LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO [+3]

LA DOCTRINA DEL ESPÍRITU SANTO
Tabla de contenidos

En los últimos años, el Espíritu Santo, tanto su persona como su doctrina, ha sido objeto de mucho escrutinio y controversia, particularmente como resultado del movimiento carismático en sus diversas formas y expresiones. Por lo tanto se hace necesario que se reflexione bíblicamente y con claridad sobre este asunto.

La Biblia es clara al enseñar que el Espíritu Santo es una persona, no un simple poder, fuerza o energía abstracta de algún tipo. Por ejemplo, Zacarías proclama a los judíos del período posterior al exilio: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). En este pasaje el profeta contrasta al Espíritu Santo personal con un poder abstracto e impersonal.

Aquí la promesa queda algo pendiente por falta de un predicado, pero el contexto deja claro que la reconstrucción del templo es lo que se tiene en mente. Esta era una empresa gigantesca en medio de las circunstancias más humildes en la historia del Antiguo Testamento y en la historia del Imperio Persa a finales del siglo VI a. de C. (Esd. 3–6). Pero, con el Espíritu de Dios dando poder a su pueblo, la promesa era que la última piedra del nuevo edificio sería puesta con la gente aclamando “Gracia, gracia a ella” (Zac. 4:7); para que por esta razón los judíos no menospreciaran el día de las pequeñeces (v. 10).

El Espíritu Santo es una persona en el mismo sentido que lo son el Padre y el Hijo.

Por lo tanto, su poder, actividades y ministerio no deberían ser interpretadas en dimensiones cuantitativas, sino más bien en términos de personalidad y relaciones personales.


El significado básico de la palabra espíritu en hebreo (ruach) y en griego (pneuma) es “la expulsión de aire o aliento, la idea de aire en movimiento… la presencia de energía y actividad” Job 1:19 habla de un “gran viento” o tormenta poderosa (ruach gadolah), pero el Espíritu de Dios es más que energía o inclusive más que energía divina en actividad, más bien es “Dios extendiéndose de manera activa dentro de su creación de un modo personal”.

El Espíritu Santo Posee las Características de la Personalidad

Los teólogos hablan comúnmente de personalidad en términos de intelecto, emociones y voluntad. Algunos hablan de la consciencia de sí mismo y de la autodeterminación. Alva J. McClain hace un resumen muy práctico apuntando que la personalidad es el “espíritu viviente, inteligente, intencional, activo, libre, autoconsciente, emocional” La personalidad tiene que ver con el núcleo del conjunto de funciones que parten del espíritu. El Espíritu Santo, al igual que el Padre, es puro Espíritu, y es, por lo tanto, de la misma esencia de personalidad.
El hecho de que el Espíritu Santo es en realidad una persona se apoya en las siguientes consideraciones.

La vida

La vida es la actividad o energía potencial dirigida por su mente o inteligencia. El Espíritu Santo es capaz de hacer cosas. Su vida es una vida que existe por sí misma. Jesús habló del Espíritu en términos de una fuente inagotable de “agua viva” que fluye desde el interior del creyente (Jn. 7:38). Pablo hablaba de dos esferas de poder dentro de las que se pueden clasificar a todos los seres humanos, salvos o no, es decir, aquellos que viven según el Espíritu y los que viven según la carne (Ro. 8:1–13). A la carne se le asemeja con la muerte y al Espíritu con la vida, de hecho, él es llamado el “Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Ro. 8:2).

Inteligencia

La inteligencia la constituye básicamente el conocimiento, el entendimiento y la sabiduría. El Espíritu de Dios conoce los pensamientos de Dios (1 Co. 2:11). Él puede impartir el don de sabiduría y el de palabra de ciencia (1 Co. 12:8). El Espíritu intercede por los creyentes porque conoce la voluntad de Dios y Dios conoce la mente del Espíritu (Ro. 8:26–27). La unción teocrática del mesías por medio del Espíritu Santo se encuentra en la capacidad del Espíritu de poseer sabiduría, entendimiento y conocimiento del Señor (Is. 11:2).

Propósito

El propósito es la reacción hacia una meta futura como si estuviera ya presente. El Espíritu es el “Espíritu de consejo” (Is. 11:2). La distribución que aparece en el Nuevo Testamento de los dones espirituales a los creyentes tiene sentido de propósito y no es puro capricho. Es uno y el mismo Espíritu el que reparte “a cada uno en particular como él quiere” (1 Co. 12:11).

