LA SANGRE DE CRISTO [Apocalipsis 7:13-17]

LA SANGRE DE CRISTO
Tabla de contenidos

¿Qué significa la sangre de Cristo?

La sangre de Cristo representa todo lo que Cristo hizo por nosotros y quiere decir para nosotros en Su vida y en Su muerte. Con esto en mente veamos lo que el Antiguo y Nuevo Testamento dicen acerca de esa sangre.

Apocalipsis 7:13-17

13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

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SIGNIFICADO DE LA SANGRE DE CRISTO

Este pasaje (Apocalipsis 7:13-17)  habla de la sangre del Cordero. El Nuevo Testamento tiene mucho que decir acerca de la sangre de Jesucristo y debemos poner cuidado para darle a esta frase todo su significado.

Para nosotros sangre quiere decir muerte, y no cabe duda que la sangre de Jesucristo indica Su muerte. Pero para los judíos la sangre representaba la vida. Por eso los judíos ortodoxos no comían —ni comen— nada que contenga sangre (Génesis 9:4).

La sangre es la vida, y la vida pertenece a Dios; y la sangre se Le ha de sacrificar a Él. La identificación de la sangre con la vida es algo natural. Cuando uno se desangra, pierde la vida. Cuando el Nuevo Testamento habla de la sangre de Jesucristo no quiere decir solo Su muerte, sino Su vida y muerte.

La sangre de Cristo representa todo lo que Cristo hizo por nosotros y quiere decir para nosotros en Su vida y en Su muerte. Con esto en mente veamos lo que el Antiguo y Nuevo Testamento dicen acerca de esa sangre.

Es la sangre de Jesucristo lo que nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Es la sangre de Jesucristo lo que hace expiación por nosotros (Romanos 3:25), y es mediante Su sangre como somos justificados (Romanos 5:9). Es por Su sangre como tenemos redención (Efesios 1:7), y somos redimidos con la preciosa sangre de Cristo como de un cordero sin mancha ni contaminación (1 Pedro 1:19). Es mediante Su sangre como obtenemos la paz con Dios (Colosenses 1:20). Su sangre purifica nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios viviente (Hebreos 9:14).

Hay aquí cuatro ideas, y de la primera es de la que se derivan las otras.

  • La idea principal está basada en el sacrificio.

El sacrificio es esencialmente algo designado para restablecer la relación perdida con Dios. Dios da al hombre Su Ley. El hombre quebranta esa Ley. Eso interrumpe la relación con Dios. El sacrificio está diseñado para compensar esa ruptura y restaurar la relación perdida. La gran Obra de Jesucristo en Su vida y en Su muerte es restaurar la relación perdida entre Dios y el hombre.

  • Esta Obra de Cristo tiene que ver con el pasado.

Obtiene para el hombre el perdón de sus pecados pasados y le libera de la esclavitud al pecado.

  • Esta Obra de Cristo tiene que ver con el presente.

Le da al hombre aquí y ahora, en este mundo, a pesar del fracaso y del pecado, una relación nueva e íntima con Dios, en la que el miedo desaparece y el amor es el vínculo.

  • Esta Obra de Cristo tiene que ver con el futuro.

Libera al hombre del poder del mal y le capacita para vivir una vida nueva en el tiempo por venir.

EL SIGNIFICADO DE LA SANGRE DE CRISTO

El Nuevo Testamento relaciona con frecuencia la sangre de Cristo con nuestra redención. Por ejemplo, Pedro dice: 

«Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto» (1 P 1:18–19).

La sangre de Cristo es la clara evidencia externa de que derramó su sangre cuando murió en sacrificio para pagar nuestra redención: «la sangre de Cristo» significa su muerte en sus aspectos salvadores. Aunque nosotros podemos pensar que la sangre de Cristo (como evidencia de que dio su vida) tendría referencia exclusiva a la eliminación de nuestra culpa judicial ante Dios —porque esa es su referencia primaria— los autores del Nuevo Testamento también le atribuyen otros varios efectos. Nuestras conciencias son purificadas mediante la sangre de Cristo (He 9:14), tenemos acceso libre a Dios en adoración y oración (He 10:19), somos purificados progresivamente del pecado que queda (1 Jn 1:7; Ap 1:5b), podemos conquistar al acusador de los hermanos (Ap 12:10–11), y somos rescatados de una manera pecaminosa de vivir (1 P 1:18–19).

