EL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO [400 AÑOS]

EL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO
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¿Por qué se le llama a este período intertestamento o intertestamentario 400 años de silencio?

El período intertestamentario constituye un capítulo oscuro en la historia de Israel. Comprende el tiempo que transcurre entre el período post-monárquico o post-exílico tardío y los eventos claves que dan inicio a la historia del NT.

Los teólogos prefieren denominarlo el Período del Segundo Templo.

Desde el punto de vista socio-político, éste período estuvo dominado por el poder de los persas, los griegos y los romanos. 

Usualmente nos referimos al tiempo como el “período de silencio de 400 años”, pues efectivamente no hubo voz profética significativa en esos años. 

Sin embargo, esos más de trescientos años fueron fundamentales para el desarrollo de la identidad política y religiosa de Israel, a la vez que definieron las experiencias que marcaron el escenario para la llegada de Jesucristo y el establecimiento de la primera iglesia del NT.

Las fuentes históricas que arrojan luz sobre este período incluyen libros que formaron parte del canon hebreo de la versión griega (LXX), tales como: 1 y 2 Macabeos, Eclesiástico, y Sabiduría de Salomón. A estos, se añaden los escritos de los historiadores: Heródoto, Josefo, Polibio, Diodoro, Tácito y Suetonio; y, además, los libros pseudoepigráficos, como 1 Enoc, Jubileos y el Testamento de los Doce Patriarcas.

El período intertestamentario

Al levantarse el telón del Nuevo Testamento nos encontramos con un ambiente muy diferente al del Antiguo Testamento. Habían transcurrido más de 400 años entre los dos testamentos. Este tiempo es conocido como el período intertestamentario.

Cuatrocientos años de historia, con todas las implicaciones que esto significa, formaron el mundo y ambiente en los que vino a nacer el Señor Jesús. Muchas de las acciones y palabras del Jesús histórico pueden ser interpretadas solamente si se entiende lo que sucedió en esos años. 

Es muy posible que nuestro Dios, en su sabiduría, haya dejado como única solución para conocer esta historia y sus cambios, apelar a fuentes informativas fuera de su revelación escrita. En esas fuentes, muchas de ellas escritas desapasionadamente, encontramos cómo el Creador dirige la historia hacia su culminación.

En el NT encontramos ya las condiciones propicias para el nacimiento y ministerio del Redentor del mundo y para la propagación del mensaje redentor. Esas condiciones se dieron principalmente a través del desenvolvimiento histórico, de la producción literaria religiosa judía y de la evolución social y política del pueblo judío como resultado de lo que ocurría en el mundo.

TRASFONDO HISTORICO

En la historia del mundo occidental, durante el tiempo intertestamentario, hubo cuatro períodos bien definidos por la supremacía de cuatro diferentes pueblos. Estos períodos dejaron su huella en el pueblo judío.

El período persa (de 539 hasta 332 a. de J.C.)

Desde el año 606 a. de J.C. Palestina estaba bajo el dominio de los babilonios, quienes exiliaron a los habitantes. Mientras tanto, los persas, fortaleciéndose gradualmente, llegaron a vencer a los medos, quienes se unieron a ellos para formar el imperio medopersa bajo el gobierno de Darío. 

En el año 539 a. de J.C. Darío venció y dio muerte a Belsasar, rey de Babilonia, y el pueblo judío pasó de la cautividad de Babilonia a una más benigna del imperio persa (ver Dan. 5). 

En el año 536 a. de J.C. un decreto de Ciro el Persa permitió que regresara a Jerusalén el primer grupo de exiliados, con el propósito de reconstruir la ciudad. Posteriormente otros grupos regresaron: uno en 458 a. de J.C., bajo la dirección de Esdras, y otro en 445 a. de J.C., bajo la dirección de Nehemías.

Al cerrarse el AT, aproximadamente en el año 400 a. de J.C., los judíos en Palestina todavía estaban bajo el dominio de los persas, pero su cautividad era tolerable. Los persas eran benignos, no los maltrataban y les permitían mantener sus costumbres y su religión. Es interesante notar que el trato de Ciro era tan benévolo hacia los judíos que ellos lo consideraban su pastor (Isa. 44:28) y el ungido de Dios (Isa. 45:1).

El dominio de los persas todavía duró cien años más. Durante este tiempo regresaron a Palestina todos los desterrados que quisieron; muchos permanecieron fuera de su patria y quedaron en el lugar de su exilio o se dispersaron por todas partes.

Al terminar el exilio los judíos habían adquirido tres características: Todos eran llamados judíos, el término que anteriormente se reservaba para los habitantes de Judea. La diferencia del reino del norte y del reino del sur dejó de existir. Todos eran judíos.
Los judíos regresaron aborreciendo la idolatría. Este pecado, que había plagado la nación por tantos siglos, ahora había quedado atrás; el pueblo adoraba al único Dios, Jehovah.

El pueblo, en su reacción contra la idolatría de las demás naciones, empezó a desarrollar un fuerte orgullo racial. Las demás naciones eran bárbaras, gentiles; los judíos eran el pueblo de Dios.

El período griego (de 331 a 167 a. de J.C.)

 

Al imperio persa le sucedió en el poder el imperio griego. Alejandro Magno tenía sólo 20 años cuando tomó el mando del ejército griego, a la muerte de su padre, Felipe de Macedonia, en el año 336 a. de J.C. Alejandro fue el unificador de los estados griegos. Ya unidos se lanzaron a la conquista de los persas, a los que vencieron en el año 333 en la memorable batalla de Iso, y siguieron su marcha hacia Egipto. Los ejércitos griegos invadieron Palestina en 332 a. de J.C. 

