LA SEPTUAGINTA. LXX [“70”]

LA SEPTUAGINTA
Tabla de contenidos

La SEPTUAGINTA LXX (Latin, septuaginta; “70”). Generalmente abreviada LXX. La traducción del Antiguo Testamento al idioma griego. Citada a menudo por los escritores del Nuevo Testamento. La Biblia de la iglesia primitiva greco parlante.

El nombre

La Septuaginta con frecuencia se representa con los números romanos LXX: L (50) + X (10) + X (10) = 70. Según Filón, Josefo, la Carta de Aristeas y las fuentes rabínicas, el rey Tolomeo II Filadelfo (285–247 a.C.) reunió a 70 (o 72) traductores para que tradujeran al griego la Ley de Moisés. En el sentido más estricto, la “Septuaginta” se trata solamente de este proyecto, el cual incluía el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico y Deuteronomio.

Aunque el uso es impreciso, “Septuaginta” (y la abreviatura “LXX”) es un término práctico que se usa en general para referirse a alguna o a todas las traducciones en griego de la Biblia hebrea, así como a varios otros libros religiosos judíos escritos en griego. A veces, el término “Griego Antiguo” (GA) se usa para describir “la forma recuperable más antigua del texto en griego de un libro en particular”, mientras que “Septuaginta” se usa para referirse a una colección de libros.

La transmisión, los manuscritos y las ediciones impresas

Como colección de libros, la Septuaginta contiene:

1. La traducción griega de la Biblia judía (los 24 libros del canon hebreo)
2. Los libros apócrifos escritos por o para el pueblo judío, pero no incluidos en la lista israelita tradicional. Estos incluyen algunos libros originalmente escritos en hebreo o en arameo, pero que ahora prácticamente se conocen en griego, así como los libros escritos en griego:
• Tobit
• Judit
• Agregados a Ester
• 1 Macabeos
• 2 Macabeos
• Sabiduría de Salomón
• Sirácides (o Eclesiástico)
• Baruc
• La epístola de Jeremías
• Agregados a Daniel:
• La oración de Azarías y el himno de los tres jóvenes
• Susana
• Bel y el dragón

Las evidencias más importantes del texto griego de la LXX son los manuscritos completos de la Biblia que contienen el Antiguo y el Nuevo Testamento: El Códice Sinaítico, el Códice Vaticano, y el Códice Alejandrino. Cada uno de estos manuscritos contiene alguno de los libros apócrifos. Además de estos, hay muchísimos manuscritos, incluidos los incompletos entre los Rollos del mar Muerto, así como las evidencias medievales en cursiva.

Las dos ediciones críticas modernas más autorizadas de la LXX son las que se produjeron en Göttingen y en Cambridge. Las listas de los manuscritos más antiguos se encuentran en Rahlfs, Verzeichnis.

Orígenes e historia

La LXX le debe sus orígenes, básicamente, a las conquistas de Alejandro el Grande y a la consiguiente difusión del idioma y la cultura griega en gran parte del mundo antiguo. Aun después del destierro, el pueblo judío permaneció durante siglos en regiones donde se hablaba griego. Por ejemplo, Alejandría en Egipto, tenía una considerable comunidad de judíos que en su mayoría había perdido el idioma nativo de su país natal. La necesidad de un Antiguo Testamento en griego llevó a que se produjeran las traducciones.

Las fuentes judías.

La llamada Carta de Aristeas es la fuente primaria más importante sobre el nombre de la obra, así como de sus orígenes. Esta “Carta” data del siglo II a.C.; algunos le atribuyen una fecha ya en el año 200 a.C. , aunque se suele preferir una fecha posterior, hacia fines del siglo II. El autor, un funcionario de la corte, cuenta cómo Tolomeo II Filadelfo, el rey de Egipto, le pidió al sumo sacerdote judío que enviara seis traductores de cada una de las 12 tribus judías (72 en total) para el trabajo. Según esta historia, los 72 traductores terminaron su encargo en 72 días.

