EL DON DE LENGUAS [Rv60]

LENGUAS, BAUTISMO, DON
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Explorando la autenticidad del don de lenguas en la actualidad

El movimiento pentecostal es un «movimiento cristiano» que se originó a principios del siglo XX y se caracteriza por una fuerte experiencia espiritual, en particular la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo y el uso del don de lenguas.

El don de lenguas en el contexto pentecostal se refiere a la capacidad de hablar en un idioma desconocido y, a menudo, se considera como evidencia de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo. Esta práctica se basa en el relato bíblico de los discípulos de Jesús hablando en lenguas en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-13).

El movimiento pentecostal ha tenido una gran influencia en la difusión del don de lenguas en la actualidad, y muchas iglesias pentecostales creen que el don de lenguas sigue siendo una realidad hoy en día. Sin embargo, no todas las iglesias cristianas aceptan la validez de esta práctica y algunos lo consideran un fenómeno psicológico o emocional en lugar de una experiencia espiritual auténtica.

Este movimiento, el pentecostal,  ha desempeñado un papel importante en la promoción del don de lenguas en la actualidad, pero sigue siendo un tema controvertido entre los cristianos y ha sido objeto de debate y discusión durante décadas.

  • ¿Qué es el don de lenguas y como se manifiesta?
  • ¿Cómo saber si tengo el don de lenguas?
  • ¿Diferencia entre el don de lenguas y hablar en lenguas?
  • ¿Es el don de lenguas falso?
  • ¿Se puede hablar en lenguas angelicales?

Lo que marcó el inicio del Movimiento Pentecostal, fue la experiencia de hablar en lenguas mientras estaban buscando el bautismo del Espíritu, alrededor del 1900. Para los carismáticos, el don de lenguas es dado como evidencia de la recepción del bautismo del Espíritu. 

Conforme a esta enseñanza, únicamente los que hablan en lenguas han sido bautizados por el Espíritu, o por lo menos, la única manera de saber si se ha recibido el bautismo o no, es hablar en lenguas. Los que defienden la experiencia buscan apoyo principalmente en el libro de Hechos. 

Hoy, muchos grupos practican lo que ellos denominan el hablar en lenguas, pero no existe acuerdo alguno entre ellos en cuanto a la naturaleza y práctica de las lenguas que ellos hablan.

Hay muchos creyentes que no están de acuerdo con la enseñanza de las lenguas, diciendo que este don no ha estado presente desde la época de los apóstoles. La opinión de cristianos ortodoxos por 1800 años ha sido que las lenguas cesaron en el primer siglo. 

Con tanto desacuerdo, muchos evangélicos han tratado de ignorar la existencia del tema o han dejado que los que quieren lenguas las usen, pero sin oponerse ni apoyarlos. La opinión “nueva” de los carismáticos debe ser verificada bíblicamente. Con tanta variedad de opiniones, una investigación de todos los textos tiene mérito.

La mayoría cree que el don de lenguas es un “idioma de oración privado,” un balbuceo extático en un idioma conocido y entendido sólo por Dios. Si así fuera, debería haber evidencias de tal lengua en la Biblia. ¿Cuál es la naturaleza del don de lenguas? ¿Son las lenguas en la Biblia idiomas humanos?

El Estudio de las palabras que se traducen “lenguas”

Los términos griegos usados en el Nuevo Testamento para traducir “lengua” son glossa y dialektos. La manera de estudiar una palabra es ver su uso en (1) el griego clásico (800–500 A.C.), (2) el judaísmo pre-cristiano (400–0 A.C.) y (3) el uso secular en el tiempo del N.T. (0–100 D.C.).

En el griego clásico, la palabra glossa que se traduce “lengua” significa el órgano del habla o un lenguaje, que incluye palabras extrañas que necesitan ser explicadas. Estas palabras extrañas son parte de un lenguaje humano que es inteligible. 

No existe evidencia de que glossa signifique un hablar extático o ininteligible. Behm, en su artículo sobre glossa en el Theological Dictionary of the New Testament [El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento] , se refiere a ciertos pasajes del griego clásico donde glossa es usada para el hablar difícil u oscuro. 

Behm cita a Aristóteles para decir: “cada sustantivo es ‘ordinario’ o ‘raro’ o ‘metafórico’ u ‘ornamental’ o ‘inventado’ o ‘alargado’ o ‘acortado’ o ‘alterado’. Una palabra ‘ordinaria’ es una palabra usada por todo el mundo, una palabra ‘rara’ es una usada por algunos”. En el texto de Aristóteles, la palabra usada para “raro” es glotta, palabra del dialecto Atico para glossa. Se refiere a una palabra de un lenguaje normal, que es extraña porque es oscura o no usada por todo el mundo. 

Ambas palabras glossa y glotta se refieren a palabras normales del griego, pero que pueden ser oscuras. La palabra glottai (plural) es traducida “palabras extrañas”. Siempre la idea es “rara” u “obsoleta,” o en ciertos contextos se refiere a palabras de otro dialecto. Los poetas usaron palabras raras para cumplir el ritmo de su poesía o ampliar el misterio de sus escritos.

Esto no es para decir que no existía en el griego el concepto del hablar extático o ininteligible, pero las palabras glossa o glottes no fueron usadas para denominar tal concepto. Siempre comunicaron la idea de palabras pertenecientes a un dialecto humano conocidas por alguien. Otra palabra, phtheggomai (articular, pronunciar), fue usada para referirse a “lenguas de ángeles”.

