Las Preguntas de la Biblia ofrecen oportunidades para una reflexión teológica más profunda. Considere la pregunta del mensajero de Dios a Abraham en Gen 18:14: “¿Hay algo demasiado difícil para el SEÑOR?” O, considere el reto de Jesús hacia sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”.
Las Preguntas de la Biblia son muchas, por ejemplo:
- ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?
- ¿Cuál es el primer profeta de la Biblia?
- ¿Cuál es el libro más corto de la Biblia?
- ¿Cuál es el capítulo más extenso de la Biblia?
- ¿Qué finalidad tiene la Biblia?
- ¿Quién es Dios?
- ¿De dónde vino el universo?
- ¿Qué sucede cuando uno muere?
- ¿Cuál es el único camino al cielo?
- ¿Cómo puedo estar seguro de que Jesús me ama?
¡Estas son preguntas de la biblia muy importantes! Sin la Biblia, tendríamos que andar perdidos en la incertidumbre, así como muchas personas hoy en día. Muchos no conocen las respuestas a las preguntas anteriores, o al menos, no están seguros de las respuestas. Algunos están convencidos de respuestas incorrectas a esas preguntas, simplemente porque no han leído, o no creen, lo que dice la Biblia.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
2 Pedro 1:19–21
preguntas cristianas para reflexionar
8 PREGUNTAS DE LA BIBLIA

Preguntas y Respuestas de la Biblia Reina Valera 1960
¿Qué es o cuál es el orden de Melquisedec?
El libro de hebreos, por supuesto, tiene como uno de sus temas centrales la obra sumo sacerdotal de nuestro Señor Jesús. Comunicarle al pueblo judío que Jesús era el Sumo Sacerdote produjo algunos problemas serios. Según la expectativa judía, su rey iba a venir de la tribu de Judá. Sin embargo, la tribu sacerdotal, la tribu de Aarón y de sus descendientes, era la tribu de Leví.
Así que, si Jesús no era de la tribu de Leví, ¿cómo puede el Nuevo Testamento decir que él es un Sumo Sacerdote? Para que Jesús fuera Sumo Sacerdote, se esperaría que fuera un descendiente de Leví de la línea de Aarón y Moisés, pero no lo era.
Lo que el autor de hebreos está haciendo aquí es recordarnos que hay otro sacerdocio en el Antiguo Testamento además del sacerdocio que lleva el nombre de Aarón o Leví.
El autor vuelve a los primeros capítulos del libro de Génesis donde leemos la historia de Abraham regresando de la batalla y encontrándose con un hombre llamado Melquisedec. Melquisedec es identificado como un rey-sacerdote; es el rey de Salem, que significa rey de paz, y es tanto sacerdote como rey. El punto que establece el autor de Hebreos es éste: Abraham le pagó un diezmo a Melquisedec y Melquisedec bendijo a Abraham.
Luego, el autor plantea estas preguntas: ¿Una persona le da el diezmo al mayor o al menor, y quién bendice a quién en una situación así? En las categorías judías, el que da la bendición es superior al que la recibe, y el menor le da el diezmo al mayor.
En la actividad que tiene lugar en el encuentro entre Abraham y Melquisedec, Abraham se subordina claramente a este extraño rey Melquisedec. Le paga el diezmo a Melquisedec, y Melquisedec bendice a Abraham. Así que, quienquiera que sea este Melquisedec, venga de donde venga y haga lo que haga, es de una naturaleza más alta que Abraham.
Luego, el escritor hace la pregunta en términos judíos: “Si Abraham es el padre de Isaac, e Isaac es el padre de Jacob, y Jacob es el padre de Leví, ¿quién es mayor, Jacob o Leví? Jacob. ¿Quién es mayor, Jacob o Isaac? Isaac. ¿Quién es mayor, Abraham o Isaac? Abraham. Bueno, si Abraham es mayor que Isaac e Isaac es mayor que Jacob y Jacob es mayor que Leví, ¿quién es mayor, Abraham o Leví? Abraham.