Las Escrituras hablan tanto acerca de la sangre de Cristo porque su derramamiento fue una clara evidencia de que su vida fue entregada en una ejecución judicial (es decir, fue condenado a muerte y murió pagando el castigo impuesto tanto por un juez humano como por Dios mismo en el cielo). El énfasis de las Escrituras en la sangre de Cristo lo vemos también en la relación clara entre la muerte de Cristo y los muchos sacrificios en el Antiguo Testamento que involucran el derramamiento de la sangre viva del animal sacrificado. Todos estos sacrificios señalaban hacia el futuro y prefiguraban la muerte de Cristo.

LA SANGRE EN LOS SACRIFICIOS LEVÍTICOS

Un hecho fundamental y eterno

El Cordero que fue inmolado

desde la fundación del mundo

(Ap. 13:8)

Leer 1 Pedro 1:18–20, especialmente: “Un cordero … ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos…”

Antes de la caída, pues, Dios ya había ordenado la victoria sobre el mal por medio del sacrificio de Cristo. He aquí la base para todo perdón, toda justificación del pecador, en el Antiguo Testamento. No era manifiesto hasta efectuarse la obra de la cruz en “la consumación de los siglos” (He. 9:26; Ro. 3:25–26). Pero lo que Dios determina ya es un hecho, sea o no visible ante los ojos de los hombres.

Los primeros bendecidos: Adán y Eva

Los que primero pecaron fueron también los primeros salvados. Sin duda hay hondo significado en el hecho de que Dios buscara a la pareja pecadora por su iniciativa de gracia, y que luego los vistiera con las túnicas de pieles (Gn. 3:9, 21). El significado de las túnicas de pieles ha de determinarse a la luz de toda la doctrina de la redención y de la justificación a través de las Escrituras. Supone, pues, que la sangre de víctimas inocentes había corrido, haciendo posible que los pecadores fuesen vestidos en la presencia de Dios.

La doctrina del sacrificio pertenece, pues, a los principios de la raza y respondía a la necesidad urgente del primer pecado.

El sacrificio de Abel (Gn. 4:4)

Caín obró por propia voluntad, calculando él mismo lo que sería agradable a Dios y fracasando en sus pensamientos religiosos y carnales. Abel obró según la revelación que probablemente ya había sido dada a Adán y a Eva, siendo su ofrenda por lo tanto un acto de fe: Recibió una palabra divina y obró en consecuencia (He. 11:4). No se dice que el cordero fuese inmolado, pero todo el tenor de las Escrituras nos lo hace suponer.

El significado de la sangre

Al llegar a los tiempos de Noé vemos firmemente establecido el concepto de sacrificio, especialmente como holocaustos (Gn. 8:20–21). También se había revelado que la sangre equivale a la vida (Gn. 9:4).

La sangre derramada de la víctima representaba la vida que se dio en el altar en expiación por el que hacía la ofrenda, y por eso, en la antigua dispensación, había de considerarse como sagrada y no había de comerse.

La definición más clara del valor simbólico de la sangre se halla en Levítico 17:11.

Es la sangre que hace la expiación porque es la vida. La sangre en las venas derramada en sacrificio es la vida entregada o la muerte consumada. Son pensamientos de gran valor que iluminan todo el uso de la palabra sangre, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Los sacrificios de los patriarcas

Abraham (Gn. 12:7–8; 13:18; etc.)

El jefe de la tribu funcionaba como sacerdote. En Génesis 12:7–8 Abraham “edificó … un altar a Jehová que le había aparecido … e invocó el nombre de Jehová”. Vemos que tales sacrificios se asociaban de forma natural con la adoración y con la petición que Dios le favoreciera según sus promesas. Todo hace pensar en una revelación original, que quizá se reiteraba. Véase Génesis 15:9: “Tráeme una becerra de tres años…”

Isaac (Gn. 26:23–25)

En Beerseba. El sacrificio se relaciona de nuevo con una visión de Jehová y con la invocación de su nombre.