En el judaísmo pre-cristiano, algunos tratan de probar que glossa es usada para referirse al hablar extático en las sectas de los judíos antes de Cristo. Ciertos autores citan el Testamento de Job 48:2–3a; 49:2; 50:1a-2; 51:4; y 52:7 como evidencia del “uso poético” de glossa; ¡pero en ninguna de las referencias aparece la palabra glossa! La palabra que encontramos en estas citas es el verbo apophtheggomai usado en las religiones paganas para referirse al articular extático. 

Así que, en el tiempo antes de Cristo no encontramos uso alguno de la palabra glossa que no signifique una lengua humana actual. Sin embargo, había términos para referirse a lenguajes místicos, pero tales palabras nunca fueron usadas en el texto del N.T. 

Algunos autores citan referencias de Filo, donde parece que usó glossa para el hablar extático, pero Thomas Edgar en su libro Miraculous Gifts [Dones Milagrosos] investigó cada cita y llegó a la conclusión de que ninguna de ellas hace referencia a un hablar incomprensible o extático. Son todos esfuerzos vanos con el propósito de compartir el uso de la palabra glossa para designar el hablar extático y entender 1 Corintios 14 a su manera.

El uso secular durante el tiempo del Nuevo Testamento se encuentra en el libro Vocabulary of the Greek Testament [el Vocabulario del Testamento Griego] por Moulton y Milligan. El uso de glossa en aquel entonces siempre hizo referencia a un idioma humano, a un dialecto o al órgano del habla. Así, en toda la evidencia griega secular no existe un uso de glossa en el sentido de una lengua extática o ininteligible.

En la Septuaginta, la traducción del Antiguo Testamento al griego, se revela cómo los judíos usaron el griego para referirse a tópicos religiosos. La palabra glossa ocurre 114 veces en los libros bíblicos (el canon) y 41 veces en los libros apócrifos y nunca se refiere a una lengua no inteligible. 

Siempre hace referencia al órgano del habla o a un idioma humano. Algunos citan Isaías 29:24 y 32:4 para demostrar evidencias de un lenguaje ininteligible. Sin embargo, en la traducción al castellano tal “evidencia” desaparece. En 29:24, la palabra “murmuradores” es la correcta traducción para designar a los que hablan mal por falta de entendimiento; y en 32:4 lo correcto es, la “lengua de tartamudos hablará rápida y claramente”.

En la última referencia, “lengua,” o glossa, es el órgano, no una lengua ininteligible y el nuevo hablar de esta “lengua de tartamudos” tampoco en un lenguaje ininteligible, sino un lenguaje normal hablado correctamente, sin problemas de articulación. Por lo tanto, no existe evidencia alguna de que glossa haya sido usada para hablar de un lenguaje extático o ininteligible.

En el Nuevo Testamento, la palabra glossa fue usada en la manera aceptada como una lengua física o un idioma humano. El único pasaje en disputa sería 1 Corintios 14. Sin embargo, sería completamente contrario a todas las reglas de lingüística y hermenéutica si, de repente, una palabra tomara una nueva definición totalmente fuera de su contexto y uso histórico. 

Para cambiar el sentido normalmente aceptado, habría que probar que el contexto demanda algo diferente o que el uso normal es imposible. Los pasajes en disputa son Marcos 16:17; Hechos 2; 10:46; 19:6; y 1 Corintios 12–14.

Las Lenguas en Hechos 2 y 8

Un argumento que los carismáticos usan para defender su doctrina acerca de una segunda obra de gracia en el creyente, se encuentra en Hechos 2 y 8. Afirman en forma acertada que los discípulos eran creyentes (salvos en el sentido neotestamentario) antes de Pentecostés, pero que no habían recibido el Espíritu hasta aquel día. Sin embargo, insisten equivocadamente en que los creyentes de hoy, de la misma manera, tienen que recibir el Espíritu después de creer en Cristo.

En Juan 14:17, Jesús dijo a los discípulos acerca del Espíritu: “mora con vosotros y estará en vosotros”. Jesús estaba anticipando el día de Pentecostés cuando la relación con el Espíritu iba a cambiar para siempre. 

No es que Pentecostés iba a ser una segunda bendición en sus vidas, sino completamente una nueva relación. Los creyentes después de Pentecostés jamás tendrían el Espíritu solamente “con” ellos, sino desde el comienzo de su relación estaría permanentemente “en” ellos. 

¿Cómo se puede saber si los 3.000 recibieron el Espíritu en el día de Pentecostés ya que ninguno habló en lenguas? Pedro les prometió que si se arrepentían, recibirían el Espíritu Santo (Hechos 2:38).

La única manera de saberlo es que la Biblia lo prometió. Al final de su mensaje, Pedro insinuó que la “promesa” (la salvación y el Espíritu) sería para “todos los que están lejos” (2:39). En aquel entonces, Pedro y probablemente la mayoría de los judíos, pensaban en la expansión del evangelio principalmente dentro de los judíos; y aun hasta Hechos 11:19, los discípulos fueron predicando el evangelio, “no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos”. No iba a ser fácil cumplir el propósito de Jesús en Su Gran Comisión.