Y si Abraham es mayor que Leví y Melquisedec es mayor que Abraham, ¿quién es mayor, Melquisedec o Leví?” ¡Vaya! Ustedes saben la respuesta. Melquisedec es de un orden más alto que Leví, de modo que el sacerdocio de Jesús es superior al sacerdocio de Aarón. Ése es el punto.
¿Por qué castigó Dios a Aarón cuando fue Moisés quien cometió el acto de golpear a la roca?
- Dios ordenó a Moisés y a Aarón que hablaran a la roca para sacar agua. En lugar de eso, Moisés golpeó la roca. Debido a este acto, Dios castigó tanto a Moisés como a Aarón (Nm. 20:1–13). ¿Por qué? ¿Y por qué castigó a Aarón cuando fue Moisés quien cometió el acto?
Estoy sumamente desconcertado, como también lo están muchos eruditos bíblicos, por ese episodio del Antiguo Testamento. La Biblia no nos da una explicación clara en cuanto a por qué Dios se disgustó tanto con esta acción de Moisés o por qué Aarón se vio involucrado en ella también.
Si leemos el texto cuidadosamente, y si asimismo lo leemos entre líneas, se observa que Dios le había dado a Moisés algunas instrucciones, pero Moisés se volvió un poco presuntuoso y se encargó él mismo de hacer este gesto en una forma inapropiada. Esa es la única razón que se me ocurre atribuirle a la respuesta de Dios; el pecado de Moisés fue un pecado de presunción. No lo hizo de la forma correcta, en el momento correcto o de la manera correcta que Dios había ordenado.
El hecho de que Aarón sea incluido en el castigo indicaría que en cierto modo debe haber participado en la acción. El hecho de que la Biblia guarda silencio con respecto a su participación no exonera a Aarón. Debemos suponer aquí que el texto no dice todo lo que sucedió, y sabemos que Dios no castiga al inocente. El hecho de que Dios castigó a Aarón me parece una evidencia suficiente de que Aarón fue culpable de complicidad en este evento y que, según es de presumir, ambos, Aarón y Moisés, actuaron de manera arrogante, haciendo algo que no estaba permitido. Debido a eso, perdieron ciertos beneficios y bendiciones en el reino. Por supuesto, ellos no fueron excluidos de la comunión con Dios, pero tuvieron que soportar la censura y la reprensión de Dios.
Algo similar ocurrió cuando David hizo un censo (1 Cr. 21). ¿Fue Dios quien ordenó el censo hecho por David, o fue instigado por Satanás? En una versión se le atribuye a Dios, y en la otra, a Satanás. Por supuesto, no creo que en última instancia sea una contradicción, porque Dios es soberano sobre Satanás y permitirá que ciertas cosas sucedan dándole a Satanás oportunidad para actuar. Los judíos pueden decir que Dios ordenó esto, pero no le dio su aprobación. Permaneció siendo soberano sobre ello, y quizás eso guarda relación con el texto. En definitiva, tenemos que confiar en el carácter de Dios, y en que él es justo, aun cuando nosotros no veamos el cuadro completo.
¿Por qué en el Antiguo Testamento Dios exige tanta violencia y guerra por parte de la nación judía?
Uno de los episodios más difíciles que debemos manejar como personas que vivimos de este lado del Nuevo Testamento son los registros del Antiguo Testamento referidos a lo que se denomina herem. Se refiere a cuando Dios llama a Israel a embarcarse en lo que llamaríamos una guerra santa contra los cananeos. Les dice que entren y aniquilen a todos: hombres, mujeres y niños. Tenían prohibido tomar prisioneros; debían destruir todo y pronunciar una prohibición, o maldición, sobre esta tierra antes de ocuparla.
Cuando vemos eso, retrocedemos horrorizados por el grado de violencia que no sólo es tolerado sino aparentemente exigido por Dios en esa circunstancia. Los eruditos críticos del siglo XX han señalado esa clase de historia en el Antiguo Testamento como un ejemplo claro de que ella no podía ser la Palabra revelada de Dios. Dicen que este es el caso en que unos hebreos sanguinarios, antiguos y seminómadas trataron de apelar a su deidad para que ella aprobara sus actos violentos, y que tenemos que rechazar aquello como una interpretación de la historia carente de inspiración sobrenatural.
