LIBRO PRIMERO: SALMOS 1–41

LIBRO PRIMERO: SALMOS 1–41
Tabla de contenidos

Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados los que en él confían.

SALMO 1: «EL JUSTO Y LOS PECADORES»

Este libro primero y la sección inicial del Salterio (Sal 1–41) comienza la serie de poemas que se conocen tradicionalmente como los salmos de David, pues en su gran mayoría el título hebreo los relaciona con el famoso monarca y poeta de Israel—con la excepción de los Salmos 10 y 33 las personas justas ura interna que revela coherencia teológica y delata la presencia grupos temáticos y literarios de salmos (p.ej., Sal 3–14; 15–24; 25–34; 35–41). Los Salmos 15 y 24, p.ej., son liturgias de entrada al Templo, y los Salmos 35 y 40, ubicados en disposición paralela, presentan la vergüenza y la confusión de los adversarios de la persona que ora. Los primeros dos salmos constituyen la introducción todo el Salterio.


El primer salmo afirma las virtudes de las personas justas que «meditan en la Ley del Señor», y puede entenderse no solo como el poema inicial del Salterio sino como la introducción a toda la obra. Posiblemente en algún momento de su historia de redacción estuvo unido, o por lo menos relacionado, al segundo salmo. La referencia en Hechos 13:33 puede ser un indicio de que estos primeros dos salmos se entendían en la antigüedad—p.ej. el Talmud, Berakot, 9b—como una unidad; y esa percepción aumenta al notar que ninguno de estos poemas tiene título hebreo, y que el segundo salmo finaliza con la enseñanza de la bienaventuranza (Sal 2:12), que es el tema central del primero (Sal 1:1).
Este poema inicial debe haber sido escrito en círculos sapienciales, donde los maestros de la sabiduría cumplían sus responsabilidades pedagógicas con la comunidad (véanse, p.ej., Jer 8:9; 18:18; Ecl 12:9; Prov 8:1–36). La finalidad era instruir al pueblo en torno al conocimiento de la vida y respecto a las formas de actuar con fundamentos éticos y morales firmes (véase Sal 32; 34; 49). Posiblemente el editor final del Salterio incluyó este salmo al comienzo de la colección, para subrayar el particular propósito pedagógico del libro de los Salmos: Invitar a la comunidad a vivir vidas piadosas fundamentadas en las enseñanzas de Ley del Señor.


La redacción del salmo es compleja. En primer lugar, su estilo más que un himno de alabanza o plegaria individual o colectiva es una afirmación educativa, una enseñanza, una exhortación piadosa. Posiblemente el poema se escribió no tanto para la adoración pública y el culto de los fieles en el Templo, sino para ser utilizado en los contextos pedagógicos de la comunidad y contribuir a los procesos formativos del pueblo.


El poema no presenta varias de las características tradicionales relacionadas con la poética hebrea, particularmente su métrica es irregular. Algunos estudiosos describen el escrito como un buen ejemplo bíblico de prosa poética. Y su fecha de composición se devela al analizar el vocabulario utilizado, evaluar los conceptos expuestos, ponderar la influencia de la literatura de sabiduría en el salmo, estudiar la referencia a la Ley escrita, revisar la exposición de los temas de castigos y recompensas, y entender su similitud con Jeremías 17:5–8: El salmo es producto de la época post-exílica.
El poema puede dividirse estructural y temáticamente en, por lo menos, dos secciones básicas:

• La vida piadosa y justa: vv. 1–4
• Las consecuencias de la maldad y el pecado: vv. 5–6

El propósito principal del autor del salmo es poner de relieve las virtudes que se relacionan con los estilos de vida que rechazan abiertamente la maldad y el pecado en sus diversas manifestaciones. En efecto, la gente que entiende las implicaciones extraordinarias de vivir a la altura de las exigencias divinas son como los árboles bien plantados y alimentados, ¡producen fruto abundante! Por el contrario, el futuro de las personas que viven de acuerdo a la maldad es desastroso, y el destino de la gente que actúa según los consejos pecaminosos es la muerte. ¡Esos hombres y mujeres de iniquidad no tendrán espacio en los lugares que Dios tiene preparado y reservado para el disfrute de su pueblo!
vv. 1–3: La palabra hebrea traducida en la versiones castellanas como «bienaventurado», describe a la persona feliz, dichosa y alegre, y revela el particular y distintivo tono educativo del salmo. La expresión, además, pone de manifiesto la relación estrecha del salmo con la literatura sapiencial de la Biblia. La felicidad de la persona bienaventurada o del grupo dichoso se fundamenta esencialmente en lo que son—p.ej., «pobres» (Lc 6:20)—o en lo que hacen—p.ej., «pacificadores» (Mt 5:9)—. Las Sagradas Escrituras incluyen diversas «bienaventuranzas» que ponen de relieve la afirmación divina para personas fieles (p.ej., Sal 2:12b; Mt 5–7; Ap 1:3).
En las Sagradas Escrituras las bienaventuranzas presentan una estructura literaria bien definida que incluye dos componentes primordiales. El primero presenta la fórmula de la bendición—p.e., «bienaventurado es el varón…»—; y el segundo identifica un tipo de comportamiento o conducta positiva—p.e., «…no anduvo en consejo de malos…»—(véase Sal 34:8). En el contexto del salmo inicial, la bienaventuranza identifica, en primer lugar, las conductas impropias de las personas (v. 1), para posteriormente presentar las acciones que deben emularse (v. 2).
El salmo es parte de esa importante tradición literaria en la Biblia, que afirma que el comportamiento diario debe fundamentarse en los principios y los valores que se promulgan en la Ley. La sabiduría, que de acuerdo a los Proverbios (1:7) es el temor o la reverencia al Señor, debe ser la base y el fundamento moral de la vida. La persona piadosa, religiosa, sabia, prudente o, en términos del salmo, «bienaventurada», es la que incorpora la sabiduría bíblica en su estilo de vida diario, pues, según el texto, ese tipo de sabiduría no es una virtud hipotética, especulativa o filosófica, con alguna repercusión de mayor o menor interés. Meditar en la Ley, entonces, no solo es motivo de contentamiento y felicidad, sino objeto de análisis sobrio, ponderado, profundo y crítico, pues el ser humano bienaventurado desea descubrir la voluntad divina para llevarla a efecto.
La comparación del ser humano y el árbol frondoso en común en el Antiguo Testamento (véase Sal 92:12–15; Jer 11:19; 17:8; Ez 17:5–10, 22–24; 19:10), y también se repite en el Oriente Medio (p.ej., en la literatura egipcia y en Qumrán). Por lo común de las palmeras en la región, algunos estudiosos las identifican con el «árbol» del salmo (Sal 92:12). El uso de la palabra hebrea traducida como «plantado», puede ser una referencia a que el ser humano es feliz a la medida que se relaciona íntimamente con Dios, de la forma que el árbol se nutre junto a las fuentes de agua. Y la alusión a las aguas puede poner de manifiesto no solo los ríos y manantiales naturales sino los canales de irrigación que eran comunes en Egipto y Mesopotamia. De esa forma ordenada y efectiva el árbol recibía los nutrientes necesarios, independientemente de los caprichos del tiempo y sus inclemencias, para mantener sus hojas y brindar buenos frutos en la época precisa. Más que algún símbolo relacionado con la inmortalidad, la imagen afirma la importancia de vivir amparado en la Ley divina, que produce en las personas bienestar, seguridad, paz y prosperidad.
v. 4: Las personas malvadas no siguen el camino de los justos ni disfrutan de sus abundancias. La imagen del «tamo que arrebata el viento», en contraposición a la gente bienaventurada de la primera sección del salmo (vv. 1–3), posiblemente alude tanto a la gente pecadora como a su destino final. La referencia al tamo presenta lo efímero de la vida, lo superficial de la existencia humana, lo pasajero de la humanidad. La imagen del tamo perecedero que es movido por el vaivén continuo del viento caprichoso contrasta abiertamente con el árbol sobrio que permanece seguro junto a las corrientes de aguas. Esa metáfora frecuentemente es utilizada como referencia al juicio divino (p.ej., Sal 33:5; Os 13:3). El contraste es claro y directo: La gente fiel tiene estabilidad y seguridad en la vida; las personas pecadoras están a la merced de los vientos caprichosos e inimaginables de la existencia humana.
v. 5: La comprensión adecuada de este versículo presenta algunas dificultades extraordinarias para los estudiosos de la Escritura. El gran salidas. El Reino de la gente bienaventurada, en efecto, se relaciona con la capacidad que pueden desarrollar los seres humanos para vivir en un peregrinar que les lleve al futuro fundamentados en la lectura y meditación de la Ley de Dios, y les mueva al porvenir con aprecio e incorporación de las enseñanzas divinas.

SALMO 2: «EL REINO DEL UNGIDO DEL SEÑOR»

Mientras el primer salmo articula los desafíos a los que deben responder los individuos en la vida, el segundo revela la actitud de la comunidad de fe ante los problemas que se relacionan con las naciones en busca de poder. En el primero se afirma la importancia de la Ley divina, en el segundo se presenta al ungido del Señor, que tiene el poder para liberar a las naciones. Mientras en el primero se pone de relieve el proceso educativo y la sabiduría, en el salmo segundo se manifiesta la voz poética del mesías, que indica: «Servid al Señor con temor, y alegraos con temblor» (Sal 2:11).
La relación entre los primeros dos salmos puede verse en los siguientes detalles: Ninguno de los dos poemas tiene títulos hebreos o suscripciones, las bienaventuranzas juegan un papel de importancia en el escrito (1:1 y 2:12), y en la antigüedad se estudiaban unidos (Hch 13:33). En cierto sentido, el primer salmo presenta el tema de los dos caminos para los individuos, y el segundo continúa el mismo tema desde la perspectiva comunitaria, nacional e internacional. Estudiados desde esta perspectiva se puede afirmar que la unión de estos salmos es una magnífica introducción a todo el salterio, que tiene como finalidad inspirar y desafiar a individuos y pueblos a ser fieles a Dios, mediante el estudio profundo de la Ley y a través de la afirmación de sus implicaciones personales y nacionales.
El segundo salmo puede clasificarse claramente como un Salmo Real, en el cual el rey sin duda está detrás de la ideología del escrito. Y posiblemente era parte de las ceremonias cultuales de entronización y coronación del monarca, o de las festividades anuales que recordaban y recreaban esos eventos. Esas actividades no eran rituales superficiales y pasajeros, sino eventos religiosos y políticos de gran significación social, militar y espiritual. El evento incluía el poner la corona real sobre la cabeza del rey, la presentación oficial del documento de iniciación del reinado, y la proclamación y unción del monarca (2 R 11:12). Algunos estudiosos piensan que el salmo incluye la primera afirmación del rey a sus súbditos (2:7–9).
Por las referencias directas al rey de Israel, se piensa que el salmo efectivamente proviene de la época preexílica, cuando la monarquía israelita jugaba un papel fundamental en la vida del pueblo. El autor posiblemente estaba relacionado a algún monarca de turno, o quizá era un profeta que tenía responsabilidades de importancia en el culto del Templo de Jerusalén.
Otros estudiosos, sin embargo, han relacionado el salmo con el período post-exílico, y lo interpretan de forma profética y escatológica: ¡El rey aludido en el poema es el «David venidero», el Mesías esperado, el ungido que llegará en el futuro (Jer 23:5; 30:9; Ez 34:23; 37:24)! Y esa comprensión del salmo puede dar base a las importantes interpretaciones y lecturas cristianas y mesiánicas, que aplican sus temas fundamentales y sus enseñanzas básicas a la vida y ministerio de Jesús de Nazaret (véanse p.ej., Hch 4:25–26; 13:33; Heb 1:5; 5:5; Ap 2:27; 19:18).
En efecto, la lectura sobria y sosegada del poema descubre la universalidad del escrito, que evade hacer referencias históricas precisas y evita la identificación concreta de detalles que puedan ubicar el salmo en algún momento preciso en la vida del pueblo de Israel. Esa característica general y universal del salmo ha contribuido sustancialmente a sus interpretaciones mesiánicas. Además, esa misma peculiaridad le brinda al escrito el poder para ser parte de la introducción general al Salterio. El primer salmo afirma la Ley; y el segundo, al mesías.
Este salmo contiene las características básicas de la poesía hebrea. Incluye buena métrica y cuatro estrofas bien definidas. La primera estrofa (vv. 1–3) describe las conspiraciones nacionales e internacionales contra el Señor y su ungido; la segunda (vv. 4–6) presenta las reacciones del Señor ante los motines humanos; en la tercera (vv. 7–9) se incluye el decreto divino a favor del ungido y su misión; y, finalmente, en la cuarta (vv. 10–12), se da el ultimátum divino a las naciones y sus líderes, y se añade una bienaventuranza para las personas que confían en el Señor.
Desde la perspectiva literaria el salmo revela complejidades estilísticas, pues manifiesta un carácter dramático. El poeta incluyó en el escrito a diversos personajes, que levantan su voz en el salmo. En primer lugar hablan las naciones y sus reyes con arrogancia (vv. 1–3), luego el Señor presenta al ungido (vv. 4–5), posteriormente habla el rey, que brinda la proclamación divina (vv. 7–9) y añade una palabra de consejo a las naciones y sus gobernantes (vv. 10–12).
La estructura literaria y temática del poema es la siguiente:

• Lo que piensan y hacen las naciones: vv. 1–3
• La respuesta divina: vv. 4–6
• El decreto del ungido: vv. 7–9
• Ultimátum a los líderes y a las naciones: vv. 10–12

vv. 1–3: El salmo comienza con una importante pregunta retórica. El poeta inquiere en torno al porqué los pueblos se amotinan o conspiran. Su pregunta es válida e importante. Intenta explicar el origen de los disturbios y las inestabilidades en las naciones, desea comprender la razón de los conflictos que producen en los individuos y los pueblos malestar, dolor, desesperanza, angustias, guerras, desolación y muertes. El salmista se hace la pregunta fundamental de la existencia: Entender el origen del sufrimiento.
Las preguntas del salmista pueden relacionarse con las transiciones de monarcas en la antigüedad. La muerte o deposición de algún rey se constituía generalmente en el comienzo de una serie de eventos que generaban instabilidad política y social en los pueblos. Las transferencias de mando y poder en el Medio Oriente comúnmente estaban acompañadas de rebeliones internas, guerras fratricidas, reorganizaciones socio-políticas, amenazas enemigas y conflictos internacionales. Aunque no podemos identificar en la lectura del salmo algún problema histórico particular, es importante notar que el pueblo de Israel regularmente debía enfrentar las amenazas de sus vecinos, y en ocasiones llegaba a la guerra para defender sus territorios y autonomía.
La afirmación de que los pueblos piensan «cosas vanas», al conspirar y rebelarse contra el Señor y su ungido, es una clara declaración de esperanza y seguridad. ¡Es inútil el esfuerzo humano de rechazar la voluntad divina! ¡Es inefectiva la actitud de rebelión contra la revelación de Dios! Y aunque las naciones o los individuos se amotinen y se levanten, y sus líderes consulten y se organicen contra Dios, esas actitudes enemigas serán impotentes, pues el Señor se reirá de ellos (2:4). Para el salmista, los esfuerzos humanos de oponerse a la voluntad divina son inefectivos, aunque provengan de reyes y príncipes.
El verbo hebreo traducido por «piensan» en el versículo 2, es el mismo que se incluye en el Salmo 1:2 como «meditan», y también transmite la idea de murmurar. La idea de que las naciones estaban «pensando cosas vanas», alude a una actitud adversa y hostil de murmuración contra el pueblo de Dios, y revela lo fútil e inoperante de sus planes. Aunque los reyes tienen el poder y la autoridad de hacer planes bélicos y organizarse militarmente para la batalla contra otras naciones, esas campañas contra Dios no prosperarán ni serán exitosas.
Los reyes y príncipes del salmo son los enemigos del Señor (véanse Sal 76:12; 102:15; 148:11), representan las fuerza antagónicas a la voluntad divina, y son símbolos de la maldad oficializada e institucionalizada.
La referencia al ungido es de vital importancia en el salmo, en el libro de los Salmos, en al Antiguo Testamento, en la Biblia y en la teología. Desde el comienzo del Salterio se pone de manifiesto la importancia del ungido del Señor. Respecto a este tema del ungido, es importante señalar que únicamente en este salmo, en todo el Antiguo Testamento, se incluyen unidos los temas del rey divino, el ungido o mesías y el hijo de Dios. Esa trilogía temática fue vital en la presentación que hacen los evangelistas de Jesús de Nazaret, y también en el desarrollo de la cristología. El tema del Mesías o ungido es de tal importancia en el Salterio y la Biblia, que se incluye de forma destacada al comienzo mismo de toda la obra.
Los ritos de unción en el Medio Oriente no estaban confinados a los círculos reales ni se llevaban a efecto únicamente en Israel. En el Antiguo Testamento se alude a la unción de objetos o lugares—p.e., el altar (Ex 29:36; Num 7:10), el arca (Ex 30:26) y el tabernáculo (Lev 8:10)—, de personas—p.ej., sacerdotes (Ex 28:41), profetas (1 R 19:16; 1 Cr 16:22; Sal 105:15), y de reyes (1 S 10:1; 16:3; 1 R 1:39; 2 R 9:6)—. Estas ceremonias eran actos extraordinarios de separación e identificación de los lugares, objetos o personas como especiales, consagradas y santificadas. En el segundo salmo se hace referencia a la unción del rey, que era visto por el pueblo como seleccionado y protegido de Dios. La particular fórmula posesiva, «contra el Señor y su ungido», pone de relieve la relación íntima, la cercanía, la interdependencia entre Dios y el mesías. En efecto, los procesos de unción en la antigüedad eran eventos de especiales de santidad (1 S 24:6, 10; 26:9, 11, 23; 1 R 21:10, 13).
Las «ligaduras» y las «cuerdas» que deben ser rotas se refieren claramente a las ataduras de cuero que se ponían en los cuernos o el cuello de los animales, para sujetarlos y mantenerlos en sus lugares (véase Jer 27:2). En este contexto aluden de forma apropiada al cautiverio, sujeción y servidumbre. Sirven de metáfora para describir en el poema la rebelión contra el Señor y su autoridad.
vv. 4–6: Ante la rebelión de las naciones y sus líderes, el Señor reacciona con autoridad y valor: Se ríe, se burla, les habla con ira y los turba en su furor. ¡La confabulación humana genera la ira divina! ¡La soberbia de las naciones incentiva el juicio de Dios! ¡La insensatez de los pueblos prepara el camino para su propia destrucción!
La referencia al que «mora en los cielos», a Dios, literalmente en hebreo es a quien «se sienta en los cielos», en alusión al trono divino como monarca del universo. El Rey de reyes, cuyo trono extraordinario está en los cielos (Sal 11:4; 103:19) y su poder es absolutamente superior al de los líderes humanos, responde a las actitudes impropias y rebeldes de las naciones. Las expresiones antropomórficas—es decir, las que atribuyen a Dios características humanas—revelan la creencia antigua de que la divinidad poseía sentimientos de las personas. Esas afirmaciones, sin embargo, no cautivan al Señor en las dinámicas humanas, ni son indicadores de impotencias ni debilidades divinas. Son esencialmente declaraciones poéticas y figuradas que intentan poner en lenguaje humano y común la capacidad divina: El Dios bíblico no resiste las confabulaciones egoístas de individuos, ni aprueba las rebeliones altaneras de las naciones.
La traducción del versículo seis presenta algunos desafíos particulares para las personas que leen y estudian el salmo. A diferencia del texto hebreo que sigue la traducción de Reina-Valera, las versiones de la Septuaginta (en griego) y la Vulgata (en latín) vierten el texto antiguo como «y yo he sido puesto como rey en Sión, su santa montaña». Y aunque esta alternativa de traducción no es imposible, pensamos que la comprensión tradicional del manuscrito hebreo es la adecuada. De esa forma se presenta el contraste entre el Rey de reyes y los monarcas humanos.
En los tiempos de la monarquía, Sión era un montículo que se relacionaba con la ciudad de David (2 S 5:7), posteriormente el nombre se dio al monte donde estaba ubicado el Templo de Jerusalén (Sal 132:13; Mic 4:2), y también se utilizó para referirse a toda la ciudad (Is 10:24; Jer 3:14; Am 6:1). En el contexto particular de este salmo, Sión se relaciona con Jerusalén, lugar que afirma la elección de la dinastía de David, donde el Señor puso a su rey (v. 6).
vv. 7–9: De acuerdo al texto hebreo del salmo, quien habla en esta sección—y posiblemente en la próxima sección también (vv. 10–12)—es ciertamente el rey. El propósito específico es declarar el «decreto» del Señor, que posiblemente alude a un tipo particular de protocolo divino que daba validez a la dinastía de David. El contenido y las formas de estos protocolos son similares a los que han descubierto en Egipto y Canaán. En los documentos egipcios se incluían particularmente los títulos del faraón y las responsabilidades y privilegios que le confería la deidad.
La expresión «mi hijo eres tu» es la fórmula de adopción antigua (véase, p.ej., el importante y antiguo Código de Hamurabi), que no necesariamente indicaba la deificación del monarca. Con esta fórmula, es probable que el salmo aluda al proceso de elección, unción e instalación del monarca. Con la expresión «yo te engendré hoy» se identifica el día preciso de la entronización, que se recordaba anualmente en ceremonias y rituales de otoño. Y la referencia a la adopción, aunque puede reflejar algunas prácticas antiguas extra-israelitas, afirma, en efecto, la intimidad y cercanía entre el monarca y Dios. La idea pone claramente de manifiesto la importancia de la institución de la monarquía en la teología de los salmos.
Como resultado de la adopción, el rey recibirá por herencia las naciones hasta los confines de la tierra. Como Dios es el Señor del universo y la humanidad, y su poder se manifiesta con autoridad sobre el mundo entero, el rey como hijo adoptivo de Dios, recibirá poder para gobernar hasta los pueblos distantes, «los confines de la tierra». Y si fuera necesario, ese poder incluye niveles de quebrantamiento y destrucción.
La imágenes de la «vara de hierro» y el «alfarero» revelan el juicio y la violencia hasta donde puede llegar el rey, por ser hijo adoptivo de Dios. La vara de hierro alude al cetro real, que podía ser una vara larga o un bastón con un mazo. En este contexto, representa el poder y la autoridad del rey como hijo de Dios. Y la referencia a la «vasija del alfarero» revela la destrucción completa que puede estar en las manos del monarca. Como una vasija que no puede utilizarse con efectividad en piezas, el rey puede destruir a los adversarios de Dios de forma absoluta, definitiva y final.
vv. 10–12: La sección final del salmo presenta el ultimátum divino a las naciones y sus líderes. Si desean evitar la destrucción y evadir la ira de Dios deben servir al Señor, que ciertamente es el principio de toda decisión sabia y prudente. En el pasaje pueden verse ideas universalistas, que ciertamente pueden aludir a la conversión de los gentiles. La persona que habla es posiblemente el rey como representante de Dios, aunque al Señor se le atribuyen expresiones similares (Jer 6:8). La palabra divina se dirige a los «reyes» y «jueces»: El texto hebreo se refiere particularmente a las personas que en su entorno original debían ejercer autoridad, gobernar y guiar al pueblo. El llamado divino es a la prudencia y la humildad, el reclamo es a superar la actitud de rebeldía y prepotencia.
La frase «servir al Señor» contiene los conceptos religiosos de adoración y humillación ante el Señor, y desde la perspectiva política transmite la idea de sujeción y reconocimiento del poder real. Las expresiones paralelas «servid» y «alegraos», ponen de relieve el gozo del servicio al Señor, la felicidad de reconocer la autoridad y el poder de Dios, la dicha de aceptar la voluntad y la revelación divina. Y las palabras «servid» (v. 11) y «perezcáis» ponen de manifiesto la intensión teológica del mensaje: ¡Sirvan al Señor si no quieren perecer! El «temor» le añade al texto el componente teológico de la sabiduría, y el temblor revela el juicio. Las acciones no sabias de individuos y naciones generan la ira de Dios.
El texto hebreo de la primera parte del versículo 12 es complejo, y presenta un gran desafío para la comprensión, interpretación y traducción del salmo. Literalmente el manuscrito dice: «y regocíjense con temblor. Besen al hijo.» El problema, que posiblemente se debe a alguna corrupción del manuscrito hebreo disponible, se revela inicialmente con el uso de las palabras «regocijar» y «temblor», que son muy difíciles relacionar en este contexto, pues manifiestan sentimientos contrarios en la misma frase. La complicación aumenta aún más, pues la palabra hijo en el pasaje se incluye en arameo—bar—, en vez de la esperada expresión hebrea—ben—.
Aunque las traducciones antiguas y las versiones modernas han tratado de superar las dificultades lingüísticas y textuales del pasaje de diversas maneras, posiblemente la solución más sensata es la que identifica el gesto de besar los pies como una forma reconocida de aceptación de autoridad y de humillación, un gesto físico que se convierte en una manera de honrar (véase, p.ej., Is 49:23; Mic 7:17; Lc 7:38, 45). En esa tradición, el famoso rey asirio, Senaquerib, reportó en sus informes de batallas cómo los monarcas de Siria y Palestina le llevaron regalos y besaron sus pies.
El sentido del versículo es el reconocimiento de la autoridad real del monarca, que se convirtió en hijo adoptivo de Dios. Esa aceptación de la autoridad y afirmación de la voluntad del Señor evitan el enojo divino, detiene la ira de Dios y elimina las posibilidades de perdición. La imagen del fuego como símbolo de la ira de Dios es común en las Escrituras.
El salmo culmina con una bienaventuranza para la toda gente que confía en el Señor. De esta forma se cierra un paréntesis teológico y literario que se inició con la bienaventuranza del salmo inicial: Son dichosos los individuos que meditan en la Ley (1:1), y también son felices las comunidades que confían en el Señor. Las bienaventuranzas divinas se manifiestan tanto en las personas que fundamentan sus decisiones en las instrucciones divinas, como en los pueblos que ponen su confianza en la revelación de Dios.
Las lecturas cristianas del segundo salmo han identificado dos temas de importancia capital en el desarrollo de la cristología: El primero es la afirmación del rey como hijo de Dios; y el segundo se relaciona con la oposición de las naciones y sus monarcas al reinado del Señor y su ungido. Desde la perspectiva de la iglesia, este salmo introduce dos temas de gran significación teológica y escatológica: El reconocimiento del Mesías cristiano como hijo de Dios, y el rechazo de la humanidad al proyecto divino del establecimiento del Reino de Dios.
La afirmación del salmo, «mi hijo eres tú», se convirtió en la descripción fundamental de la relación entre Dios y Jesús de Nazaret. Y aunque en el Antiguo Testamento las referencias al rey y al ungido tenían gran importancia, la teología de cristiana enfatizó la relación paterno-filial de Jesús y Dios. Jesús era particularmente Hijo de Dios, y desde esa perspectiva teológica introduce el Reino de los cielos en Palestina. El Reino era la implantación de la voluntad divina en medio de la sociedad y las vivencias del pueblo.
Según el Nuevo Testamento, Jesús fue presentado como Hijo en varias ocasiones (p.ej., Mr 1:11; 9:7; 2 P 1:17), posiblemente para poner de manifiesto la singularidad de su naturaleza divina y humana. Esa particular característica es la que contribuye a la transformación del lenguaje bélico y político del segundo salmo en enseñanzas de paz evangélica y esperanza transformadora. Y en sus reflexiones cristianas en torno al salmo, los creyentes subrayan la universalidad del ministerio de Jesús y su importancia para la historia de la humanidad.
Este mismo salmo se utiliza en el libro de los Hechos de los Apóstoles (4:23–31) para describir la oposición que recibió la iglesia primitiva y Jesús de parte de las autoridades de las naciones, específicamente las romanas. Según la interpretación cristiana, los creyentes no debían temer ante las amenazas y persecuciones de los poderes humanos, pues debían confrontar a las naciones y sus gobernantes con el mensaje liberador de la palabra divina. Ese mensaje fundamentado en las enseñanzas de Cristo tenía el poder de salvar individuos, redimir comunidades, transformar pueblos y liberar naciones.
La teología cristiana respecto al salmo llega a un punto culminante en el libro del Apocalipsis de Juan (11:18; 19:19). En la gran batalla escatológica, el Rey de reyes y Señor de señores se levantará triunfante contra los poderes antagónicos de la humanidad. El Señor se levantará airoso en medio de las calamidades extraordinarias del final de los tiempos, pues los reinos humanos pasarán a ser del Señor y de su Mesías para siempre (Ap 11:15). De acuerdo a la lectura cristológica del salmo, la victoria definitiva será del Mesías y de su pueblo (Ap 2:26–29).

SALMO 3: «ORACIÓN MATUTINA DE CONFIANZA EN DIOS»

El tercer salmo presenta una oración intensa, profunda, sentida. El salmista clama por apoyo y seguridad, en medio de la persecución y delante de la multitud de los adversarios. Su fuente de esperanza está en el Señor, y su salvación proviene del Dios que se «levanta». Para el poeta del salmo, su refugio no es humano sino divino, y su futuro está en las manos de quien tiene el poder y el deseo de redimirlo. Luego de los primeros dos salmos de énfasis didáctico y sapiencial, se presenta esta plegaria individual que reclama ayuda divina en medio de la crisis.
Generalmente este salmo se relaciona con los lamentos individuales del Salterio. En su título hebreo se indica que es un salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón (2 S 15–19). Como el resto de estos títulos hebreos, esta referencia es una añadidura posterior que intentaba relacionar los salmos con David, que era reconocido en el pueblo no solo como monarca y militar, sino como poeta, músico y «dulce cantor». En el salmo se alude a los enemigos en forma general, y no se menciona específicamente a Absalón, tercer hijo de David, cuya madre, Talmai, era la hija de Geshur, monarca de Aram (2 S 3:3).
El lenguaje militar que se manifiesta en el salmo puede ser indicativo de que su autor era parte de la corte real—o inclusive ¡un rey de la dinastía de David!—, aunque alguien fuera de esos círculos reales pudo haber escrito un poema de angustia personal, fundamentado en sus experiencias adversas en la vida. Y si quien habla en el salmo es el rey, entonces el contexto litúrgico era algún día de dolor e intercesión nacional; si, por el contrario, su autor es un israelita afligido y necesitado, el contexto del poema era la plegaria personal e individual en algún momento de particular crisis, enfermedad o acusación injusta. Posiblemente el salmo fue escrito en el período preexílico, pues el idioma manifiesta un tipo de ambiente bélico tradicionalmente relacionado con el período de la monarquía israelita.
La poesía del salmo incluye cuatro estrofas y una métrica regular. Comienza con una invocación al Señor, que precede la descripción de la plegaria. El tema del salmo se mueve del clamor en la dificultad a la afirmación de confianza y seguridad en Dios: Desde la expresión de herida profunda y mortal (v. 7), hasta la celebración de la victoria que proviene del Señor (v. 8).
La estructura del salmo es la siguiente:

• La crisis del salmista: vv. 1–2
• El Señor es mi escudo: vv. 3–4
• El Señor es mi victoria: vv. 5–7
• El Señor es mi salvación: v. 8

vv. 1–2: El salmo comienza con preocupación y dolor: ¡Se han multiplicado los adversarios y enemigos del salmista! El poeta se admira de las dinámicas que le rodean, que en vez de propiciar seguridad y esperanza presagian conflicto y lucha. La oración final de la estrofa es reveladora: ¡Los enemigos le indican que Dios no lo puede ni quiere salvar! Se afirma de esta forma lo extremo de la crisis, se pone de relieve la naturaleza del dolor, se revela la desesperanza en grado sumo.
Lo que caracteriza el inicio de la oración es la preocupación, sin embargo, como la plegaria se hace a Dios, manifiesta un sentido implícito y solapado de esperanza. El salmista se allega al Señor en medio de la crisis, pues entiende que su las fuerzas que afectan sus existencia pueden cambiar ante las acciones divinas de liberación. La admiración de la primera estrofa pone en evidencia la seriedad del problema.
En el poema no se identifican con precisión los «adversarios», aunque la referencia puede aludir a los enemigos tradicionales del rey—p.ej., naciones enemigas y monarcas extranjeros, y cuando el salmo se leía posteriormente en la historia, cuando la monarquía había cesado, la expresión podía entenderse en términos de los antagonismos personales e individuales. La multitud que habla en contra del adorador describe apropiadamente tanto a gente rebelde (2 S 18:31, 32) como a los enemigos personales (Jue 20:5) y las naciones extranjeras (Ab 1).
Según los adversarios y las personas que se levantaban en su contra, la condición del salmista no propiciaba ningún tipo de ayuda, ni resistía el apoyo. Para sus enemigos, ¡ni Dios mismo podía intervenir para rescatar y salvar al salmista de su crisis! La gravedad de su condición llegó a tal punto, que no tenía remedio, ni futuro. Posiblemente, de acuerdo a la teología de la época, se pensaba que la persona aludida había pecado de forma extraordinaria (Job 8:6), para estar en esa condición terminal.
La palabra hebrea Selah, que no se traduce en las versiones Reina-Valera de la Biblia, se encuentra en 74 ocasiones en el Antiguo Testamento: 71 en el Salterio, y 3 en Habacuc. Tenía, posiblemente, algún valor musical, invitaba a la congregación a responder de alguna manera, e inspiraba al pueblo a incorporarse en el culto (véase la Introducción).
vv. 3–4: Luego de comprender la gravedad de su condición y situación, el salmista profesa su fe en el Señor, que es «escudo» y «gloria». La imagen del escudo alude a una muy importante armadura de defensa del guerrero. Este equipo de batalla era de forma redonda, y podía ser de metal o más probablemente de madera cubierta de cuero, que previamente había sido preparado con aceites y grasa de animales (Is 21:5).
En el contexto del salmo se compara a Dios con el escudo del guerrero, que revela su utilidad e importancia al fragor de la batalla. Dios protege al salmista de los ataques de sus enemigos y adversarios, y se convierte en la fuente de su seguridad y esperanza. Esa capacidad protectora de Dios le hace merecedor del ser la «gloria» del salmista. Posiblemente la expresión debe entenderse como una referencia a Dios, en «quien me glorío», que transmite la idea de «quien restablece mi honor, afirma mi dignidad y reconoce mi integridad» (Sal 21:5; 62:7).
«Levantar la cabeza» es generalmente una imagen legal y jurídica. Puede aludir al gesto del juez cuando declara la inocencia de algún acusado, y lo demuestra ordenando el gesto de levantar la cabeza. La expresión también puede reflejar los antiguos entornos penales, cuando se liberaba de la prisión a alguna persona (Gen 40:13, 20; 2 R 25:27; Jer 52:31). En el contexto teológico y espiritual del salmo, la expresión revela la actitud divina que es capaz de transformar las realidades adversas de las personas afligidas y necesitadas al «levantarlos» y ponerlos en algún sitial de honor y dignidad. De un lado, el salmista acepta la gravedad de su condición; del otro, reconoce la capacidad de divina de liberación.
Ante el clamor y grito del salmista, el Señor responde desde su monte santo. Dios recibe las plegarias que surgen de la angustia y responde las oraciones que reconocen su necesidad. Su monte santo alude a la morada divina, que en el salmo es una referencia a Sión (Sal 2:6). Y aunque en Israel la santidad divina se manifestaba en la presencia del Arca del pacto o en el Templo, el monte santo era para las culturas del Medio Oriente el particular lugar de morada de la divinidad; y representaba, además, la bóveda celeste y la tierra que le pertenecía al Señor (Sal 14:7; 20:2).
vv. 5–7: Luego de las afirmaciones de dolor y de preocupación, el salmo incluye varios elementos de esperanza. El salmista durmió—¡y tuvo lo que parece ser una pesadilla!—y al despertar se percató que Dios le acompañaba y sustentaba. El apoyo divino el da valentía y fortaleza para enfrentar a los enemigos que le sitiaban. La presencia de Dios le permite despertar con sentido de futuro y seguridad. Y la oración del salmista, al descubrirse protegido y cuidado, es de afirmación y seguridad: ¡El Dios bíblico hiere a los enemigos y quebranta a los perversos!
Las referencias al sueño aluden al proceso de descanso y reposo, no son indicaciones de búsqueda de revelación. Y la invocación «levántate», más que al acto físico de incorporarse, revela el deseo de intervención divina que manifiesta el salmista, revela su apetito por la revelación de Dios, alude a su anhelo de salvación y futuro (Is 60:1). Posiblemente esa expresión «levántate Señor» era un tipo de grito de guerra relacionado con el Arca del pacto (Num 10:35; Sal 68:1), que simbolizaba la presencia divina. ¡El Dios del salmista tiene el poder de salvar y el deseo y de redimir!
«Herir en la mejilla» es una forma de insulto y desprecio (1 R 22:24; Job 16:10; Lam 3:30; Mic 5:1). Y la metáfora de «los dientes de los perversos quebrantados», evoca la imagen de las fieras salvajes que no tienen el poder de hacer daño (Job 29:17; Sal 58:6). Juntos, estos dos artificios literarios ponen de manifiesto el poder divino que le permite al salmista levantarse airoso de la crisis.
v. 8: La afirmación final del salmo es de seguridad y esperanza: La salvación le pertenece a Dios, y la bendición es para el pueblo. Luego del reconocimiento de las complejidades y dificultades de la crisis, el salmista profesa que el dolor no tiene la última palabra contra la gente de bien, ni la angustia es la condición definitiva de las personas con fe. La primera parte del versículo final es una confesión pública de fe; y la segunda, una petición de bendición divina.
La lectura cuidadosa del salmo pone de relieve la realidad de la vida, con sus complejidades, contradicciones y desafíos. El salmista expresa su queja ante sus enemigos, pero también revela su convicción de que Dios responde a sus plegarias e interviene en la vida. Y fundamentado en esas convicciones, declara su fe y esperanza, y afirma con seguridad que la victoria en la vida emana del Señor.
Este salmo comienza una serie importante de oraciones (p.ej., Sal 4–6) que son una especie de respuesta a la teología y los propósitos de los primeros dos poemas del Salterio: ¡La gente bienaventurada, que medita en la Ley y confía en el Señor, reconoce la importancia de la oración!

SALMO 4: «ORACIÓN VESPERTINA DE CONFIANZA EN DIOS»

Similar al poema anterior, este salmo es una oración intensa de confianza y seguridad en el Señor. El salmista clama por la respuesta divina en forma de justicia, misericordia y alivio. Su oración responde a la infamia, vanidad y mentira de la gente, y se fundamenta en la capacidad de intervención liberadora que tiene el Señor. El salmista, luego de la oración, duerme confiado, aunque sea objeto de persecuciones y acusaciones injustas, pues reconoce que la presencia divina le acompaña.
El salmo es un tipo de lamento individual, que a su vez puede catalogarse temáticamente como una oración de confianza personal. Posiblemente su contexto original eran las ceremonias religiosas del Templo de Jerusalén, donde se dilucidaban algunos casos complicados de índole legal (Dt 17:8–13; 19:16–21); no debe relacionarse este poema con las oraciones antiguas que pedían lluvias a las divinidades. El salmista, que en su entorno inicial no necesariamente es el rey ni el sumo sacerdote, transmite los sentimientos comunes de las personas que en medio de alguna crisis desean afirmar su confianza en Dios. Posiblemente el autor está acusado injustamente de algún crimen, y aunque fue declarado inocente, todavía siente algunas voces de injuria y calumnia. Como el salmo no identifica precisamente al autor y sus circunstancias, la interpretación se hace complicada.
El título hebreo del salmo pone de relieve algunos de sus detalles musicales. Relaciona el poema con el «músico principal», que posiblemente era el levita encargado de los cánticos del Templo (véase 1 Cr 15:21 y la Introducción). «Neginot» alude quizá a los instrumentos de viento—p.ej., una flauta—que se utilizaban en la música y en el acompañamiento de las alabanzas a Dios en el Templo de Jerusalén (Sal 6; 54; 55; 61; 67; 76). La referencia a David asocia el poema con el famoso rey de Israel, y con la colección de salmos que se le atribuyen. Y la inclusión del término hebreo Selah en dos ocasiones confirma la importancia musical del salmo.
El salmo tiene cuatro estrofas, que se disponen estructuralmente de la siguiente forma:

• Invocación a Dios: v. 1
• Respuesta divina: vv. 2–5
• Seguridad divina: vv. 6–7
• Confianza en el Señor: v. 8

v. 1: El salmo comienza con un petición clara y directa: El salmista está en medio de una gran crisis personal e invoca la justicia divina, al desconfiar de los procesos jurídicos humanos. Clama en medio de la angustia, y afirma que en situaciones anteriores de dolor el Señor se ha manifestado con justicia, alivio y misericordia. ¡El Dios del salmista escucha sus oraciones!
La referencia a Dios como «justicia mía» alude al poder divino de vindicar y hacer justicia a personas que han sido procesadas de manera injusta y calumniosa. Y las manifestaciones de apoyo y misericordia son expresiones claras del poder liberador de Dios, que se manifiestan de manera gratuita.
vv. 2–3: El salmista pregunta «hasta cuándo». En medio del dolor clama, exclama y reclama, pues desea ver terminadas sus angustias. El poeta, en la crisis, confronta a sus adversarios con la seguridad que tiene en Dios. Su preocupación básica se relaciona con su honra, que es un valor fundamental que incluye los conceptos de honor, prestigio e integridad. Las actitudes de infamia, vanidad y mentira de sus acusadores y enemigos se sobreponen a dos de los valores fundamentales de la vida: La verdad y la justicia. La referencia al honor no necesariamente alude al rango político o abolengo social del salmista, aunque no los excluye.
La respuesta del salmista ante la crisis es de confianza y seguridad. Afirma de forma general que el Señor ha escogido para sí a la gente piadosa, y añade, desde la perspectiva personal, que Dios le escuchará cuando clame. De acuerdo al poema, el Señor mismo ha separado a la gente piadosa para que reciba un trato justo y digno en la vida, no los ha dejado a merced de la injusticia y la mentira. Y la referencia al «piadoso» que ha sido escogido por el Señor, describe a la persona que se ha aceptado la voluntad de Dios y se ha incorporado al pacto o alianza.
vv. 4–5: Estos versículos presentan el reclamo del salmista ante sus acusadores. Les invita a actuar con temor y a evitar el pecado, les llama a meditar en el anonimato de la noche y en la soledad, y les desafía a humillarse, ofrendar y confiar en el Señor. El pasaje, que presenta varias dificultades textuales, transmite la idea de forma precisa: El salmista reclama justicia de quienes le persiguen, y evoca la autoridad divina para que detengan sus acciones injustas y crueles. El fundamento del clamor del salmista es su confianza en el Señor, que pasa a sus enemigas para que cambien de actitud.
La palabra traducida en Reina-Valera como «temblad», transmite la idea de temor y reconocimiento ante el Señor, y unida a la frase «no pequéis», reclama un cambio radical de actitud en la vida. En la Epístola a los Efesios se cita libremente este linea poética, para advertir a los creyentes de los problemas relacionados con la ira y las dificultades asociadas con mantener el enojo (Ef 4:26).
«Meditad en vuestro corazón» es una manera hebrea de decir piensen, analicen, ponderen; inclusive la expresión evoca la idea de examinar sus consciencias. El salmista llama a la introspección, a la reflexión profunda. Ese gesto meditativo necesita una actitud de silencio y respeto, en el entorno más íntimo de la persona: la alcoba, la cama, el lugar del descanso reparador.
El argumento del salmista culmina con una invitación solemne a la demostración de la piedad: Ofrecer «sacrificios de justicia» y manifestar confianza en el Señor. Ese particular tipo de sacrificio debe hacerse utilizando las ceremonias apropiadas y manifestando las actitudes correctas. Y la referencia a la confianza en el Señor revela el sentimiento que debe acompañar las ceremonias religiosas.
vv. 6–7: El salmista, luego de presentar el mensaje a sus adversarios, cita las aspiraciones de sus enemigos, quienes desean encontrar el bien y anhelan ver el rostro luminoso de Dios. ¡Son muchos los adversarios que reclaman el rostro divino! La imagen del rostro de Dios es una manera de referirse al bien, representa la acción divina en el momento oportuno, alude al acompañamiento de Dios en el instante de necesidad. Ese rostro, en efecto, es fuente de iluminación, bondad y bienestar, y su descubrimiento y aprecio genera esperanza, fortaleza y seguridad.
El rostro del Señor, además, es manantial de gran alegría, que supera la felicidad que produce la abundancia y el vino. Reconoce el salmista, en boca de los enemigos, que la presencia divina genera en las personas la dicha necesaria para vivir con salud y bienestar. Además, la referencia a «alzar la luz del rostro divino» puede ser una alusión a la bendición sacerdotal (Num 6:24–26).
v. 8: Finaliza el salmo con una expresión de seguridad absoluta. ¡No habrá más noches de desvelo para el salmista angustiado y preocupado! La paz le arropará e inundará, pues su confianza está en el Señor. Esa seguridad proviene únicamente del Señor, pues su rostro ilumina y protege su sueño. La expresión «porque sólo tú» pone de manifiesto el fundamento teológico y espiritual del salmo y del salmista: El Señor es la fuente de su seguridad.
El salmo comienza con un profundo clamor por justicia. El salmista se siente injustamente perseguido y calumniado, y con esperanza reclama la intervención de Dios. Sin embargo, el poema finaliza con una extraordinaria afirmación de fe y seguridad: ¡El Señor hace vivir confiado al salmista! Junto al tercer salmo, este poema pone en evidencia la amplitud de la confianza que genera el Señor en los creyentes: ¡La oración que implora a Dios ayuda y apoyo, se hace en la mañana y el la noche!
El versículo final del salmo ha inspirado a generaciones de creyentes a culminar su día con esa oración de seguridad. Esa profunda convicción espiritual del salmista es la que motiva a los creyentes a afirmar como el sabio apóstol: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4:7).

SALMO 5: «PLEGARIA PIDIENDO PROTECCIÓN»

En la tradición de los dos salmos anteriores, el quinto presenta la súplica de una persona acusada injustamente y que acude humildemente al Señor para presentar su caso e implorar justicia. Sus acusadores son personas insensatas, mentirosas, malvadas, sanguinarias y engañadoras, que no se inhiben hasta lograr sus objetivos de maldad. El salmista invoca la intervención de Dios y clama por el castigo y la caída de sus enemigos. Finaliza el poema con una gran declaración de confianza por la capacidad de salvación divina y por su compromiso con la defensa de la persona justa.
El salmo se puede incluir en la categoría general de los lamentos individuales, pero en realidad es la oración de una persona inocente que solicita en su dolor la protección divina. El título hebreo es el mismo que se incluye en el Salmo 4 (véase comentario al salmo), y brinda muy poca información referente a los detalles sociales, religiosos y litúrgicos del poema. Y como la información histórica que se incorpora y revela en el poema es muy escasa, no se puede determinar con precisión el autor del salmo, ni se puede descubrir con seguridad la fecha de composición.
Por las referencias al Templo (v. 7), el salmo debe ser de origen pre-exílico, y posiblemente se utilizaba en relación a las ofrendas y los sacrificios de la mañana. Algunos estudiosos piensan que un mejor contexto original del salmo eran las dinámicas que se relacionaban con los procesos jurídicos en el Templo de Jerusalén.
El análisis de la estructura literaria del salmo pone de manifiesto cinco estrofas que se alternan temáticamente. De un lado, se incluyen oraciones y afirmaciones para la gente piadosa y justa; del otro, la naturaleza y futuro de las personas injustas.

• El Señor escucha mis palabras: vv. 1–3
• El futuro de los insensatos: vv. 4–6
• El Señor me guía en su justicia: vv. 7–8
• El castigo de los mentirosos: vv. 9–10
• La alegría de los que confían en Dios: vv. 11–12

vv. 1–3: La oración comienza con una petición del salmista, con un clamor intenso: ¡Señor «escucha mi gemir» y «atiende a mi clamor»! Esas expresiones, características de los salmos de lamentación, ponen de manifiesto la magnitud de la aflicción, revelan la intensidad del dolor, subrayan la necesidad del adorador, identifican la angustia del salmista. Más que una palabra religiosa superficial o una oración memorizada de poca significación, el poeta se presenta ante Dios con un clamor profundo, con una plegaria intensa, con una oración de petición y ayuda. La referencia a la oración «temprano en la mañana» indica la urgencia del clamor.
La confianza del salmista está en que Dios le puede escuchar, pues le reconoce como su rey y su Dios. La oración es intensa e íntima. ¡Reconoce el autor la autoridad divina sobre los monarcas humanos! El salmista llega al más alto foro legal en donde puede presentar su caso, ante Dios. El Señor es el juez por excelencia, que tiene la capacidad de establecer la justicia en el instante oportuno.
Las expresiones «mi Rey» y «mi Dios» revelan el sentimiento profundo del adorador: El Señor no es al monarca distante despreocupado por los dolores de su pueblo, ni es la divinidad impersonal ajena a las dinámicas diarias de su pueblo. Para el salmista, el Señor es el Dios cercano e íntimo, que le brinda las fuerzas necesarias para confiar y esperar su intervención redentora.
vv. 4–6: Junto a una afirmación teológica en torno a la divinidad, el salmista describe a sus adversarios. ¡Insensatos y arrogantes que se complacen en la maldad y la injusticia! El Dios del salmista no acepta la maldad como un comportamiento adecuado, ni permite a los inicuos estar delante de su presencia. El Señor destruye a los mentirosos; y abomina, el Dios del salmista, a la gente sanguinaria y engañadora.
Estas afirmaciones teológicas, que revelan la naturaleza justa de Dios, ponen en clara evidencia un nivel avanzado en el desarrollo religioso del salmista y de la humanidad. Aunque esas declaraciones están muy acorde con la teología cristiana, la literatura antigua presenta los excesos, conflictos y las actitudes caprichosas de las divinidades de las ciudades antiguas de Canaán y Ugarit.
La relación íntima y la dinámica recíproca entre la justicia y la divinidad es una contribución significativa de la literatura bíblica a la teología. El Dios de las Sagradas Escrituras es justo, y esa naturaleza especial le hace rechazar la maldad como una manifestación divina adecuada. Las expresiones de rechazo—p.e., «no habitarán junto a ti» y «no estarán delante de tus ojos»—pueden aludir a la negativa divina ante los gestos, las oraciones y los sacrificios de adoradores que llegan al Templo, pero que actúan de acuerdo a la maldad.
De acuerdo a la teología del salmo el Señor rechaza tanto el pecado como al pecador. Esa afirmación, que puede parecer extraña en la teología cristiana, puede entenderse a la luz de una comprensión más amplia de la afirmación. En efecto, Dios rechaza todo lo relacionado con el pecado, inclusive a las personas, hasta que se incorpora una actitud de arrepentimiento y humildad. Cuando la persona pone fin a su actitud siniestra de maldad, entonces se aleja del juicio divino y recibe la misericordia de Dios.
vv. 7–8: En contraposición a la actitud adversa de sus enemigo, el salmista se presenta ante Dios con humildad y se allega al Templo esperando la misericordia divina. Reconoce la importancia del Templo como Casa de Dios, y se dispone a adorar con reverencia. Y el resultado de su gestión religiosa es un clamor extraordinario: ¡Señor guíame en tu justicia!
Adorar «hacia el santo Templo» revela la costumbre antigua de los judíos de la diáspora de hacer sus oraciones, o cumplir sus responsabilidades religiosas, orientados hacia Jerusalén, la Santa Ciudad, en donde estaba ubicado en Templo (1 R 8:35, 38, 42; Sal 28:2; 134:2; 138:2; Dan 6:10). Esa práctica presuponía que Dios habitaba en el Templo, que transmitía la idea de morada o casa. Orar orientado hacia el Templo era una manera de reconocer la presencia divina en ese lugar.
La petición final del salmista, «endereza tu camino», es una forma figurada de pedirle a Dios que le ayude y le permita enfrentar las dificultades de la vida con sabiduría y autoridad. No le pide al Señor que lo saque del camino ni que le evite las adversidades, sino que le prepare el sendero y le ayude a transitar la vida con valor y firmeza.
vv. 9–10: Esta sección describe de forma gráfica a los enemigos del salmista: La boca de ellos comunica mentiras y falsedades; y su interior—es decir, lo que se anida en lo más profundo del ser—, está lleno de maldad. Sus adversarios son hipócritas, malos y mentirosos. Para el salmista, el problema real de quienes le acusan es el sepulcro o la muerte que tienen en su interior.
Esa imagen de la muerte es el fundamento de las acciones de los enemigos del salmista, es la base de las palabras que emiten. La comunicación y las acciones mismas de sus adversarios y perseguidores están influenciadas por el ambiente del sepulcro, que evoca descomposición y destrucción.
Ante esas actitudes, el salmista reclama el juicio divino: ¡Castígalos, Señor, por sus intrigas, por sus transgresiones, por sus rebeliones! ¡Hazlos pagar por lo que me han echo!, parece decir el poeta en su oración. En su clamor a Dios, les desea que caigan y que sean echados fuera de la presencia divina. Su oración es una plegaria de vindicación firme y decidida, es una oración que responde a sus sentimientos más profundos de dolor y persecución, es un clamor que se origina en sus experiencias adversas de injuriado y calumniado.
El texto revela que se manifiestan en el salmista los resentimientos y los deseos de venganza que deben ser superados para propiciar la salud mental y espiritual. Ante situaciones similares, los seres humanos reaccionan con violencia, y desean verse restaurados y restituidos. Sin embargo, la gente no puede vivir feliz cuando las fuerzas que guían sus vidas están motivadas por la revancha y la venganza. La dicha se manifiesta en las personas cuando el fundamento de sus acciones no es la insanidad que produce el resentimiento, sino la paz que genera la salud mental y espiritual.
vv. 11–12: La palabra final del salmo es de contentamiento y optimismo. Se alegran las personas que confían en el Señor, pues Dios mismo les defiende, les apoya y les bendice. El Señor es como un escudo protector alrededor de las personas justas, y les manifiesta su favor y su amor. Esas acciones divinas producen en el salmista seguridad, esperanza y regocijo.
El motivo de gozo no es en este caso el juicio o la destrucción de los adversarios del salmista, sino la protección e intervención divina. Amar el nombre divino es una forma de expresar su amor al Señor. En este contexto es importante señalar que en la antigüedad se pensaba que había una relación estrecha e insustituible entre el nombre y la persona que lo lleva. En el particular caso del nombre divino, el Antiguo Testamento está cargado de relatos en los cuales ese nombre tiene gran significación teológica y espiritual (p.ej, Ex 3:13–15; 6:2–3).
La frase final del salmo, «lo rodearás de tu favor», es sinónima de bendición, y presenta una de las características fundamentales de la oración: Aún ante las adversidades más amargas, la gente de fe recibe la bendición divina, pues Dios mismo les rodea de amor. Y aunque la vida se viva en medio de contradicciones y esperanzas, en medio de persecuciones y bendiciones, en medio de problemas y expectativas, en medio de conflictos y posibilidades, la gente justa da voces de júbilo y se regocija en la seguridad que le brinda el Señor. El secreto de la oración, según el salmo, se relaciona con el sentido de justicia y seguridad que manifiesta.
En su importante Epístola a los romanos, el apóstol Pablo cita el versículo nueve de este salmo, en su discurso sobre el poder del pecado que arropa a la humanidad, tanto a judíos como a gentiles (Rom 3:13). Y aunque la finalidad original del salmo no necesariamente se relaciona con la afirmación y teología paulina, la interpretación apostólica es muy válida y pertinente. En efecto, la maldad no tiene la última palabra en la vida, la injusticia no es el destino final de los fieles, la destrucción no constituye el propósito de Dios para la humanidad. Al final de todo, Dios sigue siendo Dios, pues tiene control de la historia y de la humanidad. El favor divino es mayor que la actitud rebelde de los enemigos, pues el amor de Dios es superior al los odios, rencores y resentimientos humanos.