Jacob (Gn. 35:7; 46:1)

Nótese: “Edificó un altar allí … porque Dios se le había aparecido.”

Job

Sacrificios por los hijos en Job 1:5 y otros ofrecidos por los amigos en presencia de Job (42:8). Clara idea de la expiación de los pecados. Esto ocurría en los tiempos de los patriarcas, pero fuera de Israel.

Israel en Egipto

Se entiende que el pueblo continuaba sacrificando animales por lo que Moisés dijo a Faraón en Éxodo 10:26.

La Pascua

La idea de un sacrificio que acompañara la liberación de Israel no sería extraña al pueblo, pero Dios quiso dar a la Pascua inusitada solemnidad, por lo que llega a encerrar mucha de la enseñanza típica asociada con ofrendas de sangre. Dios había de obrar con poder a favor de su pueblo, pero habían de señalar a la vez que todos estaban bajo sentencia de muerte y que un sacrificio inocente había de ser inmolado a favor de todos. La idea del sacrificio expiatorio, pues, se halla incorporada en la institución fundamental de la nación y se detalla en el momento en que la multitud de las tribus adquiere nacionalidad por el Éxodo.

 Características de la Pascua.

Varias son las características que se destacan en esta ordenanza: 1) ordenado por Dios (Ex. 12:1–3); 2) cada padre de familia tenía que obedecer y proteger a los suyos por la sangre (Ex. 12:3); 3) el cordero había de ser sin tacha y guardado hasta el día catorce (Ex. 12:5–6); 4) tenía que ser degollado (Ex. 12:6); 5) la sangre había de ser recogida en un tazón (Ex. 12:7 con 22); 6) la sangre tenía que ser aplicada a los postes y al dintel de las puertas con manojos de hisopo (Ex. 12:7 con 22); 7) nadie tenía que salir de la casa, o sea de la protección de la sangre, durante toda la noche. (Ex. 12:22); 8) la sangre servía de señal de que la muerte ya se había efectuado en el caso de los israelitas obedientes, protegiéndoles de la “herida” del ángel destructor (Ex. 12:12–13 con 23); 9) dentro de la casa los protegidos por la sangre comían el cuerpo asado del cordero (Ex. 12:8–9); y 10) la Pascua fue principio de los meses, del año y de su historia nacional (Ex. 12:2).

 La Pascua histórica y la Pascua perpetua.

En el capítulo 12 hallamos en primer término las instrucciones inmediatas, pues los israelitas tenían que comer con prisa, ceñidos y preparados para el viaje inmediato. En Éxodo 12:12–20 se instituye la celebración de la Pascua perpetua para todas las generaciones de Israel, señalándose una serie de días festivos (siete) inaugurados por el sacrificio de la Pascua y continuados por los días ázimos, cuando comían pan sin levadura El énfasis recae aquí sobre la ausencia de levadura, que era símbolo de pecado.

 

La Pascua recoge el tema de los sacrificios anteriores y prepara el terreno para el sistema levítico. La idea de la redención por la sangre se entrelaza con los primeros momentos de la vida nacional de Israel. Se subraya al aspecto familiar e individual. La idea de sustitución se destaca claramente, ya que había muerte en todas las casas de Egipto, sólo que en las de los israelitas murió el cordero y no el primogénito, representativo éste de toda la nación de Egipto.

Los sacrificios al pie del monte Sinaí (Éx. 24:3–8 con He. 9:18–22)

Sacrificios antes de Sinaí

Es evidente que había sacrificios, y es probable que los jóvenes primogénitos actuaban de sacerdotes.

