EL FIN DE LA LEY MOSAICA [ 2 Cor 3:7–11]

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EL FIN DE LA LEY MOSAICA

Este término, Ley Mosaica, se refiere a la revelación que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí.

La ley mosaica en el AT consistía en los Diez Mandamientos y otros estatutos para la vida de Israel, la comunidad del pacto. El AT señala claramente que la ley era revelación de Dios y que era normativa para Israel. 

La desobediencia a la ley fue el principal factor del fracaso espiritual de Israel. A partir del tiempo de Moisés, a través de los siglos, han habido diferentes evaluaciones de la ley mosaica, incluyendo pronunciamientos y evaluaciones en el NT.

El propósito original de la ley mosaica puede comprenderse al examinar la palabra hebrea para “ley”, torá.

Esta tiene un significado más amplio y personal que en castellano. Proviene de una raíz que significa “enseñanza, guía o instrucción”. Por lo tanto, la ley fue básicamente revelación de Dios y constituyó la directriz divina para Israel.

La forma de los Diez Mandamientos, el corazón de la ley mosaica, es mayormente la de una ley apodíctica, declaraciones negativas firmes que no admiten limitación ni excepción. 

Estos mandamientos comienzan con la negación en hebreo que significa “nunca”. (En el idioma hebreo hay una partícula negativa diferente para prohibiciones temporales.) Muchas otras leyes del AT (p.e., el “libro del pacto”, Éx. 20:22–23:33) y códigos legales del antiguo Cercano Oriente, aparte de Israel, presentan la forma de leyes casuísticas. Estas tratan casos específicos usando la fórmula: “Si …, entonces …”

Moisés fue el mediador de la ley

Moisés fue el mediador de la ley y tradicionalmente se le atribuye el Pentateuco, los cinco libros de la ley en el AT. La era de Moisés tiene importancia teológica perdurable para Israel. 

La revelación de la ley debe verse en conexión con el éxodo de Egipto, liberación que proveyó un escenario de misericordia y gracia para la ley, y con la respuesta de Israel al aceptar la ley. Dios había liberado a Israel de esa esclavitud; Israel era el pueblo de Dios, sujeto a él por medio de la ley del pacto.

La importancia y significado teológicos de la ley de Moisés sufrieron un cambio en la historia subsecuente de Israel, especialmente durante el exilio en Babilonia y después de él. 

El desarrollo del judaísmo comenzó a girar en torno a sí mismo y se convirtió en una religión legalista. La obediencia literal de la ley llegó a ser prioridad suprema. La motivación para esa obediencia residía en que era el medio para merecer la justificación, y no en la gratitud por la redención misericordiosa. El Señor Jesús y el apóstol Pablo condenaron con severidad esa comprensión legalista de la ley.

Jesús resumió el significado de la ley

Jesús resumió el significado de la ley y de los profetas al llamar la atención hacia dos aspectos: (1) El Shema de Israel (Dt. 6:4–5), que pide amar a Dios con todo nuestro ser; y (2) el mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos (Lv. 19:18). 

Este énfasis en la esencia moral de la ley mosaica está en claro contraste con el legalismo literal del judaísmo. En Gálatas 2:15–16, Pablo respondió a quienes insistían en que los convertidos gentiles debían cumplir la ley para ser justificados: “Por las obras de la ley nadie será justificado”. 

De acuerdo a Pablo, el propósito de la ley mosaica es doble: (1) revelar la naturaleza del pecado (Ro. 3:20); y (2) debido a la incapacidad del hombre para cumplir la ley, guiarlo a reconocer la gracia concedida por medio de Cristo (la idea del “ayo” en Gá. 3:24).

“Libertad de la ley” no quiere decir licencia para violar la ley moral básica, que es firmemente reafirmada en el NT; significa, más bien, la anulación del sistema de la ley mosaica como medio para (1) reconciliarse con Dios, o (2) llegar a ser santos.

Un beneficio importante de la muerte de Cristo

fue la inauguración del principio de la fe-justicia para reemplazar el principio de la ley-obras. Sin embargo, la declaración de Pablo en Romanos 10:4 de que Cristo es el fin de la ley pudiera entenderse con el significado o bien de terminación, o bien de propósito.

 En otras palabras, o Cristo puso fin a la ley, o el propósito de la venida de Cristo fue el cumplir la ley (Mateo 5:17). Sin embargo, la terminación parece ser claramente el significado en este contexto, debido al contraste (comenzando en Romanos 9:30) entre la ley y la justicia de Dios. 