SALMO 6: «ORACIÓN PIDIENDO MISERICORDIA EN TIEMPO DE PRUEBA»

Este salmo clama de forma apasionada e intensa por el amor y la misericordia divina en un momento de gran dificultad y angustia. Se invoca la gracia que se sobrepone a la ira y al enojo de Dios. La referencia directa a la enfermedad identifica específicamente la calamidad, que se relaciona en el poema con el juicio divino. La gravedad del problema o enfermedad puede llegar hasta a «turbar el alma» del salmista, que es una forma poética de indicar la extensión y la naturaleza de la crisis: ¡Puede generar confusión y desesperanza en las personas! Y como el idioma de la enfermedad y la sanidad se utiliza metafóricamente con regularidad en el Antiguo Testamento, el salmo pasó a ser utilizado como una plegaria para la restauración del pueblo. En este sentido figurado, las calamidades que traían al pueblo debilidad eran vistas por los escritores bíblicos como una particular forma enfermedad.
La iglesia cristiana, desde el siglo quinto, ha identificado este poema como el primero de varios salmos penitenciales, particularmente utilizados durante la Semana Santa (véanse Sal 32; 38; 51; 102; 130; 143). Y aunque el salmo no contiene recomendaciones directas o expresiones explícitas a la penitencia, la lectura piadosa de los cristianos y las cristianas vieron en sus imágenes un claro mensaje de contrición.
Generalmente el salmo se clasifica como un lamento individual, que describe y articula la experiencia del dolor comunitario. Posiblemente el salmo se utilizaba en el culto del Templo, cuando se oraba por alguna persona en necesidad (2 S 12:16; 1 R 8:37) o cuando el pueblo pasaba por algún instante de crisis nacional. El poema se debe haber escrito en la época post-exílica, a juzgar por las similitudes que presenta con literatura de esa época (v. 1 y Sal 38:1; v. 2 y Sal 41:2; v. 6 y Jer 45:3; v. 7 y Sal 31:10; v. 8 y Sal 119:115; v. 10 y Sal 35:4, 26; 83:13).
El título hebreo del poema es similar al que se incluye en los salmos cuatro y cinco, con la única diferencia de la referencia a Seminit, que posiblemente alude a un instrumento musical de ocho cuerdas.
El salmo puede dividirse en cuatro estrofas. En las primeras tres se alternan los lamentos y las peticiones que produce en el adorador un sentido extraordinario de intimidad y humildad. La estrofa final es una especie de añadidura que pone de relieve la intervención sanadora de Dios, luego de haber superado la enfermedad y la crisis. El cambio brusco en el tono del salmo (vv. 8–10) se puede deber a la intervención de algún oráculo divino, a través de algún profeta del culto o sacerdote.

La estructura del salmo es la siguiente:
• Petición por misericordia: vv. 1–3
• Oración por salvación: vv. 4–5
• Lamento por los angustiadores: vv. 6–7
• El Señor ha oído la oración del salmista: vv. 8–10

vv. 1–3: El salmista presenta rápidamente su preocupación profunda: No quería ser reprendido por el Señor, pues prefería la misericordia y la sanidad divida al enojo y la ira de Dios. Clama en medio del dolor extremo que produce una enfermedad que le abate hasta los huesos, y que le genera algún tipo de crisis emocional o depresión.
La frase «no me reprendas en tu enojo» es un atropomorfismo, que es un recurso literario que atribuye a Dios características de las personas. Y anuque la ira y el enojo divino están generalmente acompañados de la justicia de Dios (Jer 30:11; 46:28), el salmista entiende que en medio de su dolor extremo y enfermedad está más necesitado de la misericordia y el amor. Esa plegaria pone de manifiesto un valor extraordinario de la teología cristiana, que entiende el amor de Dios como una fuerza que sobrepasa todos los límites del entendimiento.
Para el salmista la enfermedad que le abatía le afectaba los huesos y el alma. Es decir, la calamidad tenía repercusiones físicas y espirituales, y manifestaba niveles biológicos y emocionales, en una clara referencia a la totalidad de la vida. El salmista, de esta forma, relaciona dos conceptos de gran importancia religiosa: el juicio divino y la enfermedad. Y esa relación íntima entre la salud y el pecado le hace preguntar con firmeza: ¿Hasta cuándo, Señor?
Como en la antigüedad se pensaba que las enfermedades y las adversidades de la vida se relacionaban con el pecado (Ex 15:26; 2 R 5:7), se entendía que únicamente el Señor era el sanador por excelencia, que equivalía al perdón divino y la liberación (Sal 41:4). La imagen del alma turbada ilustra la profundidad de la crisis (Gn 45:3). Y la pregunta retórica, «¿hasta cuándo?», es característica de varios salmos de lamentación (Sal 74:10; 79:5; 80:4). Su objetivo es expresar claramente la inquietud y la preocupación del poeta en torno a la naturaleza de la calamidad y el tiempo para su culminación o término. En la pregunta se revelaba implícitamente una petición para que finalizara la enfermedad y el dolor.
vv. 4–5: El poeta se torna a Dios, y reclama su misericordia. ¡Clama por salvación! Le pide que libre su alma, que es una manera de referirse a la totalidad de la vida. Esta importante palabra hebrea nefes, que tradicionalmente se ha traducido como «alma»—y que aparece como 755 veces en el Antiguo Testamento—denota por lo menos tres niveles principales de sentido: en primer lugar se refiere a la vida misma, a la esencia vital del ser humano (Sal 107:5). El término también puede aludir al mundo emocional y se relaciona con varias expresiones sicológicas; y finalmente el término puede utilizarse para describir varias partes del cuerpo—p.ej., «garganta», «cuello» o «boca» (Sal 69:1; Is 5:14; Jon 2:5)—, para describir algunas ideas—p.ej., «envidia» «apetito», «deseo» o «coraje»—o para identificar a alguna «persona», «individuo» (Gn 14:21) o «cuerpo» (p.ej., Lev 19:28; 21:1; Num 6:6).
La referencia al seol y a la muerte indican que los muertos no pueden alabar al Señor, que es una característica distintiva de la adoración en Israel. Los muertos, como están impuros, están excluidos de los círculos de alabanza y adoración. La imagen revela que el salmista sentía que la muerte estaba muy cerca. Posiblemente pensaba que parte de su angustia era algún tipo de anticipo de los dolores relacionados con la muerte. Por esa razón su petición se hace intensa: «Vuélvete y libra de alma», es decir, mírame y redime mi vida, ten memoria de mi y libera mi existencia. ¡Manifiesta tu misericordia de forma concreta con una demostración real de tu poder salvador!
En la antigüedad, los israelitas imaginaban el Seol—o la morada de los muertos—como un lugar oscuro, que estaba ubicado en lo profundo de la tierra (Job 10:21–22; Sal 63:9). En ese lugar, se pensaba, predominaba el silencio que impedía la alabanza a Dios (Sal 30:9; 88:4–6, 10–12; Is 38:18–19). Posteriormente en la historia estas creencias fueron sustituidas por la esperanza en la resurrección de los muertos al final de los tiempos (Dn 12:1–3).
vv. 6–7: El salmista describe poéticamente la intensidad de su oración. Ha invertido todas sus fuerzas durante las noches llorando y gimiendo por su condición: ¡Está exhausto! Regó e inundó su cama con sus lágrimas y gastó sus ojos de tanto sufrir. Y en su oración indica que su dolor de relaciona con las acciones de personas que le hieren y angustian.
El poeta utiliza muy bien la hipérbole para exagerar y poner de relieve la profundidad de su dolor. El lecho alude al lugar de descanso del salmista. En la antigüedad, únicamente las personas ricas tenían camas con patas. Generalmente estos lechos eran lugares en el suelo, que no tenían cubiertas ni mantas, pues las ropas de los que las utilizaban servía para cubrirse durante el descanso.
«Mis ojos están gastados de sufrir» puede indicar la enfermedad del salmista. Algún tipo de condición visual que le impedía ver con claridad. Otra posibilidad es que la expresión sea una figura del lenguaje que intenta presentar la extensión del sufrimiento y enfatizar el lloro y dolor del salmista.
vv. 8–10: La sección final incluye una firme manifestación de esperanza. El salmista rechaza a los que le angustian y actúan con maldad, pues exclama que el Señor ha oído su oración. Y ante la intervención consoladora de Dios, los muchos enemigos del salmista ¡se avergonzarán y se turbarán! La acción divina no solo consuela al creyente sino que identifica y rechaza los que actúan con maldad. La vergüenza y la confusión se manifiestan en la gente que actúa con maldad; pero para las personas que viven de acuerdo a la voluntad divina, acabarán las lágrimas y finalizarán los dolores.
La frase «¡Apartaos de mí!» identifica la transición entre el clamor de angustia y la afirmación de fe y triunfo. La razón de la transición es que el Señor ha oído su clamor y ruego. Y que el Señor escuchara su clamor era signo de que se había perdonado su pecado y sanado su cuerpo. Los enemigos actuarán de forma desorientada porque el Señor tomó el clamor del salmista y respondió con salud y bienestar físico y espiritual. Esos enemigos pueden ser quienes le causaron el malestar o quienes lo agravaron con sus acciones.

SALMO 7: «PLEGARIA PIDIENDO VINDICACIÓN»

En este salmo se incluye la plegaria intensa de una persona perseguida y acusada injustamente que suplica a Dios su vindicación. En su dolor, se confiesa inocente, y reclama la liberación de quienes le hieren y angustian. Comienza el poema con dos afirmaciones de confianza y seguridad: «Señor, Dios mío» (v. 1, 3). En la primera declaración se clama por liberación y apoyo; y en la segunda se declara su inocencia en la forma de juramento. Las dos afirmaciones se relacionan pues la liberación que se reclama se hará realidad únicamente si la persona que ora es inocente de lo que se le acusa falsa e injustamente. Utilizando un lenguaje figurado el salmista presenta su caso ante el Dios Altísimo (v. 17), pues reconoce que el Señor es su «escudo» (v. 10) y que salva a la gente inocente. Su liberación es motivo de cánticos y alabanzas (v. 17).
En los Salmos el tema de apreciar y afirmar la seguridad que proviene del Señor es recurrente e importante (Sal 11:1; 16:1; 25:20; 31:1; 46:1; 61:3; 62:7–8; 71:1, 7; 94:22; 141:8; 142:5). Las metáforas de «refugio» o «escudo» ponen en clara evidencia la esperanza fundamental de los adoradores en momentos de dificultad, particularmente en momentos de crisis personal, nacional e internacional. El verbo hebreo que transmite la idea de «refugio», generalmente se refiere a la protección relacionada con las inclemencias del tiempo o con la que se necesita ante las amenazas o ataques de los enemigos. Desde la perspectiva poética y simbólica, la imagen se asocia con las ideas de confianza y seguridad. La idea es proyectar al adorador un sentido de seguridad y paz en momentos de tensión y adversidad.
Este salmo generalmente se incluye en la categoría de los lamentos individuales, aunque la unidad literaria del poema es compleja. La oración pone de manifiesto los sentimientos más hondos de una persona que ha sido acusada de forma injusta. Posiblemente este salmo se utilizaba en el Templo en momentos de dificultad extrema, cuando la persona acusada se presentaba ante Dios para implorar justicia y para esperar el veredicto divino. Por su alusión a David en el título hebreo, algunos intérpretes han relacionado el poema con las oraciones reales que se hacían en momentos de crisis nacional.
La referencia a Cus, hijo de Benjamín, en el título hebreo es difícil de descifrar y comprender. Del personaje o del episodio aquí aludidos no se encuentran referencias claras en los relatos de David que se incluyen en la Biblia. Posiblemente el editor del salmo tenía acceso a información, episodios y leyendas de la vida del famoso monarca de Israel que no se preservaron en la literatura bíblica. En algunas ocasiones se ha relacionado a Cus con Saúl o con Simei hijo de Gera, enemigos de David, que provenían de la tribu de Benjamín (2 S 16:5–8). Y el término hebreo sigaión tradicionalmente se ha entendido y traducido como «lamentación».
La estructura del salmo puede describirse en cinco estrofas, que alternan invocaciones y alabanzas con una declaración de inocencia del salmista y una descripción de la gente malvada:

• Invocación al Señor (vv. 1–2)
• Declaración de inocencia del salmista (vv. 3–5)
• Invocación a Dios, juez de la humanidad (vv. 6–11)
• Descripción de la gente malvada (vv. 12–16)
• Alabanza al Señor (v. 17)

vv. 1–2: La primera afirmación del salmo es de seguridad y esperanza en el Señor. Ante la persecución, crisis e injusticia, el salmista reconoce que su salvación proviene de Dios. Su preocupación básica e inmediata es que sus enemigos le destruyan sin que haya quien le ayude y libre. La imagen del «alma desgarrada» como si fuera atacada por un león, pone en clara evidencia la naturaleza de la dificultad y revela la intensidad del problema; describe, en efecto, la violencia de los actos y las aseveraciones en su contra. El salmista se siente impotente ante las acusaciones a las que es sometido y demanda la intervención divina para superar el problema.
La expresión «en ti he confiado» puede ser una alusión al acto de allegarse al Templo e implorar la intervención divina; es una frase simbólica y poética que pone de manifiesto el fundamento de la seguridad del salmista. Y la referencia al león es parte del estilo literario de los salmos, que relaciona a los enemigos y las dificultades con animales salvajes y cazadores (Sal 9:15; 31:4; 35:7; 57:5), o con algún ejército que ataca (Sal 3:6; 27:3; 55:18). El salmo describe la hostilidad del enemigo como un acto de salvajismo, como una manifestación no humana ni racional de la adversidad. En los tiempos bíblicos, los antiguos israelitas conocían los leones persas y asiáticos, aunque con el tiempo desaparecieron en Palestina.
vv. 3–5: Esta sección del salmo incluye una clara profesión de inocencia. Fundamentado en esa seguridad, el salmista se allega a Dios y ofrece su plegaria. Le reconoce no como la divinidad lejana e impersonal, sino con intimidad y cercanía: «Señor, Dios mío». Con esta declaración no pretende indicar que está libre de toda culpa sino poner de manifiesto su integridad personal. Su propósito es indicar que sus actuaciones no justifican la severidad y complejidad de su condición y dolor. La violencia a la que es sometido no puede fundamentarse en sus actos, pues el salmista ha tratado de vivir de acuerdo a buenos principios éticos y morales. Como ejemplo de su afirmación de la moral, indica que inclusive liberó a un enemigo que le perseguía injustamente (v. 4).
Fundamentado en esa convicción de inocencia el salmista indica que si en verdad es culpable que le lleguen las calamidades identificadas en su oración: ¡Que el enemigo le alcance y pisotee, y que hiera su honra! Esta sección del salmo es como una especie de juramento, en el que, ante el guardián del compromiso (Dios), se afirma la inocencia o se aceptan las consecuencias de la culpabilidad. La oración es una especie de auto-maldición en la que se aceptan las calamidades identificadas si se descubre falta de integridad en la persona que ora.
En la antigüedad se pensaba que una persona culpable no se atrevería a orar y profesar su inocencia de esta manera, aunque debemos suponer que en el Israel bíblico había personas que no temían a «Dios ni a los hombres» (Lc 18:2). Este tipo de juramento en algunas ocasiones estaba acompañado de actos simbólicos que enfatizaban el compromiso y la seriedad de las afirmaciones (Dn 12:7). Es posible que en el contexto de este salmo se incluyera algún gesto físico, como el de lavar las manos (Sal 26:6; Is 1:15–16).
Las afirmaciones «si de algo soy culpable», «si hay en mis manos iniquidad» y «si he dado mal pago» no deben ser entendidas como declaraciones de perfección moral y ética de parte del salmista. Son, en efecto, expresiones de quien es acusado injustamente e intenta convencer a Dios y a la comunidad de su inocencia. Y las imprecaciones finales de la oración (v. 5) son la prueba que ofrece el salmista de su inocencia. Respecto a la palabra hebrea selah véase la introducción.
vv. 6–11: El juramento del salmista ahora se torna en invitación: Ante las injusticias de sus acusadores, reclama la manifestación de la ira divina. La oración se transforma en petición formal para que se establezca una corte que haga justicia al salmista. Y aunque el lenguaje utilizado es figurado y simbólico, el salmista pide a Dios la declaración de su inocencia y reclama el juicio divino contra sus acusadores. Esta oración no debe entenderse en el contexto del futuro escatológico, sino en el entorno real e inmediato del adorador que experimenta el dolor de la injusticia y necesita vindicación inmediata.
La oración que reclama la intervención divina comienza con varios imperativos: ¡Levántate, álzate y despierta! (el texto hebreo incluye uno adicional: «¡manda o declara el juicio!»). La fraseología revela la urgencia de la petición, el tono del clamor pone de manifiesto la intensidad de la plegaria. Se solicita la pronta intervención divina, pues mientras los enemigos continúen con sus injurias e injusticias contra el salmista se da la impresión que Dios está impotente, detenido, silente.
El lenguaje usado en la oración es militar y jurídico. «Levántate» (Num 10:35) y «despierta» (Jue 5:12) son gritos de guerra que incentivan el coraje y fomentan la lucha; y «álzate» es una expresión sinónima que genera la misma reacción de valentía y entusiasmo. En efecto, son frases que evocan las antiguas tradiciones que se asocian con el Arca del Pacto y la Guerra Santa (Sal 3:7; 9:19; 17:13; 44:26; 102:13; Is 33:10). El adorador reclama la intervención divina en términos militares. Posiblemente toda esta terminología bélica revela la naturaleza hostil de las acusaciones a las que estaba expuesto el salmista—p.ej., podía haber sido acusado de haber roto algún tratado—, aunque también todos estos términos pueden estar relacionados con la idea de Dios como guerrero.
La oración revela, además, un particular entorno jurídico y legal. Los pueblos se reunirán alrededor del Señor para ser juzgados en justicia y equidad. El salmista reconoce esa capacidad divina y acepta la intervención de Dios como juez, para que se reconozca que el adorador injustamente acusado ha actuado con integridad. ¡Su «escudo» está en el Dios que salva a la gente recta de corazón (v. 10), y prueba la mente y el corazón de las personas justas (v. 9)! El salmista no fundamenta su defensa en que es perfecto sino en que es íntegro. Además, reconoce que únicamente ante el tribunal divino es que las personas impías recibirán su merecido.
vv. 12–16: En el contexto de sus afirmaciones de intervención divina, el salmista le habla a sus adversarios y acusadores. Luego de declarar que su seguridad y escudo está en el Señor (v. 10), describe las actitudes y actividades infames de sus detractores: Afila la espada, prepara el arco y las armas de muerte, concibe maldad, iniquidad y engaño, y cava pozos traicioneros. ¡Presenta de forma gráfica la naturaleza de la crisis! El salmista pone en justa perspectiva su caso y revela la extensión del peligro al cual se expone. Afirma que si no hay un arrepentimiento de parte de sus enemigos estará expuesto a una serie de actos infames que se asemejan al estar expuesto a la violencia de un ejército.
El uso de la expresión «armas de muerte» pone en evidencia la urgencia de su petición, pues reacciona a los actos de maldad, engaño e iniquidad de sus enemigos. Sin embargo, reconoce que esas mismas actitudes de odios, injusticias y resentimientos propiciarán la destrucción de sus acusadores: ¡Caerán en los mismos pozos que cavaron! ¡La iniquidad que prepararon les llegará para destruirlos! ¡Su agravio caerá contra su propia coronilla!
Una de las imágenes que utiliza el salmista para describir las acciones injustas de sus adversarios es la del embarazo y parto. En el contexto original femenino, la mujer embarazada da a luz con dolores y amor. Las angustias relacionadas con el proceso de alumbramiento son superadas por el gozo de ver y disfrutar la vida del hijo o la hija. En este contexto la imagen se torna adversa e hiriente, pues lo que se concibe es maldad y lo que se produce es engaño. De esta manera chocante y adversa el salmista describe la naturaleza misma de la injusticia que vive. Solo un acto de arrepentimiento—que en hebreo se describe como un cambio radical de dirección evitará la agonía del salmista y la autodestrucción de sus enemigos.
v. 17: El poema finaliza como comenzó, con una alabanza al Señor y una clara declaración de esperanza. El salmista canta y alaba al Señor porque confía en su justicia. Y ante las falsas acusaciones de sus detractores, canta con seguridad al Dios Altísimo. De esta forma la estructura literaria del salmo crea como un paréntesis temático: Inicia con una afirmación de confianza y seguridad ante una serie de acusaciones injustas, y termina con una expresión de honra y alabanza a Dios por su justicia. Se hace justicia con esta nota final del poema a la teología del salmista: El Dios justo tiene la capacidad y el deseo de intervenir en medio de las realidades humanas para ayudar a personas inocentes a superar las acusaciones falsas e injustas.
La referencia al Dios «Altísimo» evoca la divinidad los tiempos pre-israelitas de la ciudad de Jerusalén. El hebreo elyon, generalmente traducido como «Altísimo», significa exaltado, elevado, alto, y se utiliza en el Salterio no solo en relación al nombre divino sino para referirse a Dios de forma independiente (Sal 9:2; 91:1). ¡Dios es mayor que los enemigos del salmista! Y cantar al nombre del Señor es reconocer esa capacidad extraordinaria de triunfo y victoria en la adversidad.
El Salmo 7 es una oración a Dios para ser liberado de los ataques injustos de los enemigos. Y con ese importante tema creyentes de muchas generaciones han encontrado apoyo y sostén en las crisis de la vida. Las imágenes de refugio y las afirmaciones de triunfo en la guerra le han brindado a la gente de fe las palabras de aliento requeridas en instantes de dificultad. Particularmente las personas que han sido acusadas y juzgadas de manera injusta descubren en esta oración un particular sentido de seguridad, pues reconocen que únicamente Dios les puede ayudar mantenerse incólumes en la dificultad y les puede apoyar para superar el problema.

SALMO 8: «LA GLORIA DE DIOS Y LA HONRA DEL HOMBRE»

Este salmo es un himno o cántico de alabanza al Dios creador, que ha delegado a los seres humanos la responsabilidad de cuidar lo creado. El poema contrasta la capacidad creadora de Dios y la dignidad y honra de la humanidad. E incluye una afirmación teológica extraordinaria: El Dios que tiene el poder de crear el mundo y cuya gloria sobrepasa los límites del conocimiento humano le brinda a las personas la mayordomía de la creación. De esa forma el Señor del universo dignifica al ser humano, al encomendarle tan grande responsabilidad ecológica y personal.
Este salmo es el primer himno de alabanza del Salterio e interrumpe el grupo inicial de poemas de liberación y ayuda en las crisis, para hacer una afirmación firme y contundente en torno al Dios que se dirigen las oraciones: El Dios de los Salmos es una divinidad extraordinaria cuyo poder, autoridad y dominio sobrepasan los límites conocidos e imaginables para la humanidad. Además, el salmo pone claramente de manifiesto que los seres humanos no son un apéndice sin importancia y superficial en el cosmos, sino agentes divinos para mantener el equilibrio ecológico. El poema reconoce la grandeza de Dios y afirma la dignidad de la humanidad. Comienza y termina con la misma afirmación: ¡El Señor es nuestro Dios y su presencia en el mundo es importante! Y es el único poema del Salterio que se dirige en su totalidad a Dios.
Aunque tradicionalmente el salmo se ha atribuido a David, por las referencias en el título hebreo, la verdad es que es muy probable que la obra provenga de una época posterior, quizá el período exílico, cuando el tema de la creación ocupó la atención prioritaria en el pueblo de Israel. El contexto cúltico del salmo se puede relacionar con la fiesta de los Tabernáculos, en la cual el tema de la creación del mundo se enfatizaba y se revivía en el culto. La referencia en el salmo a «los cielos, la luna y las estrellas» puede ser indicar que se utilizaba en las noches (Sal 134; 1 Cr 9:33; Is 30:29). Las alusiones repetidas a Dios y al salmista en el salmo pueden revelar que el poema se leía de forma alternada. Y el término hebreo traducido «sobre Gittit», puede entenderse como una referencia a algún particular instrumento musical o a algún lugar de donde procedía el instrumento—p.ej., de la ciudad filistea de Gat (Sal 81; 84)—.
La estructura del salmo incluye la doble alabanza al nombre y la grandeza de Dios (vv. 1a, 9), la afirmación de la gloria divina (vv. 1b–2), y la finitud y honra humana (vv. 3–8). La grandeza divina se pone de manifiesto no solo en la creación del mundo y el cosmos, sino en su extraordinaria actitud hacia la humanidad, que siendo poco menor que los ángeles le coronó de gloria y honra.

• Alabanzas al nombre divino: v. 1a
• Afirmación de la majestad y el poder de Dios: vv. 1b–2
• Descripción de la fragilidad humana y la bondad divina: vv. 3–8
• Alabanzas al nombre divino: v. 9

vv. 1a, 9: El salmo comienza y termina con la misma doble afirmación de la gloria de Dios. En primer lugar se incluye el nombre personal de Dios—en hebreo, Yahvé, que se ha traducido en las versiones de Reina-Valera com Jehová—, al cual se añade el título honorífico de Señor, que en hebreo transmite las ideas de reconocimiento, autoridad y poder. La idea del salmista es enfatizar el poder divino sobre toda la tierra y el cosmos. La teología que presupone el salmo, y particularmente este versículo, reconoce la grandeza divina, que se relaciona con el nombre de Dios. Y esa majestad divina sobrepasa la belleza y lo imponente de la creación, y las palabras humanas no pueden contener ni expresar adecuadamente la extensión de sus virtudes.
En la teología bíblica el nombre es mucho más que el distintivo que puede llamar o designar a alguna persona. Es, en efecto, una forma de aludir e identificar a la persona misma, que se hace presente en su nombre y que presenta su naturaleza íntima más profunda al revelarlo. Pedir el nombre propio es equivalente a solicitar su identidad y su esencia básica (Gn 32:29). En este sentido teológico, bendecir, invocar o conocer el nombre divino es por consiguiente bendecir, invocar y conocer a Dios, que responde a las necesidades humanas a través de la revelación de su nombre personal e íntimo (Ex 3:13–14).
Con esta importante afirmación teológica el salmo comienza y concluye. Es una manera de enfatizar la teología de la majestad divina en forma de paréntesis literario. El Dios eterno y creador es también capaz de incorporar al ser humano en el proceso de administración de la naturaleza. La capacidad divina de compartir responsabilidades con el ser humano distingue al Dios bíblico, que hace a las personas partícipes del importante proceso de llevar a efecto una buena mayordomía de lo creado.
vv. 1b–2: Esta sección del salmo es de difícil traducción, posiblemente por los problemas que se descubren en la transmisión del texto hebreo. La idea es que la gloria divina sobrepasa los límites infinitos de los cielos y llega al sector más vulnerable y frágil de la sociedad, los niños y las niñas. De un lado, la majestad de Dios se manifiesta en el cosmos, y del otro, se revela a la niñez. El salmista desea enfatizar la extensión de la gloria divina y utiliza el recurso literario de comparación de extremos para enfatizar su tema. El propósito de esa manifestación extraordinaria de Dios es callar a la gente enemiga y vengativa. El Dios cuyo poder se extiende sobre los límites del universo, reconoce y aprecia la alabanza que sale de la boca de los infantes indefensos.
La expresión «de la boca de los niños y de los que aún maman» sugiere la idea de que Dios es alabado por la niñez. Aunque en el Antiguo Testamento esa percepción teológica de la niñez no es común, ese concepto se incorpora en las narraciones de los evangelios (Mt 21:6), pues posiblemente en Mateo se fundamentó la interpretación del salmo en el texto griego. La expresión «fundaste la fortaleza» puede ser una forma poética de referirse a los cielos (Sal 78:26; 150:1), y una manera figurada de aludir a la creación. De acuerdo con esta comprensión de las imágenes del salmo, «los enemigos» deben ser entonces las fuerzas del caos primitivo que fueron ordenados por el poder de la palabra divina (Gen 1:1–2). Otros enemigos de Dios en el Antiguo Testamento son los siguientes: Rahab (Job 26:12; Sal 89:10; Is 51:9), el mar (Job 26:12; Sal 74:13; 89:9; Is 51:10), el gran abismo (Is 51:10), los ríos (Sal 93:3), Leviatán (Sal 74:14) y el dragón (Sal 74:13; Is 51:9).
vv. 3–8: Como respuesta humana a la revelación de la gloria divina, el salmista contempla los cielos, la luna y las estrellas, y afirma el poder creador de Dios. En ese contexto de asombro, reconocimiento y majestad, el poeta reflexiona sobre la naturaleza humana. Ante tal manifestación de esplendor, se sorprende con la iniciativa divina de visitar al ser humano y tomarlo en consideración. Y aunque reconoce que las personas son un poco menor que los ángeles, Dios les ha concedido «gloria y honra», y les ha permitido administrar la creación, que incluye la naturaleza, los animales del campo, las aves y los peces.
La referencia a «los ángeles» en el texto de Reina-Valera proviene de la versión griega del Antiguo Testamento; el texto hebreo utiliza la palabra elohim—tradicionalmente traducido como dios o dioses—, para enfatizar el contraste divino-humano. El pasaje no menciona al sol en el entorno de las lumbreras, pues posiblemente el salmo formaba parta del culto nocturno. La referencia a la creación como el resultado de la acción de los dedos de Dios es una manera poética de enfatizar el poder divino. Y la frase «hijo del hombre» alude en este contexto específico del salmo a las personas en general, y no posee la pesada carga teológica que posteriormente desarrolló en la literatura apocalíptica.
Este salmo fue estudiado y citado con alguna frecuencia por los escritores del Nuevo Testamento. Jesús de Nazaret lo utilizó para responder a las críticas de las autoridades religiosas judías, cuando un grupo de jóvenes le cantaba «Hosanna al Hijo de David» (Mt 21:16). El Señor mantuvo la significación primaria del salmo al sostener el contraste fundamental entre los niños y los enemigos y vengativos: Los niños eran los que reconocían al Hijo de David, y los enemigos, los que querían impedir el reconocimiento del mesianismo de Jesús.
La iglesia primitiva también leyó el salmo de forma cristológica, y utilizó el tema del dominio del ser humano sobre la creación como una manera de referirse al poder de Cristo sobre la humanidad, a través de su vida, muerte y resurrección (1 Co 15:27; Ef 1:22; Heb 2:6–8). De acuerdo con la teología cristiana, la mayordomía responsable que los seres humanos deben tener sobre la creación se fundamenta en la interpretación del salmo y en el sacrificio de Jesús.

SALMO 9: «ACCIÓN DE GRACIAS POR LA JUSTICIA DE DIOS»

Posiblemente los Salmos 9 y 10 originalmente formaban un solo poema, como revela el empleo del estilo acróstico en su redacción. Esta metodología utiliza en la estructura poética el alfabeto hebreo, pues cada verso comienza con una de sus letras de forma sucesiva. Este peculiar estilo, que también se incorpora en otros salmos (p.ej., Sal 111; 112; 119), puede contribuir al proceso de memorización de los adoradores, y también puede ayudar las dinámicas del aprendizaje del alfabeto. Algunos estudiosos, por el contrario, opinan que en las comunidades antiguas se pensaba que ese tipo particular de estructura literaria tenía cierto poder mágico que podía ayudar al adorador. Y aún otros indican que era una manera de indicar que se había tratado el tema expuesto de la «A» a la «Z», es decir, de forma completa, cabal, extensa e intensa.
La naturaleza misma de su estructura poética hace del salmo uno temáticamente complejo. En el poema se combinan varios géneros literarios, que se disponen a merced del propósito teológico: p.ej., cántico de acción de gracias (9:1–6), alabanzas a Dios (9:7–12), y súplicas, que incorporan expresiones intensas de confianza en el Señor (9:13; 9:19–20; 10:12–15). La finalidad del salmo es agradecer al Señor su justicia e implorar la destrucción de los enemigos.
El fundamento de la interpretación de los Salmos 9 y 10 como una unidad literaria es el siguiente:

• El algunos manuscritos hebreos, y en versiones griegas y latinas se dispone y afirma la unidad de estos salmos.
• No hay títulos hebreos en al Salmo 10, que en la primera sección del Salterio no es común.
• El artificio acróstico que comienza en el noveno finaliza en el décimo salmo.
• El uso de la palabra hebrea selah al concluir el Salmo 9 no se repite en el resto del libro.
• Y ambos salmos revelan similitudes estilísticas, literarias y de contenido. P.ej., los paralelos temáticos de los «tiempo de angustia» (9:9) y el «tiempo de la tribulación» (10:1), y la repetición de frases e ideas, como las siguientes: «levántate, Señor» (9:19 y 10:12), y «eternamente y para siempre» (9:5 y 10:16).

El motivo para que en la mayoría de los manuscritos hebreos estos salmos se presentan de forma separada e individual, posiblemente se relaciona con el proceso final edición del Salterio: Una posibilidad es que el editor final dividió el salmo en dos, por razones que no son totalmente claras para los estudiosos contemporáneos de la obra; la segunda alternativa es que el salmo fuera antiguo y el manuscrito no estuviera en buen estado físico, eso habría requerido la elaboración de varias estrofas por el redactor final que afectó los componentes acrósticos del poema.
El autor del salmo es posiblemente un adorador que utiliza esta oración en el culto del Templo de Jerusalén para suplicar la destrucción de sus adversarios y agradecer a Dios sus manifestaciones justas. La referencia al «músico principal» alude a la persona de la tribu de Leví encargada de dirigir los cánticos en el Templo. Y la frase «sobre Mut-labén» puede aludir a los instrumentos de música, aunque también puede significar «con motivo de la muerte de un hijo». Tradicionalmente el poema se ha relacionado con David; sin embargo, fundamentados en su contenido, es muy difícil identificar con precisión al autor y la fecha de composición, aunque posiblemente proviene de la época pre-exílica.
La estructura de estos salmos es compleja, por la naturaleza acróstica de su estilo, aunque se puede distinguir algunos temas básicos que le brindan al escrito sentido de orden y progresión. El Salmo 9 se dispone de la siguiente manera:
• Alabanzas al Señor: vv. 1–2
• Motivos para la alabanza: vv. 3–6
• El Señor es rey y juez de las naciones: vv. 7–10
• Invitación a la alabanza: vv. 11–12
• Oración de una persona en necesidad: vv. 13–14
• Intervenciones divinas en la historia: vv. 15–18
• Petición de apoyo al Señor: vv. 19–20

De particular importancia en estos salmos es el concepto de Dios que ponen de manifiesto. Presentan al Señor como el rey que estableció su trono en Sión, y afirman que su poder se extiende por las naciones con autoridad eterna (9:4, 7–8, 11, 19; 10:16). Esa teología es similar a la que se revela en los salmos reales (p.ej., Sal 47; 93; 96; 98; 99). En los Salmos 9–10, sin embargo, se enfatiza la responsabilidad divina como juez de las naciones (9:7), que ya ha actuado previamente con justicia y ha manifestados sus juicios en la historia. Y esa percepción teológica de Dios como rey y juez se reafirma en las oraciones y plegarias del pueblo (9:9–10, 12, 18; 10:17–18).
vv. 1–2: El salmo comienza con una expresión de gratitud extraordinaria. El salmista agradece, alaba y cuenta la maravillas del Señor, y se alegra, regocija y canta al Dios Altísimo. De lo profundo de su corazón surge una expresión sincera de gratitud al identificar y contar las maravillas divinas, que es forma poética de aludir a las intervenciones de Dios en medio de la historia de la humanidad. Esa expresión del corazón es el opuesto a la alabanza solamente «de labios» que está lejos de agradar al Señor (Is 29:13).
La referencia a «contar las maravillas» divinas revela que el salmo tenía tanto el objetivo privado de oración personal como la finalidad pública de afirmar las acciones de Dios ante la congregación. La expresión hebrea traducida al castellano por «maravillas» se utiliza en 27 ocasiones en el Salterio, y en otras 45 en el resto del Antiguo Testamento. En la mayoría de los casos la palabra alude a las obras de creación de Dios (p.ej., Sal 136:4), o al juicio y la redención divinas (Sal 26:7; 71:17; 75:1; 78:4, 11). El autor, posiblemente, deseaba afirmar esas intervenciones extraordinarias de Dios como ejemplos de su favor hacia su pueblo, Israel. Y el nombre divino, Altísimo, es un título muy antiguo del Señor que pone de relieve su autoridad y dominio sobre todo el universo (véase Sal 7:17; 18:13; 46:4; 47:2; 91:1).
vv. 3–6: En esta sección del salmo se identifican los motivos de las alabanzas al Señor. El salmista expresa su gratitud al identificar las intervenciones de Dios contra sus enemigos, que retrocedieron, cayeron y perecieron. Además, fundamenta sus gratitudes en las acciones justas del Señor, que favorece sus derechos y mantiene en alto su causa. El Dios del salmista es juez justo, y esa convicción es la base de su agradecimiento; y el recuento de la historia de la salvación es el fundamento de su esperanza.
Esa capacidad divina de implantar la justicia hace que las naciones enemigas sean reprendidas y los agentes de maldad sean destruidos. La expresión «borraste el nombre de ellos» es una manera simbólica de decir que el Señor destruyó a los enemigos individuales y nacionales para siempre, una forma poética de indicar que los adversarios han sido vencidos permanentemente. «No hay memoria de ellos» pues la intervención divina destruyó su existencia, los eliminó de forma radical y permanente. Como la creación comienza con los actos de identificar y nombrar (Gn 2:18–23), la destrucción permanente finaliza con la eliminación del nombre.
La referencia a que los enemigos «se volvieron atrás»—como símbolo de derrota—es similar a decir que el salmista se acercó y miró al Señor. Y la simbología del «trono» se relaciona con la teología que afirma el poder judicial de Dios, que en este contexto específico es el trono de juicio y destrucción (Sal 122:5; Prov 20:8; Dan 7:9; Mt 19:28; Ap 20:4). Posiblemente estos versículos se utilizaban como parte de la liturgia en el Templo que glorificaba al Señor como juez del mundo y la humanidad, y lo celebraba como poderoso en la batalla.
La expresión traducida al castellano como «para siempre» alude en hebreo a los tiempos más lejanos y remotos, tanto en el pasado como en el futuro. Describe lo impensable e inimaginable del tiempo, y revela su manifestación más lejana que sobrepasa los límites de la historia. Es la forma semítica de transmitir y afirmar los conceptos de eternidad y perpetuidad.
vv. 7–10: Estos versículos ponen de manifiesto las virtudes divinas que afirman las victorias sobre los enemigos y propician la alabanza del salmista. Describen el fundamento de las acciones divinas previamente descritas (vv. 3–5). El Señor prevalecerá como juez eterno, para juzgar al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. Y esa capacidad de implantación de la justicia hará posible que los pobres tengan refugio en tiempos de angustia, y que las personas que conocen al Señor vivan confiadas. En efecto, el poema lo afirma y el salmista los describe: ¡Dios no desampara a quienes le buscan!
El trono de Dios está, según el testimonio bíblico, en el cielo (Sal 11:4; 103:19; 1R 22:19; 2 Cr 18:18; Is 6:1; 66:1; Lam 5:19; Ez 1:26; 10:1). Sin embargo, se representaba en el Templo en el Arca del Pacto o Alianza o en la misma ciudad de Jerusalén (Jer 3:17). En este contexto se afirma que el trono es símbolo de la implantación de la justicia, alude a los actos divinos que destacan su rectitud. Y esas acciones de Dios le brindan las personas en necesidad sentido de futuro y esperanza. De acuerdo al poema, para esas personas en angustia, el Señor es «refugio», protección, apoyo, fortaleza, y seguridad en tiempos de guerra. La imagen empleada evoca la teología del Señor Dios de los ejércitos, que afirma el poder divino para vencer los enemigos de su pueblo.
La referencia a las personas que conocen el nombre del Señor es teológica, temática y poéticamente muy importante. «Conocer» el nombre divino es aceptar la voluntad de Dios e incorporar sus preceptos y mandamientos en el estilo de vida del adorador. Conocer, en la sociedad hebrea, es mucho más que identificar y distinguir a alguien, es establecer una relación de intimidad, respeto, apoyo mutuo y dignidad. En el salmo es una manera figurada de describir las relaciones con el Dios que está al lado de las personas menesterosas, cautivas y oprimidas (Sal 46:7, 11). Y la frase «los que te buscaron» puede aludir a la gente que busca los oráculos o mensajes proféticos del Señor (1 R 14:5), o la que adora a Dios en el culto (Sal 105:4).
vv. 11–12: Luego de afirmar y celebrar al Dios que interviene y protege a la gente en necesidad, el salmista retoma el tema de la alabanza y gratitud al Señor. Como respuesta agradecida a las manifestaciones divinas en la historia, el salmista canta a Dios y publica entre las naciones sus obras. El fundamento de estas expresiones es que el Dios bíblico no se olvida del clamor de la gente afligida. De acuerdo con el poema, el Señor se acuerda de las personas que han sufrido violencia e injusticias en la vida.
El que «habita» en Sión, se refiere al Señor «que tienen su trono» en el cielo, pero que lo representa el Arca en el Templo, que es lugar visible del trono invisible de Dios. El salmista pensaba que la manifestación concreta de lo inefable estaba en Sión, en la ciudad de Jerusalén, en el Templo, específicamente en el Arca del Pacto. Ese lugar sagrado del Templo era la contraparte terrenal del trono celestial, eterno e indescriptible de Dios. Sión en este contexto poético del salmo es el símbolo de la presencia divina que tienen la finalidad de implantar la justicia a la gente oprimida.
La referencia a «publicar» las obras del Señor entre las naciones alude al acto de contar las intervenciones divinas en medio de la historia del pueblo de Israel. No está interesado el salmista en algún tipo de conocimiento superficial sino en el reconocimiento, aprecio y afirmación de las implicaciones nacionales e internacionales de esas manifestaciones de Dios. La imagen del «que demanda la sangre» revela el entorno de violencia que rodea al salmista, y describe a Dios, que no deja sin castigo a las personas culpables. Los afligidos a los que se alude en el salmo no pasan por dificultades superficiales, sino están en peligro de muerte. Y ante la naturaleza crítica, inmediata, extensa e intensa de la crisis, se presenta al Dios que no ignora el derramamiento de sangre inocente y no olvida el clamor y la causa de la gente afligida y oprimida por los diversos problemas y situaciones de la existencia humana.
vv. 13–14: A la alabanza le sigue una breve oración, que implora y suplica la misericordia de Dios. El salmista clama al Dios que tienen la capacidad y el deseo de intervenir en su aflicción. Reconoce que sus padecimientos se relacionan con la gente que le aborrece, pero afirma que Dios le levanta aún del umbral o las puertas de la muerte, que puede ser una alusión poética a alguna enfermedad personal o calamidad nacional. El objetivo de ese acto liberador de Dios es que el salmista cuente las alabanzas divinas y disfrute su salvación. Esas declaraciones de gratitud del salmista pueden ser parte del culto, afirmaciones de fe ante el resto de la comunidad que adora.
En la antigüedad, las puertas de la ciudad era el lugar donde se reunían las comunidades para atender sus asuntos de importancia, como la implantación de la justicia y las deliberaciones jurídicas. En este contexto del salmo, se contraponen poéticamente las puertas de la muerte y las puertas de Sión. De afirma de esta manera el viaje de la muerte a la vida, se pone de manifiesto el fundamental proceso de liberación que mueve al adorador de la angustia del dolor y la aflicción al gozo de la esperanza de la liberación. El texto hebreo alude a las «hijas de Sión», que es una expresión que aparece únicamente aquí en el Salterio, pero que es común en los libros de Isaías y Lamentaciones. Es una forma poética de referirse a Jerusalén, pues las ciudades eran vistas como las madres simbólicas de sus ciudadanos (p.ej., «hijos de Sión»—Sal 149:2; Lam 4:2; Jl 2:23—; e «hijas de Sión»—p.ej., Is 3:16; 4:4; Jer 4:3; 6:2—).
vv. 15–18: Prosigue el tema de la historia de la salvación, y continúa la afirmación de las intervenciones de Dios en la vida del pueblo. Las naciones se hundieron en los hoyos que ellas mismas cavaron, se enredaron en sus propias trampas. El Señor intervino en las vivencias de su pueblo y manifestó su juicio, reveló su autoridad, demostró su virtud de justicia. Los malos serán llevados al Seol, o lugar de los muertos, donde también irán las naciones que se olvidaron de Dios. La imágenes de hoyos, fosas y redes se utilizan en los salmos para describir las insidias y maquinaciones de enemigos y adversarios (Sal 57:6; 64:5; 124:7; 141:9; 142:3).
La referencia a las intervenciones de Dios en la historia nacional inspira a nuevos adoradores y fomenta esperanza en las nuevas generaciones. De esta forma histórica, teológica y poética se afirma a la persona menesterosa, angustiada y cautiva, y se motiva a la afligida, perseguida y desesperada. La esperanza de la gente en necesidad no terminará porque se fundamenta en la capacidad divina de intervención y en su deseo de liberación. El futuro de las personas necesitadas, como el salmista, es diametralmente opuesto al porvenir de las naciones y las personas malvadas: ¡Los primeros tienen esperanza, los segundos no tiene porvenir!
Al finalizar el versículo 16 el salmo incluye dos términos hebreos, selah y higaión, que posiblemente tienen implicaciones musicales: el primero es quizás una indicación litúrgica, que puede aludir a algún tipo de pausa, repetición o cambio de voz en el cántico del salmo; el segundo se suele traducir como «sordina», y es posible que haga referencia a algún tipo de bajada o cambio del tono o volumen de voz en la presentación del salmo.
vv. 19–20: Los versículos finales del salmo incluyen una oración que suplica una vez más la intervención de Dios. El salmista implora la intervención divina con varios imperativos, que ha sido traducidos al castellano como: Levántate, infunde y conozcan. El primer reclamo recuerda los gritos del guerra del antiguo Israel que conquista Canaán (Sal 7:6); el segundo solicita la intervención que produce temor en los enemigos del pueblo; y el tercero afirma que las naciones no son dioses, solo personas que no tienen poder ni la autoridad para cambiar el curso de la historia.
Para culminar esta sección inicial del poema, el salmista le pide a Dios que implante la justicia, al impedir que se fortalezcan sus enemigos y al juzgar a las naciones. Reclama la intervención de Dios, y por la vía del contraste afirma el poder divino que sobrepasa los límites humanos.
Finaliza el poema con el término hebreo selah, que puede ser una indicación que el escrito prosigue, pues no es común el uso de esta palabra para finalizar algún salmo.