Los escritores judíos posteriores repiten básicamente la misma historia que Aristeas. Aunque probablemente a la Carta no la haya escrito una persona contemporánea a los hechos, en general, se la considera un testimonio del esfuerzo de traducción importante y autorizado que hicieron los judíos alejandrinos a mediados del siglo III.

Filón relata que los traductores trabajaron aislados del público:

“Luego, estando establecidos en un lugar secreto, y no habiendo nada presente con ellos, excepto los elementos de la naturaleza, la tierra, el agua, el aire y el cielo, a propósito de la creación, de la cual iban a explicar en primer lugar su relato sagrado; pues el relato de la creación del mundo es el comienzo de la ley; ellos, como hombres inspirados, profetizaron sin que uno dijera una cosa y otro otra, sino que todos ellos utilizaron los mismos sustantivos y verbos, como si un apuntador invisible les hubiera sugerido todo el vocabulario. Y aun así, quién hay que no sepa que cada idioma, y sobre todo el idioma griego, es rico en diversidad de palabras, y que es posible variar una oración y parafrasear la misma idea, para exponerla en una gran variedad de maneras y adaptando a ella muchas formas diferentes de expresión en distintos momentos”.

Aunque pareciera que Filón dice que los traductores milagrosamente produjeron exactamente el mismo resultado, es posible que sólo esté valorando la dificultad de realizar una traducción y que los hombres “no solo encontraran las palabras correctas para representar lo que descubrieron en su texto, sino que además todos usaran las mismas (y únicamente las correctas) palabras y expresiones, cuando aparecían en los diferentes contextos que estaban traduciendo”.

Si Wasserstein y Wasserstein tienen razón, la concordancia que insinúa Filón no solo está en el resultado del emprendimiento en el griego, sino en su concordancia con los originales: La extraordinaria claridad de la traducción. Como lo expresa Filón: “Se emplearon palabras griegas que se correspondían exactamente para traducir literalmente las palabras caldeas [hebreas] apropiadas”. A la luz del embellecimiento que posteriormente hicieron los rabinos a la historia de Aristeas, Filón en efecto la considera casi milagrosa en su descripción.

Josefo relata casi la misma historia que Aristeas, repitiendo 72 como la cantidad de días y diciendo que el número de los traductores fue 70. Posiblemente sea este nombramiento de “los setenta” lo que popularizó el nombre de toda la colección de escrituras judías traducidas al griego.

Aunque la historia que relatan la Carta de Aristeas, Filón y Josefo en realidad solo trata del Pentateuco, el resto de las Escrituras judías también estuvo disponible en griego, probablemente antes del siglo II a.C. (el prefacio en griego de Sirácides [cuya fecha probablemente corresponda al segundo siglo a.C.] también parece indicarlo), y definitivamente no después del siglo I a.C.

       LA SEPTUAGINTA

Las fuentes rabínicas.

En las fuentes rabínicas (de escritores judíos posteriores al año 70 d.C.), la LXX empieza positivamente, pero termina con un tono pesimista. Las fuentes rabínicas más antiguas elogian el trabajo de los 70 y hasta proveen listas de los pasajes que los traductores supuestamente cambiaron por deferencia a Tolomeo II Filadelfo. La historia de Aristeas comenzó a crecer hasta proporciones milagrosas entre mediados del siglo I d.C. y la primera parte del siglo I.

En la literatura rabínica existen tres textos predominantes que cuentan un relato milagroso de la traducción:

1. b. Meg. 9a-b
2. y. Meg. 71d
3. Mek. Bo 14

En uno de estos relatos se lee: “Se nos enseñó [que]: R. Judá dijo: A pesar de que nuestros maestros autorizaron el griego, lo autorizaron solamente en relación al Rollo de la Ley y (que) por causa de la historia de Tolomeo el rey. Se nos enseñó: Una historia sobre Tolomeo el rey, que juntó a setenta y dos ancianos y los puso en setenta y dos casas [separadas] (o habitaciones), sin decirles por qué los había reunido; luego, se dirigió a todos y a cada uno de ellos [por separado] y les dijo [a cada uno] que “Tradujeran para mí la Torá de Moisés, maestro de ustedes”; (y) el Santísimo, bendito sea, puso sabiduría (o consejo) en el corazón de cada uno, y todos coincidieron en armonía, y lo escribieron para él”.

