EL PAIDOBAUTISMO [+3]

Niño siendo bautizado en brazos de su madre
Tabla de contenidos

¿Qué es el paidobautismo?

La pregunta sobre ¿Quién debe bautizarse? O si ¿Debemos bautizar a los infantes? resuena en la mente de muchos cristianos, inclusive nos preguntamos si ¿Es un sacramento o una ordenanza? pero, la Biblia no dice a qué edad hay que bautizar, pero si dice que siempre está precedido por el verbo “creer”. Se asume que para ser bautizado uno debe creer previamente en la obra de Cristo.

El paidobautismo, también conocido como bautismo infantil o bautismo de niños, es una práctica común en muchas ramas del cristianismo, especialmente en iglesias de tradición litúrgica y denominaciones reformadas.

Consiste en el bautismo de niños o infantes que aún no son capaces de hacer una profesión de fe personal. Este tema ha generado debates teológicos y prácticos a lo largo de la historia de la Iglesia.

Origen y Práctica del Paidobautismo

El paidobautismo tiene sus raíces en la tradición apostólica, donde se observa que los hogares enteros, incluidos niños, fueron bautizados (Hechos 16:15, 16:33). En la iglesia primitiva, el bautismo infantil se practicaba como parte de la inclusión de la familia en el pacto de Dios con su pueblo (Hechos 2:39).

Esta práctica se ha mantenido en diversas tradiciones cristianas a lo largo de los siglos, siendo especialmente prominente en la teología reformada y algunas iglesias católicas y ortodoxas.

Perspectivas Teológicas

La justificación teológica del paidobautismo se basa en la comprensión del pacto de Dios con su pueblo. Los defensores del paidobautismo argumentan que el bautismo infantil es una señal del pacto, similar a la circuncisión en el Antiguo Testamento, que marcaba la pertenencia al pueblo de Dios desde la infancia (Colosenses 2:11-12).

Ven el bautismo como un medio de gracia por el cual Dios actúa en la vida del niño, aún antes de que pueda comprender plenamente la fe.

Críticas y Alternativas

Sin embargo, el paidobautismo ha sido objeto de críticas por parte de aquellos que enfatizan la profesión de fe personal como requisito previo para el bautismo. Argumentan que el bautismo debe reservarse para aquellos que son capaces de creer y hacer una confesión pública de su fe (Hechos 8:36-38).

Esta perspectiva, conocida como el bautismo creyente o bautismo de adultos, sostiene que el bautismo es un acto de obediencia y testimonio consciente de la fe en Cristo.

El debate entre los defensores del bautismo de infantes y del bautismo de creyentes en las postrimerías del siglo XX, a pesar de los avances en la erudición bíblica moderna, tiene sorprendentes paralelos con los debates en el siglo XVI entre los reformadores magistrales y los anabautistas en el continente europeo, o los debates en el siglo XVII entre los anglicanos, puritanos y separatistas por un lado y los bautistas ingleses por el otro. 

Con la excepción de los documentos de Qumrán y una mayor información acerca del bautismo de los prosélitos judíos, el debate involucra prácticamente a los mismos temas. Los defensores de ambos bandos hacen uso particular de materiales veterotestamentarios, neotestamentarios y patrísticos.

Argumentos a favor del paidobautismo

Los argumentos principales en apoyo de la práctica del paidobautismo pueden ser resumidos de la siguiente manera:

En primer lugar, la antigüedad de la práctica es presentada como evidencia de su validez. Lutero, respondiendo a los anabautistas, aseveró que si el bautismo de infantes “fuera un error”, entonces “durante más de mil años no habrían existido ni el bautismo ni la cristiandad, lo que es imposible”. 

En el debate de mediados del siglo XX en cuanto al origen del paidobautismo, Kurt Aland (1915–) concluyó que “nadie puede probar la existencia de un caso de paidobautismo antes del 200 d. de J. C. sobre la base de ‘las fuentes’ ”.

Joachim Jeremias se apoyó en lo que llamó “la fórmula del oikos [hogar]”, es decir, “lenguaje cúltico que posiblemente incluía tanto a los niños como a los adultos”. Sugirió que los niños pequeños de quienes se convertían posiblemente estaban siendo bautizados cuando se escribieron 1 Corintios y Hechos, si bien no existen evidencias que daten del siglo I de que fueran bautizados los hijos nacidos a padres cristianos. 