SALMO 10: «PLEGARIA PIDIENDO LA DESTRUCCIÓN DE LOS MALVADOS»

El Salmo 10 continúa la estructura acróstica del anterior y pone de manifiesto el tema del juicio a la gente malvada. Ante la arrogancia de esas personas, el salmista clama por el juicio divino e implora la justicia. De particular importancia en el poema es la inclusión del «ateísmo» práctico, en el cual indica que «el malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos» (v. 4). Esa actitud de prepotencia caracteriza las descripciones de las personas que persiguen a la gente pobre. El salmo no presenta los argumentos filosóficos de la inexistencia de Dios sino afirma que la gente malvada vive sin tomarlo en consideración.
El sistema de pensamiento que promulga el ateísmo teórico era muy raro en el Oriente Antiguo y en el Mediterráneo, que tenían culturas que afirmaban la importancia de las divinidades en las sociedades. En el entorno bíblico, la fe en Dios se fundamenta en la revelación, que pone de manifiesto el poder y la voluntad de la divinidad que se revela al pueblo. Las Sagradas Escrituras incluyen las narraciones de las intervenciones divinas en medio de las vivencias del pueblo de Israel, mediante la acción o la palabra de profetas, sacerdotes y apóstoles.
La crítica del salmista no es al tipo de persona que puede no creer en Dios como producto del análisis sistemático y racional, pero que tiene buenos valores éticos que fundamentan sus actos en la vida. El poema reacciona ante las personas que no tienen principios morales que guíen sus conductas diarias, y utilizan el poder que ostentan para hostigar, herir y aprovecharse de las personas más débiles. El salmo es una muy clara declaración teológica en contra de un tipo particular de persona que, independientemente a lo que diga respecto a Dios, actúa en la vida sin tomar en consideración las implicaciones éticas de sus afirmaciones teológicas.
El tipo literario del Salmo 10—a diferencia del anterior, que era un cántico individual de acción de gracias—se asemeja al lamento individual. Esos cambios abruptos de temas y estilos se repiten con alguna frecuencia en el Salterio (Sal 22; 36; 52; 77), pues posiblemente en la redacción final de estos poemas se unieron algunos poemas con temas similares o complementarios para expresar nuevas ideas o enfatizar algún tema particular. Su estructura literaria sigue el siguiente patrón:

• Clamor del salmista por la lejanía de Dios: v. 1
• Descripción de la gente malvada: vv. 2–11
• Clamor que pide la intervención divina: vv. 12–15
• El Señor escucha a las personas humildes: vv. 16–18

El salmo comienza con una muy importante pregunta retórica al Señor: ¿Porqué estás lejos y te escondes en el tiempo de la tribulación? (v. 1). El salmista se siente abandonado y posiblemente rechazado, y reclama al Señor su presencia en el momento oportuno, solicita su manifestación redentora en el instante de necesidad. La crisis es producto no solo de las maquinaciones antagónicas de sus adversarios sino de la ausencia o lejanía divina, que es el primer tema de su oración.
El tema de la inacción de Dios—p.ej., la falta de intervención divina en la adversidad de los adoradores—es recurrente en el Salterio (véase Sal 13:1; 22:1–2; 35:22; 38:21; 42:9–10; 43:2; 71:12; 88:14). Junto a la preocupación real que atañe la calamidad que azota a la persona que adora y se acerca al altar divino humillada, le angustia al salmista la idea de la posible lejanía de Dios. La primera idea que se pone de manifiesto con claridad en el poema se relaciona con la distancia que el salmista percibe entre Creador y criatura, y esa percepción propicia la posibilidad de la ausencia divina en tiempo de tribulación.
Este tema del Dios lejano o ausente también se repite en la literatura poética y profética (p.ej., Is 1:15; Lam 3:56). Y en esa tradición de clamores, el salmista implora la intervención de Dios, no para que le exprese algún apoyo general, impersonal, hipotético y lejano. No está interesado el salmista en palabras superficiales de consolación y ayuda: ¡En el instante de la crisis se requieren acciones afirmativas, se necesitan manifestaciones liberadoras, se demandan revelaciones transformadoras! En este sentido, los actos de liberación de las personas en necesidad, dolor, pobreza y desesperanza son también importantes y necesarias declaraciones teológicas de la cercanía del Señor.
vv. 2–11: En esta sección el salmista presenta a la gente malvada con gran capacidad literaria y criticidad ética. Describe sus acciones impropias y hostiles: Arrogantes, altivas, maldicientes, jactanciosas, codiciosas, engañadoras, fraudulentas y acechadoras. Alude a sus acciones impertinentes y agresoras: Persiguen y atrapan al pobre, bendicen al codicioso, desprecian al Señor y a sus adversarios, sus caminos son torcidos, acechan al desvalido, matan al inocente y hostigan los desdichados. Y respecto a Dios, prosigue el salmista: Actúan sin su consentimiento, sin reconocer sus principios ni aceptar su voluntad; no buscan la dirección divina, ni en sus pensamientos tienen al Señor; y afirman que Dios se esconde, se olvida y ¡nunca ve nada! La prepotencia que manifiestan es tal, que piensan que nunca caerán ni les alcanzará la desgracia.
Esta porción bíblica es un magnífico ejemplo de las extraordinarias virtudes poéticas y literarias del Salterio. Con gran dominio del idioma, para manejar el tema y las imágenes, el salmista pinta un cuadro sombrío, tétrico y complejo de las actitudes de la gente malvada que actúa en contraposición de las personas de bien, identificadas explícitamente en el texto como gente pobre, inocente, desvalida y desdichada. Y ante tales actitudes, el poema afirma con seguridad y firmeza: ¡El malo caerá en las mismas trampas que ha preparado!
De acuerdo con el poema, la gente que actúa fundamentada en la hostilidad, el resentimiento y la maldad recibirán las consecuencias de sus propias acciones. Según el salmo, el resultado neto de esas manifestaciones de maldad es que las personas que actúan con esas actitudes impropias e indeseables serán objeto de las mismas dinámicas adversas que generaron y propiciaron. El gran tema de la sección es el siguiente: La maldad genera maldad, que finalmente atrapa a quienes la propician e inician.
La palabra hebrea para referirse a «los malos», rasa, originalmente identifica a personas que ha sido declaradas culpables de algún cargo, pero en la literatura poética, particularmente en el Salterio, describe figuradamente a los enemigos de Dios, que también son adversarios de la gente noble, buena, justa y bienaventurada (véase, p.ej., Sal 1:1; 28:3; 140:4). Esa persona, que de antemano pone de manifiesto su culpabilidad, se dedica a perseguir y tratar de destruir a los pobres, que en estos contextos poéticos identifican mucho más que una condición socioeconómica.
vv. 12–15: Luego de la descripción de los malos el salmista se torna al Señor. Con gritos de combate—p.ej., «levántate» (Sal 7:6; 9:19) y «alza tu mano»—reclama la intervención divina: ¡No te olvides de los pobres! ¡No ignores el dolor de los menesterosos! ¡No rechaces la oración de los necesitados! ¡No olvides las consecuencias sociales, económicas y espirituales de la gente que padece necesidad!
Para el salmista el rechazo a Dios de parte de la gente malvada se fundamenta en una teología equivocada. Piensan erróneamente que el Señor no les habrá de pedir cuentas; creen que Dios no evaluará sus decisiones y actitudes; y asumen que la divinidad no está interesada en los asuntos diarios, que ignora las vivencias de los individuos y los pueblos. Ante esa actitud arrogante, el poeta indica que el Señor ha visto las acciones y las vejaciones de las personas malas, y recompensa a los desvalidos y huérfanos. La respuesta divina a esa actitud prepotente generada por la maldad es de juicio: ¡Rompe el brazo del inicuo y castiga la maldad del malo!
vv. 16–18: Y para complementar esa afirmación de juicio, y también para introducir las afirmaciones de esperanza, el salmo añade una alabanza (v. 16): El Señor es rey eterno y actuará para desaparecer las naciones, en una referencia a las que son enemigas del pueblo de Dios. La actitud divina de juicio se relaciona con la enemistad de las naciones no se fundamenta en un rechazo étnico.
Las palabras finales del salmo son declaraciones de fe y esperanza para la gente que sufre. Dios escucha el clamor de la gente humilde, los anima y les presta atención. El Señor hace justicia al huérfano y al oprimido, pues su propósito es erradicar la violencia de la tierra. De acuerdo con el salmo, el Dios bíblico tiene el poder, la autoridad y el deseo de finalizar con las actitudes de maldad que traen injusticias en la humanidad.
Termina el salmo con varias afirmaciones de fe que responden efectivamente a las declaraciones teológicas adversas de la primera sección del poema: ¡La arrogancia de la gente malvada tiene su término! ¡La prepotencia de los opresores tiene su final! ¡La hostilidad de las personas egoístas tiene su fin! ¡La agresividad de los hombres y las mujeres de maldad terminará!

SALMO 11: «EL REFUGIO DEL JUSTO»

Este poema pone en clara evidencia la alegría y el contentamiento del salmista al reconocer la seguridad que genera su confianza en el Señor. Aunque está en medio de dificultades y problemas, el salmista afirma que el fundamento de su seguridad proviene del Dios que toma en consideración a la gente recta de corazón y hace justicia a las personas malas y perversas. El poema revela en su clamor que las personas rectas verán el rostro divino, que es una expresión figurada para indicar que recibirán el favor y la misericordia de Dios.
El salmo es posiblemente un cántico individual de confianza, aunque evoca algunos temas de los salmos de lamentación. El adorador recurre al Señor en medio de algún peligro extremo, y se presenta ante Dios cuando está a merced del enemigo que le ataca. Posiblemente en contexto original de esta oración es el Templo de Jerusalén, aunque no necesariamente sea el entorno del culto. Quizá el salmista encontró refugio y santuario en el Templo, desde donde se dirige a los amigos que el ayudaron a escapar de sus enemigos.
El título hebreo relaciona al salmo con David, y dedica el poema «al músico principal», que puede ser una referencia a su uso posterior en la liturgia del Templo. Algunos estudiosos indican que es un salmo pre-exílico, y que se puede relacionar con algún episodio descrito en la Escritura (p.ej., 1 S 18).
La estructura del poema no es compleja, y puede dividirse en dos secciones principales. Los temas fundamentales son la angustia de la persecución y el gozo de la esperanza.

• Sentido de desesperanza del salmista: vv. 1–3
• Restauración de la confianza en el Señor: vv. 4–7

vv: 1–3: La primera frase del salmo es posiblemente su verdadero título: «En el Señor he confiado», que también puede traducirse como «en el Señor me refugio». La confianza y el refugio del salmista está en el Templo (v. 4), que es el símbolo visible de la presencia divina invisible. La situación personal del salmista podía ser de peligro mortal (véase Ex 21:12–25; 1 R 1:50), que fue la dinámica que le movió a buscar refugio y santuario en el Templo.
Aunque el poema puede referirse a las crisis regulares de la vida, en ese contexto de dolor personal y adversidad extraordinaria el salmista se sorprende que alguien le recomiende huir a los montes, que evada su responsabilidad. El poeta no desea abdicar ante los desafíos formidables que debe enfrentar; por el contrario, desea enfrentar la adversidad sin huir de la comunidad.
La imágenes que se utilizan en el poema son extraordinarias. «Decir a mi alma» es una manera figurada de indicar que le han preguntado, aunque el poema no identifica a los que le interpelan. La referencia a «huir a los montes» puede traer a la memoria las narraciones patriarcales de Lot, en las que un ángel le indica que huya a los montes antes del juicio a Sodoma y Gomorra (Gn 19:24). Algunos estudiosos piensan que esa expresión es una especie de frase idiomática para describir momentos de desesperación y persecución.
Se le recomienda al poeta huir, pues la gente malvada y enemiga se prepara para el combate, se organiza para vencerle. Sus enemigos tienen arcos y saetas dispuestos para la guerra, aunque el ataque se organiza en lo oculto, el conflicto es solapado y la dificultad actúa de forma disimulada. Los rectos de corazón son los recipientes de las dificultades y angustias generadas por la gente malvada.
La comprensión e interpretación del versículo tres es compleja. La referencia a los «fundamentos» puede ser una frase poética que alude a los principios legales y morales básicos que se incluyen en Ley de Moisés. Otras personas que estudian el pasaje piensan que es una posible alusión a las instituciones básicas de la sociedad: p.ej., las organizaciones que mantienen y sostienen el orden social, político, económico y religioso.
La ambigüedad de las imágenes y las polivalencias semánticas ponen de relieve la belleza del escrito. Y la pregunta retórica, «¿qué puede hacer el justo?», es una forma de indicar que las dinámicas que azotan y destruyen los fundamentos de la vida son superiores a las fuerzas y energías de la gente de bien. En efecto, cuando los cimientos morales de la sociedad se destruyen, la gente justa se convierte en fugitiva, se subvierte el orden natural de la existencia humana, se transforma la dinámica lógica de la vida.
vv. 4–7: La segunda sección del salmo incluye una serie importante de declaraciones teológicas, que reafirman el fundamento de seguridad del salmista. Que Dios esté en su «santo Templo», es una referencia no solo al santuario físico de Jerusalén ubicado en el monte Sión, sino al lugar celestial y eterno donde el Señor opera como juez de la humanidad, desde su trono (Hab 2:20; Sof 1:7; Zac 2:13). ¡Sus ojos están atentos a las acciones de las personas! Esa particular característica divina le permite «probar» al ser humano, que es una metáfora que surge de los procesos de afinar metales en la antigüedad (Jer 6:27–30).
En ese importante proceso de juzgar y evaluar las acciones de la gente, el Señor se percata de la violencia que generan y propician las personas malvadas. Esas actitudes malsanas son repudiadas por el Señor, que ama la justicia porque esencialmente es un Dios justo. Y el resultado de esas acciones llenas de maldad es que el Señor enviará su juicio como calamidades extraordinarias: p.ej., fuego y azufre, que son imágenes que evocan el juicio divino a las antiguas ciudades se Sodoma y Gomorra (p.ej., Gen 19:20; Is 30:33; Ez 38:21–22; Ap 9:17). El «viento abrasador» puede aludir tanto a las tormentas volcánicas como a las tormentas calientes y secas del desierto, que sofocaban a quienes las vivían y sufrían (Is 21:1; 40:7; Jer 4:11; Os 13:15). La copa es también otra imagen de juicio divino en las Escrituras (véase Lam 4:21).
El salmo comienza y finaliza con confesiones de fe y esperanza. La gente que confía en el Señor descubre la justicia divina y verán el rostro de Dios.

SALMO 12: «ORACIÓN PIDIENDO AYUDA CONTRA LOS MALOS»

Este salmo presenta la súplica sentida y honda de una persona que reacciona con admiración y preocupación ante la maldad rampante que se manifiesta impunemente en la humanidad. El salmista deplora la falta de sinceridad en la sociedad, y no se resigna a ver a la gente piadosa y fiel sufrir por causa de esas actitudes impropias y destructivas en el mundo. El poema comienza y finaliza con expresiones serias de lamento y consternación: Porque se acabaron los piadosos y desaparecieron los fieles (v. 1); y porque los malos rondan cuando la infamia es enaltecida (v. 8).
El género literario del salmo es posiblemente de lamentación de la comunidad, aunque contiene algunos componentes de súplica individual (vv. 5, 7). Su uso litúrgico en el Templo se pone de manifiesto con la clara y directa referencia a la palabra del Señor (v. 5), que revela su uso en liturgias proféticas. Como el lenguaje utilizado y la descripción de los problemas descritos se pueden relacionar con diversos períodos de la historia de Israel, es muy difícil precisar con exactitud la fecha de redacción del poema, aunque tradicionalmente se ha relacionado con David, específicamente con las postrimerías del reinado de Saúl. Sin embargo, como pueden encontrarse varias similitudes del salmo con algunas porciones del libro de Isaías (Is 33:7–12) y otros profetas (p.ej., Os 4:1–3; Mic 7:2–7), es posible afirmar el origen pre-exílico del poema.
Del autor del salmo es muy difícil hacer comentarios, que no sean que se trata de alguna persona que ha experimentado las dificultades de la vida y que ha sido testigo de las injusticias de la sociedad, particularmente de la hipocresía de las personas. El título hebreo dedica el salmo «al músico principal» y lo identifica directamente con la colección de salmos de David. «Seminit» es posiblemente una alusión al instrumento de ocho cuerdas que debía acompañar el cántico del poema, o a la octava parte del ritual que se relaciona con el salmo.
La estructura del salmo puede dividirse en cuatro secciones básicas:

• Clamor de salvación: v. 1
• Descripción del problema: vv. 2–4
• La respuesta divina: v. 5
• Las palabras del Señor son limpias: vv. 6–8

v. 1: El salmo comienza con una declaración de fe y seguridad. El Dios del salmista tiene el poder de salvación, aunque la genta piadosa y fiel esté en necesidad, crisis y exterminio. Cuando el salmista reconoce la gravedad del problema que le rodea—p.ej., se acabaron los piadosos y desaparecieron los fieles—, implora la ayuda divina, y clama por la intervención salvadora del Señor. En este versículo se introduce el tema que motiva la oración del salmista y se presenta la dificultad, en el resto del salmo se expande el asunto y se explican las consecuencias de la dificultad.
La forma abrupta de comenzar el poema pone en evidencia la naturaleza de la crisis: Se acaba la bondad, se olvida la piedad y se ignora la fidelidad. Para el salmista la crisis social llega hasta afectar el estado anímico, social y espiritual de la gente buena, noble y grata, hasta llegar a disminuirla, diezmarla, acabarla y desaparecerla, que son formas figuradas de decir que la virtud está en peligro de extinción. La referencia a «los hijos de los hombres», aunque en su contexto inicial se relaciona con el pueblo de Israel, refleja una realidad y condición que afecta a toda la humanidad.
vv. 2–4: En el segundo versículo el salmista indica el origen de la crisis: La mentira, la adulación y la hipocresía. Se identifica con precisión la base del conflicto que afecta a la sociedad: ¡Comunicaciones que no se fundamentan en la verdad! Ante esta situación de desinformación e hipocresía, el poema añade que la lengua que habla con jactancia será destruida por el Señor (v. 3). La mentira genera dinámicas sociales y personales adversas que no contribuyen positivamente a la implantación y disfrute de la paz.
La referencia a la adulación describe las actitudes de personas que, aunque utilizan un lenguaje inocente, neutro, positivo y grato, intentan humillar, ofender, agredir y explotar a la gente que le rodea. La frase «doblez de corazón»—en hebreo «corazón y corazón»—(v. 2) es otra descripción figurada de la hipocresía. Y las referencias a la lengua jactanciosa o los labios aduladores, representan al ser humano en su totalidad, describen más que al órgano físico de comunicación oral a las actitudes de la gente que se fundamentan en la mentira para vivir.
Para el salmista los diálogos y las conversaciones que no se basan en la justicia son motivo de dificultad personal y de crisis nacional. La gente que piensa que la mentira y el engaño pueden salvarle y protegerle, se tropezarán con una verdad firme, clara y segura: ¡El Señor les destruirá!
v. 5: En este versículo se encuentra en centro teológico y literario del poema. El Señor responde a la crisis descrita y que se desprende de la hipocresía de la sociedad: El Dios del salmista se «levantará» (Is 33:10)—que en hebreo es un grito de guerra—y salvará a los pobres que son oprimidos y a los necesitados que gimen. Ante las dificultades que llevan hasta la extinción a la gente de bien, el Dios que se especializa en intervenciones liberadoras se manifiesta de forma extraordinaria. Los pobres serán liberados y los necesitados serán escuchados (véase Ex 2:24), que es una forma poética de aludir a los cambios positivos que experimentarán.
vv. 6–8: La sección final del poema pone claramente de manifiesto la importancia y la seguridad que se fundamentan en las palabras del Señor. En contraposición a las palabras aduladoras y mentirosas de la gente, se presenta la palabra divina que es limpia y purificada. La imagen de la plata refinada en el horno (véase Job 23:10; Sal 66:10; Prov 17:3; Is 48:10; Zac 13:8–9) siete veces (véase Gn 4:15, 24; Sal 79:12) enfatiza el argumento: Ante el mensaje de mentira se presenta la revelación de la verdad, frente a la hipocresía hiriente se articula la verdad liberadora, y para contrarrestar la suciedad de la lengua viperina se manifiesta la pureza de la voz divina.
Y la consecuencia inmediata de la intervención de la palabra divina es que la gente necesitada y pobre serán guardados, protegidos, preservados y salvados poe el Señor. El Dios que interviene y responde a la oración del salmista atribulado, también tiene la gran capacidad y el firme deseo de salvar a la gente que ha sufrido vejaciones, hipocresías, adulaciones y heridas en la vida. El Señor está presto a intervenir para salvar de forma radical y permanente a la gente que es víctima de injurias y atropellos.
El versículo final del salmo es una lamentación que describe el origen de sus preocupaciones: El resultado inmediato de que la gente malvada esté en control de los procesos y dinámicas humanas es que se enaltece y se celebra la infamia, la hipocresía, las vejaciones, las injurias y las mentiras. Cuando las personas que dirigen instituciones—p.ej., políticas, económicas, militares, eclesiásticas o sociales—fundamentan sus decisiones en la maldad en sus diversas manifestaciones, entonces se glorifican las dinámicas que generan injusticias y dolor en la gente piadosa, fiel y necesitada.

SALMO 13: «PLEGARIA PIDIENDO AYUDA EN LA AFLICCIÓN»

Este salmo, que es la oración de petición personal de ayuda más corta del Salterio, revela el clamor intenso de una persona que se allega al Señor en momentos de aflicción extrema y gran dificultad. La plegaria se articula en la forma de lamentación individual y, aunque en forma condensada, incluye los elementos característicos de este tipo de salmos. Para algunos comentaristas judíos este poema describe las aflicciones y los problemas del pueblo de Israel que vive en un contexto histórico y social de vecinos hostiles y enemigos.
El problema real del salmista y el contexto inmediato de la oración no se pueden determinar con exactitud de la lectura del poema. Aunque el salmista se siente cercano a la muerte (v. 3) y perseguido por sus adversarios y enemigos (vv. 2, 4), el entorno básico de la oración puede ser motivado por alguna enfermedad o por la separación de Dios. Lo íntimo de la plegaria impide identificar la fecha de composición del poema o precisar la identidad del autor. El salmo se dedica «al músico principal» y se relaciona con David.

La estructura del poema es la siguiente:
• Lamento de una persona desesperada: vv. 1–2
• Petición de ayuda y apoyo al Señor: vv. 3–4
• Afirmaciones de fe y esperanza: vv. 5–6

vv. 1–2: La primera sección del salmo presenta cuatro preguntas retóricas, típicas de los salmos de súplica (véase Sal 74:10; 79:5; 80:4; 89:46; 94:3). Con las interrogantes «hasta cuándo?», el salmista pone de manifiesto la naturaleza y profundidad de la crisis; además, produce un efecto poético extraordinario en la oración. Las preguntas sucesivas revelan la gravedad del problema y produce un efecto estético que se intensifica con la repetición. ¿Hasta cuándo … me olvidarás, … esconderás tu rostro de mí, … tendré conflictos en mi alma con angustias en mi corazón, y … será enaltecido mi enemigo?
El poema revela la preocupación más honda del poeta, y también manifiesta las perplejidades de la vida: ¿Hasta cuándo el Señor permitirá la aflicción de la gente buena, grata, noble, digna, justa y santa? La pregunta básica del poeta es extraordinaria y fundamental: ¿Porqué el Señor no interviene para detener el sufrimiento de la gente, particularmente para finalizar los dolores de personas buenas? Con gran virtud literaria el salmo articula una de las preocupaciones más importantes de la vida: El sufrimiento de gente inocente. Esa preocupación real y existencial ha generado en el salmista conflictos profundos y angustias extremas.
vv. 3–4: Luego de articular las preguntas que le brindan al salmo sentido de urgencia e inmediatez, el salmista se dirige nuevamente al Señor para implorar su intervención. Los imperativos son categóricos: Mira, responde y alumbra. Reconoce el poeta que el Señor es su Dios, y que tiene la capacidad de intervenir para evadir la burla del enemigo y evitar su muerte. La manifestación de Dios le iluminará y «le abrirá los ojos», para que sus enemigos no le venzan y se alegren de su derrota.
La expresión «alumbra mis ojos» es una forma poética de pedirle a Dios vitalidad, poder y energía, pues esas nuevas fuerzas le evitarán «dormir»—que es la imagen bíblica común para describir la muerte (véase Job 3:13; 14:12; Jer 51:39, 57; Sal 76:5)—, o «resbalar», que también hace referencia al mismo proceso final de la vida (véase Sal 38:16; 121:3; Prov 24:11).
El salmista está seriamente preocupado no solo por el triunfo definitivo de sus enemigos—que, en efecto, implica su muerte—, sino por las connotaciones teológicas de esa victoria. Si las referencias a la muerte revelan que en ese estado final no se pueden manifestar los actos salvadores de Dios, eso indica que la implantación de la justicia se debe llevar a efecto en medio de las vivencias de los individuos y los pueblos.
vv. 5–6: La sección final de la ración revela un importante cambio en la actitud del salmista. De la preocupación por su vida y el triunfo de sus enemigos se mueve a la alabanza y gratitud a Dios. El salmista confía en la misericordia divina, se alegra por la salvación que el Señor le brinda, y canta por el bien que Dios le ha hecho. No le detienen las persecuciones de sus enemigos, ni se amilana ante la muerte, ni mucho menos se doblega frente a la posibilidad de la derrota. El salmista enfrenta la vida con autoridad y valentía pues confía en el Señor que le ha hecho bien y es la fuente de su salvación.
La misericordia de Dios es la manifestación concreta y real de su amor extraordinario y entrañable, la revelación de su compromiso salvador con el pueblo del pacto y la alianza, y la actualización de su dedicación a la gente en necesidad. La versión de los LXX añade al final del salmo una referencia al Dios Altísimo, que puede haber sido una añadidura basada en el Salmo 7:17.

SALMO 14: «NECEDAD Y CORRUPCIÓN DEL HOMBRE»

Con una pública negación de Dios de la persona necia, el salmista articula su percepción de la sociedad que vive en corrupción y disfruta la injusticia. El salmo es una especie de denuncia pública que identifica y pone de manifiesto los pecados que corrompen y destruyen a las sociedades; además, fundamenta la maldad de los individuos y los puebles en la negación de Dios, que de acuerdo con el poema es una clara manifestación de insensatez. El poema también incluye el tema de la esperanza, pues Dios mismo está con la generación de los justos (vv. 5–6); y finaliza con una nota de salvación y futuro, al hacer referencia al fin del cautiverio del pueblo (v. 7).
La finalidad teológica del salmo es educar a la gente justa que vive en medio de sociedades llenas de maldad y corrupción. El propósito es indicar que Dios no ignora las acciones despreciables de quienes, fundamentados en su necedad, se desvían y no hacen lo bueno. Esas personas, de acuerdo con el poema, no tienen discernimiento, y al final temblarán de espanto al descubrir que Dios acompaña y afirma a su pueblo. El mensaje fundamental del salmo es que lo que parece sabio, para las personas corruptas, en realidad es una clara manifestación de insensatez.
El salmo es un poema sapiencial que incluye el lamento individual de quien reconoce la maldad en el mundo (vv. 1–6). Posiblemente se utilizaba como parte de la liturgia en el Templo en momentos de crisis nacional o en instantes de sufrimiento personal. No intenta presentar el pesimismo exagerado de alguna persona frustrada, sino que pone de relieve el dolor y la angustia de las personas que sufren injustamente en la sociedad y no ven posibilidades de renovación y transformación en los pueblos. Incluye el poema, además, una muy clara crítica e interpelación profética a la sociedad israelita que confunde, invierte y contrapone los valores de bondad y maldad. Posiblemente el poema es de composición pre-exílica, que fue revisado durante el período exílico. El título hebreo del salmo lo dedica «al músico principal» y lo relaciona con David (véase la Introducción).
La estructura literaria del salmo, en su versión castellana, reconoce cuatro estrofas, que disponen el tema de forma lógica y progresiva:

• La persona necia niega la intervención divina en el mundo: v. 1
• El Señor busca alguna persona justa, y no la encuentra: vv. 2–3
• Descripción de las acciones de las personas corruptas: vv. 4–6
• La salvación proviene del Señor: v. 7

v. 1: En el primer versículo se revela el tema principal del poema: El fundamento de la corrupción y de las acciones desagradables y despreciables en la sociedad es una declaración negativa respecto a Dios. Para el salmista la mayor necedad en la vida es negar a Dios, que más que una profesión de ateísmo es un rechazo a la capacidad de intervención divina en los asuntos humanos. La expresión «no hay Dios» lo que hace es negar o poner en duda que Dios intervenga activamente en la sociedad. Más que una afirmación filosófica que rechaza la existencia de Dios, la idea es declarar su incapacidad e impotencia en los asuntos humanos. Además, el pasaje afirma que la consecuencia de esa negación es una conducta inadecuada, perversa y malsana. Los individuos y los pueblos que asumen esa postura teológica no hacen lo bueno, se corrompen, actúan de forma despreciable.
La palabra castellana «necio» intenta comunicar el contenido semántico que se incluye en el hebreo nabal, que no transmite las ideas de tonto, inepto o bufón. El término hebreo designa a alguna persona que actúa fundamentada en presuposiciones y asunciones erróneas. El relato del hombre de nombre Nabal (1 S 25) es un magnífico ejemplo del la idea que transmite la palabra. Nabal era un hombre prominente que actuó de forma inadecuada con David. La palabra hebrea identifica a la gente que comete errores de juicio en la vida, aunque tengan autoridad o poder.
vv. 2–3: Estos versículos continúan el tema anterior, y subrayan de forma categórica las consecuencias nefastas y adversas de actuar con insensatez ante Dios, y de vivir de manera desviada y corrupta, sin hacer lo bueno. El Señor evaluó la actitud de las personas «desde el cielo», como si estuviera en algún balcón, para tratar de identificar y distinguir a las que no se hubieran contaminado con esas actitudes y acciones pecaminosas. Sin embargo, de acuerdo con el salmista, «no hay ni siquiera uno». La maldad había llegado a tal grado que, ante los ojos asombrados del poeta, la corrupción se había extendido por toda la sociedad, la maldad reinaba en el mundo, la gente malhechora gobernaba.
vv. 4–6: Anta la maldad infame y flagrante de la gente corrupta y malvada, el salmista inquiere y se pregunta por el discernimiento, la sabiduría o la prudencia de la gente que «devora» u oprime al pueblo y no invoca al Señor. El poeta hace uso del recurso literario de la pregunta retórica para enfatizar la extensión y gravedad del comportamiento humano malsano y sus consecuencias en las personas de bien. Relaciona de esta forma el salmista el comportamiento hostil de la gente corrupta con el rechazo a la intervención de Dios. Quienes actúan con violencia contra la gente de bien, honesta y justa rechazan el diálogo con Dios, que se puede manifestar si le invocan.
La actitud de la gente corrupta que oprime a sus conciudadanos equivale a rechazar el diálogo con el Señor, que representa la justicia y la dignidad humana. No se percatan que Dios es la esperanza de la gente de bien, y que ante esos actos de injusticia el Señor no se mantiene inmóvil o ignorante. Ante la intervención divina los corruptos temblarán de espanto, pues el Dios bíblico acompaña a la gente que sufre y es oprimida. La gente que actúa fundamentada en la maldad se burla de los planes de los pobres, pues no se percatan que la esperanza de la gente menesterosa se fundamenta en la capacidad, el deseo y el compromiso que tiene el Señor de intervenir en medio de la dinámicas diarias de la humanidad.
v. 7: Posiblemente este versículo es una adición exílica al salmo. El objetivo es enfatizar el tema de la esperanza en un período de desolación, derrota y destierro. El salmista añade una nota poética extraordinaria. Su afirmación, confianza y anhelo es que de Sión—es decir, de la ciudad de Jerusalén, que es una manera de referirse al linaje de David, en una clara alusión a la esperanza mesiánica—proviene la salvación, la restauración, la liberación, la salud y el bienestar del pueblo. Esa intervención liberadora de Dios generará gozo y alegría en el pueblo de Israel, también conocido como Jacob.
Este salmo continua los temas que ya se ponen de manifiesto de forma incipiente en algunos poemas anteriores (Sal 10; 12): afirma cómo deben responder las personas justas ante la manifestación rampante de la maldad y la corrupción. El Salmo 53 es una forma revisada de este salmo con algunas variantes. La traducción de este poema a la versión griega de la Biblia, que incluye algunos elementos adicionales, es la que cita el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento (Rom 3:13–18).
De vital importancia en la interpretación del salmo es la distinción y contraposición que hace de la gente. Para el salmista, las personas son necias o sensatas. Los primeros se pervierten, corrompen, extravían y obstinan; los segundos son honrados, prudentes, bondadosos y agraciados. Los primeros niegan a Dios; los segundos le buscan. El fundamento del éxito y fracaso en la vida, de acuerdo con el salmista, está en la actitud que tenga la gente respecto a Dios: los insensatos le niegan y fracasan; los sabios le afirman y triunfan.

SALMO 15: «LOS QUE HABITAN EN EL MONTE SANTO DE DIOS»

La gran pregunta del Salmo 15 inquiere sobre las personas capaces de presentarse y vivir ante la presencia misma de Dios. Más que un interés físico, en efecto, el salmista está interesado en identificar los principios morales, los valores éticos, las conductas adecuadas, las actitudes propias, los comportamientos requeridos. La preocupación del poeta es muy importante, pues es una forma figurada de poner de manifiesto las condiciones requeridas para participar del culto al Señor de forma digna y adecuada. De acuerdo con la traducción de Reina-Valera, la pregunta fundamental es la siguiente: ¿Quién habitará o morará en el Tabernáculo divino o en su Monte Santo? (v. 1).
Este salmo es una liturgia de entrada al Templo (véase también Sal 24:3–6; Is 33:13–16; Miq 6:6–8). Posiblemente se utilizaba cuando un grupo de fieles se disponía a entrar al santuario, y en la puerta le recibía un oficial del culto, posiblemente un levita, que respondía a la petición del grupo de entrar al recinto sagrado para participar de las ceremonias religiosas. Es probable que en el proceso incluía algún rito de purificación. La finalidad del salmo es educativa: Se afirma el carácter íntegro que debe distinguir a las personas que adoran en el Templo; el poema relaciona el culto y la conducta, la adoración y el estilo de vida, el lugar santo y la moral de las personas. Los profetas de Israel fueron paladines de esa relación íntima (Is 1:12–17; Am 5:21–24; Jer 7:1–15; Miq 6:6–8). El título hebreo del salmo lo relaciona con David (véase la Introducción).
La estructura del salmo no es compleja, pues puede dividirse en tres secciones básicas o estrofas:

• ¿Quién está capacitado para entrar al Templo?: v. 1
• Calificaciones éticas y morales: vv. 2–5b
• Identificación de la persona íntegra: v. 5c

Ante la preocupación del poeta, el salmo responde con la identificación de varios niveles de comportamiento (vv. 2–5). En primer lugar se presentan algunos principios éticos generales (v. 2); posteriormente se revelan conductas específicas (vv. 3–5a) que propician la entrada al Templo. El poema se redacta con afirmaciones positivas (vv. 2, 4a) y negativas (vv. 3, 4b–5a). Los requisitos para la participación efectiva en el culto al Señor son varios, posiblemente once, según el poema.

1- La persona íntegra (v. 2a); es decir, la que vive según los principios de la honradez. Identifica una cualidad genérica, que es una manera adecuada de introducir el resto de las características necesarias y los comportamientos adecuados que se identifican a continuación (véase Prov 28:18; Sal 84:12).
2- Los hombres y las mujeres que practican la justicia (v. 2a). Alude también a un principio ético general, pues la palabra justicia—sedeq, en hebreo—abarca la totalidad de las relaciones humanas e interpersonales.
3- La gente que «habla verdad en su corazón» (v. 2b); es decir, que son sinceras y actúan con objetividad, que no utilizan la voz para herir, ofender o angustiar a otras personas. La expresión hebrea transmite la idea de «decir la verdad interna o mentalmente»; es una manera de identificar la persona que actúa de forma correcta pues sus decisiones se fundamentan en principios adecuados que han sido aquilatados e incorporados en la vida.
4- Los individuos que no usan la lengua para calumniar, difamar o maldecir (v. 3a). Identifica a quienes fundamentados en la mentira hieren a otras personas con sus expresiones mentirosas, chismes y malas palabras. La idea está en paralelo con la característica anterior: ¡Quien fundamenta su vida en el principio de la verdad que está en su corazón, no calumnia ni miente!
5- Las personas que «no hacen mal al prójimo» (3b). Identifica un principio ético general e impostergable que incentiva y fomenta las características y los comportamientos previos y posteriores.
6- Los hombres y las mujeres que no admiten reproches contra sus vecinos (v. 3c). Pone de manifiesto a las personas que respetan la dignidad de sus vecinos, que no injurian ni hablan con falsedad, que no incentivan la difamación ni propician la calumnia.
7- La gente que rechaza a los indignos y honra a los que temen al Señor (v. 4a, b). Se identifican de esta forma figurada a las personas que distinguen y se oponen a la gente que actúa fundamentada en la maldad y reconocen aprecian a los que viven de acuerdo a los principios morales que se desprenden de la revelación de Dios. La gente «indigna» es la que ha sido rechazada y reprobada por el Señor, ¡son sus enemigos!; y los que «temen a Dios» son los fieles, humildes, justos y santos, ¡son sus amigos!
8- Los hombres y las mujeres que reconocen la seriedad del juramento y no cambian sus versiones aunque el decir la verdad les perjudique (v. 4c). Se alude a las personas honestas que reconocen el valor intrínseco de la verdad. La expresión identifica a la gente íntegra y sin tacha, cuyos principios morales no se doblegan ante la conveniencia.
9- Las personas que no prestan dinero con usura (v. 5a). El salmista describe a la gente que afirma y vive de acuerdo con las normas éticas relacionadas a la administración del dinero promulgadas por la Ley (véase Ex 22:24; Lev 25:37; Dt 23:20; Ez 18:17; Prob 28:8). Lo contrario a la usura es prestar de forma generosa, que es una virtud recomendada y reiterada en la Escritura (véase, p.ej., Dt 15; Sal 37).
10- Los individuos que no aceptan soborno contra la gente inocente (v. 5b). Se refiera a las personas que no se corrompen y actúan según la Ley (Ex 23:8; Dt 16:19; 27:25). Los sabios reprueban claramente esa actitud inmoral (Prov 17:23)—p.ej., aunque se disimule con algún regalo (Prov 15:27)—, y los profetas la denuncian de forma vehemente (Is 5:23; Miq 3:11; Ez 22:12).
11- El salmo finaliza con una conclusión clara y precisa: «El que actúa según estos principios nunca falla» (v. 5c). La gente que vive con integridad y de acuerdo a esta serie de principios éticos positivos, enfrenta la vida con integridad y moral, según el poema, y no resbala en sus caminos; es decir, tiene la capacidad moral de mantenerse erguido en la vida. Los hombres y las mujeres que viven de acuerdo con estos principios se distinguen y sobresalen en los grupos, pues actúan con verticalidad y honestidad aún en medio de las crisis de la vida.

La traducción de la pregunta original del poema requiere alguna explicación adicional. Para la comprensión adecuada del salmo es necesario analizar con algún detenimiento las palabras «habitar» y «morar» que se incluyen en la versión Reina-Valera. El término castellano traducido como «habitará» transmite la idea que se encuentra en una raíz hebrea, gwr, que identifica la habitación temporera de alguna persona peregrina o extranjera; alude, en efecto, a alguna habitación temporal y transitoria: p.ej., describe a Abrahán en las tierras de Canaán o Israel en Egipto. Por el contrario, el otro término importante del versículo, «morará», que se incluye Reina-Valera, transmite la idea hebrea de skn, que se refiere a una habitación estable y definitiva: p.ej., describe las viviendas permanentes en algún vecindario.
La gran pregunta básica del salmista no solo se refiere a las personas que llegan al Templo para adorar, sino que transmite la idea de habitación permanente, manifiesta el sentido de vivienda estable, y revela los conceptos de comunión, intimidad, cercanía, familiaridad y fraternidad. El poeta piensa, no solo en la experiencia temporera de entrar al santuario a participar de las ceremonias religiosas, sino que incluye las ideas de vivir con integridad para habitar permanentemente en las moradas divinas.

SALMO 16: «UNA HERENCIA ESCOGIDA»

El Salmo 16 es una oración que pone de relieve el sentimiento profundo y grato de alabanza, contentamiento y confianza en el Señor. Comienza con una petición de protección (v. 1), y en el entorno de los sacrificios fútiles a los dioses paganos (v. 4b), reconoce las virtudes que llegan a la gente íntegra y los dolores que esperarán a los idólatras (vv. 3–6), el salmo finaliza con una serie importante expresiones de alegría y profesiones de seguridad y confianza por el apoyo divino.
El fundamento del gozo del salmista es su reconocimiento claro y seguro de que el Señor es su confianza y su bien (v. 2). Dios le guarda y le protege, porque el salmista le ha reconocido públicamente como su Señor. Esa confianza es posiblemente la clave indispensable para la comprensión e interpretación adecuada del poema.
Las expresiones iniciales de seguridad del salmista son el corazón del poema (vv. 1–2), y el resto del salmo se explica las implicaciones de esa confianza (vv. 3–11). Lamentablemente el texto hebreo del salmo no está en un estado óptimo de conservación, y esa peculiaridad textual adversa es un factor determinante en la comprensión, traducción e interpretación del poema (vv. 2–4a).
El contenido del salmo revela su carácter sapiencial y educativo. Es ciertamente una plegaria individual de confianza, que pone de relieve la lealtad de la persona que ora y se presenta ante el Señor (véase Sal 115; 135). Posiblemente el contexto de esta oración es el día de la consagración o dedicación de algún sacerdote o levita (Ex 29; Lv 8; 21; Nm 8). En esa ocasión memorable, el nuevo sacerdote declara su lealtad al Señor y afirma el compromiso y responsabilidades que contrae con sus nuevos colegas de servicio en el Templo; posteriormente el salmista pone en evidencia sus propósitos y esperanzas. El poema también pudo haber sido utilizado en otros contextos de oración, p.ej., por israelitas que deseaban manifestar públicamente su fidelidad al Señor.
De particular importancia en la lectura y análisis del salmo son sus elementos sapienciales—p.ej., la oposición del bien y el mal—, que le relacionan temáticamente con el segundo relato de creación (Gn 2–3). La ideología de la conquista de la Tierra Prometida y el reparto de la tierras que presupone el poema (Nm 18:20; Dt 10:9; 18:1; Jos 17:5; Miq 2:5; Sal 11:6), le relaciona directamente con los círculos sacerdotales, que de acuerdo a los relatos bíblicos no heredaron la tierra como el resto de las antiguas tribus.
De significación indiscutible es el elemento humano del poema. La lectura del salmo pone de manifiesto lo corpóreo, lo físico, lo humano. Respecto al poeta se habla, p.ej., de la conciencia (v. 7), la diestra (v. 8), el corazón (v. 9), el alma (v. 9), la carne (v. 9). Y en torno a Dios se alude a su presencia y su diestra (v. 11). El salmista y Dios están a la diestra el uno del otro, que equivale a decir que están juntos, cercanos. Esa afirmación es una manera figurada de poner de relieve la intimidad del diálogo, la profundidad de la oración, la seriedad de la petición, lo importante de la relación. Y esa afinidad se revela en los sentimientos de gozo, satisfacción, alegría y seguridad del poeta. La oración es un magnífico ejemplo del diálogo íntimo que produce sentido de esperanza en la gente piadosa que adora y ora.
En el título hebreo del salmo, de significado incierto (véase Introducción), se incluye la palabra Mictam, que puede ser traducida como «oración en voz baja» o, inclusive, como «poema» (Sal 56–60). El salmo se atribuye a David.
La estructura del poema es la siguiente:

• Petición de protección: v. 1
• Profesión de fe ante Dios y de solidaridad ante sus colegas: vv. 2–3
• Declaración en torno a los idólatras: v. 4
• El Señor es la porción de su herencia: vv. 5–6
• Alabanza al Señor: vv. 7–8
• Expresión de alegría y seguridad: vv. 9–11

v. 1: El salmo comienza con una petición clara y directa: Señor guárdame, pues en ti he confiado. El poeta reconoce la capacidad divina que le inspira seguridad, y le permite refugiarse en el Señor. Ese elemento de confianza y seguridad no es el sentimiento momentáneo que inspira a alguna persona en el instante de la crisis, sino la convicción seria y responsable que le orienta en la vida, el valor que le brinda sentido de dirección a su existencia, y el principio rector que guía sus decisiones, acciones y proyectos. La seguridad y confianza que se ponen de manifiesto al comenzar el salmo no se fundamentan en alguna emoción superficial sino en una convicción firme: El Dios bíblico tiene la capacidad y potestad de proteger a su pueblo.
vv. 2–3: El reconocimiento del poder divino impele al salmista a declarar dos verdades básicas e insustituibles: Que el Señor es su todo, y que desea trabajar y apoyar a la gente santa e íntegra. En primer lugar, el poema pone de relieve el señorío divino, y revela que la bondad divina es el mayor de los bienes. Añade, además, que su trabajo y dedicación están al servicio de las personas intachables, santas e íntegras. La frase traducida en la versión Reina-Valera como «alma mía», lo que hace es subrayar que estas afirmaciones surgen de los más profundo de su ser, enfatiza la seriedad y sinceridad de las declaraciones. Esta plegaria no es la oración que se improvisa sin tomar en consideración las implicaciones de sus palabras, sino el resultado de la reflexión sosegada y sobria que reconoce el poder divino y confía en su misericordia.
v. 4: Luego de las profesiones de fe y seguridad en el Señor, el salmista alude a la gente idólatra. Indica que aumentarán los dolores para las personas que sirven a otros dioses, y añade que él no participará de sus actos idolátricos y apóstatas. La expresión «ni en mis labios tomaré sus nombres» es una forma figurada de decir que rechaza todo lo que se relaciona con las prácticas paganas que ofrecen sacrificios o «libaciones» o otros dioses. Pone de esta forma en evidencia el salmista su fe monoteísta, sus convicciones religiosas enraizadas en las tradiciones teológicas más profundas del pueblo de Israel.
Las libaciones eran ofrendas de vino, agua o aceite que se presentaban y ofrecían a las divinidades cananeas (Ex 29:40; Lv 23:13; Nm 15:5–10; 2 S 23:13–17). Las «libaciones de sangre» son posiblemente una referencia a la prácticas idolátricas que fueron terminantemente prohibidas y rechazadas en Israel. Inclusive, la frase puede ser más que una referencia figurada de crítica religiosa, pues puede aludir las prácticas de sacrificios de animales dedicados a los baales cananeos.
vv. 5–6: En esta sección del poema se pone de manifiesto la ideología de la conquista y distribución de las tierras conquistadas en Canaán (véase Jos 13–22); además, relaciona el salmo con la tradición levita, que no recibió tierras en el proceso de repartición (Jos 21). El salmista reconoce que el Señor es la porción de su herencia y su copa—por esta razón específica se relaciona el salmo con algún levita o sacerdote—. Con esas expresiones declara abiertamente que su pasado, presente y futuro le pertenecen al Señor. Para el poeta, la existencia y las realidades de la vida no son producto del azar ni el resultado de las casualidades; su vida ha estado a la merced de la misericordia divina, que le produce seguridad y esperanza.
La «copa» de vino distribuida entre las personas invitadas a algún banquete era símbolo de futuro, destino y suerte. La «heredad» y las «cuerdas» aluden a las formas de medir las tierras en la época de Josué (Jos 14–19; Nm 18:20). La «porción» que le ha tocado al salmista es Dios mismo, por eso bendice al Señor y se alegra, pues esa herencia en mayor que la totalidad de las tierras conquistadas.
vv. 7–8: El salmista bendice al Señor que le aconseja y enseña. Y como respuesta a esa iniciativa divina, el salmista le ha dado prioridad al Señor, le ha concedido un sitial de distinción, y le ha permitido tener un lugar prominente en su vida. Reconoce, además, que no será conmovido, ni vacilará, ni andará dubitativo por la vida, porque el Señor está a su lado.
La referencia a la «conciencia» que enseña al salmista durante las noches, alude literalmente a los riñones, que en el antiguo pensamiento y percepción semita era el asiento de las emociones y los sentimientos más profundos (Sal 7:9; 26:2; Jer 11:20). La comunicación efectiva del sentido del poema requiere que la traducción no sea literal, pues se transmitirían ideas confusas o equivocadas en las culturas post-modernas y occidentales.
vv. 9–11: La sección final del poema está reservada para la alabanza y la gratitud. ¡Se alegra el corazón, el alma se llena de gozo y la carne descansa! El contentamiento del salmista es completo, pues incluye componentes sentimentales, intelectuales y físicos. Y añade un extraordinario elemento teológico adicional: Ni aún la muerte puede disminuir el gozo ni detener la vida del salmista. Se nota en el poema un sentido de futuro que desborda los límites de la teología de la época. Hay una referencia al futuro que sobrepasa los límites de la muerte. El poema trasluce un aire de eternidad que posteriormente en la teología bíblica se desarrollará con vigor.
«No dejar el alma en el Seol» equivale a decir que la muerte no tendrá la última palabra en la vida del salmista, revela que su esperanza sobrepasa los límites de la vida terrenal, y subraya una convicción teológica profunda de seguridad y futuro. El «Seol» era el lugar que en la antigüedad bíblica se pensaba constituía la habitación de la gente muerta.
La frase «ver la corrupción» es otra manera figurada de indicar que la muerte no puede detener la felicidad del poeta, que fundamentaba su seguridad está en el Dios cuya existencia sobrepasa los límites del tiempo. En el Nuevo Testamento (véase Hch 2:27; 13:35) se interpretan estas palabra e ideas como un anuncio profético de la resurrección del Cristo.
El versículo final del salmo subraya una vez más el tema de la felicidad y la seguridad. Dios mismo le mostrará el significado real de la vida y la existencia, pues ante su presencia el gozo y la felicidad son abundantes y eternos. El salmo comienza con el reconocimiento de la bondad de Dios, y finaliza con la afirmación de la senda de la vida y la revelación de su presencia. El poema inicia con la manifestación de la bondad divina y termina con la revelación del camino que permite disfrutar su compañía.

SALMO 17: «PLEGARIA PIDIENDO PROTECCIÓN CONTRA LOS OPRESORES»

Este Salmo presenta la oración intensa de un adorador que entiende que es perseguido injustamente y llega ante la presencia del Señor para que se le haga justicia. El poema revela el gran sentido de integridad y los valores morales de la persona que adora, y reclama la intervención divina para que le libere de las acciones hostiles y despiadadas de sus enemigos. ¡Es una clara petición de ayuda y liberación, una plegaria emotiva de socorro y apoyo, una oración intensa que reclama de Dios protección y atención!
El poema incluye también una descripción de los adversarios que le persiguen, y manifiesta el firme reclamo de que sean derribados y destruidos. Con gran capacidad poética e imaginación literaria el salmista utiliza el lenguaje religioso y militar para presentar su caso ante Dios. Finaliza el poema con una gran afirmación de seguridad, con una clara declaración de esperanza, con una intensa profesión de fe.
La oración está escrita con las expresiones típicas que caracterizan los salmos de lamento o súplica individual (véase Sal 7), aunque la lectura cuidadosa del los versículos 3–5 revela que también puede relacionarse con las oraciones de personas inocentes. Se ha propuesto como el contexto vital del salmo, su lectura en un muy antiguo festival del pacto en Israel; sin embargo, la intensidad de la plegaria puede revelar que se trata de la petición honesta de una persona que es falsamente acusada, que reclama la intervención divina para demostrar su inocencia. El mismo salmo sugiere que la persona que lo recitaba pasaba la noche orando y meditando en el santuario, y por la mañana recibía la respuesta divina a su petición, posiblemente a través de alguna profecía u oráculo.
El texto del salmo no revela mucho del autor. Posiblemente el poeta vivió durante los años finales de la época pre-exílica, o los primeros años del exilio en Jerusalén. El título hebreo relaciona el salmo con David, que es una forma común de incluir el poema en la tradición literaria del famoso monarca de Israel (véase la Introducción).
La estructura literaria del salmo revela tres oraciones básicas, que hacen referencia tanto a la persona inocente como a los adversarios que le acusan.

• Oración que afirma la inocencia del adorador: vv. 1–5
* La oración: vv. 1–2
* Descripción de las dificultades: vv. 3–5
• Oración que alude a los ataques de los enemigos: vv. 6–12
* La oración: vv. 6–8
* Descripción de los ataques: vv. 9–12
• Oración por la destrucción de los enemigos y por la liberación del salmista: vv. 13–15

vv. 1–2: El salmo comienza con una serie de peticiones directas a Dios, que le brindan al poema su carácter de súplica, su sentido de urgencia, su entorno de crisis: «¡Oye, atiende, escucha!». El poeta se presenta ante Dios para solicitar su atención inmediata, y para reclamar la intervención divina en su defensa. Además, el salmista afirma con seguridad que su causa es justa, recta y verdadera. Y al sentirse perseguido y humillado por sus opresores y enemigos, se allega ante Dios para suplicar su respuesta, y para reclamar su misericordia y justicia.
El salmista solicita con vehemencia la justicia divina contra los ataques a los que es objeto, pues afirma y declara su inocencia. Esta es una oración genuina y sincera de alguna persona que siente en su vida los golpes inmisericordes de la injusticia. No debe interpretarse esta plegaria en términos de alguna actitud insolente e impropia del adorador, pues su petición no se fundamenta en la prepotencia y ni el orgullo, sino en el reclamo firme y decidido de una persona que es perseguida de forma injusta y se allega a Dios para que se le haga justicia. Esta oración no desea enfatizar la desesperanza humana sino intenta descubrir la justicia divina. La esperanza del salmista es que Dios reconozca que es una persona justa, que habla la verdad y que actúa con rectitud, aunque sus enemigos lo calumnien, persigan e intenten matarlo.
vv. 3–5: En esta sección, el poema continúa el tema de la integridad e inocencia del salmista. El poeta afirma que Dios ha probado su corazón y le ha visitado de noche, que son imágenes que revelan su seguridad e indican que posiblemente su plegaria fue nocturna en el entorno del Templo. ¡Dios mismo le ha probado y ha descubierto su inocencia! Y el salmista, en respuesta a esa acción divina, afirma, inclusive, que ha resuelto que su boca no cometa delito, en referencia a su actitud de decir la verdad y mantener su integridad aún en momentos de crisis. Se enfatiza de esta forma la importancia de sus valores morales y éticos.
La inocencia del salmista se revela no solo en su hablar sino en sus acciones. ¡Ha resuelto guardarse de la senda de la gente violenta!, que es una forma de decir que desea mantener la sobriedad en la crisis, que intenta continuar con su actitud humilde y de respeto en medio de las adversidades y las dificultades de la vida. ¡Rechaza de esta forma el salmista la violencia como medio para resolver su problema! ¡Responder con violencia no es la manera de superar su condición! Además, en su oración le pide a Dios que le ayude a continuar en el camino del bien, para que sus pies no resbalen, utilizando las imágenes que ya se ponen de manifiesto en el primer Salmo. ¡Aún en medio de la persecusión y la injusticia el salmista mantiene su integridad y afirma su estilo de vida recto! La crisis de la persecusión y dificultad de la injusticia no le han hecho claudicar en sus principios ni olvidar sus valores.
vv. 6–12: La segunda sección del poema tiene una estructura literaria similar a la primera: Junto a la petición de ayuda del salmista, se incluyen varias razones por las cuales Dios debe intervenir y responder a su plegaria. El salmista pide en realidad tres cosas fundamentales: que Dios le escuche, que se revele de forma salvadora, y que le proteja. El poeta invoca libremente al Señor pues reconoce que Dios tiene la capacidad y el deseo de escuchar su clamor, para responder con misericordia, salvación y liberación.
La petición del salmista reconoce el deseo divino de ayudar a su pueblo, que describe como «la niña de los ojos de Dios», en una extraordianria imagen del valor y la importancia que tiene para Dios el dolor y la necesidad de los adoradores. En su suplica implora también la protección divina, que describe como «esconderse bajo la sombra de sus alas», que es una manera figurada de afirmar la capacidad de ayuda y protección divina. La imagen posiblemente alude a los querubines cuyas alas extendidas protegían el Arca del pacto en el Templo (1 R 8:6–7). Necesita el salmista protección de sus opresores y enemigos que intentan quitarle la vida.
El poeta separa algún espacio en su oración para describir a sus enemigos. En primer lugar los presenta en términos generales, para posteriormente destacar poéticamente lo que le intentan hacer. Los perseguidores y adversarios del salmista son gordos—que es una manera despectiva de indicar que comen desordenadamente—, arrogantes y traicioneros; además, los compara a los animales salvajes—p.ej., león y leoncillo—que están ansiosos por agarrar su presa y devorarla. La idea es clara: El salmista se siente amenazado de muerte por una serie de enemigos que le atacan injustamente; su esperanza está anclada únicamente en la intervensión extraordinaria de Dios.
vv. 13–15: El salmo finaliza con una oración de afirmación, seguridad y esperanza. Con un grito de guerra y utilizando un lenguaje militar—«¡levántate!»—el poeta reclama la intervención de Dios: ¡Sal a su encuentro, derríbalos, libra mi vida con tu espada! La oración revela urgencia, y también manifiesta un gran sentido de esperanza. Sus enemigos son personas que confinan sus vidas a la realidad que experimentan y sienten; son personas materialistas que están cautivas en las poseciones y la comida; son individuos sin proyección al porvenir ni valores éticos de justicia y nobleza. En estas imágenes se ponen de manifiesto la diferencia fundamental entre el salmista y sus enemigos: el poeta confía en Dios y vive de acuerdo con sus principios de justicia y rectitud; los enemigos rechazan los valores divinos pues fundamentan sus vidas en el materialismo.
La palabra final del salmo es una declaración de esperanza, una afirmación de seguridad, una profesión de fe: El futuro del salmista no es la derrota ante sus enemigos, sino ver el rostro de Dios, disfrutar la justicia divina y satisfacerse al descubrir en su vida atributos y semejanzas con Dios. El porvenir del poeta no se relaciona con el triunfo de sus enemigos, que han rechazado abiertamente la justicia divina, sino con su relación con Dios que le permite identificarse con sus valores e incorporar en su estilo de vida algunas características divinas. ¡Ya no serán sus enemigos los que determinen la vida del salmista, sino ver el rostro de Dios!
La sección final del salmo culmina con una particular forma poética conocida como quiasmo. En primer lugar, el salmista afirma su inocencia (vv. 3–5), que continúa con la descripción de sus enemigos (vv. 9–12); ahora ora por la destrucción de sus enemigos (vv. 13–14a) y afirma su esperanza en la liberación del inocente (vv. 14b–15). Esta estructura poética se reafirma con el uso inicial de la expresión «causa justa» (v. 1), que tiene su claro paralelo al concluir el poema con la frase «veré tu rostro en justicia» (v. 15); y en el uso de las imágenes visuales tanto al comienzo como al final del poema—p.ej., «vean tus ojos la rectitud» (v. 2) y «veré tu rostro en justicia»z (v. 15)—.
La frase de difícil comprensión y traducción «estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza» (v. 15), en el contexto religioso del Antiguo testamento, puede referirse al ritual de pasar la noche orando en el Templo de Jerusalén, para levantarse en la mañana con la confianza y seguridad de que Dios ha escuchado las oraciones y ha dado respuesta a las plegarias. Algunos comentaristas han relacionado la expresión con el juicio final, aunque las traducciones y versiones antiguas no dan base a esa interpretación de forma explícita.
En la comunidad cristiana, sin embargo, esa frase se ha relacionado tradicionalmente con el poder extraordinario de la resurección, que le permite al creyente recibir la respuesta adecuada a sus oraciones y disfrutar plenamente de la victoria que le puede brindar el Señor de la vida. Despertar a la semejanza de Dios y ver su rostro son imágenes de triunfo contra la muerte, son metáforas de victoria contra las adversidades más angustiantes y hostiles de la vida.