Los judíos habían estado prestando su ayuda a los persas, en oposición a Alejandro. Según la tradición, una gran procesión de la familia sacerdotal, todos vestidos de ropas blancas, salió al encuentro de Alejandro en las afueras de Jerusalén. El quedó tan impresionado y lleno de compasión que decidió no destruir la ciudad, y permitió al pueblo seguir observando sus leyes y practicando su religión, además de algunas exenciones de impuestos.

Siendo Alejandro hombre culto, supo reconocer la cultura distintiva y la antigua literatura de los judíos. Cuando fundó Alejandría, después de conquistar Egipto, acogió ampliamente a los judíos y les concedió la ciudadanía en esa ciudad y en otras ciudades griegas. Dos de los cinco barrios de Alejandría llegaron a ser judíos, y la población de judíos en Egipto llegó a ser mayor que la de Palestina misma. Con esto La Dispersión (“La Diáspora”) se hizo más amplia. El judaísmo se extendía a todas partes del mundo mediterráneo (comp. Hech. 15:21), preparando el terreno para la predicación del evangelio en el primer siglo.

El reinado de Alejandro Magno duró pocos años, pues la muerte lo sorprendió en el año 323 a. de J.C., cuando sólo tenía 33 años de edad. A su muerte el reino fue dividido entre cuatro de sus generales, resultando cuatro reinos: Macedonia, Tracia, Siria con Mesopotamia y Egipto con Siria meridional. Ptolomeo se hizo cargo de Egipto y Siria meridional; y Seleuco, de Siria y Mesopotamia. Palestina quedó entre los dos, y en los 24 años siguientes a la muerte de Alejandro siete veces cambió de dueño, alternando entre Ptolomeo y Seleuco. Los ptolomeos alentaban a los judíos a establecerse en Egipto, y los seléucidas a hacerlo en Siria y Asia Menor. Por fin, el año 198 a. de J.C., los seléucidas obtuvieron el control definitivo sobre los judíos.

Bajo los ptolomeos los judíos recibían un trato benévolo; pero bajo los seléucidas, todo lo opuesto. El colmo llegó con Antíoco Epífanes. En su afán por dominar por completo a los judíos, Epífanes mató judíos por millares. Para acabar con su unidad decidió acabar con su religión, procediendo a prohibir la adoración a Jehovah, la oración y la lectura de las Escrituras. Las copias de éstas que se encontraban eran quemadas. 

La persecución llegó a tal extremo que Epífanes sacrificó un cerdo en el altar del templo y esparció la sangre por todo el edificio, profanando así el lugar santo de los judíos. Después mandó construir en el templo un altar a Zeus. Esta era la abominación profetizada por Daniel (11:31). El odio que se despertó en los judíos avivó los pensamientos de insurrección que por mucho tiempo había albergado el pueblo. Pronto habría de iniciarse una guerra de liberación.

El período macabeo (de 167 a 63 a. de J.C.)

La persecución de Epífanes alcanzó todos los rincones de Palestina. Un día un emisario del rey fue a Modein, un pueblito a unos cuantos km. al oeste de Jerusalén, cerca de la frontera con Filistea. Allí levantó un altar a Zeus y trató de obligar a Matatías, un anciano sacerdote judío de la casa de Asmón, a ofrecer un sacrificio al dios pagano. Matatías rehusó hacerlo, y cuando un joven del pueblo se acercó para ofrecer un sacrificio, el anciano sacerdote, enfurecido, lo mató y luego mató también al emisario de Epífanes. Después dijo al pueblo: 

“Quien tenga celo por la ley y mantiene el pacto, que me siga”, y escapó con sus cinco hijos a las montañas. Con todos los que les siguieron se formó pronto un grupo organizado de resistencia. El lema en la bandera de los rebeldes era Exodo 15:11: “¿Quién como tú, oh Jehovah, entre los dioses?”, que en hebreo es Mi Camoca Baalim Jehovah. De las iniciales de este texto (MCBI) se formó el nombre Macabi, de allí que los hijos de esta familia, dirigentes de la resistencia, fueran conocidos como Macabeos.

Siendo que Matatías ya era muy anciano, escogió a su hijo Judas como dirigente del movimiento de liberación. Matatías murió en 166 a. de J.C. Por su ferocidad en la batalla, Judas recibió el apodo de “el martillo”. Los hombres de Judas lograron vencer a los ejércitos de Epífanes batalla tras batalla. Al fin los Macabeos lograron llegar a Jerusalén y apoderarse de la ciudad. Allí destruyeron todos los altares paganos, limpiaron la ciudad y el templo, y reconstruyeron el altar a Jehovah. En el año 165 a. de J.C. el templo fue rededicado a la adoración a Jehovah. Desde entonces los judíos celebran la Fiesta de la Dedicación o Hanuk kah el día 25 de Quislev (nov.-dic.).

Judas Macabeo murió en batalla el año 161 a. de J.C. Aunque fue él quien ganó la libertad religiosa para los judíos, fue su hermano Simón quien logró la libertad política de su pueblo. Judas asumió tanto la autoridad sacerdotal como el gobierno civil, empezando así la sucesión Asmonea de sacedotes-gobernadores que dirigieron por 100 años una Judea independiente que prosperó. 

Lamentablemente, en el año 69 a. de J.C. el país cayó en una guerra civil cuando los hermanos Juan Hircano y Aristóbulo lucharon entre sí por el gobierno. Aristóbulo buscó la ayuda de Antípater, rey idumeo o edomita que se había apoderado del trono de su país por la fuerza. En medio de la lucha civil judía apareció el poder de Roma, la conquistadora.

El período romano (de 62 a. de J.C. a 70 d. de J.C.)