 La promulgación de la ley y su aceptación por el pueblo

La promulgación de la ley, que el pueblo aceptó, lo expuso a la ira de Dios a causa de la ley quebrantada (Ex. 19:7–13). Al describir los preceptos, Moisés se apresuró a ordenar sacrificios, rociando el altar, el libro del pacto y al pueblo. Fue como un acto preliminar que anticipó todo el ritual de “cubrir” el pecado por medio de la sangre, que es la característica más destacada del régimen levítico. En Hebreos se comenta: “Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.” Recordemos que la sangre siempre habla del valor total de la obra de expiación del Calvario.

La ley y el tabernáculo en el libro de Éxodo

Cualquier lector del libro de Éxodo ve como se entrelaza la entrega de la ley (con el pacto legal), el pecado del pueblo que deshizo el pacto en su parte humana y las instrucciones para erigir el tabernáculo con el fin de proveer el sacerdocio y los sacrificios correspondientes. Todos los pueblos tenían sistemas de culto basados en sacrificios, que hemos visto como la degradación de una revelación primigenia, pero en el caso de Israel Dios ordenó lo que se había de hacer, y en el fondo se halla “el cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo” (Ap. 13:8).

  1. Capítulos 19–24: el Decálogo, preceptos y el sacrificio provisional.
  2. Capítulos 25–31: instrucciones para preparar el tabernáculo y el sacerdocio.
  3. Capítulos 32–34: el pecado del becerro de oro, salvándose el pueblo pecador por la intercesión de Moisés, quien alega la virtud del pacto con Abraham y el nombre de Jehová (32:13; 33:1; 32:11–12). Las primeras tablas de la ley se hicieron añicos al pie del monte (32:19), mientras las segundas, escritas ya con miras al sacrificio, se escondieron en el arca del pacto bajo las manchas de sangre del propiciatorio (Dt. 10:1–5).
  4. Capítulos 35–40: la construcción y la consagración del tabernáculo. Aprendemos, pues, que el período legal descansa sobre los sacrificios, que sólo hace posible el régimen disciplinario.

El tabernáculo, el sacerdocio y los sacrificios

El conjunto del sistema responde en símbolo y figura a la pregunta: ¿cómo puede el Dios de justicia morar en medio de un pueblo pecador que transgrede los mandamientos que fueron dados en el monte Sinaí?

Antes de manifestarse la justicia de Dios en la cruz, la contestación resultaría muy difícil (Ro. 3:25–26), pero la construcción del tabernáculo, al par que señala la dificultad, insinúa a la vez la solución.

Características del sistema.

Aquí hemos de enumerar los siguientes temas:

  1. Dios manifestaba su presencia en medio de su pueblo, siendo el arca del pacto una especie de trono.
  2. El arca se hallaba separada del pueblo por medio de cortinas dentro del tabernáculo y las cortinas blancas del patio. Estas constituían una barrera que los israelitas no podían franquear, aparte de entrar hasta el altar de los holocaustos con el fin de inmolar sus sacrificios y ofrendas.
  3. Sin embargo, los sacerdotes podían adentrarse en el lugar santo, y el sumo sacerdote pasaba hasta la misma arca del pacto una vez al año a los efectos de expiar los pecados del pueblo. Idealmente, todos los israelitas habían de construir “un reino de sacerdotes” (19:6), pero en la práctica el pecado les alejaba de Dios y necesitaban mediadores, que, siendo provistos de limpieza ceremonial podían presentarse delante de Dios a favor del pueblo (He. 5:1–4).
  4. Según lo ordenado, los israelitas obedientes podían llevar sus sacrificios, y seguramente consideraban la vida del animal (de su propiedad) como algo suyo. Después del acto de identificación al colocar la mano encima de la cabeza de la víctima veían correr la sangre (la vida dada en expiación) en lugar de su propia vida, siendo “cubierto” el pecado hasta que se hiciera la expiación definitiva. Hemos de entender el ritual a la luz de la Epístola a los Hebreos. No se hacía provisión para los pecados de rebeldía. El simbolismo sólo era eficaz para los sumisos que buscaban el rostro de Dios. Los sacrificios de los rebeldes eran una abominación delante de Dios, como recalcan muchos profetas.
  5. La culminación del sistema es el día de la expiación, el cual consideramos más adelante.