En el pasaje de Hechos 2:6, 8–11, el hablar es descrito con dos palabras: glossa (dos veces) y dialektos (dos veces). Los dos términos son usados para referirse a la misma cosa, el hablar milagrosamente en una lengua humana. El uso de dialektos en las frases “su propia lengua” y “nuestra lengua en la que hemos nacido”, niega la posibilidad de que sea un lenguaje extático. 

Lucas y los peregrinos declararon que las lenguas eran lenguas contemporáneas, idiomas conocidos en aquel entonces. Quince países y zonas diferentes con distintas lenguas son identificados con el dialecto que hablaron. ¿Por qué el énfasis en tantas zonas geográficas? Es porque las lenguas eran idiomas vigentes y la pronunciación estaba en la fonética de aquella región. Nadie había quedado impresionado si hubieran escuchado un lenguaje extático, que era común en el paganismo de aquellos días.

Algunos quieren torcer el texto, para decir que el milagro fue el oír en su propia lengua. Esto es una negación de una declaración clara en el texto: “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hc. 2:4). 

Nadie consideraba Hechos 2 un milagro de oír hasta que algunos comenzaron a considerar el hablar extáticamente como si fuera el don genuino. Además, esta interpretación requeriría un milagro diferente, que el don de interpretación hubiera sido dado a los judíos incrédulos en general.

El pasaje de Hechos 2:4–11 es el único texto en la Biblia que describe la naturaleza del don de lenguas dado por el Espíritu. Así que Hechos 2 es esencial y la base para cualquier descripción del don de lenguas bíblico. Tendría que existir mucha evidencia en contra para decir que el don de lenguas es algo diferente a lo expuesto anteriormente; es decir, para afirmar que es una lengua extática, que no tiene estructura ni gramática y que solamente Dios puede entender.

El argumento usado a favor de la consideración del don de lenguas como un lenguaje extático se deriva de la acusación de estar ebrios, hecha por la multitud a los discípulos. La acusación se basaba en que para algunos de los presentes los discípulos estaban como borrachos fuera de sí. 

Pero debemos recordar que había judíos de diversas nacionalidades reunidos en Jerusalén oyendo a los discípulos hablar en diferentes idiomas y hasta el momento en que escucharon su propia lengua, les pareció como si hubieran estado hablando cualquier cosa. Hay más sentido en considerar la acusación como proveniente de personas que no escucharon la lengua de su patria.

Una palabra en versículo 13, indica que había dos grupos. En la frase “Mas otros,” referente a los que no escucharon su propia lengua hablada, encontramos la palabra griega “heteroi”. En griego existen dos palabras para “otros”: allos, “otros” de la misma clase o tipo; y heteros, “otro” de una clase completamente diferente. 

El texto marca dos grupos presentes: los que escucharon la lengua de su tierra natal y los que no entendían nada y acusaban a los discípulos de estar ebrios. Los “heteroi” probablemente eran los judíos de Palestina, porque los demás oían la Palabra en su propia lengua, indicando que eran peregrinos en Jerusalén.

Lucas, bajo la inspiración de Dios, declaró que los oradores hablaron dialektos (v. 6). Esta no es la opinión de los oidores, sino la declaración de un hombre inspirado por Dios para escribir tal declaración.

Otro argumento surge del uso del verbo laleo, “articular,” en vez del verbo lego, “decir,” en el contexto de lenguas. La suposición es que Pablo usó laleo para referirse a “articular extáticamente” y sirve como base para decir que las “lenguas” en 1 Corintios 14 son extáticas. 

Tal argumento falta a la verdad. Si tomamos una Concordancia Greco-Española del Nuevo Testamento y buscamos las referencia de laleo, llegamos a la siguiente conclusión: que laleo es usado 295 veces en el Nuevo Testamento, de las cuales 60 veces ocurre en Hechos; y de este total, tan sólo 30 veces con referencia al don de hablar en lenguas, así que las 265 veces restantes laleo es usado para referirse al hablar en una lengua inteligible y contemporánea.

En Hechos 2:6, laleo es usado 5 veces para referirse al hablar en un dialektos (lengua actual). En el capítulo 14 de 1 Corintios, laleo es usado 5 veces para referirse al lenguaje entendible en contraste con las lenguas que el oyente no entendía. En 14:16 es muy claro: “¿Cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho”; ¡y El verbo allí es lego! Así que los dos verbos pueden referirse a hablar en una lengua extática o una lengua vigente. Laleo, pues, no implica necesariamente articular extáticamente, sino que el contexto determina su sentido.

Gundry concluye que el uso frecuente de laleo en 1 Corintios 14 viene de su uso en Isaías 28:11 en la LXX, que es la base nuevotestamentaria de Pablo para el uso de las lenguas como una señal.14 Puesto que es el argumento dominante en el pasaje del Antiguo Testamento, Pablo tendió a usar el verbo frecuentemente, sin ningún sentido especial.

Algunos quieren enfatizar el uso del verbo apophtheggomai en Hechos 2:4, para probar que hablaron en lenguas extáticas. El verbo ha sido usado con el hablar ininteligible o extático en el contexto pagano, pero en el Nuevo Testamento es usado tres veces sin insinuación alguna al lenguaje extático. Solamente porque es usado en contextos paganos con referencia al hablar extáticamente, no implica que siempre fue así, ni que siempre es así en el texto del N.T.