Jeremias se basaba en una conclusión anterior de Ethelbert Stauffer en cuanto al paidobautismo en los hogares cristianos. Anteriormente Albrecht Oepke había esbozado los lazos que habría tenido el paidobautismo con las religiones mistéricas y los bautismos familiares judíos.

En segundo lugar, sobre todo en las tradiciones católicas y luteranas, se ha afirmado que el paidobautismo es necesario para la remisión de la culpa original que los recién nacidos tienen en cuanto son descendientes de Adán y Eva. La doctrina de la culpa infantil fue formulada por Agustín de Hipona en su controversia con los pelagianos y unida a la doctrina de la eficacia objetiva del sacramento del bautismo. Lutero retuvo la doctrina de la culpa infantil. 

La Fórmula de Concordia (1577) condenó a los anabautistas por enseñar que los niños son “inocentes” y que no son “pecadores” hasta tener “uso de la razón”, de modo que no han de bautizarse hasta que “puedan confesar su fe personalmente”. Más recientemente, Heinrich Vogel defendió el paidobautismo basado en el mismo tipo de argumentación.

En tercer lugar, Lutero desarrolló una doctrina de fe infantil para reforzar y justificar la práctica del paidobautismo, mientras otros defensores del paidobautismo han enfatizado la fe de los padres, de los padrinos y/o de la iglesia. Karl Brinkel ha pasado revista de la doctrina de Lutero a través de cuatro períodos en su vida. 

Lutero basó su argumentación en el salto de Juan el Bautista en el vientre de Elisabet (Lucas 1:41) y la bendición de los niños por Jesús (Mar. 10:13–16 y par.); retuvo la idea de la fe infantil aun al afirmar que la validez del bautismo descansa en la Palabra de Dios. 

Según Calvino, “los infantes son bautizados con vistas al arrepentimiento y la fe futuros, y aunque los mismos no han sido formados todavía, la semilla de ambos yace escondida en ellos por obra secreta del Espíritu Santo”.

En cuarto lugar, especialmente en la tradición reformada, se ha defendido el paidobautismo sobre la base del pacto de gracia en ambos Testamentos y del sacramento veterotestamentario de la circuncisión. 

Empezando con Génesis 17:7, los teólogos reformados a partir de Calvino han hecho del pacto de gracia “el germen, la raíz, el meollo de toda revelación, y consecuentemente de toda la teología”, “especialmente… de la doctrina de los sacramentos”.

La aserción de Calvino a los efectos de que la circuncisión y lo que la reemplazó, el bautismo, tienen una “relación” “anagógica” o celestial pierde validez cuando dice que los dos difieren sólo ceremonialmente.

Marcel ha sostenido que porque los hijos de los cristianos han nacido en el pacto de gracia y son herederos de sus promesas, deben ser bautizados inmediatamente. La interpretación del concepto de la circuncisión por Cullmann ha involucrado una interpretación de “la circuncisión de Cristo” (Col. 2:11) entendida como bautismo cristiano, un criterio que fue refutado por Beasley-Murray. 

Tanto Cullmann como Jeremias concluyeron que el paidobautismo había reemplazado a la circuncisión de los infantes varones. Los opositores del paidobautismo han indicado que la analogía falla con el bautismo de niñas.

En quinto lugar, el paidobautismo ha sido defendido sobre la base de la doctrina de la gracia previa o del amor previo; esto es, el bautismo presupone la acción previa de la gracia de Dios, por consiguiente la fe de los infantes bautizados puede surgir posteriomente.

En sexto lugar, de manera similar Cullmann, citando Marcos 10:38 y Lucas 12:50, ha propuesto el concepto de que la muerte y la resurrección de Cristo constituyen su “bautismo general” y ha concluido que tal bautismo fue ofrecido con entera independencia de la decisión de fe. Por ende, nuestro bautismo en su muerte y su resurrección puede acarrear la fe subsiguiente.

En séptimo lugar, un argumento propio de Cullmann es que puesto que los hijos recién nacidos de padres cristianos pertenecen al reino “universal” de Cristo pero no al cuerpo de Cristo “más estrecho”, para ser aceptados en el cuerpo de Cristo necesitan ser bautizados.