SALMO 18: «ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA»

El Salmo 18, uno de los más largos del Salterio, es una muy sentida oración de acción de gracias del rey por la victoria y la protección que Dios le ha brindado en medio de las grandes dificultades y adversidades de la vida. Es una plegaria intensa que reconoce y aprecia las intervenciones salvadoras de Dios. Y el fundamento de esa gratitud es la confianza plena que el poeta tiene en el Dios vivo. La importante afirmación teológica «¡Viva Jehová y bendita sea mi roca!» (v. 4), pone claramente de manifiesto la base teológica de la plegaria; y, además, revela el corazón de la religión bíblica: ¡el Dios de los salmistas y los creyentes está vivo!
La declaración «Dios vive» es una afirmación de la voluntad divina de intervensión en medio de las realidades humanas. La vida de Dios no se contrapone a su muerte, sino que destaca su capacidad de acción, enfatiza su deseo de manifestación, subraya su compromiso de responder a las necesidades y plegarias de su pueblo. Todo el salmo es un gran poema de alabanza al Dios que interviene en la historia en favor del rey que ha ungido y ha estado amenazado de muerte por diversos enemigos, adversidades y problemas. Las intervenciones divinas en el poema revelan sus capacidades como Señor de la historia, a la vez que ponen de relieve la importancia del rey en la implantación y mantenimiento de ese reino.
Este poema continúa la tradición teológica del Salmo 2, en el cual Dios presenta a su rey ungido o mesías para que le represente y tome control y dominio sobre las naciones. En este sentido, el Salmo 18 es una especie de confirmación de la fidelidad de las promesas de Dios, que ha mantenido su palabra a través de los conflictos y en medio de las crisis de la vida. Un texto paralelo del salmo, solo con variantes menores, se encuentra en 2 Samuel 22. Posiblemente esta repetición revela la historia de la transmisión oral y textual del salmo, tanto entre los sacerdotes y adoradores del reino del norte como en los del sur.
La oración puede muy bien clasificarse como un cántico individual de gratitud, aunque las referencias al rey, tanto en el título hebreo como al final del poema (v. 50), indican que también puede relacionarse con los salmos de David o reales. Algunos estudiosos del salmo han dividido su estructura en dos grandes secciones: la primera (vv. 1–30), es el lamento de una persona falsamente acusada; y la segunda (vv. 31–50), una expresión de gratitud real. En nuestro estudio afirmamos la unidad literaria del poema que revela los diversos estados de ánimo de una persona que identifica su dolor antes de proceder a manifestar su agradecimiento.
El poema es, en efecto, la expresión de gratitud del rey. Probablemente, este tipo de salmo se recitaba por el rey, o por su representante, en algún tipo de culto en el Templo, al regreso del campo de batalla, para agradecer la victoria y liberación de los enemigos; aunque también es posible que fuera parte de uno de los festivales anuales del pueblo, p.ej., como el de los Tabernáculos.
El mismo título del salmo indica que es de David, aunque al finalizar el poema el nombre del famoso rey se incluye en tercera persona. Posiblemente el salmo fue escrito por alguno de los poetas de la corte real para ser utilizado por los monarcas del linaje de David. Tanto los temas que incluye (p.ej., su relación con la literatura cananea) como la ortografía antigua y la similitud temática con otros poemas antiguos (p.ej., Ex 15; Hab 3; Dt 32–33), ubican la composición del salmo en la época pre-éxílica temprana; posiblemente, durante el período post-exílico pudo haber tenido aluna revisión estilística.
El título hebreo del Salmo es extenso y complejo. La referencia a David lo relaciona directamente con la monarquía; la frase «al músico principal» indica que en su historia de redacción y transmisión el poema formó parte del repertorio de himnos que se utilizaban en el Templo; y la alusión a Saúl ubica el salmo en un período histórico preciso, pero el estudio del pasaje paralelo en 2 Samuel no nos permite identificar algún triunfo específico de las victorias de David sobre el primer rey de Israel.
La estructura literaria del salmo puede dividirse en siete secciones temáticas básicas, que nos servirán de guía en nuestro estudio:

• Alabanza inicial: vv. 1–2
• Relato del dolor: vv. 3–6
• Intervenciones divinas: vv. 7–15
• Liberación y salvación: vv. 16–19
• Confesiones de justicia y fidelidad: vv. 20–30
• La victoria proviene del Señor: vv. 31–45
• Alabanza final: vv. 46–50

vv. 1–2: La primera linea del poema pone de manifiesto claramente el tono, el tema y el propósito del autor: «Te amo, Señor, fortaleza mía». Revela, además, la intimidad del salmista con su Dios, pues el verbo hebreo traducido por «amor» en castellano, también transmite la idea de la compasión divina por su pueblo, y evoca los conceptos de exaltación, alabanza, gratitud y reconocimiento. En la misma primera declaración poética se indica que el Señor es la fortaleza del adorador, que claramente es una imagen de seguridad, esperanza y futuro. De esta forma se anticipa en mismo tema de seguridad que posteriormente se desarrollará en el poema (vv. 31–42).
Las imágenes de seguridad y esperanza, que sn frecuentes en el Salterio, se multiplican en esta primera sección del poema: ¡Roca, castillo, libertador, fortaleza, escudo, fuerza y refugio! El poeta transmite las ideas de estabilidad y firmeza que provienen de Dios; en efecto, enfatiza el poder divino ante la fragilidad humana. Desde el comienzo del salmo se pone en clara evidencia el fundamento de la esperanza del salmista, su gratitud se basa en la naturaleza divina que genera seguridad en los adoradores. Las imágenes, que provienen esencialmente de dos campos—el militar y el de la naturaleza—, le brindan a las personas que leen el salmo un sentido grato de futuro, pues confían e invocan un Dios que es estable, firme, fuerte, protector, salvador y libertador de enemigos.
La respuesta del adorador ante la intervención divina es de amor. Al sentirse seguro, ama; al recibir la protección divina, ama; al experimentar la salvación, ama; al encontrarse liberado, ama; al descubrir la fuente de su fortaleza, ama; y al sentirse estable, ama. La respuesta humana a la intervención divina es de amor, pues transmite los sentimientos más hondos y sinceros.
vv. 3–6: Fundamentado en la seguridad divina, el salmista invoca al Señor para ser salvado de sus enemigos. Clamó al Señor pues reconoce que solo Dios es digno de esa alabanza. Se allegó a la presencia divina pues su teología le brinda el fundamento de su seguridad y petición. La oración del salmista se basa en las afirmaciones teológicas previas (vv. 1–2), que prepararon el camino para identificar las crisis y expandir el tema del triunfo divino.
El tema general del poema es que ante los peligros que le presentan sus enemigos, el salmista oró a Dios por salvación y fue liberado de sus problemas. En el desarrollo del salmo, ese gran tema teológico se expende al utilizar la antigua mitología cananea para ilustrar el poder divino de liberación. El Dios bíblico, de acuerdo con las afirmaciones del salmista, no solo libera al rey de sus enemigos históricos sino que tiene la capacidad y el poder de responder efectivamente a los desafíos que le presenta la antigua mitología cananea, representada por Baal y su panteón.
En el poema, la salvación se presenta de forma cósmica y extraordinaria, para poner de manifiesto el poder divino. Los enemigos son agentes de la muerte, de la destrucción y del seol, que se contraponen a las imágenes del Dios de la vida. Los enemigos se representan en el poema como fuerzas fantásticas que se atentan contra la voluntad divina, y el rey, como ungido de Dios, debe triunfar sobre ellas. Dios escuchó desde su Templo, que puede ser una referencia no solo al santuario en Jerusalén sino al trono celestial.
vv. 7–15: El escuchar divino no es una actitud de recepción pasiva y silente de alguna plegaria, sino el inicio de la actividad salvadora y liberadora de Dios. Al escuchar, Dios responde al clamor del pueblo. Y ante la intervención divina, o teofanía, se producen cataclismos extraordinarios: p.ej., temblores, humo, fuego, tinieblas, aguas, oscuridad, nubes, granizos, truenos y relámpagos. La tierra toda se conmovió y sintió la presencia divina, pues sus cimientos se extremecieron. También el cielo fue testigo de la manifestación de Dios, pues la claridad del día cedió el paso a la oscuridad, a las tinieblas. La creación toda se vió afectada por la manifestación del Dios que se indigna, y en su furor cabalga sobre los queribines, vuela sobra las alas del viento, se esconde en las tinieblas, y altera considerablemente las estaciones de la naturaleza y los movimientos de la tierra.
El lenguaje que se utiliza en esta sección, que tiene elementos en común con otras naciones del Oriente Medio antiguo, evoca la manifestación divina en el Sinaí (Ex 20) y la liberación de los israelitas de manos de los egipcios (Ex 15), que a sus vez se convirtió en una forma importante de expresar poéticamente las intervenciones de Dios en las guerras (p.ej., véanse, Dt 33:2–3; Jue 5:4–5; Sal 68:7–8). ¡La oración del salmista ha desatado la ira divina contra sus enemigos! ¡Dios se prepara para la batalla! El Dios bíblico se mueve, ante la petición del poeta, de su trono celestial a las realidades cotidianas del adorador, para responder a sus necesidades. El idioma poético revela que la respuesta a la oración fue de apoyo y liberación.
En estas manifestaciones de Dios a través de los fenómenos meteorológicos y geológicos de la naturaleza, la voz de Dios se asocia con los truenos, y se describen los relámpagos como sus flechas o armas de combate. El objetivo teológico de estas teofanías es poner de manifiesto el poder de Dios sobre la naturaleza y la historia humana. Y la imagen de «los cimientos del mundo» presupone la creencia de los antiguos hebreos, que imaginaban que el mundo era una gran masa de tierra seca que se asentaba sobre unas bases que se hundían en las profundidades de un gran océano subterráneo.
vv. 16–19: En esta sección del poema se unen las imágenes de liberación cósmicas con las de salvación históricas. Dios intervino y sacó al salmista de las muchas aguas, que es una manera de referirse al caos, a la crisis, al problema que han generado sus adversarios. El salmista reconoce que Dios lo libró de su enemigo poderoso y de los que le aborrecían, que le asaltaron en el día de su desgracia. El Señor fue su apoyo y libertador, porque se agradó de su actitud, de se oración, de su petición, de su plegaria.
La liberación del salmista comenzó al iniciar su oración. La salvación se gesta al pronunciar las primeras palabras de su plegaria, «te amo» (v. 1). El amor produjo en el salmista actitud de humildad, y ese acto de humillación conmovió al Dios eterno. Dios se agradó del gesto del salmista, apreció su actitud y escuchó su oración. Dios está enojado pues la rebelión contra el rey, que es su ungido, es una rechazo abierto a su autoridad y señorío.
vv. 20–30: En esta sección prioritariamente se describe la bondad divina. Luego de articular de forma vibrante e intensa las intervenciones de Dios en la naturaleza y en la historia, el poeta separa un lugar para identificar y afirmar las virtudes divinas. De particular forma, el salmista alude al amor que Dios le ha manifestado (vv. 20–24), destaca la misericordia divina hacia la humanidad en general (vv. 25–27), retoma el tema de gratitud personal e íntima (vv. 28–29), para finalizar con una gran declaración teológica de alabanza y gratitud (v. 30).
El Señor ha premiado al salmista porque es un Dios justo, y su naturaleza santa le impide ignorar los conflictos y adversidades de sus siervos. En su oración, que no es una manifestación egoísta de orgullo espiritual sino una declaración sincera de su condición, el salmista afirma su conducta limpia y recta con las imágenes «limpieza de manos» y «guardado sus sus caminos»; y destaca sus valores éticos y morales con frases que revelan su integridad—p.ej., «no me aparté impíamente de mi Dios», «todos tus juicios estuvieron delante de mi», «no me he apartado de tus estatutos», «fui recto» y «me he guardado de hacer lo malo»—. Finalmente, el poeta añade que Dios le recompensó al ver su estilo de vida noble y grato, al percatarse de su compromiso con la verdad y la justicia.
Al continuar, el poeta se mueve de los niveles personales a los generales. Se hace una relación clara entre el comportamiento humano y las actitudes divinas. Dios particularmente distingue y bendice a la gente misericordiosa e íntegra, y rechaza y castiga a las personas tramposas. En efecto, el Señor salva a los afligidos y humilla a los altivos. Y ese sentido de justicia divina le permite al salmista declarar que el Señor es su luz y fortaleza, que le permitirá vencer en la batalla, aunque sus enemigos se ubiquen o escondan en la seguridad de las ciudades amuralladas.
vv. 30–45: Luego de la descripción de las intervenciones extraordinarias de Dios en la naturaleza y del reconocimiento de la justicia divina, el poeta separa un lugar para describir al Señor y a su ungido. Es un gran esfuerzo poético por articular la naturaleza divina no en términos filosóficos sino de forma práctica y concreta. A la seria pregunta teológica, ¿quién es Dios?, el salmista responde en términos de sus actividades e intervenciones salvadoras: Dios interviene en medio de las realidades humanas para traer liberación, salvación y esperanza
El estudio de la sección revela varios paralelos poéticos con los versículos 4–19. En esa estrofa poética inicial, el autor enfatiza la intervensión divina y la liberación de su ungido; en esta nueva estrofa el poeta destaca las actividades militares del ungido, aunque se pone claramente de relieve que sus fuerzas provienen del Señor. Ambas porciones presentan el mismo sentido de victoria del siervo ungido del Señor, pero desde diferentes perspectivas. El lenguaje utilizado está lleno de simbología y belleza poética, y evoca la gran victoria del pueblo de Israel al cruzar el Mar Rojo (Ex 15).
Un detalle literario de gran importancia teológica se revela en la particular expresión, «En cuanto a Dios, perfecto es su camino» (v. 30), que es el tema fundamental del gran poema que culmina el libro de Deteronomio (32:4). El término hebreo (tamim) traducido al castellano por «perfecto» describe algo completo e íntegro, y desde la perspectiva moral marca el carácter de las personas cuya conducta es consistente, coherente, confiable. Dios es perfecto pues lo que dice se comprueba con los que hace; es decir, la perfección divina revela la continuidad entre su decir y su hacer; es perfecto pues se relaciona con la humanidad de forma coherente y ordenada, justa e íntegra, consistente y confiable. El rey y ungido también es tamim, pero en el sentido de su rectitud que le proviene de su relación con Dios (vv. 23, 25).
Ante la gran pregunta teológica ¿quién es Dios?, el poeta responde de forma pragmática: el que prepara adecuadamente al ungido para enfrentar las batallas. Dios es quien orienta y guía al ungido y le da poder y autoridad, le prepara el camino y lo adiestra en las armas necesarias para el combate. Además, Dios es quien le brinda las energías necesarias para perseguir y vencer a los adversarios dondequiera que se escondan. Y en su campaña de triunfo militar Dios mismo lo lleva a lugares extraños, tierras extrangeras donde también esos pueblos se rindieron ante el ungido del Señor.
vv. 46–50: La sección final de salmo es una afirmación de fe y seguridad del poeta, que reconoce que Dios le ha ayudado a vencer su enemigos. El Dios vivo es roca, salvación, justicia y liberación. El salmista reconoce el poder de la acción divina y expresa su gratitud, revela su confianza. Ante sus actos de liberación histórica y su poder sobre la naturaleza y el cosmos, el salmista es testigo de las bondades y virtudes divinas entre las naciones. Además, reconoce que los triunfos del rey, del ungido, y de David y su descendencia son producto de la misericordia divina.
Tanto el Salmo 2 como el 18 se refieren al rey de Israel como ungido del Señor o «mesías». En ambos casos el poeta enfatiza la capacidad divina de liberación y redención; sin embargo, el Salmo 18 no tuvo la exposición que recibió el Salmo 2 en la literatura de la iglesia primitiva. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Roma, alude y cita el Salmo 18:50, en sus comentarios referente a los gentiles, pero no elaboró las implicaciones cristológicas del poema.
Este salmo puede ser la voz de alguna persona que está en crisis y se presenta ante Dios para que le ayude a superar las dificultades que le angustian. Alguien que es capaz de afirmar que Dios vive tiene esperanza y futuro. El salmo finaliza con la expresión pública de una persona agradecida, que reconoce que sus triunfos en la vida se relacionan con las intervenciones salvadoras de Dios.

SALMO 19: «LAS OBRAS Y LA PALABRA DE DIOS»

El Salmo 19 es una pieza literaria de gran belleza poética—referente a esta obra, C.S. Lewis escribió que era el mejor poema del Salterio, además de ser una de las mejores líricas jamás escritas en el mundo—, que pone claramente de manifiesto cuatro temas de gran importancia teológica, académica, educativa y pastoral. En primer lugar, el salmo habla de la gloria divina que se manifiesta en la creación (vv. 1–6): La voz de Dios se hace sentir en el cielo y en la tierra a través de la contemplación de la naturaleza. El poema continúa para elogiar y afirmar el valor de la Ley del Señor (vv. 7–11): Con gran maestría artística y profundidad teológica el poeta hace una concatenación de virtudes de la Ley divina. Prosigue el salmo con una confesión de humildad y reconocimiento de sus limitaciones (vv. 12–13): ¡El poeta no quiere ofender a Dios ni de forma inconsciente! Y culmina con una profesión de fe en la que se exalta a Dios como su roca y redentor (v. 14), que son imágenes que resaltan la seguridad y la fortaleza divinas.
Para la identificación precisa del género literario del poema debemos afirmar, en primer lugar, su unidad. Una lectura inicial del salmo revela por lo menos dos secciones temáticas mayores. La primera es una especie de himno a la creación, que pone especial énfasis en el sol (vv. 1–6); y la segunda, un tipo de literatura sapiencial que desea subrayar las virtudes de la Ley (vv. 7–14). Junto a las diferencias temáticas también se manifiestan otras divergencias: p.ej., la primera sección utiliza el nombre genérico para referirse a Dios—en hebreo, El—; mientras que en la segunda, sistemáticamente se hace referencia a Dios con su nombre propio—en hebreo, Yahwé—.
Sin embargo, junto a esas diferencias, que pueden ser parte de la creatividad poética del autor o también revelar la compleja historia de redacción y transmisión oral y textual del salmo, se ponen de manifiesto otros elementos temáticos y literarios que apuntan hacia su unidad. La primera parte del salmo es, posiblemente, la afirmación teológica general, y la segunda, su explicación práctica; al inicio del poema se hace la declaración religiosa, que posteriormente se comenta para identificar sus implicaciones reales e inmediatas. De esta forma el redactor final del poema y del libro ponen en paralelo dos de los grandes temas del Salterio y de la Biblia: la creación de Dios y la revelación de su Ley. Respecto a la unión de este par de temas, es importante indicar que en la literatura en Oriente Medio antiguo se encuentran varios escritos que relacionan las imágenes del sol y la creación con los temas de la ley y la justicia.
De acuerdo con nuestro análisis, el salmo es un himno a Dios que enfatiza los temas educativos de la literatura sapiencial. Posiblemente el poema, que de forma inicial pudo haberse leído en dos partes en entornos privados, con el tiempo se usó como parte de la liturgia del Templo, específicamente en eventos educativos que resaltaban la importancia de la Ley. Esas mismas características revelan que su historia de redacción fue larga, y que, aunque comenzó en una época pre-éxilica, finalizó en el período post-exílico, cuando se dio gran importancia a los temas sapienciales. Respecto al título hebreo del Salmo, que lo relaciona con David y lo dedica al músico principal, véase la sección correspondiente en la Introducción.
La estructura literaria del salmo puede dividirse de la siguiente forma:

• Alabanzas al Dios creador: vv. 1–6
• Valor de la Ley: vv. 7–11
• Reconocimiento de la impotencia humana: vv. 12–13
• Profesión de fe del salmista: v. 14

vv. 1–6: El salmo comienza con una gran afirmación teológica: La creación es testigo de la grandeza divina, la naturaleza habla de su presencia extraordinaria, y el sol, personificado, delata su existencia grata, al pasease alegremente por el infinito. ¡Los cielos y el firmamento, que son sinónimos poéticos, revelan la gloria de divina! El cosmos extraordinario e imponente pone claramente en evidencia la existencia y las virtudes del Dios creador. De forma figurada, la creación repite la adoración del pueblo de Dios, que al enumerar los actos salvadores del Señor los afirman como parte de la gloria divina (Sal 29).
Junto a las imágenes del cielo se unen las referencias al día y la noche, se alude a la luz y las sombras, se evoca la claridad y la oscuridad. De día, el sol ilumina el camino; y de noche, la luna y las estrellas rompen la monotonía de las tinieblas. Toda esa manifestación de poder, belleza y autoridad delata la grandeza divina. Y, aunque no hay palabras, ni lenguajes, ni se escuchan voces, los días y la noche declaran esa extraordinaria sabiduría y transmiten el mensaje de alabanza, que llega a todos los rincones de la tierra; ¡se manifiesta hasta en los extremos del mundo!
La imagen del sol es un ejemplo magnífico de la gloria de Dios. Aunque en las culturas antiguas del Oriente Medio, el sol era considerado como dios, para el poeta la lumbrera mayor es solo parte de la creación divina y recorre el firmamento para delatar la gloria del Señor. Es como un esposo al salir feliz de su alcoba nupcial; es como un gigante, coloso o guerrero que se pasea orgulloso para afirmar y celebrar sus triunfos. ¡Nada se esconde del calor del sol!, que equivale en el salmo a afirmar que nada puede evitar que la gloria divina llegue a los lugares más remotos y aislados de la creación divina.
El poeta no está interesado en explicar el origen y desarrollo de sus teorías y teologías, únicamente presupone que todo lo que existe tiene la capacidad de reflejar las virtudes de quien le creó. Su propósito es afirmar que la creación no es producto del azar y que esos actos, junto al resultado de la creación, son testigos del poder divino (véase Gn 1–2; Is 40–55). Y esa capacidad de creación le hace merecedor del reconocimiento y de la alabanza de la humanidad.
La lectura cuidadosa del poema revela que el salmista mantiene bien delimitadas la esencia divina y la naturaleza. Éste no es un poema panteísta ni un ejemplo de religión natural. La creación es como una congregación que se presenta ante Dios a adorar, no se funde ni confunde con la divinidad. Este salmo es un magnífico ejemplo de la experiencia religiosa saludable que distingue bien entre creador y creación.
En el Oriente Medio antiguo se han encontrado varios ejemplos de himnos a divinidades que se relacionaban con el sol—p.ej., en Babilonia a Shamash, y en Egipto a Aten—, sin embargo, en esos poemas se deifica la naturaleza, que no es el caso en la literatura bíblica.
vv. 7–11: La segunda parte del poema pone de manifiesto las implicaciones prácticas de las alabanzas al Dios creador. La unión de las dos partes del salmo se revela claramente al descubrir que el Señor que crea también tiene la capacidad de revelar su Ley. En esencia, esta sección exalta, celebra y afirma las virtudes de la Ley, las instrucciones y las enseñanzas de Dios. Con gran capacidad poética y literaria, el salmista presenta seis imágenes de la Ley divina, con las virtudes que emanan de su cumplimiento. El estilo sapiencial es similar al que se incluye en el libro de los Proverbios 1–4 y al Salmo 119.
Desde la perspactiva literaria, el poema está muy bien elaborado, pues presenta seis aspectos importantes que amplían nuestra comprensión de la palabra hebra, tora: Ley, testimonio, mandamiento, precepto, temor y juicios. Para el salmista esas palabras son más que expresiones sinónimas pues complementan el sentido del término y explican el contenido semántico de la expresión. La tora divina es el conjunto de enseñanzas que demandan del pueblo obediencia, rectitud, fidelidad, valores, humildad y justicia. Y esa Ley divina, de acuerdo con el poeta, es perfecta, fiel, recta, pura, limpia y verdadera.
El efecto que produce esa revelación de Dios a la humanidad es extraordinario: convertir el alma, hacer sabio al sencillo, alegrar el corazón, alumbrar los ojos, permanecer para siempre y afirmar la justicia. El poema enfatiza la labor de la tora en la conducta humana. No está interesado el salmista en especular en torno a las virtudes ideales de la Ley, sino poner de manifiesto las implicaciones reales y prácticas de la fidelidad a los mandamientos de Dios. La Ley tiene la función de amonestar y llamar a la conducta adecuada, además, cumplirla y guardarla produce recompensa.
El estudio ponderado de la poesía en esta sección del salmo (vv. 7–11) muestra una serie de relaciones entre las imágenes de la Ley divina y el árbol del conocimiento del bien y del mal del libro de Génesis (véase Gn 2–3). Cada referencia a la Ley divina en el poema alude a algún aspecto del famoso árbol del relato de la creación. De esta forma esta estrofa del poema se une a la primera sección (vv. 1–6) que presenta el tema de la creación: El Dios que crea también revela su Ley a la humanidad. El salmo comienza con una declaración teológica general en torno a la creación para proseguir con una afirmación específica de la importancia de la Ley para la humanidad.
vv. 12–13: El reconocimiento de la grandeza divina en la creación y la afirmación de la importancia de la Ley produce en el salmista un sentido de humildad e impotencia. La alabanza al Dios creador y el compromiso con la tora hace que el poeta reconozca su pequeñez y fragilidad. Mirar los cielos y el sol, y evaluar las virtudes de la Ley le llevan al auto—estudio y la reflexión. El salmista desea inclusive identificar sus errores más íntimos, descubrir sus conflictos más hondos para superarlos y de esa forma evitar las soberbias y la rebelión, que se pueden manifestar en idolatrías, adulterios.
Contemplar la gloria divina, según se revela en la naturaleza y en la Ley, hace que el salmista desee la integridad, y le desafíe a vivir de acuerdo con los preceptos divinos. Descubrir la grandeza de Dios le hace reconocer sus imperfecciones, que es el primer paso hacia el disfrute pleno de la vida.
v. 14: El poema finaliza con una declaración de humildad grata y con el reconocimiento de la grandeza divina. Una vez se contempla la gloria divina en los cielos, se reconocen las virtudes de la obediencia a la Ley y se aceptan con humildad las imperfecciones humanas, las palabras que se pronuncian y afirman son gratas, justas, serias, dignas, nobles. El aprecio del poder divino que se revela en la naturaleza y la Ley, genera humildad y responsabilidad, cualidades indispensables para allegarse ante Dios en oración y adoración.
Las mismas actitudes de respeto sincero a la creación y a la voluntad divina son el fundamento de la extraordinaria declaración teológica que culmina el salmo: ¡El Señor es mi roca y redentor! El Dios creador y revelador de la Ley genera en el creyente seguridad, propicia en la persona que adora un sentido protección y seguridad, y su voluntad e intervención en la naturaleza son las fuerzas que capaces de salvar y redimir a su pueblo.
Las lecturas cristianas de este salmo destacan el poder creador de Dios y la importancia de la obediencia; además, reconocen el valor de la humildad que propicia el triunfo en la vida. El sol ha sido interpretado como figura de Cristo, y la ley se relaciona con las enseñanzas del evangelio.
El apóstol Pablo aplica parte del salmo a la predicación del evangelio (v. 4 y Rom 10:18). Y la iglesia no solo mira la creación y la naturaleza para afirmar la gloria divina sino que enfatiza la labor de restauración y la nueva creación que se lleva a efecto mediante el sacrificio de Cristo.

SALMO 20: «ORACIÓN PIDIENDO LA VICTORIA»

En el Salmo 20, la comunidad se congrega en el Templo para suplicar la intervención divina en favor del rey, ya que el futuro del pueblo estaba íntimamente ligado a las empresas militares del rey. El buen gobierno, la prosperidad, el bienestar y la seguridad de la nación dependían en gran medida de las ejecutorias administrativas y las destrezas militares del monarca. Este salmo, en efecto, revela las relaciones íntimas entre la religión y la guerra en la antigüedad. Presupone que algún tipo de conflicto bélico está por comenzar, y que el pueblo se congrega en el Templo para desearle el triunfo al rey y para suplicarle al Señor su protección y ayuda.
Una de las características más importantes de las sociedades del Oriente Medio antiguo era la frecuencia de las guerras. Era un mundo lleno de hostilidad en el cual las dificultades internacionales y los conflictos diplomáticos se dirimían con violencia, invasiones y agresiones. En el antiguo Israel, las guerras se relacionaban con las manifestaciones divinas, pues se representaba a Dios como «Señor de los ejércitos» o como «varón de guerra» (Ex 15:3). En Israel, junto a los preparativos bélicos regulares—p.ej., planificación, entrenamiento, equipo militar y voluntad para luchar—debemos añadir la importante dimensión religiosa. El triunfo en la batalla, para el pueblo, no dependía de esos importantes y muy necesarios preparativos sino de la oportuna intervención divina. Esa percepción teológica requería que, antes de comenzar alguna campaña militar, el pueblo y el rey se reunieran en el Templo para solicitar y propiciar el favor divino y prepararse adecuadamente para el combate. El rey no solo era el comandante el jefe de los ejércitos sino el representante de Dios en medio de la batalla.
El género literario de este salmo es una liturgia real que debía ser utilizada en algún acto religioso en el Templo. Podía ser leído en las ceremonias de aniversario de la entronización del rey, en algún festival anual del pueblo, o, más probablemente, se incluía como parte importante de las ceremonias y los sacrificios previos al comienzo de una guerra (véase 2 Cr 20; 1 S 7:9–10; 13:9–12). Este tipo de ceremonia religiosa con implicaciones militares eran comunes en el Oriente Medio antiguo.
Aunque el salmo incluye el antiguo tema de la guerra del Señor, posiblemente es del período pre-exílico tardío, pues no se solicita ni se presupone la presencia misma de Dios en el campo de batalla. De la lectura del salmo es imposible identificar su autor, aunque ciertamente debió haber estado muy cerca de monarca, pues conocía muy bien las dinámicas reales, religiosas y militares relacionadas con los conflictos bélicos. Respecto al título hebreo del poema, véase la Introducción.
La estructura literaria del salmo no es compleja:

• Oración intercesora: vv: 1–5
• Declaraciones de seguridad y apoyo: vv. 6–8
• Afirmación de fe y seguridad: v. 9

vv. 1–5: La primera sección del salmo es una especie de oración de intercesión en favor del rey, que no está dirigida a Dios específicamente, sino que se articula en una serie de buenos deseos hacia el monarca. El pueblo desea que el Señor le escuche, defienda, envíe ayuda, sostenga, acepte de sus sacrificios, dé conforme a su corazón, cumpla sus planes y conceda todas sus peticiones. Junto a sus peticiones respecto al rey, el pueblo añade que se alegrará de la intervención divina y públicamente demostrará su agradecimiento. Lo que el pueblo realmente solicita es que Dios escuche al rey en el día de conflicto, pues esa acción divina es fuente de esperanza y seguridad para la comunidad.
La referencia al Dios de Jacob es una manera poética de evocar la historia de la salvación del pueblo, al aludir y recordar los actos liberadores de Dios en el pasado. El uso de esa expresión es una referencia a la liberación de Egipto (Ex 19:3), pues el nombre Jacob podía utilizarse para describir a todo el pueblo de Israel (Sal 78:5–71; Is 2:5; Jer 30:7, 10, 18). Además, el nombre posiblemente significa «que el Señor te proteja», que en el contexto de esta oración del rey es muy pertinente y necesario. Respecto a la palabra hebrea selah véase la Introducción.
vv. 6–8: El salmo incluye una sección importante en la cual se incorpora la participación de personas específicas, además del rey y el pueblo. Posiblemente esta parte de la ceremonia se relaciona con las palabras de algún sacerdote, levita o profeta que respondía a la oración del pueblo y del monarca. Es una forma de indicar que hay un cambio fundamental en la liturgia, pues la declaración tiene una gran carga teológica: Ahora se conoce que Dios salvará a su ungido, pues lo atenderá desde el cielo y lo ayudará con su mano derecha, que es una forma figurada de enfatizar su poder. Posiblemente esta intervención litúrgica se produce luego de los sacrificios del rey, es una respuesta cúltica a las plegarias del pueblo y del monarca.
En esta sección se incluye también una muy importante declaración teológica, que tiene implicaciones contemporáneas: La fuerza verdadera del pueblo de Dios no radica en el poder militar ni la efectividad de su equipo bélico, ni tampoco se relaciona con las estrategias que pueda elaborar para responder a los desafíos que le presentan la guerras, sino en el poder divino y en las ayudas que el pueblo puede recibir del Señor en el momento de la crisis (véase, p.ej., 1 S 17:45–47; Sal 33:16–17; 147:10–11; Is 30:1; 1 Co 1:25). La teología del salmo afirma la importancia de contar con el apoyo divino antes de comenzar las grandes campañas militares y los esfuerzos bélicos.
v. 9: El salmo finaliza con una declaración de vida hacia el rey; termina con una especie de reconocimiento y aprecio público. En efecto, en todo el poema la figura del monarca es importante y fundamental: p.ej., es el ungido, el pueblo intercede ante Dios por él, y sus victorias traerán seguridad y prosperidad a la comunidad. Sin embargo, el pueblo mismo reconoce que el verdadero rey no es el monarca físico sino Dios. En efecto, más importante que la figura histórica del rey es el Dios que ha llamado y ungido al monarca. Aunque se acepta la importancia del líder davida, el pueblo afirma que la capacidad de responder a sus oraciones proviene de Dios. El monarca, en este sentido, es sólo un instrumento en las manos divinas, que debe mostrar su fidelidad para lograr la victoria en la guerra y en la vida.
Culmina el poema con una oración comunitaria, que se fundamenta en la convicción de que el verdadero rey es Dios. De esta forma se pone en evidencia clara los niveles de compromiso que deben tener los creyentes. Aunque las autoridades humanas son importantes y pueden merecer nuestro respeto, nuestras lealtades mayores y últimas están con Dios. Las fuerzas militares no pueden convertirse en la base de nuestra esperanza, pues los creyentes confían en «el nombre del Señor», no en el equipo bélico ni en sus estrategias.

SALMO 21: «ALABANZA POR HABER SIDO LIBRADO DEL ENEMIGO»

El Salmo 21 forma parte de la secuencia de poemas (véase Sal 18 y 20) que ponen claramente de relieve la dependencia del rey de Israel en las fuerzas y las intervenciones de Dios. Comienza con una alabanza al Señor por los beneficios que le ha concedido al rey (vv. 1–6), prosigue con la exclamación profética que alaba las fuerzas e intervenciones de Dios (v. 7), continúa con las expresiones de gratitud del pueblo por la convicción de la que la ira divina hacia los enemigos del rey le ayudará a sobreponerse a ellos (vv. 8–12), y termina con una alabanza y afirmación divina (v. 13).
Este poema, que muy bien catalogarse como un salmo real, no es una súplica como en otros casos (Sal 20), sino las acciones de gracias del pueblo por los favores que el Señor le ha concedido al rey. Posiblemente se leía como parte de alguna liturgia en el Templo, en ceremonias de entronización de los monarcas, en celebraciones de renovación real o, inclusive, en actividades militares previas a las batallas (véase 2 Cr 20:5–19). El propósito teológico del poema es destacar el poder divino sobre el monarca: ¡Todo lo que el rey es y también todo lo que hace se le debe a Dios! El salmo enfatiza las acciones divinas que favorecen al monarca, que, a su vez, generan bendición al pueblo. La ideología real que el salmo presupone revela que el rey tenía el privilegio de orar a Dios de forma destacada durante la ceremonia. El tema expuesto presupone la época pre-exílica, y su autor debió haber sido algún funcionario del Templo, posiblemente muy cercano al rey y a las ceremonias reales.
Este salmo incorpora el lenguaje de acción de gracias con el de la confianza en el Señor, y participan en la liturgia junto al rey, algún sacerdote o profeta y la congregación. La unidad del poema se revela no solo en la frase que sirve de paréntesis temático al salmo—p.ej., «en tu poder, Señor» (vv. 1, 13)—, sino en la repetición de palabras e ideas que afirman la belleza poética y temática del salmo—p.ej., alegría (vv. 1, 6), salvación (vv. 1, 5)—.
La estructura literaria del salmo es la siguiente:

• Título y propósito del poema: v. 1
• Oración de intercesión: vv. 2–6
• Declaración de esperanza en torno al rey: v. 7
• Confianza en las intervenciones de Dios: 8–12
• Alabanza de la congregación: v. 13

vv. 1–6: El salmo comienza con unas palabras de gratitud a Dios por las bondades divinas manifestadas al rey. El tema subyacente del poema es la bondad divina que le brinda al rey el triunfo sobre sus enemigos (vv. 1, 4). La victoria militar del rey es producto de la intervención de Dios. Posiblemente las referencias a la vida que el Señor le da al rey se relacionan con las oraciones que se hacían antes de comenzar alguna batalla (v. 4). Y la corona sobre la cabeza del rey indica la aprobación divina a sus esfuerzos y programas (v. 3).
Las referencias a la «vida» y «largura de días eternamente y para siempre» (v. 4) se han relacionado con la idea de inmortalidad que se le confería al monarca, según se manifiesta en otros pueblos del Oriente Medio antiguo. Algunos estudiosos pienasan que el rey recibía el regalo de la inmortalidad el día de su coronación, aunque en el contexto del presente salmo la referencia puede más bien ser a la protección que el Señor le dará al rey durante la guerra. Y junto a la vida, el rey también recibirá «gloria», «salvación», «honra», «majestad», «bendición» y «alegría» (vv. 5–6), que son atributos divinos. La recepción de esas bendiciones revela el favor divino hacia el monarca. El rey refleja las virtudes divinas como su representante en batalla. Y referente a la palabra hebrea selah véase la Introducción.
v. 7: En este versículo se nota un importante cambio litúrgico en el salmo. En la primera sección (vv. 1–6), se presume que la congregación se dirige a Dios en gratitud y presenta los favores divinos hacia el rey. Ahora el salmo mueve las acciones de Dios del pasado al presente. Ya no se agradecen las intervenciones divinas en la historia del pueblo, sino que se alude a la confianza presente del rey que produce la misericordia divina.
Este versículo es el centro literario y teológico del poema, y resume el tema expuesto. El fundamento del triunfo del rey, y por consiguiente el bienestar y la paz del pueblo, es la confianza en el Señor. Esa actitud de fidelidad genera la misericordia del Dios Altísimo, en una referencia al Dios del pacto. En el pacto, Dios mantiene su misericordia y bondad, pero el pueblo debe renovar continuamente su confianza y compromiso. Estas palabras de afirmación posiblemente las decía algún sacerdote o profeta que participaba en la ceremonia.
vv. 8–12: Esta sección presenta los deseos de victoria del pueblo. El gran problema en la interpretación del salmo, sin embargo, es la identificación de la persona aludida. La referencia a «tu mano», «tus enemigos» y «tu diestra», ¿es a Dios o al rey? Aunque la discusión lingüística en torno al tema es interesante, la verdad es que el rey representa a Dios, y en ese sentido los deseos de triunfo al monarca y al Señor son los mismos.
Toda esta sección, que utiliza un lenguaje militar intenso y descriptivo, revela el triunfo definitivo del rey y del Señor sobre los diversos enemigos, que serán destruidos y deshechos por las manifestaciones extraordinarias de la ira divina. Intentar el mal contra Dios o su representante, el rey, trae consecuencias nefastas (v. 11). La primera sección del salmo (vv. 1–6) incluye las bendiciones que recibe el rey por la misericordia divina; y la sección final (vv. 8–12) describe los juicios que llevará a efecto contra los enemigos del Dios, que también son adversarios del rey. En la antigüedad, la derrota era considerada como una maldición.
v. 13: la oración final del salmo incluye elementos militares. Posiblemente era la respuesta del pueblo a las declaraciones de la sección anterior (vv. 8–12). La petición de la comunidad es que la oración de victoria que se hace en el salmo se convierta en realidad histórica. El pueblo canta y alaba al poder de Dios, pues reconoce que ese es el fundamento indispensable de la victoria del rey. La palabra «engrandécete» es como un grito de guerra que prepara al pueblo para la batalla (Nm 10:35).
La lectura cristiana de este salmo identifica varios temas de gran importancia y pertinencia. En primer lugar reconoce que los triunfos en la vida son el resultado de las manifestaciones de la misericordia y el amor de Dios. Además, varias palabras del poema cobran dimensión nueva desde la perspectiva cristiana:

• La corona del rey (v. 3) se convierte en la corona de gloria y dignidad de Cristo (Heb 2:9), y también en la corona de la vida de los creyentes (Sant 1:12; Ap 2:10);
• la vida que Dios le da al rey (v. 4) se transforma en la vida eterna que los creyentes obtienen mediante la fe en Cristo Jesús (Jn 5:26);
• la gran gloria del monarca (v. 5) llega a ser la gloria divina que se manifiesta en la vida y el ministerio de Cristo (Jn 13:31);
• y la alegría (v. 6) del rey se revela como el gozo intenso producto de la presencia de Cristo en la gente de fe (Jn 15:11).

SALMO 22: «UN GRITO DE ANGUSTIA Y UN CANTO DE ALABANZA»

El Salmo 22 es de importancia capital para la teología cristiana pues fue utilizado por los primeros evangelistas de la iglesia para representar de forma intensa y dramática la pasión de Cristo (Mt 27:46; Mc 15:34). Los sentimientos de dolor y angustia que se ponen de manifiesto en el salmo sirvieron de base para describir los sufrimientos y la agonía de Jesús en la cruz. Esa peculiaridad literaria y teológica pone a este poema en una posición privilegiada en el análisis y exposición del Salterio.
El poema consta de dos secciones temáticas y literarias básicas. En la primera parte, el salmista revela sus dolores intensos y angustias profundas; particularmente destaca la extraordinaria crisis que genera el sentirse abandonado por Dios en el momento de necesidad. Ante esa situación de crisis profunda, el salmista le suplica a Dios su intervención y misericordia para experimentar nuevamente su presencia y protección (vv. 1–21). La segunda sección del salmo incluye dos cánticos de acción de gracias por la liberación obtenida; el salmista revela su profunda gratitud al sentir que su oración fue contestada y al experimentar la presencia divina (vv. 22–31).
La lectura iniciar del salmo puede identificar, por lo menos, tres tipos diferentes de estilos literarios. En primer lugar se descubren lamentos o súplicas (vv. 1–21); también se encuentran oraciones (vv. 11, 19–21); y también se identifican alabanzas y acciones de gracias (vv. 22–31). Sin embargo, aunque el poema revela diferencias temáticas y literarias importantes, la unidad del salmo se pone claramente en evidencia al estudiar el salmo como un todo y percatarse que sus dos secciones básicas se complementan. El salmista, que expresa su dolor y queja ante Dios por su condición de soledad, enfermedad y angustia, revela también su gratitud, al sentir que su plegaria ha sido contestada.
Las peculiaridades literarias y estilísticas del salmo revelan que posiblemente se utilizaba en el Templo en celebraciones litúrgicas, en las cuales se destacaban el lamento individual y la gratitud. Este salmo debe entenderse como una oración o petición de ayuda individual, cuyo marco de referencia eran los cultos para apoyar las peticiones y presentar las necesidades de personas de la comunidad que estaban enfermas, amenazadas de muerte o en crisis mayores en la vida. En este tipo de acto, la persona que presentaba su petición también esperaba el mensaje del sacerdote o el oráculo del profeta, que le anunciaba la intervención divina que apoyaba su confianza y esperanza en el Señor. La fecha de composición del salmo es difícil de precisar por la naturaleza general de la oración, aunque las referencias litúrgicas apuntan hacia una fecha pre-exílica.
El título hebreo del salmo es de difícil comprensión, pues une las referencias al «músico principal» y a «David» (véase la Introducción) con la frase hebrea ajelet-sahar, que puede significar «la gacela de la aurora». Esa expresión parece ser el título de alguna canción antigua que debía servir de melodía para cantar el salmo.
La estructura literaria del salmo es compleja, debido a los temas expuestos, el uso litúrgico del poema y su historia de redacción:

• Lamento individual: vv. 1–21
• Olvidado por Dios y por la humanidad: vv. 1–10
• Petición de ayuda: v. 11
• Rodeado de problemas: vv. 12–18
• Oración de liberación: 19–21
• Acciones de gracias de la persona que sufre: vv. 22–26
• Acciones de gracias de la congregación: vv. 27–31

Otra forma de leer, estudiar y comprender el salmo se revela al descubrir una estructura literaria alterna. En la primera sección del salmo se disponen de forma alternada el lamento (vv. 1–2, 6–8, 12–15) y las confesiones (vv. 3–5, 9–10, 16–18). Esa estructura prepara el camino para los himnos de la segunda sección del poema, que incluyen gratitudes individuales (vv. 22–26) y comunitarias (vv. 27–31).
vv. 1–5: El salmo comienza con una manifestación de dolor intenso (vv. 1–2) y una confesión de fe y seguridad (vv. 3–5). El sentimiento de soledad y angustia que presupone la primera expresión del poeta, «¿Por qué me has desamparado?», se contrapone a las afirmaciones teológicas de confianza: Dios es santo y ayudó a nuestros padres en el momento de la crisis y necesidad. De un lado se articula la intensidad de la aflicción; y del otro de afirma la esperanza en el Dios que ya tiene experiencia en escuchar el clamor de su pueblo. El poeta hace gala de sus capacidades literarias y teológicas al poner claramente de manifiesto al comienzo del salmo la relación íntima entre la angustia y la esperanza en la vida; además, el salmista revela el ambiente sicológico que va a guiar el desarrollo de su tema: dolor, soledad y clamor, y alabanzas, descanso y liberación.
El poema presenta de forma elocuente uno de los grandes misterios de la vida y una de las mayores dificultades de la teología: Explicar la realidad humana de sentir el olvido del Señor, de experimentar el silencio divino, de vivir la incomprensión de tener y adorar a un Dios poderoso que no interviene en la vida. Esa contradicción teológica y existencial es de muy difícil comprensión y explicación. Sin embargo, la respuesta inequívoca del salmista es que la teología saludable se fundamenta no en la experiencia del momento sino en la seguridad y la confianza que indica que el Dios bíblico interviene en el instante oportuno, como lo hizo con los antepasados del pueblo de Israel, que fueron liberados y no fueron avergonzados.
vv. 6–11: Una vez más la gran articulación poética del salmo presenta el lamento (vv. 6–8) y la confesión (vv. 9–11) de manera alternada. El salmista se siente humillado y rebajado, despreciado y oprimido, avergonzado y herido. Mientras la crisis inicial era el silencio de Dios, el problema actual es la actitud de las personas que lo ven y se burlan. El salmista se siente como un gusano—que puede revelar tanto su estado anímico como su condición física—: Apocado como ser humano y reducido al mundo animal. La actitud de los que le rodean complica aún más su precaria condición de salud, pues no solo hacen gestos de rechazo y oprobio—p.ej., torcer la boca y menear la cabeza son expresiones de burla y hostilidad—, sino que le desafían teológicamente y cuestionan su integridad religiosa (v. 8).
La respuesta al dolor que generan las reacciones de la comunidad es de profesión de fe y seguridad. El salmista reconoce que ha sido creado por Dios, y que desde antes de nacer y durante el proceso de crecimiento y desarrollo humano la presencia divina le ha acompañado. La aceptación de la crisis y de las actitudes impertinentes de los que le rodean no le hacen claudicar en su fe, por el contrario sirven de plataforma para continuar las declaraciones de seguridad y confianza: «No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay quien me ayude» (v. 11).
En el momento de la crisis el salmista se mueve del dolor a la oración, del lamento a la petición. Ante el dolor, el salmista reconoce que únicamente la presencia divina puede ayudarle y socorrerle. No pide el poeta ser sanado o liberado de la muerte, solo suplica que termine el distanciamiento de Dios, que finalice el silencio divino. Al sentirse desamparado, el salmista también se siente distante a Dios.
vv. 12–18: Con una serie de imágenes de violencia y terror, el salmista continua su lamento, desarrolla su petición, describe su condición: Lo rodearon los toros, lo amenazaron los leones, sus huesos de descoyuntaron, su corazón se derritió, se secó su vigor o su boca, su lengua se pegó al paladar, lo rodearon los perros, los malignos lo torturaron, y enflaqueció. El salmista está al borde de la muerte, siente que su vida se escapa, su condición se empeora, su futuro se extingue. Y ante su gravedad de su situación, sus enemigos no se compadecieron y se repartieron sus vestidos y su ropa.
vv. 19–21: Y una vez más, junto a las expresiones de dolor y agonía se articula una declaración de fe y seguridad. Se reconoce al Señor como fortaleza y socorro, y se solicita liberación de la espada y de los perros—que es una manera despectiva de referirse las personas traidoras—, y salvación de la boca del león y los cuernos de los toros—que son imágenes que destacan la fortaleza, peligrosidad y agresividad de los enemigos—. El salmista pide al Señor que no se aleje, pues la distancia divina propicia sus dificultades, la lejanía de Dios facilita sus dolores. En la cercanía de Dios está la salvación y la esperanza.
vv. 22–26: Comienza con estos versículos el primer himno de alabanza y gratitud del salmo. Luego de los lamentos y las profesiones de fe, el salmista mueve el poema hacia un nuevo género literario, hacia una forma de expresión novel, hacia un tema de renovación y gratitud. Del ambiente de enfermedad y muerte de las secciones anteriores, el salmo ahora explora el tema de la alabanza al Señor. Quedan atrás las angustias, las soledades y lo silencios de Dios para que irrumpa la alegría y el sentido de futuro.
El salmista alaba al Señor, anuncia el nombre divino—que es una forma figurada de afirmar la naturaleza y el poder de Dios—, y reclama de la congregación del pueblo de Israel más alabanzas y glorificaciones. El tono y el tema del salmo cambia radicalmente del lamento y súplica a la gratitud. Y el fundamento de las alabanzas es que Dios no menospreció el dolor del afligido sino que le escuchó y respondió a su petición (v. 24). Los que temen al Señor son descendientes de Jacob y de Israel, nombres que aluden a la revelación del pacto (v. 23), que pone de manifiesto la fidelidad divina y su capacidad de intervención.
Un Dios que es fiel al pacto o alianza merece ser alabado por toda la congregación, y requiere que se le paguen los votos y las promesas (v. 25). Y la gente agradecida reconoce que es por la intervención divina que los humildes se alimentarán, alabarán al Señor y vivirán para siempre (v. 26).
vv. 27–31: La alabanza a Dios se mueve de la congregación de Israel y Jacob a toda la humanidad. Los confines de la tierra y las naciones adorarán, se volverán y reconocerán al Señor. La gente poderosa de la tierra, y hasta los muertos y las persones no nacidas, también se postrarán ante Dios, reconocerán el poder divino y aceptarán su reino.
La sección final del salmo mueve el tema de la alabanza de los niveles individuales de alguna persona enferma hasta incorporar una dimensión comunitaria, internacional y cósmica. De la crisis de enfermedad y posible muerte de alguna persona que adora en el Templo, el salmo llega a la alabanza que sobrepasa los límites individuales y llega con vigor a los reinos de la tierra y a los no nacidos. Esa es una forma hebrea presentar la totalidad, de representar la tierra y el cosmos, de aludir al señorío absoluto de Dios.
Este salmo es de particular importancia para la iglesia cristiana por su relación con las narraciones de la pasión de Cristo, que es el clímax de su ministerio terrenal. Una lectura de esas narraciones evangélicas revela que las citas que incluye del Antiguo Testamento son frecuentes—¡se han identificado desde 13 hasta 17 citas directas o alusiones indirectas!—y que ocho de esas citas provienen del libro de los Salmos. De la referencia al Salterio, cinco se relacionan con el Salmo 22, dos con el el 69, y una con el 31. Y estos salmos son todos de peticiones de ayuda de parte de una persona que sufre, generalmente identificados como «súplicas individuales».
La frase más famosa relacionada con estos salmos de súplica es la expresión citada por Jesús en el Calvario: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Sal 22:1; Mt 27:46; Mc 15:34). Quien cita estas palabras se identifica con el resto del salmo, que revela las peticiones de ayuda de alguien herido de muerte, que se siente abandonado por Dios en el momento de dolor y necesidad. Quien alude al poema se solidarizaba con la gente que sufre los dolores más desesperantes de la vida. Quien evoca estas palabras del salmo, que posteriormente se hacen parte de las narraciones de la pasión, se incorpora al grupo de personas extraordinarias que se sobreponen al sentido de soledad que producen los problemas, y reconocen que Dios no les deja ni aún en los momentos más angustiantes de la vida.
La lectura cristiana del salmo afirma que en la vida están unidos los temas de sufrimiento y alabanza. En efecto, la vida no se vive desde la perspectiva unilateral del dolor o del triunfo, pues hay que reconocer que junto a las adversidades del camino también se manifiestan experiencias de celebración que complementan la existencia humana. Esta unidad litúrgica que manifiesta el salmo—p.ej., la súplica y la gratitud—es un recordatorio que en la realidad la vida está unida a la muerte, y que la evaluación sobria y sosegada de la existencia humana debe tomar en consideración la totalidad de las experiencias que incluyen tanto el dolor como la gratitud.