 En Hechos 2:4 se habla una lengua entendible. En Hechos 4:18, los discípulos son ordenados a no hablar (phtheggomai) en el nombre de Jesús; en 26:25 Pablo dijo: “hablo palabras de verdad y de cordura”. En ningún caso implica algo extático, sino claro e inteligible. En 2 Pedro 2:16 es usado para el buey de Balaam que habló en una forma inteligible. Toda la evidencia es contra el uso o existencia de una lengua extática en el Nuevo Testamento.

Dos razones para la presencia de Apóstoles en las tres situaciones donde se manifestaron lenguas

En primer lugar, fue a Pedro (Mt. 16:19) y luego a los demás apóstoles (18:18) que Jesús dio las “llaves del reino de los cielos”. No fue, pues, una coincidencia que Pedro estuviera presente como el responsable del evangelismo de los Judíos (Hechos 2) y de los samaritanos (Hc. 8) y luego de los gentiles (Hc. 10). Era imprescindible que un apóstol estuviera presente en cada nueva etapa del avance del evangelio.

En segundo lugar, en Hebreos 2:3–4, el grupo de hombres que oyó el evangelio de los labios de Jesús tuvo el ministerio especial de “confirmar” Su mensaje. Parte de este ministerio especial fue el “repartimiento del Espíritu Santo” (v. 4). Es decir, que los apóstoles fueron responsables del avance del evangelio y así, del repartimiento de la promesa del Espíritu en cada etapa de la Gran Comisión (Hc. 1:8).

Si los apóstoles no hubieran ido a Samaria, es dudoso que los creyentes judíos en Jerusalén hubieran aceptado a los samaritanos como hermanos en la misma iglesia y fe. Por medio de la presencia de un apóstol, especialmente el mismo apóstol, no quedó duda que habían abrazado la misma fe.

Por estas dos razones, el Espíritu tardó en ser derramado en las vidas de los samaritanos. Después de Hechos 8, jamás hubo una repetición de esta situación, en el que un creyente no recibía el Espíritu al creer en Cristo. Una vez que la puerta de la salvación se abrió para los samaritanos, permaneció abierta para siempre. 

Por lo tanto, jamás iba a ser necesario que un apóstol o cualquier otro impusiera las manos sobre otros samaritanos para que recibiesen el Espíritu. Jamás tardó el Espíritu en entrar en las vidas de nuevos creyentes en todo el Nuevo Testamento. Deducir de este evento aislado en Hechos 8 que el bautismo debe ocurrir después de la salvación es una falsa conclusión como consecuencia de una hermenéutica pobre y equivocada.

Fue interesante que Felipe, lleno del Espíritu y con los dones de milagros y sanidades (Hc. 8:6–7; 6:3–5), no tenía el poder o autoridad para impartir el Espíritu por la imposición de manos. Y es que lo único que le faltó a Felipe, fue ser apóstol.

Hubo otro evento en Hechos 8 que nos advierte del error de pensar que el Espíritu puede ser obtenido por pagar un precio de dinero, o sacrificio, o lo que sea, en vez de aceptarlo por fe. Simón el mago pensaba que podía dar algo a Dios para adquirir el don del Espíritu (Hc. 8:18–20). Su experiencia en ocultismo y brujería (Hc. 8:9) le engañó al pensar que algo más que la fe era necesario para obtener los poderes sobrenaturales.

Desafortunadamente muchos carismáticos también piensan que el Espíritu se obtiene por pagar un precio, o sacrificio o penitencia, etc., en vez de una fe simple en el momento de la salvación. No existe un precio especial que se nos obligue a pagar con sacrificios o devoción especial, para ganar el Espíritu. Es un don dado gratuitamente en el momento de depositar la fe en la persona de Jesucristo para salvación.

Las tres áreas de responsabilidad en la Gran Comisión

El evangelio no era solamente para Jerusalén, sino Judea, Samaria y “hasta lo último de la tierra” (Hc. 1:8). Pero en el libro de Hechos, los primeros siete capítulos están dedicados a narrar la obra de evangelismo en Jerusalén y Judea; lo que nos hace pensar que aparentemente no hubo mucho interés en extender el evangelio más allá.

Cuando la persecución comenzó en Hechos 8, un líder de la iglesia en Jerusalén, Felipe, fue a Samaria. Al lugar donde huyeron, los discípulos llevaron el evangelio y pronto llegó a todas partes. 

El segundo paso de la Gran Comisión fue llevar el evangelio a los samaritanos. En el Antiguo Testamento Samaria era la capital de la nación de Israel durante su apostasía. Pero después de ser destruida por Asiria en 722 A.C., casi toda la nación fue llevada en cautiverio a Asiria, mientras que trajeron gente de otras naciones conquistadas para mantener la población. 

Esto trajo como resultado una mezcla de razas y religiones. Por esta razón los judíos de Jerusalén odiaban a los de Samaria y cuando Jesús quería pasar por allí, sus discípulos se resistían. Para que los samaritanos llegaran a ser aceptados entre los creyentes primitivos, se requería de una manifestación divina.

En cada uno de los grupos de las tres escalas de la Gran Comisión, señales especiales fueron necesarias para convencer a los judíos a aceptarles como creyentes genuinos e iguales. Normalmente fue la señal de las lenguas. Y aunque en Hechos 8 no es mencionada cuál señal Dios utilizó, se puede considerar que hayan sido las lenguas también.