Finalmente, se ha defendido el paidobautismo sobre la base de ciertos pasajes del Nuevo Testamento que no describen el paidobautismo pero son considerados un apoyo del mismo: Marcos 10:14 y par.; Hechos 2:39; 11:14; 16:15, 31, 33; 18:8; 1 Corintios 1:16; 7:14; 10:2; Romanos 5:12–21; 6:1–4; y Colosenses 2:11, 12.

Argumentos a favor del bautismo de creyentes

A continuación resumiremos los principales argumentos en defensa o apoyo del bautismo de los creyentes declarados.

En primer lugar, el silencio del Nuevo Testamento con respecto a algún ejemplo específico del paidobautismo ha sido propuesto como apoyo al bautismo de creyentes. Este argumento presupone que los así llamados bautismos “familiares” no constituyen una evidencia verificable de que los infantes hubieran sido bautizados. 

Aunque Schleiermacher no rotuló de inválido al paidobautismo en la era moderna, no halló rastros del mismo en la era apostólica. Algunos autores bautistas han mantenido que el paidobautismo surgió en la época de Tertuliano, a principios del siglo III.

En segundo lugar, la secuencia predominante en el Nuevo Testamento, que consistía de predicar el evangelio, oír, confesar la fe y bautizarse en agua, ha sido propuesta como una razón central por la cual es válido el bautismo de creyentes y no lo es el bautismo infantil. 

Esta secuencia puede observarse en Marcos 16:16; Hechos 8:35, 36, 38; 16:13, 14, 30–34 y 18:8. En el contexto de una crítica del paidobautismo, dos teólogos reformados notables del siglo XX enfatizaron que solamente las personas creyentes debían ser bautizadas. 

Emil Brunner apeló tanto al principio de justificación por la fe de la Reforma como a un encuentro personal basado en el conocimiento personal entre el yo y el tú. Karl Barth entendió el bautismo como la “representación” de la “renovación” del creyente surgida por su “participación” en la muerte y la resurrección de Cristo.

En cuanto acto de Cristo, la función del bautismo no sería “causativa” (ex opere operato) sino “cognitiva (iluminación). Beasley-Murray concluyó que “en el Nuevo Testamento siempre se toma por sentado que la fe precede al bautismo y que el bautismo es por fe” y por eso “la fe llega al bautismo; no existe la idea de que el bautismo crea la fe”. 

Según H. Wheeler Robinson, el bautismo de creyentes “enfatiza, como ninguna otra interpretación del rito puede hacer, el significado, la necesidad y el carácter individual de la conversión”.

En tercer lugar, algunos textos citados por los paidobautistas a favor del paidobautismo han sido considerados como no aplicables. Primera Corintios 7:14 no contiene referencia alguna al paidobautismo. 

Según Neville Clark (1926–): O bien concluimos que tales niños en virtud de su nacimiento son hechos miembros del cuerpo de Cristo, por lo que el bautismo, en cuanto efectúa tal membresía, es redundante, o bien poseer tal santidad involucra algo más que ser miembro del Nuevo Israel, y no es directamente pertinente al rito iniciador de bautismo.

Del mismo modo, la bendición de los niños por parte de Jesús “nada tiene que ver con el bautismo”. A lo sumo, Marcos relató el incidente para “ilustrar la actitud de Jesús hacia los niños” y para proveer “la enseñanza que los niños tienen que enseñarles a los adultos cómo acercarse a Dios”.

En cuarto lugar, el paidobautismo ha sido ligado indebida e innecesariamente a la doctrina de la culpa original. El paidobautismo en los primeros siglos fue “una práctica en busca de una teología”. Como apunta Clark:

A medida que iba palideciendo la exégesis del Nuevo Testamento, el bautismo se fue relacionando con el pecado de una manera desproporcionada. Basándose en Tertuliano y Cipriano en su doctrina del pecado original, Ambrosio y Agustín superpusieron sobre la misma una teología de la culpa original. El bautismo garantizaba la liberación de esa culpa.