SALMO 23: «JEHOVÁ ES MI PASTOR»

El Salmo 23 es la joya de la corona del Salterio. Su mensaje de esperanza y fortaleza se transmite mediante el uso de dos imágenes muy populares en la sociedad del Oriente Medio antiguo. En primer lugar se presenta a Dios como el pastor que cuida diligentemente a sus ovejas (vv. 1–4); y se añade la figura del anfitrión que agasaja a su invitado con un banquete extraordinario (vv. 5–6). El poema revela un sentido profundo y grato de confianza, y manifiesta la seguridad del salmista en la fidelidad y el amor de Dios. Por su singular belleza literaria y su mensaje de apoyo y consuelo, ha gozado del favor y reconocimiento de generaciones de creyentes, tanto judíos como cristianos.
La metáfora de Dios como pastor es de importancia capital para la comprensión adecuada del poema. Este artificio literario se ha convertido en una de las imágenes más utilizadas para representar la naturaleza divina. De particular virtud teológica e interpretativa es que esta figura literaria evoca, insinúa, propone y describe, pero no limita las posibilidades de su interpretación ni elimina las alternativas de su aplicación. La imagen del Dios-pastor es polisémica, y su significado varía, crece, cambia y se desarrolla con las capacidades y la imaginación de los lectores del poema. La figura del Dios-pastor, además, marca el paso de todo el poema y revela la gran capacidad de comunicación teológica del autor.
En las culturas del Oriente Medio antiguo, en las cuales la sociología pastoril era de vital importancia, la imagen del pastor de ovejas era muy popular. La responsabilidad primordial del pastor era el bienestar y la seguridad de las ovejas. Su trabajo era cuidar y alimentar al rebaño, y protegerlo de los peligros asociados a los animales feroces, las inclemencias del tiempo y las dificultades del camino.
Una peculiaridad semántica de la palabra «pastor» era que también se utilizaba para identificar y designar no solo a las divinidades sino a líderes nacionales, particularmente a reyes, que debían cumplir responsabilidades de protección a sus comunidades. Los dioses antiguos y los reyes eran pastores de sus pueblos, y se visualizaban con «vara y callado»—p.ej., con mazo y bastón—. Buenos ejemplos de la designación rey-pastor y dios-pastor es que al famoso monarca Hamurabi se le llama «el pastor» o «el pastor del pueblo», y al dios Shamash se le conoce como «el pastor de los pueblos del mundo»
El uso metafórico de la palabra «pastor» también se manifestó en Israel, y con cierta regularidad se indica que el Señor es pastor de su pueblo (véase Gn 49:24; Sal 28:9; 74:1; 95:7; 100:3; Jer 31:10; Mic 7:14;), y que los reyes, que eran a última instancia lugartenientes de Dios, también eran vistos como pastores de la comunidad (Sal 78:70–72; Jer 23:1–4; 49:20; Mic 5:4). La imagen se relaciona íntimamente con el peregrinar del pueblo de Israel por el desierto al salir de Egipto (Sal 77:20; 78:52–53; 80:1), y también con la experiencia de regreso del exilio en Babilonia (Is 40:11; 49:9–10). En efecto, el uso de la imagen del Dios-pastor, que tenía una larga tradición política, religiosa y social, evocaba en la comunidad antigua de Israel no solo las ideas tradicionales de los pastores de ovejas del campo, sino aludía a la importancia de los líderes políticos del pueblo y las virtudes de las intervenciones divinas en la historia nacional.
El salmo ha sido catalogado como uno de acción de gracias, y si se relaciona directamente con David, puede ser visto como un salmo real. Sin embargo, la lectura cuidadosa del poema revela que es un salmo de confianza en el Señor. Posiblemente era utilizado en el Templo durante algunas celebraciones de acción de gracias. Pudo haber sido usado como un salmo individual o, si se interpreta al individuo como representante del pueblo, como una expresión de gratitud y confianza de la comunidad. Lo general de las imágenes y la falta de detalles históricos hace muy difícil la identificación precisa de la fecha de composición del poema, aunque posiblemente es de origen post-exílico. Y respecto al título hebreo y la referencia a David, véase la Introducción.
La estructura literaria del salmo es la siguiente:

• El Dios-pastor: vv. 1–4
• El Dios anfitrión del banquete: vv. 5–6

vv. 1–4: La primera sección del poema presenta la metáfora de Dios como el pastor y el salmista como la oveja de su rebaño. Posiblemente la primera frase del salmo incluye lo fundamental e impostergable del poema: «El Señor es mi pastor, nada me falta»; el resto del poema es la explicación e implicación de esa declaración teológica inicial. El mensaje es de protección, provisión, confianza, seguridad, apoyo y fidelidad. Se pone de relieve la relación íntima y particular del salmista con su Dios, que se fundamenta y se nutre del recuento de las intervenciones salvadoras del Señor a través de la historia del pueblo.
La idea del Dios-pastor alude a la liberación de Egipto, a la protección por el desierto del Sinaí y a la llegada a la Tierra Prometida. Dios fue pastor del pueblo durante ese período tan fundamental de la historia nacional, y el salmista lo reconoce y los presenta como su pastor personal, quien no solo cuida al pueblo como comunidad política, religiosa y social, sino que le atiende como persona, con sus necesidades particulares.
El verbo hebreo, traducido en Reina-Valera en futuro como «faltará», debe ser vertido en castellano en tiempo presente. La frase debe indicar: «nada me falta», pues todo el salmo es una afirmación de la presencia divina que supera los límites del tiempo. Dios no está cautivo en el pasado ni en el futuro, vive en un eterno presente, desde el cual evalúa la historia pasada, analiza la vida actual y se proyecta al porvenir. La idea del poeta es la siguiente: «Mientras el Señor sea mi pastor, no tendré carencias, nada me falta, en el presente continuo que me lleva del ayer hasta el mañana». Esta idea evoca una vez más la experiencia del desierto, en la cual Dios le suplió al pueblo para que no pereciera (Dt 2:7; Sal 34:10).
Las imágenes de descanso y reposo (v. 2) contribuyen destacadamente a la idea de seguridad que transmite el poema. La frase «confortará mi alma» quiere decir que renueva la vitalidad del salmista, que restablece sus fuerzas, que le ayuda a enfrentar la vida con seguridad (Sal 19:7; Lam 1:11, 16, 19). Esa restauración divina le permite seguir los caminos de la justicia fundamentado en el nombre de Dios, que implica seguir una conducta recta, y vivir con nobleza y dignidad. «Por amor a su nombre», es decir, por motivo de lo que Dios es, haciendo honor a su naturaleza santa y justa. La fortaleza del Señor le permite vivir de acuerdo con los principios y los valores que se desprenden de la justicia. Y su seguridad y confianza se apoyan en la reputación divina, pues el nombre de Dios se asocia a su auto-revelación a través de la historia (Sal 25:11; 31:2; 106:8; Is 43:25; 48:9).
La frase «valle de sombra de muerte» o «valle extremadamente profundo y oscuro» es una forma hebrea superlativa que transmite la idea de oscuridad total e intensa. La expresión es una manera de destacar la dificultad, subrayar la crisis y enfatizar la adversidad, en contraposición a los «delicados pastos» y las «aguas de reposo» que simbolizan la calma y la sobriedad (v. 2). Aunque está en medio de la crisis, el salmista declara su seguridad y no le teme al mal, porque confía que el Señor le acompaña (Gn 26:3, 24; 28:15; 31:3; Dt 31:6; Jos 1:5, 9). Le infunden aliento la vara y el callado de Dios, que son símbolos inequívocos de autoridad y poder. La vara era como un mazo para defenderse de los enemigos y los animales salvajes (2 S 23:21; Mic 7:14); y el callado, un bastón largo que se usaba como apoyo y sostén.
vv. 5–6: La imagen de Dios en el poema cambia de pastor a anfitrión. La cultura nómada y pastoril se mantiene, aunque la idea es presentar a Dios como quien auspicia un gran banquete. La invitación a comer en estas culturas antiguas es mucho más que un acto físico para satisfacer el hambre, es un gesto serio de hospitalidad, una demostración elocuente de solidaridad y alianza. En esas comunidades, las alianzas y los pactos se celebraban con grandes banquetes (Gn 18:5–8; 19:2–3; Sal 41:9; Lc 22:17–21), y la falta de solidaridad hacia alguna persona es decir, no invitarlo a la cena o al banquete, no incorporarlo al grupo celebrante—, equivalía a quedarse solo en el desierto inhóspito, cuyo fin podía ser de muerte.
El salmista es invitado al banquete en «presencia de sus angustiadores», que es una manera de reconocer su dignidad y afirmar su prestigio. «Los angustiadores» eran los enemigos del salmista, las personas que le causaban dificultad. El Dios-pastor y anfitrión no solo invita al poeta a la cena sino que le manifiesta públicamente su amistad y afirma que han establecido un pacto. Ese reconocimiento se pone de manifiesto en la unción de la cabeza con aceite, que era otra demostración importante de hospitalidad y solidaridad (Lc 7:37–38, 46). La copa rebosante es una magnífica alusión al anfitrión generoso, dadivoso y grato. Estas imágenes del banquete pueden relacionarse con los rituales de acción de gracias que se llevaban a efecto en el Templo (Sal 22:22–26; 116:13).
El reconocimiento de Dios como pastor y anfitrión hace que el salmista disfrute del bien y la misericordia. Se pone claramente de manifiesto en el poema la transformación de las circunstancias del salmista. De la crisis mortal que produce el «valle de la sombra de muerte», ahora disfruta las bondades y la misericordia de Dios. ¡Ya no se preocupa por sus angustiadores! ¡Solo disfruta la hospitalidad y generosidad del anfitrión!
La frase final del salmo cierra con broche de oro el poema, pues «morar en la casa del Señor» es fuente de esperanza y seguridad. Y esa convicción no solo le permite agradecer y disfrutar las bendiciones divinas en el presente sino que le impele a anticipar el futuro lleno de esplendor y promesa. La expresión «todos los días de su vida» se refiere a la existencia natural del poeta; y los «largos días» infieren el futuro indeterminado, el porvenir indescriptible, el mañana que se acerca. Culmina el poema con una declaración de fe y seguridad: El futuro del salmista esta relacionado con Dios, representado en la casa del Señor.
La importancia que la iglesia le ha dado a este salmo nunca puede sub-estimarse. En primer lugar se identifica una muy importante dimensión personal e individual del Dios-pastor. En la parábola de Jesús, que la cual el pastor deja a las noventa y nueve por buscar a la perdida (Lc 15:4), se pone de relieve esa particular dimensión íntima, personal e individual del poema. Además, las primeras comunidades cristianas identificaron a Jesús con el buen pastor (Jn 10:11), y también lo reconocían como guardián de sus almas (1 P 2:25; 5:4). El salmo ha sido particularmente usado en cultos funerales, pues pone en evidencia la seguridad de los creyentes que sobrepasa los niveles del tiempo.
Respecto a este salmo una palabra adicional es importante. El salmista presenta a Dios como pastor, en una cultura donde el pastor no tenía mucho pestigio social ni ocupaba posiciones destacadas en la escala económica y política de su tiempo. Para el poeta, el Dios bíblico se hizo pastor, que es una manera figurada de revelar la capacidad divina de hacerse frágil, de humillarse a sí mismo, de tomar forma de servidor, de hacerse semejante a las personas, de hacerse vulnerable. Con esa imagen, el poeta bíblico le brinda a la iglesia una lección de humildad: Un Dios cuya gloria no pueden contener los cielos de los cielos, se hizo pastor para enseñarnos el camino del servicio y la humildad.

SALMO 24: «EL REY DE GLORIA»

El Salmo 24 es un poema litúrgico que presenta al Dios de Israel como el gran rey de gloria. Consta de tres elementos distintivos, con sus respectivas características literarias, temáticas, educativas y teológicas. La primera sección es un poema breve de alabanza al Dios creador (vv. 1–2), que enfatiza el dominio divino sobre toda la naturaleza y la humanidad. Posteriormente el salmo incluye una serie de instrucciones en torno a las cualidades morales necesarias para llegar al Templo y adorar a Dios (vv. 3–6). La sección final articula un poema que puede relacionarse con las celebraciones de la entrada del Arca del pacto al Templo de Jerusalén o con su retorno, luego de alguna campaña militar triunfante (vv. 7–10).
Por las peculiaridades estilísticas de sus secciones muy es difícil determinar con seguridad el género literario del salmo como un todo. La primera parte (vv. 1–2) es un himno corto de reconocimiento y alabanzas al Dios que es dueño y señor del mundo y sus habitantes. La segunda sección incluye una liturgia (véase Sal 15; Is 33:14–16) que posiblemente se utilizaba como parte de las ceremonias de entrada al Templo de Jerusalén. En esos actos, los peregrinos preguntaban quiénes podían entrar (v. 3), les respondía uno de los sacerdotes (vv. 4–5), para finalizar con una palabra de afirmación, posiblemente dicha por algún representante de los peregrinos (v. 6).
La parte final del poema se puede relacionar con las liturgias de procesión del Arca del pacto, y también se articula en forma de preguntas y respuestas. Las personas que llevan el Arca y dirigen la procesión, claman (v. 7) y reclaman (v. 9) la apertura de las puertas del Templo (vv. 7, 9), y los porteros responden en dos ocasiones con una pregunta y una afirmación de la identidad de Dios (vv. 8, 10). Este tipo de ceremonia religiosa y militar presupone la transportación del Arca del pacto, que era símbolo de la presencia divina, en una forma similar a la que se llevó a efecto durante el reinado de David, desde la casa de Obed-edom al Templo (2 S 6:12–19).
Posiblemente, en la pre-historia oral y literaria del salmo, cada una de estas secciones tenía su entorno litúrgico particular y definido, sin embargo, una vez el poema se presenta en forma final, la unidad temática proviene de la alabanza al Dios que es creador y rey. En su estado actual, este salmo es posiblemente un himno que se utilizaba como parte de las ceremonias anuales de celebración del reinado de Dios. Posteriormente, como se desprende de la lectura del título en la Septuaginta, este poema fue utilizado en las sinagogas e iglesias como parte de los cultos del primer día de la semana.
La fecha de composición del salmo es difícil de preciar por la diferencias y las peculiaridades de sus secciones, aunque, posiblemente, en su forma actual, el poema es de origen pre-exílico, de tiempos monárquicos tempranos, pues evoca las celebraciones militares y refleja una teología de la creación en respuesta a la mitología cananea. Referente al título hebreo del salmo, véase la Introducción, al igual que en torno al doble uso de la palabra selah (vv. 6, 10).
La estructura básica del salmo se desprende claramente de sus marcadas diferencias temáticas y estilísticas:

• Himno de alabanza al Dios creador: vv. 1–2
• Identificación de los verdaderos adoradores: vv. 3–6
• Alabanza al Rey de gloria: vv. 7–10

vv. 1–2: El salmo comienza con una muy firme y clara declaración teológica: ¡La tierra y su plenitud, y el mundo y sus habitantes pertenecen al Señor! (Sal 50:12; 89:11; 1 Co 10:26). La primera gran afirmación del poema es de dominio y señorío, de autoridad y poder. El Dios bíblico es dueño de todo lo que existe, pues «fundó» la tierra sobre los mares y la «afirmó» sobre los ríos. El mundo todo le pertenece al Dios creador.
La lectura del poema revela las percepciones del mundo que tenían las antiguas culturas del Oriente Medio. En esa época, se pensaba que la tierra estaba sobre las aguas, sostenida por pilares que eran la base de las montañas, y una gran bóveda celese separaba las aguas que estaban sobre los cielos de las que estaban en la tierra y debajo de la tierra. El salmo presupone esa antigua cosmología (véase también Gn 7:11; 49:25; Ex 20:4; Dt 33:13; Job 26:10; Sal 136:6).
De peculiar importancia en la comprensión del poema es notar el lenguaje utilizado en estas declaraciones. El poeta evoca las imágenes de la antigua mitología cananea para poner de manifiesto su argumentación teológica. En esa mitología, el dios Yam—que se traduce como «mar»—, también conocido como Nahar—que literalmente significa «ríos»—, representa una amenaza al orden establecido en el cosmos. Ese peligro es superado únicamente cuando el dios Baal vence a Yam, y establece su reino.
Fundamentado en esas imágenes, el poeta hebreo demitologiza y despersonaliza las divinidades cananeas y las ubica en el plano de la naturaleza que ha sido creada por Dios, y que debe obedecer a sus mandatos. El Dios bíblico controla las fuerzas del mar y de los ríos, que representan el desorden y el caos, y crea la tierra para establecer su reino.
Mientras los seres humanos fundan sus ciudades en lugares estables y firmes, el Dios bíblico—en contraposición al dios cananeo, Baal—tiene la capacidad y la voluntad de establecer el mundo y la humanidad sobre cuerpos de agua, que representan el caos primitivo y la instabilidad. La creación bíblica es el establecimiento de orden divino al controlar y vencer las fuerzas antagónicas del caos. Se pone claramente de manifiesto, desde el comienzo mismo del poema, el interés teológico del poeta: Destacar la capacidad creadora de Dios, en contraposición a la impotencia de las divinidades paganas y la pequeñez humana.
vv. 3–6: Esta sección del salmo incluye parte de alguna antigua liturgia de subida al «monte del Señor» donde estaba ubicado el Templo de Jerusalén. Ese monte, también conocido como Sión, no solo era un centro cúltico de gran importancia religiosa, política y económica para el pueblo, sino el lugar que representaba la morada misma del Dios creador (Sal 2:6; 3:5; 15:1; 43:3; Is 2:3; 30:29; Mic 4:2). Subir al monte de Dios equivalía a adorar y reconocer el poder divino.
El tema del salmo se articula en forma de diálogo, entre los peregrinos que desean ascender al monte y entrar al Templo, y la persona encargada de la puerta. La pregunta inicial es teológicamente básica e impostergable: ¿Quién puede subir al monte y entrar al Templo? ¿Quién está capacitado para entablar un diálogo serio y una conversación sincera con Dios?
La primera parte del salmo afirma la creación divina (vv. 1–2), y la segunda pone de manifiesto e identifica a las personas que reconocen la capacidad creadora de Dios (vv. 3–6). En primer lugar se afirma la creación, y ahora, en la segunda parte del salmo, se ponen de relieve las características morales y éticas necesarias para llegar al Templo y adorar al Dios que crea.
La expresión «limpio de manos», que aparece únicamente aquí en el Antiguo Testamento, identifica a la persona de conducta intachable y carácter íntegro; alude a quienes actúan en la vida fundamentados en la justicia y no desobedecen los mandamientos de Dios (Dt 26:13); y representa a las personas obedientes y fieles a la voluntad del Señor. La frase «puro de corazón» indica que la persona íntegra no solo actúa bien sino que su vida está fundamentada en los principios correctos, que en lo más íntimo de su ser se anidan los valores que guían sus decisiones.
«No elevar su alma a cosas vanas» es, posiblemente, una frase hebrea idiomática que indica la actitud correcta en la adoración, es una manera de rechazo firme a la idolatría. Tanto en los salmos como en la literatura profética a los ídolos paganos se les llama «vanos» o «vacíos» (Sal 31:6; Jer 18:15; Jon 2:8). Y «jurar con engaño» puede identificar tanto a la persona que hace falsas declaraciones en contraposición a los mandamientos de la Ley (Ex 20:16), como a los que basan sus juramentos en ídolos o dioses paganos.
El resultado de llegar al monte del Señor con integridad es el disfrute de la bendición de Dios, que se traduce en justicia y salvación. «Buscar el rostro del Señor», es una forma poética de aludir a la adoración, de reconocer su poder, de aceptar su voluntad, de afirmar su capacidad creadora. La referencia al Dios de Jacob alude a la fidelidad divina al establecer pactos con la humanidad.
vv. 7–10: El tema central de la sección final del salmo es el Rey de gloria. Culmina el poema con una gran afirmación teológica que reconoce sin dudas a Dios como Rey. La idea del poeta es celebrar al Señor que es fuerte y valiente, y que con sus ejércitos es poderoso en batalla. Al comenzar el salmo se alaba al Dios creador; prosigue el poema con la identificación precisa de las personas que pueden llegar a adorar al Templo; y finaliza con la alabanza del pueblo que reconoce que su Dios no solo es creador sino rey.
Ese concepto de la monarquía divina es también común en el antiguo Oriente Medio. Luego de vencer al dios Yam, Baal era reconocido como rey en la mitología cananea; y en las ciudades al sur de Ugarit se conocía al dios Shapash con los importantes títulos «justo rey, rey de reyes». En este sentido, el poeta bíblico construyó su salmo en una tradición muy conocida entre los vecinos de Israel. Su finalidad teológica era afirmar que el verdadero rey del mundo, que es ciertamente la divinidad que tiene el poder de crear, es el Señor, no las divinidades paganas. La comunidad debe llegarse al Templo con las actitudes de adoración correctas, para reconocer y humillarse ante este Dios, que, a la vez, es creador y rey.
Como parte de su poema, el salmista incluye un estribillo de gran significación teológica. La afirmación «alzad, puertas … y entrará el Rey de gloria» alude de forma poética a la entrada de la ciudad de Jerusalén, que a pesar de su majestuosidad y grandeza no es suficientemente amplia para dar paso a Dios. Estas expresiones poéticas, en las cuales se personalizan las puertas de la ciudad, son una especie de llamado al regocijo, un reclamo de contentamiento, una manifestación felicidad. ¡Las extraordinarias puertas de la ciudad, con todo su esplendor y belleza, no son suficientes para hacer justicia a la llegada del Rey, que es fuerte, valiente y poderoso! Es también posible, que el poeta evocara con las imágenes de las «puertas eternas» al templo celestial, que servía de modelo al Templo de Jerusalén, que era su contraparte terrenal. La palabra «gloria» revela un componente especial de los atributos divinos, que transmiten las ideas de majestad, poder y esplendor (Sal 21:5; Is 6:3). El Rey de gloria es el Dios que crea, el que reclama adoración sincera y justa, y el manifiesta su poder en medio de las grandes batallas de su pueblo.
El idioma utilizado es de guerra y batallas. El Rey que llega a la ciudad es un guerrero valeroso y triunfante. Se utilizan de esta forma las imágenes del Dios de los ejércitos que estaba presente en las batallas de conquista de Canaán. Se evocan las ideas bélicas de conquista, que ponen de manifiesto no solo el triunfo sobre los pueblos cananeos sino sobre sus divinidades. La referencia a «los ejércitos» en la Biblia es una posible alusión a las tropas y milicias del pueblo de Israel (Ex 7:4; 12:41; Sal 44:9), aunque también puede relacionarse con los astros o seres angelicales. En este caso, es posiblemente una manera figurada de expresar el poder absoluto del Señor; la Septuaginta, al traducir la misma expresión, lo hace con el término griego pantokrator, que significa «todopoderoso».
El Dios de los ejércitos gobierna sobre las milicias y los astros, que es una manera poética de reconocer que es señor de «la tierra y su plenitud» (v. 1).
Las lecturas cristianas del salmo se relacionan tradicionalmente con la teología de la creación, que destaca la importancia e implicaciones ecológicas del poema, y con las implicaciones éticas y morales de la adoración. Como el mundo es creación divina, los creyentes deben hacer buen uso de los recursos naturales que están a nuestra disposición. La reponsabilidad en la administración de esos recursos es fundamental, no solo para hacer justicia a las generaciones venideras sino para responder adecuadamente a la teología del salmo. Y esa eseñanza teológica reclama que la gente que se presenta para dorar a Dios debe hacerlo con integridad y moral.
La llegada del Rey a la ciudad se ha relacionado con el anuncio del Señor que «está a la puerta y llama» (Ap 3:20). Y ese fundamental tema de la venida del Señor debe enfatizar la importancia de allegarse a Dios en adoración con las manos limpias y con pureza de corazón, que son maneras de presentar el tema de la integridad. El rey que viene debe encontrar un pueblo que viva en santidad y afirme la justicia.

SALMO 25: «DAVID IMPLORA DIRECCIÓN, PERDÓN Y PROTECCIÓN»

Una buena pista para comprender adecuadamente el mensaje del Salmo 25 se descubre al leer el comienzo y el final del poema. El salmista comienza con una plegaria de humildad ante Dios (v. 1) y finaliza con la petición de redención para el pueblo de Israel (v. 22). En forma de paréntesis se revela un particular deseo de intervención divina en respuesta de su oración humilde. Y el cuerpo del salmo confirma esta característica temática y teológica pues elabora ideas y conceptos que prosiguen y profundizan la intensión del poeta: p.ej., no desea ser avergonzado (v. 2), pide que el Señor le muestre sus caminos (v. 4), afirma que Dios es bueno y recto (v. 8), y solicita el perdón por amor al nombre divino (v. 11).
El salmo se articula de forma alfabética (véase Sal 9–10) y dispone sus temas de manera libre y espontánea. Las reflexiones son de carácter sapiencial, pues el poeta está interesado en los siguientes temas, característicos de esa tipo de literatura: pide a Dios que le muestre sus «caminos» (vv. 4, 5, 8, 9), reconoce la importancia del «temor al Señor» (vv. 12, 14), afirma la «bondad y la rectitud» divinas (v. 8) y celebra que el ser humano gozará el «bienestar» del Señor (v. 12). El estilo alfabético en el idioma hebreo puede ayudar al proceso de memorización del poema y a la comprensión de su mensaje, pero dificulta la elaboración ordenada y continua de los temas. En este caso particular, la disposición alfabética se interrumpe con la ausencia de dos letras hebreas—p.ej., w y k—y por la repetición de otras dos—p.ej., p y r—.
Otra forma de analizar la estructura interna del poema se revela al descubrir al que junto a la disposición alfabética se manifiesta un ordenamiento semántico en forma de quiasmo; es decir, los temas expuestos y las palabras utilizadas se presentan de forma paralela al comenzar y terminar el salmo. Según esta propuesta, el salmo debe entenderse fundamentado en la siguiente estructura:

A: (vv. 1–3): «No sea avergonzado» (v. 2), esperar en el Señor» (v. 3), «mis enemigos»: (v. 2), y «mi alma» (v. 1).
B: (vv. 4–7): «Pecados» (v. 7) y «Jehová» (v. 4).
C: (vv. 8–10): «Bueno» (v. 8), «enseñar» (v. 8), «camino» (v. 8) y «pacto» (v. 10).
D: (v. 11): Perdón de pecados.
C’: (vv. 12–14): «Bienestar» (v. 13), «enseñar» (v. 12), «camino» (v. 12) y «pacto» (v. 14).
B′: (vv. 15–18): «Pecados» (v. 18) y «Jehová» (v. 15).
A′: (vv. 19–21): «No sea avergonzado» (v. 20), «esperan en el Señor» (v. 21), «mis enemigos» (v. 19) y «mi alma» (v. 20).

En este tipo de literatura de estructura concéntrica o en forma de quiasmo el tema central del poema se presenta al centro del salmo. Fundamentados en este análisis estructural se desprende que la intensión más importante del poeta es poner de manifiesto su petición a Dios para el perdón de sus pecados, tema que se confirma al leer las ideas e imágenes expuestas en el salmo.
Generalmente el salmo se ha relacionado con las peticiones o súplicas individuales, aunque también puede ser estudiado como una oración de confianza a Dios. Posiblemente se utilizaba en la adoración de la comunidad en el Templo cuando se enfatizaban los temas sapienciales como el de la bondad divina y los caminos de la humanidad, con sus implicaciones éticas. El salmo es de composición tardía, quizá es de origen post-exílico. Respecto al título hebreo, véase la Introducción. El texto hebreo lo relaciona con David, y la LXX lo describe como un salmo.
El estudio sistemático del salmo se basará en la siguiente división de versículos:

• Oración inicial: vv. 1–7
• Confianza en la bondad divina: vv. 8–14
• Oración final: vv. 15–21
• Apéndice: v. 22

vv. 1–7: La primera oración del salmo pone de relieve la intensión del poeta y revela el tema que desea destacar. Como en la sociedad hebrea el gesto de levantar las manos demuestra una actitud sincera de oración, el salmista no solo lo hace de forma física sino de forma figurada: Levantar el «alma» es una referencia poética a presentarse con humildad y reconocimiento ante Dios. La expresión equivale a decir «en ti confío» (vv. 2, 20) o «en ti he esperado» (v. 21). Es una manera poética de enfatizar su piedad ante Dios, es una forma sencilla de allegarse al trono divino para que el Señor evalúe su existencia completa y responda a su petición.
Esa imagen revela el estilo de todo el salmo, que es de petición personal, y afirma que, en medio de las dificultades y los peligros de la existencia humana (vv. 17, 18, 22), el salmista confía en Dios (v. 2). La imagen destaca, además, la relación del salmista con Dios: p.ej., se transmiten las ideas de confianza, seguridad, integridad, alegría, disposición, claridad mental.
El salmista «levanta su alma» ante el Señor, que es el Dios de su salvación (v. 5), y confía que no será avergonzado (v. 2). Su esperanza se fundamenta en una gran seguridad teológica: ¡La gente que espera en el Señor no será confundida! (v. 3). Su petición es que el Señor le muestre sus caminos y sendas, que equivale a pedir la forma adecuada de actuar en la vida con justicia, rectitud y verdad. Su oración incluye el perdón de sus pecados, basados no en sus acciones de juventud sino en la misericordia y la bondad divinas (v. 7).
El tema de la confianza del salmista en el Señor se manifiesta de forma continua y firme en esta primera sección del poema. Esa confianza se nutre de su dependencia de Dios y del reconocimiento de la naturaleza divina, que es capaz de mostrar, enseñar y encaminar al salmista, que son verbos que ponen de manifiesto el interés educativo de Dios. El poeta confía en el Señor que es fiel a sus promesas y es bondadoso con su pueblo. En ese entorno de confianza y seguridad, el salmo indica que, como las misericordias de Dios son perpetuas, sus enemigos no se alegrarán de las calamidades y de problemas que pueda tener. El poeta confía en el Dios que salva, redime y transforma.
vv. 8–14: En esta sección del salmo, el poeta continua con las imágenes de confianza, protección, ayuda y misericordia divinas. Estos sentimientos se articulan en forma de alabanzas al Dios que inspira la seguridad del salmista. En ese idioma hímnico, se presentan algunos atributos divinos de gran importancia: p.ej., Dios es bueno, recto, misericordioso, verdadero, perdonador y bondadoso. Y se contrapone a esa descripción de Dios se contrapone al pecado humano (vv. 8, 11).
La bondad divina se revela en su deseo de enseñarle a los pecadores sus caminos, las formas orales y éticas de vivir. A los humildes y los manos se les hará justicia (v. 9), y se les enseñará el pacto con sus implicaciones (v. 10). La persona que teme a Dios—p.ej., que reconoce la grandeza y el poder del Señor—es la que sigue los caminos verdaderos—que son las manifestaciones concretas de justicia y bondad—y es la que disfruta el bienestar y la herencia de la tierra. Esas personas son las que «conocen» el pacto que Dios ha establecido con su pueblo, y tienen «comunión íntima» o amistad con el Señor. La comunión con Dios está ligada al conocimiento y obediencia al pacto.
En esta sección se incluye el corazón del salmo. «Por amor a su nombre»—es decir, por su naturaleza santa, por su fidelidad, por su esencia misericordiosa, y por su compromiso con la gente que se humilla—, Dios perdonará el pecado del salmista «que es grande»—frase que puede ser una alusión solapada a las mayores faltas en la antigüedad: el adulterio o la idolatría—(v. 11). ¡Aunque el pecado del salmista es grande el perdón divino es mayor!
La pregunta retórica ¿quién es el hombre que teme a Jehová? (v. 12; véase también 24:3) revela la preocupación profunda del poeta. Temer al Señor no se relaciona con actitudes de miedo o ansiedad, es una manera de expresar el reconocimiento y la reverencia a Dios que se traduce en actitudes nobles, en decisiones justas, en maneras de vivir rectas, en comunicaciones verdaderas, en relaciones interpersonales gratas. La genta que teme al Señor «heredará la tierra» (v. 13), que es una manera de prosperar y bendecir no solo al individuo sino a la familia y a la posteridad.
vv. 15–21: El salmista ahora retoma su oración de petición y humildad. Su mirada está siempre en el Señor, pues ya ha experimentado la liberación de la «red» (v. 15), que simboliza los problemas y las dificultades que le han afectado y herido en la vida. Continuamente el poeta mira al Señor, que es una frase similar a «levantar el alma» (v. 1). Y también solicita la mirada divina, que equivale a pedir la misericordia y el favor de Dios.
En la petición sentida del salmista, se reconoce la gravedad de su condición: soledad, aflicción, angustias, congojas y trabajos. Su situación es agónica, difícil y compleja. Además, el poeta acepta sus pecados y reconoce que está rodeado de enemigos. Y ante la realidad conflictiva que le rodea, el poeta levanta un grito de angustia hasta el trono divino y pide liberación, solicita que se proteja su vida, que no sea avergonzado. El fundamento de su petición es la integridad y la rectitud divinas, pues ha confiado en el Señor.
v. 22: El versículo final se considera una adición litúrgica al salmo pues no se incluye en el ordenamiento acróstico tradicional—esa peculiaridad literaria puede revelar la fecha post-exílica de la adición, pues en ocasiones, durante ese período, se eliminó la waw final del alfabeto hebreo y se sustituyó por una nueva p para compensar—, e introduce el tema de la redención de Israel, que no se ha incluido en el resto del poema. El propósito del texto es transformar la oración individual en una plegaria comunitaria. La petición de ayuda y las manifestaciones de piedad personales ahora se modifican para presentar una oración del pueblo que espera la manifestación liberadora de su Dios. Este versículo ubica al salmo en una nueva dimensión cúltica, pues mueve el tema de la protección y el perdón de los planos personales a los nacionales.
Las lecturas cristianas del salmo destacan el interés educativo del poema. El salmo relaciona de forma íntima la oración y la educación. Para el poeta esas prácticas religiosas no están reñidas, al contrario, se complementan. La oración a Dios no solo presenta peticiones y alabanzas sino que es una oportunidad extraordinaria para reflexionar sobre las complejidades y los problemas de la vida. No solo el análisis crítico de las realidades nos ayuda a superar los problemas, sino la confianza en Dios.
Esa comprensión de la existencia humana y sus desafíos es fundamental para la teología cristiana. El apóstol Pablo, posiblemente en una alusión indirecta a nuestro salmo, indicó que «la esperanza no avergüenza» (Rom 5:5). Su mensaje afirma que las tribulaciones generan un tipo de esperanza y seguridad que viene como garantía de las manifestaciones del amor de Dios mediante las acciones del Espíritu Santo. La esperanza no es una convicción ilusoria y enajenante sino la seguridad de la manifestación del amor que libera, redime y salva. La oración a Dios incentiva la esperanza que a su vez prepara el camino para la liberación.

LIBRO PRIMERO: SALMOS 1–41

SALMO 26: «DECLARACIÓN DE INTEGRIDAD»

El Salmo 26 presenta la petición sentida de una persona íntegra y justa que reclama la justicia divina. El poeta, mediante el buen uso de diversa imágenes literarias, presenta la causa de una persona que clama por el juicio de Dios, que en este contexto del salmo es una expresión que lo vindique, una respuesta que reconozca su integridad. Los componentes fundamentales del poema son los siguientes: la oración sincera que pide la intervención divina, las declaraciones de inocencia y rectitud, y la certeza de que Dios le escucha para responder en el instante adecuado.
Por lo general de las afirmaciones del salmo es difícil determinar con precisión su género literario. Tradicionalmente se ha entendido como un lamento individual, en al cual el salmista presenta su dificultad y congoja, que pudo haber sido alguna enfermedad mortal. Sin embargo, otra forma de entender el género del poema es relacionarlo con las ceremonias de llegada al Templo, en el cual los peregrinos participaban con los sacerdotes de alguna liturgia de entrada. En estas ceremonias de entrada al Templo, que precedían los cultos propiamente dicho, se afirmaba la integridad de los participantes y se destacaba la importancia de adorar fundamentado en un estilo de vida que reflejara la naturaleza y voluntad del Dios que recibía la adoración. El salmo posiblemente es de origen pre-exílico, y es probable que su autor perteneciera a los círculos sacerdotales que conocían de primera mano las dinámicas relacionadas con esas procesiones. Respecto a su título hebreo, véase la Introducción.
Para facilitar el análisis y la explicación del salmo, proponemos la siguiente estructura temática, que destaca la importancia de la integridad y la inocencia del poeta:

• Declaración de integridad: v. 1
• Oración para que Dios lo escudriñe: vv. 2–5
• Declaración de inocencia: vv. 6–7
• Oración para que Dios le ayude: vv. 8–10
• Declaración de integridad: vv. 11–12

v. 1: El primer versículo del salmo pone de manifiesto los temas que posteriormente se desarrollarán en el poema. A la oración y petición inicial—«Júzgame, Jehová»—, se une la afirmación de seguridad del salmista—«porque yo he andado en integridad»—, para culminar con una declaración de fe—«he confiado asimismo en Jehová sin titubear»—. Estos tres elementos se presentan de forma alternada en el salmo, que intenta declarar la integridad e inocencia del peregrino que se allega al Templo a adorar y participar de las ceremonias religiosas—p.ej., oración, vv. 2, 9–10; afirmación de seguridad, vv. 3–8, 11a; y declaración de fe, v. 12—.
La palabra hebrea traducida al castellano como «júzgame» transmite la idea de vindicación; es una invitación a que se reconozca la integridad de la persona que clama; es una manera de poner de manifiesto las virtudes de alguien que ha vivido de acuerdo a los principios éticos y morales que se revelan en la Ley. Con esa palabra inicial se transmite la idea central del poema: ¡Una persona íntegra solicita a Dios el reconocimiento de sus valores, testimonio y acciones!
La oración inicial, en la cual se afirma y reconoce la integridad del peregrino, es un requisito indispensable para entrar al Templo a adorar. Esta declaración y petición de justicia es una especie de respuesta a las preguntas retóricas que se han hecho anteriormente—p.ej., Sal 15:1; 24:3—. Ante la interrogante de quiénes pueden entrar al Templo, el salmista responde «¡júzguenme a mi!», evalúen mi caso, estudien mi vida, analicen mi testimonio. Su respuesta se basa en la seguridad de que ha vivido confiando en el Señor sin claudicaciones ni titubeos.
vv. 2–5: Fundamentado en las afirmaciones iniciales, el poeta continúa su oración a Dios. Ahora le pide al Señor tres cosas básicas: escudríñame, pruébame y examina mis pensamientos íntimos y mi corazón. Solicita un examen riguroso de vida y conciencia. El salmista sabe que las acciones divinas estarán matizadas por las manifestaciones de su misericordia. Además, el poeta declara que, por haber reconocido el amor y la verdad de Dios, ha rechazado abiertamente las actitudes y los comportamientos de personas hipócritas, malignas e impías. Su estilo de vida le ha llevado a rechazar las reuniones falsas y las acciones injustas. En efecto, se solicita el reconocimiento divino y humano de una persona cabal, noble, justa, digna, seria, responsable, respetuosa.
Un componente teológico importante en el salmo es la contraposición de la reunión de los malvados e impíos (v. 5) y las «congregaciones» que bendicen al Señor (v. 12). La persona íntegra es la que rechaza las dinámicas adversas y desagradables que se manifiestan en grupos que se guían por la hipocresía, la mentira y la maldad, y afirma las reuniones donde se manifiesta la misericordia y la bendición de Dios. De forma explícita el poeta subraya la importancia de las reuniones en las cuales se rechazan los estilos de vida impropios y para afirma las reuniones del pueblo de Dios, que presuponen la afirmación de los valores más dignos y gratos.
vv. 6–7: El peregrino en estos versículos pone de manifiesto su deseo de adorar, y se lava las manos en inocencia para declarar las maravillas de Dios. El poema revela la relación íntima entre la adoración verdadera y el estilo de vida que afirma la verdad y la integridad. Alrededor del altar hay que andar con manos limpias, con actitudes adecuadas, los acciones justas, con decisiones fundamentadas en la verdad.
La ceremonia de lavarse las manos revela, al mismo tiempo, la inocencia del peregrino, y también su necesidad de purificación. Parece ser que parte de los requisitos de entrada al Templo incluía un acto de lavamiento de las manos. Únicamente cuando las manos estaban limpias es que la persona podía entrar al Templo, pues ese acto era el símbolo de la pureza de mente y corazón. Llegar al Templo y pasearse alrededor del alter era símbolo de estar ante la presencia de Dios.
vv. 8–10: En estos versículos el salmista continúa sus peticiones y oraciones. Fundamentado en su amor al Templo, que es Casa de Dios y morada de su gloria, el poeta le pide al Señor que su futuro no sea similar al de personas pecadoras y sanguinarias, que se caracterizan por la maldad y el soborno. No desea el poeta verse en el lugar de pecadores, pues presupone que recibirán el resultado de sus acciones malvadas e injustas, que es el juicio y la reprimenda de Dios.
El salmista ama la Casa de Dios porque representa la presencia divina, alude a la gloria y el esplendor del Señor. El poeta ama el Templo, no por la belleza, grandeza, y lujos de sus instalaciones, ni por sus particulares cualidades arquitectónicas, sino porque es lugar de encuentro divino-humano, es entorno educativo transformador, es espacio sagrado y redentor, es recinto de las misericordias y amor.
vv. 11–12: La sección final del poema lleva a feliz término la redacción del salmo. El salmista declara con seguridad que, por la misericordia y la redención de Dios, andará en integridad y rectitud. Esas actitudes de justicia le permitirán bendecir al Señor como parte de la congregación de su pueblo.
El poema finaliza con una declaración teológica que pone en justa perspectiva las relaciones entre Dios y el pueblo que le adora: La adoración a Dios debe hacerse con integridad y humildad. Además, la misericordia divina y su amor son los factores indispensables para la redención y la liberación de la humanidad.
Las justificaciones y declaraciones de inocencia que hace el salmista en este poema en momentos chocan con las enseñanzas de humildad de Jesús. Posiblemente este salmo pudo haber muy bien sido recitado por el fariseo que se auto-justificaba ante el publicano, según el relato evangélico (Lc 18:11–14). En efecto, el poema parece no reflejar adecuadamente la teología paulina de que la humanidad toda ha pecado (Rom 3:23). En algunas ocasiones, inclusive, el salmo puede transmitir la idea que quien se allega a Dios está lleno de arrogancia.
Antes de confinar la interpretación cristiana del poema a esa particular perspectiva farisaica y adversa es menester entender que la persona que ora presenta su caso ante Dios, que lo conoce íntimamente. Su oración es sincera y se fundamenta en la actitud normal de un adorador que se presenta ante Dios en un momento de crisis mayor o antes de llegar al Templo a adorar. Su objetivo no es destacar las virtudes que posee o la integridad que le caracteriza, sino superar la dificultad, solucionar el problema de enfermedad o entrar finalmente al Templo. Las declaraciones de integridad están en función de su objetivo final. El propósito del salmo no es la justificación individual de adorador; su meta es suplicar la misericordia divina.
En ese sentido, el salmo puede utilizarse en los entornos cristianos, pues revela una serie de sentimientos naturales que afloran en momentos de adversidad. Nos allegamos a Dios y le hablamos con sinceridad y honestidad. Reflejamos, en nuestras plegarias, la realidad de nuestra condición. Ante el Dios justo, no podemos llegar con disimulos o caretas, sino con sinceridad e integridad.

SALMO 27: «JEHOVÁ ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN»

El Salmo 27 es otro de los grandes favoritos de las iglesias y las sinagogas, pues enfatiza el importante tema teológico de la confianza en el Señor, que es el corazón y el fundamento de la religión bíblica. De forma elocuente el poema revela la naturaleza y extensión de la seguridad divina, que se manifiesta en medio de las grandes crisis de la existencia humana. Su mensaje de aliento y fortaleza consta de dos partes principales: la primera (vv. 1–6), es una expresión de plena confianza de una persona que se allega a Dios para afirmar su seguridad en la prueba, y esas convicciones le llevan a la adoración y alabanza; la segunda sección (vv. 7–14) presenta una oración de súplica individual, que surge de esa misma actitud de confianza y seguridad que se tiene en Dios.
Aunque este salmo en muchas ocasiones se ha estudiado como dos unidades independientes, por las diferencias marcadas de estilo y contenido de ambas secciones—p.ej., la primera parte (vv. 1–6) se identifica con los salmos de confianza, y la segunda (vv. 7–14), con las súplicas individuales—, la unidad del poema se pone claramente de manifiesto al analizar con cuidado su contenido. El análisis detallado del texto revela un particular interés litúrgico y temático que se descubre en el uso y la repetición de una serie de palabras clave en sus dos secciones mayores: salvación (vv. 1, 9), enemigos (vv. 2, 12), corazón (vv. 3, 8, 14), levante (vv. 3, 12), buscar (vv. 4, 8) y vida (vv. 4, 13). Y, en efecto, esta peculiaridad lingüística y teológica no es producto del azar.
Posiblemente esta liturgia es una súplica de ayuda del rey, y se relaciona con las actividades oficiales del monarca, particularmente antes de salir a algún combate o cuando se celebraba el aniversario de su ascensión al trono. En estos cultos participaba tanto el rey como el pueblo y los sacerdotes. Es muy difícil identificar con precisión la fecha de composición del poema, aunque el idioma bélico y los temas expuestos apuntan hacia el período pre-exílico. Respecto al título hebreo del salmo, véase la Introducción.
La estructura literaria del poema es la siguiente:

• Declaración de seguridad y confianza: vv. 1–6
• Oración que solicita la intervención divina: vv. 7–13
• Respuesta final: v. 14

vv. 1–6: En la primera sección del poema se ponen las bases de la confianza y la seguridad que el salmista tiene en el Señor. Esas convicciones le hacen superar el temor y la ansiedad ante las más difíciles adversidades y problemas. Para el poeta, el fundamento de su seguridad es el Señor, descrito en el salmo como luz, salvación y fortaleza. Esas imágenes le brindan al poeta el material semántico necesario para comunicar con claridad el corazón de su mensaje. El temor se supera cuando se descubren las cualidades divinas que le brindan al poeta un sentido de futuro y esperanza. El Señor es luz, para contemplar la gloria divina; es salvación de los peligros de la vida; y es fortaleza y protección en medio de la batalla.
La luz disipa las tinieblas, que en el contexto particular del salmo representan a los enemigos y adversarios del poeta. En cierto sentido es una imagen que evoca al Salmo 23:4, en el cual se alude a la penumbra del «valle de sombra de muerte», y se afirma que aún en medio de esa gran adversidad y oscuridad el poeta no tiene temores. La figura literaria, además, tiene implicaciones militares (Sal 18:29), y revela que, inclusive, ante los peligros y las amenazas que se relacionan con los conflictos bélicos, el salmista manifiesta su seguridad y confianza, pues el Señor tiene la capacidad y el deseo de eliminar esas tinieblas.
La imagen de la salvación pone claramente de manifiesto las ideas de victoria y liberación, pues ese lenguaje soteriológico en la Biblia está cargado de gran significación teológica y militar. El poema indica que Dios es la fuente de las victorias del pueblo y revela, además, la habilidad divina de propiciar el triunfo en la guerra.
La tercera imagen del versículo inicial, traducida en Reina-Valera como «fortaleza», también puede significar «refugio». El propósito del poeta es transmitir las ideas de seguridad y firmeza en términos militares. El Señor actúa en su pueblo como un castillo bien fortificado y asegurado. Esa imagen transmite un sentido amplio de confianza, particularmente en actividades previas a la guerra, y recuerda las acciones de Dios en eventos que celebran las intervenciones divinas en medio de la historia nacional.
Los adversarios del salmista—¡que también lo son de Dios!—son descritos como malignos, angustiadores y enemigos; se relacionan con ejércitos que están preparados y dispuestos para la guerra. En esta sección se identifica la naturaleza del conflicto que genera el salmo y propicia la oración. El salmista está frente a un grave peligro, que se compara a los ambientes de guerra, y declara su confianza y seguridad en el Señor. ¡La peligrosidad y complejidad de la crisis no disminuye su sentido de esperanza y fortaleza! La seriedad y gravedad del problema se transmite con la imagen de «comer mis carnes», que iguala a los enemigos y angustiadores con animales salvajes que se preparan para devorar su presa.
La expresión «no temerá mi corazón» es una frase idiomática que también transmite el sentido de seguridad y confianza del salmista. «Corazón» es un término hebreo de gran importancia teológica—¡aparece como 850 en el Antiguo Testamento!—que muy raras veces se utiliza en sentido literal y fisiológico (2 R 9:24). Generalmente se relaciona con el mundo intelectual (Sal 83:5) y describe las decisiones y la voluntad humanas (Sal 141:4), más que las dinámicas emocionales y sentimentales. El corazón identifica la esencia última del ser humano, revela su identidad más honda, representa a la persona misma, sin mediación alguna.
Fundamentado en la confianza que le inspira el Señor que es luz, salvación y fortaleza, el salmista desea llegar al Templo, adorar a Dios, y presentar sus ofrendas y sacrificios ante el altar. La respuesta divina a esos actos ceremoniales es de más protección, y de reconocimiento y testimonio público ante los enemigos del salmista. El poeta se allega a Dios con cánticos y alabanzas, para recibir las respuestas divinas a sus peticiones.
«Demandar a Jehová» es una forma de decir que se dispone llegar ante al Señor. «Todos los días de su vida» es una manera de afirmar que disfruta estar ante la presencia del Señor, simbolizada por el Templo de Jerusalén. «Buscar a Dios en su Templo» puede aludir al acto de llegar ante los sacerdotes o profetas cúlticos para solicitar alguna profecía antes de salir al combate. «Esconder en el Tabernáculo» es posiblemente una referencia al asilo y la seguridad que proveía el santuario en momentos de crisis durante la guerra. La «roca» es símbolo de defensa y seguridad, y la imagen alude a que el salmista está fuera de los peligros que representan sus enemigos. Y «levantar la cabeza sobre los enemigos» es una expresión de triunfo y reconocimiento de victoria no solo ante su comunidad sino frente a sus adversarios.
vv. 7–13: La segunda parte del salmo incluye una oración intensa de súplica, que utiliza un particular lenguaje litúrgico y descriptivo para poner de manifiesto la gravedad de su caso. El tema de la oración va de los general a lo particular: el salmista afirma que buscará el rostro de Dios, como lo ha hecho en el pasado, y reafirma su seguridad y convicción que únicamente Dios puede liberarlo de sus crisis. Inclusive, aunque se manifiesten en la vida problemas agudos e inimaginables—p.ej.,como el rechazo ingrato e injusto de un hijo de parte del padre y la madre, o el testimonio falso de testigos—, su esperanza en el Señor no se debilita. Hubiese desmayado el salmista si no estuviera seguro que recibirá la bendición divina en la vida.
El lenguaje formal, repetitivo y litúrgico en el salmo es claro, y es un criterio para identificar el poema con las ceremonias del Templo.