En la narración de Hechos 8, Felipe predicó el evangelio y muchos creyeron y fueron bautizados en agua (Hc. 8:6–12). El problema era que, aparentemente, no habían recibido el Espíritu. ¿Por qué, entonces, les bautizó Felipe? Pues, por varios años, Felipe había sido un líder de la iglesia en Jerusalén (Hc. 6). 

Todos los que creían en Cristo allí, eran bautizados en agua para marcar su nueva fe en Jesús, al parecer sin ninguna señal que indicara si habían recibido el Espíritu o no.

 Ninguno de los 3.000 en el día de Pentecostés manifestó una señal especial, pero fueron bautizados. Si declaraban su fe, eran bautizados. Esto nos da a entender que los eventos de Pentecostés no se repitieron en la iglesia. Cuando Felipe predicó en Samaria, bautizó a los que se convirtieron como lo había estado haciendo en Jerusalén. 

No manifestaron ninguna señal especial que indicara que habían recibido el Espíritu y Felipe tampoco la esperaba, así que por esto les bautizó.

Así que la iglesia en Jerusalén envió dos apóstoles, Pedro y Juan. Sin embargo, los apóstoles sabían que no habían recibido el Espíritu, quizá por alguna revelación. La presencia de los apóstoles aseguró la aceptación de los samaritanos en la Iglesia primitiva.

Las Lenguas en Hechos 10

En Hechos 10 se encuentra la primera conversión de un gentil. Esto no parece tan extraño hoy, pero en aquel entonces los únicos creyentes eran judíos, prosélitos y samaritanos (Hc. 11:19). Que los judíos cristianos aceptaran a los gentiles requeriría un milagro tan espectacular como el del día de Pentecostés. 

De esta manera, no habría duda alguna que Dios quería que los gentiles también fueran parte de la Iglesia. Este milagro, o señal, que Dios utilizó, nuevamente fue la manifestación de las lenguas. ¿Qué tipo de lenguas eran? ¿Idiomas actuales? ¿Un lenguaje extático?

Algunos quieren probar que las lenguas de Hechos 10 son ininteligibles, pero el texto implica lo contrario. Aquí las lenguas no están descritas, así que el autor, Lucas, presumió que el lector entendería a qué tipo de lengua se refería. Así que tiene que ser el hablar en lenguas mencionado previamente en Hechos 2. 

En el contexto, esta conclusión es confirmada: el pasaje de Hechos 11:15–17, que describe los eventos de 10:46 dice que “cayó el Espíritu Santo sobre ellos también como sobre nosotros al principio”.

Hubo un solo “principio” similar a este evento cuando el hablar en lenguas ocurrió: Pentecostés. Cornelio recibió la misma señal que Pedro y los demás cuando vino el Espíritu para morar en los creyentes. No puede ser más claro: las lenguas de Cornelio (Hc. 10:46) eran idénticas a las lenguas de Pentecostés (Hc. 2:6–11), es decir, lenguas actuales o idiomas. 

Las dos son llamadas un don o regalo (dorean) (Hc. 11:17). También es notable que Pedro testificó que Cornelio y Su casa “han recibido el Espíritu Santo también como nosotros” (10:47). Esto significa que la experiencia en Hechos 10 era idéntica a la de Hechos 2, así que Cornelio habló en un idioma terrenal.

En el texto hay cuatro verdades que aumentan nuestro entendimiento de la obra del Espíritu Santo en la Iglesia Primitiva.

La conversión de Cornelio marcó el derramamiento del Espíritu entre los gentiles

Los gentiles eran el tercer grupo incluido en el mandamiento de Jesús para el evangelismo mundial (Hch. 1:8); y en Hechos 10 encontramos la persona de Cornelio, un militar gentil de Italia.

Una vez que los judíos y los gentiles habían recibido el don del Espíritu, el período de la inauguración terminó prácticamente. El Espíritu, desde aquel entonces, reside en forma permanente en la Iglesia como cuerpo y en el creyente como individuo. La nueva época fue establecida en Hechos 10. En Efesios 2:14 Pablo dijo, “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación …”. De los dos “pueblos” (judíos y gentiles), Dios hizo la Iglesia, incorporando los dos en un nuevo cuerpo.

Hoy no se recibe el Espíritu conscientemente, sino a Cristo como Salvador. Inmediatamente, el Espíritu entra en el corazón para regenerar, bautizar, morar, sellar e impartir el privilegio de ser llenos de El, es decir controlados por El. Cuando depositamos nuestra fe en Cristo, no tenemos que pedirle que El obre todas las operaciones relacionadas con la salvación, sino descubrir luego en la Palabra lo que pasó. No es necesario estar consciente de lo que sucedió en la vida, sino aceptarlo como un hecho cuando se lo descubre en la Palabra.

Al dar el Espíritu a los gentiles abrió el evangelio al mundo

Ahora, no hay nadie fuera de las promesas de la salvación. Aunque sea pagano, indígena, o sabio, el Evangelio es para todos. Por medio de lo que sucedió en Hechos 10, todos nosotros pudimos llegar a conocer a Cristo personalmente, sin la necesidad de hacernos judíos, o de una intervención apostólica para cada caso. El precedente ha sido establecido y no hay necesidad de repetición.