En el año 63 a. de J.C. Pompeyo, el general romano, conquistó el territorio de Siria y luego miró hacia Palestina, que todavía estaba envuelta en una guerra civil. Hircano y Aristóbulo se dieron cuenta de que Pompeyo tenía el poder para darle la victoria a uno de ellos, y trataron de congraciarse con él. Pompeyo decidió a favor de Hircano, pues siendo éste de carácter débil, Pompeyo calculó que no le daría problemas y que podría manejarlo con facilidad. Después de un asedio de seis meses Pompeyo capturó Jerusalén y puso a Hircano como gobernador y sumo sacerdote de los judíos. Además, demandó de los judíos que pagaran tributos anuales a Roma.

Así llegó a su fin la independencia judía. Sin embargo, bajo los romanos los judíos gozaban de bastante libertad. En el año 49 a. de J.C. se declaró la guerra civil entre los generales romanos Pompeyo y César. Hircano y Antípater apoyaron a Pompeyo, pero César venció a Pompeyo, y Antípater desertó y huyó a Roma para ofrecer su amistad a César. El triunfador César nombró a Antípater procurador de Palestina, e Hircano quedó solamente como sumo sacerdote. Antípater fue envenenado después de haber servido solamente un año, y su hijo Herodes el Grande asumió el reinado. Este fue el Herodes que reinaba al nacer Jesús.

Herodes el Grande fue un hombre terrible que no vacilaba en asesinar para obtener sus fines. Mató a su esposa y a muchos otros miembros de su familia en su afán de mantenerse en el poder. El suyo fue un reinado de terror; pero para congraciarse con los judíos que lo odiaban porque no era judío, reconstruyó el templo, que había sido destruido por el descuido y por las guerras.

En Gálatas 4:4 el apóstol Pablo dice: Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley … Por muchas razones el período romano llegó a ser este cumplimiento o plenitud del tiempo para la llegada de Jesús al mundo. Vale la pena mencionar aquí algunas de las cosas que hicieron que ese período de la historia fuera propicio para la venida del Mesías.

La conquista romana no solamente trajo al mundo bajo el dominio político de Roma, sino también dio al mundo un tiempo de paz. En la Pax Romana nadie superaba el poder militar y económico de Roma. El imperio romano era mayormente un lugar de paz donde la gente podía desenvolverse sin preocupación de guerras. La paz romana hizo posible que Jesús y sus primeros discípulos llevaran el evangelio por muchas partes. Roma construyó carreteras por todas partes de su imperio. “Todos los caminos llevan a Roma” era un dicho que se refería a lo extenso del sistema carretero y marítimo del imperio. Debido a estas vías terrestres y marítimas que facilitaban el comercio y el transporte por todo el imperio, el mensaje de Cristo pudo extenderse hasta lo último del territorio.

El sistema romano creó grandes centros urbanos. Las ciudades del imperio congregaban a la gente en lugares estratégicos y accesibles a la predicación de la Palabra de Dios. En las ciudades se juntaban personas de toda clase social y de todas partes del imperio. Las ciudades llegaron a ser los cruces de caminos donde el evangelio podría tocar a los hombres, desde los más ricos hasta los esclavos más pobres.

En el imperio romano había un clima religioso y apertura para escuchar nuevas ideas. Los filósofos griegos y romanos siempre discutían en los lugares públicos. Los judíos se distinguían por su monoteísmo y los romanos por su panteón de dioses. Cuando Jesús apareció con su mensaje, y más tarde, cuando sus discípulos y Pablo empezaron a difundirlo, la gente estaba dispuesta por lo menos a darles oído; y muchos aceptaron el mensaje porque ya estaban apartados de las religiones que les rodeaban o desilusionados de ellas.

Tal vez una de las contribuciones mayores que el período intertestamentario aportó a la extensión del evangelio fue el desarrollo de un idioma universal. En la siguiente sección veremos algo del trasfondo literario del período intertestamentario.

TRASFONDO LITERARIO

Así como la historia iba preparándose para la llegada de Jesús, también lo hacía la expresión humana. Desde la torre de Babel ha habido una plétora de idiomas, pero en la sabiduría de Dios hubo algunos que llegaron a ser idóneos para la producción de las escrituras. Dios también usó varias maneras para asegurar que fueran escogidos los libros idóneos para formar parte de lo que hoy conocemos como la Biblia.

El idioma

El idioma de Abraham, de Isaac y de Jacob era el hebreo, que llegó a ser el idioma del AT. Durante el período intertestamentario el hebreo puro ya había caído en desuso entre el pueblo judío de Palestina. El hebreo era conocido porque era el idioma de los libros sagrados; sin embargo, el idioma hablado era el arameo, o un dialecto del mismo, que habían aprendido en más de 200 años de cautividad bajo los persas. Jesús hablaba el arameo, probablemente en el dialecto de Galilea (ver Mar. 5:41; 15:34; Mat. 27:46).

Como lo hizo en todas partes, el idioma griego dejó su influencia en el idioma de Palestina. El griego clásico fue el idioma de autores famosos como Platón, Aristóteles y otros, pero la conquista de Alejandro Magno esparció el griego común, el Koiné, por todo el mundo conocido. El Koiné llegó a ser el idioma del mundo mediterráneo y siguió siendo la lengua predominante de la región hasta aprox. el año 330 d. de J.C. En un sentido literal el griego Koiné era el idioma “universal” y fue ésa la lengua que pasó a ser el idioma en que fue escrito el NT.

El griego Koiné era ideal para los escritores del NT. Como era la lengua de la gente común, todos podían entenderlo sin problemas. Además, era un idioma muy flexible y expresivo, que permitía a los escritores bíblicos poner las ideas más abstractas en términos inteligibles. El griego Koiné no era solamente la lengua universal del imperio romano, sino también era uno de los idiomas más expresivos que el mundo haya conocido. Sus posibilidades idiomáticas y gramaticales hicieron que el Koiné fuera muy útil para que los escritores del NT lo usaran muy eficazmente para expresar toda la profundidad del mensaje divino en la forma más clara.