Diferentes tipos de sacrificios

Anteriormente a la ley, las ofrendas eran holocaustos o sacrificios de paz. Con el sistema levítico desarrollado se dan detalles de otras ofrendas, que hallan su correspondencia en los sistemas paganos degradados, pero Dios escoge de todo ello lo que quiere, consagrando aquello que podrá hablar de distintos aspectos del sacrificio de Cristo. Entendemos las líneas generales del significado típico por la Epístola a los Hebreos, etc., pero a la inversa se ilustran muchos aspectos de la obra del Calvario por los símbolos. Es importante que no despreciemos la tipología levítica, por una parte, y que por otra no llevemos la interpretación a extremos inseguros y dogmáticos. También hemos de pensar en todo lo que podría significar para los israelitas de aquellos tiempos.

Sacrificios de sangre

El holocausto (Lv. 1:1–17 con 6:8–13).

La palabra “holocausto” quiere decir “del todo quemado”. El israelita comprendería que su animal, sin tacha, habría de elevarse en llamas totalmente para Dios. El creyente ve a Cristo ofreciéndose sin reserva alguna en un gran acto de obediencia que fue de “olor suave” delante del trono de Dios. Aquí es el individuo que trae la ofrenda voluntariamente y quien coloca su mano sobre la cabeza en acto de identificación (Lv. 1:3–4). Representa el deseo de buscar a Dios en Cristo, acompañado por el acto de fe que sólo puede producir el acto de identificación vital que salva. Los diferentes animales (buey, cordero, cabra, palomino, etc.) pueden representar diferentes aspectos de la persona y la obra del Señor.

Sacrificios de paces y de acciones de gracias (Lv. 3:1–17; 7:11–21).

El acto de traer el sacrificio, poner la mano encima, ser degollado el animal, ser presentada la sangre en algún lugar, es todo igual, pero en este caso sólo la grosura del sacrificio es quemada sobre el altar (en el lugar donde se ofrecen los holocaustos), quedando el pecho y la pierna derecha para los sacerdotes y lo restante para el que hace la ofrenda. Lo importante es que Dios tiene su parte, llegando a ser el sacrificio para comunión, ya que los sacerdotes y los adoradores participan en él. El simbolismo ayuda a entender el lenguaje de Juan 6:51–58. Lo nuevo es lo de participar en la sangre. Tiene importantes enlaces simbólicos con la mesa del Señor a través de Mateo 26:26–28, etc.

La ofrenda por el pecado (Lv. 4:1–25; 6:25–30).

Si alguien pecara por ignorancia (no se hace provisión aquí para los actos de rebelión) podría llevar su sacrificio a la entrada del tabernáculo, variándose el valor del sacrificio según la categoría de quien había pecado. A mayor luz más necesidad había de una buena comprensión de la obra de Dios. Muchos detalles son iguales que en el caso del holocausto, pero si la sangre se presentaba dentro del lugar santo, delante del velo, entonces el cuerpo de la víctima se quemaba fuera del campamento. En casos de menor importancia la sangre se presentaba sólo en el altar del holocausto, en cuyo caso los sacerdotes podían comer de lo ofrendado. Tipológicamente se habla de Cristo como “hecho (ofrenda de pecado) por nosotros”, o como el que llevó la maldición de la ley quebrantada (Is. 53:4–6; Gá. 3:10–13; 2 Co. 5:21; 1 P. 2:24; 3:18). No dejaba de ser sacrificio santísimo por ello (Lv. 6:24–30).

La ofrenda por la culpa (Lv. 5:1–6:7).

Semejante a la ofrenda por el pecado, pero se trata de casos particulares de inmundicia ceremonial, de extorsión, de votos incumplidos, etc., y si había lugar para restitución tenía que llevarse a cabo.

Ofrendas sin sangre

La ofrenda de flor de harina (Lv. 2:1–16).