• ¡Oye, Jehová, mi voz con que a ti clamo!: v. 7; Sal 64:1; 141:1
• ¡No escondas tu rostro de mi!: v. 9a; Sal 102:3; 143:7
• No me dejes ni me desampares/Dios de mi salvación: v. 9d–e; Sal 38:21
• Enséñame, Jehová, tu camino: v. 11a; Sal 86:11; 119:33
• Y guíame por senda de rectitud/a causa de mis enemigos: v. 11b–c; Sal 5:8
• No me entregues a la voluntad de mis enemigos … y los que respiran crueldad: v. 12; Sal 41:2
• ¡Espera en Jehová!/,¡Sí, espera en Jehová!: v. 14a, c; Sal 37:34
• ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón!: v. 14b; Sal 31:24

El salmista se presenta ante Dios y suplica su ayuda. Las peticiones son directas: oye, ten misericordia, respóndeme, no escondas, no apartes, no me dejes, no me desampares, enséñame, guíame, y no me entregues. Cinco peticiones positivas e igual número de súplicas negativas. El poeta reclama la acción divina tanto en los actos redentores directos como en la protección para evitar la complicación de su caso. El salmista clama por la misericordia divina pues, aunque se presenta como una persona que busca el rostro divino, reconoce que no puede responder con efectividad a la crueldad y violencia de sus adversarios.
La referencia a los falsos testigos (v. 12) puede ser una buena pista para comprender la complejidad de la situación del salmista. En las sociedades hebrea y judía que presupone el salmista, las dinámicas legales en las cortes no tenían abogados defensores ni fiscales; el testigo y la persona acusada se presentaban ante el juez, que debía analizar el caso con detenimiento. Y como el testigo era una pieza clave en el proceso, la justicia dependía en gran medida de su honestidad, dignidad y veracidad. Por esa razón jurídica y ética los Diez Mandamientos (Ex 20:16; Dt 19:18; Prov 6:19; 14:5) incluyen un claro rechazo a los falsos testimonios, pues no solo ponían en peligro la vida y el futuro de alguna persona inocente, sino que atentaban contra la voluntad divina que requería la implantación de la justicia. Ante la acusación falsa, el salmista se allega ante Dios para que le haga justicia.
La sección final del salmo (v. 13) pone en evidencia una vez más la seguridad y la confianza del salmista. La crisis que experimenta es de tal magnitud que si no fuera por su confianza en la bondad de Dios, si no hubiese sido por su seguridad en la misericordia divina el poeta hubiese desfallecido. Se manifiesta en el salmo, de acuerdo a la teología bíblica, un sentido de justicia con claras implicaciones inmediatas y terrenales. El salmista espera la intervención salvadora de Dios en su vida. Su ideal de justicia no se relaciona con el futuro escatológico e indeterminado sino con el reconocimiento público de su inocencia a lo largo de su vida.
v. 14: El poema finaliza con tres afirmaciones claras de seguridad y confianza en el Señor: Espera en Jehová, y esfuérzate y aliéntese tu corazón. Estas palabras de fortaleza y convicción posiblemente eran pronunciadas por el sacerdote para responder a las peticiones del salmista. Ante las grandes dificultades de la vida, se recomienda a la persona que se allega ante Dios a adorar que espere en el Señor, que significa mantener la esperanza, continuar el sentido de seguridad, proseguir con su convicción de que la bondad divina le acompaña. «Esperar en el Señor» es la frase teológica que transmite la voluntad divina al rey, al salmista, a la persona que adora, a la gente en crisis, a los pueblos con dificultad, a las comunidades en desesperanza.
El salmo culmina con una evocación al discurso de Moisés a Josué, antes de entrar a la Tierra Prometida (Dt 31:7). Esas palabras se relacionan con la transferencia del poder, con el apoyo divino al pueblo y sus líderes, con la seguridad de la presencia divina, con la expectativa de victoria, con las imágenes del pacto de Dios con su pueblo. Finaliza el poema con un tono de triunfo, pues evoca una época gloriosa de conquista y regocijo.
El tema de la confianza en el Señor, que se revela claramente en este salmo, también se manifiesta con fuerza en el Nuevo Testamento. Ante las angustias, inseguridades y preocupaciones de los primeros creyentes, el Evangelio de Juan presenta un gran mensaje de seguridad y esperanza en boca de Jesús: «Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16:33).
Una lectura cristiana del salmo afirma prioritariamente el importante tema de la seguridad que tienen los creyentes en la capacidad divina de intervenir en medio de las realidades de la vida para implantar su justicia en el mundo. Además, reconoce que la oración sentida manifiesta las dinámicas que se revelan en este salmo. Junto a las grandes afirmaciones teológicas que revelan nuestra confianza en el Señor, también se muestran nuestras inseguridades y preocupaciones reales, cuando debemos enfrentar situaciones de dificultad y crisis. La confianza que permite superar los conflictos de la vida es la que se pone en Dios.

SALMO 28: «PLEGARIA PIDIENDO AYUDA, Y ALABANZA POR LA RESPUESTA»

El Salmo 28 incluye, en primer lugar, una súplica de una persona que siente que su vida está gravemente amenazada por algún peligro inminente—p.ej., enfermedad mortal, o adversidad personal, familiar, nacional o internacional—, y al sentir que Dios ha escuchado su petición de ayuda, continúa el poema con una serie intensa de alabanzas de gratitud al Señor.
Comienza el salmo con un clamor a Dios, una petición sentida a que se escuchen los ruegos de una persona que adora con necesidad, y que no desea experimentar un futuro desagradable (vv. 1–2), como las personas que mueren. El poema prosigue con una afirmación de justicia, en la cual se reclama el juicio divino hacia la gente que hace iniquidad y actúa con maldad (vv. 3–5). Continúa el salmo con una alabanza que afirma a Dios como la fortaleza y el escudo del poeta (vv. 6–7). Al finalizar, la alabanza a Dios se expande para incluir no solo al adorador sino al ungido de Dios y su pueblo (vv. 8–9).
Tradicionalmente este salmo se ha relacionado con el género de súplicas individuales. Una lectura cuidadosa el poema revela, sin embargo, que se trata, más bien, de una liturgia de súplica que consta de cuatro secciones básicas, en las cuales participan tanto la persona que adora como un sacerdote o alguno de sus representantes. Estas celebraciones se llevaban a efecto en el Templo, posiblemente en relación a la crisis de alguna persona afligida, que muy bien podía ser el rey. Del estudio del poema es muy difícil determinar su fecha de composición, aunque generalmente se relaciona con el período pre-exílico. Respecto al título hebreo del salmo, véase la Introducción.
El estilo literario que revela el salmo es digno de estudio por su intensidad. El poeta utiliza con gran habilidad la técnica literaria de la repetición y el contraste para incentivar las respuestas del oyente, para transmitir los sentimientos de la persona que adora. Se manifiestan de esta forma los énfasis teológicos del poema. Los paralelos son magníficos.

• La petición que indica: Señor «oye la voz de mis ruegos» (v. 2); y la afirmación posterior: el Señor «oyó la voz de mis ruegos» (v. 6)
• «Los que hacen iniquidad» (v. 2) y «la perversidad de sus hechos» (v. 3), se contrastan con «los hechos de Jehová» (v. 5)
• «Las obras de las manos» de las personas malvadas, se contraponen a las «obras de las manos de Dios» (v. 5)
• El salmista «bendice a Jehová» (v. 6), y el sacerdote «bendice» a la heredad del Señor (v. 9)
• La estructura literaria del salmo no es compleja:
• La oración de súplica: vv. 1–4
• El juicio divino: v. 5
• Alabanza del salmista: vv. 6–7
• Afirmación de esperanza y salvación: vv. 8–9

vv. 1–4: El poema comienza con un clamor al Señor, una petición de ayuda y una preocupación seria, unidas a una afirmación de la seguridad que proviene de Dios, y una manifestación de alabanza y humildad en el Templo. El poeta clama con intensidad al Señor y suplica no ser abandonado, pues el rechazo divino y el «desentendimiento» (v. 1) de Dios equivalen a la muerte. El salmista pide ser oído en su clamor, pues su oración se fundamenta en la sinceridad requerida para presentase ante el Señor en su santuario.
El acto de «alzar las manos» (v. 2) hacia el Templo, común en el Oriente Medio antiguo, es una manera física de representar la sinceridad de su plegaria, una forma simbólica de transmitir sus sentimientos nobles, una gesticulación de humildad y respeto ante Dios. Posiblemente el gesto no solamente representaba la petición del adorador, sino el deseo de recibir la respuesta divina.
La oración se dirige a Dios como «Roca mía» (v. 1). En términos generales, la imagen de la roca transmite las ideas de fortaleza, estabilidad, seguridad y permanencia, y representa uno de los apelativos divinos más antiguos y significativos en la Biblia (Gn 49:24; Dt 32:4). Posiblemente, en el Israel pre-monárquico, la simbología de la roca aludía al Monte Sinaí, y se relacionaba con las virtudes y la importancia del pacto de Dios con su pueblo. Además, en el contexto de este salmo, el término se puede asociar con al lugar santísimo del altar, que estaba construido sobre roca firme. El salmista oraba al Señor, que era su «Roca», en el altar que estaba construido sobre un fundamento estable y duradero, que simbolizaba la misma presencia de Dios.
La preocupación básica del salmista es que, si el Señor le deja, se convierte en una persona semejante a las que «descienden al sepulcro». La angustia del poeta no es morir, pues conoce las realidades de la vida, y entiende que la muerte es parte de la existencia humana. Su ansiedad proviene del «desentendimiento» de Dios, que es una forma de silencio divino. Esa incomunicación divino-humana puede hacer que el salmista baje al sepulcro a formar parte del grupo de personas que viven en el silencio absoluto (Sal 30:9), porque el mundo del sheol es el de la muerte y la incomunicación (Sal 94:17). La comunión con Dios se fundamenta y se nutre del diálogo íntimo, la conversación grata, la comunicación sincera, la relación cordial. El mundo del sepulcro y de la muerte es silencioso, vacío, tenebroso, misterioso.
Paulatinamente, la petición del salmista se hace más específica a medida que el poema avanza (vv. 3–4). ¡No desea ser tratado como las personas malvadas o inicuas, que tienen su futuro en el sepulcro silencioso! Esas personas merecen el justo juicio divino por sus actos de maldad, por la falsedad de sus acciones, por la mentira de sus maquinaciones. Aunque hablan de paz, «en sus corazones» o en el interior de sus vidas maquinan guerra, maldad, hostilidad, muerte. Merecen recibir, en efecto, el fruto adverso de sus obras, el resultado malsano de sus hechos, el producto erróneo de sus manos. En su clamor, el salmista no solo pide ser liberado de la ira divina sino que aboga para que sus enemigos reciban la retribución justa y merecida de sus acciones.
v. 5: Aunque este versículo continúa el tema del juicio hacia los enemigos del salmista, la forma de comunicación poética varía. En su oración, el salmista se refería a Dios en segunda persona (vv. 1–2); ahora transmite sus afirmaciones refiriendose al Señor el tercera persona. Posiblemente, estas palabras eran pronunciadas por el sacerdote, o alguno de sus representantes, en la liturgia se llevaba a efecto en el Templo. Si, por el contrario, el evento se celebraba en los entornos legales o jurídicos, quien las pronunciaba era el juez o su representante oficial. El mensaje es claro: El juicio divino se fundamenta en el comportamiento de las personas, tema que se pone de relieve en la literatura profética (p.ej., Jer 24:6; 42:10; 45:4). De esta forma, junto al mensaje contra sus enemigos, el poeta afirma su integridad personal.
«Atender a los hechos de Dios» es tomar en consideración las intervenciones históricas del Señor en la vida del pueblo; y la referencia a la «obra de sus manos» puede ser una alusión al poder creador del Señor. De esta forma el salmo se alude a dos de las características divinas de más importancia bíblica: El Señor interviene en la vida de su pueblo pues es el creador del mundo, el cosmos y la humanidad. Se incorpora en el poema de esta manera una declaración de gran importancia teológica: Dios destruirá a las personas que no prestan atención a las manifestaciones divinas en el pueblo y en la naturaleza.
vv. 6–7: Luego de la súplica personal y la declaración de justicia divina, el salmista expresas sus alabanzas a Dios, de forma anticipada, pues está seguro que recibirá la respuesta divina. Bendice al Señor que es fortaleza y escudo, que es una manera de afirmar la seguridad y protección que emanan del Señor. Y porque Dios escuchó sus ruegos y le ayudó, el poeta confía, canta y alaba al Señor con gozo.
vv. 8–9: El salmo finaliza con otra declaración teológica de importancia capital: El Señor es la fortaleza, salvación y bendición de su pueblo; y también es el refugio y salvación de su ungido. El poema culmina con una oración de intercesión por el rey ungido de Dios y con una petición de apoyo y sustento. Se suplica al Señor que pastoree al pueblo para siempre, que es una manera de reconocer su poder protector y su deseo de ayuda y socorro en medio de las vicisitudes y dificultades de la vida.
Esta oración es parte de la liturgia de intercesión por el rey y el pueblo. El salmo, que comienza con una súplica personal (vv. 1–4), prosigue con una declaración del juicio divino por el sacerdote (v. 5), a la que sigue una expresión de alabanzas y gratitud del salmista (vv. 6–7), para finalizar con la declaración de bendición para el pueblo y su rey (vv. 8–9).
Una lectura cristiana de este salmo puede relacionar el silencio de Dios con las expresiones de Jesús en la cruz del Calvario, particularmente con una de sus plegarias intensas: «¿Dios mío, Dios mío, porqué me has desamparado?» (Mt 27:46). El Señor Jesús, de acuerdo con el evangelista, sintió la soledad personal y experimentó el silencio divino al enfrentar cara a cara el odio de la turba infame y al recibir las hostilidades crueles de quienes le acecinaban. Sin embargo, aunque el Maestro sintió los resentimientos humanos y el distanciamiento divino se mantuvo fiel a su misión y vocación. ¡Ni aún el dolor agónico detuvo su sentido de dirección en la vida! Para Jesús era más importante la salvación de la humanidad que su dolor inmediato.
Esa posiblemente es una magnífica enseñanza del Salmo 28. Ante las grandes dificultades de la vida, frente a las adversidades que nos hacen sentir la soledad, y en medio de las vicisitudes que conspiran contra nuestra paz y felicidad, debemos superar ese sentimiento de silencio y sobreponernos a esa sensación de soledad, pues nuestra confianza está en el Dios que supera las distancias y las incomunicaciones para intervenir de forma salvadora.

SALMO 29: «PODER Y GLORIA DE JEHOVÁ»

El Salmo 29 es un cántico maravilloso de alabanzas al Señor que se manifiesta de forma extraordinaria en la creación, particularmente en los fenómenos naturales como truenos, relámpagos, lluvias, temblores, fuegos, vientos y tempestades (véase Sal 19:1–6; 104). El poema comienza con un reclamo directo a la alabanza divina; inicia con un llamado al reconocimiento de la gloria y el poder de Dios (vv. 1–2). El cuerpo del salmo lo provee una sección teológica y literariamente muy importante, que compara la voz y las acciones divinas a las inclemencias meteorológicas (vv. 3–9). Esta sección pone claramente de manifiesto las virtudes del poder divino y presupone las antiguas teofanías que relacionaban las manifestaciones de Dios con la naturaleza. Finaliza el salmo con una serie de declaraciones en torno a las bendiciones de Dios al pueblo (vv. 10–11), fundamentadas en las alabanzas iniciales.
El salmo es claramente un himno que celebra la grandeza y el poder de Dios, y se utilizaba en el Templo como parte de las liturgias que afirmaban la revelación divina y la capacidad creadora de Dios. Por sus referencias directas al Señor como rey (v. 10), es también posible que el entorno original del poema haya sido las celebraciones nacionales relacionadas con victorias militares del monarca de Israel. Del estudio de los temas expuestos y las imágenes utilizadas se desprende que este es quizá uno de los salmos más antiguos de la Biblia (posiblemente del siglo 11 ó 10 a.C.), y acompaña los cánticos que apoyaban los triunfos militares del Israel premonárquico—p.ej., el Cántico del Mar (Ex 15:1–18) y el Cántico de Débora (Jue 5:1–31)—
La versión griega de la Biblia hebrea—la Septuaginta o los LXX—añade a su título hebreo que este salmo se utilizaba al final de la Fiesta de los tabernáculos (Lv 23:33–36, 39–43; Nm 29:12–38; Dt 16:13–15). Ese detalle litúrgico e histórico, más bien, puede revelar el uso posterior del poema en la sinagoga. Por otro lado, en el Talmud Babilónico se indica que este poema formaba parte de la liturgia del último día de la gran fiesta de otoño, en una posible referencia a la Fiesta de las semanas o de la cosecha (Ex 23:16), también conocida en tiempos del Nuevo Testamento como Pentecostés. Respecto al título hebreo del salmo, véase la Introducción.
El estudio ponderado del salmo revela, además, que el poema incluye una serie de temas que son característicos de la literatura cananea—p.ej., el énfasis en la «voz» divina, el interés en la topografía y la toponimia, y la referencia al dios que se sienta como rey—. Esa relación temática y literaria indica que, es posible, que varias imágenes e ideas que se elaboran en este salmo bíblico provengan de cánticos antiguos dedicados previamente al famoso dios cananeo Baal. Esos conceptos fueron transformados y despojados de sus trasfondos y contenidos politeístas, al ser utilizados para describir las virtudes y las intervenciones del Dios de Israel en la naturaleza y la humanidad.
La estructura literaria del salmo es sencilla:

• Llamado a glorificar al Señor: vv. 1–2
• Alabanzas a la voz divina: vv. 3–9
• Declaración teológica final: vv. 10–11

vv. 1–2: El salmista reclama la alabanza a Dios, con una serie de imperativos categóricos: tributad, dad, adorad. La referencia a los «hijos de los poderosos»—en hebreo, «hijos de dios»—, puede identificar a las criaturas celestiales y angélicas que están ante el trono celestial de Dios; y también puede ser una alusión implícita a las estrellas del cielo que también alaban al Señor (Dt 4:19). Esa misma expresión fue traducida al griego de la Septuaginta como «ángeles»—p.ej., Dt 32:8—, y en la literatura ugarítica una frase similar se ha entendido como referente al panteón cananeo. De esta forma el reclamo de alabanza inicial del salmo se hace al concilio divino, a los seres celestiales y angelicales, a las estrellas del cielo, al cosmos. El poema comienza con un reclamo cósmico a la alabanza, que tiene repercusiones inmediatas para la congregación de Israel, el pueblo de Dios: ¡Toda la creación alaba al Señor!
Las imágenes de gloria y poder le brindan al salmo un sentido bélico de autoridad y fuerza. Y esa implicación militar se acentúa con la alusión al «nombre» divino. En el Cántico del Mar, que es un poema que celebra las victorias militares del Señor en la liberación del pueblo de Israel de las tierras de Egipto, se indica: «Jehová es guerrero. ¡Jehová es su nombre!» (Ex 15:3). De esta forma se asocia el nombre divino con las guerras, y el salmo alude a esa relación. La «gloria» se refiere a la naturaleza divina y al poder que manifiesta en la naturaleza. ¡La alabanza al nombre de Dios es fuente de fortaleza y seguridad! Y la referencia a «la hermosura de su santidad» apunta hacia la esencia misma de la naturaleza divina, que fundamenta su poder militar en la santidad.
El cosmos y la humanidad alaban al Señor al afirmar su poder militar, al reconocer la gloria de su nombre, y al disfrutar la belleza de su santidad. El término «gloria» le brinda al salmo un sentido importante de unidad (vv. 2, 3, 9): de un lado, representa la suma de los atributos divinos; y del otro, alude al esplendor que Dios manifiesta como rey en el cosmos y el mundo.
vv. 3–9: El corazón temático del salmo es la voz de Dios. En siete ocasiones se alude a la voz divina: Está sobre las muchas aguas, se manifiesta con gran potencia y gloria, y se revela como llamas de fuego, terremoto y torbellino. En la tradición bíblica, la expresión puede ser una alusión a los truenos (véase Ex 9:23, texto hebreo; Job 37:2; Sal 18:13), que representan poéticamente a la voz divina. Es importante notar respecto a la palabra hebrea traducida como «voz», que también puede ser una manera fonética de llamar la atención del oyente, de forma tal que el sujeto de los verbos de toda la sección es el Señor. En este sentido metafórico y literario, la voz de Dios es oída, vista y sentida.
La lectura del pasaje revela que su contenido temático es la descripción de una tormenta extraordinaria. ¡Dios se manifiesta en medio de la tempestad! ¡El Señor guía ese fenómeno poderoso de la naturaleza! ¡El salmo reconoce al Señor como Dios de la creación (Sal 8; 19)! Esa peculiar relación entre los fenómenos meteorológicos y el Dios bíblico también se manifiesta en el Cántico del Mar (Ex 15:1–18) y en los poemas antiguos de guerra en Israel (Jue 5:4–5, 19–21). Y aunque por lo general los profetas y salmistas destacan de las intervenciones divinas la implantación de la justicia, en este contexto se enfatiza su poder y majestad como Señor del universo y director de las fuerzas que se manifiestan en la naturaleza.
Posiblemente la intensión del poeta al utilizar estas imágenes era establecer una polémica contra Baal. Esas ideas que relacionan a las divinidades con la naturaleza eran comunes en el Oriente Medio antiguo. P.ej., en relatos varios que presentan al panteón cananeo se establece que Baal se manifestaba en las tormentas, y que su voz era oída en los truenos.
En respuesta a esas percepciones, el salmista de forma poética rechaza esa teología referente al dios cananeo y relaciona el poder únicamente con el Señor Dios de Israel. ¡En el salmo se utilizan los nombres de Dios en dieciocho ocasiones! Esa era una manera implícita de afirmar de forma categórica el poder de Dios sobre las divinidades paganas, particularmente sobre Baal. ¡La fuerza que mueve los fenómenos atmosféricos y la creación no es la de Baal sino la del Señor!
La referencia a «las aguas» (v. 3) no es tanto una alusión a las lluvias ni al Mediterráneo, sino a las aguas del caos primigenio (Gn 1:1–3) o al diluvio (v. 10). «Potencia» y «majestad» son atributos de autoridad y gloria que enfatizan el poder divino sobre las divinidades paganas.
Por su fortaleza, durabilidad y esplendor, «los cedros» eran conocidos en la antigüedad como los príncipes del bosque. Las montañas del Líbano, que se extendían como una cien millas y se podían elevar hasta sobre diez mil pies, representan la frontera norte de Israel. El Sirión era el nombre que los fenicios daban al Hermón (Dt 3:8–9). El mensaje del pasaje es claro: Ante la voz divina, tanto los árboles fuertes como las montañas más altas, obedecen al Señor y ¡saltan como los becerros! Esa misma imagen de poder divino sobre la naturaleza y los árboles se mantiene hasta el final de la sección, en la que se afirma que la voz divina «desgaja las encinas»—esta expresión es de difícil traducción del hebreo, y puede significar «hace a las ciervas retorcerse en parto»—, y «desnuda los bosques» (v. 9).
Las «llamas de fuego» (v. 7) aluden quizá a los relámpagos. El «desierto de Cades» (v. 8) es posiblemente un referencia a la región que está enclavada al sur de Judá, y evoca las imágenes del Monte Sinaí, alude a la liberación de los hijos y las hijas de Israel. ¡La voz divina se escucha, acepta y respeta tanto en el norte, en Siria, como en el sur, en Cades. Las imágenes destacan el poder divino de forma geográfica.
La sección finaliza con una afirmación teológica. El resultado de la voz de Dios en la naturaleza es que en su Templo, que representa la morada eterna e ideal del Señor, y que también alude al lugar de culto y adoración del pueblo, se proclame la gloria divina. La gran teofanía o revelación divina que se describe en el salmo, incentiva el reconocimiento y la proclamación de la gloria del Señor, que simboliza su esplendor y esencia santa, tanto en la corte celestial como en el Santuario de Jerusalén.
vv. 10–11: La sección final del salmo, que tiene como propósito básico declarar al Señor vencedor, incorpora imágenes antiguas de canaán y algunas tradiciones bíblicas. La referencia a que el Señor «preside sobre el diluvio» tiene eco en los antiguos relatos cananeos, en los cuales coronan a Baal cuando conquista las fuerzas del caos representadas en el diluvio o las aguas descontroladas. El texto afirma que quien vence sobre las aguas caóticas no es Baal sino el Señor, como ya se ha puesto claramente de manifiesto en las narraciones del diluvio en el libro de Génesis (Gn 7:17).
En la teología bíblica, las aguas no son divinidades que atentan contra el poder divino, sino fuerzas de la naturaleza que obedecen a los designios del Señor. El resultado de sus gestiones sobre la naturaleza, es que el Dios bíblico «preside» y «para siempre se sienta como rey», que son buenas imágenes de poder, victoria, autoridad y triunfo.
El resultado de la victoria definitiva de Dios sobre la naturaleza y sobre Baal es poder y paz para el pueblo. El triunfo de Dios se traduce en la manifestación del poder de la paz en la comunidad. La voz divina que se manifiesta con furia en la naturaleza genera los ambientes necesarios para la paz, pues se han superado las fuerzas del caos, se han eliminado las dinámicas de rebelión, y se han transformado las imágenes paganas de Baal. El salmo de esta forma finaliza con una muy importante afirmación teológica de seguridad, protección y calma.
Una lectura cristiana de este salmo puede destacar el tema de la gloria divina. Para el salmista, la gloria era parte fundamental de la esencia de Dios que representaba su esplendor, virtud y magestad. Según el Evangelio de Juan (Jn 1:14), cuando «el Verbo se hizo carne», en una muy clara referencia al nacimiento y ministerio de Jesús, los creyentes tuvieron la oportunidad de ver la «gloria divina». Esa gloria de Dios, de acuerdo con Juan, se manifestó en la figura de Jesús de Nazaret, cuyos milagros eran «signos» o «señales» de la magestad, el poder, la gloria y el misterio de Dios (véase, p.ej., Jn 2:11; 11:4, 40).
La gloria divina, que se revela en la voz del Señor descrita en el salmo, es la autorevelación de su santidad, esencia, pureza y carácter. En el Nueto Testamento esa gloria se manifiesta en la encarnación de Jesús, particularmente en su muerte, resurrección y ascención. Los creyentes dan la gloria a Dios en sus actos y celebraciones de alabanzas y adoración, y también al vivir de acuerdo con las enseñanzas que ponen de manifiesto su carácter.

SALMO 30: «ACCIÓN DE GRACIAS POR HABER SIDO LIBRADO DE LA MUERTE»

El Salmo 30 pone de manifiesto claramente la gratitud sincera de una persona que se ha sentido al umbral de la muerte y reconoce que la intervención divina le ha permitido disfrutar de nuevo la vida. Recoje el poema la oración de una persona agradecida a Dios al ser sanado de ulguna enfermedad mortal. El samista canta y glorifica al Señor, y también exhorta al pueblo a imitarle, pues ha descubierto que la ira divina es momentánea, pero su misericordia es eterna. De forma dramática el poema presenta la capacidad de transformación que tiene el Señor: ¡Cambió sus dolores y lamentos en bailes y celebraciones! Por esas acciones y capacidades divina el salmita no puede permanecer callado.
La lectura cuidadosa del salmo pone de relieve su relación temática (Is 38:10–18) y sus paralelos literarios con la oración de Ezequías (vv. 5–6, 10 e Is 38:18–19). Es posible que el tipo de oración que se presenta en este salmo se debía hacer cuando las plegarias habían sido contestadas (p.ej., Sal 6), cuando regresaba la salud, cuando se había superado la crisis de enfermedad. Este salmo es una cántico individual de gratitud que reconoce la buena salud como un regalo de Dios.
Posiblemente el contexto original del salmo eran las ceremonias de gratitud que se llevaban a efecto en el Templo de Jerusalén. En esos casos, los adoradores se allegaban al Templo para agradecer alguna intervensión extraordinaria de Dios. El título hebreo del salmo (véase Introducción), que refleja una adición tardía al poema, indica que debía cantarse en la dedicación de la Casa, en una posible alusión, según el Talmud Babilónico, a la Fiesta de la dedicación del Templo o Hanukkah, luego de su desacralización por Antíoco Epifano, en los tiempos de Judas Macabeo (1 Mac 4:42–60), en el c.164 a.C. El título también puede ser una referencia a la rededicación del segundo Templo en el siglo sexto a.C., luego del exilio en Babilonia. Es difícil determinar la fecha de composición precisa de este salmo, aunque es posible que provenga de una época pré-exílica.
La estructura literaria del salmo puede ser la siguiente:

• Glorificación y gratitud al Señor: vv. 1–3
• Invitación al cántico y la celebración por el favor divino: vv. 4–5
• Evaluación de las intervenciones de Dios: vv. 6–12

vv. 1–3: El poema comienza con una gran declaración de fe, seguridad y gratitud: El salmista glorifica al Señor como su Dios porque reconoce que una intervención divina le exaltó e impidió que sus enemigos se alegraran de su condición de salud. En la antigüedad, se pensaba que las enfermedades eran producto del juicio divino por los pecados de las personas (véase p.ej., Job 6–7; Jn 9). Los enemigos eran posiblemente sus antiguos amigos y personas de la comunidad que lo juzgaban inadecuadamente e interpretaban su condición como una manifestación del juicio y la ira divina por sus pecados.
La palabra hebrea traducida al castellano como «exaltar», transmite la imagen de haber sido sacado de algún pozo, destaca la idea de haber sido liberado de alguna dificultad mayor. «Subir el alma del seol—o lugar de los muertos—» e «impedir que descendiera a la sepultura» son imágenes de muerte que revelan la naturaleza de la crisis que experimentaba el salmista.
vv. 4–5: Al reconocer la intervención salvadora del Señor, el salmista exhorta a «los santos» de Dios a cantar al Señor y a celebrar su santidad. Fundamentado en la gratitud y seguro de haber recibido respuesta a su plegaria, el poeta no sólo canta sino que incentiva la alabanza del pueblo. «Los santos» son los amigos del salmista y también el resto del pueblo que se congrega en el Templo. La gratitud identifica y celebra la santidad de Dios, y esa es una manera poética de adorar y reconocer la naturaleza divina. La santidad es la esencia divina más íntima y extraordinaria.
Una de las enseñanzas más importantes que recibió el salmista, al pasar por esos momentos difíciles de tribulación y enfermedad, es la fundamental distinción entre el favor del Señor y la ira divina. La gratitud a Dios y la superación del problema le permite al poeta distinguir y evaluar adecuadamente las experiencias de llanto y alegría en la vida. La ira divina es momentánea; y su favor, permanente. El llanto de la noche da paso a la alegría de la mañana.
vv. 6–12: Luego de poner de manifiesto la relación adecuada entre el ser humano y Dios, el salmista identifica y describe parte de sus problemas: el orgullo y la arrogancia. Cuando estaba disfrutando de salud y prosperidad, se declaró invencible, diciendo: «¡No seré jamás conmovido!» (v. 6). Cuando Dios lo ayudó a disfrutar de las abundancias de la vida, no respondió con humildad y gratitud, sino con vanidad, arrogancia y prepotencia. Esa actitud le trajo turbación personal y lejanía de Dios. La arrogancia es fuente de desorientación personal y motivo del distanciamiento divino.
En la teología del pacto entre Dios e Israel, el pecado de la arrogancia es de particular importancia. Esa actitud de orgullo humano rechaza las virtudes de las intervenciones de Dios (Dt 8:17–18), para ubicar el bienestar y la paz como resultado de las gestiones humanas. La misericordia divina pasa a un segundo plano, pues la gestión personal y el orgullo individual ocupan el lugar preponderante.
Sin embargo, el orgullo no es la última palabra del poeta; la arrogancia no es el sentimiento final; la prepotencia cede al paso al reconocimiento de la misericordia divina. Aunque entiende sus limitaciones y debilidades, el salmista es capaz de orar, clamar y suplicar al Señor. El reconocimiento humilde de su condición es el primer paso para su restauración y renovación. El salmista una vez más solicita la misericordia de Dios y reconoce que el Señor es su ayudador (v. 10).
Las imágenes de muerte que se incluyen en el salmo (v. 9) revelan la importancia de la salud y el bienestar del poeta. Todavía se nota un tono prepotente, pues las expresiones revelan el orgullo aún latente del poeta. ¡En el mundo de los muertos no hay comunicación con Dios, únicamente reina el silencio! ¡La muerte del salmista no avanzará la causa del Señor! Las preguntas se articulan desde la perspectiva del suplicante.
Sin embargo, por la misericordia divina, las realidades adversas serán transformadas. El «lamento» o las tristezas se convertirán en «baile»—que era una manera de expresar la felicidad y el triunfo (1 S 18:6; Sal 149:3; 150:4)—; las ropas ásperas—símbolo del luto, penitencia y la crisis—se cambiarán por vestiduras de alegría y felicidad. El Dios del salmista cambia las realidades de dolor, angustia y muerte, en experiencias de renovación, vida y futuro.
El salmo finaliza con himnos de alabanzas, con cánticos de triunfo, con expresiones de gratitud. El salmista reconoce que Dios es su «gloria», es decir, su fuente de poder y esplendor, el origen de sus triunfos. No puede el salmista permanecer callado, pues el silencio es signo de la muerte. El Señor es su Dios, y fundamentado en esa importante convicción, el salmista le ofrecerá alabanzas por siempre. De esta forma el salmo culmina en la misma nota de entusiasmo y gratitud que se manifiesta al comienzo: El salmista glorifica, clama, canta y alaba. El énfasis teológico del poema no es tanto en lo que el ser humano ha recibido sino en lo que Dios le ha dado.
Una lectura y evaluación cristiana del salmo se manifiesta al analizar su perspectiva de la muerte. Para el salmista la muerte es la última palabra, pues no beneficia ni al ser humano ni a Dios. Con la muerte finaliza su existencia, sin sentido de porvenir. La muerte es como una fosa, un pozo, es el Seol o el lugar silencioso de las personas muertas.
Desde el punto de vista cristiano, la muerte es superada por el sacrificio de Jesús y la resurrección de Cristo. Para el apóstol Pablo, la muerte es un enemigo que fue derrotado por Jesús en la cruz (1 Co 15:56). Con su muerte y resurrección, el Señor de la vida enfrentó cara a cara a la muerte, y la venció.

SALMO 31: «DECLARACIÓN DE CONFIANZA»

El Salmo 31 presenta una declaración intensa de confianza, en la cual el poeta se presenta ante Dios con un gran sentido de seguridad, pues actúa como si ya el Señor le hubiese concedido los beneficios que solicita. Es una oración de ayuda en momentos de crisis y angustia, y el tema general se pone de manifiesto en la primera declaración: «En ti, Jehová, he confiado» (v. 1; véase, también, 7:1). Ese gran tema de seguridad, estabilidad y confianza se articula de forma poética con diversas imágenes, tales como, «roca fuerte» (v. 2), «fortaleza» (v. 2), «castillo» (v. 3) y «refugio» (v. 4). El mismo tema se enfatiza al final del salmo, pues, fundamentado en la bondad y en la misericordia divina, se afirma que el Señor guarda a quienes le temen y esperan en Dios (vv. 19–21).
Este salmo es un buen ejemplo de las oraciones de las personas que actúan en la vida fundamentados en que Dios responde a sus plegarias. Ese sentido grato de confianza es una nota indispensable para la comprensión adecuada del poema, que consta de tres secciones importantes. En la primera parte (vv. 1–8), el salmista declara su confianza y seguridad en el Señor; la segunda sección (vv. 9–15) revela las dificultades que ha vivido—p.ej., enfermedades (vv. 9–12) y calumnias (vv. 13–15)—; y en la conclusión (vv. 16–24) incluye una serie de alabanzas por el beneficio divino, y añade una exhortación a la comunidad a que se esfuerce y espere en el Señor.
El salmo es probablemente una súplica individual, que consta de una oración de petición de ayuda (vv. 1–18), seguida por un cántico de acción de gracias y alabanza (vv. 19–24). Quizá el salmo se utilizaba en el Templo en actos de adoración, en los cuales las personas se allegaban a Dios para suplicar su apoyo y fortaleza en momentos de enfermedad y persecución; al que le seguía la sección de alabanzas, al sentir que Dios le había escuchado y respondido a sus clamores. Posiblemente entre estas dos secciones se llevaba a efecto alguna actividad cúltica—p.ej., la declaración de algún profeta o sacerdote—, que le brindaba a la persona que adora el sentido de seguridad y respuesta divina.
La unidad del salmo se revela al estudiar con detenimiento el particular uso de una serie de expresiones y palabras hebreas, traducidas en ocasiones al castellano de diversas maneras, que se repiten en toda la obra: p.ej., «confiar» y «esperar» en el Señor (vv. 1, 19), «no sea yo confundido o avergonzado» (vv. 1, 17), «líbrame» (vv. 2, 15), «sálvame» (vv. 2, 16), «mano» y «manos» (5, 8, 15), «he esperado» y confío» (vv. 6, 14), y «misericordia» (vv. 7, 16, 21). Respecto al título hebreo del salmo véase la Introducción.
La naturaleza litúrgica del salmo hace muy difícil la identificación precisa de la fecha de composición. Sin embargo, por lo general del lenguaje, que permite utilizar la oración en diversos momentos de dificultad—p.ej., diversas amenazas de enemigos (v. 4, 11), acusadores idólatras (v. 6) y enfermedades (vv. 9–10)—es posible que el salmo provenga del período post-exílico. Esa percepción de la fecha redacción tardía del salmo se refuerza al notar las muchas expresiones litúrgicas que incluye el poema, particularmente en expresiones paralelas en otros salmos y en los libros de Jonás, Lamentaciones y Jeremías:

• Lenguaje cúltico del Salmo 31 que se repite en el Salterio:
v. 1 y Sal 119:40
v. 2 y Sal 102:3
vv. 4 y Sal 9:16; 71:5
v. 7 y Sal 118:24
v. 9 y Sal 69:18
v. 10 y Sal 102:4
v. 14 y Sal 140:7
v. 16 y Sal 109:26
v. 20 y Sal 61:5
v. 22 y Sal 116:11; 28:1
v. 24 y Sal 27:13.
• Lenguaje cúltico que se incluye fuera del libro de los Salmos:
v. 6 y Jon 2:9
v. 22 y Jon 2:5
v. 9 y Lam 1:20
v. 21 y Lam 3:54
v. 10 y Jer 20:18
v. 12 y Jer 48:38
v. 13 y Jer 20:10
v. 17 y Jer 17:18.

La estructura literaria del poema se fundamenta en el análisis literario, teológico, litúrgico y temático. De acuerdo con esta evaluación, el salmo puede dividirse en dos secciones mayores: En la primera sección (vv. 1–18) se puede identificar una estructura en forma de quiasmo; y la segunda es una oración de gratitud por la bondad y la misericordia de Dios (vv. 19–24).

• Súplica de ayuda: vv. 1–18
A- Oración: vv. 1–5
B- Confianza: vv. 6–8
C- Súplica: vv. 9–13
B’- Confianza: v. 14
A’- Oración: vv. 15–18
• Cántico de acción de gracias: vv. 19–24

Del análisis de la estructura del salmo se revela la importancia de la súplica y la gratitud al Señor. La misma disposición del poema pone de manifiesto que el salmista actúa con gratitud y agradecimiento al percatarse que Dios ha respondido a sus súplicas.
vv. 1–5: El salmo comienza con una serie importante de declaraciones de confianza y seguridad hacia Dios. Porque ha confiando en el Señor, el poeta desea claridad, justicia, liberación y orientación. Fundamentado en su teología, que entiende a Dios como su roca fuerte, fortaleza, castillo y refugio, el salmista solicita la intervención del Señor. El salmo utiliza la expresión figurada «inclina a mi tu oído» (v. 2), pues el poeta desea que Dios le escuche, que equivale a recibir su petición. El poeta describe al Señor como «Dios de verdad» (v. 5), para contraponer las mentiras de sus perseguidores con la redención divina.
Ser liberado de «la red» es una figura del lenguaje que revela la complejidad y dificultad de la crisis (Sal 9:15). Los enemigos del salmista son descritos como cazadores que intentan capturarlo como si fuera algún animal salvaje (Is 51:20; Ez 19:8). El salmo presenta a una persona que ante los ataques hostiles del enemigo confía en el Señor que escucha y responde a sus peticiones.
En ese entorno de dificultad y angustia, el salmista exclama: «En tu mano encomiendo mi espíritu» (v. 5), que, según el Evangelio de Lucas, fueron las últimas palabras de Jesús en la cruz (Lc 23:46); posteriormente Esteban repitió la misma expresión antes de ser apedreado y martirizado (Hch 7:59). La expresión del salmista no es de fatalidad o resignación, sino el reconocimiento de la capacidad divina de proteger y redimir a su pueblo. La intensión del poeta es entregarle su causa, su dolor, y su dificultad a Dios; inclusive, el salmista se allega ante el Señor para presentarle su vida completa y recibir, del Dios que no miente y es fiel, su redención, liberación, y salvación. La fraseología utilizada en el salmo evoca las experiencias de libración del pueblo de Israel de la cautividad de Egipto.
vv. 6–8: El salmista contrapone dos conceptos de gran importancia teológica: al Dios de verdad (v. 5) con los ídolos vanos (v. 6). El Dios fiel y verdadero manifiesta su misericordia porque ve las aflicciones, porque conoce las angustias. El salmista se goza y alegra, y también espera y confía en el Señor, porque entiende que su vida no está a merced de los enemigos. Dios conoce del salmista sus «angustias del alma» (v. 7), que son los conflictos serios que afectan adversamente la salud integral de las personas, y lo puso en «lugar espacioso» (v. 8), que es una figura del lenguaje para describir las condiciones físicas que superan las limitaciones y restricciones asociadas a las desgracias y las dificultades de la vida.
vv. 9–13: En esta sección del salmo se encuentra la razón fundamental de su súplica: El salmista reclama la misericordia divina porque tiene un problema grave que le causa llanto, angustia, debilidad y tristeza. ¡Sus enemigos le molestan, sus vecinos le acosan y sus amigos huyen de él horrorizados! Su condición es tal que se han organizado los conspiradores para quitarle la vida.
Aunque el lenguaje utilizado en litúrgico, que sugiere una interpretación figurada de las expresiones, las imágenes del poema transmiten la idea de alguna enfermedad que ataca al adorador y le lleva al umbral de la muerte (vv. 9–10). La calamidad es de tal magnitud ha afectado adversamente sus ojos, su alma—es decir, su vida o su garganta, en hebreo—y sus huesos.
Junto a la crisis física del poeta se manifiesta en una muy seria dificultad social. La comunidad, que incluye enemigos y amigos del salmista, se ha organizado para asesinar al poeta en crisis de salud. Su enfermedad biológica tiene serias implicaciones sociales: ¡El salmista se siente solo, olvidado, sin fuerzas, como muerto! La imagen del «vaso quebrado» (v. 12), que transmite las ideas de que no es útil ni necesario, es muy importante (véase Jer 22:28; 48:38): ¡El poeta se siente destrozado y sin posibilidades de recuperación! En efecto, el salmista se siente temeroso y acosado por las multitudes.
v. 14: La respuesta que sigue a la súplica es de confianza y seguridad. El salmista confía en el Señor, y le reconoce como «su Dios», que es una forma de intimidad que genera apoyo y fortaleza. Ante la enfermedad y la dificultad social de la crisis, el salmista pone de manifiesto su profesión de fe. Confía en el Señor que es refugio, fortaleza, roca y castillo (vv. 2–4).
vv. 15–18: Esta sección incluye una oración de confianza similar a la que comenzó el salmo (vv. 1–5). El centro del clamor es la liberación de sus enemigos, perseguidores e impíos. Esa liberación de las dinámicas de mentira, vergüenza, soberbia y menosprecio se fundamenta en la misericordia divina (v. 16). La salvación del salmista, que le hace superar la crisis de salud y le permite vencer las dinámicas sociales que afectan su seguridad personal, es el resultado de su confianza en el Dios que tiene en sus manos los «tiempos» (v. 15). Y esa referencia a los «tiempos» es posiblemente una alusión poética a toda la vida y existencia del poeta, que incluye su pasado, presente y futuro.
El salmista no desea ser avergonzado porque ha invocado al Señor, y reclama la humillación de sus enemigos, en la frase que pide que los impíos «estén mudos en el seol» (v. 17). La palabra de sus enemigos es mentirosa y soberbia; y la actitud que manifiestan es de rechazo y menosprecio. La petición del salmista al Señor es clara, directa y firme: «Líbrame de manos de mis enemigos» (v. 15); es decir, finaliza con esta persecución que intenta matarme.
vv. 19–24: El salmo finaliza con una oración de acción de gracias que enfatiza la bondad de divina y afirma misericordia de Dios. El poeta siente que su oración ha sido escuchada—que equivale a decir que Dios ha respondido a su clamor—, y presenta al Señor una plegaria sentida de alabanzas y bendiciones: ¡Dios es grande por su bondad (v. 19), y bendito por su misericordia (v. 21)! El Señor guarda a los que le temen, protege a los confían en su bondad, y salva a su pueblo de las mentiras y engaños de las «lenguas contenciosas» (v. 20).
El salmista bendice al Señor por las maravillas que ha hecho en su favor. La expresión «ciudad fortificada» (v. 21) puede ser mejor traducida como «en momentos de angustia», y así se destaca la idea de la misericordia divina en la crisis. Y aunque el salmista se sentía alejado y separado de la presencia divina—p.ej., «excluido de delante de los ojos de Dios»—, por la naturaleza de la crisis de salud y la gravedad de su condición social (v. 22), Dios respondió a su petición e intervino en el instante oportuno.
Finaliza el salmo con exhortaciones a amar a Dios, y con reclamos directos a esforzarse y esperar en el Señor. Culmina el poema con frases de aliento y seguridad: Dios guarda a sus fieles y santos, y retribuye con creces a quienes actúan con soberbia y maldad. Esas convicciones teológicas hacen que el salmista termine si poema con frases de confianza y futuro: ¡El corazón de la gente que espera en el Señor debe tomar aliento (v. 24)! ¡La vida de las personas que confían en Dios no está a merced de las dificultades! ¡La esperanza de los hombres y mujeres de bien está en la misericordia divina!
Esta sección final de gratitud y alabanzas al Señor se relaciona íntimamente con el resto del poema, pues es una especie de recapitulación de los temas expuestos, es una manera de responder a la oración de súplica:

• Dios guarda a quienes le temen (v. 19); y el salmista confía en el Señor (v. 1)
• Dios protege a su pueblo de las lenguas contenciosas (v. 20); y el Señor ha salvado al salmista de «labios mentirosos» (v. 18)
• Dios manifiesta su misericordia al salmista (v. 21); y el salmista clama por la misericordia divina (v. 16)
• Dios escuchó la oración del salmista (v. 22); y el salmista clama para ser oído por Dios (v. 2)
• Dios ama a los santos y retribuye a los enemigos (v. 23); y el salmista espera en el Señor y aborrece a los idólatras (v. 6)

La lectura cristiana de este salmo ha enfatizado la afirmación «En tu mano encomiendo mi espíritu» (v. 6). Esas palabras de seguridad y fortaleza del salmo, según el evangelio, fueron repetidas por el Cristo sufriente y agonizante (Lc 23:46). En un momento de crisis extrema y muerte, cuando las personas pueden proferir maldiciones y reproches, de acuerdo con el testimonio bíblico, Jesús prefirió declarar a los cuatro vientos que su vida completa estaba en las manos de Dios. Su vida estaba en las manos divinas no a la merced del odio de los líderes judíos. El mayor poder que enfrentó Jesús en la cruz no fue el del imperio romano, que aceptó cobardemente su muerte, sino el poder divino que tiene la capacidad de dar y quitar la vida.
Esa idea de seguridad y triunfo también se puso claramente de manifiesto en el martirio de Esteban, y también en momentos de crisis y dificultad extrema de otros creyentes a través de la historia. La vida de la gente de fe no depende del capricho de la gente poderosa ni de las circunstancias cambiantes de la existencia humana. Las personas de fe confían en la presencia salvadora y oportuna de Dios.

SALMO 32: «LA DICHA DEL PERDÓN»

El Salmo 32 es el segundo de los siete que tradicionalmente la iglesia ha identificado en el Salterio como «de arrepentimiento» (véanse Sal 6; 38; 51; 102; 130; 143). Aunque el poema no incluye ninguna oración penitencial en la cual se confiesen transgresiones e iniquidades, el tema que se expone afirma las virtudes que se desprenden del arrepentimiento y la confesión de pecados. Este salmo incluye la oración de gratitud sincera de una persona que llega a adorar a Dios, y al reconocer humildemente sus pecados, recibe el perdón divino. El salmo, en efecto, continúa la importante tradición educativa que se pone claramente de manifiesto en el libro de los Proverbios, en el que se declara con sabiduría y autoridad: «El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia» (Pr 28:13).
El salmo pone de relieve claramente las virtudes de una persona «bienaventurada» (vv. 1–2), que es una manera de aludir a la gente dichosa y feliz (vease Sal 1). El contentamiento humano está íntimamente relacionado con el perdón de los pecados y las transgresiones. La felicidad, de acuerdo con el salmo, es el don divino que disfrutan las personas a quienes no se les atribuye culpa, iniquidad ni engaño. La gente dichosa es la que reconoce que el camino del éxito en la vida no es el del encubrimiento de rebeliones (v. 5) sino el de la confesión humilde. El salmo destaca que el perdón divino es fuente de alegría y fundamento de seguridad.
Tradicionalmente este salmo se ha estudiado como un cántico individual de gratitud, que formaba parte de las ceremonias de acción de gracias en el Templo de Jerusalén, en que la gente ofrecía ofrendas por sus pecados (Lv 4:27–5:19; 14:1–57) y expresaba su gratitud por alguna liberación o sanidad (vv. 3–4). Sin embargo, los temas pedagógicos y el lenguaje que tradicionalmente se relacionan con la literatura sapiencial pueden indicar que se trata más bien de un salmo de educación, que ha transformado los temas tradicionales de la sabiduría en una oración de gratitud y alabanza al Señor. El análisis de los temas expuestos, particularmente el interés sapiencial, revela que posiblemente es un salmo de origen post-exílico. Y respecto al título hebreo del salmo, que incluye tanto «Salmo de David» como «Masquil», y en torno a las referencias a selah (vv. 4, 5, 7), véase la Introducción.
El análisis temático del poema sugiere una interesante y útil estructura literaria quiástica del salmo:

A: Enseñanza sapiencial: vv. 1–2
B: Expresión de gratitud: vv. 3–5
B′: Expresión de gratitud: vv. 6–8
A′: Enseñanza sapiencial: vv. 9–10
Conclusión: v. 11

El la sección A y B se manifiestan de forma paralela algunos términos hebreos idénticos, que han sido traducidos al castellano con expresiones similares: p.ej., «trasgresión» y «rebelión» (vv. 1, 5), «pecado» (vv. 1, 5), «iniquidad» (vv. 2, 5), y «cubrir» o «encubrir» (vv. 1, 5). Y en la segunda sección A’ y B’ también se manifiesta el mismo estilo de expresiones similares y en paralelos: p.ej., «los santos» (v. 6) y «los que esperan en Jehová» (v. 10), «las muchas aguas» (v. 6) y «los muchos dolores» (v. 10), y «rodear» (vv. 7, 10).
vv. 1–2: El salmo comienza con una afirmación teológica y práctica de lo que constituye la felicidad verdadera. La gente bienaventurada y dichosa es la que ha sido perdonada. Y ese gran sentido de perdón divino le hace actuar sin engaños en la vida. No describe el salmo a la persona perfecta, sino a la que reconoce su condición precaria, y espera y disfruta la misericordia y el perdón de Dios. ¡El salmo describe a la gente que disfruta la vida con sus desafíos y sus posibilidades!
El fundamento de esa alegría plena proviene del Señor, quien perdona transgresiones, pecados, e iniquidades. «Trasgresión» es el acto de rebeldía consiente en contra de la voluntad de Dios (Sal 51:1); «pecado» es el término genérico que designa la ofensa y el caminar fuera de los designios divinos (Sal 51:2); e «iniquidad» es la palabra que describe la distorsión voluntaria de la voluntad del Señor, alude a la falta de respeto a la revelación divina (Sal 51:2). «Engaño» es la actitud de mentira y falsedad, el acto malvado contra la integridad y la verdad en otras personas; y «culpa» representa el sentimiento humano al fallar ante Dios y la gente. Estas palabras están en paralelos poéticos en el salmo y reflejan la amplitud de significados relacionados con el pecado humano y sus consecuencias.
vv. 3–5: En esta sección se describe la actitud que enferma y oprime a las personas. Callar y encubrir los pecados produce en la gente envejecimiento prematuro, enfermedades, y llantos y gemidos constantes. El poeta describe su condición como grave, pues la mano del Señor—es decir, su juicio—, se manifestó sobre él de forma continua. Su vida se transformó de verdor a sequedad, que son imágenes que describen la transformación negativa de su vida.
Sin embargo, al declarar su pecado y al confesar sus rebeliones, experimentó el perdón divino. El silencio del salmista trajo dolor y angustias; y su confesión propició la misericordia del Señor.
vv. 6–8: En estos versículos del salmo se articulan tres ideas importantes para la vida. En primer lugar, luego de evaluar las implicaciones transformadoras de su experiencia de silencio, confesión y perdón, el salmista llama a la comunidad sensible a la voluntad divina—p.ej., «todo santo»—, a unirse a esta manifestación de arrepentimiento y confesión (v. 6). La gente debe allegarse a Dios en el momento adecuado de la vida—p.ej., en el «tiempo que pueda ser hallado», para que las crisis y las dificultades de la existencia humana, descritas figuradamente en el salmo como las «inundaciones de muchas aguas», no lo ahoguen ni destruyan.
Posteriormente, la oración afirma la esperanza y la seguridad que se fundamentan en Dios. El Señor es el refugio del salmista, pues le guarda en los días de angustia y le protege con «cánticos de liberación» (v. 7). Reafirma de esta manera el poeta la base teológica del salmo: La esperanza del salmista está en Dios, que es su refugio, guardador y liberador.
Finalmente, en forma de oráculo profético, el salmista indica que Dios le hará entender y le enseñará el camino adecuado para disfrutar las bienaventuranzas. El Señor fijará sobre él «sus ojos», que es una manera figurada de revelar el favor divino.
vv. 9–10: El oráculo anterior continúa en esta sección. El Señor le hará entender al salmista el camino que debe proseguir en la vida, en contraposición de las actitudes irracionales de los animales—p.ej., el caballo o el mulo—, que deben ser sujetados y movidos con equipo especial—p.ej., cabestro y freno—, pues no desean obedecer, no tienen capacidad de análisis crítico (Pr 26:3). Esa actitud de rebelión y hostilidad hacia Dios traerá dolores para las personas infieles e impías. Para la gente que espera en el Señor, le espera la misericordia y la bienaventuranza.
v. 11: El salmo finaliza con varias expresiones de júbilo y alegría, típicas de los salmos de acción de gracias, y también con una exhortación a cantar al Señor. La expresión «rectos de corazón», que incluye en la Biblia hebrea solo aquí y en 2 Cr 29:32, alude a las personas justas y fieles. En el entorno literario y teológico de este capítulo, representa a la gente que ha confesado sus pecados, distingue a las personas que sido perdonadas por Dios, y describe a los hombres y las mujeres que disfrutan la alegría plena, el gozo intenso y la justicia misericordiosa de Dios. El poema culmina en la tradición de sabiduría que se manifiesta al comienzo del Salterio (Sal 1:5–6).
La iglesia cristiana al leer estos salmos penitenciales afirma la importancia del perdón y del arrepentimiento. El perdón divino y humano no es el resultado de las estrategias sicológicas que incentivan la salud mental y espiritual. De acuerdo con los pasajes bíblicos estudiados, el perdón se fundamenta en el arrepentimiento sincero y genuino ante Dios. No hay perdón sin confesión de pecados, sin identificación de la trasgresión. El silencio del salmista—es decir, el deseo de encubrir su vida y sus acciones—, no facilita la manifestación de la misericordia divina.
Aunque la confesión de los pecados se hace únicamente a Dios, el salmista reconoce públicamente que debe arrepentirse y llegar ante Dios con actitud de humildad. El perdón lo brinda el Señor, pero la comunidad es importante en el proceso, pues es testigo de la actitud de la persona que desea el perdón y la misericordia divina.
El apóstol Pablo alude a los primeros versículos de este salmo en la Epístola a los romanos (Rm 4:7–8). El énfasis apostólico recae sobre la capacidad divina de salvar, restablecer y rehabilitar al ser humano, independientemente de sus actos y obras. El perdón divino se fundamenta en el arrepentimiento, no en la buena conducta que exhiban las personas ni en el carácter bondadoso que puedan manifestar. Esa importante doctrina cristiana también se pone de relieve en la teología juanina, que destaca la importancia de la confesión en el proceso del perdón divino (1 Jn 1:8).