A medida que creció el distanciamiento entre la iglesia cristiana y la sinagoga judía en el siglo II d.C., los cristianos comenzaron a reivindicar a la Septuaginta como su Antiguo Testamento. Una vez que los cristianos empezaron a usar la LXX por su valor apologético, la actitud de los judíos en relación a las traducciones más antiguas comenzó a empeorar. Por ejemplo, Epifanio, el escritor cristiano, retomó la historia milagrosa sobre que la inspiración divina hizo que los 70 produjeran independientemente traducciones idénticas del Antiguo Testamento. Jerónimo, quien vivió en la misma época que Epifanio, rechazó la historia como si fuera un cuento.

Un documento rabínico posterior, Sefer Torá 1.8–9, dice: “Setenta ancianos escribieron la Torá para Tolomeo el rey en letra griega, y ese día fue tan adverso para Israel como el día en que hicieron el becerro, pues la Torá no se pudo traducir correctamente”.

Las revisiones posteriores

Las revisiones posteriores del Antiguo Testamento en griego se dividen en los campos cristiano y judío. Lamentablemente, ninguna de estas revisiones tiene el mismo nivel de evidencia manuscrita que el GA; normalmente, solo sobreviven los fragmentos y las citas. Tal vez porque están incompletos, es difícil determinar si estos proyectos posteriores a la LXX son traducciones puras de los originales en hebreo o si son revisiones de la LXX original.

Versiones judías posteriores a la LXX.

La obra de tres traductores judíos (Aquila, Teodoción y Símaco) llamó la atención en el mundo antiguo y motivó el análisis erudito en la actualidad. Se los suele mencionar como “los Tres”:

Aquila.

En el siglo II d.C., Aquila, un gentil cristiano que se convirtió al judaísmo mientras vivía en Palestina, produjo una versión estrictamente literal de la Biblia hebrea en griego. Al hacerlo, “no vaciló en perpetuar las atrocidades más horribles en toda la esencia del idioma griego”. En los casos en los cuales está disponible, su obra se puede consultar en los aparatos para las ediciones críticas.

Teodoción.

Teodoción produjo una traducción de las escrituras judías alrededor de la misma época que Aquila. Debido a su técnica de traducir los términos hebreos “y/también” (גם, gm) con los griegos “y/también” (καίγε, kaige), esta traducción a veces se conoce como “la recensión καίγε (kaige)”, o καίγε (kaige)—Teodoción. Es difícil establecer una fecha para esta traducción, y hay otros problemas que continúan siendo de compleja resolución. Es posible que el objetivo del traductor haya sido corregir los problemas de la traducción de la antigua LXX. Tampoco está claro si todo lo que se le atribuye a Teodoción es de verdad su obra, o si representa a múltiples etapas del proceso de revisión.

Los eruditos antiguos (como Jerónimo en el siglo IV d.C.; posiblemente, Clemente de Alejandría, y Orígenes) tenían conocimiento de dos ediciones del libro de Daniel: La LXX y la obra de Teodoción la cual en el siglo III “finalmente desplazó por completo a la LXX”. Sin embargo, a la mayor parte de esta obra la conocemos a través de las notas al margen de los manuscritos y de las citas de los autores patrísticos.

Símaco.