La Septuaginta

Los judíos que vivían esparcidos entre el pueblo griego llegaron a ser conocidos como “helenistas” debido a que perdieron el uso de la lengua hebrea. Al perder el uso del idioma original de las escrituras antiguas también empezaron a perder las costumbres religiosas de sus antepasados. Eso era motivo de gran preocupación para los líderes religiosos de los judíos, que deseaban poder hacer algo para remediar la situación.

Según la tradición judía, el año 250 a. de J.C., en Alejandría, Egipto, setenta y dos eruditos judíos (seis de cada una de las tribus), a instancias de Ptolomeo Filadelfo, hicieron una traducción al griego del AT, en un período de setenta días. La tradición añade que cada traductor trabajó en un cuarto separado en todo el AT, y que al terminar todos al cabo de los setenta días compararon sus traducciones y encontraron que eran exactamente iguales. 

La realidad práctica, fuera del romanticismo y fantasía de la tradición, es que esa traducción es conocida como la “Septuaginta”, porque la palabra septuaginta significa “de los setenta”. En muchos de nuestros comentarios bíblicos y en las notas de la RVA, esta versión se identifica por los números romanos LXX, que también significan “setenta”.

La Septuaginta jugó un importantísimo papel misionero que no puede exagerarse, pues cuando Jesús nació ya era ampliamente conocida en el imperio romano. Así, las profecías del advenimiento de un Mesías se mantenían frescas en la mente de los judíos y de otros, como los magos de oriente que vinieron buscando al rey de los judíos, que ha nacido (Mat. 2:1, 2). La Septuaginta era la versión que Pablo y los del mundo neotestamentario conocían y usaban. Muchas de las citas bíblicas que encontramos en el NT son tomadas de la Septuaginta. Esa versión llegó a ser la base de comparación para las otras traducciones griegas que se han hecho de la Biblia. También esa fue una de las fuentes principales que Jerónimo usó para hacer su traducción de la Biblia al latín, versión que se conoce como la Vulgata.

La literatura apocalíptica

La literatura apocalíptica contribuyó grandemente a la formación de la mentalidad judía, del tiempo en que Jesús nació. Esta literatura llegó a su apogeo durante el período intertestamentario. Tuvo su raíz en los mensajes de los profetas del AT, particularmente en Ezequiel, Daniel y Joel. En el NT los mejores ejemplos de esta clase de literatura se encuentran en los libros de Judas y Apocalipsis.

La literatura apocalíptica se caracteriza por su énfasis sobre la lucha entre el bien y el mal, tanto en la vida personal como en el mundo. Mediante imágenes raras, numerología, símbolos y visiones, la literatura apocalíptica parece estar escrita en clave, porque a menos que el lector sepa el significado de los elementos de la historia, resulta muy difícil entender exactamente el mensaje del libro. Aunque uno no entienda todos los detalles de una historia apocalíptica, fácilmente uno puede comprender que a la larga el bien siempre vence al mal.

Los judíos y los cristianos primitivos usaban la forma literaria apocalíptica para que su mensaje fuera obscuro para los enemigos de su fe que procuraban perjudicarlos, pues en esos escritos se predecía la caída de ellos. Tal vez por su larga historia de esclavitud, de vasallaje frecuente y de persecución, los judíos desarrollaron este estilo de literatura. Así, en forma gráfica, aunque en símbolos, ellos podían expresar con libertad su fe y esperanza de que Dios intervendría en los asuntos del mundo.

La literatura apocalíptica produjo algunas de las creencias que eran bien conocidas y aceptadas entre los judíos al venir Jesús. De hecho, Jesús llegó a ser el cumplimiento de algunas de las cosas predichas en forma apocalíptica por los profetas. Algunas de las doctrinas importantes que fueron desarrolladas durante el período intertestamentario son las que siguen.

La venida de un mesías. Los judíos habían vivido tanto tiempo bajo el yugo de la esclavitud y la dominación política que anhelaban un libertador enviado por Dios. La literatura apocalíptica les hablaba de un mesías (el “escogido” o “enviado” de Dios) que vendría a librarlos de sus enemigos. Por supuesto, ellos pensaban en un mesías político o militar que vendría con poder y con el propósito de castigar y vencer a todos sus enemigos. 

En el tiempo de Jesús la esperanza de la llegada del mesías ardía más brillantemente que nunca en la mente de los judíos. Por esta razón, y por la oposición que hubiera precipitado su muerte antes de terminar la preparación de los discípulos que seguirían su obra, Jesús evitaba al principio descubrirse como el Mesías, pero sus discípulos, después de un tiempo, lo reconocieron como tal (ver Mat. 18:13–16).

Las expectaciones acerca de un mesías que la literatura apocalíptica despertaba entre los judíos impidieron a muchos reconocer a Jesús como el Cristo. Un niño tan vulnerable, nacido en un pesebre sin relación con la grandeza temporal, un carpintero que enseñaba el amor, el perdón y la humildad, y que no tomaba las armas para librar a su pueblo, estaba fuera de la imaginación mesiánica de los judíos. La muerte ignominiosa en la cruz no podía ser el medio que ellos esperaban para su liberación. A ese mundo ideológico vino Jesús, “el siervo sufriente”. Con todo, la esperanza de la venida de un mesías estaba en su punto más alto cuando vino Jesús.

La resurrección de los muertos. En el AT los judíos generalmente creían que los muertos iban al lugar llamado Seol o lugar de los muertos. Para ellos éste era un lugar de sombras, en las profundidades de la tierra, del cual nadie regresaría. Aunque algunos pasajes del AT dan la impresión de hablar de la posibilidad de una resurrección de los muertos (ver Dan. 12:2), al llegar Jesús casi todos los judíos (menos los saduceos) creían en la resurrección de los muertos. Ellos creían que los justos iban “al seno de Abraham” y los malos al Gehena, un lugar debajo de la tierra donde sufrirían un castigo eterno. Su concepto de Gehena probablemente estaba basado en lo que ellos conocían del valle de Hinom, el basurero de Jerusalén en las afueras de la ciudad, que siempre ardía y nunca se apagaba.