Se han realizado otros intentos significativos de relacionar el pecado de Adán y Eva con nuestro pecado.
En quinto lugar, como muchas veces se ha pretendido, el paidobautismo ha llevado al fenómeno principalmente europeo de la Volkskirche o Staatskirche (iglesia oficial), con sus grandes masas de miembros no practicantes que en efecto han repudiado su bautismo.

Finalmente, según Clark, el caso a favor del bautismo de creyentes no descansa principalmente en la “práctica del Nuevo Testamento” sino más bien en la “teología neotestamentaria”. La persona y la obra de Cristo, la naturaleza y la función de la iglesia, y las últimas cosas deben ser empleadas para desarrollar un fundamento amplio para el bautismo de creyentes.

Tal vez más que cualquier otro grupo cristiano, los bautistas del sur de los Estados Unidos de América enfrentan un problema agudo por la edad cada vez menor en la que los niños, especialmente de familias cristianas, se bautizan y son recibidos como miembros de la iglesia, una tendencia que algunos ven como un movimiento hacia el bautismo infantil.

SU SIGNIFICADO: ¿SACRAMENTO U ORDENANZA?

El debate entre los defensores del paidobautismo y los del bautismo de creyentes claramente tiene que ver con en el tema del candidato: ¿Quién debe bautizarse? No obstante, tal debate tiende a involucrar otro tema, a saber, el significado del bautismo: ¿Es un sacramento o una ordenanza? Muchas veces, aunque no siempre, entran en conflicto los mismos bandos.

Los paidobautistas casi siempre están dispuestos a identificar el bautismo cristiano como un “sacramento”. El significado preciso que se le atribuya al término ha llevado a divergencias. 

Algunos pensadores, especialmente en las tradiciones católica romana, ortodoxa oriental, anglicana y luterana, entienden por “sacramento” un medio objetivo por el que es otorgada la gracia divina, la remisión de los pecados y la regeneración. 

El sacramento efectúa lo que debe efectuar, si bien puede decirse que también es necesaria la fe. Otros pensadores, especialmente aquellos que pertenecen a la tradición reformada, ven el bautismo como un sacramento principalmente en el sentido de un signo y sello del pacto de gracia. 

Aun en la tradición del movimiento restauracionista norteamericano surgido de Thomas y Alexander Campbell y otros, el bautismo del creyente por inmersión ha sido virtualmente un sacramento.

El bautista Beasley-Murray ha usado favorablemente el término “sacramento” como un “símbolo con poder” y como encarnación del evangelio de Cristo, señalando que el Cuarto Evangelio contiene una “enseñanza sacramental de profundísimo significado”.

Por el otro lado, en la tradición del bautismo de creyentes generalmente el bautismo ha sido identificado como “ordenanza”. El término sugiere tanto que el bautismo ha sido ordenado, mandado o establecido por Jesucristo como que su naturaleza primaria es simbólica. 

En las confesiones de fe bautistas del período que se extiende del siglo XVII al siglo XX se encuentran varias declaraciones del significado del bautismo en cuanto ordenanza: es un signo de la identificación del creyente con la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús; es un signo externo de una purificación interior o de la remisión de los pecados; es un signo de la resurrección escatológica de los creyentes; es un signo de la entrada en el cuerpo de Cristo; es un testimonio tanto a creyentes como a incrédulos; y es un acto de obediencia a Jesucristo.

 La imponente investigación de Markus Barth, con su crítica del sacramentalismo y de los medios de gracia, tiene como vocablo característico —según Moody— el Gehorsamsakt o acto de obediencia.

LA (S) MODALIDAD (ES)

Tres modalidades principales han sido empleadas para poner en práctica el bautismo: la inmersión o sumergimiento del cuerpo entero en agua; la afusión o derramamiento de agua en la cabeza; y la aspersión o rociamiento de la cabeza con agua. Teológicamente hay poca diferencia entre la afusión y la aspersión. 

Después del descubrimiento de la Didajé, se ha hecho referencia al permiso que otorga tal documento a la afusión en lugar del bautismo en “agua viva” cuando la misma no está disponible. Aparentemente, la tradición británica reformada durante la era de la Reforma fue la principal responsable del abandono de la inmersión como modo opcional, si bien durante el siglo XX en las denominaciones paidobautistas no inmersionistas se ha cumplido con los pedidos de quienes desean bautizarse por inmersión. 