A comienzos del siglo III d.C., Símaco produjo una traducción con una mayor finura en el idioma griego que sus predecesores. Los datos incompatibles sobre su nacionalidad y religión a fines de la Edad Antigua hacen que resulte difícil hablar mucho sobre él con alguna certidumbre. El padre de la iglesia, Ireneo, (m. 200 d.C.) no lo menciona, lo cual posiblemente insinúe que Símaco fue posterior a la muerte de Ireneo.

Las ediciones cristianas de las Escrituras judías.

Orígenes, el erudito cristiano del siglo III d.C., produjo una obra que llegó a llamarse la Hexapla (“en seis partes”). Aunque ya no existen copias de este proyecto, todavía podemos reconstruir cómo fue en base a las descripciones de otros autores antiguos y en base a algunos fragmentos encontrados. El libro de Orígenes constaba de un texto de seis columnas:

1. Texto hebreo sin puntos
2. Transliteración en griego
3. Aquila
4. Símaco
5. La LXX de Orígenes
6. Teodoción

Orígenes señaló cuidadosamente el texto de la LXX en comparación con el texto hebreo que tenía a disposición en su época, indicando en qué partes diferían el texto griego o el hebreo en términos de contenidos. Insertó correcciones al texto griego de la quinta columna, recopilado de Aquila, Teodoción y Símaco. Esta quinta columna se convirtió en el texto estándar de la LXX y eso significó que de algún modo todos los manuscritos posteriores llegaron a ser una mezcla de la LXX y los Tres.

Luciano (m. 311–12 d.C.) fue un erudito cristiano sirio que hizo una revisión del Antiguo Testamento griego, la “Recensión Luciánica”. Su obra está disponible, en su mayoría, en las notas hechas sobre los márgenes de los manuscritos atribuidos a diferentes lecturas de la revisión de Luciano. El proceso de determinar qué puede atribuirse a Luciano se hace más difícil por la abreviatura usada en los manuscritos. A veces, la anotación λ (l) o λο (lo) representa οἱ λοιποί (hoi loipoi, “los demás”, refiriéndose a los Tres) y a veces a “Luciano”.

También hay manuscritos identificados como “luciánicos” entre las evidencias cursivas de la LXX. Esta forma de texto es más completa; muchas veces suple la falta de datos dejada por los Tres, y se caracteriza por los cambios estilísticos y gramaticales. No está claro si esta recensión se puede identificar para Génesis hasta Josué.

El judaísmo durante el período Helenístico

El período Helenístico causó principalmente la propagación del idioma griego y con él la propagación de la cultura y el pensamiento griego. Durante el período helenístico, el pueblo judío luchó en relación al grado en que adoptarían o rechazarían la cultura griega que traía aparejado el idioma.

Los libros apócrifos que empezaron a asociarse a la LXX cuentan una parte de esa historia. Como la mayoría de estos libros se originaron fuera de Palestina, o al menos tratan sobre las cuestiones que concernían a los judíos que vivían fuera de Palestina, nunca se incluyeron en lo que se convirtió en el canon hebreo israelita oficial. Los libros de 1 y 2 Macabeos detallan la historia del pueblo judío a mediados del siglo II a.C. en el punto de la crisis bajo el gobierno de Antíoco IV Epífanes. Estos libros son una fuente valiosa para la historia del período Helenístico en Israel.

Traducción y transmisión

La traducción de la LXX varía en estilo y calidad en varias secciones. En el Pentateuco es una traducción bastante acartonada pero es un poco más variada en otras partes, especialmente en los libros poéticos. Si bien es bastante sencillo comparar el texto hebreo existente en la BHS [Biblia Hebraica Stuttgartensia] con el texto griego en otras ediciones, también hay varias dificultades, como el asunto del texto griego. Una vez que la LXX empezó a divulgarse adquirió una historia textual propia.