Yo tengo una visión diferente. Estoy convencido de que el Antiguo Testamento es la Palabra inspirada de Dios y que Dios le ordenó a la nación judía instituir el herem contra los cananeos. Dios nos dice en el Antiguo Testamento por qué instituyó esa política contra el pueblo cananeo. No es que Dios hubiera mandado a un grupo de merodeadores a entrar y a matar gente inocente. En lugar de eso, el trasfondo muestra que los cananeos estaban profundamente atrincherados en formas desenfrenadas de paganismo que incluso involucraban cosas tales como el sacrificio de niños.
Eran tiempos de profunda crueldad en esa nación. Dios le dijo a Israel: “Te voy a usar en esta guerra como un instrumento de mi juicio sobre esta nación, y voy a descargar mi violencia sobre estas personas increíblemente malvadas que son los cananeos.” Y dijo: “Haré que sean destruidos” (Dt. 13:12–17). En efecto, él le dijo al pueblo judío: “Quiero que ustedes entiendan lo siguiente: voy a darles su merecido a los cananeos, pero no voy a entregarlos en manos de ustedes porque ustedes sean mejores. Yo podría traer la misma clase de juicio sobre las cabezas de ustedes por su pecaminosidad, y al hacerlo estaría perfectamente justificado.” Ése es, básicamente, el sentido de lo que Dios les comunicó a los judíos.
Él dijo: “Los estoy llamando por mi gracia para ser una nación santa. Estoy demoliendo para construir algo nuevo, y desde lo nuevo que voy a construir, una nación santa, voy a bendecir a todos los pueblos del mundo. Por lo tanto, quiero que ustedes estén separados, y no quiero que ninguna de las influencias de esta herencia pagana se mezcle con la nueva nación que estoy estableciendo.” Esa es la razón que da. La gente aún se atraganta con eso, pero si Dios es, en verdad, santo, como creo que lo es, y nosotros somos desobedientes como sé que lo somos, creo que debemos ser capaces de entender aquello.
¿Qué dice la biblia sobre cómo podemos reconciliar estos dos pasajes?
El Señor dice en el Antiguo Testamento que amó a Jacob, pero rechazó a Esaú ( Malaquías 1:1-3; Romanos 9:13) y en 1 Juan expresa que, si decimos que amamos a Dios, pero odiamos a nuestros hermanos, estamos haciendo mal. ¿Cómo podemos reconciliar estos dos pasajes?
Dios, que nos creó, tiene el derecho a exigir de sus criaturas cualquier cosa que desee; tiene el derecho a ordenar que amemos a los demás. ¿Cómo podemos nosotros, siendo pecadores, aborrecer a otras personas que son pecadoras por hacer las mismas cosas que estamos haciendo? Amar a Dios, a los demás, y a nosotros mismos es el gran mandamiento, dado primero por Dios y luego repetido por Jesús en el Nuevo Testamento.
Pero si se nos manda amar a todo el mundo, ¿cómo debemos tomar esta afirmación de Dios: “¿Amé a su antepasado Jacob, pero rechacé a su hermano, Esaú”?
En primer lugar, estamos frente a un modismo hebreo. Es la forma de expresión hebrea que llamamos paralelismo antitético, mediante el cual las Escrituras hablan en términos de opuestos directos. Para entenderlo, debemos saber que, lo que sea que Dios quiera decir con aborrecer a Esaú, es el opuesto exacto de lo que significa amar a Jacob.
Usamos los términos amor y rechazo para expresar emociones y sentimientos humanos que tenemos hacia las personas, pero en el contexto en que aparece este texto particular, cuando la Biblia dice que Dios ama a Jacob, significa que él hace de Jacob un receptor de su gracia y su misericordia especial. Le da a Jacob un regalo que no le da a Esaú. Le da misericordia a Jacob. Se niega a concederle la misma misericordia a Esaú porque no le debe la misericordia a Esaú y se reserva el derecho como dice en ese momento y en el Nuevo Testamento: “Tendré misericordia de quien yo quiera.” Él muestra benevolencia. Otorga una ventaja; a un pecador le da una bendición que no le da a otro.
