejado. Centrado en cumplir nuestros deseos y no en su voluntad. El gozo no es un reconocimiento de lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, para obtener nuestra salvación; sino un esfuerzo de gratificarnos unos a otros. El gozo no viene del perdón de nuestros pecados, o de nuestra redención; sino de recibir un regalo.

La navidad es una fiesta centrada más en la fecha del calendario que en la persona y en la presencia del Salvador. El espíritu de la navidad de nuestros tiempos se ha prostituido en un evento permanentemente comercial que crea expectativas en muchos casos irracionales (cosas que comprar) y en lugar de producir paz, alegría y gozo, produce en muchos casos dolor y frustración por las familias que no pueden por su situación económica cumplir con expectativas que condicionan estas festividades. También por el incremento de la delincuencia en esos días, o por la pérdida de familiares queridos que por la imprudencia de tomar alcohol antes de conducir el vehículo, murieron en un accidente.

Por eso, quizás sea más importante darle gracias a Dios por habernos salvado, y redimido de una vida de pecado y sus consecuencias en nuestra vida, que trae sus beneficios trascendentes, de una nueva relación con Dios, una nueva actitud con nuestra familia, una comprensión diferente de nuestro entorno social, una dimensión diferente de la razón de nuestra vida en este mundo. Por esto y muchas cosas más no perdamos de vista celebrar al Mesías redentor.

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