Es de notar en la conversión de Cornelio, que el recibir al Espíritu no es algo adicional a la salvación, sino la salvación en sí. Los carismáticos prefieren creer que Cornelio ya era un creyente. Ahora, es cierto que Hechos 10:2 suena como la descripción un creyente: “piadoso y temeroso de Dios con toda su casa y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios siempre”. 

Pero en Hechos 11, Pedro contó a los creyentes judíos que el ángel había dicho en visión a Cornelio que hiciera venir a un hombre llamado Simón para predicarle el Evangelio y así pudiera ser salvo (11:14). ¡Era piadoso, pero no era salvo! En Hechos 10, pues, el don del Espíritu fue recibido simultáneamente con la salvación.

Ahora, cada persona que acepta a Cristo, entra en las bendiciones del don del Espíritu ya dado. Después de Cornelio, el Evangelio con todas las obras del Espíritu, fue abierto y está disponible para toda criatura bajo el cielo. Esta es la unidad entre todos los creyentes que han experimentado las mismas obras del Espíritu cuando aceptaron a Cristo.

El don del Espíritu dado a los gentiles estableció la relación cronológica normal entre el bautismo del Espíritu y el bautismo en agua

La ceremonia del agua es inseparable con la realidad espiritual y debe seguirle tan pronto como sea posible. Así es, por lo menos, en cada caso de una conversión en la Biblia. En Hechos 10:47, Pedro preguntó a los seis hombres judíos (11:12) que le acompañaban como testigos o discípulos, si ellos podían pensar en cualquier otro requisito previo al bautismo en agua y ninguna otra cosa fue necesaria. “¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?”

Puesto que el bautismo del Espíritu no es algo adicional a la salvación, debe ser seguido por el bautismo del creyente en agua; o sea, que el bautismo del Espíritu es requisito para el bautismo en agua. Algunos carismáticos enseñan que el bautismo en agua es necesario antes del bautismo del Espíritu. ¡Pero lo opuesto es la verdad! Además, en Hechos 8:36–38 había otro requisito: creer de todo corazón.

Antes, en Hechos 8, cuando fueron bautizados en agua antes de recibir el Espíritu, era algo anormal. Se bautizaban en agua habiendo creído, pero sabían que no tenían el Espíritu (Hc. 8:12–15). Probablemente Felipe envió a Jerusalén la noticia de que Samaria estaba recibiendo el Evangelio, pero no el Espíritu. Por tanto, Pedro y Juan fueron, e inmediatamente todos Lo recibieron.

De la evidencia en Hechos 8, sabemos que estas circunstancias no pueden repetirse y que mucho menos son la norma para la nueva época. Una vez que el don del Espíritu fue dado a los samaritanos, nunca más necesitaron de un apóstol que les impusiera las manos para recibirlo, ni aceptaron a Cristo sin recibir simultáneamente el bautismo del Espíritu.

En la Escritura, hay una relación similar entre el bautismo del Espíritu y el de agua. A tal punto es así, que en Efesios 4:5, el apóstol dijo que hay “un bautismo”. En la iglesia, sin embargo, hay distinciones. Sin el bautismo del Espíritu previo, no tiene sentido el bautismo en agua; pues el segundo representa simbólicamente la experiencia de la salvación y el primero es la salvación misma. El bautismo de agua no puede añadir nada a una salvación ya completa, pero sí testifica delante de los hombres que uno tiene unión con Cristo por medio del bautismo del Espíritu, en Su muerte, sepultura y resurrección.

Con Cornelio, la norma de recibir el Espíritu en el momento de la salvación y ser bautizado en agua después, quedó establecida.

El don del Espíritu a los gentiles clarificó el propósito de las lenguas en el libro de Hechos

En cada referencia, las lenguas son una señal a los judíos. Nunca es una señal para los gentiles o para la persona misma. En Hechos 2 era para convencer a los judíos de que una nueva época empezó desde el día de Pentecostés. Tal cambio requería una señal (1 Co. 1:22) que proviniera de Dios.

En Hechos 8 (si las lenguas ocurrieron) era para convencer a los judíos (Pedro, Juan y Felipe) y a los de Jerusalén, de que los samaritanos recibieron el Espíritu y la salvación al igual que ellos.

En Hechos 10, las lenguas fueron el instrumento por el cual Pedro se convenció y luego pudo convencer a los de Jerusalén, de que hasta los gentiles estaban recibiendo el Espíritu en igual manera que los judíos (11:17).

Se debe notar en Hechos 2 y 10, que el hablar en lenguas no se relaciona con la llenura del Espíritu ni con el bautismo del Espíritu. Las lenguas eran la señal de la recepción del DON del Espíritu y la única mención que se hace del DON del Espíritu se encuentra en relación con el principio de la nueva época. En Hechos 11:16–17 Pedro sabía que los gentiles habían recibido el mismo Espíritu de los judíos porque hablaron en lenguas, lo que indicó que el DON era el mismo.

El DON del Espíritu es el depósito inicial del Espíritu entre los creyentes. Una vez que fue entregado, cumpliendo la promesa de Jesús (Jn. 14:16), el Espíritu nunca sale (Jn. 14:18). El DON está derramado solamente al principio de cada etapa (con los judíos, samaritanos y gentiles). Después de la entrega del DON del Espíritu, este sigue con Su obra que es bautizar, regenerar, sellar, morar y llenar a los creyentes.