El texto griego debe establecerse en relación al texto hebreo, lo cual da lugar a una relación complicada. Por ejemplo, es difícil asegurar que estamos revisando el mismo texto que consultó el traductor de la LXX. Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es por qué el texto de la LXX está como lo encontramos. Las diferencias entre la LXX y el TM, tal como los conocemos, podrían ser (entre otras cosas) el uso de:

1. Un texto hebreo diferente
2. una comprensión distinta del traductor sobre el texto consonántico
3. un término hebreo oscuro
4. la interpretación o el embellecimiento de parte del traductor

Alguno o todos estos factores podrían ser la causa, y es difícil aislar dichos factores. No está claro si el cambio del TM a la LXX representa la tendencia teológica del traductor antiguo, o si se trata simplemente de una preferencia gramatical o estilística.

Algunos de los documentos hebreos hallados en Qumrán han esclarecido ciertas diferencias de la LXX con respecto al TM, cuando se los compara en detalles pequeños y a menudo técnicos. Previo al descubrimiento de algunos de los Rollos del mar Muerto (RMM), las diferencias entre la LXX y el TM podrían haberse atribuido a la ideología o a la teología de los traductores griegos. Sin embargo, en algunas partes (ej., Deut 4:14; 6:1; 11:11, 29;), las concordancias de los RMM con las lecturas de la LXX probablemente reflejen un texto base distinto al TM. Tales situaciones son excepcionales debido a que por lo general los RMM no muestran coincidir textualmente con la LXX.

Relevancia

La LXX es invaluable para estudiar la Biblia. Por ejemplo:

1. Ofrece una comprensión invaluable de la historia del período que hubo entre los Testamentos.
2. Es indispensable para la crítica textual de la Biblia hebrea.
3. Fue la Biblia de la iglesia apostólica: Los escritores del Nuevo Testamento la citaron ampliamente.

Las principales diferencias.

Las principales diferencias entre la Biblia hebrea y la LXX incluyen:

• La Biblia hebrea sigue un orden de libros distinto al canon de la LXX. Los
• Sal 9 y 10 en la LXX son un solo salmo. Por consiguiente, el Sal 10 de la LXX es el Sal 11 del TM (y así sucesivamente para el resto del Salterio). La versificación también puede variar entre la LXX y el TM.
• Primero y Segundo Samuel y 1 y 2 Reyes se llaman 1–4 Reges (“Reinos”).
• Esdras y Nehemías se llaman 1 Esdras y 2 Esdras.
• El texto griego de Jeremías es casi un 12 por ciento más corto que en el TM, y algunos de los oráculos de Jer 46–51 aparecen en un orden diferente.
• 1 Sam 17:12–31 no tiene traducción en la LXX.

Ejemplos. Los siguientes ejemplos ilustran el valor de la LXX en las discusiones relacionadas con el texto hebreo, en el entendimiento de los traductores y en la historia del uso de los pasajes del Antiguo Testamento.

La LXX puede ser valiosa para la crítica textual del TM, como puede demostrar 2 Sam 4:4. El TM en 2 Sam 4:4 dice que el nombre del nieto del rey Saúl era Mefi-boset (מְפִיבֹֽשֶׁת, mephivosheth). La LXX dice Μεμφίβοσθε (Memphibosthe), que es muy aproximado a la lectura del TM. Pero el aparato de la BHS ofrece la lectura Μεμφίβααλ (Memphibaal), atribuida a las evidencias luciánicas que reflejarían מְפִיבַעַל (mephiva’al). Esta lectura de los manuscritos luciánicos podría ser reflejo de un texto base diferente al que conocemos en el TM de la actualidad.

Pero 1 Crón 9:40 del TM suministra dos formas del nombre: מְרִיב בָּעַל (meriv ba’al) y מְרִי־בַעַל (meri-va’al) para el hijo de Jonatán. Esto podría ser el intento de los escribas de la tradición luciánica por integrar el versículo de 2 Sam 4:4 con 1 Crón 9:40. Pero, por otro lado, el texto luciánico de la LXX podría demostrar que la forma original del nombre debe encontrarse en 1 Crón 9:40, y que la terminación del nombre—boset demuestra la revisión del escriba del TM para quitar el Baal del nombre del hijo de Jonatán.