El judío describe esa diferencia usando términos contradictorios. Uno recibe amor; otro recibe rechazo. Pero nuevamente, tenemos que recordar que la Biblia está escrita en términos humanos, los únicos términos que tenemos, y no podemos leer en el texto una idea de sentimientos de hostilidad o de perversidad hacia el ser humano. Eso no es lo que la Biblia quiere decir cuando usa esa clase de lenguaje para referirse a Dios.
Cuando Jacob luchó con el ángel toda la noche, ¿debe entenderse esto literalmente, o es una forma simbólica de decir que Jacob luchó con una dificultad?
Muy a menudo, cuando enfrentamos la cuestión de interpretar literal o simbólicamente un relato así, tenemos que ser muy cuidadosos en cuanto a lo que rige nuestra respuesta. Con frecuencia, la posición que adoptamos con respecto a una pregunta así está condicionada o regida por nuestro enfoque previo de lo sobrenatural. Hay personas que abordarían ese texto con el juicio previo de que no hay una esfera sobrenatural y que cualquier relato escritural de algo milagroso o sobrenatural debe ser reconstruido en términos naturalistas e interpretado de acuerdo a los estados psicológicos. Esto, en un sentido, pone en peligro al texto.
Debo decir que cuando permitimos que esa clase de aproximación prejuiciosa a la Escritura afecte nuestra interpretación de ella, hemos violado el texto, y hemos violado principios objetivos de interpretación literaria. Respeto mucho más al erudito que considera que el texto sugiere claramente que hubo una lucha real entre Jacob y este ángel, que a alguien que tratara de espiritualizar o relativizar el episodio calificándolo como un símbolo.
Ahora, claramente hay ocasiones en que la Biblia usa un lenguaje imaginativo y símbolos que no deben ser interpretados en términos históricos concretos. El principio básico que se aplicaría al interpretar un texto como éste (o cualquier otro texto donde exista la pregunta de si debería interpretarse literal o figurativamente) es que el peso del asunto debe decidirse mediante un análisis cuidadoso del género literario en que aparece el texto.
La gente me pregunta si interpreto la Biblia en forma literal, y habitualmente digo que por supuesto. ¿Qué otra manera hay de interpretarla? Interpretar la Biblia literalmente no significa imponer un literalismo rígido e inamovible sobre la Escritura. Interpretarla literalmente significa interpretar el libro como fue escrito.
Esa es una aproximación científica; es decir, interpretamos la poesía de acuerdo a las reglas de la poesía, las cartas de acuerdo a las reglas de las cartas, las narraciones históricas de acuerdo al género de las narraciones históricas, etc. De otra manera estaríamos cambiando el significado pensado por el autor, lo cual es simplemente antiético.
Mi consideración directriz en ese texto sería ¿Cuál es el estilo o forma literaria en que aparece? Si es una narración histórica, entonces creo que debe interpretarse como narración histórica. En el caso de esta historia particular, estoy persuadido de que el texto tiene todos los elementos de la narración histórica, y creo que el autor quiso expresar que hubo una visita real por parte de un ángel real y que hubo una lucha real.
En el libro de Jueces vemos que se ejecutó y aceptó un sacrificio humano. ¿Puede explicarlo, por favor?
No sólo enfrentamos esa difícil pregunta de la manera en que aparece en el libro de Jueces, presumiblemente a causa del voto hecho por Jefté de sacrificar a su hija (Jc. 11:29–35), sino que aun antes, también, en el libro de Génesis, capítulo 22, cuando Dios le dice a Abraham que ofrezca a su hijo Isaac sobre el altar en el Monte Moriah.
Kierkegaard escribió un libro que lucha con esta cuestión, y lo describió como la suspensión temporal de lo ético. No creo que Dios suspenda la ética; ni siquiera por Abraham. La pregunta que estamos enfrentando es ¿cómo podría Dios aceptar u ordenar una práctica que en todas las demás ocasiones revela como repugnante para él?