Acción

Acción es ejecutar aquello que la persona es capaz de hacer. La vida es actividad potencial dirigida por la inteligencia; la acción es llevarla a cabo. El Espíritu Santo es capaz de hacer cosas y las hace. El listado de pruebas específicas que pudiéramos dar sería interminable, como tal, lo siguiente no es más que una muestra de las muchas maneras en las que el Espíritu actúa.

Él consuela
Juan 14:26 (a los cristianos)
Él ordena
Hechos 13:2 (iglesia de Antioquía)
Él crea
Génesis 1:2 (el universo)
Él imparte poder
Zacarías 4:6 (en la construcción del Segundo Templo)
Él guía
Romanos 8:14 (creyentes guiados por el Espíritu)
Él intercede
Romanos 8:26 (por los creyentes)
Él ora
Romanos 8:26 (por los creyentes)
Él reprende
Juan 16:8 (a quienes convence de pecado)
Él habla
Hechos 8:29 (a Felipe)
Él enseña
1 Corintios 2:13 (una forma de revelación)
Él testifica
Juan 15:26 (acerca de Jesús)

Libertad

Libertad significa autodeterminación. El Espíritu Santo es independiente de las cosas creadas. Como indicamos anteriormente, el Espíritu reparte los dones como él quiere (1 Co. 12:11). El Espíritu, de acuerdo a su soberana voluntad, guió a Pablo y a su grupo en su segundo viaje misionero. Del mismo modo el Espíritu les prohibió “hablar la palabra en Asia” (Hch. 16:6), y cuando trataron de ir a Bitinia “el Espíritu de Jesús no se lo permitió” (Hch. 16:7, NVI).

Autoconciencia

La autoconciencia es la capacidad de objetivarse uno mismo, es decir, hacer de uno mismo el objeto de su propio pensamiento. El Espíritu de Dios conoce los pensamientos de Dios (1 Co. 2:11), así como su mente (Ro. 8:27). El Espíritu, al ser Dios, entiende la sabiduría de Dios, así como el espíritu del hombre entiende la sabiduría humana. Hay ocasiones en las Escrituras en donde el Espíritu habla directamente a ciertas personas, como es el caso en la iglesia de Antioquía en donde dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hch. 13:2). Por supuesto, esto impulsó la gran obra misionera de la iglesia primitiva al cumplir el mandamiento del Señor de discipular a todas las naciones. Solamente los seres personales que tienen consciencia de sí mismos tienen capacidades sintáctico-lingüísticas, es decir, la capacidad de usar el lenguaje y comunicarse en proposiciones.

Emoción

El Espíritu Santo es capaz de amar porque Pablo les pidió encarecidamente a los creyentes en Roma que “por el amor del Espíritu”, oraran por él y sus ministerios (Ro. 15:30). El Espíritu puede entristecerse o contristarse por la desobediencia en el creyente, es por eso que se nos da el mandamiento de “no contristar al Espíritu Santo de Dios” (Ef. 4:30).

Se Usan Pronombres Personales para Referirse al Espíritu Santo

En griego, el sustantivo que se usa para Espíritu (pneuma) es un sustantivo neutro; sin embargo, cuando se usa un pronombre en su lugar, es de género masculino. Jesús, en la víspera de su muerte, les enseñó a sus discípulos un aspecto importante referente al período que transcurriría durante su ausencia, este aspecto era la razón por la cual enviaba al Espíritu Santo en su nuevo ministerio dispensacional. 

A lo largo de todo el discurso se usan pronombres masculinos, y en una ocasión Jesús dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien [ho—pronombre relativo neutro] el Padre enviará en mi nombre, él [ekeinos—pronombre demostrativo masculino] os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn. 14:26). Antes de esto se usan pronombres neutros: “el Espíritu de verdad, al cual [ho—pronombre relativo neutro] el mundo no puede recibir, porque no le [auto—pronombre relativo neutro] ve, ni le [auto] conoce” (v. 17). El cambio al género masculino en el versículo 26 es probable que sea designio del propio Juan para asegurarse que se entendiera correctamente la personalidad del Espíritu.

Luego, Jesús enseña que “cuando venga el Consolador, a quien [hon—pronombre relativo masculino acusativo singular] yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él [ekeinos—pronombre demostrativo masculino] dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26). “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él [ekeinos—pronombre demostrativo masculino] venga,…” (Jn. 16:7–8). Haciendo uso de un lenguaje similar, Jesús prevalida el mensaje de los apóstoles garantizando la dirección del Espíritu Santo cuando les llegara el tiempo de trasmitir nueva revelación: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él [ekeinos—pronombre masculino] os guiará a toda la verdad… El [ekeinos] me glorificará…” (Jn. 16:13–14).