La afusión y la aspersión han sido defendidas sobre la base de la validez de una pluralidad de modalidades y sobre el fundamento de que el significado primordial del bautismo es la purificación del pecado.

La inmersión ha sido defendida sobre la base de por lo menos cuatro argumentos. En primer lugar, se ha afirmado que baptizein significa “zambullir, hundir o sumergir” y que se usan otros verbos griegos para expresar la afusión y la aspersión. 

En segundo lugar, se aduce que algunas descripciones del bautismo o alusiones al mismo en el Nuevo Testamento (Juan 3:23; Hech. 8:38, 39) parecen sugerir la inmersión. 

En tercer lugar, la continuidad de la práctica de inmersión hasta avanzada la Edad Media en Occidente y en la ortodoxia oriental hasta la actualidad insinúa que la inmersión tiene una larga historia. 

En cuarto lugar, se ha argüido que la inmersión es necesaria para simbolizar la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo, así como la identificación del bautizado con ellas (Rom. 6:1–4).

Dos formas de inmersión han sido practicadas: la triple y la simple. La primera incluye tres inmersiones y emersiones del cuerpo, cada una identificada con una persona de la Trinidad; la segunda involucraba una sola inmersión. La triple inmersión surgió en respuesta a la controversia arriana. 

Se construyeron bautisterios en las iglesias a partir del siglo IV. Tanto la triple aspersión como la triple inmersión fueron promulgadas como aceptables por el Concilio de Ravenna (1311); a partir del siglo XVIII, la triple inmersión ha llegado a ser la práctica distintiva de la tradición de los Hermanos.

La recuperación de la modalidad de la inmersión llegó a través del socinianismo polaco, los rhinsburgueses o colegiantes, en Holanda y los bautistas particulares en Inglaterra. 

En el protestantismo estadounidense entre 1830 y 1930, varias denominaciones que nacieron durante ese siglo empezaron o continuaron con la práctica del bautismo por inmersión de los creyentes: los adventistas del séptimo día (1845), los Hermanos menonitas (1869–74), la Iglesia de Dios y las Asambleas de Dios (1914).

Está en disputa si durante la era patrística los bautizandos estaban desnudos, parcialmente desnudos o vestidos, pero posteriormente a la Reforma se ha estilado bautizarse vestido.

Hay por lo menos dos ocasiones en el Nuevo Testamento en las que se les impusieron las manos a los bautizados inmediatamente después de su bautismo (Hech. 8:17, 18; 19:5, 6; Heb. 6:2). En el capítulo 8 de Hechos el don del Espíritu Santo siguió a la imposición de manos; en Hechos 19 fue seguida por el hablar en lenguas. 

Tal imposición de manos fue distinta de la imposición de manos a los ancianos o diáconos. El surgimiento del paidobautismo aparentemente contribuyó a la separación entre el bautismo en agua y el bautismo en el Espíritu. El resultado fue un nuevo sacramento: la confirmación. Durante los siglos XVII y XVIII en Inglaterra y en América del Norte hubo bautistas que enseñaron y practicaron como obligación cristiana la imposición de manos a los nuevos creyentes después del bautismo, asociándola generalmente con la recepción del Espíritu Santo.

El anglicanismo, especialmente durante el siglo XX, ha enfrentado el problema de los “comulgantes no confirmados” o bautismos no completados por la confirmación, lo que ha llevado a la necesidad de clarificar el papel de la confirmación. G. W. H. Lampe ha dudado que el don del Espíritu Santo pueda ser conferido a través de la confirmación episcopal; L. S. Thornton lo ha afirmado. 

Gregory Dix (1901–52) ha fomentado la restauración de la integridad primitiva entre bautismo y confirmación. Albert Theodore Eastman (1928–) ha enfatizado que el bautismo es la ordenación a la principal orden del ministerio.

EJERCICIO DEL BAUTISMO

El tema del ejercicio del bautismo, que a veces resulta controvertido, encuentra poca base bíblica para su resolución y tiende a reflejar el impacto de la tradición, tanto denominacional como cultural. En la Iglesia Católica Romana aunque un sacerdote ordenado o un obispo normalmente administra el bautismo, en casos de emergencia puede bautizar un laico (hombre o mujer) e inclusive un no católico.

