¿Qué es pecado? El pecado tuvo su origen en el huerto de Edén cuando Eva, siendo engañada por la serpiente, comió el fruto prohibido. Adán no fue engañado, pero de todos modos comió del fruto. El hombre se hizo pecador por oír, creer y obedecer una mentira predicada por el diablo mismo a través de la serpiente (Génesis 3:1–8).
Este acto de desobediencia introdujo el pecado al mundo. El pecado, a su vez, trajo la muerte. Jehová Dios había dicho:
“… porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17b). En este acto, Adán y Eva dejaron de ser puros y santos. Perdieron su bellísimo hogar en el huerto de Edén. Perdieron la presencia inmediata de Dios y, eventualmente, perdieron sus vidas físicas. De este modo, la malvada huella del pecado comenzó a torcer su inicuo camino a través de la historia del hombre. El pecado es universal. Cristo Jesús es la única excepción (Romanos 3:23; 1a de Pedro 2:22).
¿Qué es pecado?
Para responder a la pregunta “¿Qué es pecado?”, consideremos las palabras griegas que se traducen pecado. Sus respectivos significados serán útiles para entender pecado.
Palabras traducidas pecado
El pecado es desobediencia (ilegalidad, desorden).
La palabra griega anomia significa “quebrantar o violar la ley de Dios”. Es oposición a y negligencia sobre la ley de Dios. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1a de Juan 3:4). Esto está ilustrado en las acciones de Adán y Eva. Algunos han preguntado burlonamente: “¿Por qué hacer que el destino del mundo dependa de una circunstancia tan trivial como el comer una manzana?” Hay dos errores en esta pregunta: En primer lugar, en la Biblia no se nos dice que fue una manzana, sino que simplemente se refiere al “fruto” (Génesis 3:3). En segundo lugar, comer del fruto prohibido no era un asunto trivial. Esta pregunta manifiesta una total ignorancia acerca del propósito de la prohibición de Dios y la gravedad de la acción de Eva y Adán. Dios tuvo un propósito doble al establecer el árbol prohibido:
a) Dominio propio.
El hombre fue creado con libre albedrío: [Del lat. liberum, libre + arbitrium, juicio] Capacidad que el ser humano tiene de optar entre el bien y el mal. La voluntad humana, aunque libre, está sujeta a la soberanía divina. De las consecuencias de nuestras opciones jamás estaremos libres. Si con ellas violamos los mandamientos divinos, seremos llamados a dar cuentas ante aquel que nos concedió tal regla. Y si sobrepasamos los límites que nos trazó el Señor, el libre albedrío acaba por perjudicar la libertad de elección del prójimo. Como guardián de nuestras libertades, el Todopoderoso no tolera semejante abuso.
¿Podría usar esta libre voluntad en forma madura? ¿Podría el hombre ejercer dominio propio en su uso? Esta es la primera prueba de la práctica del hombre de esta nueva libertad y poder.
b) Lealtad a Dios.
Cada gobierno humano tiene alguna prueba para determinar la lealtad y la deslealtad. Dios no pudo haber indicado la mejor y más adecuada prueba sobre la lealtad del hombre hacia él que la que le puso. Primero: fue sencilla y muy fácil de entender. Hubo solamente un árbol prohibido. El mandamiento fue claro: “no debes comer de él, ni tocarlo”. Ningún ser racional entendería mal lo que requería este mandamiento. Segundo: se diseñó para que cualquier desobediencia se originara en un espíritu de rebelión o deslealtad. Como todos los mandamientos positivos, esto dependería solamente del amor y del espíritu de obediencia del hombre a Dios. Por ejemplo, hablando en forma racional, no parecía haber ninguna razón porqué Adán y Eva no comieran de este árbol. Era hermoso al mirarlo, era bueno para comer y codiciable para alcanzar la sabiduría. Entonces cuando él lo prohibió, la verdadera razón para no comer sería acatar la palabra de Dios. Igualmente, si ellos comían, era un claro caso de desobediencia a la palabra de Dios.
Esta prueba de lealtad no fue la causa de la deslealtad de ellos, simplemente fue la ocasión y la probación tocante a ello. Adán y Eva se habían rebelado en sus corazones contra Dios; al comer el fruto simplemente revelaron esta rebelión. Esta es la esencia de todo pecado y por lo tanto ilustra la verdadera maldad del pecado.
Pecado es infracción a la ley de Dios.
La palabra griega paralthon significa “infringir, transgredir o traspasar la ley” de Dios; no hacer caso del límite divino entre el bien y el mal. Es una violación al dominio de otro: la ley de Dios. El hijo mayor en la parábola del Hijo Pródigo usa esta palabra cuando le dice al padre que él nunca ha desobedecido (transgredido) uno de sus mandamientos (Lucas 15:29).
David calificó el pecado que cometió con Betsabé como rebelión (transgresión o infracción) cuando oró a Dios que tuviese misericordia de él y “borra mis rebeliones” (Salmos 51:1).
Pecado es “errar el blanco”.
La palabra “amartia” significa “errar el blanco”, errar o no lograr el patrón divino de perfección: el objetivo de Dios. El apóstol Pablo ilustra esto en Romanos 3:23, al decir: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos los hombres pecan alguna vez y no llegan a cumplir el propósito divino en el mundo de glorificar a Dios (Isaías 43:7; 1a a los Corintios 6:20; 1a de Pedro 2:9). La flecha o el proyectil no da en el blanco. El hombre en sus esfuerzos por vivir justamente no lo logra alcanzar y, por lo tanto, como la flecha o el proyectil, no alcanza o yerra el blanco que es la perfección. A esto se le llama pecado.
Estas palabras describen los pecados de comisión (perpetración), cuando uno en realidad viola un mandamiento de Dios.
No hacer el bien: Omisión
Uno puede pecar también siendo indiferente a los mandamientos de Dios. Santiago escribió: “y al que sabe hacer lo bueno (lo recto), y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Dejar de hacer lo que es bueno o ser indiferente y despreocupado a lo que Dios ha dicho es pecado. En la parábola de las ovejas y los cabritos, los que quedaron del lado de los “cabritos” eran culpables de este tipo de pecado (Mateo 25:31–46). ver Mateo 25:14–30; Lucas 16:19–31.