EL ARREPENTIMIENTO [Lc 5:32]

EL ARREPENTIMIENTO
Tabla de contenidos

¿Qué significa la soteriología?

A la doctrina de el arrepentimiento, en décadas y siglos pasados, numerosos teólogos cristianos la han identificado  usando el término general de “soteriología”, o “la doctrina de la salvación”

Sin embargo, se debe observar que tal término se deriva de uno —y sólo de uno— de los diversos términos neotestamentarios empleados para referirse a las formas por las que la obra salvadora del Jesús crucificado y resucitado se aplica a los seres humanos. ¿Por qué entonces elevar únicamente tal término a una categoría o función general u omnicomprensiva para esta doctrina?

En su alcance más amplio, esta doctrina abarca la gama completa de la experiencia cristiana: inicial, continua y culminante. No obstante, en razón de las divisiones comúnmente aceptadas dentro de la teología sistemática, la doctrina está limitada normalmente en la práctica a dos de estas tres, es decir, a la inicial y la continua, siendo reservada la tercera a la escatología, o doctrina de las últimas cosas. 

Si expresamos estas distinciones en la terminología posterior a la Reforma, podríamos decir que el estudio subsiguiente abarca la “justificación” (puntual) y la “santificación” (continua) aunque no la “glorificación” (escatológica).

Los teólogos sistemáticos protestantes han empleado diversos esquemas organizativos para explicar la “soteriología”. El esquema más comúnmente utilizado ha consistido en tratar a la persona y la obra de Cristo previamente a cómo se llega a ser cristiano y a la vida cristiana, como temas independientes. 

Un segundo esquema ha sido el tratamiento de la persona y de la obra de Cristo, así como del llegar a ser cristiano y de la vida cristiana, como aspectos de la doctrina soteriológica. 

Un tercer esquema ha sido la inclusión de la obra de Cristo, la conversión al cristianismo y la vida cristiana en la soteriología, aunque sin agregar la persona de Cristo. 

Un cuarto esquema ha sido el tratamiento de la persona y de la obra de Cristo previamente y como temas separados de cómo llegar a ser cristiano y de la vida cristiana, pero entendiendo a estos últimos como aspectos de la doctrina del Espíritu Santo. 

Un quinto esquema ha involucrado el tratamiento de cómo se llega a ser cristiano y de la vida cristiana previamente a las doctrinas de la persona y obra de Cristo y separado de las mismas. Otros teólogos sistemáticos han tendido a pasar por alto o a descuidar el tema de cómo se llega a ser cristiano y de la vida cristiana.

Si en efecto es apropiado considerar el hecho de llegar a ser cristiano y la vida cristiana como una doctrina básica de la religión cristiana, ¿qué secuencia de temas debería seguirse en la explicación de esta doctrina? Para ello puede ser útil tomar cierta conciencia acerca de los que se ha hecho. Algunos teólogos han comenzado con el propósito eterno de Dios, esto es, la doctrina de la elección, y luego han procedido a discutir otros temas. 

Otros teólogos han comenzado con el aspecto divino de llegar a ser cristiano. Aun otros teólogos han comenzado con la fe y/o con el arrepentimiento. El último mencionado será el modo de encarar el tema que se seguirá en el presente capítulo y en los subsiguientes. Tal opción no debe ser tomada como apoyo al concepto de que la conversión al cristianismo sea inicialmente una actitud o actividad humana, de modo que se niegue la iniciativa o actividad divina. Más bien, esta opción se basa en el hecho de que el llamado al arrepentimiento y la fe es la “puerta de entrada” al evangelio para aquellos que inicialmente se confrontan con la obra y con las pretensiones de Jesucristo.