Angeles y demonios. Muchas veces en el AT Dios es presentado como rey rodeado por sus siervos, los ángeles. No es raro encontrar en el AT la frase “un ángel” o “un mensajero” de Dios que llega a alguien. Durante el período intertestamentario había bastante discusión sobre los nombres y el trabajo de los ángeles. También, durante ese tiempo creció el concepto de los ángeles buenos y los ángeles malos (demonios). A Satanás y sus ayudantes, los demonios, se les pusieron nombres como Belial o Beelzebul (Mat. 12:24), y eran considerados como los causantes de lo malo en el mundo. Según las ideas populares, eran los demonios los que causaban enfermedades como la sordera (Mar. 9:25), la ceguera (Mat. 12:22) y otros males (Mar. 1:26; Luc. 9:39).

La venida de un mundo nuevo. En el período intertestamentario los judíos esperaban un futuro mejor. Entonces se desarrolló la idea de que Dios destruiría el mundo malo en el que ellos eran perseguidos y oprimidos, y les construiría un mundo nuevo. Eso sería el cumplimiento del famoso “Día de Jehovah” predicho por el profeta Joel (Joel 1:15; 2:11, 31) y otros.

Algo de este concepto también se encuentra en el NT. En el Apocalipsis de Juan, el apóstol predice este mundo nuevo con las palabras: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más (Apoc. 21:1).

La apócrifa y la pseudoepígrafa

Al tiempo que se desarrollaba la literatura apocalíptica también se desarrolló otro tipo de literatura extrabíblica. Aunque religiosa, esa literatura no fue incluida dentro del “canon”. Esta palabra significa sencillamente “caña” o “vara de medir” y llegó a tener el significado de la lista de libros reconocidos como la Palabra de Dios. La literatura apócrifa y pseudoepígrafa, aunque de reconocida utilidad, no forma parte de la Biblia.

No se sabe a ciencia cierta cómo los libros del AT fueron escogidos y seleccionados. Sí se sabe que los judíos pensaban que la revelación escrita de Dios cesó con los profetas. El “canon palestino”, generalmente aceptado por los judíos, acepta los libros que, según la tradición judía, Esdras recopiló y ordenó. Aunque el canon oficial del AT no fue fijado hasta el año 90 d. de J. C. en el llamado Concilio de Jámnia, la mayoría de los eruditos bíblicos están de acuerdo con que en el tiempo de Jesús las escrituras hebreas consistían de los 39 libros que componen lo que hoy conocemos como el AT.

Hay otro “canon”, el alejandrino, llamado así porque fue en Alejandría donde se tradujo la Septuaginta. Al hacerse la traducción de los libros sagrados fueron incluidos los llamados apócrifos. No se sabe exactamente cuando la LXX se terminó de traducir ni cuan completa estaba la colección alejandrina (o “canon alejandrino”) antes del siglo III d. de J.C.

La apócrifa.

Se llama así al grupo de quince escritos que se encuentran en las Biblias católicas, pero no en las protestantes, evangélicas o judías. Originalmente la palabra “apócrifa” quería decir “secreto” o “escondido,” pero con el paso del tiempo la palabra llegó a significar “falso” o “espurio”. Estos escritos son llamados así porque sin ser considerados inspirados llegaron a tener la categoría de tales. Aquí cabe mencionar cómo sucedió esto.

Ya antes mencionamos que las escrituras judías contenían solamente 39 libros organizados en: la Ley, los Profetas y los Escritos. En el proceso que dio por resultado la versión griega, la Septuaginta, los libros apócrifos fueron traducidos e incluidos, llevando a muchos a considerar que tenían semejante autoridad que los 39 libros de las escrituras hebreas.

Después, cuando Jerónimo preparó su versión de la Biblia en latín, también incluyó esos libros porque aceptaba su valor histórico y religioso, aunque él mismo negaba que fueran inspirados, y los rechazó como base de doctrina. Sin embargo, otros destacados teólogos de la iglesia, entre ellos Agustín, defendieron la autoridad de estos libros. 

Al fin estos libros apócrifos recibieron su canonicidad por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, en el año 1546. Cuando Lutero hizo su versión alemana de la Biblia, incluyó estos libros, los agrupó al final del AT y les puso este título y advertencia: “Apócrifa: Estos libros no son iguales a las Sagradas Escrituras, pero son útiles y buenos para ser leídos.”

Tradicionalmente ha habido tres actitudes distintas que los grupos cristianos han mantenido en cuanto a los libros apócrifos. A saber:

  •  (1) La Iglesia Católica los acepta como canónicos
  •  (2) la Iglesia Luterana y la Anglicana los incluyen y los aceptan como útiles, pero sin reconocerlos como inspirados en el mismo sentido que los otros 39 libros del AT
  •  (3) las iglesias evangélicas niegan que son inspirados y no los incluyen en sus Biblias.

José Borrás, en La Biblia de Estudio Mundo Hispano, da el siguiente resumen del contenido de los libros apócrifos:

Tercero Esdras: Resumen de algunos sucesos narrados en el libro de Esdras contenido en nuestro canon, más una historia de Zorobabel en la fiesta de Darío. Se cree escrito en Alejandría a finales del siglo II a. de J.C. (También es conocido en algunas versiones como Primero Esdras.)

Cuarto Esdras: Llamado también “Revelación de Esdras” o Segundo Esdras. Muestra el rechazamiento de Israel a causa de sus rebeliones, así como la invitación de los gentiles a ocupar el lugar de aquél. Probable fecha de redacción: primer siglo de la era cristiana.