Las Lenguas en Hechos 19

Casi veinte años después de los eventos del día de Pentecostés, el apóstol Pablo se encontró con doce discípulos de Juan el bautista en la ciudad de Éfeso. Los discípulos de Juan llegaron a aceptar a Jesús y recibieron el Espíritu Santo. Pero antes de encontrarse con Pablo, ellos creían en el arrepentimiento de Juan, anticipando la venida del Mesías.

En la antigua traducción hay un error que se corrigió en la revisión de 1960. La expresión “¿Recibisteis al Espíritu Santo después de que creísteis?” ahora está corregida de acuerdo con el griego para leerla “¿recibisteis al Espíritu cuando creísteis?” (Hc. 19:2). En el griego es claro que Pablo se refirió a un solo momento de recibir el Espíritu y creer en Cristo simultáneamente. La antigua traducción siguió otra traducción antigua de una versión en inglés, en vez de seguir el griego. El error ha sido corregido en todas las versiones más recientemente traducidas. Pero en algunos casos, el daño fue hecho.

En Hechos 19 hay tres verdades que nos instruyen más con respecto al Espíritu Santo.

Los discípulos de Juan eran religiosos, pero no eran creyentes

Su estado era casi igual al de los discípulos antes de Pentecostés, o los samaritanos o Cornelio antes de que oyeran el Evangelio. Estos discípulos no eran salvos y lo sabemos porque en el versículo 2 se dice que ellos no sabían nada del Espíritu Santo. No supieron nada de la venida, muerte y redención de Jesús. Ellos todavía estaban esperando la venida del Mesías que Juan anunció; así que no fue muy difícil que aceptaran el mensaje de Jesús, porque habían estado esperándolo.

Otra indicación de que no eran salvos, sería que al creer fueron bautizados. El bautismo de Juan no indicó una salvación neotestamentaria sino un arrepentimiento y disposición de identificarse con el Mesías cuando apareciera. Así que todos los que fueron bautizados por Juan tuvieron que ser bautizados de nuevo cuando aceptaron a Cristo.

Las lenguas en Hechos 19 fueron una señal a los judíos de que la única salvación era por fe en la redención de Jesús

Aparentemente había muchos discípulos de Juan todavía (como Apolos, lea Hc. 18:24–25). Pablo les mostró que la fe en “El que viene” ya no era suficiente, ahora les era necesario depositar su fe en el que ya había venido. La salvación había sido completada y la ignorancia no podía ser excusa. Pablo les explicó el Evangelio y lo aceptaron; y recibieron el Espíritu cuando el apóstol impuso sus manos sobre ellos. La frase “Y habiéndoles impuesto (o imponiéndoles) Pablo las manos …” (v. 6), pudo haber ocurrido antes, durante o después de su bautismo. En el griego no se indica una acción posterior al bautismo, sino en el mismo acto o tiempo.

Es justo suponer entonces, que Dios operó aquí como en Hechos 10 con los nuevos creyentes: al recibir el evangelio, inmediatamente recibieron el Espíritu y fueron bautizados en agua. Puesto que ésta es la norma en todo el Nuevo Testamento y el griego lo permite gramaticalmente, ésta interpretación debe ser tomada así.

La conversión de los discípulos de Juan ilustra la importancia de una doctrina pura

No hubo ninguna duda de su sinceridad. Los discípulos habían creído, pero el objeto de su sinceridad era el que determinaba si su fe era verdadera o no. Si el objeto de nuestra fe es falso o equivocado, nuestra fe no tiene validez, por muy sinceros que seamos.

El Movimiento Carismático no necesita de fe, sino doctrinas correctas y verdaderas, en las cuales la fe pueda descansar con certeza. Los discípulos estaban confiados en que su fe estaba bien puesta.

Siempre existe el riesgo de poner la confianza en algo que no está claramente demostrado en la Biblia y de esta manera equivocarse. Tener una experiencia real y genuina, acorde con las Escrituras, solamente viene como resultado de la enseñanza bíblica a la vida. Creer un error degenera la experiencia personal y así no hay protección contra la entrada de espíritus de doctrina falsos (1 Jn. 4:1) que dañan la obra del Espíritu. Sin una enseñanza correcta estamos abiertos a cualquier tipo de error.

La teoría de que Hechos 2, 8, 10, 19, representan la manera en que funciona la experiencia cristiana hoy en día, no tiene fundamento en las Escrituras. Ninguna de las situaciones de Hechos puede ser duplicada hoy, como veremos en los Cinco Problemas que los Carismáticos tienen con su interpretación del libro de los Hechos. 

Para tener una interpretación correcta es necesaria una concordancia entre la situación histórica del pasaje bíblico y la actualidad. Si no existe una concordancia, la aplicación no puede ser directa, sino que tiene otro propósito. Este descuido de hermenéutica lleva a los carismáticos a ciertos problemas en su interpretación del libro de los Hechos.

Cinco problemas con la interpretación carismática del libro de los Hechos

Problema 1: Todos los creyentes en Hechos 2:41 (3.000) recibieron el Espíritu en su conversión y no hay evidencia alguna de que hablaron en lenguas

Creemos que la experiencia de los 3.000 es más parecida a la norma para esa edad. Si Pedro prometió que iban a recibir el don del Espíritu si se arrepentían, parece razonable que lo recibieran. Por medio de la promesa de Pedro ellos tuvieron la seguridad de que al creer recibieron el Espíritu.