De manera similar, entre los bautistas el bautismo normalmente es administrado por el pastor en representación de la congregación. 

Entre los bautistas del sur de los Estados Unidos de América, el tema de la administración correcta se desarrolló históricamente como respuesta al impacto del landmarquismo, una tendencia eclesiológica bautista decimonónica, de carácter formal y sucesionista, que tuvo por padre a James Robinson Graves (1820–93) y otros y fue una respuesta a las prácticas inmersionistas de los Discípulos de Cristo y de las Iglesias de Cristo. Donde ha cundido la influencia del landmarquismo, las iglesias de los bautistas del sur se han negado a aceptar como ordenanza eclesial válida cualquier inmersión de creyentes administrada por una denominación no bautista. Los landmarquistas las denominaban “inmersiones extrañas” y exigían el rebautismo. Donde no ha existido la influencia del landmarquismo o ha sido de menor peso, las iglesias de los bautistas del sur no han tendido a exigir este tipo de reinmersión.

Los esfuerzos por reparar —a través del rebautismo— los defectos en bautismos previos considerados incompletos o inadecuados, que se han dado en algunas iglesias bautistas, han causado conflictos. ¿Resulta de más valor reparar un bautismo por reinmersión que la secuencia temporal inmediata de fe, conversión y bautismo que en muchos casos se pierde al rebautizar? Los intentos de reparar la práctica defectuosa del paidobautismo se han demorado debido a la vía gradual de Karl Barth, que si bien era crítico del paidobautismo, deseaba limitar la restitución del bautismo de creyentes a la generación venidera, excluyendo así a todos los cristianos actuales que habían recibido el bautismo como infantes.

La mayoría de los bautistas en los Estados Unidos de América se han resistido a aceptar la propuesta doble de Beasley-Murray, orientada a la situación inglesa, según la cual las iglesias bautistas deberían aceptar como miembros sin administrarles la inmersión a quienes ya fueron bautizados por aspersión o afusión y deberían recibir como miembros sin administrarles el bautismo como adultos a quienes fueron bautizados como infantes y más tarde se unieron a una iglesia por medio de una profesión de fe.

La Iglesia Pentecostal Unida bautiza solamente en el nombre de Jesús, no solamente para conformarse al uso en los Hechos de los Apóstoles, sino como expresión de su unitarismo no trinitario del Hijo de Dios.

¿ES NECESARIO EL BAUTISMO?

La pregunta acerca de la necesidad del bautismo cristiano se ha planteado con mayor frecuencia en relación con la regeneración, la remisión de pecados y la salvación. Esto fue precisamente el caso en la controversia en el siglo XIX entre Alexander Campbell y los bautistas. 

En su debate de 1823 con W. A. MacCalla, Campbell, haciendo uso de Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16; 1 Corintios 6:11; y Tito 3:5, insistió en que mientras la “sangre de Cristo realmente lava nuestros pecados”, el “bautismo con agua… los lava formalmente”. “Para cada creyente, entonces, el bautismo es una remisión o purgación de los pecados formal y personal.” Los bautistas de entonces y los de ahora rechazan el hecho de que Campbell limitara cualquier remisión formal al acto de bautismo, con la consiguiente implicación de que cualquier creyente no bautizado estaría excluido de recibir la remisión formal.

Hechos 2:38 hace un uso “causal” o “retrospectivo” de la preposición griega eis; esto significa que “bautizado… para perdón de vuestros pecados” es análogo al “os bautizo en agua para arrepentimiento” de Juan el Bautista (Mat. 3:11), y al hecho de que los “hombres de Níneve… se arrepintieron ante la proclamación de Jonás” (Mat. 12:41). Para refutar la posición de Campbell se ha citado adicionalmente el caso del ladrón arrepentido en la cruz (Luc. 23:43). Beasley-Murray, después de examinar las dudas de los eruditos sacramentales a los efectos de que “una fe salvadora pueda existir sin el bautismo”, y después de notar lo compleja que es la relación del bautismo con el don del Espíritu Santo en Hechos, concluyó “que es deseable evitar el uso del término ‘necesario’ al considerar el significado del bautismo”. A lo sumo, el bautismo involucra “una necessitas praecepti o una necesitas non absoluta sed ordinata”.