Tobías: Relato didáctico que muestra cómo Dios recompensa la piedad de su siervo Tobit al enterrar a los muertos y cómo su hijo Tobías es acompañado en su viaje por el ángel Rafael y consigue esposa. Se cree que procede de finales del siglo III a. de J.C.

Judit: Muestra cómo Judit corta la cabeza a Holofernes, general de Nabucodonosor, despertando así el celo patriótico de los judíos que resisten la opresión de sus enemigos asirios. Escrito entre el 150 y el 65 a. de J.C.
Adiciones a Ester: Son narraciones del siglo II a. de J.C., introducidas en las escuelas de Alejandría para mostrar la protección de Dios sobre su pueblo en tierras foráneas.

Sabiduría de Salomón: Himno de alabanza a la Sabiduría, de fecha incierta, pudiendo haber sido escrito entre 150 a. de J.C. y el 50 d. de J.C. Combina la piedad judaica tradicional con el pensamiento filosófico griego sobre el tema de la retribución.

Eclesiástico: Llamado también “La Sabiduría de Jesús, Hijo de Sirac”, es un escrito saduceo del estilo anterior, que alaba e inculca la sabiduría en sus aspectos prácticos y sociales. Se cree escrito hacia el 180 a. de J.C.

Libro de Baruc y Carta de Jeremías: Son dos escritos distintos, de los siglos III y II a. de J. C., respectivamente, en contra de la idolatría. No debe confundirse esta obra con el escrito pseudoepigráfico Apocalipsis de Baruc.

El Cántico de los Tres Niños, La Historia de Susana y Bel y el Dragón: Son tres apéndices al libro de Daniel. El primero muestra la providencia de Dios velando por los suyos. Este cántico, así como la “Oración de Azarías” se suponen dichos en el horno de fuego. El segundo muestra cómo Daniel, por su gran sabiduría, libra de la condenación a muerte a la casta e inocente Susana. El tercero, Bel y el Dragón, son dos historias distintas que muestran la sabiduría de Daniel al desacreditar a los sacerdotes de Bel y demostrar que el dragón adorado por los babilonios no era un dios como ellos pensaban.

La Oración de Manasés: Es una oración breve de confesión de pecado y arrepentimiento personal puesta en la boca del rey Manasés de Judá, por lo que se lee en 2 Crónicas 33:18, 19.

Primero Macabeos: Relata la lucha de los judíos bajo la dirección de los hijos de Matatías, contra Antíoco Epífanes y sus sucesores, en pro de la libertad religiosa y la independencia política.

Segundo Macabeos: Trata de un período descrito en Primero Macabeos, pero con descripciones más exageradas sobre el triunfo de Judas Macabeo. Es atribuido a la pluma de un fariseo, así como el Primero Macabeos se cree escrito por un saduceo.

La pseudoepígrafa

La palabra pseudoepígrafa literalmente quiere decir “escritos falsos”. Como la apócrifa, estos libros no formaron parte del canon hebreo, y se les llama falsos porque la mayoría de ellos se presentan como si fueran escritos por personas ilustres del AT. A diferencia de la apócrifa, ni los católicos ni los evangélicos aceptan los libros pseudoepigráficos como canónicos.

José Borrás, en el artículo citado arriba, dice lo siguiente en cuanto a estos libros:

“Muchos de estos libros pseudoepigráficos tuvieron su origen en Palestina, siendo el hebreo o el arameo su idioma original. Fueron traducidos al griego en Alejandría, donde se originaron algunos otros escritos. Todos ellos parecen proceder del período que va desde el año 165 a. de J.C. al año 135 d. de J.C., y son los siguientes: Primer Libro de Enoc, Libro de los Jubileos, Testamento de los Doce Profetas, Oráculos Sibilinos, Asunción de Moisés, Segundo Libro de Enoc, Salmos de Salomón, Apocalipsis Siríaco de Baruc (llamado también Segundo Baruc), Apocalipsis Griego de Baruc (llamado también Tercero Baruc), Tercero y Cuarto Macabeos, Carta de Aristeas, Libros de Adán y Eva, Martirio de Isaías, Asunción de Isaías, Historias de Ahicar, Fragmentos Zadoquitas, Testamento de Abraham, Apocalipsis de Abraham, Vidas de los Profetas, Testamento de Job.”

Aunque las iglesias cristianas del Occidente nunca aceptaron esos libros como canónicos, algunas de las iglesias cristianas orientales sí los han puesto en sus versiones de la Biblia o los incluyen en su literatura eclesiástica.

Los Rollos del Mar Muerto

EL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO

 

Además del desarrollo de la apócrifa y la pseudoepígrafa, durante el período intertestamentario se escribieron otros libros religiosos. De este grupo es digna de mencionar la colección llamada los Rollos del Mar Muerto. Los rollos, hechos por los esenios (ver descripción abajo), son importantes porque contienen fragmentos o copias completas en hebreo o arameo de todos los libros del AT, menos el de Ester. Aunque no fueron descubiertos hasta 1947, estos rollos resultaron ser más antiguos que las copias existentes conocidas hasta entonces.

Los esenios se dedicaban mayormente a copiar las escrituras judías, pero ellos también hacían comentarios sobre algunos libros o secciones del AT. Se han descubierto entre los rollos algunos manuales que hablan tanto de los reglamentos de su comunidad como de sus creencias.

La importancia de los Rollos del Mar Muerto no reside tanto en lo que agregan a la literatura bíblica sino a la confirmación que ellos dan al canon hebreo. Los otros escritos de los esenios también tienen valor por lo que nos enseñan sobre la vida de una secta judía durante y después del período intertestamentario.
La mención de los esenios sirve para recordar que hay otro tema que debe tocarse al estudiar el período entre los dos testamentos.