Inicialmente, examinaremos las respuestas humanas a la obra salvadora de Dios en Jesucristo, o las respuestas básicas al evangelio de Cristo, a saber, el arrepentimiento, la fe y la confesión. Posteriormente, deberemos discutir la acción de Dios en nuestro llegar a ser cristianos, expresado en función de conversión, justificación, nueva vida, filiación por adopción, perdón, reconciliación, redención, liberación, salvación y unión con Cristo. Finalmente trataremos la doctrina de la vida cristiana en función de certeza, discipulado, santificación, mayordomía, oración, permanencia en Cristo y elección.
En primer lugar, entonces, hablaremos acerca del arrepentimiento.

ARREPENTIMIENTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Normalmente,10 dos verbos del Antiguo Testamento, naham, “jadear, suspirar, afligirse”, y sub, “volver, regresar”, están asociados con la doctrina del arrepentimiento.

La mayoría de los usos de naham se refieren al arrepentimiento de Dios y no al de los seres humanos. El verbo se usa asimismo para expresar el no arrepentimiento de Dios. Exegetas y teólogos han intentado afanosamente explicar en qué sentido se “arrepiente” Dios conforme al Antiguo Testamento. El Dios que es “inmutable en su ser, perfecciones y propósitos” modifica su “relación y actitud [hacia los humanos], en el juicio sobre el pecado, de la complacencia a la ira, en misericordia de la ira al favor y la bendición”.Sin ser “inconstante ni arbitrario”, Dios “se arrepiente” del “mal propuesto o iniciado”. Responde a las actitudes cambiantes de los seres humanos. El ser humano “que realiza el mal, se encuentra con más mal, deseado por Dios. Pero aquel que se arrepiente de su mal, encuentra a un Dios que se arrepiente de su mal”. El arrepentimiento de Dios, quien no tiene “conciencia de transgresión personal”, es marcadamente diferente del arrepentimiento de los seres humanos, porque Dios “no es hombre para que se arrepienta” (1 Sam. 15:29;  Núm. 23:19).

Una minoría de los usos de naham se refiere al arrepentimiento humano. Puede expresar un cambio de forma de pensar en cuanto a la dirección (Exo. 13:17). Más a menudo expresa un pesar arrepentido referido al propio discurso quejumbroso (Job 42:6) o por el extravío de Judá (Jer. 31:19) o por la falta de arrepentimiento por la maldad (Jer. 8:6).

El verbo veterotestamentario más importante es sub. Suele traducirse como “volver” o “regresar”, no solamente como “arrepentirse”. Algunos sostienen que en sus principios el arrepentimiento tenía una naturaleza más nacional y litúrgica. La “nación era más consciente de su culpa colectiva que de su culpa individual”. Después de “catástrofes nacionales” había “liturgias cúlticas de arrepentimiento que incluían una asamblea del pueblo, ayuno, lamentación y la confesión del pecado”. 

Pero los profetas del siglo VIII a. de J.C. criticaron el mero “arrepentimiento cúltico y litúrgico” y exhortaron a un arrepentimiento que diera frutos éticos (Amós 4:6, 8, 9, 10, 11; 5:21–24; Isa. 1:10–17). En su significado más específico sub denota volverse del pecado y regresar a Dios, a menudo con tristeza y remordimiento.

En Joel 2:12, 13 sub es el llamado realizado a los humanos y naham se afirma acerca de Dios, mientras que en Ezequiel 14:6 y Ezequiel18:30, donde sub está repetido, se traduce primero como “arrepentirse” y luego como “volverse”.
En los libros apócrifos y pseudepígrafos, metanoein y metanoia fueron usados frecuentemente para significar “una vuelta total del pecado hacia (los caminos o leyes de) Dios”. Para Filón el sustantivo era “usado para la conversión de los gentiles a los caminos de Dios”.

ARREPENTIMIENTO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Metanoein y metanoia

La principal familia neotestamentaria de palabras que expresan el concepto de arrepentimiento incluye al verbo metanoein y al sustantivo metanoia, cuya idea básica es un cambio de forma de pensar.

