HECHO POR NOSOTROS MALDICIÓN [Gálatas 3:10–14]

HECHO POR NOSOTROS MALDICIÓN
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La cruz y la sustitución

Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está.  Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque.  El justo por la fe vivirá; y la ley no es por fe, sino que dice. El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito.  Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Estos versículos constituyen una de las exposiciones más claras de la necesidad, el significado y la consecuencia de la cruz

Pablo se expresa en términos tan concretos que algunos comentaristas no han podido aceptar lo que escribe acerca de la ‘maldición’ que Cristo ‘fue hecho’ por nosotros. A. W.

F. Blunt, por ejemplo, escribió en su comentario. ‘Aquí el lenguaje es increíble, casi escandaloso. Nosotros no nos hubiéramos atrevido a usarlo.’ 

También Jeremias la describió como una ‘frase espantosa’ y habló de su ‘original carácter ofensivo’. No obstante, el apóstol Pablo realmente usó este lenguaje, y Blunt sin duda tenía razón al agregar que ‘Pablo quiere decir exactamente lo que las palabras significan’. De modo que tenemos que aceptar la expresión y entenderla.

Se han hecho varios intentos de suavizarla.

Primero, se ha sugerido que Pablo deliberadamente despersonalizó la ‘maldición’ al llamarla ‘la maldición de la ley’. Pero la expresión en Deuteronomio 21:23 es ‘maldito por Dios’ (o ‘maldición de Dios’, BA margen); no sería serio considerar la posibilidad de que Pablo esté contradiciendo la Escritura.

Segundo, se ha propuesto que ser ‘hecho’ maldición expresa la compasión de Cristo para con los quebrantadores de la ley, y no una aceptación objetiva del juicio que les correspondía a ellos. Aquí tenemos la interpretación que hace Blunt. 

‘No fue por medio de una ficción forense que Cristo llevó nuestros pecados, sino mediante un acto de genuino sentimiento de afinidad’, como una madre que tiene un hijo que va por mal camino y que ‘siente la culpa de él como suya propia también’. 

Pero esto no hace justicia a las palabras de Pablo. Como lo expresó Jeremias, “ ‘hecho’ es una circunlocución para hacer referencia a la acción de Dios”.

Una tercera opción

es decir que la afirmación de Pablo, que Cristo fue hecho ‘maldición’ por nosotros, no es equivalente a decir que realmente fue ‘maldito’. 

Pero según Jeremias, ‘maldición’ es “una metonimia para ‘el maldito’,” y deberíamos traducir la frase ‘Dios hizo a Cristo un maldito por amor a nosotros’. 

Así resulta paralelo a otra expresión del apóstol. ‘Al que no conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado’ (2 Corintios 5:21).

Así podremos aceptar las dos frases, y, más todavía, adorar a Dios por la verdad que expresan, porque ‘Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo’ (2 Corintios 5:19), aun cuando hacía a Cristo tanto pecado como maldición.

Lutero captó muy claramente lo que Pablo quería decir, y expresó sus implicancias con característica franqueza.

Nuestro muy misericordioso Padre, viendo que estábamos oprimidos y vencidos por la maldición de la ley, y que por ello estábamos sometidos a lo mismo de lo cual jamás podíamos ser librados mediante nuestro propio poder, mandó a su Hijo único al mundo y puso sobre él los pecados de todos los hombres, diciendo. 

Sé tú ese Pedro negador; ese Pablo perseguidor, blasfemador y cruel opresor; ese David adúltero; sé tú ese pecador que comió el fruto en el paraíso; sé tú ese ladrón que colgaba de la cruz; y sucintamente, sé tú la persona que ha cometido los pecados de todos los seres humanos; asegúrate por lo tanto que los pagues y satisfagas.

Es preciso que sintamos la lógica de la enseñanza de Pablo.

Primero

todo el que confía en la ley está sujeto a maldición. Al comienzo del versículo 10, el apóstol vuelve a usar la expresión que ya usó tres veces en 2:16. ‘los que son de obras de ley’ (literalmente), y que se tradujo ‘todos los que dependen de las obras de la ley’. 

La razón que le permite a Pablo declarar que los tales están ‘bajo maldición’ es que la Escritura dice que es así. ‘Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley’ (3:10; ver Deuteronomio 27:26).

Ningún ser humano jamás ha ‘permanecido’ cumpliendo ‘todas las cosas’ que exige la ley. Una obediencia continua y completa como esa no la ha logrado nadie, excepto Jesús. 

De modo que ‘es evidente’ (v. 11) que ‘por la ley ninguno se justifica para con Dios’, porque nadie la ha guardado. Además, la Escritura dice también que ‘el justo por su fe vivirá’ (Habacuc 2:4). Vivir ‘por la fe’ y vivir ‘por la ley’ son dos condiciones completamente diferentes (v. 12).

La conclusión es inevitable.Si bien teóricamente los que obedecen la ley vivirán, en la práctica ninguno de nosotros lo hará, porque ninguno de nosotros ha obedecido. 

Por lo tanto no podemos obtener la salvación de esta manera. Todo lo contrario, lejos de ser salvos por la ley, somos malditos por ella. 

La maldición o juicio de Dios, que su ley pronuncia sobre los que quebrantan la ley, nos alcanza. Este es el horroroso dilema de la humanidad perdida.

Segundo

Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse él maldición por nosotros. Es probable que esta sea la declaración más clara sobre la sustitución en todo el Nuevo Testamento. 

La maldición de la ley quebrantada caía sobre nosotros; Cristo nos redimió de ella al hacerse él maldición en lugar de nosotros. La maldición que nos correspondía a nosotros fue transferida a él. 

Él la asumió, a fin de que nosotros pudiésemos eludirla. La prueba de que él llevó nuestra maldición es que estuvo colgado en un madero, en razón de que Deuteronomio 21:23 declara malditas a tales personas (v. 13).

Tercero

Cristo hizo esto con el fin de que en él la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles … por la fe (v. 14). El apóstol pasa expresamente del lenguaje de la maldición al de la bendición. 

Cristo murió por nosotros no solo para redimirnos de la maldición de Dios, sino también para obtener para nosotros la bendición de Dios. 

Había prometido siglos antes bendecir a Abraham y, a través de su descendencia, a las naciones gentiles. Pablo interpreta aquí la bendición prometida como la ‘justificación’ (v. 8) y ‘el Espíritu’ (v. 14); todos los que están en Cristo son por ello ricamente bendecidos.

Para resumir

por haber desobedecido todos estábamos bajo la maldición de la ley. Cristo nos redimió de ella al llevarla en lugar de nosotros. 

Como resultado recibimos, por la fe en Cristo, la prometida bendición de la salvación. La secuencia es irresistible y solo podemos responder en humilde adoración. 

Es sencillamente maravilloso que Dios en Cristo, en su santo amor por nosotros, estuviera dispuesto a ir hasta tales extremos, y que la bendiciones de que disfrutamos hoy se deban a la maldición que llevó él por nosotros en la cruz.

HECHO POR NOSOTROS MALDICIÓN

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