Se prescriben a menudo en relación con sacrificios de sangre como reconocimiento de que todo es de Dios. Típicamente podría representar el gran valor de Cristo, cuya vida pura, perfecta, sin mancha, perfectamente equilibrada, hacía posible que se ofrendara a Dios en expiación por nosotros. Su vida fue de olor suave delante de Dios, aunque no podía salvamos del derramamiento de sangre.

Las ofrendas de la consagración de los sacerdotes y la inauguración del servicio del tabernáculo (Ex. 29 con Lv. 8–9).

En estos cuadros de conjunto se comprende mejor el significado de los sacrificios, que presentan los diferentes aspectos de la obra única, determinada ya antes de la fundación del mundo. El resultado se ve en el apartamiento de los sacerdotes (véase la sangre sobre la mano, la oreja y el pie) como también la manifestación de la gloria de Dios en el tabernáculo. Una y otra vez, cuando Israel se apartaba de Dios, reyes piadosos volvían al pueblo a su pacto por medio de la renovación de los sacrificios. (Véase como ejemplo la obra de Ezequías en 2 Cr. 29:20–36.)

El día de la expiación (Lv. 16)

Una ofrenda por todo el pueblo.

La muerte de Nadab y Abiú, debido a su atrevimiento blasfemo al querer ofrecer “fuego extraño”, es decir, llevar a cabo sus funciones sacerdotales según su capricho, puso de manifiesto la solemnidad de entrar a la presencia del Señor. Fue ordenado que sólo el sumo sacerdote, una vez al año, entrase en el lugar santísimo para salpicar la sangre delante y sobre el propiciatorio (Lv. 16:2). Las ofrendas de Levítico 1–7 eran individuales, aparte de las ofrendas de la mañana y de la tarde que eran holocaustos continuos. La ofrenda del día de la expiación interesaba a todo el pueblo, representado allí por la persona del sumo sacerdote. Por lo mismo llega a ser el ritual más importante de todo el año y provee el fondo principal de Hebreos 8–10.

Una condición previa es que Aarón tuvo que ofrecer sacrificios por sí mismo (Lv. 16:3, 6, 11–14). Aarón era pecador, y antes de representar al pueblo tuvo que hacer provisión para que estuviese ceremonialmente limpio él mismo.

Una ofrenda doble por el pueblo (Lv. 16:5–10; 16:15–22)

El macho cabrío “para Jehová” es una ofrenda por el pecado y se sacrificaba según el rito normal, solamente que la sangre se esparcía velo adentro haciendo expiación por todo el pueblo.

 

El macho cabrío “para Azazel” (Lv. 16:10, 20–22).

El término Azazel no se entiende bien, pero probablemente se relaciona con una raíz que quiere decir “lo que va fuera”. Es como si los dos machos cabríos fuesen un solo animal (nótese que se echa suertes para ver el que morirá y el que irá), pero como el doble simbolismo no puede cumplirse en un solo animal, hacen falta dos: uno que muere y cuya sangre se presenta como base de la expiación en el lugar santísimo, y aquel sobre cuya cabeza se confiesan todos los pecados, que luego ha de ser soltado en el desierto, representando el alejamiento de los pecados a un lugar donde nunca jamás se volverán a encontrar.

 Los holocaustos para Aarón y para el pueblo (Lv. 16:24).

Pueden ofrecerse después según su significado normal. Los cuerpos de las ofrendas por el pecado se queman fuera del campamento (Lv. 16:27–28).

El día de la expiación subraya la universalidad y el valor total del sacrificio de Cristo (He. 9).

La palabra “expiación”

El término que más frecuentemente se traduce por “expiación” es kaphar, o sea “cubrir”. Tengamos en cuenta que el valor real se halla en el sacrificio de Cristo, que había de manifestarse históricamente en el Calvario. La sangre habla de una vida inocente entregada en lugar de la vida culpable. La sangre se dio en el altar para “cubrir” a causa de ser la vida (Lv. 17:11), anticipando la virtud expiatoria de la sangre del Cordero de Dios. Si el sacrificio no era traído con humildad y fe no hacía más que aumentar el pecado de los endurecidos.