Según Warren Anderson Quanbeck (1917– ): La Septuaginta traduce sub como epistrefo, “dar la vuelta”, y apostrefo, “volver la espalda”. Naham es traducido como metamelomai, “cambiar de idea” y como metanoeo, “arrepentirse”. El Nuevo Testamento no sigue la práctica de la Septuaginta, sino que usa metanoeo para reflejar el sentido conceptual de sub; este uso tiene apoyo en otras traducciones griegas de la Biblia hebrea y en el judaismo helenístico.

Así, debemos comprender que metanoein y metanoia en el uso neotestamentario confieren la idea de un giro que era básico para el sub del Antiguo Testamento, aunque consideramos lícita una leve modificación en estas palabras tal como son usadas en el Nuevo Testamento, ya que sus raíces griegas reflejan el concepto de un cambio de idea o de una mente nueva.

En los Evangelios sinópticos Juan el Bautista formuló a sus contemporáneos un llamado imperativo al “arrepentimiento” (Mar. 1:4 y par.), y el llamado al “arrepentimiento” fue central en la proclamación de Jesús (Mar. 1:15 y par.). Jesús declaró que él “no había venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Luc. 5:32); de los hombres de Nínive se dijo que “se arrepintieron ante la proclamación de Jonás” (Mat. 12:41 y par.) y los doce “predicaron que la gente se arrepintiese” (Mar. 6:12). En relación con la rebelión galilea, el arrepentimiento es necesario para evitar el perecer (Luc. 13:3). Según la parábola de la oveja perdida “habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento” (Luc. 15:7). 

En la parábola del hombre rico y Lázaro, el rico le propone al padre Abraham que alguno resucitado de entre los muertos fuera a sus hermanos para que éstos se arrepintiesen (Luc. 16:30). Jesús enseñó a perdonar siete veces a los discípulos arrepentidos (Luc. 17:3, 4). Pidió que “el arrepentimiento y la remisión de pecados” se “predicaran” en su nombre “en todas las naciones” (Luc. 24:47). Lucas usa metanoein y metanoia más frecuentemente que los demás Evangelios sinópticos.

En los Hechos de los Apóstoles metanoein y metanoia son usados cinco veces en conexión con el ministerio de Pedro y cinco veces en referencia al ministerio de Pablo. En el sermón de Pedro en el día de Pentecostés, el mandamiento o el llamado a “arrepentirse” estaba unido al llamado a ser “bautizado… en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados” y con la promesa del don del Espíritu Santo (2:38). 

En un sermón subsiguiente Pedro formuló el llamado: 

“arrepentíos (metanoesate) y convertíos (epistrepsate) para que sean borrados vuestros pecados” (3:19). 

Ante el Sanedrín, Pedro declaró que Dios exaltó a Jesús para “dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (5:31). 

A Simón, llamado “el mago”, Pedro formuló el llamado a arrepentirse de la “maldad” de tratar de comprar al Espíritu Santo (8:22). 

Pedro testificó a la iglesia en Jerusalén que “también a los gentiles Dios ha dado arrepentimiento para vida” (11:18). 

En Antioquía de Pisidia Pablo se refirió al “bautismo de arrepentimiento” anunciado por Juan el Bautista (13:24), e hizo una referencia similar mientras estaba en Efeso (19:4). 

En Atenas Pablo anunció que Dios en aquel momento estaba mandando “a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan” (17:30). 

Aseguró a los ancianos de Efeso que había exhortado tanto a los judíos como a los griegos a que se arrepintiesen ante Dios (20:21) y del mismo modo al rey Herodes Agripa II que había llamado consistentemente a los judíos y gentiles “a arrepentirse y convertirse a Dios (metanoein kai epistrefein epi ton theon), haciendo obras dignas de arrepentimiento (metanoias)” (26:20).

El sustantivo metanoia fue poco usado en las epístolas de Pablo. 

“¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?” (Rom. 2:4). 

“Ahora me gozo… porque fuisteis entristecidos hasta el arrepentimiento… Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación, de que no hay que lamentarse…” (2 Cor. 7:9a, 10a). 

Pablo expresó la esperanza de que Dios concedería arrepentimiento a los contenciosos (2 Tim. 2:25).

Según la epístola a los Hebreos los cristianos no deben “poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras muertas” (6:1b), y deben reconocer que es “imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento” aquellos que pudieran haber cometido apostasía (6:4–6). 

Asimismo el Señor no quiere “que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9c).

En el Apocalipsis el verbo metanoein aparece en cinco de las siete cartas a las iglesias (2:5, 16, 21; 3:3, 19). La iglesia en Efeso había adandonado su primer amor, la iglesia de Pérgamo había abrazado las enseñanzas balaamitas y nicolaítas, y la iglesia de Tiatira había tolerado a la profetisa Jezabel. Las situaciones que evocan llamados al arrepentimiento en Sardis y en Laodicea no están tan claramente identificadas. Los cinco textos no se refieren al arrepentimiento inicial, sino al arrepentimiento de los cristianos profesos. Los sobrevivientes de la plaga no se arrepintieron de sus diversos males (9:20, 21) y lo mismo ocurrió con las víctimas de las plagas (16:9, 11).

Metanoein y metanoia no aparecen en el Evangelio ni en las epístolas de Juan.

La traducción de metanoein es evidentemente difícil. La versión Latina Antigua y la Vulgata traducen el imperativo con un verbo y un sustantivo, poenitentiam agite (“hagan penitencia”). Lutero tradujo la expresión al alemán como Thut Busse. En cuanto al inglés, Wycliffe usó Do ye penaunce, Tyndale la tradujo como Repent ye y el Nuevo Testamento de Rheims como “haced penitencia”. En la Biblia de Ginebra la traducción era “Enmendad vuestras vidas”, y la versión King James y muchas otras versiones inglesas posteriores siguieron a Tyndale, usando “arrepentíos”.

Epistrefein y apostrefein

Menos frecuentemente usado, pero importante para las enseñanzas neotestamentarias acerca del arrepentimiento, es el verbo epistrefein, “volverse, convertirse”. Ya se ha hecho referencia al uso de este verbo conjuntamente con metanoein en Hechos 3:19 y 26:20. Los habitantes de Lida y Sarón que vieron cómo Eneas se sanaba, “se convirtieron al Señor” (9:35) y en Antioquía de Siria “un gran número que creyó se convirtió al Señor” (11:21). 

Cuando Pablo se encontró con los habitantes de Listra que querían tratarlos a Bernabé y a él como “dioses”, los exhortó a que se convirtieran “de estas vanidades al Dios vivo que hizo el cielo” (14:15c). 

En el concilio de Jerusalén, Santiago aludió a “los gentiles que se convierten a Dios” (15:19). 

A Pablo se le había encargado la comisión de dar testimonio a los gentiles “para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios” (26:18a), y ciertamente los cristianos tesalonicenses se habían convertido “de los ídolos a Dios” (1 Tes. 1:9). 

Cuando “se conviertan al Señor, el velo [de Moisés] será quitado” (2 Cor. 3:16). 

Los cristianos son “ovejas descarriadas” que han “vuelto ahora al Pastor y Obispo de” sus “almas” (1 Ped. 2:25).

Apostrefein, “volver la espalda”, se usa sólo en Hechos 3:26 con referencia al hecho de que el Jesús resucitado haya apartado a los judíos creyentes de su “maldad”. El sustantivo epistrofe, “conversión”, se encuentra solamente en Hechos 15:3 en relación con “la conversión de los gentiles”.