TRASFONDO RELIGIOSO-POLITICO

Josefo menciona que existían varios grupos distintos entre los judíos. En general, él habla de los fariseos en términos positivos, posiblemente porque él pertenecía a ese grupo. También hace mención de los saduceos, los esenios y difícilmente reconoce a los zelotes, llamándolos representantes de una “filosofía” judía. (Josefo, Antigüedades de los Judíos, 18.1.2.)

Aunque estos grupos eran básicamente religiosos, también tenían un aspecto político. Siendo que un conocimiento de las sectas judías es tan importante en el entendimiento de sus conflictos con Jesús, veremos algunos elementos de unos de esos grupos.

Los fariseos

Los fariseos se conocen mayormente por su interpretación estricta de la ley y por sus adiciones a la misma. En los días del NT los fariseos formaban el grupo más numeroso de las sectas religioso-políticas. Josefo dice que en el tiempo de Herodes el Grande había 6.000 de ellos.

Generalmente se cree que el partido formal de los fariseos empezó durante el período macabeo. Sus antecedentes, sin embargo, van hasta los días de Nehemías, cuando los judíos regresaron de la cautividad. Entre los que regresaron estaba un grupo llamado el Hasidim (los “piadosos” o “leales a Jehovah”) por su devoción excepcional a la ley y tradiciones de Israel. Bajo los griegos, cuando la mayoría de los judíos acogieron las costumbres y cultura griegas, el Hasidim llegó a ser una clase distinta entre la sociedad.

El Hasidim, debido a su interés en preservar las leyes y tradiciones judías, apoyó a los Macabeos en su esfuerzo por librarse de los griegos. Pero cuando los Asmoneos unieron las funciones de gobierno civil con las del sumo sacerdote, el Hasidim se dividió en dos grupos. Uno de ellos, disgustado con la política, se separó de la vida pública para esperar la intervención escatológica de Dios. Algunos creen que este es el grupo que más tarde llegó a ser los esenios.

El otro grupo del Hasidim mantuvo su relación con los Asmoneos, aunque poco a poco ellos también fueron dejando la política. Durante el tiempo de Juan Hircano a los de este grupo se les puso el nombre de fariseos (los separados). No se sabe a ciencia cierta por qué se les llamó así. Algunos dicen que fue porque los fariseos, en su afán de ser tan estrictos en observar las leyes y ritos religiosos, iban separándose más y más de la gente común.

En lo político los fariseos eran patriotas y conservadores, pero no tan cerrados como los saduceos. En lo religioso eran fervientes y dogmáticos, como se ve en sus discusiones con Jesús. Doctrinalmente ellos creían en la divina providencia, en la vida futura, en la resurrección de los muertos y en la existencia de los ángeles. Creían que la ley se encontraba no solamente en el Pentateuco, sino también en la ley oral de los judíos. En gran manera fue su énfasis sobre estos agregados a la ley de Moisés que les causó conflictos con Jesús.

Los esenios

Los esenios formaron un grupo más pequeño y exclusivo que los fariseos. Como ya se mencionó, se cree que los esenios eran aquellos del Hasidim que se separaron de la sociedad y se fueron a formar una comunidad en el desierto cerca del mar Muerto. Se dedicaban a observar la ley y a copiar las escrituras. Se cree que los sectarios de la comunidad de Qumrán que elaboraron y escondieron los ya famosos Rollos del Mar Muerto eran esenios. Los esenios no se mencionan en el NT, y si no fuera por el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, ellos tal vez no hubieran ganado mucha importancia.

Los saduceos

Si los fariseos eran del pueblo, los saduceos venían principalmente de entre la aristocracia. Ellos eran diferentes, no solamente en clase social, sino en casi todo. Políticamente ellos eran más conservadores que los fariseos. Más que nada los saduceos querían mantener el statu quo. No deseaban hacer nada que afectara la estabilidad ni que les trajera problemas con las autoridades de Grecia o de Roma. Fue por eso que ellos podían aliarse hasta con los fariseos en contra de Jesús.

Doctrinalmente los saduceos se limitaban solamente a las doctrinas que ellos creían que se encontraban en el Pentateuco. Por eso, no aceptaban la doctrina de la resurrección de los muertos ni creían en ángeles y espíritus.

No se sabe con exactitud cuándo empezó el grupo de los saduceos. Algunos tratan de conectarlos con Zadok, el sumo sacerdote del tiempo de Salomón, pero lo cierto es que ellos se formaron como grupo formal en el período asmoneo, cuando llegaron a ser un partido opositor a los fariseos. Los saduceos nunca lograron contar con muchos miembros, pero ellos mantuvieron su poder político hasta la caída de Jerusalén en 70 d. de J.C.

Los escribas

Aunque los escribas no eran tan políticos como los fariseos y saduceos, eran los expertos de la ley mosaica y la ley oral. Se dedicaban a copiar las escrituras, a interpretar las leyes religiosas y a aplicarlas a la vida diaria. Sus comentarios proliferaban tanto que ellos terminaron haciendo comentarios sobre los comentarios, dejando casi de lado los textos sagrados.

Algunos ven a Esdras como el primer escriba (ver Neh. 12:26) y a Zadoc como el segundo (ver Neh. 13:13). En el tiempo de Jesús ya había dos escuelas de pensamiento doctrinal entre los escribas. El grupo más liberal seguía las enseñanzas del rabí Hillel (Gamaliel —ver Hech. 4:34— era de ese grupo). Los más conservadores seguían al rabí Shammai.