Cierto es que algunos han percibido un problema con la traducción de la versión inglesa King James Version (KJV) de Romanos 8:16, 26: “el Espíritu mismo”. En griego es auto to pneuma (pronombre neutro). La KJV está formalmente (es decir, gramaticalmente) correcta porque auto concuerda con el sustantivo neutro to pneuma, debido a que es usado como adjetivo. Sin embargo, como traducción al fin, no logra (en inglés) trasmitir la personalidad del Espíritu Santo.

El Término Otro Consolador Denota Personalidad

Al hablar de la venida del Espíritu, quien lo reemplazaría como personaje principal de la Trinidad en esta dispensación, Jesús hace mención de “otro Consolador (Ayudador)” (Jn. 14:16) el cual él le pediría al Padre que enviara a sus seguidores. El término griego parakletos significa fundamentalmente ayudador. Cristo también era un Ayudador; el Espíritu Santo es “otro” (allon—otro del mismo tipo) Ayudador. Solamente una persona podría tomar el lugar del Hijo durante su ausencia. “[paracleto] que a su vez significa Defensor, Ayudador, Consolador, Alentador, Consejero, Intercesor y Aliado—abarca un rol que solamente puede ser ocupado por un agente personal. Jesús confirma esto cuando dice que el Espíritu es ‘otro’ paracleto que continuaría su ministerio después de su partida”.

Al Espíritu Santo se le Atribuyen Asociaciones Personales

Hay contextos en los que el Espíritu Santo se asocia con seres personales de manera tal que se le considera también una persona. Sin embargo, él se distingue de otros seres personales.

Se le Asocia con el Padre y el Hijo

Esto lo vemos, por ejemplo, en la fórmula bautismal con la que se efectúa el bautismo “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19). De igual manera, Pablo conecta al Espíritu con Dios y Cristo cuando dice: “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (2 Co. 1:21–22). Y en la culminación de esta carta, en lo que muchos llaman la bendición apostólica, nos vuelve a decir: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14).

Pablo, al hablar de la adopción de los creyentes en la familia de Dios como hijos adultos, asocia a las tres personas de la Trinidad en lo que respecta a ese asunto: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4:6). 

Pedro, por su parte, describe el estatus espiritual de aquellos creyentes dispersos a quienes escribe como, “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 P. 1:1–2). De igual modo, Judas asocia al Espíritu con el Padre y el Hijo en sus exhortaciones finales: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (Jud. 20–21).


En estas asociaciones del Espíritu con el Padre y el Hijo se demuestra y se da por sentado una igualdad de personalidad. Introducir la idea de un poder abstracto o energía divina de algún tipo haría que estas asociaciones fuesen ridículas y sin sentido.

Se le Asocia con los Creyentes

En las conclusiones del llamado Concilio de Jerusalén, lo cual no fue más que una reunión de dos iglesias locales con sus pastores y mensajeros para resolver una cuestión teológica, la iglesia de Jerusalén envió una carta declarando: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hch. 15:28). La asociación del Espíritu con otras personalidades en la resolución del problema teológico no tendría sentido si él no fuera una persona que portara las marcas y cualidades de la personalidad.

Se le Atribuye al Espíritu Santo el Reaccionar Como Una Persona y se Actúa Hacia Él Como Tal

Solo los seres con personalidad pueden reaccionar ante otras personas y situaciones de maneras que no sean mecánicas ni conductistas. Del mismo modo, solamente las personas pueden ser tratadas en maneras que inflijan dolor emocional y/o racional y otras implicaciones. En adelante presentamos algunas de estas situaciones. De hecho, si sustituyéramos la idea de algo inerte o irracional en el lugar del Espíritu, tales ejemplos serían absurdos.

Es Puesto a Prueba

El Espíritu Santo puede ser probado, o sea, colocado en una caja por así decirlo— haciéndolo actuar o responder según normas ajenas o haciéndolo ajustarse a una norma incompatible a su carácter o la voluntad de Dios. Esta es una norma de incredulidad o pecado en cierta forma.

Por ejemplo, Ananías y Safira mintieron acerca de la contribución que les correspondía ante la iglesia local en Jerusalén por una tierra que habían vendido. En esta ocasión la pregunta del apóstol Pedro fue: “¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor?” (Hch. 5:9). Ellos, en efecto, estaban pidiéndole al Espíritu que bendijera su duplicidad o que de una forma u otra contribuyera a su beneficio personal por medio del engaño en todo aquel asunto. Usaron al Espíritu en ese sentido, y ante los ojos de Dios eso era una ofensa capital. Era algo que necesitaba ser corregido inmediatamente en los ojos de la naciente iglesia en Jerusalén y en la infancia de la iglesia en esa etapa. No podrían utilizarse seres impersonales en el sentido de lo que la pareja quería. Se pueden usar implementos como meros objetos para lograr algo, pero cuando se usan a las personas de esa manera, es una violación de su ser personal.