Nos corresponde, por consiguiente, darle una gran importancia al bautismo. Nos es dado como un lugar de encuentro del pecador con su Salvador; no lo despreciará quien lo ha encontrado allí. Pero en el último caso es solamente un lugar: su gloria el Señor mismo, así como es su gracia. ¡Qué la gloria sea a quien le pertenece!

El tema de la necesidad ha surgido en relación con la perpetuidad del bautismo, es decir, la obligación de continuarlo como práctica. Los cuáqueros se han opuesto a tal perpetuidad y han sostenido la perpetuidad del bautismo del Espíritu. El verdadero bautismo cristiano (Hech. 1:5; 11:16) sería por el Espíritu, no el bautismo por agua que ya era practicado por los paganos antiguos. 

La fórmula bautismal de Mateo 28:19 habría sido “un concepto humano de fecha tardía” y ni Pablo ni Pedro habrían recibido la comisión de bautizar en agua. Jesús mismo no bautizó con agua, y si bien por un tiempo corto lo sancionó por su presencia, habría clavado en la cruz al bautismo en agua y las otras ordenanzas judías. Cabe señalar, sin embargo, que la práctica del bautismo en agua perduró. Si bien los paulicianos, bogomilos, cátaros y albigenses parecen haber rechazado el bautismo en agua, solamente pueden sostenerse tales argumentos suponiendo una total antítesis entre el agua y el Espíritu, lo que contradice a Juan 3:5.

MEMBRESIA DE LA IGLESIA

Las iglesias que practican el bautismo de creyentes por inmersión y que no practican la confirmación, han tenido que preguntarse qué relación debe tener el bautismo con el ingreso a la membresía de la iglesia. La gran mayoría de las iglesias bautistas ha contestado esta pregunta al insistir en que, salvo algún impedimento físico, tal bautismo es necesario para ser miembro de una iglesia bautista. Esta es la posición de la membresía estricta o cerrada.

Una minoría de iglesias bautistas consideran que el bautismo de creyentes por inmersión no es esencial para ingresar a la membresía de una iglesia bautista, es decir, que pueden aceptarse aquellos que han recibido alguna otra clase de bautismo y desean unirse con una congregación bautista. Esta es la postura de la membresía abierta.

Entre los discípulos de Cristo, el tema de la membresía estricta y abierta ha causado divisiones. Se han mantenido tres posturas: la estricta, la abierta y la “ecuménica”: según esta última, el bautismo no necesita tomarse como puerta de entrada a la iglesia, por lo que todos los que profesan la fe en Cristo son bienvenidos, si bien la inmersión sería el modo de administrar el bautismo. Las tres posturas tienen sus orígenes en los primeros años de la “fraternidad” o movimiento; la controversia en torno a este tema contribuyó a la división entre los “cooperativos” (Discípulos de Cristo) y los “independientes” (Iglesias Cristianas Independientes) c. 1950

ECUMENISMO

Durante la segunda mitad del siglo XX, los bautistas y los Discípulos de Cristo han estado cada vez más compenetrados con el diálogo interconfesional o ecuménico sobre el bautismo cristiano. Gran parte de este diálogo ha tenido lugar en el ámbito del Consejo Mundial de Iglesias y de ciertos Consejos Nacionales de Iglesias. 

La Unión Bautista de Gran Bretaña e Irlanda así como las Iglesias Bautistas Americanas (“bautistas del norte” de Estados Unidos) han estado especialmente involucradas. Algunos eruditos bautistas han escrito estudios importantes sobre el bautismo en el contexto del intercambio erudito transconfesional y el diálogo eucuménico. 

Aunque tales escritos no son declaraciones bautistas oficiales y pueden no ser representativos de la comunidad bautista en el sentido más amplio, sirven para ayudar tanto a los bautistas como a los que no lo son a identificar los aspectos de la teología y la práctica del bautismo que los bautistas pueden volver a considerar o alterar, y los aspectos en que los bautistas encontrarían una base bíblica y/o un fundamento teológico para retener y reafirmar su postura.

Ciertos cuerpos bautistas han participado en la formulación del llamado “Documento de Lima” del Consejo Mundial de Iglesias, titulado Bautismo, Eucaristía y Ministerio, y han respondido al mismo.