Isa 7:14 es uno de los ejemplos más conocidos de la LXX porque ha sido la fuente de la controversia entre judíos y cristianos desde tiempos antiguos. El centro de la controversia es la legitimidad de la traducción a la LXX de la expresión hebrea עַלְמָה (almah, “mujer joven”) por παρθένος (parthenos, “virgen”), debido a que el término griego puede significar más que lo que significa en hebreo. Más específicamente, el término hebreo עַלְמָה (almah, “mujer joven”) normalmente se refiere a una mujer joven en edad de casarse, sin tocar el tema de la experiencia sexual.

De igual manera, la palabra griega παρθένος (parthenos, “virgen”) no necesariamente implica virginidad, pero en la literatura cristiana primitiva se lo utiliza solamente con este significado (BDAG, 777 s.v. παρθένος, parthenos). El significado “virgen” de παρθένος (parthenos) ciertamente es lo que se implica en Mat 1:23, debido a que en Mat 1:18 se dice que María, la madre de Jesús, quedó embarazada “antes” de que ella y José “se juntasen” (πρὶν ἢ συνελθεῖν αὐτούς, prin ē synelthein autous).

Los críticos modernos acusan a Mateo de distorsionarlo deliberadamente porque sigue a la LXX, en lugar del texto hebreo. Es decir que normativamente el texto hebreo de Isa 7:14 y su traducción en la LXX no están sincronizados, como si παρθένος (parthenos) nunca pudiera traducirse עַלְמָה (almah). Considerando que la palabra griega puede usarse casi de la misma forma que su equivalente en hebreo, la acusación de sobretraducción a nivel de la LXX empieza a perder fuerza, así como la idea de que el Evangelio de Mateo de manera deliberada expone falsamente la fuerza de παρθένος (parthenos).

Hay otras cuestiones a considerar además de la simple fuerza semántica de las palabras. Aun las tres versiones judías (Aquila, Símaco y Teodoción) dicen νεᾶνις (neanis, “mujer joven”). Esta diferencia entre la LXX y los Tres posiblemente se dio en reacción al uso cristiano de Isa 7:14 siguiendo el Evangelio de Mateo. Pero si Deut 22:23–29 tenía algún tipo de influencia en la sociedad a la que pertenecía María, la expectativa normal habría sido que una mujer joven que todavía no estaba casada fuera virgen.

Amós 9:12 muestra un ejemplo de una posible malinterpretación de un texto consonántico hebreo, ya sea por parte de los escribas o de los traductores. El TM dice: “Posean el resto de Edom”. Este texto, así como está, pondría el énfasis en los efectos de la restauración de la monarquía davídica: Una conquista militar renovada. El GA dice: “Para que el resto de la humanidad busque [al Señor]”. Las dos grandes diferencias textuales posibilitadas en cierta manera por los errores al leer o copiar las consonantes, contribuyen a los diferentes sentidos. El primero de ellos es “posean” (ירש, yrsh) comparado con “busque” (ζητέω, zēteō), el cual probablemente necesitaría del verbo hebreo דרש (drsh) “buscar” en lugar de ירש (yrsh), la diferencia está solamente en la primera letra.

La otra gran diferencia es la palabra “Edom”, escrita אֱדוֹם (edom) en el TM. Aquí, la consonante ו (w) representa a la vocal “o”. Sin la ו (w), el resto de las consonantes podría leerse como “humanidad” (אָדָם, adam). Es difícil determinar la causa exacta de estas diferencias: Pueden ser resultado de un texto hebreo diferente, de una lectura distinta sobre el mismo texto hebreo o incluso de una interpretación teológica del traductor. El hecho que en Hech 15:17, Pedro en su discurso cita según dicen lo que pareciera ser la LXX en beneficio del TM es un tema relacionado, pero independiente de la crítica textual de la LXX y del TM.

LA SEPTUAGINTA

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