Se le Hace Resistencia

Se puede resistir al Espíritu, o sea, rechazarse. Las entidades no racionales pueden ser resistidas a expensas de nuestro propio perjuicio, pero tal resistencia no se refleja en el objeto o la fuerza resistida. Uno puede escoger por su propia cuenta ir en contra de la ley de la gravedad y pagar las consecuencias, pero la ley en sí misma no es afectada; no reacciona más allá de las fronteras físicas que posee por medio de la creación y providencia de Dios. Las consecuencias de su violación no son éticas en el sentido de que la gravedad tenga una moral por sí misma que se vengue en contra de lo que se le opone.

En el discurso de Esteban ante quienes serían sus verdugos, él resume la historia de Israel como una historia marcada primordialmente por la rebelión y la oposición contra el pacto que Dios les había dado y la religión que éste le ofrecía a la nación. Sus palabras finales hicieron que la multitud se lanzara a lincharlo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros” (Hch. 7:51). Haber resistido al Espíritu por 1.500 años era algo que iba en detrimento de la nación en maneras infinitamente más allá que ir en contra de las tablas matemáticas o la ley de gravedad, porque el Espíritu Santo es personal y la aritmética y la gravedad no lo son.

Puede ser Blasfemado

Blasfemar significa fundamentalmente hablar en contra; sin embargo, incluye obviamente actitudes malvadas, intentos ofensivos y más. Se puede blasfemar contra el Espíritu Santo. En la ocasión donde se habla del pecado imperdonable, Israel (por medio de su liderazgo apóstata) le atribuía la obra del Espíritu Santo (en las credenciales del reino del mesías) al poder satánico. El Señor responde declarando la acción como blasfema y los relega por eso a cierta perdición eterna diciéndoles: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (Mt. 12:31; ver. Mr. 3:29: Él es “culpable de un pecado eterno”, NVI).

Aparte de la interrogante sobre el pecado imperdonable, solamente un ser personal puede ser blasfemado en el sentido del tema en cuestión. No se puede hablar así en contra de un animal causando por ello efecto alguno porque el animal es conductista, el mismo solo reacciona según sus instintos naturales sin tener en cuenta todo lo que esto involucra o cualquier razón sobre las consecuencias que pueda traer. Se cuenta la historia que bajo un ataque de ira, Jerjes, el rey persa, ordenó azotar el mar con látigos a causa de la tormenta que frustró su invasión a Grecia. Las personas cuerdas consideraron tal hecho como una idiotez. Los animales y los océanos son impersonales y no pueden valorar las blasfemias, ni los objetos profanados ni nada comparable, solo el Espíritu Santo es totalmente capaz de entender el significado y los motivos que rodean tal actividad en contra suya.

Se le Insulta

El autor de Hebreos advierte con rigor a los cristianos judíos de los peligros de no perseverar en la confesión de Cristo. Haciendo un razonamiento partiendo de lo más sencillo a lo más sublime, este autor habla de la justicia dada sin misericordia a quienes violaban la Ley de Moisés basada en el testimonio de testigos competentes. Refiriéndose al aspecto más sublime concluye diciendo: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (He. 10:29). Solamente una persona es capaz de recibir insultos, no así los objetos impersonales o los principios abstractos. No se puede insultar a una mala yerba por haber crecido en nuestro patio o a una urraca por su insoportable graznido. Insultar al Espíritu Santo que trajo la gracia de Dios en Jesucristo a los creyentes es considerar su sangre salvífica como inmunda, revelando ante todo una total falta de vida espiritual. Peor aun, tal insulto amerita retribución eterna.

Se le Miente

Ananías y Safira le mintieron al Espíritu en su intento de ajustarlo a sus normas pervertidas de moralidad en la transacción de su negocio (Hch. 5:3). Pero mentir tan solo se hace a seres personales. En el mundo real, a las entidades impersonales no se les puede mentir esperando efecto alguno, cualquiera que intente hacer esto, pondrá en tela de juicio su propia racionalidad.

Se le Obedece

El Espíritu Santo es capaz de dirigir y ser obedecido porque es una persona. Por ejemplo, el apóstol Pedro obedeció al Espíritu y se fue a casa de Cornelio trayendo consigo el nuevo entendimiento dispensacional del mensaje de Dios (Hch. 10:19–21).

LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO

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