Anthony Hoekema ha sostenido que “generalmente metanoia parece enfatizar el cambio interior involucrado en el arrepentimiento, mientras que epistrefein enfatiza el cambio en la vida externa que implementa y le da expresión al cambio interior”. Así, epistrefein, “describe un cambio total en el comportamiento, una reversión del estilo de vida, un giro completo”.

Metamelomai

El verbo metamelomai, “preocuparse con posterioridad” o “lamentar”, se usa cinco veces en el Nuevo Testamento. En Hebreos 7:21, en una cita del Salmo 110:4, comunica la idea de un cambio de parecer en Dios. En 2 Corintios 7:8 refleja el pesar personal de Pablo. Usado en referencia a Judas Iscariote, el verbo comunica claramente pesar o remordimiento, pero no arrepentimiento (Mat. 27:3). En la parábola de los dos hijos (Mat. 21:29) no es seguro que el término haga referencia a un arrepentimiento genuino, pero claramente quiere decir un verdadero arrepentimiento cuando Jesús dice que los que habían rechazado a Juan el Bautista “no cambiaron de parecer” (Mat. 21:32). Debemos considerar que el término usado está en las márgenes de la doctrina neotestamentaria del arrepentimiento; su inclusión depende del texto específico bajo consideración.

OTRAS EXPRESIONES

Tanto en el Evangelio de Mateo como en las epístolas de Pablo hay maneras de expresar la idea de darle las espaldas al pecado y volverse a Dios más allá del uso de alguno de los tres principales términos. Jesús llamó a los seres humanos a que se negaran a sí mismos, tomaran su cruz y perdieran sus vidas para salvarlas (Mat. 16:24, 25). Pablo se refirió a estar “juntamente crucificado con Cristo” (Gál. 2:20); a la crucifixión de “la carne” o “la naturaleza pecaminosa” con “sus pasiones y deseos” (Gál. 5:24); a que “el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo” (Gál. 6:14b); y a la transformación “por la renovación del entendimiento” (te anakainosei tou noos) (Rom. 12:2b).

HISTORIA DE LA DOCTRINA CRISTIANA

EDAD PATRISTICA

La doctrina del arrepentimiento no recibió gran atención de los Padres de la iglesia. Vale la pena notar que el Pastor de Hermas (siglo II), presuponiendo que la remisión de los pecados anteriores se efectuaba a través del bautismo, enseñó que solamente podía existir un arrepentimiento después del bautismo válido o aceptable. En los albores del siglo III, Tertuliano, en su fase católica, apoyó este arrepentimiento único después del bautismo y se refirió a un proceso eclesial de exomologesis o de confesión pública. En su fase montanista enseñó que a los adúlteros/fornicadores, asesinos e idólatras no se les debía permitir el segundo arrepentimiento y por ende la remisión. Finalmente, la iglesia permitió a aquellos que cometieran tales pecados mayores que se arrepintieran o confesaran para ser perdonados.

ERA MEDIEVAL

Durante la Edad Media la práctica eclesial de la exomologesis se transformó en el sacramento católico romano de la penitencia en su plena expresión. La práctica de la confesión oral privada de los pecados después del bautismo a un sacerdote floreció en los monasterios irlandeses ya en el siglo VI; fue de Irlanda que provinieron los primeros libros penitenciales. El Cuarto Concilio Laterano (1215) hizo obligatorio que todo laico, luego de llegar a los años de discreción, se confesara con un sacerdote por lo menos una vez al año.Para Tomás de Aquino el sacramento de la penitencia consistía en la contrición, la confesión, la satisfacción y las llaves (de la absolución).