Abraham no tuvo el beneficio de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, en los cuales fueron expuestas todas las leyes, legislaciones y códigos de santidad de Israel. No obstante, según es de suponer, tuvo al menos el beneficio de lo que llamaríamos una ley natural. Esa es la ley que Dios le dio al hombre desde Adán en adelante, y el principio cardinal de esa ley es la inviolabilidad de la vida y la prohibición del asesinato. Abraham tuvo que haberse confundido con este mandato de Dios de ofrecer a su hijo sobre el altar. Él tenía que saber que era completamente incongruente con la ley natural.
Sin embargo, al mismo tiempo, es como si un hombre que llega a una luz roja en una intersección, se encuentra con un policía parado allí haciéndole señales con su guante blanco. La luz dice que se detenga, pero el policía dice que avance. El policía siempre reemplaza el código escrito de los vehículos motorizados. Obedecemos al policía y no al semáforo. Así que tal vez Abraham estaba pensando que, aunque él sabía lo que la ley decía, si el autor de esa ley le decía que la quebrantara, más valía que lo hiciera.
Usted preguntó específicamente con respecto al problema en el libro de Jueces. En el código de la santidad, en la legislación del Pentateuco, el sacrificio de niños, practicado por otras religiones antiguas, no sólo era visto como algo que Dios desaprobaba sino como una ofensa capital en Israel, una total abominación a Dios. La Escritura habla en el lenguaje más fuerte posible prohibiendo el sacrificio de seres humanos como una actividad religiosa. La religión no puede hundirse más profundamente que cuando busca apaciguar a la deidad a través del sacrificio humano, con la obvia excepción del sacrificio perfecto que fue ofrecido de una vez y para siempre, cuando Dios sacrificó a su propio Hijo por nuestros pecados.
Mi comprensión del libro de Jueces es ésta: tal como el resto de la Biblia y particularmente el Antiguo Testamento, Jueces registra para nosotros no solamente las virtudes del pueblo de Dios sino también sus vicios. El voto de Jefté fue pecaminoso. Para empezar, nunca debería haber hecho ese voto. Dios no le exigió hacerlo; él hizo ese voto, y luego, siguiendo un concepto equivocado de cómo ser coherente, pensó que su obligación moral era cumplirlo cuando descubrió que en realidad había prometido matar a su propia hija.
Llamaríamos a eso un voto ilícito. Una vez que una persona hace un voto de pecar, se le exige no cumplir ese voto si lo obliga a pecar. Creo que este pasaje no es tan difícil desde un punto de vista teológico, sino que se trata simplemente de un registro del pecado de Jefté.
En Proverbios 21:14 dice: “El regalo en secreto calma el enojo; el soborno por debajo de la mesa aplaca la furia.” ¿Por qué dice esto la Biblia?
Esa es una pregunta difícil. Creo que para entenderla debemos hacer un par de cosas. En primer lugar, debemos entender la naturaleza de un proverbio. Un proverbio no es una ley moral absoluta. Un proverbio es una expresión de sabiduría práctica extraída de las experiencias diarias de la vida. No se trata de absolutos. Por ejemplo, en el idioma inglés tenemos los proverbios Mira antes de saltar, y El que vacila está perdido. Si pensamos en ambos como absolutos, se cancelan y excluyen el uno al otro. Lo mismo sucedería si tomamos todos los proverbios de la Biblia como absolutos.
Lo que hace tan difícil esto es que el proverbio que tenemos aquí extrae una sabiduría práctica de la pecaminosidad humana y nos dice algo como que el soborno aceita los conflictos y aleja la ira de la gente. El autor de Proverbios, como un asunto de sabiduría práctica, está muy interesado en las relaciones humanas y en cómo llevarse bien. Uno de los temas recurrentes del libro es cómo tratar con la gente que está enfadada: “La respuesta apacible desvía el enojo.” Eso tiene sentido. No sólo es cuestión de virtud sino de carácter práctico.