El argumento de Pablo que sigue no es que el judío estaba incompleto y necesitaba la venida de Cristo para perfeccionar su posición ante Dios, sino que su posición bajo el principio de ley-obras estaba absolutamente incorrecto porque buscaba establecer la justicia por el principio de ley-obras en vez de por aceptar el don de ]a justicia de Dios. Aunque es cierto que nuestro Señor cumplió la ley, este pasaje no está enseñando eso, sino más bien, que El puso fin a la ley y proveyó un camino nuevo y vivo hacia Dios.

La naturaleza de la ley

La ley a la que nuestro Señor puso fin fue, por supuesto, la ley mosaica, de acuerdo al contraste que se halla en el pasaje mismo. Para explicar la importancia de este beneficio de la obra de Cristo, primero es necesario observar algunos de los detalles de la ley mosaica.

La ley mosaica era una unidad.

Generalmente la ley se divide en tres partes: la moral, la ceremonial, y la judicial. Los Diez Mandamientos componen la parte moral (Exodo 34:28). Los juicios comienzan en el 21:2 e incluyen una lista de los derechos entre los hombres con los correspondientes juicios para los ofensores. La parte ceremonial comienza en el 25:1 y regulaba la vida de adoración de Israel. 

Aunque esta división tripartita es casi universalmente aceptada en la teología cristiana, el pueblo judío o no la reconocía o a lo menos no insistía en ella. Más bien ellos dividían los 613 mandamientos de la ley en doce familias de mandamientos, los cuales entonces eran subdivididos en doce familias adicionales de mandamientos positivos y doce familias adicionales de negativos. Mandamientos específicos que se clasificaban en estas varias categorías se tomaban de muchos lugares dentro de la ley, simplemente, porque la ley se veía como una unidad.

Cuando se toman en cuenta las penalidades conectadas a ciertos mandamientos, se percibe aun más el carácter unido de la ley. Cuando se violó el mandamiento de guardar el sábado (uno de los “mandamientos”) por un hombre que recogía leña en ese día, la penalidad fue la muerte a pedradas (Números 15:32–36).

Cuando el pueblo de Israel violó el mandamiento concerniente al año sabático para la tierra (uno de los “juicios”), Dios los mandó al cautiverio donde muchos murieron (Jeremías 25:11). Cuando Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño delante de Dios (una de las “ordenanzas”), ellos murieron inmediatamente (Levítico 10:1–7). Claramente, estos mandamientos de varias partes de la ley eran de igual obligatoriedad y el castigo igualmente severo. La ley era una unidad.

Santiago consideró a la ley como una unidad. El censuró la parcialidad porque violaba la ley de amar el prójimo como a sí mismo, y esta sola violación, dijo él, hizo al pueblo culpable de quebrantar toda la ley (Santiago 2:8). El difícilmente hubiera podido llegar a semejante conclusión si la ley no fuera una unidad.

La ley fue dada a Israel.

El Antiguo Testamento y el Nuevo son unánimes en esto (Levítico 26:46; Romanos 9:4). Además, Pablo estableció un contraste entre los judíos, quienes recibieron la ley, y los gentiles, que no la recibieron (2:14).

El fin de la ley

El Concilio de Jerusalén arregló este asunto temprana y claramente (Hechos 15). Debatiendo la pregunta de que si la circuncisión era necesaria para la salvación o no, el concilio pronunció un no enfático. Pedro describió la ley como un yugo imposible de llevar. Cuando los líderes les escribieron a los creyentes gentiles para limitar su libertad en asuntos que eran ofensivos a los creyentes judíos, no trataron de colocar a los creyentes bajo la ley (lo cual hubiera arreglado el problema rápidamente), porque ellos entendieron que la ley había llegado a su fin.

En 2 Corintios 3:7–11 Pablo aun especifica que la parte de la ley que fue escrita en tablas de piedra (los Diez Mandamientos) había sido abrogada. El se atreve a calificar la parte moral de la ley como un ministerio de muerte y condenación, pero, gracias a Dios, esto ha sido reemplazado por el nuevo pacto, que trae vida y justificación.
En Hebreos 7:11–12 el escritor demuestra la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Aarón. El concluye que si el sacerdocio aarónico o levítico hubiera podido traer la perfección al pueblo, no habría sido necesario otro sacerdocio basado en Melquisedec. Y ese cambio de sacerdocio hizo necesario un cambio en la ley. En otras palabras, si la ley no se hubiera abrogado, entonces tampoco lo habría sido el sacerdocio levítico, y Cristo no fuera nuestro Sumo Sacerdote hoy en día. Pero si Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, entonces la ley ya no puede estar vigente ni ser obligatoria para nosotros.