SALMO 33: «ALABANZAS AL CREADOR Y PRESERVADOR»

El Salmo 33 es un himno de alabanzas y gratitud al Dios que gobierna el mundo con poder, sabiduría, justicia y amor. Fundamentado en esa convicción, el salmista proclama con seguridad y firmeza que los fieles tienen su esperanza y confianza en el Señor. Y exhorta a la gente justa e íntegra a alegrarse, alabar, aclamar y cantar por las manifestaciones de la justicia, el derecho, la misericordia y el amor de Dios. Esas alabanzas al Señor se entonan a viva voz y con instrumentos musicales—p.ej., arpa, salterio, decacordio—.
El cántico incluye varios de los temas fundamentales de la teología hebrea—p.ej., creación, historia, alianza o pacto, y adoración—, dispuestos de forma integrada. Para el poeta, estos importantes temas no eran asuntos aislados, independientes o remotos, sino manifestaciones extraordinarias de la misericordia y la justicia de Dios. Y el estudio sobrio de estas doctrinas le puede brindar al ser humano respuestas relevantes a las preguntas importantes en torno a origen del mundo, la naturaleza y la humanidad. Entre los temas principales que se revelan en el poema se encuentran los siguientes: el poder que se manifiesta en la creación a través de la palabra del Señor, la fragilidad y precariedad de los planes y las acciones humanas y las virtudes de la providencia divina.
El salmo puede catalogarse muy bien como un himno de alabanzas al Dios que manifiesta su autoridad y poder en medio de la naturaleza, y que demuestra su compromiso con la humanidad a través de la misericordia y la justicia. Posiblemente el salmo se utilizaba en las celebraciones litúrgicas que se llevaban a efecto en el Templo con motivo del festival de otoño. Esos actos incluían el recuento de las narraciones y los poemas que afirmaban la creación y celebraban la historia de la salvación. El salmo también puede relacionarse con la celebración de la renovación del pacto o alianza de Dios con su pueblo. La versión hebrea del salmo no incluye ningún título, pero la traducción de la Septuaginta lo atribuye a David, en lo que puede ser una omisión involuntaria del manuscrito masorético o alguna añadidura del texto griego. El salmo no hace indicaciones respecto a su autor, y, aunque es difícil precisar la fecha de composición, es posible que provenga de la época post-exílica.
El salmo demuestra varias características literarias que deben mencionarse. En primer lugar, es un poema alfabético, aunque no acróstico. En este tipo de poemas el mensaje se articula en una estructura regular que dispone el mensaje del salmo en veintidós unidades, como en el número de letras en el alfabeto hebreo. Contrario a los poemas acrósticos, no se incluyen las letras ni se presenta orden alfabético. Además, el poema utiliza un número considerable de frases litúrgicas, y también hace uso continuo de palabras repetidas o con la misma raíz hebrea.
La estructura literaria del salmo puede ser la siguiente:

• Llamado a la alabanza al Señor: vv. 1–3
• Contenido de la alabanza: vv. 4–19
* Por la palabra del Señor: vv. 4–9
* Por los planes del Señor: vv. 10–12
* Por la mirada del Señor: vv. 13–15
* Por el poder del Señor: vv. 16–19
• Afirmación de la esperanza en el Señor: vv. 20–22

vv. 1–3: Los primeros tres versículos del salmo incluyen una serie importante de imperativos categóricos: ¡Alégrense, aclamen y canten al Señor! El mandato inicial del salmo es a la alegría, la alabanza y el cántico, para poner claramente de manifiesto el tono festivo del poema. La gente justa e íntegra canta bien y con hermosura al Señor, que es una manera de afirmar las bondades del cántico.
Es muy difícil en la actualidad comprender el significado preciso de la expresión «cántico nuevo» (v. 3). En primer lugar puede aludir a alguna melodía o cántico que se escribía especialmente para la ocasión, o puede ser una referencia a los cánticos entonados en las ceremonias de renovación del pacto. En más probable, sin embargo, que con esta frase litúrgica el salmista se refería a la novedad perenne de las alabanzas que se daban al Señor por sus victorias (Sal 96:1; 98:1; 149:1). Tanto en el Antiguo (Is 42:10) como en el Nuevo Testamento (Ap 5:9) la expresión se ha interpretado desde una perspectiva escatológica (Ap 5:9).
A las voces de la gente que adora se unen armoniosamente los instrumentos musicales. Y aunque el texto bíblico en el salmo identifica únicamente dos instrumentos musicales—p.ej., el arpa y el decacordio—, en ellos se representa la totalidad de la orquesta que se utilizaba para acompañar las alabanzas en el Templo (Sal 150). La palabra hebrea traducida por «arpa» en Reina-Valera también se ha vertido al castellano como «lira» o «cítara»; y el «decacordio» era un tipo de arpa de diez cuerdas. La versión Reina-Valera añade al versículo dos la palabra «salterio», que pude dar la impresión de un tercer instrumento musical. Una mejor traducción del texto hebreo es la siguiente: «Aclamen al Señor con arpas/entonen melodías con el decacordio».
En el orden canónico, en este salmo se incluye la primera referencia explícita a la importante relación entre los salmos, la música y los instrumentos musicales. En este poema se pone claramente de manifiesto una importante verdad histórica: El propósito básico de los instrumentos era colaborar con los esfuerzos humanos de alabanzas a Dios, pues la música era parte del mundo de lo sagrado.
vv. 4–9: Luego de entonar las alabanzas al Señor y de exhortar a la comunidad a unirse al gran coro de gente agradecida, el salmista procede a identificar la base teológica de su cántico. El salmo, en su poesía y belleza literaria, articula las razones por las cuales las alabanzas son pertinentes y necesarias, y entre las ideas que expone en torno a Dios que fundamentan sus palabras, se encuentran las siguientes: Rectitud, fidelidad, justicia, derecho y misericordia. La lectura sosegada del poema revela que la alabanza a Señor es la respuesta humana al Dios que manifiesta su misericordia y amor mediante la implantación adecuada de la justicia.
De particular importancia en este salmo es el concepto de la palabra de Dios que manifiesta, pues a través de la voz divina la creación se hizo realidad. De acuerdo con el salmista, por el poder de la palabra divina fueron hechos los cielos y «todo el ejército de ellos» (v. 6), en referencia a los astros y las estrellas. Además, el poder de su voz también tiene la capacidad de «juntar las aguas del mar» (v. 7), en una posible alusión a la liberación de Israel de las tierras de Egipto (Ex 15:1–18). De esta forma el poeta une dos temas de gran importancia teológica e histórica para el pueblo de Israel: la creación del mundo y el éxodo de Egipto. La creación del mundo pone de manifiesto el poder divino en el tiempo y el espacio; y el éxodo demuestra el compromiso del Señor con la salvación y liberación de su pueblo.
La idea de que el mundo fue creado a través de la palabra divina es antigua en el Oriente Medio—p.ej., en Egipto—, fundamentada posiblemente por las creencias de que las cosas no existían hasta que fueran nombradas e identificadas. En Israel esta doctrina de creación tomó fuerza y se manifiesta con claridad en varias porciones bíblicas, particularmente en el primer relato de creación del libro de Génesis (Gn 1:1–2:4a). De esta forma el poeta también incluye en su mensaje una respuesta a las teologías cananeas, egipcias y babilónicas: la naturaleza existe por la iniciativa del Dios de Israel, que interviene en la creación mediante el uso poderoso de su palabra.
El poeta exhorta a su comunidad inmediata y a la humanidad a reconocer el poder divino, con palabras como «temed» y «temblad» (v. 8), porque el mundo es el resultado de la acción creadora de la palabra de Dios (v. 9).
vv. 10–12: Esta sección mueve el tema del reconocimiento de la creación divina a la alabanza al Señor que tiene control absoluto de la historia. El poeta destaca el tema de los planes de Dios. El salmista contrapone el «plan de las naciones» (v. 10) y las «maquinaciones de los pueblos» (v. 10), que por su naturaleza humana son imperfectos y temporales, con la voluntad divina, que por su origen justo y misericordioso «permanece para siempre» (v. 11). El Señor hace nulos y frustra esos planes humanos pues no tienen la capacidad de comprender adecuadamente «los pensamientos del corazón de Dios» (v. 11). Mientras la creación descansa en la palabra divina, la historia se mueve guiada por los planes del Señor. Esos temas están ligados en la teología bíblica pues revelan dos perspectivas de la misma naturaleza de Dios: El control divino sobre la historia presupone y se fundamenta en su poder creador; su deseo salvador se relaciona con la autoridad que manifiesta sobre la naturaleza; y las intervenciones redentoras del Señor en la historia de su pueblo son el resultado de su dominio absoluto sobre todo lo creado.
El poeta finaliza esta porción del salmo con una muy importante bienaventuranza y declaración teológica. La nación bienaventurada es la que fundamenta su existencia en los planes y la implantación de la voluntad de Dios, no la que se ufana de vivir para la ejecución de sus planes, que están caracterizados como meras aspiraciones humanas sin sentido de permanencia y futuro.
vv. 13–15: En estos versículos el poeta destaca la importancia de la mirada divina, que observa desde la perspectiva del poder y del dominio absoluto. La frase «el lugar de su morada» se refiere al trono divino (v. 14), alude a sus habitaciones, insinúa su lugar de reposo y meditación más íntima. El poeta afirma de esta manera figurada que el Dios bíblico no está ajeno a las realidades humanas, sino que está pendiente de su creación. No es una divinidad remota, ausente y lejana, sino el Señor íntimo que salva, el Dios presente que transforma, y el Señor cercano que escucha.
El Dios que crea mira desde los cielos y evalúa la condición de su creación. El Señor observa desde su morada eterna y analiza la realidad diaria de los habitantes de la tierra. La mirada de Dios se orienta hacia las dinámicas humanas. Y ese deseo divino se basa nuevamente en la teología de la creación: ¡Como Dios creó la humanidad, está atento a las acciones y obras humanas! De acuerdo con el salmista, ¡la distancia entre el Creador y sus criaturas es ínfima!
El salmo desarrolla su mensaje, en primer lugar, desde la creación del cosmos (vv. 4–9), prosigue con la intervención divina en los asuntos humanos nacionales e internacionales (vv. 10–12), hasta llegar al mundo personal e inmediato de los seres humanos (vv. 13–15). Se revela en el poema un muy importante sentido de progresión temática y teológica, que va guiando el salmo de los niveles cósmicos a la realidad cotidiana. El propósito es destacar el poder divino que se manifiesta tanto en la creación extraordinaria hasta en las dinámicas humanas ordinarias.
vv. 16–19: Esta sección del salmo contrapone las fuerzas humanas con el poder divino. El rey no se salva por la multitud de sus ejércitos, ni el guerrero triunfa por sus fuerzas (v. 16). La sabiduría política y las estrategias militares de los monarcas no son suficientes para obtener la victoria en la vida. La preparación militar y el equipo bélico de los soldados no producen seguridad en el guerrero. Ni los caballos, que esa época eran considerados como una arma de guerra indispensable para la victoria (Ex 15:1, 4; Jue 5:19–22), podrán darle la victoria al rey a sus ejércitos. El corazón del mensaje es que los preparativos humanos no deben constituir el fundamento de la seguridad de los pueblos. El propósito del poeta es afirmar que aunque las personas puedan demostrar algún tipo de poder o nivel de autoridad esos esfuerzos humanos no pueden compararse a la magnitud del poder divino.
El ojo de Dios Señor (v. 18), que es buen símbolo de su sabiduría, cuidado, conocimiento y providencia (Ez 5:5; Job 36:7; Sal 34:16; 1 P 3:12), observa y protege a la gente que teme, adora y sirve al Señor. Y la misericordia divina se manifiesta para salvar personas en peligros de muerte. Las imágenes de «muerte» y «hambre» representan peligros mortales, situaciones terminales en la vida, son buenos ejemplos de aflicciones intensas y crisis agudas.
vv. 20–22: Fundamentado en la teología de la creación y en la capacidad divina de intervención y redención, el salmista finaliza su poema con una nota de confianza, obediencia y seguridad. El salmo culmina con una afirmación muy seria de esperanza colectiva: ¡Nuestra alma espera al Señor (v. 20)! Ya no es solo el poeta el que reconoce la grandeza divina sino toda la comunidad que se le une en estas expresiones de gratitud y reconocimiento. El Señor es ayuda y escudo (v. 20), fuente de las alegrías (v. 21), base de su confianza (v. 21), y misericordioso (v. 22). El salmista reconoce, junto al pueblo que adora, que la respuesta divina a la confianza humana es la misericordia y el amor.
La teología básica del salmo es de fundamental importancia para las iglesias cristianas. La esperanza de las sociedades contemporáneas no debe fundamentarse en la fuerza de sus ejércitos ni en sus capacidades militares, sino en la seguridad que se basa en la confianza en el Dios creador. El camino de la paz para las sociedades contemporáneas no es el bélico, sino el de la paz que se basa en la implantación de la justicia.
Durante la crisis de Jesús en el huerto del Getsemaní (Mt 26:36–46; Mc 14:32–42; Lc 22:39–46), uno de los discípulos ofreció el Señor su espada, para responder con violencia a la injusticia y agresión del imperio romano. El Señor rechazó el ofrecimiento y le reprendió, pues la violencia no es el camino para implantar la paz, pues genera más violencia, hostilidad y resentimientos. Los planes humanos están saturados de injusticias y agresiones, la voluntad divina se caracteriza por la paz y la justicia.

SALMO 34: «LA PROTECCIÓN DIVINA»

El Salmo 34 es un cántico individual de gratitud al Dios que atiende y responde al clamor de la gente pobre y necesitada (vv. 1–10); además, es un poema educativo y sapiencial que pone claramente de relieve la importancia de comprender lo que significa la felicidad verdadera: Consiste en temer al Señor, pues Dios recompensa las acciones humanas de manera justa (vv. 11–22). El salmo incluye varias oraciones que reclaman la misericordia divina; también contiene algunas expresiones de gratitud por las respuestas recibidas de Dios.
El poema es de tipo acróstico, y al igual que el Salmo 25, disponen el mensaje siguiendo las letras ordenadas del alfabeto hebreo. En ambos casos, sin embargo, falta la sexta letra «waw», y se añade al final del salmo otra letra «pe», para finalizar con el número completo de los veintidós caracteres hebreos. Esta peculiaridad literaria ha hecho pensar a algunos estudiosos que los dos salmos fueron compuestos por la misma persona. El estilo alfabético del salmo junto al tema sapiencial que expone pueden ser buenos indicadores de que el salmo proviene de la época post-exílica. Es muy difícil, dada la naturaleza acróstica del salmo, determinar su uso litúrgico preciso en el Templo. Es posible que se utilizara como otros salmos de acción de gracias, donde el énfasis se daba al proceso educativo de los adoradores.
La unidad del salmo se pone en evidencia por la disposición acróstica del poema, y también por el uso repetido de algunos conceptos y expresiones. Entre las palabras e ideas que se utilizan por lo menos en tres ocasiones en el texto hebreo del salmo, se encuentran las siguientes: oír (vv. 2, 6, 11, 17), librar (vv. 4, 17, 19), temer (vv. 7, 9a, 9b, 11), bien (vv. 8, 10, 12, 14), mal (vv. 13, 14, 16, 21) y justo (vv. 15, 19, 21).
El título hebreo del salmo posiblemente alude a un incidente en la vida de David que se relata en 1 Samuel 21:10–15, aunque la persona aludida no es Abimelec sino Aquis, rey de Gat. David fingió estar loco y «cambió su manera de comportarse» (1 S 21:13), que el salmo interpreta como que «mudó su semblante». La confusión en la identificación del monarca puede explicarse de varias formas: En primer lugar, pudo haber sido un error inconsciente del escriba que añadió el título del salmo en los manuscritos hebreos; es más probable, sin embargo, que el nombre «abimelec»—que literalmente significa en hebreo «mi padre es rey»—haya sido el título genérico de los monarcas filisteos, de la misma forma que «faraones» era nomenclatura general de los reyes egipcios.
Aunque la estructura literaria natural del poema la brinda su naturaleza acróstica, desde la perspectiva temática el salmo puede dividirse en las siguientes secciones primarias:

• Alabanzas al Señor: vv. 1–3
• Testimonio por las acciones de Dios: vv. 4–10
• El significado de temer al Señor: vv. 11–22

vv. 1–3: El salmo comienza con una serie de alabanzas y bendiciones al Señor, que ponen de relieve la intensión fundamental y básica del poeta. El salmista reconoce y afirma la importancia de esa actitud de humildad, gratitud y reconocimiento divino, pues declara que sus alabanzas a Dios deben ser permanentes y continuas. Esa declaración teológica inicial revela su compromiso de vida, su razón de ser misional: ¡El salmista vive para bendecir al Señor! Posteriormente en el salmo, se explican las implicaciones de ese estilo de vida orientado hacia la alabanza. Y el significado fundamental de «bendecir al Señor» es responder con obediencia a su voluntad, tanto en sus palabras como en sus acciones en la vida.
Su «alma», que es una forma figurada de referirse a toda la vida y existencia del salmista, se gloriará en el Señor, y servirá de testimonio para la gente humilde. Y «los mansos» aluden al pueblo de Dios, representan las personas que deben enfrentar las vicisitudes e injusticias de la vida con valor, fe y autoridad.
«Gloriarse en Dios» es una frase que reconoce los atributos divinos, no es una expresión de arrogancia o prepotencia, sino la aceptación humilde del poder y la autoridad de Dios sobre su vida completa. No desea el poeta atraer la atención hacia su persona, sino orientarse él mismo, y aún guiar a otras personas, hacia el Señor. Aunque la gente se gloríe en sus riquezas (Sal 49:7), en sus ídolos (Sal 97:7), en su sabiduría (Pr 20:14) o en su poder (Jer 9:23), las personas de fe se glorían en el Señor, pues es el Señor de misericordia, juicio y justicia (Jer 9:23).
Finaliza esta sección inicial del salmo con un llamado al pueblo a unirse a esas expresiones de engrandecimiento y exaltación al Señor. «Exaltar el nombre de Dios» es un forma de expresión poética que reconoce la naturaleza santa del Señor y se relaciona con la actitud humilde de aceptar su poder creador; destaca la capacidad divina de intervención en medio de las vivencias de su pueblo, pues es una manera de reconocer la grandeza de Dios.
vv. 4–10: En esta sección de salmo se ponen de manifiesto las intervenciones de Dios en la vida. El Dios del salmista oye el clamor de su pueblo y le libra de sus temores (vv. 4, 6), alumbra los rostros de quienes le miran (v. 5), y envía a su ángel para defender a quienes le temen (v. 7). La gente bienaventurada—referida en el poema como «este pobre» (v. 6)—es la que confía en el Dios bueno (v. 8). Los animales salvajes, como los leones, pueden tener necesidad (v. 10), pero la gente que confía en el Señor no carecerán de nada (Sal 23:1).
La referencia a «los leoncillos» se basa en la lectura del texto hebreo (v. 10), pues en las versiones griegas, sirias y latinas se alude literalmente a los «ricos» o los «poderosos». Los leones jóvenes, que son famosos por su autosuficiencia y por sus capacidades de caza (Job 4:10–11), pueden tener necesidad, pero la gente que teme y confía en el Señor espera y confía en la provisión divina. La idea del pasaje es clara: Las fuerzas humanas no son suficientes para lograr el triunfo en la vida.
Confiado en esas convicciones teológicas, el salmista exhorta con seguridad a la comunidad a que se tema, reverencie, respete y reconozca el poder y la misericordia divina. La frase «los que le temen», que está en paralelo con «los santos» (v. 9), es una expresión técnica que se refiere a la comunidad fiel y leal al Señor.
La figura del «ángel o mensajero del Señor» (v. 8) se presenta en los textos más antiguos de la Biblia (Gn 16:7; Ex 14:19) no como un ser diferente a Dios sino como una representación del mismo Señor, que hace que las personas experimenten su presencia y voluntad de forma más sensible, inmediata y real. En este caso, el salmista presenta al «ángel del Señor» como un guerrero independiente, o como parte del ejército divino, que tiene como función especial proteger y defender a las personas fieles. La imagen de acampar fortalece la idea militar del ángel del Señor, que se menciona únicamente aquí—y también en el Salmo 35:5–6—, en todo el Salterio.
vv. 11–22: La segunda sección de este salmo incluye una serie de enseñanzas que destacan el importante tema de la felicidad que proviene de la justicia divina. El poeta se une de esta forma al grupo de salmos que enfatiza las virtudes educativas de las experiencias religiosas y pone claramente de manifiesto la importancia que se daba a la educación en los círculos religiosos de Israel. El tema fundamental de esta sección es «el temor al Señor» (v. 11), con sus implicaciones (vv. 12–14) y consecuencias (vv. 15–22).
La metodología de enseñanza toma la forma tradicional de los maestros sabios que aludían a sus estudiantes como «hijos» (v. 11). Ese estilo didáctico, que también se manifiesta en Egipto y Babilonia, puede revelar la importancia del hogar y de la función paternal en los procesos educativos (Ex 12:26; Dt 6:6–9).
La verdadera sabiduría, de acuerdo a esta tradición bíblica, es el temor al Señor, que se refiere directamente a la reverencia a Dios y el reconocimiento divino, experiencias necesarias e impostergables para desarrollar y fundamentar los valores morales y las convicciones espirituales indispensables para el éxito en la vida. De esta forma se afirma y reitera categóricamente que el principio básico de la sabiduría es el temor al Señor (Pr 1:7). La gente que «teme al Señor» fundamenta las decisiones que toman y basan lo que hacen en la vida en las enseñanzas de la Ley y en los principios que se destacan en la palabra de Dios.
En ese contexto educativo, el salmo revela algunas de las características necesarias para disfrutar la vida plena: Hablar la verdad, apartarse del mal, hacer el bien, y buscar y seguir la paz (vv. 13–14). La vida abundante está reservada para las personas que rechazan el engaño como estilo de vida, y las que afirman la paz, que es un resultado importante de la implantación de la justicia. La enseñanza del salmo es vital: La vida plena es la que no se fundamenta en la maldad de las mentiras y falsedades, sino la que desarrolla un estilo de vida que propicie la justicia, que es el valor que precede a la paz.
«Los ojos del Señor» (v. 15), que representan su conocimiento y sabiduría, están atentos a las personas justas. Dios ve y escucha el clamor de la gente que afirma la justicia como un valor impostergable en la vida, pues desea librarla de todas sus angustias, dificultades y problemas. El Señor observa y escucha sus plegarias, pues está muy cerca de los «quebrantados de corazón» y de los «contritos de espíritu» (v. 18), frases que destacan las dificultades intensas a las que la gente justa debe someterse.
La frase hebrea «el rostro del Señor» en la traducción de Reina-Valera se ha incluido como «la ira divina» (v. 16). El rostro es como un espejo que puede reflejar los sentimientos de las personas. En este contexto, el rostro de Dios revela su ira, manifiesta su furor, transmite su sentimiento de juicio. La ira divina se manifiesta contra la gente malvada, pues se contraponen a las personas justas. El juicio de Dios desea inclusive «eliminar la memoria de ellos», que es una manera metafórica de referirse a que Dios evitará hasta la influencia de maldad que puede ejercer el recordar sus nombres o acciones.
Las aflicciones y los problemas que debe enfrentar la gente justa en la vida son muchas, sin embargo, el Señor le librará de todas ellas. El salmista reafirma de esta forma su sentido de seguridad y esperanza: Por la intervención divina, los huesos de las personas justas—que son la parte interna más íntima de las personas y que en este contexto le dan contextura y apoyo al cuerpo—no serán quebrados. La imagen de «romper los huesos» alude a situaciones de enfermedad extrema y mortal (Sal 51:10; Is 38:13) o a alguna opresión intensa (Miq 3:3). La idea es que Dios impedirá la destrucción de su pueblo.
La seguridad del poeta es que el Señor librará a la gente justa de las adversidades y calamidades de la existencia humana, e impedirá que su vida interior sufra a causa de las acciones adversas y hostiles de sus enemigos. ¡La propia maldad de sus acciones les destruirá finalmente!
Finalmente, el salmo afirma que la gente justa será redimida por Dios pues le han manifestado al Señor su confianza plena y seguridad.
La reflexión cristiana en torno a este salmo destaca el concepto del temor al Señor, que puede fácilmente ser malinterpretado. La idea fundamental que transmite la frase bíblica «temor al Señor» no es el miedo patológico ni revela alguna actitud medrosa ente los desafíos de la vida. Temor a Dios es reverencia, reconocimiento de sus santidad, aprecio de su justicia, aceptación de su voluntad, e incorporación de sus preceptos. Temor a Dios es la actitud positiva en la vida que le permite a las personas enfrentar las adversidades con seguridad y fortaleza.
Es posible que una frase en las narraciones de la pasión en el Evangelio de Juan se relacione con este salmo: «No será quebrantado hueso suyo» (Jn 19:36), en referencia al cuerpo de Jesús. En el salmo (v. 20), el mensaje es de esperanza y seguridad. Los huesos, que pueden representar en el poema la integridad humana, serán protegidos por Dios mismo, que impedirá que se hiera mortalmente esa esencia humana especial e irreducible. El evangelista vio en la imagen del salmo una referencia ideal a la actitud de Dios en torno al cuerpo de Cristo: No permitirá el Señor que se desacralice el cuerpo exteriormente herido de Jesús, pero que interiormente está firme y seguro.

SALMO 35: «PLEGARIA PIDIENDO SER LIBRADO DE LOS ENEMIGOS»

El Salmo 35 presenta el lamento sentido y el dolor intenso de una persona que se allega ante Dios para explicar su causa, al entender que ha sido acusada y amenazada injustamente; además, el salmista eleva al Señor su oración pues la ingratitud la hecho que la gente que le rodea se convierta en adversaria y respondan con maldad a sus gestos de solidaridad y bondad. El lenguaje del poema incluye imágenes militares y también pone de manifiesto el ambiente jurídico de las cortes.
El salmo se compone de tres peticiones básicas, seguidas por tres promesas de gratitud o afirmaciones de seguridad de parte del salmista. Y aunque cada sección del salmo tienen su particularidad literaria y temática, la unidad del poema se revela en el uso del lenguaje religioso tradicional: ¡Posiblemente el salmo pone de manifiesto tres perspectivas diferentes de la crisis que enfrentó el rey ante las posibilidades reales de guerra!
El poema debe interpretarse como un salmo real en el cual el rey, amenazado por sus enemigos, y en representación del pueblo, eleva al Señor esta oración de petición de apoyo y ayuda. Probablemente las naciones enemigas se organizaron utilizando como excusa la violación de algún tipo de tratado o acuerdo entre sus naciones y el monarca de Israel. Ese contexto explicaría el uso del lenguaje militar y legal en el salmo. Este salmo se utilizaba en celebraciones religiosas o asambleas en el Templo de Jerusalén, ante la amenaza inminente de naciones enemigas o antes de salir a la batalla. Tanto el rey como el pueblo participaban de esta liturgia.
No es posible determinar con precisión la fecha de composición del salmo, por la naturaleza general del idioma utilizado y por lo común de las imágenes literarias propuestas; tampoco es posible identificar algún contexto histórico particular que explique los conflictos que se exponen en el poema, aunque es posible que provenga luego del período posterior a la deportación a Babilonia, en la época post-exílica temprana. Respecto al título hebreo del poema véase la Introducción. El Salmo se atribuye a David.
El análisis de la estructura literaria del salmo revela tres secciones temáticas mayores, que se identifican a continuación:

• La amenaza de guerra: vv. 1–10
• El trasfondo del conflicto: vv. 11–18
• Una oración por la victoria en la batalla: vv. 19–28

vv. 1–10: Esta primera sección del salmo contiene la oración de petición de ayuda divina ante la crisis que plantea la posibilidad de guerra. El lenguaje utilizado es militar y legal, pues el rey desea poner claramente de manifiesto la naturaleza de la dificultad enfrenta y la gravedad del problema que debe superar. Ante la posibilidad inmediata de guerra, el salmista suplica la intervención divina contra sus enemigos y perseguidores. La petición del salmista es clara, firme y decidida: Que Dios dispute, pelee, eche mano a las armas de combate y se levante, para que sus enemigos se avergüencen y confundan. El salmista, al reconocer la gravedad de la crisis, entiende que únicamente el Señor puede intervenir en favor de su causa para darle la victoria.
La primera petición del salmo pone de relieve la doble naturaleza legal y militar del problema, que caracteriza toda la oración. El uso de las palabras «disputa» y «pelea» revela la complejidad de la crisis. De un lado, hay un problema legal que requiere la intervención de un buen jurista; del otro, se manifiesta la posibilidad bélica que requiere la organización militar. La palabra «disputa» destaca las ramificaciones legales del conflicto, aunque en ocasiones se puede utilizar en contextos militares para referirse al «ataque» en el campo de batalla (Jue 11:25); «pelea» subraya directamente las implicaciones bélicas del clamor.
La lectura y evaluación de los vv. 2–3 revela que en la mente del salmista se destacan las imágenes militares, pues presenta a Dios como un guerrero victorioso, como un héroe militar (Ex 15:3; Dt 32:41; Sal 24:8). La frase «yo soy tu salvación» (v. 3) es posiblemente una expresión de apoyo, seguridad y afirmación pronunciada por algún sacerdote o profeta antes de salir a la batalla; era una especie de anticipación de la victoria que se esperaba por la intervención divina. La salvación es el resultado de la intervención divina que libera al pueblo de la calamidad que atenta contra su existencia y porvenir. El concepto hebreo de salvación incluye las ideas de victoria sobre los enemigos (Sal 60:11; 144:10) o sobre las fuerzas del caos primitivo (Sal 65:5–8), e incorpora los importantes conceptos de vindicación (Sal 72:4; 76:10), ayuda (Sal 69:15), y liberación de conflictos y calamidades (Job 30:15; Sal 18:20; 85:8).
El «escudo» era la protección móvil que el soldado utilizaba en el brazo; el «pavés» se refiere a la protección del cuerpo; y la lanza, que tenía su funda, era un arma de unos cuatro pies de largo, que tenía en su extremo una punta afilada de piedra, bronce o hierro, y podía ser lanzada como una especie de jabalina (1 S 18:11; 20:33) o utilizada en batallas cercanas como una espada (1 S 26:8).
Las peticiones que se incluyen en los vv. 4–6 revelan la confianza del monarca en las acciones de Dios y su deseo hacia sus enemigos. Para sus enemigos, el rey desea vergüenza y confusión, y añade que vuelvan atrás, el viento los mueva como a la paja, y que sus caminos sean tenebrosos y resbaladizos. La repetición de la palabra «sean» revela que puede tratarse de una adaptación de las maldiciones que se incluían en los pactos antiguos, para quienes no cumplieran con las estipulaciones del acuerdo. El rey le pie a Dios que ponga en efecto las maldiciones que se identificaron en el pacto con las naciones que le amenazan. La aplicación de esas peticiones del salmista o maldiciones era una manera de vindicación de la integridad y justicia del monarca amenazado.
Las referencias «al ángel del Señor» (vv. 5–6) introduce un nuevo factor en la batalla, que alude a las antiguas intervenciones divinas para ahuyentar y perseguir al enemigo (Ex 14:19). En este contexto, el «ángel» es el mensajero del Señor que tiene como finalidad básica apoyar los esfuerzos bélicos del pueblo de Dios. Es una imagen magnífica para destacar la capacidad divina de responder con efectividad a las amenazas de los enemigos, y es una particular fuente de esperanza para el salmista, que se siente acosado y abatido por las artimañas del enemigo.
La actitud hostil y despiadada de sus enemigos, para el poeta, es inexplicable: ¡Sin motivo alguno organizaron un complot para destruirlo, y sin causa cavaron un hoyo para apresarlo! Ante tal gesto de injusticia y traición, el salmista pide al Señor que recaigan sobre sus enemigos las trampas y los engaños que prepararon en su contra (vv. 7–8). Para describir la actitud impropia de sus enemigos, el salmista utiliza varias imágenes que aluden a los cazadores que intentan atrapar a sus presas con «redes» y «hoyos».
Para finalizar la primera sección del poema (vv. 9–10), el salmista anticipa la victoria y afirma que el Señor le hará justicia. Se alegrará «su alma» y «todos sus huesos» clamarán de jubilo, son maneras figuradas de expresar el contentamiento profundo e intenso del salmista. Una gran enseñanza del salmo es que el Dios bíblico libra y salva a la persona afligida, pobre y menesterosa de quienes intentan despojala de sus bienes.
vv. 11–18: La segunda sección del salmo, que pone de manifiesto el trasfondo y contexto del problema, introduce nuevamente los términos legales: Se alude a los testigos y al proceso de interrogación. Es posible que estos versículos aludan al proceso legal en el cual el rey era interrogado y escuchaba las personas que testificaban en relación a la ruptura del tratado que era el centro de la controversia. El argumento real era, sin embargo, que su actitud había sido de fidelidad y respeto a los acuerdos, y que su conducta demostraba solidaridad y humildad. Se revela claramente las inconsistencias entre las acciones del rey y la de sus adversarios.
La referencia a los «testigos malvados»—en hebreo, «testigos de violencia—alude a las antiguas leyes deuteronómicas (Dt 19:15), en las cuales se indica que para sustentar una acusación se necesitan dos testigos que coincidan en sus declaraciones. Un testigo falso recibía el mismo castigo que estaba estipulado para el delito que se le imputaba al acusado injustamente (Dt 19:19).
El argumento del salmista es firme y certero: Actuó en el marco de los acuerdos y manifestó misericordia. Aunque le pagaron mal por el bien que hacía, manifestó solidaridad, con sus vestiduras ásperas, ayunos y oraciones, cuando enfermaron sus compañeros, a quienes identifica como «hermanos» (v. 14), que ahora le perseguían y calumniaban. Su actitud ante la calamidad de sus enemigos fue de apoyo e intercesión, y la compara a la humillación y el luto que se manifiesta con la muerte de la madre.
La respuesta a sus gestos de amistad y fraternidad fue de alegría ante la adversidad, y se organizaron para destruirle. La expresión «crujir de dientes» alude a la hostilidad y agresividad, revela la actitud de maldad que fomenta la adulación, el escarnio y la truhanería. Como respuesta a las actitudes humildes del rey, sus adversarios reaccionan con vileza, amargura y traición. Los enemigos interpretaron las manifestaciones de humildad del salmista, como signos de debilidad, como indicadores de impotencia, como parámetros de inseguridad.
Al final de la sección el salmista incluye nuevamente un clamor de esperanza, incorpora una petición de ayuda, y presenta una oración de gratitud, seguridad y futuro. El poeta inquiere: ¿Hasta cuándo Dios permanecerá pasivo ante la actitud hostil de sus enemigos, que se organizan como leones dispuestos para devorar su presa? Sin embargo, antes de renegar y ofender a su Dios, el poeta declara su fe y afirma su esperanza en el Señor: «¡Te alabaré en medio de numeroso pueblo!» (v. 18).
vv. 19–28: La sección final del salmo incluye una oración que pone de manifiesto la esperanza y seguridad del salmista. El rey ora para que se le haga justicia, por su vindicación, y también clama para que sus adversarios reciban su merecido. Su petición inicial es que sus enemigos no se alegren de sus desgracias y dolores, pues son contentamientos infundados, sin causa.
«Giñar el ojo» (v. 19) es un gesto de complicidad, y revela la actitud hostil y beligerante de sus enemigos. La referencia a la «paz» (v. 20) tiene gran importancia en los tratados internacionales antiguos; en este contexto, la expresión «no hablan paz» alude a la actitud de los enemigos que está en clara contraposición a las estipulaciones pacíficas del tratado. Y la imagen de «ensanchar la boca» (v. 21) es un gesto de burla y hostilidad (Is 57:4).
Para el salmista el testigo verdadero es el Señor (v. 22). Y fundamentado en esa convicción le pide a Dios acción (vv. 22–24): Solicita la intervención divina; reclama que el Señor no guarde silencio ni se aleje en el momento de la dificultad; pide que se le haga justicia; y anhela que Dios sea su defensor. El salmista demanda que se reconozca su causa de forma publica (v. 25): que sus enemigos no se alegren de su adversidad, y que no afirmen que lo han derrotado. En su oración, el poeta dirige a sus enemigos una muy sentida imprecación: Que sean avergonzados y confundidos quienes se confabularon y engrandecieron para atentar en su contra (v. 26).
Para finalizar el salmo y la oración el poeta incluye una alabanza al Señor (vv. 27–28). La gente que apoya al salmista debe cantar y exaltar al Señor, pues Dios ama la paz de su siervo. Y en ese contexto de alabanza y gratitud, el salmista declara que su lengua hablará de la justicia divina y mantendrá la alabanza al Señor todo el día. Esas expresiones son producto de alguien que está confiado en su inocencia y sabe que su Dios le hará justicia en el momento oportuno.
La lectura cristiana del salmo pone de manifiesto dos temas de gran importancia teológica y pastoral. En primer lugar, el poema afirma las virtudes del Dios que rescata a las personas que están en necesidad, particularmente a los pobres y los menesterosos; además, el salmo afirma la importancia de la paz para sus siervos y siervas. El Dios bíblico no ignora el clamor de la gente que vive en angustia continua, producida por las diversas crisis e injusticias humanas; también el salmista afirma que la paz no es el ideal inalcanzable para la gente de fe, sino el propósito de nuestros programas y esfuerzos. La paz, que es el resultado de la implantación de la justicia, es un valor impostergable para los creyentes.
De la lectura del salmo se desprende, además, una singular actitud humana que no debe ignorarse en la vida: la realidad y maldad de los odios injustificados. De acuerdo con el poema, el salmista no se explica el origen de los resentimientos de sus enemigos. Una idea similar se revela en el Evangelio de Juan con respecto a Jesús. En el contexto de las narraciones de la pasión, Juan pone en boca del Maestro una muy importante frase que se asemeja y posiblemente alude al sentimiento del salmista: «Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su Ley: “Sin causa me odian”» (Jn 15:25).
La mejor respuesta a los odios sinrazón es la integridad y la conducta intachable, es el valor ante la adversidad, es la entereza en la crisis, es la firmeza ante el dolor, es la esperanza frente a la tribulación, y es la sabiduría ante la irracionalidad. Tanto el salmista como Jesús vivieron en carne propia el dolor agónico de ver a sus antiguos amigos que se confabularon contra ellos; sin embargo, atendieron el problema con salud mental y espiritual. No es la violencia la mejor solución a las manifestaciones de odio, sino la sabiduría que reconoce la capacidad divina de intervenir en el momento oportuno, y la capacidad humana de manifestar integridad y entereza en el momento adecuado.

SALMO 36: «LA MISERICORDIA DE DIOS»

El Salmo 36 se distingue en la Escritura por su belleza literaria y por las imágenes que utiliza para describir la gloria divina (vv. 5–9). De particular importancia es la célebre frase «en tu luz veremos la luz» (v. 9), que pone de manifiesto la importancia que el salmista le da a la revelación divina, que se convierte en el fundamento de la vida y la existencia humana: ¡Ver la luz equivale a vivir! Y esa afirmación teológica también se ha convertido en base para el desarrollo de importantes doctrinas y credos de la iglesia.
El salmo contiene tres temas de gran importancia teológica y pastoral. En primer lugar, se ponen de manifiesto las actitudes humanas que se fundamentan en la maldad e impiedad (vv. 1–4); se indica que las personas insensatas y tontas son que incorporan en sus vidas ese estilo de vida. Le sigue una afirmación de alabanza al Señor, que enfatiza varios de los atributos divinos: p.ej., misericordia, fidelidad y justicia (vv. 6–10). Para finalizar, el salmo incorpora una súplica por la misericordia de Dios, para evitar el sufrimiento de las personas justas y rectas de corazón (vv. 11–13). Esa progresión temática apunta hacia la unidad del poema.
Tradicionalmente, este salmo se ha catalogado y analizado de varias formas: como lamento individual o nacional, o como poesía sapiencial. Y, en efecto, una lectura cuidadosa del poema revela que incluye elementos de varios géneros. Posiblemente este salmo es una pieza poética escrita para la devoción privada y colectiva del pueblo, que debe ubicarse en la tradición sapiencial y educativa del Salterio (p.ej., Sal 1; 14). Quizá el salmo se utilizaba como parte del proceso pedagógico del Templo, en el cual el adorador se veía como una persona perseguida por opresores arrogantes. La influencia sapiencial del poema puede ser un indicador que su composición es de la época postexílica. El salmo se atribuye a David, y respecto a su título hebreo, véase la Introducción.
Preliminarmente, la estructura literaria del poema puede determinarse de forma temática, como se expone a continuación:

• El comportamiento de la gente malvada: vv. 1–4
• La misericordia divina: vv. 5–9
• Una súplica por el favor del Señor: vv. 10–12

Sin embargo, el estudio cuidadoso y sobrio del salmo revela que también incluye una particular estructura de quiasmo.
A. El comportamiento de la gente malvada: vv. 1–4
B. La misericordia divina: vv. 5–9
B′. Súplica por la misericordia del Señor: v. 10
A′. Oración de protección de la gente malvada: vv. 11–12

vv. 1–4: El tema inicial del salmo es el comportamiento de la gente malvada. La impiedad que les caracteriza les hace perder el temor al Señor, que es el principio de la sabiduría (Pr 1:7), y les impela a jactarse y creer que sus acciones no serán descubiertas ni rechazadas. La maldad que motiva sus acciones les hace perder la sensatez, proferir palabras inicuas, y les impele al fraude: ¡Rechazan el hacer el bien como estilo de vida! Esas personas meditan en la maldad, pues han decidido vivir de acuerdo a esos principios malsanos.
Para el salmista el fundamento de este tipo de comportamiento está muy dentro de las personas, «en su corazón» (v. 1). Al no temer a Dios, que equivale a rechazar sus postulados y valores, han quedado ciegos y no pueden percatarse el peligro en que viven. Actúan sin criterios morales que les impele a pensar y vivir según la insensatez y la maldad. ¡Hasta en sus camas—en referencia al momento de descanso y reflexión final del día, que debe utilizarse para meditar en la Ley (Sal 1:6)—la gente impía se dedica a la maldad! En efecto, el salmo explora la naturaleza del mal y sus consecuencias.
Un problema en el texto hebreo del salmo no se revela necesariamente en las traducciones al castellano de la Biblia. En los manuscritos hebreos al comenzar el salmo se incluye una palabra que tradicionalmente se traduce como «oráculo». A este término hebreo, generalmente en las Escrituras, le sigue el nombre divino, para formar la frase «oráculo del Señor». Posiblemente esa referencia directa a Dios se perdió en las transmisiones del salmo.
Para superar esta dificultad en el texto, la versión Reina-Valera ha unido la palabra hebrea a la idea de trasgresión e impiedad, y así formar la frase «la maldad del impío me dice».
vv. 5–9: Le sigue al tema del comportamiento inicuo y la depravación humana, la manifestación extraordinaria de la misericordia de Dios, que sobrepasa los límites terrenales y ¡llega hasta los cielos! (v. 5). El salmista desarrolla el tema de la misericordia divina y lo expende en relación a la fidelidad del Señor, que se levanta hasta las nubes, su justicia que es como los montes, y sus juicios como abismos grandes.
La misericordia del Señor es hermosa y extensa, y revela la esencia del carácter divino. Las imágenes literarias enfatizan la grandeza y las virtudes de los atributos del Señor. Y fundamentado en esa naturaleza misericordiosa, el Dios bíblico conserva, protege, ampara y salva a los seres humanos y los animales, que es una manera de reconocer la importancia del balance ecológico necesario para la salud ambiental. El ser humano, al reconocer esa grandeza, se cobija en la sombra de las alas de Dios, que es una imagen de protección y seguridad (v. 7).
La respuesta divina a esa actitud de humildad humana es de apoyo y reconocimiento. ¡El Señor desea satisfacer las necesidades humanas! La unión de la misericordia divina y la humildad humana producen bienestar. La gente piadosa se siente bien alimentada y saciada; además, esas personas justas beberán del «torrente de las delicias divinas» (v. 8), que es una imagen de saciedad y de satisfacción amplia y grata. La imagen del agua que produce vida, regocijo y satisfacción se aplica en este contexto a la misericordia de Dios (véase, además, Is 12:3; Jer 2:13). Ese deseo divino de salvar a la humanidad se pone de manifiesto en la idea de la luz (v. 9): Únicamente a través de la luz divina el ser humano puede ver su propia luz, que es una manera figurada de referirse a la vida plena que emana de la gracia y el poder divinos.
La frase «manantial de la vida» (v. 9) se refiere posiblemente a la capacidad divina de brindarle vida a la humanidad de forma continua e inagotable (Pr 10:11; 13:14; 14:27; 16:22). En el libro del profeta Jeremías se incluye una expresión similar aunque un poco más completa y extensa, al referirse a Dios como «fuente de agua viva» (Jer 2:13).
vv. 10–12: La sección final del salmo es una súplica intensa que reclama una vez más la misericordia y la justicia divinas. El salmista, para culminar el poema, reafirma la importancia de los atributos de Dios y presenta nuevamente la decadencia humana. Las personas soberbias están prestas a «golpear con el pié» y manipular a la gente justa y noble. Sin embargo, el futuro de esas personas malhechoras e impías es la caída de la cual no podrán levantarse jamás.
El salmo termina con los dos temas básicos que guían su mensaje: Las actitudes y la naturaleza de la gente malvada; y la revelación de la misericordia divina. A esos temas el salmista añade un asunto adicional de gran importancia teológica y práctica, al indicar que el futuro de las personas que fundamentan sus vidas y decisiones en la maldad es ser derribados sin posibilidad de incorporación. De esta forma el salmo finaliza con un tema que ya se había expuesto en el salmo anterior (Sal 35:5–6): La caída de la gente soberbia es una realidad.
Las lecturas cristianas del salmo identifican varios temas de gran relevancia y pertinencia. En primer lugar, el salmo presenta la complejidad de la naturaleza humana, destaca sus componentes de maldad, revela la iniquidad que se anida en el corazón de las personas. Esa realidad es la que se manifiesta en el mundo y propicia las injusticias y desesperanzas en la humanidad. El gran mensaje cristiano es el siguiente: Las personas que basan sus vidas en los principios malsanos, injustos e inicuos están sentenciadas a la caída y destrucción, para no levantarse jamás.
El salmo también afirma, en contraposición a la naturaleza humana, la misericordia divina. La contraparte de la maldad de las personas es la bondad y la fidelidad de Dios. Ante las manifestaciones de egoísmo y soberbia que atacan fuertemente a la sociedad contemporánea, se presenta airosa la misericordia divina que ilumina los caminos de los hombres y las mujeres de bien. Únicamente al descubrir la luz divina es que podemos disfrutar nuestra luz, que son expresiones metafóricas para referirse a la vida plena y grata que Dios le brinda a la gente justa, noble y fiel.
Las imágenes del agua y la luz del salmo (vv. 8–9) se desarrollan aún más en el Nuevo Testamento. De particular importancia es la interpretación de esas imágenes en relación al ministerio público de Jesús de Nazaret que, de acuerdo con el evangelista Juan, es «la luz del mundo» (Jn 9:5) y «el agua de la vida» (Jn 7:37–39).