El problema en el libro de Hechos es la variación en las experiencias de los primeros creyentes en la nueva época; por eso es imposible basar su práctica y doctrina en el libro de los Hechos. Este es un libro de historia, que dice lo que ocurrió en los primeros veintiocho años de la iglesia. Hay muy poca intención de presentar una doctrina, pero la conversión de los 3.000 es parecida a la doctrina que se encuentra en las epístolas. 

El propósito de Hechos es mostrar la transición del Antiguo Testamento hacia el Nuevo Testamento, con todas las nuevas implicaciones.

Problema 2: Los creyentes del Antiguo Testamento no pueden ser comparados con los creyentes de hoy

No se justifica comparar a los creyentes del período del Antiguo Testamento con los creyentes de hoy. En Hechos 2, los 120 discípulos fueron creyentes de la época antigua; y los 3.000 eran incrédulos que se convirtieron. 

Pero el día de Pentecostés, los dos grupos necesitaban la unión con Cristo por el bautismo del Espíritu para entrar en la salvación de una manera completa y prometida. Aún los discípulos, que anduvieron con el Señor, no recibieron la nueva relación con Jesús hasta Pentecostés.

Después de pasar los primeros días de la Iglesia, no ocurrió jamás una separación entre creer en Jesús y recibir el Espíritu, así como ocurrió con los 3000 hombres. Después de haber recibido el Evangelio los 3 grupos (Hc. 1:8), la obra del Espíritu se normalizó. En Juan 14:17, la diferencia entre los creyentes antes de Pentecostés y los posteriores fue la relación con el Espíritu: El estaba “con” ellos antes en el Nuevo Testamento y “en” ellos después de Pentecostés; y por tanto está “en” nosotros y todos los que creen hoy en día.

Problema 3: En el día de Pentecostés, hubo TRES señales: sonido del viento, lenguas como de fuego y lenguas

Si todos los acontecimientos de Hechos 2 son la norma para hoy, ¿qué pasó con el sonido del viento y la aparición de lenguas como de fuego, como parte de la llegada del DON del Espíritu? ¿Qué derecho tenemos para tomar sólo una señal de las tres del día de Pentecostés, como evidencia de la recepción del don del Espíritu? De las tres, el estruendo fue lo más llamativo, porque toda la ciudad lo escuchó y vino para ver qué había pasado (Hc. 2:6). Si quieren ser consistentes con el texto bíblico, los carismáticos deben tener las tres señales para decir que hoy es la repetición de Pentecostés. Si las tres no aparecen, lo que tienen no es algo parecido a Pentecostés.

Problema 4: Hoy en día no tenemos un apóstol y menos a Pedro

En Hechos 2, 8, 10, 19, era necesario que estuviera presente un apóstol para el repartimiento del Espíritu. No existe evidencia de que el DON del

Espíritu fuera derramado en nuevas etapas sin un apóstol. Sin saberlo Felipe lo intentó en Hechos 8, pero el Espíritu no vino; a pesar de que Felipe era lleno del Espíritu e hizo muchos milagros. La presencia de un apóstol fue necesaria.

Jesús encargó a los discípulos una responsabilidad especial: ellos tenían que ser instrumentos para la fundación de la Iglesia (Mt.16:18; 18:18; Ef. 2:20). Tal como no se puede reemplazar la presencia de los apóstoles en los cuatro capítulos claves de Hechos, así tampoco se pueden repetir los eventos iníciales de la obra del Espíritu en nuevos grupos. Si no tenemos vivo a ninguno de los que “oyeron” a Jesús directamente (He. 2:3), tampoco tenemos alguien vivo que pueda confirmar el mensaje con señales (2:4).

Pablo declaró que las “señales de apóstol” eran algo único, no común (2 Co. 12:12). Para repetir las señales de Hechos se requeriría un apóstol del nivel de Pablo y Pedro. Es un poco presuntuoso declarar estar en este nivel de autoridad con relación a Cristo.

Problema 5: En cada caso encontrado en Hechos, el don del Espíritu fue dado al grupo entero cuando hablaron en lenguas

En cada caso que encontramos en Hechos, el don del Espíritu fue dado al grupo entero cuando hablaron. En ninguna ocasión lo recibió sólo una parte, mientras los demás continuaban buscándolo. Si Hechos es la norma para hoy, entonces el don debe caer sobre grupos enteros, no sobre individuos. Lo que hoy vemos, es uno que habla aquí y otro allá, pero el grupo entero casi nunca recibe el “don”. En Hechos, todos los miembros del nuevo grupo que recibían el Espíritu, hablaron en lenguas.

Así que no se puede ignorar los problemas que surgen con respecto a la interpretación que los carismáticos hacen del libro de los Hechos. Tales “problemas” deben interpretarse en virtud de las doctrinas de las epístolas en el N.T. No debemos enseñar las experiencias de los apóstoles, sino experimentar sus enseñanzas. Las experiencias se encuentran en el libro transicional de los Hechos y las enseñanzas en las epístolas, que deben ser nuestra guía en la actualidad.

EL DON DE LENGUAS

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