CULTURA

El bautismo cristiano fue contracultural durante la era neotestamentaria, la edad patrística preconstantiniana, durante el siglo XVI en adelante entre los anabautistas, a partir del siglo XVII entre los bautistas ingleses y los primeros bautistas norteamericanos, en la mayoría de las naciones de Asia y Africa durante los siglos XIX y XX y en la Unión Soviética, China y Europa Oriental durante gran parte del siglo XX. 

Marcaba una ruptura radical con la familia, la antigua religión, la religión estatal, la tribu y/o el clan. El hecho de someterse al bautismo cristiano significaba una decisión costosa de naturaleza irreversible, que conllevaba consecuencias serias. Sin embargo, dentro de la cristiandad europea durante muchos siglos y en gran medida en el protestantismo norteamericano y el catolicismo romano norteamericano y latinoamericano, el bautismo cristiano ha sido un acto que ha tenido la aprobación de la cultura y que se tornó casi una expresión de la cultura. Por consiguiente, se tornó un paso menos decisivo y menos costoso. 

Aquí radica uno de los mayores desafíos relativos al bautismo en la actualidad.

En resumen, hemos explorado las diferencias entre los sacramentos/las ordenanzas en cuanto a su naturaleza, su cantidad y su perpetuidad. Hemos examinado seis posibles antecedentes del bautismo cristiano:

  • la circuncisión judía.
  • los lavamientos del Antiguo Testamento.
  • las acciones simbólicas de los profetas del Antiguo Testamento.
  • los lavamientos de Qumrán.
  • el bautismo judío de prosélitos
  • y el bautismo practicado por Juan el Bautista.

Asimismo, hemos prestado atención al bautismo de Jesús, sus acciones y dichos acerca del bautismo, y al bautismo según los Hechos de los Apóstoles, las epístolas paulinas, las epístolas generales y las epístolas juaninas. 

Por otra parte, hemos planteado preguntas acerca de la doctrina y la práctica del bautismo cristiano y hemos propuesto respuestas de índole tanto histórica como contemporánea. 

Hemos explicado en detalle los argumentos respectivos a favor del paidobautismo y el bautismo de creyentes y hemos tratado asimismo el significado del bautismo, su modalidad, su práctica, su necesidad, su relación con el ingreso a la membresía de la iglesia, su significado ecuménico y su influencia cultural.

Conclusiones

El debate sobre el paidobautismo continúa siendo relevante en la teología y la práctica eclesial contemporáneas. Independientemente de la postura que se adopte, es importante reconocer que el bautismo es un sacramento significativo que simboliza la unión del creyente con Cristo en su muerte y resurrección (Romanos 6:3-4). Más allá de las diferencias en la práctica, la unidad en Cristo debe ser el enfoque central de la vida y la misión de la Iglesia.

Al reflexionar sobre la práctica del paudobautismo, surge una pregunta fundamental: ¿Qué significa realmente el bautismo en relación con la vida de la iglesia? Si consideramos que el bautismo es el paso inicial hacia la comunidad cristiana, entonces es imperativo profundizar en la comprensión de lo que implica ser miembro de la iglesia. 

Este interrogante nos invita a explorar más a fondo la naturaleza misma de la membresía eclesial, sus responsabilidades y compromisos. Así, al finalizar este análisis, nos quedamos con la reflexión sobre la esencia del bautismo y su conexión con la vida y misión de la iglesia, instando al lector a considerar cuidadosamente su propia relación con la comunidad de creyentes.

Oh Dios, en medio de nuestras reflexiones sobre el bautismo y la membresía eclesial, te pedimos sabiduría y discernimiento para comprender tu voluntad en nuestras vidas y en la comunidad de fe. Ayúdanos a profundizar en nuestra comprensión de la gracia y el propósito del bautismo, y guíanos mientras buscamos vivir de acuerdo con tu palabra y tus enseñanzas. Amén.

EL PAIDOBAUTISMO

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Yo sé, por triste experiencia, lo que es estar apaciblemente dormido con una paz falsa; por mucho tiempo yo estuve apaciblemente dormido y por mucho tiempo pensé que era cristiano; sin embargo, no sabía nada del Señor Jesucristo.

George Whitefield

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