Los sacrificios en la historia de Israel

No es fácil formarnos una idea clara de la vida de los israelitas desde los tiempos de Moisés hasta el advenimiento del Mesías, pero, desde luego, giraba alrededor de los dos polos de la ley y el sistema levítico de los sacrificios. En relación con ambos hubo una actitud del alma que Dios podía bendecir, ya que la cruz estaba siempre delante, y otra que traía como consecuencia la condenación y el juicio.

 La ley

  1. La necesidad de la obediencia. Tanto en el Pentateuco como en los libros proféticos abundan las exhortaciones a cumplir la ley y a ser obedientes a los mandatos de Dios (Dt. 5:32–33; 6:1–3; etc.).
  2. La imposibilidad de la obediencia. Al mismo tiempo el israelita tenía que cumplir la ley perfectamente si había de hallar la vida por ella, y de otra forma caía en la condenación (Dt. 27:26). He aquí una paradoja que parecía cruel, pero que hallaba su solución en la misericordia de Dios y en la obra de la cruz.
  3. El hombre piadoso disponía su corazón para guardar toda la ley. Al mismo tiempo se daba cuenta de sus muchos fracasos personales. Su intento de obedecer manifestaba una actitud de sumisión que Dios podía bendecir, como se ilustra tantas veces en los Salmos (Sal. 41:1–4 con 10–13).

El hombre legalista pensaba que podía cumplir la ley de forma externa y caía en el grave pecado de la justicia propia (Ro. 10:3).

 Los sacrificios

  1. La práctica de los sacrificios. El ideal fue la unidad del culto y que todo sacrificio fuese ofrecido a la puerta del tabernáculo o en el patio del templo (Lv. 17:3–4; Dt. 12:5–7, 10–14). En la práctica, hasta la consagración del templo de Salomón, y aun después, fueron ofrecidos sacrificios a Jehová sobre diversos altares, como en el caso de Saúl, Samuel y Elías (1 S. 13:9–15; 15:20–23; 16:2–3; 1 R. 18:30–38). Al mismo tiempo hombres piadosos como Elcana subían a Silo para ofrecer sacrificios en el lugar que Dios había ordenado (1 S. 1:3), y los mismos desvaríos de los hijos de Elí manifestaba que el buen orden era conocido (1 S. 2:12–17).
  2. Los libros de las Crónicas tienen por tema principal el establecimiento del templo y del orden levítico sobre una buena base, todo relacionado íntimamente con el trono de David (1 Cr. 21 hasta 2 Cr. 8). Ya hemos visto que los reyes piadosos de Judá que querían volver al pueblo a su pacto con Jehová empezaron siempre por volver a establecer el orden del culto en el templo (Ezequías, Josías, etc.). Destruían los “altos” con sus altares irregulares.
  3. El hebreo piadoso y los sacrificios. Daba importancia a los sacrificios al aceptar su origen divino (Sal. 27:6; 84:1–4). “Los sacrificios de justicia” (Sal. 4:5) eran aquellos que se ofrecían con espíritu recto. Al mismo tiempo sabía que los sacrificios no granjeaban el favor de Dios, y que lo importante era un espíritu de obediencia (Sal. 40:6–8). Sabía también que no “daba a comer” a Dios por medio de sus pobres ofrendas (Sal. 50:7–23). Al mismo tiempo, y en el mismo salmo, el pacto se ratifica por el sacrificio, y los “sacrificios de alabanza”, etc., serían los que siempre se ofrecían como expresión de un verdadero espíritu de alabanza.

Es difícil saber hasta qué punto el hebreo piadoso comprendía el simbolismo de “la ofrenda vicaria” del sacrificio, pero veremos que Isaías 53 presupone alguna comprensión de él de parte de algunos. El hecho de que Juan el Bautista señalara a Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” presupone también alguna comprensión del gran misterio de parte de los hebreos espirituales. Por lo menos los piadosos ofrecían sus víctimas con espíritu humilde, adorando a Dios, alabándole, dispuestos a la obediencia en todo.