Los zelotes

Uno de los discípulos de Jesús pertenecía al grupo conocido como los zelotes. En Lucas 6:15 encontramos a Simón, el zelote. Tal vez de todos los grupos que hemos visto, los zelotes eran los más politizados. Ellos eran los “ultranaciona-listas” entre los judíos que odiaban a los invasores romanos. Se consideraban los herederos espirituales de los Macabeos. Deseaban la independencia política de Palestina y optaron por conseguirla por la vía violenta si ello fuera necesario. 

En un sentido ellos eran una fuerza guerrillera entre el pueblo. Fue por su fanatismo que se les llamó zelotes. Ellos lucharon contra los romanos por unos sesenta años y no fueron dominados hasta la caída de Jerusalén en 70 d. de J.C.

Los herodianos

Este grupo, mencionado en conexión con los fariseos en el NT (ver Mat. 22:16; Mar. 12:13), era más un partido político que religioso. Como los zelotes, los herodianos querían librarse del yugo romano. Deseaban restablecer la dinastía de los Herodes, y de allí viene su nombre. Los herodianos nunca tuvieron mucho poder político ni religioso.

Además de los grupos político-religiosos había entre los judíos del período intertestamentario dos instituciones que influyeron mucho en la vida del pueblo. Esas fueron: el Sanedrín y la sinagoga.

El Sanedrín

El Sanedrín era el concilio gobernante o la corte suprema de los judíos. Estaba formado por aproximadamente unos 70 hombres (algunos eruditos dicen 70, otros dicen 72). La mayoría venía de entre los fariseos y los saduceos.
No se sabe mucho de los orígenes del Sanedrín. La tradición judía dice que se originó cuando Moisés nombró a los setenta ancianos en Números 11:16–24. Muchos creen, sin embargo, que el Sanedrín se formó durante el tiempo de Esdras y Nehemías, cuando los judíos regresaron a Jerusalén. Al principio parece que el Sanedrín trataba solamente asuntos religiosos, pero bajo los griegos el Sanedrín fue conocido como el gerousía o senado, y llegó a ser tanto un cuerpo civil como religioso.

El sumo sacerdote presidía el Sanedrín. Hasta el período macabeo el fue seleccionado de entre los miembros, pero bajo Juan Hircano el puesto de sumo sacerdote fue asumido por el gobernante político o era llenado por nombramiento político. No se sabe cómo eran seleccionados los demás miembros del cuerpo.

Bajo los romanos el Sanedrín ejerció bastante poder. Podía condenar a muerte en casos de violación de leyes judías, pero no podían ejecutar la sentencia sin la aprobación del procurador romano. Aunque en el tiempo de Jesús el Sanedrín todavía tenía mucho poder en Judea, solamente tenía jurisdicción allí. Por eso no podían hacerle nada a Jesús hasta que él viniera a Jerusalén. El Sanedrín fue abolido en 70 d. de J.C., pero por más de cien años tuvo una influencia muy grande en la sociedad judía.

La sinagoga

Por muchos años la adoración de los judíos se concentró en el templo que Salomón había construido en Jerusalén, pero cuando los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia en el siglo VI a. de J.C., les era imposible ir al templo para adorar. Por eso, se cree que la sinagoga (literalmente “la congregación” o “la asamblea”) se desarrolló como una “casa de oración” durante ese tiempo. Aunque no podían hacer sacrificios en las sinagogas, por los menos los judíos exiliados podían reunirse en grupos locales para leer o discutir el Pentateuco y orar.

Las sinagogas no existían en tiempos del AT, pero en el NT ya las vemos esparcidas por todas partes del imperio romano. Es por eso que creemos que la sinagoga apareció durante el período intertestamentario. Lo cierto es que el concepto de la sinagoga se esparció rápidamente dondequiera que hubiera grupos de judíos. Se podía formar una sinagoga con un mínimo de diez hombres, facilitando la formación de millares de ellas. Algunos estiman que el imperio romano contaba con más de mil sinagogas al caer Jerusalén en 70 d. de J.C.

El centro de la comunidad judía era la sinagoga. Los judíos se juntaban allí para estudiar la ley, orar y adorar a Jehovah. La sinagoga era también centro social, y era allí que la gente iba a solucionar sus disputas civiles. Por lo general la gente iniciaba una sinagoga en una casa particular hasta que podía construir un edificio propio para la sinagoga.

Cada sinagoga tenía su jefe o director, que era responsable del uso del equipo y del programa. Los cultos de la sinagoga se hacían los sábados. Siempre empezaban con la repetición congregacional del Shema (Deut. 6:4, 5). Después se leían y explicaban unas selecciones de la Ley y los Profetas, y luego se invitaba a alguno de los hombres presentes a que hiciera una exposición sobre uno o más de los pasajes.

A veces se dice que “la sinagoga fue la madre de la iglesia cristiana”. Viendo los paralelos entre las dos instituciones, es fácil entender que pudiera decirse eso. El culto cristiano sigue más la forma de la sinagoga que del templo.

CONCLUSION

Ya hemos visto que el período intertestamentario, aunque no consignado en el relato bíblico, fue un tiempo de mucha actividad importante. En ese tiempo el Señor preparó la plataforma de lanzamiento para que el mensaje del evangelio llegara hasta lo último de la tierra.

El ambiente del AT es geográfica e ideológicamente reducido. El NT presenta ya un ambiente cosmopolita y una visión amplia del mundo. La diferencia está en los hechos ocurridos entre los dos testamentos. Dios estaba encaminando al mundo a un encuentro con el Redentor Jesús. Sin saberlo, los conquistadores, los gobernantes, los amantes de la cultura universal, los que tenían sueños de un mundo mejor y luchaban por ello, todos participaron en el plan de Dios para que el tiempo llegara a su plenitud. El período intertestamentario nos prueba que nuestro Dios, Jehovah, tiene el mundo en sus manos y lo está llevando a un desenlace glorioso.

  • período neotestamentario

EL PERIODO INTERTESTAMENTARIO

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