Recuerdo que en una ocasión estaba saliendo de Pittsburgh por el puente Liberty a través de los túneles. Vi que la luz iba a ponerse roja; iba a tener que permanecer un largo rato sentado allí. El policía me estaba indicando con la mano que tomara otro carril, pero di la vuelta y volví a entrar en el carril que yo quería. Cuando iba a pasar junto a él, la luz se puso roja y tuve que detenerme. El policía corrió hasta mi automóvil y comenzó a dar golpes en el techo. Supe que me hallaba en un gran problema. Sencillamente me volví hacia él y le dije: “Lo siento mucho, oficial.” Eso parece haberlo calmado, y me dijo que continuara y me fuera. Eso me hizo pensar que una respuesta apacible realmente desvía el enojo. Funciona.
Este versículo usa un recurso literario llamado paralelismo: dice lo mismo en dos formas similares. Dice: “El regalo en secreto calma el enojo.” No hay nada malo en darle un regalo secreto a alguien. Luego encontramos la afirmación paralela: “El soborno por debajo de la mesa aplaca la furia.” Lo que se describe aquí es lo mismo que un regalo sorpresa. El soborno también aleja la ira de alguien.
Yo diría que el autor de Proverbios está haciendo algo muy parecido a lo que hizo Jesús cuando dijo que en la comunidad cristiana o la comunidad de creyentes no somos tan sabios como lo son los ladrones afuera. Él habla del mayordomo injusto y dice que podemos aprender formas prácticas de llevarnos bien con la gente observando cómo lo hacen los ladrones; ellos saben cómo detener el enojo y la ira de las personas como un asunto de sabiduría práctica. Creo que eso es lo que el autor tenía en mente.
“Donde no hay visión, el pueblo se extravía.” ¿Qué quiere decir esto?
Estoy seguro de que usted ha oído citar este versículo muchas veces en la iglesia, por ejemplo, cada vez que hay planes de construcción o un nuevo programa educacional. A la gente se le dice que tiene que captar la visión. Hemos puesto el objetivo delante de nosotros, y sin una visión la gente perece. En situaciones contemporáneas, se interpreta diciendo que, sin una meta, un proyecto, o un objetivo, el pueblo será destruido. Esa puede ser una aplicación secundaria del texto original, pero no es lo que el texto significaba cuando fue escrito en la antigüedad.
El significado original de ese texto, “Donde no hay visión, el pueblo se extravía” (Pr. 29:18) tenía que ver con una visión profética. En el Antiguo Testamento, Dios se reveló a través de la proclamación de sus profetas. A veces recibían alguna palabra de Dios. Estos profetas funcionaban como agentes de revelación, como Jeremías e Isaías. Fueron vehículos humanos a través de los cuales Dios le transmitió su palabra a la gente. Lo que dicen los Proverbios es que, sin la revelación sobrenatural de la palabra de Dios, el mundo perecería.
Con la llegada de Jesús se cumplió la profecía del Antiguo Testamento que dice: “El pueblo que camina en oscuridad verá una gran luz.” Muy a menudo en la Biblia, el concepto de revelación divina es expresado a través de la metáfora de la luz que reemplaza a las tinieblas. Lo que entiendo que dice este texto es que, sin la luz de la revelación de Dios, la humanidad sería dejada en completa oscuridad, y nosotros, de hecho, pereceríamos.
Conocemos gente que no está involucrada para nada en la fe judeocristiana. No tienen compromiso alguno con ella. Aún están vivos, no están pereciendo, les está yendo bien. Pueden no estar pereciendo ahora, pero podrían perecer al final.
Además de esa consideración, no hay una cultura significativa de la cual sepamos en este mundo que no haya experimentado las consecuencias de los beneficios de la revelación divina. No hay lugar alguno en el punto más oscuro de este mundo y en la hora más oscura de las edades oscuras en que la luz de la revelación de Dios haya sido totalmente destruida, oscurecida o eclipsada. De hecho, no podríamos vivir cinco minutos como seres humanos en este planeta si no fuera por la Palabra de Dios. No es de extrañar que Jesús dijera que vivimos gracias a la Palabra de Dios.
[ Pr. 29:18 “Cuando la gente no acepta la dirección divina, se desenfrena.”]
Próximamente: 100 preguntas de la biblia con respuestas
Preguntas de la biblia difíciles
Tomado de ¡Qué buena pregunta!, por R. C. SPROUL. © Tyndale House Publishers, Inc., 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc. Todos los derechos reservados.