 Los sacrificios de los impíos.

Muchos profetas denuncian la locura de ofrecer sacrificios a Jehová si el que llevaba la víctima persistía en su actitud de rebeldía. Los profetas no denuncian los sacrificios en sí, como algunos han pensado, sino la mala ofrenda de hombres malos que querían seguir su camino (muchas veces eran idólatras) y al mismo tiempo “quedar bien” con Jehová. Tales sacrificios le eran “abominación” (Pr. 21:27; Is. 1:10–20; Jer. 6:20; 7:21–23; Mi. 6:6–8).

El sacrificio vicario de Isaías 53

Sin duda el profeta, iluminado por el Espíritu de Dios, emplea el simbolismo de la ofrenda por el pecado al describir la obra fundamental del Mesías. Las ideas de identificación, de representación y de sustitución se destacan claramente en los versículos 4–6, 11, 12. La “vida” o “alma” se describe como “ofrenda por el pecado” ( la sangre) en el versículo 10, y en el versículo 12 leemos que el Mesías “derramó su alma [vida] hasta la muerte”. Todo ello tiene relación íntima con Levítico 17:11. El Maestro esperaba que israelitas piadosos comprendiesen por este y por otros pasajes que “era necesario que el Cristo padeciese y que resucitase de los muertos al tercer día” (Lc. 24:46, 24:26).

Cristo es visto como Cordero inmolado en el Nuevo Testamento mediante dos palabras: Arnion (Ap. 5:6, 8, 12, 13; 7:14; 13:8) Amnos (Jn. 1:29, 36; 1 P. 1:19). Y una cita de Isaías 53 se halla en Hechos 8:32, aparte de bastantes alusiones menos claras.

La sangre de Cristo, que equivale a su vida entregada en sacrificio

El hecho histórico (Jn. 19:34). La sangre del nuevo pacto (Mt. 26:28). Cristo mismo define la sangre. Cristo entró en el santuario por su propia sangre (He. 9:12). Vida por “beber” de la sangre (Jn. 6:5

LA EXPIACIÓN POR LA SANGRE DE CRISTO

la herida del costado

1 Pedro 1:18, 19 fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir … no con cosas corruptibles … sino con la sangre preciosa de Cristo

Romanos 5:6–11 más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros … justificados en su sangre, por él seremos salvos

Hebreos 9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Hebreos 10:10–22 santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre

Efesios 1:7 tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia

1 Juan 1:7 si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado

Levítico 17:11 la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona

Hebreos 9:22 casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión

Colosenses 1:13, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados

Apocalipsis 1:5 Jesucristo … nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre

Juan 15:13 nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos

HIMNO

¿HAS HALLADO EN CRISTO?

La sangre de Jesucristo…nos limpia de todo pecado. 1 Juan 1:7

1 Juan 1; Romanos 5:1–11; 3:21–28

La b (Capo 1 – Sol)

 

Con vigor

 

  1. ¿Has hallado en Cristo tu

buen Salvador?

¿Eres salvo por la sangre de

Jesús?

¿Por la fe descansas en el

Redentor?

¿Eres salvo por la sangre de

Jesús?

Coro:

Lávame, (Lávame,)

lávame, (lávame,)

En tu sangre, Cordero de Dios,

(de Dios,)

Y con alma limpia

me presentaré

Ante tu tribunal de luz.

  1. ¿Vives siempre al lado de tu

Salvador?

¿Eres salvo por la sangre de Jesús?

¿Del pecado eres siempre

vencedor?

¿Eres salvo por la sangre de Jesús?

  1. ¿Cuando él viniere te

encontrarás

Ya lavado en la sangre de Jesús?

¿Para su venida preparado estás,

Ya lavado en la sangre de Jesús?

  1. Si perdón y paz deseas,

pecador,

Tu refugio es la sangre de Jesús.

Si librarte quieres de eternal dolor,

Oh, acude a la sangre de Jesús.

LETRA y MÚSICA: Elisha A. Hoffman, 1878, trad. H. W. Cragin.



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