LA IRA DE DIOS [Nahum 1:2-11]

LA IRA DE DIOS
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¿Qué es la ira de Dios?

La ira de Dios es su repulsión contra el mal, su decidido descontento con el pecado y los pecadores.

Nahúm 1:2-11   Reina-Valera 1960

Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. Él amenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan.

¿Quién permanecerá delante de su ira?, ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos. ¿Qué pensáis contra Jehová? Él hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos. 10 Aunque sean como espinos entretejidos, y estén empapados en su embriaguez, serán consumidos como hojarasca completamente seca. 11 De ti salió el que imaginó mal contra Jehová, un consejero perverso.

La ira de Dios no es un concepto popular en el Occidente liberal.

Es ampliamente ignorado, negado o radicalmente reinterpretado. Sin embargo, es una doctrina destacada en la Biblia. En el Antiguo Testamento hay más de 580 referencias, en las que se utilizan más de veinte palabras diferentes. En muchos casos, la ira de Dios se representa en términos radicalmente personales, como en Nahum 1:2–11. En el Nuevo Testamento se menciona nuevamente con frecuencia, aunque generalmente en términos menos personales, con algunos pasajes que afirman explícitamente que Dios está enojado.

Es ampliamente reconocido que las descripciones de la ira de Dios son antropomórficas o, para ser más precisos, antropopáticas. Se presenta a Dios en términos humanos. Es importante no equiparar la ira de Dios con la ira humana, a menudo pecaminosa. Dios no tiene cambios de humor y no “pierde los estribos”. El amor de Dios también es antropopático; no debemos caer en el error de igualar el amor divino con el amor humano, con todas sus imperfecciones y distorsiones. Entonces, ¿qué es la ira de Dios? Es su indignación ante el pecado, su repulsión al mal y todo lo que se opone a él, su disgusto por ello y la demostración de ese desagrado. Es su resistencia apasionada a cada voluntad que se pone en su contra.

C.H. Dodd propuso considerar la ira de Dios como un proceso impersonal, como el “proceso inevitable de causa y efecto en un universo moral”. Argumenta que en el Nuevo Testamento “la ira como actitud de Dios hacia los hombres desaparece, y su amor y misericordia lo abarcan todo”. Al igual que Marción en el siglo II, Dodd rechazó la enseñanza del Antiguo Testamento sobre la base de una lectura selectiva del Nuevo Testamento, y al hacerlo redujo a Dios simplemente al amor. Este último argumentó no sólo que “Dios es amor” sino también que “Dios es luz”. Pero no escasea en el Nuevo Testamento, sobre todo en los Evangelios, la enseñanza sobre el juicio activo de Dios sobre el pecado P. T. Forsyth escribió de manera muy perspicaz sobre el “santo amor de Dios”.

El objetivo de Dodd al hablar acerca de la ira impersonal parece ser el de disociar a Dios de la ira y el castigo, mostrar la ira como un mero subproducto del pecado, no algo realmente querido por Dios. Tal postura no está exenta de implicaciones deístas: elimina un aspecto significativo de la vida humana del gobierno activo de Dios. También es profundamente inquietante. ¿Puede Dios realmente contemplar el abuso sexual y el asesinato de un niño sin ningún sentimiento de desagrado o indignación?

La ira no es un atributo eterno de Dios como sí lo son el amor y la santidad.

Es su reacción en el tiempo al fenómeno del pecado. Además, la ira no es natural para Dios como sí lo es la misericordia. Isaías 28:21 lo llama su “extraña obra” su “extraña operación”. Dios es “lento para la ira”, tal como declara repetidamente el Antiguo Testamento, mientras que se deleita en mostrar misericordia (Sal 103:8). Los padres que tienen que disciplinar a sus hijos entienden esto.

La ira de Dios no debe verse como algo opuesto a su amor, sino como una manifestación de ese amor.

Lo opuesto a la ira no es el amor sino la indiferencia. El mandato de Pablo en Romanos 12:9 de que el amor sea “sin fingimiento” va seguido del mandato de aborrecer lo malo. Un marido que amara a su esposa sentiría una ira celosa ante su infidelidad. La falta de odio hacia lo malo implica una deficiencia en el amor. Un “Dios” que no detestara el mal no sería digno de nuestra adoración, y de hecho no sería amoroso en el sentido en que la Biblia describe su amor.

LA IRA DE DIOS

 

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