El problema que se levanta

Si Cristo puso fin a la ley, entonces, ¿por qué incluye el Nuevo Testamento algunas partes de la ley mosaica en su ética? ¿Cómo podía terminar la unidad y aun así contener aspectos específicos que todavía obligan al cristiano? Si el Nuevo Testamento incluyera la totalidad de los Diez Mandamientos, la respuesta sería simple: La ley moral continúa, mientras que el resto ha caducado. Pero el Nuevo Testamento solamente incluye nueve de los diez, y complica más cualquier solución simple, por incluir algunas leyes de otras partes que no son la sección moral de la ley (Romanos 13:9; Santiago 2:8).

Soluciones al problema que se sugieren

La de Calvino.

Calvino enseñó que la abrogación de la ley se refería a la liberación de la conciencia del temor y a la cesación de las ceremonias judías antiguas. El hizo distinción entre la ley moral, de la cual dijo que solamente fue abrogada en cuanto a su efecto de condenar a las personas, y la ley ceremonial, la cual, dijo él, fue abrogada tanto en sus efectos como en su uso. Al tratar con 2 Corintios 3, solamente señaló de manera general la diferencia entre la muerte y la vida en los pactos antiguo y nuevo. El presentó una exposición muy buena de los Diez Mandamientos, pero no consideró que el domingo fuese una continuación del sábado (como lo hizo la Confesión de Westminster). En otras palabras, Calvino, como muchos que lo han seguido, consideraba que parte pero no toda la ley, ha cesado, y que los Diez Mandamientos con la excepción del sábado, el cual él tomó en una forma no literal, son obligatorios para los creyentes hoy en día. (Institución, II, XI, 4 y II, VIII, 33). Obviamente, esto resuelve verdaderamente el problema.

La de Murray.

John Murray afirma claramente que los Diez Mandamientos fueron abolidos, pero los ve como aplicables en un sentido más profundo, cualquiera que sea su significado. El escribió: “Por lo tanto, la abolición de estas regulaciones coincide con una comprensión más profunda de la santidad de los Diez Mandamientos. Es esta misma línea de pensamiento que se ha de aplicar también al cuarto mandamiento. ¿Abolición de algunas de las regulaciones mosaicas? ¡Sí! Pero esto no afecta en ninguna manera a la santidad del mandamiento ni a la obligatoriedad de la observancia que es el complemento de esa santidad”

La mía.

La única solución (la cual yo nunca he visto propuesta por ningún otro) que parece hacerle completa justicia al sentido pleno de los varios pasajes de las Escrituras, hace distinción entre un código y los mandamientos contenidos dentro del mismo. La ley mosaica fue uno de varios códigos de conducta ética que Dios ha dado a través de la historia humana. Ese código particular contenía 613 mandamientos. También han existido otros códigos. Adán vivió bajo leyes, que en su totalidad se pudieran llamar el código de Adán o el código de Edén. Se esperaba que Noé obedeciera las leyes de Dios, así que había un código noético. Sabemos que Dios le reveló a Abraham muchos mandamientos y leyes (Génesis 26:5). Estos se pudieran llamar el código abrahámico. El código mosaico contenía todas las leyes de la ley. Y hoy en día vivimos bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2), o la ley del Espíritu de vida en Cristo (Romanos 8:2). Este código contiene cientos de mandamientos específicos registrados en el Nuevo Testamento.

Ahora la ley mosaica fue descartada en su totalidad como código.

Ha sido reemplazada por la ley de Cristo. La ley de Cristo contiene algunos mandamientos nuevos (1 Timoteo 4:4), algunos antiguos (Romanos 13:9), y algunos revisados (Romanos 13:4, relativo a la pena de muerte). Todas las leyes del código mosaico han sido abolidas, porque el código lo ha sido. Los mandamientos mosaicos específicos que son parte del código cristiano aparecen allí no como una continuación de la ley mosaica, o para que se observen en un sentido más profundo, sino como específicamente incorporados en ese código, y como tales son obligatorios para los creyentes hoy en día. Una ley particular que fue parte del código mosaico se ha abolido; esa misma ley, si es parte de la ley de Cristo, está vigente. Es necesario establecer ambas verdades para no tener que recurrir a una interpretación no literal de 2 Corintios 3 ó de Hebreos 7, y para no tener que llegar a alguna clase de contorsión teológica a fin de retener parte de la ley mosaica.

Una ilustración de esta idea: A medida que los niños van madurando, los padres instituyen códigos diferentes. Algunos de los mismos mandamientos puede que aparezcan en esos distintos códigos. Pero cuando el nuevo código entra en vigencia, el antiguo se abroga. Así ocurrió con la ley mosaica cuando nuestro Señor llegó a ser el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree.

EL FIN DE LA LEY MOSAICA

¿Estás Dormido?

Yo sé, por triste experiencia, lo que es estar apaciblemente dormido con una paz falsa; por mucho tiempo yo estuve apaciblemente dormido y por mucho tiempo pensé que era cristiano; sin embargo, no sabía nada del Señor Jesucristo.

George Whitefield

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