LAS ERAS DE LA REFORMA Y LA POSREFORMA

El arrepentimiento no recibió la misma atención de los reformadores protestantes que la fe, pero fue importante porque era el fundamento sacramental de la práctica de las indulgencias que los reformadores rechazaban vehementemente, y porque era asimismo rechazado por los reformadores en cuanto sacramento. Juan Calvino definió el arrepentimiento como “el verdadero giro de nuestra vida hacia Dios, un giro que se produce por un temor puro y más sincero de él; y consiste en la mortificación de nuestra carne y del hombre antiguo y en la vivificación del Espíritu”. Enseñó que el arrepentimiento en cuanto don de Dios “no sólo sigue constantemente a la fe, sino que también nace de la fe”, que el arrepentimiento interno es más importante que el arrepentimiento externo, y el “arrepentimiento sincero” es diferente del “falso arrepentimiento”.

Según Jacobo Arminio, el arrepentimiento es “anterior a la fe en Cristo” pero sucede después “de aquella fe por la cual creemos que Dios está dispuesto a recibir en su favor al pecador penitente”. 

Es “un acto de la totalidad del hombre” en el cual “él se aleja de Satanás y el mundo y regresa a Dios adhiriéndose a él”, mientras que la regeneración es “el acto de Dios”. Su “causa eficiente primaria” es Dios, mientras que su causa “próxima” “es el hombre mismo, convertido y convirtiéndose a sí mismo por el poder y la eficiencia de la gracia de Dios y del Espíritu de Dios”. Para Dios “los frutos del arrepentimiento” son “la remisión del pecado”, y para los seres humanos arrepentidos los frutos son “las buenas obras”. 

Según el Sínodo de Dort (Dortrecht), “que aquellos que son llamados por el evangelio obedezcan al llamado y sean convertidos, no debe atribuirse al propio ejercicio de la libre voluntad…; sino que ello debe atribuirse completamente a Dios, puesto que ha elegido a los suyos de la eternidad en Cristo, por lo tanto… él les confiere fe y arrepentimiento, los rescata del poder de las tinieblas y los traslada al reino de su propio Hijo…” Así, los arminianos han considerado que el arrepentimiento es una respuesta humana motivada por el Espíritu de Dios, y los calvinistas han sostenido que el arrepentimiento es un don de Dios.

Posteriormente, los calvinistas evangélicos buscaron superar el abismo entre las dos posiciones. Andrew Fuller (1754–1815), reaccionando respecto de la práctica de la pasiva espera de la fe y el arrepentimiento divinamente forjados, llamó al arrepentimiento “un deber requerido a cada pecador”. John L. Dagg llamó tanto al arrepentimiento como a la fe “gracias mellizas, procedentes del mismo Espíritu Santo”, y al arrepentimiento “el primer deber impuesto en el evangelio”.

Jeremy Taylor (1613–1667), un arzobispo anglicano, afirmó que la tristeza del justo es el “pórtico” que conduce al arrepentimiento, mientras que “la corrección y la enmienda” son “la formalidad y esencia del arrepentimiento”. Ello consiste en “abandonar nuestros pecados” y “acciones realizadas por arrepentimiento”. Es “el estado pleno de una nueva vida, un completo cambio de un pecador, con todos sus apéndices e instrumentos de ministerio”.

PERIODO MODERNO

En la Inglaterra del siglo XIX, un grupo de literatos y académicos clásicos reinterpretaron metanoia a la luz de la literatura clásica griega más que del Antiguo Testamento. Thomas DeQuincey (1785–1859) la tradujo como “metamorfosis” en lugar de “arrepentimiento”; Samuel T. Coleridge la tradujo como “transmentación”; y Matthew Arnold (1822–1888) insistió en que Jesús, quien vino a restaurar la intuición por medio de la “transformación de la idea de justicia”, entendió el arrepentimiento como “la puesta en marcha de un nuevo e inmenso movimiento interno para la obtención de la norma de la vida”.

 Consecuentemente la relación del arrepentimiento para con Dios fue mucho menos específica. Un siglo más tarde, un presbiteriano estadounidense, William Douglas Chamberlain (1890–1958), expresó afinidad respecto de tal pensamiento.

Los teólogos bautistas del siglo XX en los Estados Unidos de América han tendido a explicar el arrepentimiento de tres maneras: la cognitiva o conducente a la convicción, la emocional y la volitiva.