SALMO 37: «EL CAMINO DE LOS MALOS»

El Salmo 37 presenta un tema de gran importancia teológica y práctica. El salmista explora el tema del sufrimiento de la gente justa y la prosperidad de la gente malvada, que es una preocupación que supera los límites del tiempo y las culturas. La pregunta básica del poema es la siguiente: ¿Dónde está la justicia divina, cuando hombres y mujeres nobles, piadosas, santas y justas sufren desgracias, a la vez que personas malvadas, impías, ingratas e injustas disfrutan de la prosperidad y viven felices? Este salmo trata de responder al importante tema del sufrimiento de la gente inocente, al igual que el libro de Job (véase, también, Sal 49; 73).
Los diversos temas que se exponen ponen claramente de manifiesto que el poema es un salmo educativo, que se relaciona íntimamente con la literatura sapiencial. Consiste de veintidós estrofas dispuestas de forma ordenada y acróstica, de acuerdo con el alfabeto hebreo, para apoyar posiblemente los esfuerzos de memorización de los estudiantes (véase Sal 9–10). Cada estrofa presenta una enseñanza particular—p.ej., como si fuera un proverbio corto—, que se relaciona directa o indirectamente mente con el tema general del salmo: La retribución y la recompensa de las acciones humanas. Además, cada estrofa está compuesta por cuatro lineas poéticas, con la excepción de los vv. 14–15, que tienen seis líneas, y los vv. 25–26, que tienen cinco.
El autor es posiblemente una persona de edad avanzada, un maestro de la sabiduría y la moral de la comunidad, que utiliza su experiencia en la vida para destacar algunos valores que son indispensables para vivir con salud mental y espiritual. Su objetivo es afirmar a las nuevas generaciones que los aparentes triunfos y gozos de la gente malvada es únicamente temporero y transitorio. El final de la gente que maquina maldades y prospera es la destrucción, mientras que las personas que encomiendan al Señor sus caminos recibirán y disfrutarán la justicia divina.
La identificación precisa de la fecha de composición del salmo es una tarea compleja. De un lado, las referencias a las disposiciones del pacto (v. 22) y las alusiones a la posesión de la tierra prometida (vv. 9, 11, 18, 22, 29, 34) pueden indicar su origen preexílico; del otro, el arreglo acróstico y los temas de sabiduría pueden ubicarlo luego del exilio en Babilonia. Referente al título hebreo del salmo, véase la Introducción.
La naturaleza acróstica del salmo hace muy difícil identificar alguna estructura temática y literaria general. El contexto básico del uso del salmo es posiblemente las escuelas de sabiduría que tenían como finalidad apoyar los esfuerzos educativos del pueblo afirmando los valores morales, éticos y espirituales que le daban sentido de cohesión e identidad nacional a la comunidad.
Una estructura temática general que puede contribuir al estudio de las ideas que se exponen en el salmo es la siguiente:

• La importancia de confiar en el Señor: vv. 1–11
• Los impíos perecerán: vv. 12–20
• La bendición de los justos: vv. 21–31
• Retribución y recompensa de los malvados: vv. 32–40

vv. 1–2 (En hebreo, la primera letra es Alef, que se suceden en el poema): La primera enseñanza del salmo es un llamado a resistir la tentación de envidiar el éxito de las personas malvadas (Pr 24:19; 23:17; 24:1). ¡Ese tipo de prosperidad mal habida no tiene fundamento moral! ¡Esa forma de triunfo basado en la injusticia es superficial! Para el salmista, esa actitud impropia de personas malignas y malhechoras es comparada con la hierba de los campos, que es cortada y se seca, es decir, no perdura, no echa raíces, no tiene futuro. ¡Esa forma de triunfo es temporera e ilusoria!
vv. 3–4 (Bet): La segunda lección subraya la importancia de la confianza en el Señor. En contraposición a la actitud insana de las personas malvadas, se presenta el estilo de vida que se fundamenta en el hacer el bien, que revela la importancia de descansar y deleitarse en Dios. Mientras que los impíos viven para ellos mismos y para satisfacer sus deseos egoístas, la gente piadosa recibirá la recompensa divina de la tierra—que alude a la estabilidad—, disfrutará del atributo divino de la verdad—que pone de manifiesto la naturaleza divina—, y recibirá las peticiones de su corazón—que es una manera de indicar que sus oraciones serán contestadas—.
La frase «confía en el Señor» es como un antídoto a la envidia y al resentimiento. Y «deleitarse» en el Señor sugiere la idea de permitir confiadamente que Dios le cuide y proteja. El salmista contrasta de esta forma dos estilos de vida: el de las personas injustas, que no tiene futuro, y el de la gente noble, que tiene porvenir y se proyecta al mañana.
vv. 5–6 (Guímel): El tema de la confianza en el Señor prosigue, y se expande. Encomendarse al Señor y confiar en su voluntad hace que se manifieste la justicia, incentiva la revelación del derecho divino. La esencia del buen vivir no son las posesiones ni los recursos económicos sino la confianza en el Señor, que es una manera figurada de indicar que se han asimilado los valores morales, éticos y espirituales que se relacionan con su naturaleza santa y justa. Los actos de piedad y contrición preparan el camino para las intervenciones de Dios. La respuesta divina a la confianza humana es la manifestación plena y grata de la justicia.
Las imágenes de la luz y el mediodía son importantes en el salmo. Indican que aunque algunas nubes pueden oscurecer temporeramente el panorama de la existencia humana, con el tiempo la oscuridad dará paso a la iluminación que es símbolo de la presencia del Señor.
v. 7 (Dálet): La idea básica del versículo se relaciona con las virtudes de la paciencia y la fidelidad. Ante el Señor se guarda silencio reverente, y se espera con un alto sentido lealtad, humildad y reconocimiento. ¡El éxito momentáneo de la gente que hace lo malo no debe turbar ni alterar a la gente piadosa!
vv. 8–9 (He): El consejo de este proverbio es directo y claro: La ira y el enojo no son los mejores aliados de la humanidad. La gente justa no debe sucumbir ante la tentación de hacer lo malo, porque el resultado de esas acciones es la destrucción; mientras que la recompensa de las personas que confían en el Señor es la posesión y el disfrute de la tierra, que es un símbolo de prosperidad, estabilidad, futuro y bendición divina.
vv. 10–11 (Vau): El salmista continúa aquí el tema que comenzó en la estrofa anterior. La paciencia y la fidelidad son valores indispensables para disfrutar las bendiciones divinas. La maldad y sus consecuencias serán exterminadas, mientras la gente mansa heredará la tierra y disfrutará de verdadera paz. Según el salmista, el futuro de la maldad es la destrucción, mientras que el porvenir de la bondad es el disfrute pleno de la vida.
Esta enseñanza es el fundamento de una de las bienaventuranzas más importantes de Jesús, de acuerdo con el evangelista Mateo (Mt 5:5): ¡Los mansos heredarán la tierra! En boca del famoso predicador de Nazaret las implicaciones espirituales del salmo superan los límites de los territorios palestinos, para abarcar el horizonte teológico mucho más amplio del Reino de Dios. La gente mansa es la que supera las tentaciones de la impiedad, es la que no se detiene ante los avances de los impíos, es la que no cede ante las tentaciones de ver la prosperidad de la gente malvada. La mansedumbre es un valor indispensable para incentivar la misericordia divina, y es el principio básico que motiva la acción liberadora de Dios.
vv. 12–13 (Zain): Esta enseñanza pone de relieve las contradicciones en la vida. Las personas impías se organizan para oprimir y sacar partido de la gente justa. La expresión «rechinar los dientes» alude a la actitud de violencia que se manifiesta al aprovecharse de las personas más necesitadas. El gran problema de las personas malvadas en el Salterio no sólo es que llevan a efecto sus planes egoístas e injustos, sino que fundamentan sus triunfos en el dolor y la opresión de los humildes, fieles y mansos de la sociedad. La respuesta del salmista a esa actitud de impiedad e injusticia es clara y firme: Dios se burla de esas personas inicuas, pues conoce que este tipo de triunfo no durará mucho, es pasajero y transitorio. El Dios bíblico está consciente de las actitudes malas de la gente opresora y en su momento hará justicia.
vv. 14–15 (Chet): Este proverbio pone claramente de manifiesto un principio ético fundamental en la vida: El mal que se organiza y ejecuta contra personas inocentes y fieles, a la postre se revierte contra quienes lo planificaron. Es el llamado principio de bumerang (Sal 7:12–16): La maldad regresa a herir a quienes la maquinan y ponderan. Las imágenes de la espada y los arcos simbolizan la violencia y la opresión y con frecuencia se utilizan para acentuar la maldad. La gran enseñanza es la siguiente: El pecado a la postre destruye a la persona pecadora, la maldad finaliza con la gente malvada, y la violencia culmina con las personas violentas (Sal 7:15–16; Jer 2:19; 5:25; 6:21).
vv. 16–17 (Tet): El mensaje del proverbio no se relaciona necesariamente con las virtudes de la riquezas y las calamidades relacionadas con la pobreza. El salmista enfatiza, esencialmente, el contraste básico entre la vida de las personas pecadoras y la gente justa. El objetivo del poema es poner claramente de relieve las virtudes de lo poco que se ha conseguido con justicia, en contraposición de la desdicha de las riquezas que se fundamentan en la injusticia y la opresión.
vv. 18–19 (Yod): Porque el Señor conoce muy bien «los días», es decir, las formas de vida, de la gente íntegra, les dará la heredad que les corresponde y no serán avergonzados en los tiempos difíciles, que en el salmo también se conocen como «días de hambre». El mensaje del salmo es que el Señor es la provisión de su pueblo en tiempos de hambre, que en la antigüedad eran vistos como calamidades mayores, como juicios divinos (1 R 17:1–16).
v. 20 (Caf): La idea central del versículo se relaciona con el destino adverso de la gente malvada e impía. Los enemigos del Señor serán consumidos de forma total y absoluta, se disiparán como el humo. La traducción y comprensión de la compleja expresión «como la grasa de los carneros», puede entenderse mejor «como la gloria de los pastos», pues el mensaje es de destrucción total, aniquilación absoluta. El salmista desea afirmar que la vida de las personas inicuas es como la hierba y las flores de los campos, transitoria, pues al poco tiempo de florecer se secan y queman.
vv. 21–22 (Lámed): Este proverbio (Pr 3:33) pone de manifiesto las diferencias abismales entre en el comportamiento de las personas impías y las justas. Se revela el fundamento de las acciones bondadosas: la misericordia. Esa misericordia, que ciertamente de acuerdo con el salmo es parte de la naturaleza y la revelación divina, hace que la gente leal sea bendita y herede la tierra, que es una imagen de prosperidad, bonanza, futuro, paz. Los hombres y las mujeres que no actúan según los principios de bondad y misericordia divinas, en contraposición clara a las bienaventuranzas y dichas que emanan del Señor, son malditos cuyo fin es la destrucción.
vv. 23–24 (Mem): El mensaje revela la soberanía divina (Pr 24:16), el poder del Señor que orienta, ordena y guía a la humanidad. Reside en Dios la capacidad y el poder para aprobar los caminos, las acciones, los esfuerzos, las decisiones, los proyectos y las prioridades de las personas. Esa manifestación de autoridad y poder divinos impide que las calamidades humanas sean terminales. El Dios bíblico, según este proverbio, sostiene de la mano a las personas justas para impedir que sus caídas sean finales y definitivas.
vv. 25–26 (Nun): El salmo afirma la misericordia divina que sobrepasa los límites del tiempo y de las generaciones. ¡Dios no desampara a la gente justa! El salmista declara esta verdad desde la perspectiva personal, revela su comprensión de la vida, manifiesta su entendimiento de las dinámicas sociológicas y sicológicas de la existencia humana: Dios bendice a la gente justa y leal y también a su descendencia. A través de su vida, el salmista ha visto cómo Dios provee el sustento necesario para que las personas se conviertan en bendición para las futuras generaciones.
vv. 27–28a (Sámec): La idea de estos versículos de difícil comprensión y traducción se relaciona con las diferencias fundamentales entre el bien y el mal, y las implicaciones de esas actitudes (vv. 3–4; Pr 12:28). Como el Señor ama la rectitud, la gente fiel sigue el camino del bien.
vv. 28b–29 (Ayin): En contraposición a esa idea grata de fidelidad y bondad, el resultado final de las personas que deciden guiar sus vidas fundamentadas en el mal será la destrucción, tanto de ellos como de su descendencia. La gente justa heredará la tierra (v. 9), símbolo de futuro y bondad, y «vivirá para siempre», que implica la idea de totalidad, sin que necesariamente sea una referencia precisa al concepto de eternidad que se pone de manifiesto posteriormente en la historia bíblica.
vv. 30–31 (Pe): Este proverbio pone en evidencia clara, de acuerdo al pensamiento hebreo, la relación íntima y clara entre la boca, la lengua y el corazón. El corazón, que alude en la cultura hebrea a la mente y a las dinámicas del pensamiento, dirige la comunicación que se transmite a través de la boca y la lengua. Un corazón fundamentado en los valores que emanan de la revelación de la Ley divina habla con sabiduría, y sus pies no resbalan, es decir, llega a su meta y logra sus objetivos en la vida.
vv. 32–33 (Tsade): Se revelan en estos versículos las actitudes de las personas malvadas contra la gente justa: los espían e intentan matarlos (Pr 1:11). Sin embargo, el Señor no permitirá que el mal se enseñoree y triunfe contra los hombres y las mujeres justas. ¡No serán condenados cuando los juzguen! El Señor no los dejará nunca. La alusión a «matarlo» no solo se refiere al asesinato de personas justas sino a su destrucción legal a través de las cortes. Dios, que es el foro último de implantación de la justicia, declara inocente a las personas fieles y leales que son juzgadas injustamente.
v. 34 (Cof): Se afirma aquí una vez más el tema de la paciencia, se destaca la importancia de la fidelidad, y se pone de manifiesto el triunfo del bien contra las fuerzas del mal. Ya en este salmo se han incluido y destacado algunos de estos temas (véase, p.ej., vv. 7, 9, 11).
vv. 35–36 (Resh): La idea del mensaje es la transitoriedad de la gente impía. A primera vista, las personas malvadas lucen bien, coloridas, fuertes y frondosas, que son imágenes de bondad; sin embargo, al poco tiempo todas esas bellezas se desvanecen y desaparecen. El énfasis de estos versículos es de ilusión y engaño (Pr 1:3).
vv. 37–38 (Sin): Dios considera y mira a las personas justas, que son formas figuradas de indicar el favor divino, maneras de revelar la dicha y virtud que esperan a la gente de paz (Pr 23:18). Y en contraposición a ese futuro de esperanza y bondad se revela el porvenir de las personas transgresoras e impías: destrucción y extinción.
vv. 39–40 (Tau): Finaliza el poema con un pensamiento que recoge el fundamento teológico que guía las enseñanzas del salmista. El Señor le brindará a las personas justas las siguientes virtudes: Salvación, fortaleza, ayuda y liberación. Porque tuvieron confianza en el Señor y paciencia, recibirán el apoyo necesario en momentos de angustia y desesperanza. En efecto, el salmo culmina con el mensaje un seguridad y fortaleza: No estará desamparada, en los momentos de crisis, la persona que confía en el Señor.
De singular importancia teológica y pastoral para las iglesias cristianas es la afirmación directa en torno a los mansos que se incluye en este salmo (v. 11). Esa declaración se incorporó en el discurso de Jesús, de acuerdo con el evangelista Mateo, en una extraordinaria bienaventuranza (Mt 5:5). Las bienaventuranzas, que ponen de manifiesto el corazón del mensaje cristiano, sirvieron de marco para contextualizar su mensaje. Esa relación directa e íntima del salmo con el mensaje cristiano se manifiesta también con fuerza en las otras bienaventuranzas: p.ej., personas pobres, que sufren, que tienen el hambre y sed de justicia, misericordiosas, pacificadoras, y el sufrimiento por causa de la justicia.

SALMO 38: «ORACIÓN DE UN PENITENTE»

El Salmo 38 contiene la oración sentida de una persona enferma que, junto a la calamidad física, enfrenta el abandono de sus familiares y amigos, y experimenta la persecución y el rechazo de sus enemigos. El salmista expresa de forma intensa en este poema un profundo sentimiento de abandono y alienación, que se fundamenta en una percepción teológica similar a la de los amigos de Job, pues relaciona su enfermedad con algún pecado que debe ser confesado y perdonado.
El presupuesto teológico del poema es que la gente sufre enfermedades como resultado de sus iniquidades, y debe presentarse ante Dios y confesar su transgresión para recibir sanidad. Este salmo pone de manifiesto la forma en que la comunidad antigua entendía las enfermedades, no solo como un problema médico y clínico sino como un fenómeno social, sicológico y espiritual, que afectaba adversamente la totalidad de la persona y su entorno. El salmo es una oración personal que le recuerda al Señor la angustia y aflicción de su siervo.
El género literario del salmo es de súplica o lamentación, y su uso principal en la sociedad israelita, posiblemente, era la plegaria personal de personas enfermas que se allegaban a Dios en oración para presentar su causa y esperar la misericordia divina. Aunque el salmo revela claramente que la enfermedad se manifestaba en la piel (vv. 5, 7, 9), el poema no parece que se utilizara en las ceremonias religiosas que se asocian a los ritos de sanidad que se incluyen en el libro del Levítico (Lv 13–15). En el Sal 6, que también es un salmo de enfermedad, el cambio en el tema y el tono de la oración pueden ser indicadores de alguna respuesta profética en la liturgia, respuesta de seguridad y esperanza para la persona que adora, que no es el caso en el Sal 38.
Este poema se escribe en veintidós estrofas, que representan las letras del alfabeto hebreo, aunque no es acróstico, y cada versículo incluye dos lineas poéticas, con la excepción del v. 12 que tiene tres y destaca el tema que se enfatiza en la nueva sección del poema. El idioma utilizado es generalmente estereotipado y común en plegarias de clamor y súplicas. Por lo elaborado de su estructura literaria y los temas expuestos, el salmo revela la creatividad de su autor, que proviene del período preexílico, posiblemente de la época de David o quizá de los tiempos de Jeremías. Respecto a su título hebreo, que lo asocia con David, véase la Introducción.
Aunque la expresión hebrea «para recordar» que se incluye en el título del salmo (también en el Sal 70), en ocasiones se relaciona con las ofrendas memoriales (Lev 2:2; 24:7), su uso en este salmo no necesariamente indica algún uso litúrgico. En este contexto específico la frase puede ser un recordatorio a la persona que adora que debe tener memoria de las grandes acciones e intervenciones de Dios en la historia nacional y entre las personas del pueblo que han recibido el favor divino. La frase también puede ser un indicador del uso que se le dio al Salmo posteriormente en la historia. La versión griega del Antiguo Testamento indica que esta oración debía utilizarse en las ceremonias de los sábados, que confirma su uso litúrgico regular.
La estructura básica del salmo se desprende del análisis temático:

• Petición de misericordia: v. 1
• Descripción de la enfermedad: vv. 2–10
• Reacción de amigos y relacionados ante la enfermedad: vv. 11–20
• Petición de apoyo y liberación: vv. 21–22

v. 1: La oración inicial revela la preocupación central del poema (véase también Sal 6:1). El salmista no desea recibir el furor ni la ira divina. Entiende su situación inmediata como la manifestación del castigo y juicio de Dios. De acuerdo con la oración, el salmista relaciona su condición personal de salud a la voluntad divina. El salmo revela la oración de alguien que se siente seriamente angustiado por alguna calamidad física, y no puede explicar el origen de su condición de otra forma. Su explicación es religiosa, espiritual, personal: ¡Dios le castiga por algún pecado o maldad que debe confesar (v. 18)!
El fundamento teológico de esta percepción y comprensión de la vida no es difícil de entender. En primer lugar, el salmista experimenta el dolor y la angustia de la enfermedad; luego, afirma que Dios es poderoso y supremo, y que debió, por lo menor, haber permitido el problema; y, finalmente, entiende que para superar su condición, debe confesar sus pecados. Ese tipo de teología es la que también se manifiesta en el libro de Job, particularmente se revela en el análisis que hacen sus amigos de la calamidad que le azotaba. En el Evangelio de Juan también se incluye un relato muy interesante que presenta la misma percepción teológica que une las enfermedades con los pecados (Jn 9); sin embargo, el Señor, según la narración evangélica, indicó que la enfermedad del invidente no era producto del pecado sino una oportunidad extraordinaria para manifestar la gloria de Dios.
vv. 2–10: La descripción de la enfermedad comienza con una afirmación metafórica: ¡Todo se debe a las saetas divinas y la mano del Señor! De acuerdo con el salmista, la calamidad que le embarga y el dolor que le aflige es el resultado inmediato de la acción de Dios, que le persigue y asecha, como un cazador a su presa. La referencia a «la mano» del Señor es símbolo de poder y autoridad, y forma parte de la metáfora del juicio divino y la hostilidad que afirma el salmo (1 S 6:3, 5; Job 19:21; Sal 32:4; 39:10).
Las imágenes de las saetas o flechas divinas que se utilizan en la Biblia (véanse Dt 32:23; Job 6:4; Sal 7:12; Lam 3:12) posiblemente provienen de la mitología cananea: Resheph, en la ciudad de Ugarit, era el dios de las pestilencias y enfermedades, y entre los fenicios se conocía como «el arquero». El salmista posiblemente utiliza esta idea antigua para enfatizar el origen divino de su calamidad.
La relación directa entre la enfermedad y el juicio divino se revela claramente en el v. 3: La carne está enferma por la ira divina, los huesos están destruidos por su pecado. La metáfora incluye la totalidad física del enfermo. La carne se refiere a la parte exterior de su cuerpo, los huesos aluden a su condición interna. De acuerdo con estas expresiones, el pecado humano mueve el juicio de Dios hasta afectar adversamente la totalidad de su estado de salud.
La descripción poética de la enfermedad es tan amplia que puede abarcar a casi la totalidad de los problemas de salud. La referencia a la carne y los huesos es posiblemente una forma literaria para aludir un número amplio de enfermedades. De particular importancia para el poeta son las siguientes condiciones físicas: llagas supurantes y de mal olor, locura e insanidad mental, desviación en la columna vertebral, úlceras, debilidad, dolor en el cuerpo, taquicardia, dificultad en la respiración, impotencia y ceguera (vv. 5–9).
Las condiciones físicas, internas y emocionales a las que alude el poeta son extensas, y pueden abarcar infinidad de enfermedades. El objetivo del salmo, posiblemente, es ofrecer a las personas enfermas la posibilidad de identificarse con alguna de esas condiciones de salud para que el poema tuviera relevancia y sentido de inmediatez. Por ese propósito de pertinencia temática no es posible identificar la enfermedad específica del poeta, que más que revelar la naturaleza particular de su condición de salud intenta articular una oración que sirva de guía a las personas que sufren calamidades físicas.
vv. 11–20: La consecuencia inicial de la enfermedad en el salmista es el sentimiento profundo de culpa y de distanciamiento de Dios que se manifiesta en la primera sección del poema. ¡El salmista une su condición precaria de salud a su estado espiritual pecaminoso! A esa realidad espiritual, física y emocional básica se debe añadir el resultado social de la calamidad: ¡La respuesta de la comunidad a su condición de salud! El salmo describe la actitud de alejamiento y separación que manifiestan sus amigos, compañeros y personas cercanas (v. 11); sus enemigos procuran continuamente su mal, mediante artimañas y engaños (v. 12); y los contrarios le pagan mal por bien (v. 20).
La respuesta de la comunidad ante su enfermedad ha sido adversa. Y aunque este sentimiento agudo de persecución y hostilidad puede revelar algún nivel de paranoia del salmista, el sentimiento de soledad y el ambiente de rechazo ponen en clara evidencia la dificultad social en la cual el salmista está inmerso. La crisis existencial del poeta tiene dos dimensiones inmediatas y complejas: la física, que se relaciona con su enfermedad y con su condición frágil de salud; y la social, que se manifiesta en la actitud impropia de la comunidad ante la precariedad de su salud. Posiblemente la apariencia física generada por la enfermedad física provocaba rechazo en la comunidad, que podía estar preocupada por las posibilidades de contagio. En la antigüedad se pensaba que estar cerca de alguna persona enferma podía facilitar la contaminación, independientemente del problema de salud.
Las reacciones del salmista ante las actitudes de la comunidad son de silencio y prudencia. Actúa como si estuviera sordo y mudo frente a esas actitudes de poca solidaridad y rechazo. La esperanza del salmista no está en las acciones de amigos, enemigos y familiares, sino en la capacidad divina de responder a las necesidades humanas. El poeta se dice a sí mismo que, como confía en el Señor, sus enemigos no deben alegrarse de sus congojas y calamidades (v. 16). Y cuando reconoce la posibilidad real de su dolorosa caída, recurre a la confesión sincera de sus pecados y transgresiones.
vv. 21–22: La sección final del salmo incluye una muy importante oración de esperanza y seguridad, que repite algunos temas y recuerda varias expresiones de otros salmos (p.ej., Sal 22:1, 11, 19). El salmista reconoce que únicamente Dios puede escucharle en el momento de la crisis, y afirma que sólo el Señor puede ampararlo en el momento de la dificultad. Aunque los enemigos se multipliquen y se acerquen de forma agresiva y peligrosa, el poeta confía en Dios y reclama del Señor su cercanía, protección, ayuda y liberación. El salmo, que comienza con una petición por la misericordia divina (v. 1), finaliza con una afirmación de fe y seguridad (v. 22). Lo que le brinda al salmista su sentido de esperanza y seguridad en medio de la crisis personal y social es la gran afirmación teológica con la que concluye el poema: ¡Señor, salvación mía! (v. 22).
Este poema es parte del grupo de salmos que se conoce tradicionalmente en las liturgias cristianas como de arrepentimiento o penitenciales (Sal 6; 32; 51; 102; 130; 143), particularmente utilizados durante la Semana Santa. La lectura cristiana de estos salmos revela las complejidades físicas, sociales, sicológicas, teológicas y espirituales de las enfermedades. Además, el análisis de la teología que se manifiesta en estos poemas revela la antigua relación entre las enfermedades y los juicios de Dios que deben ser estudiados con detenimiento y revisados con sobriedad teológica para su uso en la sociedad contemporánea.
Posiblemente la gran enseñanza del salmo se relaciona con un tipo de teología antigua que debemos abiertamente rechazar en la actualidad: Las enfermedades no son producto del juicio divino a las personas. Junto al mensaje del libro de Job y la revelación de Jesús al ciego de nacimiento (Jn 9), este salmo puede ser un buen ejemplo de que las percepciones antiguas de la salud y las enfermedades deben ser revisadas a la luz de la totalidad del mensaje bíblico. Y aunque, en efecto, puede haber condiciones de salud que sean el resultado inmediato de las acciones humanas, no podemos indicar que todas las enfermedades que sufren las personas son las respuestas divinas de juicio e ira a los pecados de la humanidad.
Las experiencias de salud y bienestar físico varían de persona a persona. En ocasiones, la gente se enferma de forma temporera y recobra posteriormente la salud. En otros casos, la enfermedad es prolongada, compleja y se convierte en una condición terminal que antecede a la muerte. Y aunque ambas condiciones requieren la consolación divina y el favor misericordioso del Señor, son los casos terminales, como parece ser la experiencia del salmista, los que más hieren y afectan adversamente a la gente.
El Salmo 38 no ofrece una solución clara a ese dilema agudo. La única respuesta del salmista a esta condición compleja y precaria de salud es la oración. La articulación misma del salmo es una forma de elocuente de enfrentar la vida y la muerte. Aunque la salud se ha ido, el salmista continúa su oración, mantiene su plegaria, prosigue con su vida de piedad. La última palabra de su clamor es reveladora, pues su oración está dirigida al Dios que es la fuente de su salvación. La expresión final del poeta no es la desesperación enfermiza ni el reproche frustrado sino la seguridad que proviene de la fe en el Señor.

SALMO 39: «EL CARÁCTER TRANSITORIO DE LA VIDA»

El Salmo 39 es el testimonio personal de una persona que sufre de forma silenciosa por mucho tiempo, y que ante tanto dolor ha decidido exponer ante Dios su queja y lamento. El salmista se cansó de sufrir calladamente y, en oración, le pide apoyo y fortaleza al Señor. Y esa petición de ayuda divina está acompañada de una meditación intensa sobre la brevedad y precariedad de la vida.
La oración del salmista está caracterizada por lo personal e íntimo, que en varias ocasiones puede revelar niveles autobiográficos. Aunque el trasfondo del sufrimiento y dolor no se pone claramente de manifiesto en el salmo, es posible que se trate de alguna enfermedad o inclusive de las condiciones de salud que llegan con los años. De todas formas, el motivo de la oración es secundario ante el análisis y las reflexiones que se presentan en torno a la vida. De particular importancia en el poema son los pensamientos en torno a la proximidad de la muerte.
Este salmo es una súplica personal o lamento que transmite el sentimiento de dolor de una persona que se siente débil e impotente ante la vida. Posiblemente este salmo no se escribió para su uso litúrgico en el Templo, sino para que sirviera de guía a las oraciones personales de personas angustiadas y afectadas por las diversas calamidades de la vida como las enfermedades y la vejez.
Los temas que se revelan en las reflexiones ubican el poema en la tradición educativa de la literatura sapiencial. En efecto, podemos relacionar el sentimiento del autor del salmo con el mensaje del libro del Eclesiastés, aunque sin el pesimismo extremo del Qohelet. Por sus relaciones temáticas y literarias con la literatura de sabiduría, posiblemente el salmo se escribió luego del exilio en Babilonia. Y respecto a los títulos hebreos, que relacionan el salmo con «el músico principal», Jedutún (Sal 62:1; 77:1) y David, y sobre la expresión selah (vv. 5, 11) véase la Introducción.
La estructura literaria del salmo es sencilla:

• Descripción del estado anímico del salmista: vv. 1–3
• La transitoriedad de la existencia humana: vv. 4–6
• Oración y petición de ayuda: vv. 7–13

vv. 1–3: El salmo comienza con una palabras de reflexión personal. El salmista habla consigo mismo y afirma que sus palabras ante Dios deben ser sobrias, prudentes y sabias. La filosofía de esa actitud en la vida es que es mucho mejor estar callado que hablar palabras impropias de las cuales la gente deba arrepentirse posteriormente. El poeta ha decidido a permanecer en silencio para evitar el pecado de la palabra soez; ha optado por esconder sus sentimientos para impedir la expresión imprudente; ha escogido la ruta de la prudencia para eliminar la posibilidad de la comunicación indeseable. Como está consciente de las dificultades que le rodean, el salmista no desea complicar aún más su situación con expresiones que pueden ser impropias y pecaminosas.
Las imágenes que se utilizan para describir la actitud del salmista revelan un gran poder de autocontrol y sobriedad: «guardar mi boca con freno» (v. 1), «enmudecer con silencio» (v. 2) y «callar aún respecto de lo bueno» (v. 2), que también puede muy bien significar «me callé más de lo conveniente». Y aunque se sentía acosado por sus enemigos y adversarios, que describe como impíos (v. 1), que le incitaban a hablar y responder, el salmista siguió el camino del silencio. Inclusive, el poeta, cuando su corazón se enardecía y su meditación se encendía como un fuego, prefirió hablarle a Dios antes que responder imprudentemente con reproches y insultos.
Sin embargo, la firme determinación de permanecer en silencio cedió el paso a una serie de reflexiones personales que se articulan en forma de diálogo con Dios. La frase «se enardeció mi corazón» se utiliza en la Biblia (Dt 19:6) para describir la intensidad del sentimiento de una persona que ha perdido un ser querido. El salmista siente la energía que proviene como de un fuego (Jer 20:9), y decide comunicarse con el Señor.
vv. 4–6: Cuando el salmista se decide a expresar sus preocupaciones ante Dios, lo hace de forma sobria, prudente, respetuosa, sabia y grata (Job 7:16; 8:9; 14:1–2; Ec 6:2). El poeta inquiere sobre el significado de la existencia humana de manera indirecta, y pregunta sobre el propósito de la vida de forma respetuosa. No le dice directamente al Señor sus sentimientos al ver que las personas impías prosperan y la gente justa sufre. No llega ante Dios con preguntas directas en torno a la justicia divina. La forma de diálogo es indirecta, y las preguntas mismas incluyen parte de las respuestas. El poeta desea saber lo siguiente: ¿Cuál es el propósito de su vida? ¿Qué tiempo tiene para vivir? ¿Cuánta es la fragilidad de su existencia?
El propio salmista responde parcialmente a sus interrogantes ante Dios. La vida es muy corta, que ante Dios es nada (v. 5), y es transitoria y volátil como un soplo, como el aire que lo controlan fuerzas invisibles al ojo humano. La expresión traducida al castellano en las versiones Reina-Valera «término corto» (v. 5), proviene de la expresión hebrea «un palmo menor», que era la medida más pequeña en el sistema bíblico—p.ej., se refería a la medida de los cuatro dedos de la mano—(1 R 7:26; Jer 52:21). De esta forma el salmista reduce la existencia humana, desde la perspectiva divina, a algo pequeño e insignificante. Posteriormente la metáfora se expande para indicar que la vida es como uno soplo (v. 5) o una sombra (v. 6) que fortalecen los componentes de lo insustancial y efímero de la existencia.
El propósito del poema es poner de relieve que la gente que se afana y lucha desmedidamente para amontonar riquezas no sabe quién posteriormente las disfrutará (v. 6), por la naturaleza temporal de la existencia humana. Por más que se afanen las personas por aumentar sus capacidades económicas en la vida deben reconocer que al final la vida es corta y les permite disfrutar sus haberes únicamente de forma parcial y temporera. Al final, de acuerdo con el salmista, nadie sabe quién disfrutará el fruto del trabajo arduo e intenso.
vv. 7–13: La oración final del poema regresa a la pregunta básica: ¿Qué se debe esperar del Señor? La respuesta implícita es clara: Es mucho más que riquezas, deleites, fama, prestigio, poder, victoria, salud, salvación, prosperidad y paz. La esperanza del salmista está en el Señor, que tiene el poder de liberarlo de sus transgresiones y pecados; además, Dios posee la capacidad de evitarle ser la burla de sus enemigos e insensatos. Como la vida es transitoria, el salmista opta por lo fundamental de las virtudes divinas. Y esa convicción le instó a permanecer silente ante las adversidades de la vida (v. 9), pues reconoció lo efímero de la existencia y la capacidad divina de liberación.
Una sección del salmo revela la teología que une las enfermedades con los pecados (vv. 10–11). El salmista clama para que el Señor le quite la «plaga» que le afecta, que es una manifestación de la mano divina que se revela en forma de juicio. Y añade directamente el poeta que el Señor castiga a los pecadores, en referencia a las calamidades y plagas mencionadas anteriormente (v. 10), y los deshace, pues el ser humano es como el polvo.
La alusión a «las plagas», en este contexto del salmo, puede muy bien ser una referencia metafórica general al juicio divino, no necesariamente se relaciona con las enfermedades. Y, aunque ciertamente el Dios bíblico juzgará al ser humano por sus iniquidades, el propósito del castigo divino es la corrección, la transformación de la conducta, la renovación de las actitudes, y la modificación de las acciones y motivaciones en la vida.
El poema finaliza con una petición adicional, que pone de manifiesto el peregrinar teológico y espiritual del salmista. El poeta le pide al Señor que escuche su clamor y oiga su oración, e implora que vea sus lágrimas (v. 12). Reconoce también su condición de forastero y advenedizo ante Dios, que destaca el reconocimiento de su fragilidad y dependencia. Y culmina con una afirmación de seguridad personal: ¡Para no perecer y poder triunfar en la vida se necesita el apoyo divino! ¡Se requieren las fuerzas del Señor para proseguir y ser victorioso en la vida!
Las referencias a los «forasteros» y «advenedizos» ponen de manifiesto la transitoriedad de la vida. Ese tipo de personas puede habitar únicamente en los lugares para las cuales tienen permiso expreso del dueño de las tierras. En estas imágenes se resalta la idea de dependencia de Dios y se subraya el concepto de amparo divino. También pueden ser un indicador de que el salmo proviene de una época donde el pueblo no poseía la tierra, p.ej., la época postexílica.
La enseñanza fundamental del poema se relaciona con la transitoriedad de la vida. Afectado, posiblemente, por las dificultades que experimenta, el salmista entiende que la vida es breve, frágil, transitoria y temporal. Los dolores que vive, mueven al poeta a interpretar la existencia desde la perspectiva del tiempo, y le desafían a explicar la existencia como algo pasajero. Por carecer de salud y estar rodeado de conflictos el poeta no comprende adecuadamente las virtudes e implicaciones a largo plazo del significado de vivir. Cautivo en su dolor existencial, el salmista no puede entender las dimensiones de la vida que superan las realidades inmediatas.
En torno a este tema, la perspectiva cristiana supera los límites del tiempo y se sobrepone a las dificultades físicas. El significado de la vida no depende de las condiciones que rodean la existencia humana sino de la fe que se fundamenta en el Cristo de Dios y se basa en la esperanza de la resurrección. En la Primera epístola de Pedro se toma la idea de transitoriedad del salmo y se presenta a los creyentes como «extranjeros y peregrinos» (1 P 2:11; Sal 39:12); tema que se desarrolla aún más en la Epístola a los Hebreos, cuando se indica que los grandes héroes de la fe reconocieron que fueron «extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (He 11:13).
Para el salmista la vida tenía significado en términos del tiempo y las condiciones que rodeaban su existencia. De acuerdo con la teología del Nuevo Testamento, la vida cobra dimensión nueva a la luz de la teología de la resurrección que añade la perspectiva de eternidad y futuro a la fe. La comprensión de la existencia y el aprecio a la vida no se deben fundamentar en ideas transitorias y débiles, sino en conceptos firmes y estables. La esperanza en la resurrección le provee a la gente la seguridad necesaria para descubrir y apreciar la existencia humana como regalo divino, que no está cautiva a los límites del tiempo.

SALMO 40: «ALABANZA POR LA LIBERACIÓN DIVINA»

El Salmo 40 consta de dos secciones principales, que unen un cántico personal de acción de gracias por las intervenciones del Señor en el pasado (vv. 1–10) con una súplica o lamento individual (vv. 13–17), que se articula desde una situación de peligro extremo; varias afirmaciones teológicas (vv. 11–12) sirven de enlace entre las dos partes del poema. En la primera sección, el salmista afirma: Ante situaciones de crisis el Señor ha respondido a sus clamores de forma salvadora en el momento preciso. Y fundamentado en esas acciones previas de Dios, el salmista se allega ante la presencia divina para suplicar una nueva manifestación redentora.
Tradicionalmente este salmo se ha entendido como la unión de dos poemas independientes. Esa teoría se basa prioritariamente en dos características del salmo. En cada sección se manifiestan diferentes estilos y formas literarias—p.ej., acción de gracias (vv. 1–10) y súplica individual (vv. 13–17)—; y, además, los versículos 13–17 constituyen, casi sin variaciones, el Salmo 70. El presupuesto literario del salmo es que cada sección formaba un salmo independiente que finalmente se unieron para responder a las necesidades de adoración del pueblo.
Una lectura cuidadosa del salmo, sin embargo, revela elementos que ponen de manifiesto su unidad literaria. En primer lugar, es importante reconocer que varias palabras e ideas de importancia se repiten en las dos secciones básicas del poema, entre las que podemos identificar las siguientes: pensar (vv. 5, 17), aumentar (vv. 5, 12), enumerar (vv. 5, 12), ver (vv. 3, 12), agradar (vv. 6, 8) y salvar (vv. 10, 16). Además, las diferencias de forma o estilo literario de las dos secciones del salmo no necesariamente se relacionan con diferencias de autor sino con sus peculiaridades litúrgicas. Al igual que el Salmo 27, este poema se utilizaba en los cultos y manifiesta una progresión lógica desde las gratitudes por las intervenciones pasadas del Señor hasta los clamores y súplicas por las manifestaciones divinas en el presente. De esta manera este salmo se mueve del recuento histórico a la oración actual.
Es probable que este salmo formara parte de las liturgias que utilizaba el rey para suplicar la intervención de Dios ante la proximidad de alguna crisis nacional. El salmo posiblemente proviene del período preexílico, cuando estaba en función todavía la monarquía en Israel, y el autor era posiblemente una persona allegada al rey. El Salmo 70, que es la revisión menor del Sal 40:13–17, puede ser el intento de la comunidad postexílica de rescatar un antiguo salmo de la monarquía para su uso posterior, en el período cuando la institución del rey había dejado de existir en Israel. Respecto a los títulos hebreos del salmo, véase la Introducción.
La estructura del poema es la siguiente:

• Oración de acción de gracias: vv. 1–10
• Oración de transición: vv. 11–12
• Súplica ante la crisis: vv. 13–16
• Oración por las intervenciones futuras del Señor: v. 17

vv. 1–10: Esta sección del salmo pone las bases teológicas para que el rey pueda presentar sus peticiones ante Dios. La espera paciente hace que el Señor se incline y escuche el clamor del rey. El Dios bíblico está atento a las necesidades de su pueblo y responde a sus clamores en el momento adecuado (Ex 3:1–15). La idea inicial del poema es afirmar que las oraciones y peticiones previas hechas al Señor por el rey tuvieron sus contestaciones en el momento adecuado. La paciencia es un elemento fundamental en la oración, pues pone en la esfera humana la necesidad de demostrar su confianza en el Señor sin tomar en consideración las presiones del tiempo.
La intervención divina sacó al rey, y por consiguiente al pueblo, del «pozo de la desesperación» y «del lodo cenagoso» (v. 2), que son imágenes que ponen de relieve la naturaleza de las crisis que ha tenido que enfrentar su reinado, revelan la complejidad de los problemas. «Poner los pies sobre peñas» y «enderezar sus pasos» (v. 2) revelan que las intervenciones divinas generan estabilidad, seguridad, fortaleza y firmeza. La idea es destacar la transición de la inseguridad a la seguridad, de lo frágil a lo estable, de lo que no tiene fundamento a lo que tiene una base permanente. Finalmente, las acciones de Dios, hacen que el rey entone alabanzas y «cánticos nuevos» (Sal 33:3), que es una imagen de júbilo, contentamiento y felicidad, para que la gente vea lo que puede hacer el Señor con su pueblo y reconozca su poder y autoridad (v. 3).
El salmo, una vez reconoce la capacidad divina de intervención, presenta una importante bienaventuranza. Es dichosa la gente que confía en el Señor y no se deja impresionar ni engañar por las personas soberbias ni se desorientan por las palabras y actitudes de las mentirosas. Son felices quienes no permiten que las actitudes arrogantes y hostiles les desconcierten ni atribulen; viven alegres quienes no se desvían en la vida para seguir en pos de «la mentira» (v. 4), que en la Biblia con frecuencia alude a los dioses falsos de los pueblos paganos (Sal 24:4). Y en contraposición a las prepotencias y falsedades humanas, el Señor aumenta de forma extraordinaria sus maravillas y pensamientos positivos hacia su pueblo. ¡No es posible contar o enumerar esas bendiciones divinas (v. 5)!
Las referencias a los sacrificios y las ofrendas en el salmo (vv. 6–7) deben entenderse a la luz de las leyes y mandamientos para los reyes que se incluyen en el libro del Deuteronomio. Cuando el salmista indica «en el royo del libro está escrito sobre mí» (v. 6), posiblemente se refiere a esas estipulaciones legales, conocidas como «la torá de los reyes» (Dt 17:14–20). El corazón de esas leyes se relaciona no solo con las exigencias cúlticas del monarca sino con las dimensiones internas y espirituales de sus responsabilidades.
Dios exigen del rey y del pueblo algo más que sacrificios, ofrendas, holocaustos y expiaciones. Hacer la voluntad divina es mucho más importante que llevar a efecto los ritos tradiciones, cumplir con las demandas morales y éticas es superior a la celebración de ceremonias, tener la «Ley en el corazón» es mejor que memorizarlas e ignorarlas y no cumplirlas (1 S 15:22; véanse los siguientes textos proféticos: Is 1:11–17; Jer 6:20; 7:21–23; Am 5:21–25; Miq 6:6–8; y los siguientes sapienciales: Pr 15:8; 21:3, 27; Sal 50:8; 51:16–17). La idea del salmista no es rechazar el sistema de sacrificios sino ponerlos en justa perspectiva: Las ceremonias religiosos externas deben fundamentarse en compromisos serios que nazcan en el interior de las personas.
La frase «has abierto mis oídos» alude a la acción divina que prepara a las personas a escuchar, atender y aceptar la voluntad divina. Ese acto de Dios genera en las personas obediencia y fidelidad. En algunos manuscritos de la versión griega del Antiguo Testamento la expresión hebrea del pasaje se traduce como «me has dado un cuerpo», que es la forma que se cita el salmo en el Nuevo Testamento (He 10:5).
La incorporación de la Ley divina en el corazón del rey produce la afirmación de la justicia. El resultado de la identificación y el reconocimiento de los valores importantes en la Ley del Señor hace que la gente anuncie la justicia, publique la fidelidad, celebre la salvación, no oculte la misericordia y promueva la verdad. Esos valores, que ponen de manifiesto el fundamento moral y ético de la Ley, se convierten en expresión pública, se manifiestan en medio de la «gran congregación» (v. 10), que puede ser tanto una referencia a la comunidad que se reunía a adorar en el Templo como a todo el pueblo de Israel.
vv. 11–12: La transición entre las dos secciones del salmo se hace con estos versículos. El salmista se mueve de esta manera del reconocimiento público de las manifestaciones de Dios en el pasado, al reclamo de la acción divina en el presente. El tono de la oración se modifica para poner de manifiesto la naturaleza de la crisis, para revelar la gravedad del problema.
La oración es esencialmente una anhelo de misericordia y una petición para que la verdad divina le acompañe para siempre. El salmista se siente rodeado de males, entiende que sus acciones malvadas le han alcanzado, percibe que no puede levantar la cabeza (v. 12), que es una imagen de humillación, dolor, derrota, angustia, desesperanza. Los problemas que le aquejan se han multiplicado ¡más que los cabellos de su cabeza (v. 12)!, que es una manera figurada de afirmar que son muchos e incontables. Como resultado de su crisis, hasta el corazón le falla, que más que una condición cardiaca de salud puede referirse al dolor interno que le producen estar en medio de tanta adversidad.
vv. 13–16: El salmista prosigue con su clamor y presenta su caso ante el Señor. Esta sección del salmo se repite, solo con cambios menores, en el Salmo 70 (véase el comentario a ese salmo). Su petición es directa y clara, pues necesita urgentemente liberación y socorro (v. 13). En su plegaria pide la intervención divina contra sus enemigos, caracterizados en el poema como «los que buscan mi vida para destruirla», «los que desean mi mal» y «los que se burlan de mí». Fundamentado en sus preocupaciones y necesidades, el poeta pide a Dios que sus adversarios sean avergonzados, confundidos y asolados.
Del clamor de venganza el salmo pasa a la afirmación de los creyentes. La gente que busca al Señor debe gozarse y alegrarse; las personas que aman la salvación divina deben enaltecer al Señor (v. 16). En ese cambio de tono el salmo reafirma la capacidad divina de actuar en el momento oportuno.
v. 17: Finaliza el poema con una declaración teológica de seguridad, esperanza y futuro. El salmista reconoce públicamente y afirma que aunque esté en alguna situación extrema de aflicción, necesidad o crisis, el Señor no le olvidará. Reconoce, además, que su ayuda y liberación provienen del Señor, a quien le suplica que no demore su intervención salvadora. Con esta oración se culmina un poema que se mueve desde las alabanzas por las acciones divinas en la historia hasta la esperanza por lo que el Señor puede hacer en el futuro.
Desde la perspectiva cristiana este salmo puede leerse con sentido de realidad. La vida es compleja y las personas deben entender que ante las adversidades no deben sucumbir ni sentirse destruidas. El salmista reconoce que tanto su pasado como su futuro están en las manos del Señor. El poeta afirma que las acciones divinas en la historia son el preámbulo de sus intervenciones del futuro.
Además, el salmista propone un tipo de experiencia religiosa que esté a tono con los valores éticos y la conducta de las personas. Más que una experiencia religiosa superficial y legalista el salmo reclama, de acuerdo a la lectura cristiana, un estilo de vida que se base en convicciones que afirmen la justicia y los valores que identifican las relaciones de Dios con su pueblo.

Salmo 41: «Oración pidiendo salud»

El Salmo 41—que finaliza el primer «libro» o colección de poemas del Salterio, véase Introducción—es una súplica o lamento individual que presenta la angustia y desesperanza que produce una enfermedad grave. La persona enferma, que se siente abandonada por sus amistades y perseguida por sus enemigos, se allega ante Dios, su única fuente de esperanza, para presentar su causa y dolor, e implorar la misericordia divina. El salmista le pide enérgicamente al Señor que le auxilie en su calamidad y que lo libre de esa enfermedad mortal. El tema de personas enfermas que se presentan ante Dios con sus congojas y ansiedades es común en el Salterio (Sal 6; 38; 88; 102:1–11).
La identificación precisa del género y estilo literario del poema es complicada, esencialmente por la variedad en los estilos y el lenguaje que utiliza. Lo que comienza con una reflexión sapiencial (vv. 1–3), continúa con una oración (vv. 4, 10), prosigue con súplicas (vv. 5–9), y culmina con alabanzas, manifestaciones de confianza y gratitud, y una doxología (vv. 11–13). Esta variedad de géneros y expresiones es posiblemente parte integral de la liturgia que se relacionaba con las enfermedades y las plegarias de personas enfermas que llegaban al Templo a suplicar la intervención divina para su sanidad.
En este particular tipo de culto tomaban parte no solo la persona necesitada de salud sino algún sacerdote que respondía a las plegarias con expresiones de seguridad y apoyo. Las referencias sapienciales del poema pueden ser un indicador de su origen postexílico. Y respecto al título hebreo del salmo, que lo relaciona con «el músico principal» y lo atribuye a David, véase la Introducción.
La estructura literaria del poema se puede relacionar con su uso litúrgico en el Templo:

• Palabras iniciales del sacerdote: vv. 1–3
• Respuestas de la persona enferma: vv. 4–10
• Plegaria por sanidad: v. 4
• Lamento por la crisis: vv. 5–9
• Plegaria por sanidad: v. 10
• Expresión de integridad de la persona enferma: vv. 11–12
• Doxología: v. 13

vv. 1–3: Las palabras iniciales del salmo son típicas de la literatura sapiencial y ponen de relieve el propósito didáctico del salmista. Además, esta sección también puede ser característica de las bendiciones que ofrecían los sacerdotes a las personas en necesidad. El contexto de esta bendición, que toma forma de bienaventuranza, es la dinámica litúrgica que antecede las oraciones de la persona enferma. La bendición sacerdotal se fundamenta en las acciones positivas de la persona que requería la intervención divina.
La recepción de la misericordia divina se relaciona con los estilos de vida generosos que responden a las necesidades de las personas pobres. La referencia a los «pobres» que se incluye en la versión Reina-Valera se fundamenta en el texto griego del salmo, pues no aparece en los manuscritos hebreos. La comprensión adecuada del poema requiere esa lectura.
La persona bienaventurada y dichosa, que ciertamente caracteriza a la gente que apoya las causas de los menesterosos, recibirá la bendición divina, que consiste en ser librado en el día malo, en una clara alusión a las intervenciones liberadoras del Señor. ¡Esa dicha divina evita que sean entregados a la voluntad de sus enemigos! El Señor le dará vida, lo protegerá y disfrutará de alegría y bienandanzas en su existencia. Esas personas bienaventuradas, además, recibirán apoyo especial si se enferman, pues el Señor «ablandará su cama», que es una manera de indicar que, en medio de las adversidades de salud, les hará la vida más placentera y grata.
El sacerdote pronuncia estas palabras a las personas enfermas como una especie de preámbulo a la oración de petición de salud que están próximas a ofrecer. Se pone de relieve de esta forma en el salmo la relación íntima entre la misericordia divina y la solidaridad humana. La teología que manifiesta esta acción revela que no debe solicitar la misericordia de Dios quien no ha manifestado misericordia a las personas en necesidad.
vv. 4–10: Luego de poner en justa perspectiva las relaciones adecuadas entre Dios, la persona en necesidad y los menesterosos, el salmista presenta su oración. Suplica la misericordia divina pues reconoce que su condición precaria de salud está ligada a su pecado, que era una forma de explicar el origen de las enfermedades en la antigüedad. Ese reconocimiento público de su condición pecaminosa no le impide presentarse ante Dios, pues se reclama la misericordia no la justicia divina. Sanar el «alma» es una manera de referirse a la sanidad de forma total y absoluta, pues el alma alude a lo más íntimo y preciado de la persona que adora.
La reacción de sus enemigos ante la enfermedad que le agobiaba fue de desprecio, calumnias, mentiras, murmuración, malos pensamientos y acusación. Esperaban su muerte, y si lo visitaban era para recoger malas noticias y divulgarlas. Esa actitud de la persona enferma revela las complicaciones sicológicas de su salud precaria, que le hacía reaccionar con cierto grado de paranoia hacia quienes le visitaban. Sus enemigos y los que le aborrecen pensaban que el origen de su enfermedad era maligno, del cual no podría liberarse y levantarse.
Su condición física y emocional se complicó con la actitud traicionera de sus amigos más íntimos de confianza, a quienes se refiere como «el hombre de mi paz» y «el que de mi pan comía» (v. 9). La amistad en la antigüedad presuponía un tipo de alianza o pacto que se afirmaba con alguna comida y que debía ser respetado. Sus amigos rechazaron esa comprensión formal y grata de la amistad, y decidieron unirse al coro de sus enemigos, pues su oración revela que «alzaron el pié contra mí» (v. 9), que es una forma figurada de indicar que propiciaron su caída, una manera de presentar la traición de la cual fue objeto.
vv. 11–12: Una vez finaliza su oración por sanidad y presenta la queja contra sus enemigos y amigo, el salmista pone de relieve su sentido de integridad. El contentamiento de Dios debe manifestarse de forma práctica y concreta, en la actitud de sus enemigos. Si la persona enferma ha hallado gracia ante los ojos de Dios, debe demostrarse en su triunfo sobre las actitudes y deseos de sus enemigos. El salmista recurre a declarar su integridad, que es una manifestación divina. La lógica del pensamiento es la siguiente: Como el salmista es una persona íntegra, y la integridad es fruto de la misericordia divina, entonces sus enemigos no podrán alegrarse de su desgracia y enfermedad.
v. 13: La doxología que finaliza este salmo también concluye el primer libro del Salterio, véase la Introducción. Aunque el salmista está enfermo, perseguido y humillado, decide alabar y bendecir al Señor de forma permanente. Las condiciones de salud y las dificultades interpersonales no pueden ser un escollo en las relaciones con Dios, que se especializa en intervenir de manera redentora en el instante oportuno de la vida.
Una lectura cristiana del salmo descubre que en el Evangelio de Juan se interpreta la referencia a la actitud hostil y agresiva de los amigos del salmista (v. 9), como un anuncio de la traición de Judas a Cristo (Jn 13:18). El evangelista releyó el salmo—que originalmente era utilizado en liturgias para apoyar a las personas enfermas—a la luz de la actitud de Judas ante el ofrecimiento de las autoridades religiosas y políticas de la época. La imagen de traición del salmo y su posterior lectura evangélica pone de relieve no solo la falta de respeto al concepto de pacto y alianza antigua, sino que revela una falta grave de solidaridad que era un valor fundamental en las culturas del Oriente Medio antiguo.

LIBRO PRIMERO: SALMOS 1–41

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