FORMULACION SISTEMATICA

Es posible reinterpretar la doctrina del arrepentimiento para una formulación contemporánea desde los estudios bíblicos e históricos.

1. La idea más básica en el arrepentimiento parece ser volverse del pecado hacia Dios. Esto era epecialmente cierto en el uso de sub por parte de los profetas del Antiguo Testamento, aunque fue también central en los llamados al arrepentimiento formulados por Juan el Bautista, Jesús y los apóstoles.

2. La tristeza por el pecado es probablemente un ingrediente esencial del verdadero arrepentimiento, pero no es la esencia del arrepentimiento. Puede ser el “pórtico”, tal como lo sugirió Jeremy Taylor, pero no la sala central. El remordimiento o pesar por el pecado, como en el caso de Judas Iscariote, no es el equivalente del arrepentimiento verdadero. Pablo reconoció la diferencia entre tristeza (lupe) y experimentar remordimiento (metamelomai), por un lado, y el verdadero arrepentimiento (metanoia), por el otro (2 Cor. 7:8–11).

3. El arrepentimiento, especialmente en los usos del Nuevo Testamento, trae aparejado en el arrepentido una nueva mente. Pero en contraposición a los neoclasisistas del siglo XIX, esta nueva forma de pensar es más que una nueva filosofía. Ella debe implicar una nueva fidelidad hacia Dios, nuevas actitudes y un nuevo estilo de vida.

4. El verdadero arrepentimiento acompaña necesariamente a la verdadera fe; la fe espúria está normalmente acompañada de una falta de arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento puede servir como un antídoto contra la gracia barata y la credulidad facilista (Bonhoeffer).

5. Los extremos de la pasividad absoluta y del permanente autoestímulo deben ser evitados al formular la doctrina del arrepentimiento. Debido a su responsabilidad, los seres humanos deben participar activamente en el arrepentimiento (Hech. 17:30) y, para que el arrepentimiento conduzca a Dios, Dios debe habilitar a los seres humanos para que se arrepientan (Hech. 11:18). Por lo tanto, algunos estudiosos han tendido a referirse al arrepentimiento tanto como gracia como deber.

6. El arrepentimiento, especialmente tal como está establecido en Lucas-Hechos, es una condición esencial del perdón o remisión de los pecados y conduce al mismo.

7. A pesar de que la mayoría de los usos del Nuevo Testamento de “arrepentirse” y “arrepentimiento” pueden representar al arrepentimiento en cuanto una condición de la conversión a Dios o a Jesucristo, en las cartas a las iglesias en el Apocalipsis son los cristianos profesantes quienes son llamados a “arrepentirse”. No es probable que adoptemos el estricto parámetro de Hermas y por lo tanto deberíamos reconocer que los creyentes o discípulos cristianos también necesitan arrepentirse.

8. A pesar de que la iglesia medieval puede haber sido excesiva en su institucionalización del arrepentimiento en cuanto sacramento de penitencia, hace falta ciertamente un espacio para la confesión del pecado, especialmente de los males en contra de otras personas, del prójimo, así como el pedido de perdón. Asimismo puede existir necesidad de restitución (Luc. 19:8).

9. El arrepentimiento genuino ha caracterizado usualmente a los movimientos de renovación espiritual, y la falta de un arrepentimiento manifiesto o amplio puede constituir la clara evidencia, tal como sugirió James Edwin Orr48 (1912–1987), de que no ha habido un despertar espiritual importante en el cristianismo protestante desde la primera década del siglo XX.

10. El verdadero arrepentimiento es la ocasión para el gozo celestial (Luc. 15:7, 10) y conduce a la vida (Hech. 11:18).
Del estudio del arrepentimiento pasaremos a continuación al de la naturaleza y el significado de la fe.

EL ARREPENTIMIENTO

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